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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versión impresa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.67 no.244 Ciudad de México ene./abr. 2022  Epub 17-Abr-2023

https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2022.244.70386 

Dossier

Nuevas expresiones de la participación política: esferas institucionales y formación de nuevas subjetividades políticas

Sujeto y cotidiano en la era neoliberal: el caso de la educación chilena

The Subject and the Everyday in the Neo-liberal Age: The Case of Chilean Education

Manuel Canales Cerón 

Víctor Sebastián Orellana Calderón∗∗ 

Fabián Guajardo Mañán∗∗∗ 

Universidad de Chile, Chile. Correo electrónico: <manuel.canales@uoh.cl>.

∗∗ Universidad de Chile, Chile. Correo electrónico: <victororellana@uchile.cl>.

*** Universidad Andrés Bello, Chile. Correo electrónico: <fabian.guajardo@unab.cl>.


Resumen

Este artículo explora la subjetivación que experimentan los sujetos en sus elecciones y trayectorias educativas, en el contexto de una sociedad neoliberal avanzada como la chilena. Nos basamos en dos proyectos de investigación de carácter cualitativo, que han seguido las elecciones educativas de padres sobre sus hijos y de jóvenes sobre su futuro postsecundario. Con la transformación estructural que impulsa el giro neoliberal, surgen nuevos sectores populares en un contexto de amplia mercantilización de las relaciones sociales, que alcanza a la educación y la configura bajo la lógica del mercado. En tal dinámica, las elecciones educativas y su inscripción subjetiva -lo que hemos denominado mercadeo educativo- permiten advertir un panorama nuevo de estratificación social. Las elecciones educacionales, aparentemente autónomas, van marcando la estratificación real y nueva de la sociedad. Este mercadeo educativo se proyecta como nexo entre estructura y subjetividad, formando a los sujetos en una alta individualización de su reproducción social.

Palabras clave: subjetividad neoliberal; mercado educativo; Chile; estratificación social

Abstract

This article discusses the subjectivization that individuals experience in their choices and educational trajectories in the context of an advanced neoliberal society such as Chile. It relies on two qualitative research projects which have followed the educational choices of parents regarding their children and of teenagers regarding their post-high school future. The structural transformation that drives the neoliberal turn causes new popular sectors to emerge in the context of a broad commercialization of social relations, which reaches education by configuring it under the logic of the market. In such dynamics, educational choices and their subjective inscription -here called educational marketing- allow for noticing a new panorama of social stratification. The apparently autonomous educational choices are marking the real and new stratification of society. Educational marketing is projected as a link between structure and subjectivity, forming subjects in a high individualization of their social reproduction.

Keywords: neoliberal subjectivity; educational market; Chile; social stratification

Introducción1

Desde hace algunas décadas, el neoliberalismo se ha instalado como el modelo dominante de desarrollo capitalista en el mundo, lo que ha implicado transformaciones sociales que atraviesan los planos estructurales, políticos y simbólicos, siendo prolífico el debate sobre su interpretación como rasgo fundamental del presente (Harvey, 2007; García, Laclau y O’Donnel, 2010; Byung-Chul, 2014). Junto a una preocupación centrada en los cambios de tipo estructural que impone el neoliberalismo -en especial sobre la paradojal conjunción entre el aumento de la desigualdad y el crecimiento de los sectores medios profesionales (Postone, 2006; Harvey, 2007; Piketty, 2015)- ha ganado importancia el debate sobre su capacidad constructora de subjetividad (Beck y Beck-Gernsheim, 2001; Bauman, 2004; Byung-Chul, 2014).

Un eje común en esta discusión apunta a la radical individualización de los procesos de reproducción social como efecto de la constante expansión de la esfera mercantil (Castells, 2001; Negri y Hardt, 2004; Byung-Chul, 2014), lo cual aumenta la responsabilidad individual de los sujetos, debilitando vínculos de solidaridad social y soportes colectivos (Beck y Beck-Gernsheim, 2001; Araujo y Martuccelli, 2012). La acción individual, para asegurar la reproducción propia y de la familia deviene en el marco para la conformación de una suerte de ethos empresarial de sí mismo, lo que algunos han llamado homo neoliberal (Araujo y Martuccelli, 2012).

De las configuraciones conceptuales anteriores vale la pena observar el contexto chileno. Chile despunta como una de las experiencias neoliberales de más profundo alcance y prolongado desarrollo (Ahumada, 2019; Ruiz, 2020). Las reformas estructurales neoliberales son perpetradas tempranamente en los años setenta en un contexto de dictadura militar, sin oposición social ni política eficaz. Además de la privatización de empresas productivas, en Chile se ponen bajo dominio del mercado esferas consideradas como derechos sociales a partir del capitalismo de la posguerra, como el caso de las pensiones, la salud o la educación. En efecto, una consolidada mercantilización de la reproducción social, en conjunto con el aumento de la desigualdad y de los profesionales, ha constituido la gran problemática social chilena de las últimas décadas (Atria, Joignant, Larrain, Benavente y Couso, 2013; Ruiz, 2015; Mansuy, 2016). De ello han proliferado movimientos feministas y de recuperación de las pensiones que desplazan la centralidad obrera de la acción social de la etapa histórica previa (Donoso y von Bülow, 2017). Entre estos movimientos actuales, uno de los que ha expresado la nueva conflictividad de manera más sistemática y estructurante ha sido el movimiento social contra la educación de mercado.

La discusión sobre esta centralidad, sus raíces y consecuencias políticas ha sido prolífica (Fleet, 2011; Luna, 2011; Figueroa, 2012; Guzman-Concha, 2012; González, 2015). Sin embargo, más allá de su expresión en acción social, intentaremos presentar evidencia para sugerir que el efecto agregado de las decisiones educativas, su proyección en el tiempo y su inscripción en la subjetividad de las personas constituye un punto de observación clave para la configuración de la estructura social en su momento subjetivo, es decir, como organizador estamental de los sujetos. Las decisiones individuales en el mercado educativo, aparentemente libres y autónomas, dan lugar a una configuración segregada que resulta coherente no sólo como estratificación de mercado, sino también como adhesión subjetiva a determinado estrato. De tal manera, planteamos que la educación juega un papel clave en cómo los sujetos se autoenclasan y constituyen una subjetividad propia de su conglomerado, proyectando una posición de clase objetiva en un estrato social que decanta luego en la cultura. Es así como surge un ethos de estrato, particularmente visible en los discursos sobre elección educativa.

A esta introducción le sigue un apartado que sintetiza la transformación estructural que acarrea el giro neoliberal y puntualiza sus efectos en la mercantilización educativa. Tras la contextualización, la sección siguiente da cuenta del registro empírico en que se basa el trabajo y de la metodología usada. Luego se revisa el ethos que se puede reconstruir a partir del discurso de los sujetos separados por sectores y estratos. Este ejercicio toma lo común en cada uno de estos relatos, los que debemos comprender más bien como tipos ideales. Finalmente, una sección de discusión cierra el artículo.

Neoliberalismo en Chile: cambios en la estructura y mercantilización educativa

Tras el temprano giro neoliberal de la segunda mitad de los años setenta, la matriz productiva del país abandona su intento industrializador bajo el predominio del Estado para centrarse en la exportación -cada vez más diversificada- de materias primas. Durante la década de los noventa la economía tiende a tercerizarse, haciendo de los servicios privados el principal espacio de empleo interno (Moulian, 1997; Ruiz y Boccardo, 2014). Las categorías al interior del sector terciario llegan a más de 70 % de la población económicamente activa (Ruiz y Boccardo, 2014). Tal cambio altera y disminuye radicalmente las bases de constitución de viejos sujetos sociales como son la clase media estatal y la clase obrera y, además, inicia una expansión económica que redujo la pobreza aceleradamente: la cifra oficial baja de 38,6 % en 1990 a 8,6 % en 2017 (Martínez y Palacios, 1996; Ruiz y Boccardo, 2014).

La privatización de la reproducción social y tal transformación estructural acompañan un proceso de individualización que afecta a toda la sociedad: la lucha por las oportunidades aparece como pugna de uno contra uno dada la ausencia de garantías estatales en salud, educación y pensiones (Araujo y Martuccelli, 2012; Ruiz, 2015). Al mismo tiempo, la disminución de la pobreza y el aumento del empleo terciario y de los salarios han sido interpretados como parte del surgimiento de una “nueva clase media” como categoría social principal del período (Franco, León y Atria, 2007; Espinoza y Barozet, 2008; Franco, Hopenhayn y León, 2010).

En tal contexto, el mercado educacional se torna clave. Los estratos altos asisten a colegios particulares que no reciben subvención pública -8 % de la matrícula-, y los segmentos que orbitan la cifra oficial de pobreza se concentran en una debilitada y residual educación estatal gratuita -37 % del estudiantado-. El espacio educativo mayoritario de la sociedad es animado por colegios particulares que reciben subvención vía voucher -55 % de los estudiantes-, articulándose una relación icónica entre este segmento y la escuela particular subvencionada (Canales, Bellei y Orellana, 2016). En el caso de la enseñanza terciaria, se pasa de una cobertura bruta de 15 % en 1990 a una de 87 % en 2017; 80 % de ese total cursa estudios en instituciones privadas, la mayoría no selectivas, que cobijan grosso modo al mismo segmento de la sociedad que los colegios particulares subvencionados (Canales, Guajardo, Orellana, Bellei y Contreras, 2020).

En las nuevas escuelas particulares subvencionadas y en las también recientes instituciones de educación superior -privadas, masivas y no selectivas-, estos nuevos “sectores medios” alcanzan la escolarización moderna y se incorporan a la enseñanza terciaria por primera vez en su historia generacional. Como se trata de un arreglo de mercado, tal acceso ha estado determinado en el caso de la enseñanza escolar por la capacidad para pagar un copago que complementa la subvención pública tipo voucher (cuya variedad va entre 10 y 150 usd mensuales, aproximadamente), y con el imperativo del endeudamiento a través de créditos -generalmente subsidiados por el Estado- en el caso de la educación superior.

Aunque la relación entre los nuevos sectores medios y la educación de mercado ha sido registrada y es objeto de estudio (Corvalán, Carrasco y García-Huidobro, 2016; Canales, Bellei y Orellana, 2016), globalmente, tanto en los sectores altos como en los emergentes y los bajos, la elección de escuela y de carrera e institución de educación superior se vive como una experiencia constitutiva, altamente individuada y fundamental de incorporación a la sociedad, sea para uno mismo o para la descendencia (Orellana, Canales, Bellei y Guajardo, 2019).

Al dominar un arreglo de mercado, la sociedad tiende a dividirse en educación según la capacidad de pago de los sujetos, siendo responsabilidad de cada familia o individuo acceder al tipo de educación que le sea posible. Así, la imagen de la construcción de los individuos como producto de su esfuerzo resulta altamente signada por estas decisiones y trayectorias educativas, en la medida que éstas se ensamblan luego con la estructura ocupacional (Orellana y Miranda, 2018). Este proceso concentra la atención de este artículo.

Registro empírico y método

Este trabajo se basa en dos proyectos de investigación sobre las decisiones de individuos y familias relativas a la educación. El primer estudio (en adelante E1) se inició en 2013, duró dos años y buscó comprender las elecciones de escuela de las familias. El segundo (en adelante E2), iniciado en 2017 y finalizado en 2020, se trataba de entender las trayectorias, oportunidades y expectativas educacionales postsecundarias de jóvenes chilenos. Ambos proyectos fueron parte de un mismo programa de investigación sobre mercado educativo y subjetividad.

Nuestro estudio de 2013 (E1) indagó territorialmente seis casos-zona: barrios arquetípicos de diversos sectores sociales y realidades geográficas del país, cubriendo la principal metrópolis y dos agrourbes. Se realizaron 102 entrevistas focalizadas en total -77 con padres y 25 con administradores escolares y autoridades educativas de nivel municipal- y 12 grupos de discusión con padres (dos en cada caso-zona). Nuestro estudio de 2017 indagó cuatro de esos casos-zona, tres de los cuales corresponden a la metrópolis más importante del país (uno para sectores altos, medios-bajos y bajos) y uno a una agrourbe. En total se realizaron 56 entrevistas a jóvenes (la mitad en el ingreso a la educación superior y luego a los mismos otra vez al tercer año del estudio), 24 a profesionales en torno a los 30 años egresados o con estudios incompletos en educación superior, 3 a informantes clave y 36 grupos de discusión.

En el análisis de la información recurrimos a la metodología cualitativa, orientada a captar estructuras de significados con que pueden describirse prácticas culturales atendiendo las propias comprensiones y entendimientos de los sujetos de un grupo determinado (Ibáñez, 1979; Canales, 2014). Buscamos acceder al sentido a través del habla social que lo relata para así comprender el discurso con que los propios sujetos significan el proceso de enfrentarse a la elección de escuela, de institución de educación superior y de carrera. Cada entrevista y grupo de discusión ha sido analizado por separado a través de la técnica de análisis de contenido. Lo que se presenta a continuación es resultado de esos análisis y su posterior interpretación sociológica.

En adelante describiremos las dinámicas electivas de cada segmento que resulta visible a partir de sus caminos educativos, tanto de padres sobre sus hijos como de jóvenes respecto de sí mismos. Haremos uso de la noción de sectores para referirnos a la partición fundamental de la sociedad chilena (entre dirigentes y dirigidos), dado que al interior de estos grandes conglomerados hay diversos discursos y ethos de estrato que resultan al mismo tiempo conscientes de dicha partición como de la diferencia específica entre cada uno al interior de su sector. La noción de sectores nos permite una visión más amplia, pues se trata, sobre todo en el campo subalterno, de espacios pluriclasistas. Luego haremos uso de la noción de clase y estrato cuando coincide una posición objetiva con un determinada inscripción subjetiva y cultura. Entonces utilizamos la noción de ethos como modo de vida práctico en aquellas zonas.

Los sectores dominantes

Lo que tradicionalmente configuraba una posición diversa pero relativamente articulada como sector dominante -incluso los estudios de mercado colapsaban las categorías superiores para dar lugar al estrato ABC1, de importante divulgación como rótulo de sectores altos- hoy experimenta procesos de diferenciación social en el contexto de una importante concentración de la riqueza (Méndez y Gayo, 2018). Emergen dos voces distintas en medio de dicho proceso, separadas crecientemente las unas de las otras si se considera el contexto: la del estrato alto y la de la clase media tradicional formada en el siglo XX. Ambas conforman un cierre estamental en sí, asociándose a una misma zona de colegios e instituciones educativas: colegios particulares, públicos tradicionales y selectivos -llamados “emblemáticos” en Chile-, universidades de mayor prestigio y de élite de reciente creación.

Estrato alto

La elección de escuela por parte de los padres de estrato alto -gran empresariado y tecnocracia, en torno a 5 % de la población (Espinoza y Barozet, 2008; Orellana, 2011)- se circunscribe a establecimientos particulares sin subvención pública. Las opciones excluidas no son tematizadas, aunque existe autoconciencia del lugar que se ocupa en la sociedad y se vive como cierta extranjería al interior de su propio país.

Entre los establecimientos particulares aparece una rica diversidad de proyectos educativos, orígenes históricos y orientación secular o religiosa, que se proyecta como diferenciación horizontal legítima dentro de un mismo nivel de calidad propio de la enseñanza de los sectores dominantes del país. Aunque la elección varía en distintas lógicas -centrada en cuestiones pedagógicas, valóricas o ideológicas (Gubbins, 2014)-, la racionalidad es densa y sofisticada como visión integral de la cultura más que como estrategia instrumental o de proyección social y profesional, al grado que los apoderados parecen ser expertos en educación. Es una educación completa, que cubre y da respuesta a todas sus dimensiones (la instrucción, el tiempo libre, el cultivo del cuerpo, la filantropía, etc.), pero al mismo tiempo resulta exigente, en cierta forma espartana, puesto que se trata de formar a los jóvenes en la dureza de quien tiene que mandar.

Sin embargo, existe temor al poder excesivo de estos establecimientos sobre los hijos, dejando entrever una nota de dolor sobre su propia filiación al estrato alto. Hay una angustia que agrieta la imagen de un segmento social todopoderoso y que los revela débiles, en el fondo, como individuos frente a sus propias instituciones. Es tal la determinación de los colegios que los padres, más que electores, se sienten elegidos. El dinero, en este caso, deja de indicar el valor de un bien de mercado regular -el encuentro de la relación precio-calidad- para conformarse como cierre social. Los colegios pueden cobrar lo que quieran, señala una madre (E1, mujer, apoderada, colegio particular), puesto que determinan la filiación al estrato ocupado. De ahí una alta presión a los padres y a los hijos que refuerza las tendencias individualizantes en el contexto de una zona de la sociedad intensamente signada por la pertenencia a comunidades y con fuerte adhesión a valores familiares.

Las transformaciones estructurales recientes en la estratificación se presentan también en esta zona de la sociedad. Emerge, como indicábamos, una separación entre profesionales de salario alto y propietarios de capital que captan sus ingresos como activos líquidos provenientes de ganancias o rentas. Son dos franjas sociales que, antes juntas en una misma comunidad de capas dominantes, hoy sufren un proceso de diferenciación que impacta en los colegios y que se expresa también en la concentración de la riqueza al interior del segmento alto (Méndez y Gayo, 2018; Ruiz y Orellana, 2011). El término alta élite (E1, hombre, directivo, informante calificado) aparece como descripción de dicho proceso: la conformación de una élite de la élite, separando colegios para profesionales altos y colegios para hijos de empresarios. Tal proceso incipiente de diferenciación incrementa las exigencias para permanecer en el estrato alto (consolidar un espacio seguro del asedio de las clases medias), lo que a su vez refuerza las tendencias de aumento de la responsabilidad individual -parental y juvenil- de incorporación a las instituciones educativas mediante diversos y complejos procesos selectivos. Este proceso ha sido estudiado recientemente por distintas aproximaciones tanto cuantitativas como cualitativas (Gubbins, 2014; Madrid, 2016).

Al finalizar su enseñanza media, los jóvenes optan en general por seguir estudios terciarios en carreras tradicionales y de alto nivel, lo cual involucra un importante esfuerzo, dado que la mediación de los puntajes de la Prueba de Selección Universitaria (PSU) resulta determinante en los caminos a escoger: los jóvenes de alto rendimiento de este estrato van a las instituciones más prestigiosas del país -lo que una madre sintetiza en la frase buenas carreras, buenas universidades (E1, mujer, apoderada, colegio particular)-, y los de rendimiento medio a planteles privados de élite de altos aranceles. Estas instituciones se han desarrollado en las últimas décadas como piso superior de la educación escolar particular pagada, ya que proyectan los mismos círculos exclusivos de socialización y se ubican territorialmente en los mismos espacios urbanos que el estrato alto, en una suerte de espacio exclusivo para capas altas de rendimiento académico medio, cuyas universidades renuncian al ideal humboldtiano y asumen proyectos esencialmente profesionales. Los jóvenes les denominan quinto medio por el sentido de continuidad con los colegios de élite y su lógica escolar más que universitaria (E2, mujer, estudiante de cuarto medio, colegio particular laico). Esto supone que el esfuerzo de los jóvenes para alcanzar un rendimiento adecuado, aunque alto y en cierto grado estresante, no alcanza a poner en duda la filiación a su estrato, puesto que en modalidades altas y medias se pueden cursar caminos legítimos que finalizan, todos, en el mismo punto de inicio: “Entonces casi todos entraron a lo que querían y donde querían, como a buenas opciones, ninguno entró a lo que no quería” (E2, mujer, grupo de colegios particulares católicos). En caso de falta de interés académico, incluso la opción del estudio de una carrera técnica se muestra en su variante máxima; es un camino atípico pero posible. Aparece también la posibilidad de cursar estudios en el extranjero sin que ello sea extraordinario; el manejo de los idiomas extranjeros es igualmente natural.

En definitiva, todos logran lo que aspiran, aunque con un dejo de autoconciencia y cierta culpa -en especial en colegios católicos-, lo que abre la interrogante sobre el resto del país que han de dirigir pero que no conocen de manera directa. La idea de burbuja ronda las conversaciones de estos jóvenes como rótulo de su propia existencia (E2, mujer, estudiante, cuarto medio colegio particular católico).

Clase media tradicional

La clase media tradicional -profesionales consolidados- comparte con el estrato alto una aproximación argumentativa y densa a la educación, más como proyecto de carácter cultural que como estrategia de proyección social. No obstante, reconoce como elegibles tanto a los colegios particulares pagados como a los públicos de mayor tradición y rendimiento académico. Por su marcada historia de formación ligada al Estado, la clase media tradicional despunta un discurso ilustrado y republicano ausente en el estrato más alto, lo que le permite valorar más la autonomía individual y relevar menos el papel de la familia.

Se excluyen del segmento elegible a los colegios particulares subvencionados, tematizados como opción a evitar dado el riesgo de estafa o de falla educativa. Articulando un discurso educativo denso, que opone educación completa o integral a una educación parcial o fallida que ha creado el mercado, las clases medias tradicionales se separan de los recién llegados a la zona media de la sociedad y al mundo profesional, icónicamente asociados a los colegios particulares subvencionados y determinadas universidades no tradicionales, como lo hemos expuesto. De ahí la importancia que dan al cultivo de habilidades no formalmente académicas en talleres o espacios de esa naturaleza en sus colegios y la relevancia que adquiere el aprendizaje del inglés: sabido de suyo por el estrato alto, aquí emerge como signo de distinción.

Con más claridad que los padres del estrato alto, los apoderados de la clase media tradicional se confiesan débiles frente a los colegios. Las posibilidades de “falla” de sus hijos, sea en el ingreso o en la continuidad de los estudios, les recuerdan que carecen de los soportes de estratos superiores tanto para encarar las fallas como para eventualmente ocultarlas, por lo que el peligro de ruptura de su filiación de estrato es significativo. La individualización presiona a padres y jóvenes con la posibilidad de expulsión, dado que no es el capital económico sino el cultural el más determinante para la transmisión intergeneracional del estatus logrado.

…aparte que tu das pruebas por acá, das pruebas por allá, y no sabes en cuál vas a quedar, si es como postular a la universidad, es terrible, entonces… si quieres una buena educación, cada vez te ponen más trabas. (E1, mujer, apoderada, colegio particular católico)

Los jóvenes aspiran a las mismas buenas carreras y buenas universidades, pero dependen en mayor medida de su rendimiento académico dado que, por sus ingresos, la opción del sistema universitario de élite resulta mucho menos viable. Aunque posible, acarrea más costos personales, sociales y económicos, y representa un camino menos legítimo en tanto emerge de un fracaso académico previo. Por ello, a los planteles líderes del país se suman emblemáticas universidades regionales como posibilidad de estudios.

Las opciones educativas de la clase media tradicional son reactivas tanto a las nuevas dinámicas de las élites como a las masivas. Las transformaciones neoliberales han desplazado la importancia de este otrora determinante sector de la sociedad, lo que se vincula con cambios a nivel del Estado y de la política. Su papel articulador y mediador del conflicto durante la etapa histórica previa ya no existe, y en un contexto de alta individualización de la lucha por las oportunidades sociales, quienes están afiliados a este segmento experimentan una mayor dificultad para mantener la posición conquistada; tal dificultad llega a su punto límite cuando los jóvenes carecen de la disposición para seguir la trayectoria académica heredada.

…como ya veníamos con una situación de [nombre propio del hijo], larga de colegio particular en que tampoco habíamos resuelto mucho el tema académico… ya se decidió ir… donde no tuviéramos que gastar tanta plata… no quiere seguir estudiando una carrera universitaria… no ameritaba el gasto. (E1, mujer, apoderada, colegio público emblemático)

Los sectores populares

Entre los sectores populares hemos distinguido tres voces que nos permiten reconstruir tres tipos de ethos distintos, cada uno coincidente con determinada posición estructural al interior de la heterogénea mayoría social del país. Acá la clase se proyecta a una lógica estamental, y luego decanta en un ethos.

Nueva clase media

Lo que aquí hemos llamado “nueva clase media” es diferente del conglomerado al que, en un sentido menos sociológico, se le llama del mismo modo. En efecto, muchos de los rasgos atribuidos a esa mayoritaria clase media en realidad corresponden específicamente a este segmento, minoritario en el contexto de las capas populares. En este caso, en rigor, podemos hablar de una nueva clase media, puesto que se trata de sujetos que, con la expansión económica que inaugura el giro neoliberal, alcanzan posiciones semidirectivas que les permiten ingresos para una capacidad relativamente alta de consumo y prácticamente prescindir de subsidios y ayudas estatales. Esos rasgos de emplazamiento en la estructura luego se vinculan con determinadas formas de subjetividad que resultan específicas.

Para este segmento, la zona elegible de escuelas se limita a los establecimientos particulares subvencionados de copago alto -aproximadamente desde 90 usd mensuales-, separándose tanto de los de copago bajo, a los que juzgan como pedagógicamente incompletos y fallidos, como de los particulares sin subvención pública, que les resultan inalcanzables o impropios. El acto de elegir estas escuelas, de todos modos, no les separa en orientación académica o calidad respecto de los colegios de la clase media tradicional; más bien, es su modo de incorporación a la zona media.

El acto electivo, entonces, no está signado especialmente por el temor, como ocurre más abajo en la estructura social, sino por una versión algo menos densa de las concepciones educativas ya vistas arriba. La elección es razonada y comparada; la lógica de mercadeo ahora sí expresa una búsqueda por un servicio de calidad: se descartan precios irracionales como cierre social, aquellos que exprimen a los sectores dirigentes. Se tematizan orientaciones académicas con énfasis en el futuro universitario, pero también dimensiones morales, valóricas, de uso del tiempo libre y manejo de idiomas. Su discurso dista de una actitud “sociofóbica” ante otros estamentos, y más bien se reclama mayor calidad educativa y mezcla social. Es un estrato que ya no tiene los miedos de la pobreza ni colinda con ella: lejos de llevar un discurso de autoprotección, se orienta al disfrute de la vida en una sociedad que promueve mayor autonomía individual.

Para efectos de colegio, nosotros hicimos un estudio de mercado, con los colegios de La Florida [comuna popular del Gran Santiago], y nos decidimos por el [Nombre de Colegio], porque aparte de todo, tiene una infraestructura. Los niños están separados, en el sentido de que, no están los de kinder en el mismo espacio de la básica y la media. Están cada uno con infraestructura aparte, tienen actividades diferentes, los ramos diferentes. Pero a nosotros lo que más nos llamó la atención, es que ponen mucho énfasis en la preparación para insertarse después en la universidad. Al mismo tiempo, tienen muchos talleres deportivos. Los niños habitualmente, practican todo el tiempo muchos deportes, tienen muchos talleres. (Apoderado, grupo de copago alto La Florida)

Los jóvenes se orientan a carreras tradicionales de nivel superior, exclusivamente universitarias, pero admiten variabilidad. El campo elegible de instituciones de nivel superior comprende a las de mayor prestigio, luego excluye -aunque no totalmente- a las elitarias, puesto que son casi inabordables económicamente para ellos, y también a las masivas identificadas como de menor calidad. Se centran en instituciones privadas de menor selectividad que las tradicionales, pero que se ubican en el centro de la ciudad e institucionalmente reclaman el modelo humboldtiano que combina docencia e investigación. Se trata de los planteles privados -creados después de las reformas de mercado- que exhiben la mayor calidad académica según indicadores oficiales.

Al igual que ocurre en la mayoría de las posiciones sociales, los jóvenes experimentan con cierto estrés sus últimos años de enseñanza media, en la medida que deben alcanzar determinado rendimiento para seguir adelante en la enseñanza terciaria. Ello lleva a la sabida cuantificación de su desempeño y al cálculo necesario para encontrar la opción más satisfactoria. No obstante, se permiten un mayor tiempo de decisión dado que la solvencia de su familia les da respiro. El error, el cambio de carrera o el año sabático son posibilidades reales que no ponen en duda la filiación al estrato y, al contrario, la realizan.

En verdad, igual es como un poco estresante, el tema de estar en el colegio, enfocada en la PSU. Ojalá entrar al tiro, y si no, no me estreso tanto… podría entrar el próximo año, hacer un preu y prepararme bien. (E2, mujer, estudiante de cuarto medio colegio de copago alto)

Los jóvenes se asumen desde una posición parcialmente ventajosa. Los padres también muestran cierta consciencia de relativo privilegio, alcanzada -en su discurso- con su propio esfuerzo. Atraviesa a estos sujetos, entonces, tanto una preocupación más general por el país como el conocimiento concreto del mismo, dado su origen popular relativamente reciente. Sin que se le tema a la franja de la nueva clase media baja, como veremos más adelante, ni al trabajo -de hecho combinan también trabajo y estudio, pero con mayor centralidad en la trayectoria académica- se termina reclamando una sociedad más porosa, más mezclada y menos centrada en el origen social, desplegando una gran capacidad para establecer distinciones de estamentos y estratos a lo largo y ancho de la estructura social.

La Florida es como un espejo, es un pequeño catastro bien marcado, de lo que es la calidad de la educación en Chile. No es como Vitacura [comuna icónica de estrato alto], donde hay tanto colegio alto. Acá hay muy precarios, hasta colegios top. (E2, hombre, apoderado, colegio particular subvencionado copago alto)

La nueva clase media baja

Llamamos nueva clase media baja al conjunto de la sociedad que se proyecta tras la disminución de la pobreza y que, si bien alcanza cierta posibilidad de consumo y endeudamiento, aún arrastra una clara vulnerabilidad socioeconómica. Representa entre 30 % y 50 % de la población, dependiendo de cómo se mida (Espinoza y Barozet, 2008; Hardy, 2014; Ruiz y Boccardo, 2014). El apelativo “baja” resulta de uso coloquial en este segmento cuando se trata de autoubicarse socialmente: se adopta una identidad de clase media, pero con apellido baja. A este grupo se alude habitualmente cuando se habla de la “nueva clase media”; no obstante, su discurso es distinto y configura un emplazamiento en la estructura también específico.

Su zona de elección de escuela comprende colegios particulares subvencionados de copago medio y bajo -menos de 90 usd mensuales aproximadamente-. Se trata del grueso de la oferta subvencionada; de ahí que este subconjunto sea la categoría mayoritaria de la sociedad (Canales, Bellei y Orellana, 2016). Su tonalidad emotiva fundamental en el acto electivo es el miedo, la autoprotección frente al segmento popular que se abandonó recientemente. El mundo popular bajo ellos aparece como peligroso, como una turba o bien, más nítidamente, con el apelativo de flaite, vocablo local que designa a los sectores populares violentos y que pueden incurrir en actos de delincuencia. Pagar copago se transforma, en ese sentido, en un acto tanto de separación como de autoafirmación: en los colegios particulares subvencionados estos sujetos se encuentran escapando al peligro de vivir en territorios adyacentes a -o bien en los mismos donde- residen los temidos segmentos populares.

Es que el nivel de ella [su hija] es distinto, lo hubiera pasado mal, porque decía que son todos flaites en [menciona un colegio público], flaite, muy flaite. (E1, apoderado de colegio particular subvencionado copago bajo)

Los colegios particulares subvencionados dan, entonces, el orden que se requiere precisamente porque no aceptan de todo; la turba desaparece en el mismo acto que emerge la comunidad. Hay cierta sociofilia, una llamativa búsqueda de sus pares que se diferencian y critican a los flaites.

Sí, encuentro que sí me acomodan… están un poco al medio de los otros dos extremos. Es como que nosotros somos de clase media, y estos colegios están al medio. (E1, apoderado colegio subvencionado copago medio)

La conversación electiva resulta entonces densa, pero en distinciones sociales y llamados al orden y la cohesión moral, por encima de discursos académicos o propiamente escolares. Sin apelaciones a una mayor autonomía individual, el discurso que aparece es más nítidamente estamental, comunitario. No existen alusiones al manejo de idiomas extranjeros o a los talleres en que los hijos cultiven diversos intereses: la educación se vuelve homogénea en su contenido y diversa en sus accesorios. Cada colegio se diferencia de otro porque tiene un rasgo o accesorio particular, cada elemento con un eco de educación de calidad e integral, dado que ninguno puede poseerlos todos (por ejemplo, un colegio despunta como el que tiene piscina, mientras otro se destaca por su opción artística).

El fin del copago, la expansión gradual de la gratuidad escolar iniciada en 2016 y la introducción del centralizado Sistema de Admisión Escolar (SAE) en 2017 han alterado de cierto modo las condiciones de posibilidad de este dispositivo elector. El sujeto elector de particular subvencionado experimenta una suerte de duelo de estrato: lamenta su pérdida de capacidad de distinción y autosegregación, pero carece de fuerza y convicción para pedir el retorno al esquema previo cuya legitimidad se haya agrietada por una impugnación social más amplia contra la desigualdad y el mercado escolar (Canales, Guajardo, Orellana, Bellei y Contreras, 2020). No obstante, ello no ha derivado en una mezcla social más sustantiva en las comunidades escolares, sino que los patrones previos de segregación se han proyectado, en gran medida, dependientes de la propia auto selección de los sujetos en el sistema centralizado SAE (Carrasco y Honey, 2019).

Los jóvenes de este segmento también se encaminan a la educación superior, y lo hacen con una alta cuota de novedad dado que, en general, son la primera generación que se incorpora a este nivel educativo en sus familias. También con ecos del viejo ideal del profesional universitario en el siglo XX, se orientan a universidades tanto por el horizonte de consolidar una condición media como por cierto desapego al camino técnico-profesional que, aun siendo una opción válida, suele asociarse con los sectores populares. Las instituciones elegibles son las masivas de reciente creación; se excluye a las elitarias por desconocimiento y lejanía extranjera -son casi parte de “otro país”-, y se excluye también a las más prestigiosas puesto que exigen un rendimiento inalcanzable, sólo posible para una pequeña franja de muy alto rendimiento académico que, naturalmente, resulta menos expresiva de su propio estrato como tal.

Las carreras a elegir ya no son las tradicionales, sino las que reporten un resultado laboral plausible. La elección es cuantificada, pero no tanto presionando al rendimiento propio -que de todos modos se expresa en un puntaje- sino más bien a las posibilidades económicas presentes y futuras: que se obtengan las ayudas estudiantiles pertinentes -la gratuidad que cubre desde 2016 a los estudiantes de 60 % más pobre, alguna beca o crédito-, que ello se complemente con el aporte de los padres y que el campo laboral de la carrera en cuestión permita los salarios futuros a los que se aspira. El trabajo asalariado aparece también junto a la vida estudiantil, se combinan y ello resulta de cierta forma natural aunque el eje de existencia esté en proyectarse como universitarios; además, la misma idea de Universidad sufre mutaciones: ya no corresponde con un espacio de mayor libertad y autonomía individual, de ejercicio cívico, sino que más bien da cuenta de la formación de la enseñanza media en un entorno escolar. El camino universitario resulta fundamental como confirmación del estatus alcanzado y termina siendo la gran confirmación de éxito parental cuando ocurre.

Clase baja

La clase baja corresponde al estrato que no pudo dejar una condición socioeconómica altamente vulnerable y, por ende, carece de excedente para una mayor capacidad de consumo que trascienda la mera reproducción. Oscila alrededor de la demarcación oficial de pobreza, como se ha registrado en diversas investigaciones (Ruiz y Boccardo, 2014). Estos segmentos perciben a la clase media baja como su propia “clase alta”, al grado que aspiran a su modalidad educativa.

Deberían poner más colegios subvencionados, pero para la gente pobre…más accesibles. (E1, mujer, apoderada, grupo de discusión colegios públicos)

En este estrato se observa un discurso sin mística de ascenso ni de mayor oportunidad. El habla da cuenta de poca autonomía individual: se recorren caminos ya en gran medida prefigurados. Bajo esta perspectiva, la elección de escuela es menos importante, no hay mayor peligro o aquel que existe se sabe manejar tanto en el barrio como en la casa y en la escuela. Tampoco despuntan conversaciones de índole académica. Se va al colegio de manera tan natural que su gesto es más bien “ecológico”: se escoge la escuela por consideraciones prácticas de tiempo de traslado u otras del estilo. Se desconfía de que las escuelas varíen en calidad y, por lo mismo, la opción por la educación pública no es desdeñada: básicamente todas las escuelas son parecidas y la diferencia la marcan los estudiantes.

Siempre he hecho énfasis: los colegios son todos buenos, va en uno que quiera estudiar (…) en todas partes hay buenos y malos, no todo lo bueno está en un lugar ni todo lo malo en otro, está revuelto. (E1, mujer, apoderada, de colegio público)

La elección que atraviesan tanto las trayectorias escolares como las de nivel terciario -cuando éstas tienen lugar- es la opción por caminos técnico-profesionales. No es necesario que todos escojan aquella modalidad, pero la elección o no de la misma resulta la conversación fundamental de índole electiva. En el fondo, el problema es el trabajo: se trata de un segmento social que entiende la educación como preparación para el trabajo, sin mayores auras o esperanzas de profesionalismo o poder directivo. La educación con más nitidez acá deviene en una valorización para un futuro vinculado a oficios básicos que permitan la reproducción social. No hay fantasías promocionales, sino la dureza de una realidad que obliga a actuar para no caer en desgracias.

Yo soy partidaria de que el niño vaya a un industrial o a un comercial [colegios técnico profesionales], porque sale sabiendo algo, en cambio de un liceo, no sale sabiendo nada. Yo… jamás voy a poder pagar una carrera en una universidad. (E1, mujer, apoderada, colegio público)

En ese camino, la juventud acaba rápidamente para dar paso a la adultez, una vez finalizada la enseñanza media. Aunque el estudio de nivel terciario sigue siendo la conversación dominante, y quien imagina una incorporación directa al campo laboral debe, por tanto, dar explicaciones, el trabajo emerge como realidad conjunta con el estudio: el futuro al terminar la enseñanza secundaria es un continuo de estudio-trabajo que obliga a cautelar la reproducción propia de inmediato (Canales, Opazo y Camps, 2016). No hay espacio para fallas, la economía doméstica es incierta. El camino universitario está reservado para el alto rendimiento académico del estrato: la mayoría debe disponerse desde ya para el inicio de su vida adulta y laboral.

Las instituciones elegidas son entonces principalmente las de carácter técnico-profesional. Las carreras están directamente vinculadas a oficios y resultan menos constituyentes de la identidad personal. Incluso se les somete, sin solemnidad alguna, a los diminutivos propios del habla popular: “no se estudia kinesiología sino más bien se saca kine” (E2, mujer, grupo de discusión de jóvenes de cuarto medio en liceos públicos). Un camino legítimo en este curso es el de institucionalización militar o policial. El servicio militar ofrece tanto una carrera técnica como la incorporación a una socialización legítima, que resuelve con la garantía estatal de la institución las incertidumbres de la vida en la zona de la pobreza. La vía militar o policial, como en ninguna otra parte de la estructura social, resulta entonces un modo legítimo de “salir adelante en la vida”. Con todo, sea en el momento de seguir estudios terciarios o de escoger la escuela de los hijos, este segmento muestra un discurso muy consciente de “la dureza de la vida y de la posición que les ha tocado”: no hay falsas esperanzas ni ilusiones, toca hacer lo que se debe y, por esto mismo, se trata del segmento con menor autonomía individual en sus elecciones. El mercadeo opera como negativo: se trata de vivir las posiciones y las opciones que el resto logra evitar, precisamente por su elección y capacidad de mercado.

Discusión final

En este trabajo hemos sintetizado las principales voces que hallamos en el Chile actual relativas a prácticas electivas de escuelas de padres y madres y de estudios superiores por parte de jóvenes. Dichas voces nos han llevado a la constatación de que su empalme con determinados oferentes educativos dista de ser un puro encuentro instrumental y momentáneo y más bien informa -organizada la educación como industria de la segregación- de los estamentos y grupos sociales reales que despuntan de la transformación neoliberal. Su enorme coherencia resultante de decisiones libres e individuales es entonces nuestro hallazgo principal.

Lo anterior nos lleva a discutir en tres ejes nuestros hallazgos: 1) sobre el mercadeo educativo como dispositivo que juega de nexo entre subjetividad y estructura. 2) Sobre el giro que esto supone al papel de la educación en la sociedad, comentando el proceso general de privatización de la reproducción social y la mayor radicalización de la experiencia de individualización en condiciones de dependencia. 3) Sobre la sedimentación de aquella experiencia en las últimas décadas, lo que da lugar al surgimiento de una suerte de ethos propiamente, de una forma de habitar y construir el mundo que deviene específico del neoliberalismo chileno y que cala hondamente en la subjetividad popular.

El dispositivo del mercadeo educativo como nexo entre subjetividad y estructura

Nuestros estudios han identificado los discursos de estrato sobre la educación y los ribetes que toma la decisión selectora, sea de escuela o de plantel de nivel superior. Ello permitió identificar un régimen de subjetivación adosado a una estructura socioeconómica. Tal régimen se ancla sobre la distribución de ingresos como poder de mercadeo o compra en general, en este caso disposición de excedente doméstico para destinarlo a aranceles educacionales según los cuales se accede a uno u otro segmento del mercado. La alta dependencia de los individuos de su ingreso y el hecho que la educación sea un mercado plantean el problema de elección de escuela como el de filiación económica -mediante el pago- al estrato al que se pertenece. Luego, la elección de plantel y carrera de nivel superior se proyecta anclada en las decisiones escolares previas, reproduciendo las limitantes de ingreso planteadas.

De tal modo, la cambiante estructura social que comentamos al inicio, expresada como diferencial de ingreso de individuos que ya no responden a las antiguas filiaciones de clase de la sociedad anterior al giro neoliberal, da lugar a través del mercadeo educativo a una segmentación de carácter cualitativa. Entonces, surgen estratos y estamentos que se acercan a una definición más clásica de clase. En realidad, los individuos buscan educación para su propio nivel y la oferta se adapta a la demanda -compitiendo por captar matrículas y vouchers- en una relación dialéctica. Los sujetos eligen instituciones y son elegidos por ellas. Este mecanismo va forjando, como suma de decisiones individuales movilizadas aparentemente por la libertad de demandantes y oferentes, un orden segmentado altamente coherente y consistente. Se trata de una acción individual que, en el tiempo, se ancla y reproduce determinada estructura, alterándola también en la medida de sus posibilidades. Esto encuentra eco en la discusión reciente que estudia los modos en que se vinculan individuo y estructura en el Chile actual (Araujo y Martuccelli, 2012).

Los estratos que así se enuncian no son los de la etapa histórica previa al giro neoliberal ni tampoco responden a una identidad puramente ocupacional (como ocurre con el binomio clase trabajadora-empresariado), sino que, manteniendo una partición basal de dos categorías -que deslinda capas dominantes de las subalternas- reparte al antiguo conjunto popular en tres: la nueva clase media, el pueblo no pobre o comúnmente llamado clase media baja y el segmento de la franja de la necesidad o la pobreza, que aquí llamamos clase baja. Como hemos comentado, esta partición subjetiva coincide con emplazamientos objetivos en la estructura ocupacional. A cada cual corresponde, según este mercado, un tipo o categoría de institución educativa que le es distintiva y propia, así como una determinada conexión de sentido.

La privatización de la reproducción social: individualización, racionalización y dependencia

Desde el gesto de la alta élite de autonomización del resto de la sociedad al temor de la clase media baja en su elección de colegio, la búsqueda de educación y el mercadeo -como operación de dicha búsqueda- lo que hay es un esfuerzo individual de afiliación a determinado estrato. Así, más que dominar el panorama las expectativas de ascenso social, como ha discutido el discurso de la movilidad, es la propia filiación a una parte, como momento del proceso de autoconstrucción de los individuos lo que resulta privatizado. Se trata de una dimensión nueva en el capitalismo, original a su ciclo neoliberal y sólo visible una vez que éste decanta y madura como ocurre en el caso chileno.

La filiación a un estrato deviene base para aspirar a más -expectativa también presente- pero no se encuentra de suyo asegurado por la pura prolongación intergeneracional de la vida o por una adscripción determinada. El propio estatuto de clase trabajadora moderna no viene asegurado por la existencia material: debe ser conquistado a través de determinadas socializaciones y credenciales educativas. Los procesos de constitución social, antes ajenos al mercado o anclados en las obligaciones del Estado, hoy se privatizan y mercantilizan por medio de la expansión educativa de mercado. De ahí que el mercadeo educativo movilice, encima o por el lado de dinámicas educativas reales, el esfuerzo mediante el cual los individuos se hacen dignos de ser sujetos sociales, se afilian a la parte de la sociedad que pueden. Siguiendo una discusión de la individualización, ésta aumenta, pero en condiciones de dependencia, dadas las restricciones de recursos y posibilidades propias de cada punto de inicio (Bauman, 2004).

El mercadeo en los padres y luego el rendimiento en los jóvenes moviliza una enorme cantidad de trabajo por parte de los individuos. Este trabajo, como movimiento con tal de obtener determinados servicios o matrículas, tensiona a los sujetos a dinámicas de cálculo individual, sea de las escuelas o de sí mismos, sometiendo el proceso de autofiliación y autoconstrucción que detallamos a una intrincada y sofisticada lógica weberiana de acción instrumental con arreglo a fines que se vive en la soledad de la condición individual y/o parental. No siempre el mercado opera en un sentido propiamente capitalista -a veces los precios aluden a cierres sociales y no una relación precio-calidad-, mas lo que importa es que el dispositivo del mercado se torna dominante como forma de organización de las relaciones sociales. Así, rendimiento propio, expectativas escolares o el temor al flaite son traducidos a dinero, y en tal dinámica de relación encaja el orden estratificado de oferentes y demandantes que produce de hecho un mundo de sentidos posibles que se habita de manera inmediata (estrato) y respecto del cual se decodifica el resto. El efecto del mercadeo en la configuración del sujeto es entonces su fundación como un emprendedor de sí, cuyo propio proceso de autoconstrucción resulta mediado por la producción y circulación de valor económico en las distintas instancias educativas.

El nuevo ethos popular

La privatización de la reproducción se decanta en una mayor individualización, la cual lleva a una racionalización mercantil extrema de la vida. La acumulación de prácticas bajo dicha dinámica es la que produce determinados ethos que se caracterizan por hacer de la propia estratificación el objeto de deseo/interés principal o hasta total del gesto electivo de educación, reemplazando con una lógica de estratificación la racionalidad educacional propiamente tal. Esto no implica que domine el carácter instrumental o estratégico de la elección, sino el hecho que el propio sentido mentado se traslade de la lógica del aprendizaje o la construcción personal/cultural -a lo que se le llama coloquialmente ser educado- a la filiación a determinado estrato.

Esto da forma a la recursividad o autoproducción del sistema educativo y sus estratos como correlato de estrategias de mercadeo: unos buscan el modelo de negocio como oferentes, otros la elección adecuada al rango. Este mecanismo va delineando la educación chilena como un espacio que se forja a espaldas de las declaraciones institucionales y de las propias doctrinas académicas o pedagógicas oficiales, resignificando incluso los nombres de los mecanismos de medición o de evaluación que tales espacios elaboran de acuerdo al panorama estratificado aquí comentado. Esto permite interpretar las sistemáticas críticas que se han formulado a las políticas educativas por su formalismo y desconexión de los procesos reales (Leihy y Salazar, 2017; Fardella y Sisto, 2015).

Lo más sobresaliente de este proceso es la configuración de un ethos popular de tal característica, de una racionalidad empresarial no para producir capital ni nada especial que distinga y separe de las clases trabajadoras, sino para producir la propia vida. Las elecciones educativas presentan una coherencia interna, pues tienen sentido, son densas y complejas, además de su plausibilidad externa dada por su ajuste a sus condiciones económicas. Tal juntura de plausibilidad y sentido conforma un ethos de estrato o de clase, según hemos visto; esto es, se despliegan discursos esencialmente ajustados a intereses o deseos propios y distintivos de conjuntos definidos por una posición determinada en la estratificación social. Cabe ratificarlo por su contigüidad intergeneracional según se ha constatado, estrato por estrato, en el estudio de las expectativas y trayectorias de sus hijos e hijas y luego de los jóvenes respecto de su futuro (Canales, Opazo y Camps, 2016).

Se trata de un ethos autoproducido que dista mucho de una suerte de hegemonía neoliberal como introducción en el sentido común de las máximas del neoliberalismo teórico: los sujetos bien pueden protestar y aspirar a derechos sociales gratuitos al mismo tiempo que admirar a empresarios o sostener discursos duros contra la inmigración. El ethos popular que habitan, con la diferencia que suponen sus estratos, ha sido conformado por las experiencias propias y no reconoce mayores estructuras legítimas en la sociedad; de ahí la inusitada crisis social y política en Chile. Así, el emprendedor de sí no lo es por sus lecturas o conocimiento del management, sino como resultante de un aprendizaje social, lleno de conocimiento caliente, a decir de Ball (Ball y Vincent, 1998), como un conocimiento concreto en oposición a formalizaciones teóricas propias de la doxa neoliberal.

La privatización de la educación, entonces, bajo este contexto histórico, termina por hacer de la educación el exacto opuesto de su formulación republicana original: en lugar de construir lo común, la escolaridad produce la diferencia. Al requerir diferenciarse del resto para una mayor competitividad, los sujetos terminan atribuyendo tal imperativo a la educación, lo que resulta atizado por los oferentes en búsqueda de nuevos mercados. En definitiva, emerge una educación que busca exactamente lo contrario de su ideal durkheimiano y, a medida que se expande, profundiza los conflictos de integración en lugar de menguarlos.

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1Este artículo agradece el aporte de los proyectos Fondecyt regulares 1130430 “El soporte sociocultural del mercado escolar” y 1171776 “Trayectorias, oportunidades y expectativas educacionales post-secundarias de jóvenes chilenos. Hacia una comprensión del soporte sociocultural del mercado de la educación superior”.

Recibido: 14 de Agosto de 2019; Aprobado: 06 de Abril de 2021

Sobre los autores. Manuel Canales. es doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Sus líneas de investigación son: la sociología del habla, las metodologías de investigación y las transformaciones actuales de la sociedad chilena. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: (con Fabián Guajardo y Víctor Orellana) “La elite del llano: de la promesa a las desilusiones en la trayectoria postsecundaria de los jóvenes de la nueva clase media” (2020) Última década, 28(53); “La (re)vuelta de los que sobran: fulgor y crisis del neoliberalismo chileno” (2021) en Sol Alé, Klaudio Duarte y Daniel Miranda, Saltar el torniquete. Reflexiones desde las juventudes de Octubre. Santiago: FCE.

Víctor Orellana. es doctor (c) en Ciencias Sociales por la Universidad de Chile. Sus líneas de investigación son: la sociología de la educación, la estratificación social y la mercantilización educativa. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Entre el mercado gratuito y la educación pública. Dilemas de la educación chilena actual (2018) Santiago: Lom; “In Chile, the Post-Neoliberal future is now” (2020) NACLA, 52(1).

Fabián Guajardo. es doctor (c) en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Sus líneas de investigación son: la sociología de la educación, la migración y los actores sociales. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: “Fin del copago y nuevo Sistema de Admisión Escolar: Duelo de estrato” (2020) Estudios Pedagógicos, 46(2); (con Manuel Canales y Víctor Orellana) “La elite del llano: de la promesa a las desilusiones en la trayectoria postsecundaria de los jóvenes de la nueva clase media” (2020) Última década, 28(53).

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