El número 239 de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales ve la luz el 1 de mayo de 2020, en un momento extraordinario que no permite ser ignorado; un tiempo que constituye un desafío a la humanidad, a la vida social y a las ciencias sociales. Aunque ya editado y formado, unas breves consideraciones ameritan ser compartidas.
Estamos ante una constelación de múltiples crisis que se sobreponen y traslapan, y que parece anudar todas las dimensiones y los niveles que en ella pueden converger: es una crisis sistémica y global. Se conjunta una pandemia -una amenaza sanitaria ocasionada por la nueva mutación de un virus poco conocido que se esparce y atraviesa fronteras nacionales y regionales-, una crisis económica -en las ya agudas manifestaciones de retracción y desempleo, y en la prognosis de una recesión mundial-, política tanto nacional como internacional -en la redefinición de las reglas de juego entre liderazgos y ordenamientos institucionales-, social -al exhibir las desigualdades de su recepción, impacto, percepción y posibles consecuencias- y, ciertamente, individual, al imponerse como experiencia directa en las normas de aislamiento en las que, sin el Otro, buscamos la seguridad. Una nueva subjetividad.
Trastocamiento del equilibrio entre vida y muerte, disrupción ante la cual las respuestas de los gobiernos, tanto en los tiempos como en las capacidades instaladas, nos alerta sobre las condiciones estructurales deficitarias y fragmentadas, así como sobre el desempeño frente a desastres que han sido advertidos por expertos y por experiencias pasadas. Una pandemia que nos retrotrae a los SARS, MERS, H1N1, Ébola… así como a recomendaciones previas tanto de organismos internacionales como de comités científicos y asesores a nivel nacional, sobre todo en economías centrales, de los riesgos y necesidades para hacer frente a crisis sanitarias transfronterizas, a nuevas pandemias. Advertencia, por cierto, ya teorizada por las ciencias sociales, al conceptualizar Ulrich Beck la sociedad mundial del riesgo, tanto en su carácter global como en su referencia al medio ambiente y a las infecciones.
Así, la pandemia de COVID-19 ha demostrado ser un evento que, por más que pudo ser prevenido, jamás encontró posibilidades de ser cabalmente combatido una vez desencadenado. No porque no existiera la técnica para hacerlo, sino por las formas fragmentarias de gestión y convivencia dentro de la estructura del sistema en el que vivimos, aun en su interconexión global.
Las ciencias sociales han estudiado y pensado los logros y contradicciones de los procesos de globalización, su multidimensionalidad, la creciente interconexión entre países, economías y sociedades, la colaboración en la ciencia, la circulación de culturas y la movilidad humana misma. Hoy reciben nuevas luces y sombras. Junto a sus alcances, por su carácter diferencial en tiempo y espacio, estos procesos implican desigualdades territoriales y sectoriales; pueden ser reflexivos y conscientes a la vez que no intencionales, de alcance internacional a la vez que regional, nacional o local. En la nueva dinámica de su propia apertura, la globalización se ve hoy confrontada por respuestas cerradas y nacionalistas, también analizadas por la investigación social. No sólo la magnitud de la pandemia -y las disrupciones y desequilibrios consecuentes que la revelan como crisis sistémica y global- sino también sus posibles soluciones dejan ver, como nunca, la necesidad de colaboración y de gobernanza global. No obstante, simultáneamente se vislumbran picos de nacionalismos. Ambos momentos se exhiben como irreconciliables: los diferentes gobiernos tratan de responder a corto plazo y con un perfil propio -cuando no aislado-, al tiempo que cuentan con muy poca legitimidad en el seno de sus sociedades. Las consecuencias han sido dudas, tanteos, ineficacia y su descrédito.
La pérdida de credibilidad y la fractura en la representatividad de los ordenamientos políticos han sido ocupación y preocupación de las ciencias sociales: debilitamiento de la institucionalidad democrática, asalto al Estado de Derecho, procesos de autocratización, líderes de nuevo corte, no formados en los marcos de los partidos políticos existentes y basados en la externalidad a estos, con perfiles autoritarios; nuevas formas de representación directa líder-pueblo, no mediadas por instancias tradicionales de la democracia, como son las que caracterizan a los populismos. Hoy las ciencias sociales deberán atender el riesgoso desafío de los liderazgos autocráticos frente a las democracias, en su pugna por los atributos de eficacia en el manejo de las crisis. La coyuntura de la gestión de la emergencia se muestra campo fértil para la centralización y concentración del poder, las restricciones a las libertades cívicas y los derechos humanos -China, India, Kenya, Nigeria, Hungría, Filipinas, entre otros.
Con ello, la investigación también deberá profundizar en los efectos socioeconómicos negativos del modelo neoliberal, que se han traducido en diferentes escalas de pobreza, desigualdad y, posiblemente, incremento en los flujos migratorios de las regiones; así como del fracaso de las políticas adoptadas por Estados que han desatendido a la sociedad, exhibiendo sistemas de salud pública debilitados y marginaciones que refuerzan la exclusión y estrechan las capacidades de respuesta frente a la crisis.
Desde una mirada regional, la pandemia llega a América Latina en una coyuntura económica y social difícil. El Producto Interno Bruto (PIB) creció en el 2019 sólo en un 0.1 %. Los niveles de desigualdad siguen siendo los más altos de todos los continentes. La pobreza y la pobreza extrema vienen creciendo desde el 2014, y casi uno de cada tres de los 620 millones de habitantes de la región era considerado pobre a fines del 2019. La Comisión Económica de la ONU para América Latina (CEPAL) prevé que todas estas cifras serán peores en el 2020. La economía se contraerá no menos de 2 %. El número de pobres aumentará en 35 millones y totalizará los 220 millones.
Si atendemos al hecho de que las contradicciones desencadenadas por la crisis pueden ser vistas en el binomio dilemático “prevención sanitaria-economía”, el panorama resulta más preocupante. En efecto, por un lado, se da el confinamiento para minimizar los riesgos de muerte y también adaptarse a los déficits de infraestructuras, por el otro, se busca evitar la parálisis de la vida económica y social. Si bien el dilema ha sido y es global, y tal vez insuperable, las limitantes de la opción que sólo atienda los requerimientos sanitarios no pueden dejar de ponderarse a la luz de la estructura ocupacional y social de un país, de una región: pobreza, porcentajes de economía informal, hacinamientos urbanos… El dilema atraviesa la resolución estratégica de este conflicto, expresada en los tan diversos modelos e instancias de su manejo …El círculo de la pérdida de credibilidad y la tentación autoritaria se cierra….
Consideraciones diferentes y complementarias deberán también nutrir el debate entre quienes atribuyen al capitalismo in toto las reversiones democráticas, minimizando la lógica de la política, y quienes ponderan con optimismo el promisorio universo de los regímenes fuertes o convierten la violencia en una solidaridad transmutada.
De igual modo, resultan vitales los cuestionamientos frente a las respuestas de organismos internacionales claves y necesarios, que han sido débiles y han estado condicionadas por los desacuerdos entre los países, tal como ha sido estudiado y advertido ampliamente -sea el Programa de Ayuda para Combatir Enfermedades Transfronterizas del Banco Mundial de 2018, sean las recomendaciones del Consejo Económico de la Presidencia de Estados Unidos en 2019, entre otros-.¿Habrán de correr igual suerte los llamados de atención sobre las amenzas del cambio climático? Los nuevos riesgos de la polarización Estados Unidos-China se perfilan en el reordenamiento mundial, en los vaivenes entre la codependencia y los intereses aislacionistas. Cabrá preguntarse cómo se reconstituyen las regiones, oscilando entre lo global y lo nacional, tomando en cuenta las oportunidades que momentos extremos también abren. O bien, ¿cuáles serán los escenarios alternativos de tolerancia o intolerancia a las minorías y a las diásporas transnacionales?
Nuestras ciencias sociales habrán de confrontar permanencias y transformaciones en lo que hoy se manifiesta de modo contundente: la vida como construcción social; la construcción social del riesgo, en su materialidad y en su percepión, diferenciada en sociedades crecientemente desiguales y fragmentadas; la necesidad y el resguardo de la cotidianeidad, hoy severamente alterada y amenazada; la configuración de mentalidades y racionalidades prácticas de los individuos sobre y frente a la autoridad, al Estado y a la vida misma, y que se expresan diferencialmente en reconocimiento, en distancia o en extrañamiento; el papel que juega la disparidad laboral en la configuración de la asunción del riesgo. Todos condicionantes de la obediencia requerida que precede y sustituye la lógica punitiva… todo puesto en juego.
Como toda crisis, esta pandemia por el coronavirus moviliza y cuestiona la relevancia de los temas que han venido ocupando a las ciencias sociales y a las humanidades, y la necesidad y oportunidad de abrirse a otros. Las ciencias sociales, más que nunca, deben de revelarse como lo que son: ciencias, sociales y humanistas. La emergencia, las posibilidades de acción, las oportunidades perdidas para evitar o mitigar el impacto de la pandemia, al estar en el centro de nuestra reflexión, deben de ser abordadas a partir de la lamentable pérdida de miles de vidas humanas.
En el seno de esta constelación crítica, nuevas agendas se perfilan. Sociedades de riesgo, sociedades del futuro. Esfera pública de sociedades complejas; la sociedad civil como ámbito de construcción de solidaridades; comunicaciones con tecnologías que acercan, ayudan a superar aislamientos, pero que también potencian el control y el espionaje: ¿habrán de extenderse más allá de las circuntancias provocadas por la crisis? Dilema central de otro binomio “seguridad-libertad”, hoy agudizado?
El vasto e imprevisible mundo de la revolución digital enfrenta la incógnita de tecnologías en la radicalidad de sus potencialidades de resguardo y seguimiento, y en los riesgos implicados. ¿Pérdidas de derechos y libertades?
Inteligencia artificial en la reconfiguración del futuro. También tecnologías que ellas mismas están al servicio de la comunicación, más que de la información y la regulación? La aceleración de las nuevas formas de educación y sus metodologías y espacios, modificados por la innovación y el reforzamiento de los entornos digitales. ¿Cuáles serán los espacios de estudio del futuro? ¿Cuál el lugar de la escuela? Hoy vivimos un cambio en la simultaneidad del mundo online y el offline; la distancia de este último, en su virtualidad, frente a la prevalencia del primero nos debe llevar a estudiar el mañana de la educación.
Y los cambios que se vislumbran en la estructura del empleo. ¿Cómo afectarán la distancia y desigualdad entre el trabajo manual y las ocupaciones que pueden enmarcarse en el recurso del home office?
¿Nuevas expresiones de violencia y profundización de las conocidas, o bien superación de los extremos que ha alcanzado?
La experiencia de esta crisis, ¿llevará a eclipsar o a agudizar las manifestaciones de xenofobia, racismo y antisemitismo que la han precedido y se han incrementado, tal como los índices y análisis más serios lo indican? Las teorías conspiracionistas, la paranoia y los fake news se han disparado. Mitos sobre el origen del virus, o bien acusaciones regresivas de la racionalidad del mundo moderno al mundo medieval de brujerías y temor. Tal vez el sostenido estudio de la supervivencia de prejuicios, discursos de odio y las dinámicas de discriminación se dirija a nuevos escenarios que atiendan su creciente carácter transnacional, el ser parte de paquetes ideológicos de transmisión.
Y ciertamente el debate entre individualismo y comunitarismo que atraviesa a la filosofía política, al pensamiento social y a la conversación pública buscará nuevos horizontes culturales y conceptuales de síntesis.
¿Nuevas solidaridades? ¿Cómo habrán de codificarse en sociedades de creciente diferenciación las demandas sectoriales incrementales frente al Estado? ¿Será en clave de mutua exclusión y consecuente polarización, o de complementariedad?
La necesidad de hacer acopio de esfuerzos para entender el hoy y estudiar los escenarios posibles del mañana son un irrenunciable estímulo a nuestro quehacer.
Esta pandemia global ha confirmado no solamente la pertinencia de nuestras ciencias, sino también el caro precio de su relegamiento a formas instrumentales y utilitarias. Aquellos que nos dedicamos a investigar y pensar el mundo social -en su diversidad-material y conceptual, en las convergencias y divergencias disciplinarias- en estos momentos debemos explicar, comprender, interpretar y orientar también cursos de acción que reivindiquen el lugar de la razón y la imaginación en un mundo cuya complejidad, variabilidad e impredecibilidad, contradicciones y ambivalencias, requieren del saber científico. Se reafirma, entonces, la pretensión por hallar nexos de significación entre explicación y previsión, aunque ambos momentos puedan responder a lógicas y propósitos diversos.
El coronavirus, mediante su rápida capacidad de contagio, su impacto social desigual al interior de los países y entre ellos -y las muertes que lo acompañan-, ha hecho visible la necesidad de repensar los aciertos y límites civilizatorios, y la capacidad de construir y materializar el bien común. Eventos epocales lo exigen.
Asistimos a la violenta aceleración de procesos desestructurantes del orden y a nuevas reglas del juego político y social. Al tiempo que la ciencia se despliega en su carrera contra la pandemia, la capacidad de ofrecer certidumbres ante los desafíos emanados de este momento resulta insuficiente. Nuestras ciencias sociales deben asumir también que muchas categorías teóricas pierden hoy fundamento, mermando su capacidad explicativa y sentido heurístico. Los planos de manifestación de esta crisis someten a prueba las formas de organización social y política, las coordenadas de lo público. Ello apunta hoy a la necesidad de preguntarnos sobre las instancias y procesos plausibles que conduzcan a reconstituir credibilidad y confianza, cómo pueden fortalecerse o debilitarse en los escenarios post-crisis, qué principios y rumbos privarán en la reconfiguración mundial.
Las figuras centrales de las múltiples crisis -el Estado, la Sociedad, el Mercado y la Cultura- y el individuo en y ante estos marcos de articulación ven redefinidos sus espacios y funciones. Plantean la necesidad de nuevos contratos sociales que potencien convergencias, y ordenamientos políticos en los que prevalezca la democracia. Su estudio se despliega en ejes conceptuales de continuidad y ruptura. Éste es el hacerse de las ciencias sociales en diálogo entre teorías y con la realidad. El primero provee el sustrato necesario para acercarse a la vida social, y hoy ambos referentes exigen repensarse en sus prioridades cambiantes.
Ante ello, debemos negarnos a caer en derrotismos y, sobre todo, debemos evitar ser presas del miedo que recorre nuestras vidas. Éste es parte central de esta pandemia, lo que es comprensible, pues nuestra vida misma es la que puede estar en juego. Cuando nos inmovilizamos por la emergencia, bien puede ser que estemos permitiendo la puesta en marcha de procesos que en determinado momento limiten nuestros derechos o nuestras libertades. La herramienta más poderosa contra el miedo es el conocimiento: el ejercicio de la comprensión de lo que se vive, más allá de nuestra capacidad de agencia individual. Negarnos a inmovilizarnos -aunque nos mantengamos por seguridad dentro de nuestros hogares- es un logro que sólo puede ser alcanzado mediante la reflexión, no sólo en torno a los mecanismos de la enfermedad, sino del mundo en la que ésta se desarrolla. Es tomar el conocimiento del mundo.
La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y las páginas de esta Revista habrán de ser estímulo y canal para que las comunidades nacionales e internacionales desplieguen sus esfuerzos disciplinarios y transdisciplinarios frente a las nuevas realidades que emergen.
Directora-Editora de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales.
Dra. Angélica Cuéllar Vázquez
Directora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales