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Vindicias de la verdad

Por

Fray Francisco Antonio de la Rosa Figueroa.

1773

 

[Fol. Ir]

Descripción succinta en que yo, fray Francisco Antonio de la Rosa Figueroa, contenido en la página 1 de este quaderno epílogo, como en Índice y conspectu operis los assumptos, materias y argumentos que en este papel se contienen y merecen llamarse "Vindicias de la verdad".

En toda la primera foxa y principio de la segunda (que me dio assumpto a la inscripción que le precede) propongo los urgen tíssimos y fuertes motivos que en servicio de Dios y del rey, nuestro señor, promueven mis humildes discursos succintando en pocas clausulas (al fin de la página segunda y principio de la tercera), los lamentables daños que irremediablemente se seguirán de los proyectos que el illustríssimo señor don Francisco Lorenzana promovió en su informe al rey, nuestro señor, para la expedición de su Real Cédula, en orden a la extinción de los quasi infinitos ydiomas de los yndios y colación de curas castellanos en los partidos: sobre estos puntos fundo los discursos probando y comprobando los propuestos daños (desde la página 18, número 2 hasta la página 40 del número 15), llevando por norte las experiencias prácticas que demuestran los onze párrafos de la carta al señor duque de Arcos (copiados desde la página 3 hasta la 18).

Esto lo emprendí por hazer patente a mi rey y señor, por si algún día llegasen a noticia de su magestad mis discursos, las pruebas más irrefutables de los más lamentable y formidables daños, que no divisó el dicho señor illustríssimo para promover sus inconsiderados proyectos en su informe.

[P. 1]

Discursos humildes que fray Francisco Antonio de la Rosa y Figueroa, Predicador General, Notario Apostólico y del Santo Oficio, Archivero de esta santa provincia del Santo Evangelio en este convento de nuestro padre San Francisco de México, propone sobre la Real Cédula del rey, nuestro señor, Carlos 3, que Dios guarde, promovida por el illustríssimo señor arzobispo, don Francisco Lorenzana, para que se edestierren los diferentes idiomas de que se usan en los dominios de su magestad y que solamente se hable lenguaje castellano.

El motivo de estas reflexiones sobre esta Real Cédula, el presente año de 1773, es que estando de mi cargo el archivo general de esta santa provincia y no aviendo podido reducir a su protocolo el año de 1756 la multitud de papeles que se fueron aglomerando, ya por los graves y muchos negocios en que me ha ocupado la obediencia, ya por los graves y habituales quebrantos de salud en mi postrada vejez; al reducir a los títulos del archivo el registro y coordenadas el título 'cedulas reales', descubrí la impresa en Madrid de 16 de abril de 1770, que illustríssimo señor arzobispo, que fue de México y oy es de Toledo, promovió de la magestad cathólica de nuestro rey y señor Carlos 3, que Dios guarde.

Y leyéndola una y otra vez con atenta reflexión, y que su magestad expresa en ella una y otra vez "que en los parages en que se hallen inconvenientes en su práctica se los representen", he formado dictamen de conciencia (no sé con que urgente interior insputro1) de escrivir este papel por si Dios me depara en esta corte sugeto de distinción y zelo del servicio real a quién dirigirlo, para que si yo muriere (que me considero cerca por mis quebrantos y 76 años de vejez) no lleve yo al tribunal de Dios aquel "vae mihiquia tacui"2 del propheta Isaías [...] Con quánta razón tomaré yo el callar en este papel, en defensa de la gloria de Dios y de mi rey y señor natural, mis pobres discursos contra los proyectos del illustríssimo señor Arzobispo y sus representaciones al rey, mi señor, producidas de su inexperiencia de yndios, carencia de verdaderas noticias en los pocos años que governó el arzobispado que sólo pudieron sugerirle los que no experimentaron como yo tres obispados de Michoacán, Puebla y Oaxaca.

Por lo qual, digo con experiencias muchas, mui prácticas y antiguas de cinquenta y seis años y de mucha práctica en el idioma mexicano y conocimiento de otros idiomas, los siete años en el clero3 secular, en los quales habité en los dichos obispados, no mui de paso, y adquirí tanta práctica y expedición en hablar y entender el idioma mexicano y construir en el dicho idioma la lengua latina que en quarenta y nueve años que quento de religión y setenta y seis de edad, no he cedido ni cedo a ningún ministro doctrinero, como es bien notorio en esta Santa Provincia, ni mayoría en la suficiencia del idioma, ni ventaja en las experiencias prácticas de los yndios en las diversas doctrinas que he administrado en la religión.

Prescindo de que después [p. 2] de diez y siete años de ministro coadjuntor en las doctrinas fui cura ministro en la parrochia de santa María la Redonda de México, lo que renuncié a los quatro años al illustríssimo señor arzobispo don Juan Antonio Vizerrón, por las enfermedades que padecí en el curato. Prescindiendo de que leí dos vezes el idioma en este convento de mandato a los prelados y de que compuse un arte no vulgar del idioma que intitulé Arte de artes el cual, con otras obras catequísticas y aceptación de los prelados el año de 1752 para que se imprimiessen retrocedí el intento el año de 1753 por el sequestro de las doctrinas de la religión, y quedaron estas pobres obras manuscriptas en la librería de este convento, y prescindiendo de expresiones de los tales quales méritos de mi bien empleado trabajo en el ministerio.

Y para escrivir en honra y gloria de Dios y servicio de mi rey y señor... copiaré a la letra en vozes y términos los mismos párrafos de una carta que el año de 1753, sobre el sequestro que comenzó de las doctrinas y conventos de esta provincia, arbitré escrivirla al excelentíssimo señor duque de Arcos... Acogía yo mi carta al dicho señor excelentíssimo un difuso ynforme para que su excelencia hiziesse conoscimiento al rey nuestro señor, Fernando sexto, de lo que por acá sucedía.

Pero corrió mi carta el infortunio de que los dos reverendos padres que iban de vocales al capítulo general y la llevaron hasta duplicada y mui reencargada, se acortaron de darla porque les pareció mui difusa y que acaso no la aceptaría o no la leería el señor duque.

Del tenor de ella me aprovecharé en este papel para mi intento, porque me quedo a la letra la copia, la qual coloqué en el archivo de esta Santa Provincia.

En los párrafos que de ella copiaré, haré patente en este pobre papel, que la ninguna experiencia del illustríssimo señor arzobispo de los yndios, de los obispados que expresó en su ynforme al rey nuestro señor, no divisó los multiplicados, peligrosos y lastimosas consequencias y daños que se seguirán al exterminio de los ydiomas: daños a la conservación y aumento de la christiandad de los yndios a que tanto han anhelado nuestros reyes; daños a la seguridad de los dominios de la real corona en las Yndias; daños no sólo en el aumento, si no en la substracción de los reales tributos; daños a la tranquilidad y el sosiego de las ciudades [p. 3], villas y lugares [...]: todo esto probarán los siguientes párrafos de mi carta.

"10.-Primeramente, excelentíssimos señores, por lo que mira a la substracción del bien espiritual, no diré de millares, sino de millones de fieles que habitan4 las ciudades, villas y lugares... de todo este arzobispado... no ay allí religiones: se acabó la explicación semanaria de la doctrina christiana a nobles y plebeyos, y el cathesismo diario a los yndios; se acabó el oír missa diarimente los fieles, la frequencia de sacramentos, se acabaron los exercicios de adviento y quaresma... se resfrió la devoción y el santo temor de Dios, fomentado y alentado conla presencia y vigilancia aunque sea de dos o tres ministros evangélicos en los lugares pequeños, quanto más de unas comunidades de 8, 15, 20, 30 o más religiosos... con cuya substracción y expulsión necesariamente se han de apoderar todos los vicios: en los yndios la idolatría, echizerias, pactos diabólicos... entre los mestizos, negros y mulatos y otras castas los escándalos y pecados públicos; y quanto entre las gentes nobles y de distinción no aya esta disolución, de fuerza se ha de temer.

[p. 4] Luego ¿cómo predicarán, catequizaran [p. 5] y condensaran los nuevos curas a tantos millones de yndios de solas más de treinta curatos que están ya despojados? ¿cómo más de ciento que están por despojar de las tres religiones?

11.- ¡Ah, señor excelentíssimo, cómo quisiera yo aquí proseguir escriviendo con sangre de mi corazón! ¡O que pudieran servir de tinta las lágrimas que me ha costado esta carta, para conmover más intensamente ... !

Al divisar, el grande golpe que espera dar y con que pretende destruir el demonio la christiandad de estos neóphitos y promover contra la corona todos los males, que tiene mui reflexionados mi mucha experiencia: pues sólo puede el demonio, lobo infernal, sugerir a un pastor eclesiástico estas máximas para sorberle tantas almas.

Lo primero porque no se dará caso en que el yndio, sea del idioma que fuere, aunque sea mui ladino en el castellano, no sólo se confiese pero ni aun hable el castellano con sus curas, aunque hable con los demás...

Pues siendo esto assí, dexo a la comprehensión de vuestra excelencia las horribilíssimas consequencias y daños de millones de almas que con la carencia de ministros que entiendan los idiomas se están infiriendo en la administración de sacramentos.

13.- [p. 7] Seguiré adelante las más terribles y perjudiciales consequencias contra el rey, mi señor, en consequencia de las nuevas invectivas que el señor arzobispo arbitra y da a conocer cada día aún a los menos avisados por nuevos decretos, uno de ellos es un cordillexo de su provisor de yndios, por el que manda su illustrísima (era el Sr. Rubio Salinas) "que en todos los curatos, partidos y anexos de su arzobispado no sólo se enseñe a leer y escrivir a los yndios, sino que los compelan a hablar lengua castellana..."

Y en verdad que no manda su illustríssima otra cosa que lo que está mandado por la Leyes de la Nueva Recopilación, por otras cédulas y reales ordenanzas, por decretos y despachos del superior govierno y Real Audiencia...

Pero que absurda inconsideración del señor arzobispo el día de oy de patrocinarse de tan supremas órdenes para protestar interpretativamente su inexperiencia de los yndios de todo el reyno. Que quiere su illustríssima honestar por estos medios en sus nuevos curas la ignorancia de los idiomas: que quiere llevar a vía executiva en el mismo despojo de todas las doctrinas y expulsión de los regulares de los partidos de sus obejas, en los daños hasta que hasta aquí he lamentado: que quiere su illustríssima destruir los muchos y mui difíciles idiomas de su arzobispado y que mientras los destruye (que será nunca) quiere habilitar por su authoridad unos curas irregulares por derecho natural y divino, a quienes no habilita la suprema cabeza de la Iglesia y quiere colorear con el ignorante vulgo el título (que ni colorado es) de curas castellanos para yndios bosales...

14.-Antes de desmenuzarlos, asiento lo primero: que con ser tan antiguos y repetidos estos supremos órdenes, y que nos han costado nuestro esmerado desvelo, no conseguirá el señor arzobispo el fin de su decreto, como no lo han conseguido ni sus illustríssimos antecesores, ni los obispos en sus obispados, ni la red de justicia con sus apremios en los partidos.

Pues aunque hay escuelas de leer y escrivir, es en lugares grandes, y porque hay vezindarios de españoles; pero de hablar lenguage castellano los yndios, no se dará una en ningún pueblo, ni para leer ni escrivir, porque son los yndios enemigos5 de que vivan los españoles ni otras castas en sus pueblos, mayormente los retirados de las cabezeras, de tal suerte que aún en los que están habitados de españoles, aunque sean las ciudades (como v.g. esta corte) viven tan independientes los yndios en sus barrios como si vivieran solos; porque entre las exquisitas máximas de estas gentes, una de ellas es esta independenciacon que viven en los lugares donde ya no pueden (aunque quisieran) expeler las familias de españoles y otras castas: pero donde no las ay, que es en innumerables pueblos unidos en esta economía, no consentirán un español, menos un mulato o negro...

Asiento lo segundo: que en las escuelas que ay formadas en las cabecera para leer y escrivir, aseguro que de muchos niños españoles y castas que aya en ellas, no se hallarán quatro yndios, pues si para llevarlos nosotros diariamente al cathesismo, por la mañana a las doncellas y párvulos, por la noche a los jóbenes, es menester apremiar a sus padres por la vía hasta de la justicia... Y hasta salir por el pueblo los religiosos (como yo salía), y con todo eso se esconden ¿qué harán con un maestro advenedizo?

Asiento lo tercero: que para uno o dos o aunque sean quatro yndividuos que en cada pueblo aplican sus padres a leer por la golozina o interés, ya en la Iglesia o en oficiar las missas y cantar las horas entre mil disparates, ya en ascender con saber medio leer y escrivir a escrivanos que llaman de República y de aquí a alcaldes y governadores, los mismos yndios músicos los enseñan a leer y escrivir mil desatinos, y lo más frequente es acomodar los padres a sus hijos quatro años con religiosos de las ciudades para que se los eduquen y enseñen y ellos les sirvan [p. 10] y toman por mejor privarse de sus hijos que abrir la puerta, a que enseñen en sus pueblos maestros de escuela.

Asiento lo último y lo más digno de reflexión azia el decreto del señor arzobispo: que admisso et non concesso, que en muchos años hablen los yndios con perfección el lenguaje castellano no es lo mismo el hablarlo que olvidar los conceptos de sus ydiomas, con experiencia mía de propósito y de todos los doctrineros curas regulares y seculares de el reyno, pues dista tanto lo que un yndio pronunciará en castellano y lo mismo les sucederá en un inglés, alemán, griego: aunque lo enseñen a hablar castellano de lo que soncibe y entiende a su modo de entender su ydioma...

15. - Luego si el fin, señor excelentíssimo, de que aprendan el lenguage castellano los yndios es para conferir a los clérigos los curatos a título de castellanos, ya por la dificultad de aprender los ydiomas, y algunos tan difíciles como el othomí, el mazahua, el totonaco, el matlatzinco y otros sólo en este arzobispado, que no se han podido reduzir a artes, ya por la carencia de maestros que los enseñen, que sólo los ay en las religiones, especialmente en la franciscana ¿quántos años se pasarían para que los yndios se olvidaran de sus idiomas?...

16. - Con lo dicho hasta aquí, excelentíssimo señor, ¿qué diré de los gravíssimos daños que se seguirán de la real corona de España, de que los yndios hablen, lean y escrivan generalmente la lengua castellana? Las experiencias nos lo hablan y el tiempo hablará y desengañará si esto llega a suceder. Pero [p. 11] porque no me quexe yo de mi silencio en el tribunal de Dios, ya que inspirado de su divina magestad como assí lo creo, he tomado la pluma para escrivir... que lo preceptuado por tantas vías, de que hablar los yndios la lengua castellana la lean y escrivan generalmente, o no ayan tenido hasta ahora, o no se aya llevado a executivo efecto y que si se ha comenzado a plantear, no se ayan podido los yndios, o no ayan querido, adaptarse a estas órdenes...

17. - Si reflexionamos en el beneficio con que Dios conservó en seguridad y tranquilidad los dominios del rey de España en estos reynos con no permitir que los yndios se adapten a la lengua castellana, si no algunas voces imperfectíssimas que profieren unos más bosales que otros, según los idiomas con que las confunden ¿pues, qué seguridad habría en puertos y costas de tantos camino abiertos? En tantos centenares de lenguas como describen las tablas geográphicas...? si no estuviera de por [p. 12] medio el beneficio de permitir Dios se alucinen en la ignorancia y comunicación de la lengua castellana: pues ya vemos en las ciudades y lugares populosos, como esta corte de México, donde sus yndios hablan y entienden la lengua castellana, que sólo Dios puede contener la desvergonzada osadía de los yndios asociados con la plebe, con el temor y respeto de los tribunales y milicias, assí del real palacio como del comercio y comisarios de la cordada.

Y no obstante estas defenzas, se han sublevado muchas vezes, una de ellas en el memorable tumulto el año de 1692 en que los yndios, los yndios, pegaron fuego al real palacio, cajones de comercio y alhondiga.

Y si oy no fuera por los piquetes de soldados, que ha muchos años que suelen andar a caballo con un arma en la mano, o rondar la plazuelas, barrios y albarradas. Y los exemplares que se han hecho colgando cabezas y manos para desterrar los vandos y guerras que a piedras, palos y cuchillos, formaban los yndios de los barrios unidos con la plebe, hiriéndose, maltratándose, desnudándose ¿cómo estarán seguros de la osadía de estas gentes, quando atropellaban varias vezes hasta los ministros de Dios? Uno de ellos fui yo, siendo cura ministro, yendo varias vezes por los escampados recintos de mi parrochia...

Estas inquietudes y motines se originan en las ciudades de estar en ellas tan ladinos los yndios en el castellano, comunicándose con las plebes.

Luego ¿qué sucederá en los demás lugares y pueblos del arzobispado?

El tiempo responderá, pero lo que yo sé con la experiencia de quatro obispados, que he y en que he residido por muchos pueblos, ya en mi secular jubentud, ya religioso en los de este arzobispado, que donde no hay comunicación del lenguage castellano con los yndios, viven en tranquilidad los pueblos...

18. -[p. 13] Si reflexionamos en el provecho que resulta al rey, nuestro señor, por una parte assí en conservación como en augmento de sus reales tributos, augmentadas la parrochias de yndios, por otra parte en beneficio espiritual de ellos...

19. - [p. 14] Luego, si todas estas culpas contra Dios y daños contra la real corona y sus dominios, sus ciudades y sus parrochias, se fraguan en el engreimiento y perversas máximas que arbitran los yndios con una poca de loquicidad de lenguage castellano ¿qué daños lloraría este Nuevo Mundo si los yndios hablaran generalmente? ¿Y a qué cayola tan lamentable está expuesta la christiandad de los yndios, no ya de un obispado sino de todo el reino pervertido en la libertad de conciencia y rotura de costumbres que van construyendo los [p. 15] de este arzobispado? ¿Y quién quita que siendo los yndios tan propensos a favorecerse unos a otros, se comuniquen los de nuestras missiones del Norte y Nuevo México con los yndios gentiles que habitan la Nueva Orleans de Francia y las misiones de la Florida con los yndios que habitan los puertos de la Nueva Inglaterra? ¿Y que franqueándoles salvoconducto en los pueblos de las missiones retiradas, se difundan ocultamente de pueblo en pueblo qué inxertos de idolatría imbuida en heregías de calvinistas y hugonotes y de inglezes lutheranos? Sumo dolor sería esta perversión, pero ¿qué perversiones no deberán temerse en los yndios de los partidos, qué sublevaciones, qué turbaciones en las repúblicas, por muchos yndios ladinos lectores y escrivanos en el lenguage castellano?

[p. 18] Núm. 1.- Hasta aquí escribía yo al señor duque de Arcos, ya urgido de mi zelo de la honra de Dios y salvación de las almas, ya estimulado de la fidelidad y amor a mi rey y señor, que heredé de mis padres y ascendientes, para que el señor duque informase a la magestad cathólica del señor Fernando sexto, lo que no divisó el illustríssimo arzobispo Rubio Salinas, ni su illustríssimo succesor el señor Lorenzana inquirió ni investigó, ya en su juzgado del provisorio de yndios, ya del senor oydor , juez privativo de ellos, ya de los protocolos del superior gobierno, ya de los curas delos partidos, y aún de los muchíssimos y mui doctos sugetos de ciencia, conciencia y experiencia de que abunda esta corte; que a buen seguro se haría su illustríssima consciencia acaso de muchos puntos de arduidad, que concordarían con lo que yo expresaba al señor duque, los quales, como que no se esconden sus públicas experiencias, despertarían la reflexión de su illustríssima para proponer y promover en su informe al rey nuestro señor lo más conveniente a su real servicio, en gloria de Dios y bien espiritual de los yndios.

Por lo qual, con la más rendida veneración al illustríssimo y reverendo príncipe, abstrayéndome del mentir para refutar sus proyectos, en su ynforme al rey, nuestro señor, sólo propondré lo que alcanzo, discurriendo mi humildad sobre unos puntos, y satisfaciendo mi veneración sobre otros.

Núm. 2.- Si atiendo a las inducciones de su illustríssima en el principio de su informe al rey, nuestro señor, representando a su magestad lo que los reyes, nuestros señores, han ordenado tan repetidas vezes [p. 19] sobre la enseñanza de la lengua castellana a los yndios, en verdad que lo mismo representaba y persuadía urgentíssima y difusamente el señor Solórzano6 en el reynado del señor Phelipe IV en su Políticayndiana, que imprimió el año de 1642, a los ciento vente años de conquistada la Nueva España, al Perú y Philipinas, sobre lo qual, para escusarme de citar aquí libros, capítulos y páginas, me remito a los lugares que cita su índice en la palabra lenguas; y en verdad que quando el docto jurisconsulto imprimía su obra, ni quando catorze años antes su selectas obras de jure indiarum,7 el año de 1628, reynando el señor Phelipe, nuestro señor, aunque avían tenido electo alguno las reales ordenanzas que citaba, como ni en otros ciento y trenta años que han pasado hasta nuestros tiempos, han tenido efecto los nuevos reales órdenes que se han repetido...

Núm. 3.-Luego ¿qué podremos discurrir sobre esto? sino que este es un oculto beneficio negativo de Dios, en no permitir su divina magestad que se destruyan los idiomas de las naciones de estos reynos, como si su illustríssima providencia y sabiduría... dixera a nuestros amadíssimos reyes y señores a sus reales consejos, a sus virreyes y a las sagradas mitras "non sunt facienda bona, unde veniant mala"8 pues ¿qué daños y consequencias se huvieran ya seguido en doscientos y cinquenta años? ¿Qué lastimosos males se llorarían oy de los que yo balbucía en mi carta al señor duque de Arcos?

A no estar Dios embarazando, por beneficio negativo suyo, el exterminio de los innumerables y dificílissimos idiomas de estos reynos. Pues si en el edificio de la Torre de Babel quando se hablaba un solo lenguage en todo el mundo, embió Dios sobre aquellas gentes el illustríssimo castigo de la confusa multitud de lenguas, en que nadie se entendía, para perturbar [p. 20] la sobervia conjuración de los hombres...

Núm. 5.- [p. 21] Pero acerquémonos ya a este Nuevo Mundo, Nueva España y a todos sus dominios que les concedió el altíssimo a nuestros amadíssimos reyes, para que en ellos reynasen y cultivasen la fe de Jesuchristo, desde nuestros catholicíssimos reyes don Fernando y doña Isabel.

Si reflexionamos en todas las chronicas franciscanas de estos reynos que existen en la librería de este convento de las provincias de Guatemala, Nicaragua, Yucatán, la Florida, el Perú, Zacatecas, Michoacán, Xalisco, Islas todas y custodias que fueron de esta matriarcha del Santo Evangelio, mi madre (aunque la de Philipinas fue la hija a medias de la seráphica descalza y la observancia), en las prodigiosas vidas y portentosos milagros que en ella se lee, ya desde sus fundadores, ya de los evangélicos operarios, que en ellas florecieron plantando la fe christiana en la innumerable multitud de naciones, todas las chrónicas [p. 22] conspiran en que las comunicó el altíssimo, ya a unos el don de la lengua, ya a otros la prompta facilidad de entenderlas, aprenderlas, hablarlas, y que no contentos con aver desmontado, labrado, cultivado para Dios esta viña con el sudor y trabajo de sus personas, dexaron la prosecución de su labor más fácil y suave para los ministros que les succediesen, enriqueciendo el exercicio y práctica de los ydiomas con artes, vocabularios, doctrina christiana, sermonarios y confesionarios de que abunda la Librería de este convento...

Núm. 6.- [p. 24] En virtud de este oráculo del Espíritu Santo, en boca del vicario de Christo, claro está que para convertir diez y ocho millones de almas en los primeros diez y seis años en las referidas provincias, que primero se fueron erigiendo en custodias, hizo la costa el Altíssimo con el don de lenguas para ir conquistando, convirtiendo, catequizando, baptizando y doctrinando a tantas naciones doscientos y cinquenta religiosos, que en 16 años se fueron repartiendo el reyno, de los quales los doscientos treinta y seis fueron europeos que vinieron en varias missiones, embiados de nuestros reverendos superiores a instancias de nuestros reyes, y los catorze que avían profesado en este convento de México, desde el año de 1528.

De todos los quales los ciento cincuenta y siete, consta por las crónicas de esta santa provincia, fueron varones extáticos, mui venerables y de famosa santidad, de los quales los primeros nueve padecieron martirio en dicho tiempo. De todos, unos con el don de lenguas, otros de prodigiosos milagros, otros con la facilidad que Dios les comunicaba de ir entendiendo y hablando en lenguas más difíciles por las provincias dichas, otras imposibles de reduzir a dialectos, ni vocabularios sus vozes y proclamaciones, unas 'narigales', otras 'guturales', otras 'aspirativas', otras con carencia de letras del abecedario, otras con carencia de vocablos, como la lengua muzga o amusca? aún otras de los obispados de Oaxaca y Goatemala que con solos vocablos que no llegan a ciento se ha de pronunciar según la variación de acentos y prolaciones quanto se necessita para la comunicación con los yndios...

[p. 25] ¿Cómo se hará esto en lengua castellana a tan innumerables gentes, de ydiomas tan cerrados y difíciles?

Núm. 7.- Dezía el illustríssimo señor Lorenzana en su informe al rey nuestro señor "que el lenguage castellano debe estenderse a todos los dominios de la real corona, y hazerse único y universal, por ser el proprio y universal de los monarcas y conquistadores".

Yo digo (pidiendo humildemente la venia a su illustríssima) que esto de ningún modo se debe entender en los dominios de la América.

Pues si los romanos que pretendieron hazerse señores del mundo, como antes lo avían sido los griegos, cuidaron tanto de propagar su imperio con sólo compeler a hablar la lengua latina en veinte y dos provincias que subyugaron con la codicia de estender el imperio, lo qual estubo tan lejos de los anhelos catholicíssimos y santos deseos de nuestros reyes en las conquistas de la América, que se los galardonó el altíssimo a visibles milagros y prodigios desde el primer descubrimiento ¿Pues, qué sugeto era don Christobal Colón, con tres carabelas y ciento veinte soldados, para centeneras de millares de yndios caribes en las primeras tierras del Nuevo Mundo? ¿Qué era con Fernando Cortez, con trescientos soldados en la primera empresa de la conquista de la Nueva España? Ni con mil y quinientos en los últimos progresos entre millones (no millares) de yndios, a no aver andado tan profusa la providencia divina en repetir milagros tras milagros. Porque para obrarlos quiso su divina magestad en sus eternos decretos que los reyes de Castilla y León fuesen verdaderos príncipes soberanos y universales emperadores sobre muchos reyes, a quienes perteneciese por authoridad divina el basto imperio universal de la yndias, como lo expreso el señor Alexandra VI en su [p. 26] amplíssima bula dirigida a nuestros catholicos reyes, don Fernando y doña Isabel, porque vio el altíssimo en los ardientes anhelos de estas sus dos criaturas, la dilatación de la fe catholica que tanto deseaban: vio la santidad de los hilos de San Francisco, que avían de comenzar la labor de la viña y la avían de regar con su sangre en el martyrio... vio, en fin el altíssimo el zelo apostólico con que aquellos primeros ministros evangélicos avían de propagar la fe cathólica, enriqueciendo la inteligencia de los ydiomas con artes, vocabularios, dialectos, doctrina christiana, confessionarios, sermonarios, para los futuros tiempos; y para ello les preparó la divina sabiduría el don apreciabilíssimo de lenguas...

Luego, necesariamente avremos de inferir que si por imposible se extinguieran los ydiomas, como pretendían el illustíssimo señor Lorenzana, sería pretender exterminar y destruir los medios con que el Espíritu Santo plantó la fe christiana, la propaga y la conserva entre los yndios de la América.

Núm. 8.- Al illustríssimo señor le pareció en sus proyectos que con exterminar y extinguir una dozena de idiomas que nombró en su ynforme al rey, nuestro señor, ya estaba todo conseguido; pero ignoró su illustríssima, porque no ha leydo las chrónicas dominicanas, augustinianas y franciscanas de la América, Perú y Philipinas, que son tan innumerables los ydiomas de este Nuevo Mundo que ni la quarta parte de lenguas se hablan en toda la África, Asia y Europa...

Núm 9.-[p. 27] Resultan treinta y nueve diócesis con arzobispados y obispados, donde siendo, como serán, diversos los partidos y curatos, por consiguiente han de ser diversos los idiomas. A esto se junta que en los obispados donde tuvieren provincias, la religión seráphica ha de tener nuevamente misiones y custodias, y lo regular es que sean tan diversos los idiomas quantas son las naciones respectivas de cada nación.

En la tabla capitular de esta provincia del Santo Evangelio se asignan veinte y ocho missioneros para otras tantas missiones de la custodia de Nuevo México y Santa Fe del Norte. Para la custodia de Tampico y seno mexicano se asignan veinte y un missioneros. Y si esto es en esta provincia, qué será en diez y ocho provincias que el las referidas diócesis numeraba nuestro chronista Daza9sólo en las Yndias?

Por eso nuestro Torquemada, en su Monarchia Yndiana,10 bien instruido en nuestros chronistas antiguos, ponderaba infinitas lenguas e idiomas de la América, diciendo esto que hemos dicho de toda la gentilidad antigua del mundo, experimentamos en Nueva España, por las infinitas lenguas, que entre estas gentes ha avido, y ay, cuyos dioses han sido tantos y tan varios, que casi excedieron a las otras naciones diferenciando los no sólo en los nombres, pero también en los oficios que les daban, según la divinidad que a cada uno de ellos atribuían. Y estando hasta el día de oy tan oculta y solapada la idolatría y culto al demonio en mostes, cuebas y serranías, y tan frequentes aún en las doctrinas y curatos los echizeros, bruxos, sortilegios, dogmatistas, hereges, judaizantes... ¿Quién asegura la estirpación de tan horribles daños en lengua castellana, bárbara para los yndios bosales? ¿Quando en dos siglos y medio no han bastado las voces vivas de los ministros de Dios en sus propios ydiomas? Por lo qual, en qué conflicto se verán los curas, ministros evangélicos de todos los obispados de la América, para reduzir a práctica la extinción de las lenguas de los yndios...

Núm 13.- [p. 33] En lo discurrido, demostrado y balbucido hasta aquí, queda convencido y comprobado que en los que de finió daños el illustríssimo señor Lorenzana, de no extinguirse y exterminarse los ydiomas de los yndios, no divisó la ninguna experiencia de su illustríssima.

Daños verdaderos en los multiplicados peligros y lastimosas consequencias que demuestra este papel. Probando y comprobando los daños que propuse... Pues compelidad las naciones innumerables de yndios de la América a hablar y entender el lenguaje castellano, sería fomentar la idolatría.

 

Notas

1 n.l. B

2 Is. 6, 5: B

3 clero] n.l. B

4 a millares] e. em.

5 enemigos] inimiessimos B, e. em.

6 Juan Solórzano Pereira (1575-1655).

7 Disputationem de Indiarum iure, sive, de Iusta Indiarum Occidentalium inquisitione, acquisitioneet retetione, tribus libris comprehensam, 1629.

8 "No se hagan cosas malas, aunque de ellas vengan cosas buenas", Tomás de Aquino, Quaestiones dequolibetIII, Q. 5, Art. 1, ad. 5.

9 Par. 4, lib. 8, cap. 4, fol. 16] admarg. B

10 Par. 1, 2, lib. 6, cap. 6, pag. 18] ad marg. B