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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.8 no.15 Ciudad de México ene./abr. 2011

 

Artículos

 

Unidad y multitud en los movimientos sociales. Reflexiones a partir de dos casos latinoamericanos§

 

The notions of unity and multitude in social movements. Reflections on two Latin–American' cases

 

Valeria F. Falleti* Víctor García Zapata O.**

 

* Doctora en Ciencias Sociales (FLACSO–México). Profesora en la UAM Xochimilco en el Departamento de Educación y Comunicación. Correo electrónico: valeriafalleti@gmail.com

** Licenciado en Política y Gestión Social por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)–Xochimilco. Candidato a maestro en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Correo electrónico: victorgarciazapata@yahoo.com.mx

 

Fecha de recepción: 15 de diciembre de 2008
Fecha de aprobación: 20 de junio de 2009

 

Resumen

Este artículo aborda la unidad y la articulación de los movimientos sociales, y los problemas que el esfuerzo por la unidad suscita en los mismos. Con este objetivo, recurrimos las nociones de unidad y multitud provenientes de la teoría política. La pregunta central es: ¿con base en qué nociones de la teoría política sobre la acción conjunta de distintos actores sociales es posible dar cuenta de las dinámicas de los movimientos? En el presente trabajo se seleccionan y analizan dos formas organizativas distintas de articulación de actores sociales heterogéneos, facilitando el análisis de la aplicación de los conceptos. Los casos analizados son las Asambleas Barriales ocurridas en Argentina en diciembre de 2001 en el marco de una profunda crisis político–económica; y la Promotora de Unidad Nacional Contra el Neoliberalismo que apareció a finales de 2002 con la intención de impedir la aprobación de reformas propuestas por el presidente Vicente Fox en la alternancia democrática en México.

Palabras clave: Movimientos sociales, unidad, multitud, asambleas barriales, Promotora de la Unidad Nacional contra el Neoliberalismo.

 

Abstract

This article is about social movements' unity and articulation, and the problems that emerge when this goal is pursued. In our analysis we use the notions of "unity" and "multitude", as they have conceptualized in the field of political philosophy. Our central question is: Which are the concepts from the field of political philosophy that better account for the dynamics embraced by the movements? We explore the case of the Asambleas Barriales (Neighborhood Assemblies) that emerged in Argentina in December 2001 in the context of a deep economic and political crisis, and the case of the Promotora de Unidad Nacional Contra el Neoliberalismo (Promotora for National Unity against Neo–liberalism) created at the end of 2002 in Mexico with the intention to keep the policies implemented by the Fox administration under watch. The article is organized in three sections. In the first section we propose some conceptualizations around the notions of unity and multitu–de considering three particular dimensions. In the second section we explore and analyze the cases. In the final section we conclude.

Keys words: Social movements, unity, multitude, neighborhood assemblies and promotora for national unity against neoliberalism.

 

INTRODUCCIÓN

En los últimos tiempos, los movimientos sociales optan por establecer formas de organización y alianza multisectoriales a partir de lo cual es posible observar la unión del sector sindical, con colectivos de resistencia y el movimiento estudiantil, entre otros. Frente a esto, en el seno del movimiento se suscita la discusión acerca de en qué consiste la unidad del movimiento. En experiencias de movilización de carácter espontáneo, cuando éstas perduran en el tiempo, observamos que uno de los aspectos centrales que se discute es la forma de organización que pretende darse el movimiento en su interior. En función de estos aspectos es que consideramos importante introducir una discusión en torno a las nociones de unidad y multitud. Dicha discusión se ha establecido principalmente en la teoría política. En esta ocasión queremos utilizar estas nociones como herramientas conceptuales para pensar la organización política y el proyecto político en los movimientos sociales. Los casos que nos interesa analizar nos permiten identificar y contrastar dos lógicas distintas de articulación de actores heterogéneos. Son las asambleas barriales (en adelante "asambleas") que surgieron en la Argentina en diciembre de 2001 en el marco de una profunda crisis político–financiera. Las mismas cuestionaban a las instituciones políticas en torno al lema "Que se vayan todos". El segundo caso estudiado es La Promotora de la Unidad Nacional contra el Neoliberalismo (en adelante "Promotora") en México, un frente de organizaciones que se conformó bajo el desafío de detener las iniciativas y políticas llevadas adelante por el Partido Acción Nacional (PAN) durante el período de la alternancia democrática, así como de condensar una propuesta de proyecto de nación alternativo al neoliberalismo. La selección de ambos casos tiene como base sus distintos orígenes y trayectorias: mientras las asambleas aparecieron súbitamente en el marco de una crisis política y económico–financiera, la Promotora se constituyó sobre la base de organizaciones preexistentes con el fin de confrontar la orientación conservadora de la alternancia democrática.

En ambos casos el entorno resulta un factor importante para entender la aparición y, con distintos grados de influencia, la trayectoria de los movimientos estudiados. En este sentido retomamos el modelo interactivo de estudio de los movimientos sociales que plantea que: "en el régimen autoritario, como en cualquier otro régimen político, existe una interacción mutua entre movimientos sociales y estructuras políticas, que simultáneamente facilita y limita la acción colectiva" (Favela, 2006: 25). Considerando este modelo observamos que el impulso a los procesos se da a raíz de condicionamientos contextuales de carácter tanto coyuntural como estructural.

Una pregunta central para el presente artículo es: ¿con base en qué nociones de la teoría política podemos dar cuenta de las dinámicas de acción conjunta de actores heterogéneos en los movimientos sociales?

El artículo se estructura en tres partes: en la primera sección desarrollamos consideraciones conceptuales sobre las nociones propuestas de unidad y multitud. En la segunda, analizamos los casos a la luz de estas nociones. Finalmente desarrollamos las conclusiones.

 

UNIDAD Y MULTITUD: EL MARCO CONCEPTUAL

Los aportes de Gilles Deleuze y Félix Guattari (1988) se constituyen en un referente que nos permite dar cuenta de las transformaciones ocurridas en el terreno político de los últimos tiempos en torno al pensamiento de "lo uno" y de lo múltiple. Con el primero se alude a una manera centralizada y representativa de funcionamiento. Desde la otra perspectiva se señala la importancia de sostener una lógica de multiplicidad que permita relevar elementos de novedad en las experiencias sociales y producir singularidades. La multiplicidad se sostiene en lo rizomático (el rizoma es una figura tomada de la botánica) que se caracteriza por no tener una raíz central a partir de la cual se bifurcan raíces, sino que éstas se entremezclan sin poder identificar un eje organizador, son raíces de raíces. En cambio, en el caso de la lógica centralizadora se hace referencia a saberes arborificados pues remiten a un "tronco" central.

La discusión sobre la unidad y la multitud suscita, en última instancia, otros debates en torno a las formas de producción de conocimiento, las expresiones políticas y las formas de organizar la acción colectiva. En el presente artículo establecemos la discusión de las nociones propuestas a partir de tres dimensiones de análisis: en primer lugar, la crítica desde una visión post–hegemónica a la forma hegemónica de articulación. La segunda cuestión se relaciona con la manera en que la unidad/multitud repercute en la producción de subjetividad y en las identidades colectivas de los movimientos sociales. En tercer lugar, nos detenemos en la manera en que estas nociones circunscriben las formas de organización y de proyecto político de los casos estudiados.

Es importante señalar que el análisis de los casos se orienta principalmente al aspecto organizativo y programático, mientras que los cambios observados en las subjetividades adquirieron menor relevancia, sobre todo en el caso de la Promotora.1

En relación con el primer aspecto, Benjamín Arditi (2007) plantea que para Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en Hegemonía y estrategia socialista (2004) la forma hegemónica de articulación termina siendo la expresión paradigmática de la política, restringiendo la posibilidad de pensar "otras" expresiones de la política. La forma hegemónica de articulación tiene lugar cuando un "nombre" —que generalmente surge de un particular— adquiere valor universal, entonces es posible que las demandas sociales particulares logren articularse y coordinarse a partir de ese nombre que tomó lugar universal. Frente a esta consideración, Arditi plantea que hay "otras" expresiones de la política que no necesariamente se articulan, tales como las maneras rizomáticas de la política o bien las redes sociales.

La segunda cuestión señalada hace referencia a la producción de subjetividad, es decir, qué tipo de subjetividad se produce en los movimientos sociales. La posibilidad de constituir un proyecto político que contemple la unidad asegura la proyección del movimiento y cierta homogeneidad en los sujetos e identidades colectivas producidas, que contribuyen a la pertenencia a un grupo o clase social: ser obrero, ser indígena, ser feminista. Por otro lado, las formas de producción rizomáticas que caracterizan a la multitud generan condiciones de posibilidad para que aparezcan singularidades que introducen creación y pluralidad permanente al movimiento. Cabe señalar que la multitud no es antitética a la idea de articulación aunque no se la conciba en términos de relaciones de equivalencia.2 Pues concebirla de esta manera puede implicar anular las singularidades constitutivas de la multitud. Esto no significa que la multitud niegue al Uno sino que persigue una forma de unidad que contempla la existencia político–social de los muchos en tanto muchos (Arditi, 2007): en esta última expresión se hace referencia a una permanente producción de pluralidad anclada en singularidades que introducen creación.

Las posiciones de los movimientos sociales seleccionados respecto de la unidad y la multitud son diferentes. En el caso de las asambleas se planteaba una disputa en el interior del proyecto político, entre otras,3 entre la coordinación de la organización social y el funcionamiento en red sin un ente que centralice. En cambio, para la Promotora la noción de multitud no sólo no obtuvo afinidad entre sus integrantes sino que puede leerse como antagónica, pues contradice conceptos predominantes en su proceso como "pueblo", "masas" y "clase obrera", asociadas a grandes estructuras organizativas, integradoras y legitimadoras de las diversas luchas (Calderón, 1995: 130). Por su parte la multitud considera a estas nociones reduccionistas, e incluso negadoras de la diversidad de sujetos sociales y por lo tanto excluyentes. A decir de Michael Hardt y Antonio Negri, el concepto de multitud reconoce sin tender a desconocer, según ellos, las diferencias entre los distintos sectores sociales y constituye un concepto inclusivo que plantea el reto de que "una multiplicidad social consiga comunicarse y actuar en común conservando sus diferencias internas" (Hardt y Negri, 2004: 16). Por su parte Paolo Virno realiza una interesante distinción entre el pueblo y la multitud. En esta última no se trata de "tomar el poder", de construir un nuevo Estado, un nuevo monopolio de la decisión política sino defender experiencias plurales, formas de democracia no representativa, usos y costumbres no estatales (Virno, 2003: 36).

En contraste con la noción de "multitud", cuya representación organizativa se asocia con el modelo de organización en red basado en "la pluralidad constante de sus elementos y sus redes de comunicación, de tal manera que no es posible la reducción a una estructura de mando centralizada y unificada" (Hardt y Negri, 2004: 111), la orientación de la Promotora se ubica en la tendencia a la conformación de una fuerza social unitaria en el marco de una concepción leninista. Según esta acepción, se trata de vincular ideológicamente a determinadas fracciones de las clases sociales en una alianza y unidad estratégicas (Kohan: 2006, 16) que se representa, no sin tensiones como se verá más adelante, en espacios centrales de expresión de la unidad.

 

ASAMBLEAS BARRIALES. SU ENTORNO POLÍTICO4

La década de 1990 en la Argentina se caracterizó por un repliegue del Estado (Borón, 2000; Borón, Gambina y Minsburg, 2000), el proceso de desindustrialización (Schvarzer, 2000) y el aumento de la tasa de desempleo, factores que llevaron a un progresivo empobrecimiento de la población local (Feijoó, 2001; Tokman y O'Donnell, 1999) así como a una revisión teórica y conceptual de la pobreza, dando lugar a distintas denominaciones tales como: "nuevos pobres", clase media empobrecida (Minujin, 1996; Beccaria y López, 1997; Barbeito y Lo Vuolo, 1995) y "vulnerabilidad social" (Castel, 1991). En el lado opuesto a estas nociones están aquellas que ponen el énfasis en las capacidades de las personas para afrontar sus problemas por sí solas sin la intervención del Estado, entre las que están algunas perspectivas tales como el capital social (Kliksberg y Tomassini, 2000; Putnam, 1994; Levi, 1996; Kliksberg y Sulbrandt, 1984); y la autogestión (Guattari, 1976; Avon, 1978). Por consiguiente, es posible establecer una relación entre el impulso de estas nociones y tipo de iniciativas, y el concomitante retiro del Estado de los asuntos y funciones sociales.

Estos procesos de empobrecimiento, de vulnerabilidad política y social se vieron agudizados, ubicando como fecha de quiebre o de evidencia de la crisis el 19 y 20 de diciembre de 2001. Los meses que precedieron a la renuncia del presidente Fernando de La Rúa, ocurrida en esta fecha, se caracterizaron por una escalonada tensión política, por una situación fiscal y económica crítica. En este contexto aumentó el número de demandas sociales incumplidas. Es así que empezaron a tener lugar protestas sociales de diversa índole y tomaron mayor visibilidad protestas como las del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) y el movimiento de "las fábricas recuperadas", por el que los trabajadores luchaban por la recuperación de sus puestos de trabajo en las fábricas que sus dueños declararon en quiebra. Se observaron manifestaciones nuevas como la participación masiva del "Cacerolazo" del 19 de diciembre de 2001 y la agrupación de distintos vecinos de los barrios de Buenos Aires que empezaron a auto convocarse formando las asambleas barriales (Fernández, 2006; Twaites Rey, 2004; Svampa, 2006; Rossi, 2006; Ouviña, 2002; Rauber, 2002; Pérez Esquivel, 2002). Se agrupaban en las esquinas reuniendo a personas de muy diversas inscripciones políticas, de clase, género, edad, que, animadas por diversidad de motivos, tomaban la palabra y debatían cuestiones políticas micro y macro, abarcando tanto la limpieza de las veredas del barrio como la ilegitimidad de la deuda externa (sólo por mencionar algunas de ellas) (Fernández et. al., 2005). En su gran mayoría, habían sido militantes de la década de 1970 con deseos de formar parte de la construcción y discusión de un proyecto de país alternativo, en esta experiencia social confluían también vecinos sin trayectoria política y miembros de partidos de izquierda como el Partido Obrero (PO) y el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST). Las asambleas barriales tuvieron presencia en varias provincias de la Argentina (especialmente en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe).5 Los momentos de mayor efervescencia de las asambleas continuaron hasta mediados de 2003 cuando el entonces presidente Eduardo Duhalde convocó a las elecciones presidenciales en abril de 2003. El 25 de mayo de ese mismo año fue elegido como presidente de los argentinos Néstor Kirchner. A medida que se fueron recomponiendo las instituciones políticas y económicas, se observaron señales de una reactivación de las actividades económicas que incidieron en la generación de fuentes de trabajo y menos disponibilidad de tiempo, las asambleas barriales comenzaron a perder su motivo de existencia y la participación de los asambleístas disminuyó notablemente.

 

La disputa de dos proyectos políticos

En el proceso de conformación de las asambleas se identifican dos proyectos, uno ambicioso que veía en las asambleas la etapa de inicio inicial de una revolución social ("la fiebre de las reivindicaciones"). Se proyectaba entonces un movimiento unificador en el que confluyeran los distintos grupos y actores del "campo popular" que pretendía desarrollarse a nivel nacional. El otro proyecto que se confrontaba con éste, cuestionaba las instancias de coordinación entre las asambleas y promovía la idea de constituir redes en espacios sociales heterogéneos y en tal caso, crear coaliciones (espacios homogéneos) para acciones políticas específicas. Es decir, se orientaba a un proyecto alternativo (sin interpretación revolucionaria) y a las acciones concretas que se podían realizar en el barrio. El proyecto de carácter ambicioso se proponía interpelar al poder estatal de manera complementaria a la construcción de un contrapoder, en cambio, el segundo planteaba la promoción de instancias de participación por "fuera" de las instituciones políticas. Observamos entonces que en ambos proyectos se hacen presentes las lógicas de la unidad y la multitud.

La experiencia social de las asambleas barriales en sus inicios contenía ciertas características por las cuales era posible aludir al "movimiento asambleario": con notoria presencia en el espacio público, tenían una importante convocatoria de vecinos, visibilidad en los medios de comunicación, era la etapa de gran efervescencia del movimiento, "los seis meses de primavera". Las discusiones que circulaban en esos momentos de mayor presencia en el escenario público señalan elementos de debate relativos a la concepción de la política, a la posibilidad de construir una sociedad "paralela" y para esto, a la forma de crear un poder "alternativo". Al mismo tiempo se analizaba la dirección que debía y también podía llegar a tomar los destinos del movimiento asambleario. Para la conmemoración del año de los acontecimientos del "19 y 20" se ha organizado un "Piquete Urbano" (PU).6 El 19 de diciembre de 2002 unas 600 personas de más de 45 grupos diferentes realizaron un piquete urbano consistente en el bloqueo del Banco Central, la Bolsa de Comercio y otras entidades financieras de la zona del micro centro de la ciudad de Buenos Aires. De esta forma, se buscaba atacar los sitios y símbolos del poder económico y transmitir el mensaje de que allí estaba la principal responsabilidad de la crisis argentina, pues no se trataba sólo de acusar a los que detentaban el poder político (Adamovsky, 2003).

Si bien los objetivos de las asambleas no lograron cristalizarse en un proyecto común, es posible observar una actitud constante de búsqueda de los mismos. Es decir, hacer explícito aquello que podía dar sustento a una sensación que se tenía desde la vivencia, esto es, la importancia de estar con los otros: "[...] no se llegó a generar y producir un objetivo común y, me parece, lo veo desde esta óptica porque es lo que me pasó, esta necesidad del otro y de compartir con el otro nunca fue demasiado elaborado" (2006c).7

"Era esta cosa fascinante de querer juntarse con los otros... lo planteo desde lo personal [...]" (2006d). En el momento en que el entrevistado aclara: "desde lo personal" se confirman dos cuestiones: la posición horizontal de no hablar "en nombre de..." y, por otro lado, que no había un proyecto común. Así como la consigna "que se vayan todos" podía ser contenida por los sentidos que cada persona o institución le adjudicara,8 se observa la misma característica en el caso de los objetivos de las asambleas.

Asimismo, cuando se destaca "la importancia de la reconstrucción de los lazos" se pone el acento en una cuestión social y colectiva pero se diluye el motivo político. De esta manera "se comenzó con una intención política que generó transformación en la subjetividad" (2006c). Es decir, el proyecto político quedó en una mera intención mientras que el cambio y la transformación se observaron en el nivel de las subjetividades. No obstante, esta percepción se contradice con el nivel de elaboración de los proyectos propuestos en los escritos analizados.

Con la intención de avanzar en las sendas que nos acerquen a los objetivos de las asambleas, a pesar de no poder precisar cuáles eran, cabe mencionar que se sabía que "era una cosa conflictiva porque todo generaba mucha discusión" (2006d).

En los inicios de la conformación de las asambleas se tenía la sensación de que era un proyecto que iba a tomar trascendencia: "Digamos, teníamos la sensación de que se estaba generando algo grande a partir de las propias asambleas [...]" (2006c).

Se observan elementos del proyecto de gran alcance de "tomar el poder" aunque con el transcurso del tiempo se apuntó a realizar acciones concretas: "[...] tomar el poder, porque en ese momento hasta ese grado llegaba el estado de fiebre. Sin embargo, el propio proceso fue dando curso a cosas posibles de ser hechas. La idea era 'hagamos lo que podamos, aunque sea tener un impacto de transformación en nuestro barrio, que sea poquito pero real'" (2006a). Es decir, los esfuerzos no tenían que ponerse en proyectos de gran envergadura e inalcanzables, sino los cambios tenían que ser reales por más pequeños que fueran. Es decir, ajustar las ambiciones a la realidad que se estaba viviendo y a las cosas posibles de ser hechas: "[...] bajamos un poco los decibeles de las grandes consignas macro que eran no pagar la deuda externa y ese tipo de cosas, con las que por ahí coincidíamos pero no nos servían para la realidad y empezamos a buscar cosas concretas" (Ibíd.).

La izquierda tuvo que haber sabido construir los puentes necesarios para conectar a la gente del barrio con las grandes consignas. Se describe así la modalidad de trabajo político, el trabajo de base de la "vieja" militancia, acorde con el primer proyecto señalado: "[...] había un montón de tareas que sin ellas, las consignas más lejanas y ambiciosas no se pueden elaborar. Muchos saltaron eso, ese trabajo de base lo descartaron para dedicarse a las grandes consignas, a las grandes ambiciones y no al trabajo concreto con sus compañeros de clase [...]" (2006b). Sin embargo, sostenemos que aún habiendo existido el trabajo de base, éste no hubiera resultado efectivo, dado que la gente se acercaba a la asamblea más bien para ver qué se podía hacer en el barrio. La promulgación de consignas teñidas de la izquierda revolucionaria producía rechazo antes que adherencia. Por esto, en la movilización colectiva suelen quedar los activistas ideologizados. De esta forma, se gana en la profundidad retórica e ideológica de la lucha pero se pierde rápidamente poder de convocatoria, pues el común de la gente no se siente identificado con la propuesta.

Según los testimonios, no se estaba presenciando un proceso revolucionario, entonces, ¿a qué se debía la movilización de la gente? "[...] no estábamos ante las puertas de la Revolución sino que por ahí era una instancia de conciencia diferente en el colectivo (sic)" (2006b). Cuando se ideologiza la propuesta se pierde participación de la gente por "no ser fieles al deseo convocante y añadir otros deseos que no eran pertinentes" (2006f). Cuando se pretende atender a los deseos que convocaban, de alguna manera, se señala la importancia de escuchar las demandas que surgen, más que establecer objetivos partidarios previamente establecidos.

"[T]omando como eje el día del Cacerolazo, siempre fui partidario de ser vecino y no compañero, estaban todas las señoras gordas que van a misa, las que no, los que putean a los anarcos, los que no, los pibes que fuman 'porro',9 los que rezan rosarios, las putas y las vírgenes, todos caceroleando contra el gobierno, contra las instituciones y sintiéndose estafados" (2006f). En estas expresiones, además de mostrar la pluralidad y las singularidades que se desplegaban en ese acontecimiento, se señala claramente en qué residió el error de los partidos de izquierda, esto es, en una interpretación equivocada de los hechos, que los llevó a hacer prevalecer su cosmovisión por sobre aquello que realmente convocaba a los vecinos. Esta postura resulta ser bastante excluyente respecto de la participación de los sectores de izquierda en el fenómeno de las asambleas, al menos de la manera en que lo venían haciendo hasta el momento. Otras perspectivas señalan la idea de "lograr articular una izquierda en sentido amplio" (2006a). De todos modos, se suman a la visión de una construcción no partidista sino social.

La actitud de búsqueda permanente de los objetivos indica seguramente el asumir la difícil tarea de ser fieles a aquello que convocaba. Es así que se realizaron encuestas en el barrio con el fin de generar iniciativas que se cristalizaran en una propuesta política más amplia: "Justamente había diferencias, más allá de la cuestión de enfrentar al poder o no enfrentarlo" (2006c). En otras palabras, las propuestas de la gente resultaban más creativas que las que surgían desde el sector ideologizado.

Hubo toda una capacidad de producción e invención colectiva que no logró confluir en una propuesta común. Es posible que hubieran tantas ideas convocantes como barrios, grupos y personas. La propuesta alternativa no logró poder de unión, sí aquello que se rechazaba. En este sentido "[en] el 19 no nos unía el amor sino el espanto" (2006a). Más allá de que no se haya podido concretar en un proyecto político amplio, nos interesa rescatar todos los recursos simbólicos y materiales que se empezaron a movilizar en la búsqueda de aquello que estaba por venir, llámese objetivos, la construcción de una sociedad nueva, la revolución. Lo interesante es que comenzó a andar una capacidad colectiva de acción, que al no vislumbrar un rumbo preciso perdió potencia, pero se activó una maquinaria colectiva. En este sentido es que sostenemos que en esta experiencia social se hizo presente la lógica de la multitud generando productividad e imaginación en las asambleas.

Respecto de la discusión sobre si proyectarse a nivel nacional o local, los que preferían tener anclaje territorial en sus actividades señalaban que "... no les interesaba ir al acto de Plaza de Mayo [símbolo de poder político] y que estaba bien quedarse en el barrio" (2006d). En cambio, los partidos veían el hecho de quedarse en el barrio como una pérdida de tiempo, dado que debían proyectarse a nivel nacional y para eso incidir en la política institucional; "[...] ellos decían: si nos quedamos en el barrio haciendo cosas, aun discutiendo política, lo que sea, es como pintar un edificio que se está derrumbando [...]" (2006e). Mientras algunos querían sostener el desafío inicial ("hijo del 19 y 20 de diciembre") de asumir un proyecto de país alternativo por la vía de los partidos; otros preferían focalizarse en las actividades barriales. El perfil de las asambleas ha tomado esta última característica.

Resumiendo, es posible identificar claramente dos proyectos políticos para las asambleas barriales, uno ambicioso que se proyecta a nivel nacional y otro que apunta a la conformación de redes y al trabajo barrial; mientras que el primero apunta a la unidad, para el segundo la coordinación programática no necesariamente debe ser el punto de partida de la experiencia social. Sin embargo, los objetivos de la asamblea que pudieran contener un proyecto político articulador no lograron concretarse. Había una actitud permanente de búsqueda de los mismos que diera sustento a la experiencia vivida, sobre la importancia de reunirse y pensar conjuntamente. A pesar de que no se concretó un proyecto común articulado, se generó la movilización de muchos recursos materiales (la creación de boletines, su circulación e impresión por los propios asambleístas que tenían una imprenta) y simbólicos en la generación de propuestas e ideas.

Por último, señalamos los debates sobre las formas de construcción de un contrapoder que están en sintonía con las concepciones políticas y organizativas propuestas para las asambleas. Una visión aboga por una lógica unificadora y coordinada de las mismas, y la perspectiva de la multiplicidad propone el engrosamiento de las redes sociales que pueden ser transformadas en coaliciones para eventos políticos específicos.

 

PROMOTORA DE LA UNIDAD NACIONAL CONTRA EL NEOLIBERALISMO. TENSIONES ENTRE HORIZONTALIDAD Y CENTRALIDAD SINDICAL

En el caso de las asambleas barriales en la ciudad de Buenos Aires —como mostramos en el apartado anterior— la discusión se establecía sobre los proyectos políticos a partir de promover la unidad con objetivos contenidos en un proyecto político consensuado o, más bien, las redes sociales que conviven con la conformación de coaliciones para eventos políticos. Por su parte la Promotora de la Unidad Nacional Contra el Neoliberalismo (PUNCN), (en adelante la Promotora) se conformó como la respuesta urgente por parte de los movimientos a la intención del presidente Vicente Fox de aprobar un paquete de "reformas estructurales" de orientación neoliberal (de orden fiscal, energética, laboral). Sin embargo, durante el proceso mismo de la articulación los alcances de la unidad fueron trascendiendo hacia plantearse la posibilidad de alcanzar tanto un programa común de "lucha antineoliberal" que pudiera ser enarbolado por el conjunto de las organizaciones y movimientos sociales, como una plataforma de acción conjunta expresada en una "Organización de organizaciones".10

La Promotora se constituyó en un frente de organizaciones y movimientos sociales, mientras que si atendemos a la trayectoria de las asambleas barriales, no hay elementos que nos permitan referirnos a ellas como un movimiento social, aunque en sus inicios esos elementos habían comenzado a vislumbrarse.11

El proceso de construcción unitaria puso en juego distintas acepciones de la unidad, las cuales, a su vez, se basan en diferentes significados y muestran el sentido polisémico de la noción. Como dijo uno de los entrevistados: "hay condiciones de unidad programática, condiciones de unidad orgánica, y condiciones de unidad de acción [...]" (2008c).

En este proceso "la unidad" se concibe como una necesidad estratégica para responder a condiciones estructurales y coyunturales del ambiente político; como un proceso de articulación de las fuerzas de izquierda habitualmente dispersas para lograr una mejor correlación de las mismas; como un reto que pone en juego la confianza, la tolerancia y el respeto a las diferencias entre las distintas alas de la izquierda movimientista.

De forma paralela a la constitución de la unidad se plantea el desafío de la construcción de un programa político que le diera sustento. Así lo expresan: "[...] ir definiendo un programa de lucha más sintético, más preciso, más claro que le diera sentido a esas movilizaciones y a esos referentes de unidad [...]" (2008b). En este punto se observa una distinción significativa respecto a las asambleas barriales, en las que la posibilidad de unidad del proyecto político estaba en constante disputa y cuestionamiento.

La Primera Declaración Pública emitida por la Promotora se propuso como tarea prioritaria:

La coordinación de todas las luchas para hacer posible otra correlación de fuerzas. Una correlación favorable que nos permita derrotar al neoliberalismo, avanzar en la construcción de una alternativa popular como nuevo Proyecto de Nación y fortalecer la solidaridad con los pueblos de América Latina y el mundo hacia la creación de nuevas relaciones sociales en el marco de un Nuevo Orden Mundial justo [...] (PUNCN, 2002).

A la convocatoria por la unidad, expresada por la Promotora, acudieron organizaciones sociales y frentes de muy diversas tradiciones ideológicas, incluso, para algunas la Promotora significó el segundo escalón de articulación, pues la unidad básica de su conformación fueron dos frentes sectoriales previamente constituidos: 1) el Frente de Resistencia Contra la Privatización de la Industria Eléctrica que agrupa, entre otros, al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME); 2) el Frente Nacional en Defensa de la Soberanía y los derechos del Pueblo, posteriormente integrado a la Organización Nacional del Poder Popular (ONPP), que agrupa a los Ejidatarios de San Salvador Atenco, y a otras organizaciones populares como el Frente Popular Francisco Villa (FPFV), a la Sección XVIII de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que reivindican el derecho a la vivienda, orientado a la construcción del Poder Popular; 3) a estos dos frentes se le suman la red de referentes de carácter principalmente civil de lucha por la democracia, derechos humanos, y la paz en Chiapas; 4) el espectro de la Promotora se completa con varios de los grupos de estudiantes que entre 1999 y 2000 participaron en el movimiento del Consejo General de Huelga (CGH) de la UNAM; 5) disidencias sindicales, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM); 6) organizaciones de vendedores ambulantes del estado de México, de Puebla, del Distrito Federal, entre otros; 7) organizaciones políticas pequeñas, pero que responden a importantes tradiciones ideológicas como el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), el Partido Popular Socialista (PPS), el Partido Comunista de México (Marxista–Leninista) (PCMLE), entre otros; y finalmente 8) pequeños colectivos y organizaciones de la sociedad civil.

 

El ambiente como factor determinante del proceso de unidad

Como se ha dicho, fueron los condicionamientos del entorno los que desencadenaron la sensación de "necesidad" de responder mediante estrategias que superaran la dispersión dominante en las etapas inmediatas anteriores de organización y movilización popular.12 Es decir, las movilizaciones anteriores a la Promotora generalmente se agrupaban respondiendo a demandas específicas y sectoriales, frente a lo cual otras organizaciones se solidarizaban sin que ello implicara una construcción conjunta.

Los factores estructurales que propiciaron esta sensación de necesidad de construcción conjunta, fueron aquellos asociados a la acumulación de modificaciones al modelo de nación surgido de la Revolución mexicana, plasmado en la Constitución de 1917 y desestructurado, sobre todo, a partir de 1982, cuando con mayor celeridad comienza a responderse a las políticas públicas estipuladas en el Consenso de Washington.13

Las condiciones políticas impuestas por Vicente Fox, constituyeron el "mecanismo disparador" que entre los movimientos generalizó la concepción de que la unidad resultaba necesaria para responder a los embates coyunturales, como las reformas estructurales. Asimismo, dichos embates ya no podían ser considerados como actos aislados en términos de sus efectos en el proyecto nacional revolucionario, sino, por el contrario, se los consideraba el último eslabón del proceso de desestructuración del mismo. De ahí que significaran una fuerte amenaza a los principios del proyecto de nación mencionado (en la Primera Declaración Pública de la PUNCN) y por tanto, repercutieran en la necesidad de unión de las fuerzas de las organizaciones del movimiento social mexicano.

Las características del modelo de nación —sobre todo aquellas relativas a la soberanía, a las facultades regulativas del Estado, a la generación de mecanismos de democracia participativa, y a los derechos civiles, políticos, laborales y los relativos a la tenencia de la tierra— se vieron considerablemente afectadas y trastocadas por el proceso de aplicación de las políticas neoliberales, con repercusiones en el conjunto de las relaciones sociales en el país, descritas por Rhina Roux: "La reestructuración del capital modificó al país: no sólo porque cambió sus leyes escritas sino porque reorganizó la dominación, rompió viejos equilibrios, cambió la estructura social y remodeló las formas de socialización y de politicidad de seres humanos" (Roux, 2005).

En lo que se refiere a condicionamientos coyunturales se identifican tres factores: en primer lugar, la ya mencionada intención del presidente Vicente Fox de que el Congreso aprobara reformas políticas contrarias al interés popular en materia energética, fiscal y laboral. En segundo lugar, el desencanto generalizado por parte de amplios sectores de la población en relación con las expectativas generadas por Vicente Fox, las cuales se sustentaban en que era el primer presidente surgido de un partido distinto al Revolucionario Institucional (PRI) y por ello, denominado "presidente de la transición". Dichas expectativas sufrieron una importante caída en los primeros años de mandato.

En su Primera Declaración Pública, la Promotora caracterizó la mencionada situación de la siguiente manera:

[...] en los últimos dos años, el régimen foxista de derecha ha profundizado la subordinación del país a los intereses imperialistas y la imposición de estas políticas que acentúan la pobreza y la desigualdad social. Así, se negó a los pueblos indígenas el reconocimiento constitucional de sus derechos al tiempo que se mantiene la estrategia de militarización y contrainsurgencia en contra de sus comunidades. Se vive ahora una grave coyuntura por sus riesgos y amenazas: se ha puesto en marcha la privatización de la industria eléctrica y los recursos energéticos; se prepara la reforma laboral para cercenar los derechos de los trabajadores, y aumentar la tasa de ganancia para los inversionistas privados; se aproxima la apertura de la próxima etapa del Tratado de Libre Comercio (TLC) que conducirá a un mayor deterioro en el campo mexicano y, al mismo tiempo, el presupuesto público federal que se anuncia para 2003, sigue privilegiando el rescate a los banqueros y el pago de la deuda externa en lugar de fortalecer la educación pública, la salud, el campo y otras áreas sociales (PUNCN, 2002).

El tercer factor se refiere a la necesidad de renovar el campo de la acción política de oposición en tanto que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), justamente las dos fuerzas progresistas que protagonizaron y, hasta cierto punto, encabezaron las etapas anteriores de movilización y organización político–social, se mantenían en ese momento ya sea distantes de las demandas de las organizaciones sociales, o con poca capacidad de influencia en el ambiente político. Este aspecto de la Promotora es explicado y expresado de la siguiente manera: "[...] el referente ya no era el EZLN, provocamos la reactivación de Frentes Nacionales, justamente, con la alternancia nadie tenía mucha expectativa. Así el movimiento social entró en otra fase, ya había una pluralidad de agendas y actores... los derechos humanos, los campesinos [...]" (2008c).

Ahora bien, la reaparición del EZLN con la iniciativa de la Otra Campaña en 2005, y el apoyo popular alcanzado por el candidato presidencial del PRD, Andrés Manuel López Obrador, con miras a la campaña electoral del 2006, fueron aspectos del ambiente político que terminaron por limitar la capacidad de desarrollo del proceso unitario, pues acapararon la atención pública prestada a los actores de oposición y colocaron a muchas organizaciones en la disyuntiva entre uno y otro polo. La propuesta del EZLN estaba orientada hacia la construcción de un ala de la izquierda totalmente alejada y deslegitimadora del proceso electoral, de los partidos y de las "instituciones del régimen". Por su parte, el PRD se definía por el excesivo pragmatismo (moderación del programa político e incorporación de cuadros recientemente alineados al oficialismo, para de esta manera imponerse a la derecha en la contienda electoral).

 

La tensión entre la centralidad sindical y el respeto a las diferencias organizativas

La Primera Declaración Pública, tendría que construirse a partir de:

[E]l diálogo entre iguales, basado en una cultura de respeto a la identidad y a la autonomía de cada individuo y organización, en el reconocimiento mutuo de la diversidad que somos, en una lógica incluyente que permita la convergencia, la identificación de las coincidencias y la construcción de acuerdos por consenso, anteponiendo el interés común a diferencias de carácter ideológico o de orden táctico (PUNCN, 2002).

Es decir, el modelo de unidad convocado por la Promotora no previó la disolución de las diferencias organizativas en función de la constitución de una organización única con códigos iguales que generaran una homogeneización de la identidad de los participantes. Por el contrario, se trató de construir un espacio de encuentro que respetara la identidad de cada uno de sus componentes, por ello, uno de los entrevistados consideró que "... la unidad tiene que ver con la construcción de la confianza entre las organizaciones" (2008c).

Ciertamente, el proceso de construcción de la Promotora implicó el "encuentro" de distintas lógicas correspondientes a distintos perfiles organizativos cada uno con su propia visión estratégica: desde las organizaciones partidarias trotskistas y estalinistas, signadas y caracterizadas por las contradicciones entre la III y la IV Internacionales, hasta las organizaciones denominadas "civiles" o "No Gubernamentales" y los colectivos pro–zapatistas, estas dos últimas pugnaban por un funcionamiento "horizontal". A esta amplia gama de perfiles organizacionales es posible sumar el "centralismo democrático" de sindicatos como el SME que adquirió un fuerte protagonismo en la Promotora.

Así pues, el encuentro en la Promotora como espacio de confluencia obligó a que se negociara el amplio bagaje de construcción identitaria orientado a la consolidación de las nociones ideológicas de cada una de las organizaciones. Por esto, se entiende que el proceso de "normalización" y estabilización de la acción conjunta requiriera de la activación de mecanismos de puenteo, amplificación y extensión de marcos. De esta manera, como estableció Erving Goffman, se logró propiciar un encuentro entre las organizaciones con marcos afines, consolidar y reforzar procedimientos interpretativos, y adecuar y compatibilizar marcos distintos entre sí (Chihu, 2006: 238). Observamos entonces que los desafíos se plantearon en el nivel de las identidades, marcos y tradiciones de las organizaciones, no observando cambios significativos en la dimensión de las subjetividades de sus integrantes. Los miembros de la Promotora, en su gran mayoría cuentan con importantes trayectorias de participación en la vida política. Por lo tanto, el desafío estaba ubicado en la convivencia de las organizaciones y en las identidades que portan sus integrantes, por pertenecer a determinada fracción del movimiento social mexicano, aunque no se observaron transformaciones en los posicionamientos subjetivos que llevaran, por ejemplo, a una revisión de los valores existentes o de las propias visiones del mundo.

La diversidad de los perfiles organizativos y el protagonismo que adquiría cierto perfil por sobre otros se expresan en lo siguiente: "[...] siempre hubo diferencias, lo que fue variando es el peso que tenían las diferencias y la actitud frente a ellas [...] el énfasis está en la diferencia [...]" (2008c). Asimismo, la capacidad de articulación de las diferencias en la Promotora se expresa de la siguiente manera: "La Promotora surge como una convocatoria muy diversa... surge de procesos que ya venían siendo construidos y que se cruzan en la Promotora [...]" (2008b).

La complejidad en su conformación explica las tensiones permanentes expresadas en las distintas posturas sobre el futuro de la Promotora. Mientras algunas organizaciones planteaban la necesidad de orientarla hacia la construcción de una organización constituida (como lo expresaba un entrevistado de la ONPP), otros insistieron en mantenerla como un espacio de encuentro para impulsar el proceso de unidad, es decir, como un espacio constituyente: "[...] ya no pretendíamos ser 'el' espacio [...] por eso no podemos representar a la unidad sino promoverla [...] la intención fue generar un proceso de unidad que valga en sí mismo [...] la unidad es siempre el resultado de otras condiciones [...] de un proceso fragmentado, irregular y por ciclos [...]" (2008c).

La presencia de estas visiones en torno al objetivo y a la pertinencia del espacio mismo resultó un factor definitorio de los mecanismos de funcionamiento de la Promotora. A partir de considerar la existencia de dichas tensiones fue que se decidió implementar formas de hacer política basadas en la toma de decisiones por consenso, en reuniones abiertas, tanto de asamblea general como de trabajo en comisiones, y en diferenciar claramente las acciones y pronunciamientos que habrían de hacerse a nombre de la Promotora, de aquellos que serían responsabilidad de cada uno de los miembros, sin trastocar la vida interna de las organizaciones.

Si bien la Promotora se propuso agrupar a las distintas organizaciones y movimientos sociales para lograr una confluencia de carácter multisectorial, lo cierto es que fue un espacio determinado y definido por las demandas y las lógicas del movimiento sindical. El desarrollo de la PUNCN se caracterizó por la centralidad que en ella tomó el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).

Este papel de los sindicatos se explica necesariamente por la particularización de las reformas estructurales del neoliberalismo en la desindustrialización de la economía y las afectaciones a los contratos colectivos de trabajo. Asimismo porque se trata de las organizaciones que por su naturaleza y composición, mejor pueden calcular los recursos que habrán de movilizar en las distintas etapas del ciclo de la protesta; dado que de las organizaciones sindicales depende gran parte del éxito que pueda alcanzar alguna movilización o iniciativa del conjunto de las organizaciones.

El SME, con alrededor de 53,000 trabajadores afiliados, fuerza principal del Frente Sindical Mexicano (tercer agrupación sindical en número de agremiados), con influencia concentrada en el Distrito Federal y algunos estados del centro del país, y con reconocida tradición de adhesión a las causas revolucionarias, ha sido el principal impulsor de este proceso. Dicho sindicato no sólo ha aportado recursos económicos y políticos, sino también planteamientos estratégicos.14

Observamos entonces que a pesar de los esfuerzos puestos para el respeto de las diferencias organizativas, la dinámica organizativa de la Promotora propició la centralidad programática y el repertorio de acción de protesta asociada a la lógica sindical.

 

CONCLUSIONES

La conformación de los movimientos sociales de América Latina en los últimos años tiene la característica de aglutinar a grupos sociales con procedencia organizacional e identitaria distintas. Sin embargo, en cada uno de los movimientos es posible identificar distintas dinámicas de la acción conjunta a partir de las nociones de "unidad" y "multitud", que determinan el proceso de convergencia. Es decir, mientras en algunos se observa una tendencia a la coordinación orgánica, programática y en la acción, en otros predomina la diversidad donde los actores sociales heterogéneos confluyen sólo en la acción (y no en la forma organizativa ni necesariamente en el programa) para dinamizar una coalición política específica, característica de la multitud.

En cuanto a una de las preguntas centrales sobre ¿en qué medida las nociones de unidad y multitud han sido fructíferas para el análisis de los casos?, observamos su utilidad en cuanto a la descripción de dinámicas y lógicas generales de funcionamiento de los movimientos sociales, que contribuyen a la comprensión de las condiciones de posibilidad del despliegue de singularidades y procesos de creación e imaginación colectiva (en el caso de la multitud). También ha servido la noción de unidad para entender los avances y las dificultades en los procesos organizativos y de proyecto político. Sin embargo, identificamos limitaciones en un análisis minucioso de ciertos contenidos estructurales de los movimientos sociales. Para estos aspectos, el análisis del entorno político tiene un mayor potencial explicativo.

Los casos estudiados en este artículo revelan que las asambleas barriales se articularon en torno a la "multitud" en tanto se constituyeron, finalmente, en una organización social más de las redes sociales, generando núcleos vecinales con ejercicio de la política en sus territorios. Por su parte, la Promotora de Unidad Nacional Contra el Neoliberalismo, se conformó con base en la noción de "unidad", compartida entre sus distintos grupos, tendiente a la generación de una fuerza social con programa político acordado en un espacio central de coordinación.

El entorno político ofrece un enfoque conveniente para el análisis de las condiciones estructurales de los movimientos pues, en buena medida, es condicionante tanto de su aparición, así como del modelo de acción conjunta y el proyecto político que decidan llevar adelante, ese fue el caso de los "cacerolazos" en la crisis de diciembre de 2001 en la Argentina y del rumbo conservador que tomó la alternancia democrática en México. De igual manera, hay ambientes coyunturales, como el proceso electoral de 2006 en México, que provocan el declive del movimiento, pues lo someten a disyuntivas que ponen a prueba la solidez de los consensos logrados para la acción conjunta. Asimismo para el caso de las asambleas barriales en Argentina, el llamado a elecciones presidenciales del 25 de mayo de 2003 propició la caída de la movilización y puso en jaque el sentido de su existencia (dado que desde el inicio las asambleas aparecieron cuestionando a las instituciones políticas).

Asimismo, se identifican algunos factores que propician el desarrollo del movimiento, entre los cuales, está el diseño de un programa político de largo plazo que dote al movimiento de horizontes que superen la coyuntura, y la centralidad de aquellas organizaciones con capacidad de movilización de recursos como las sindicales —siendo éste un aspecto fundamental para la posibilidad de durabilidad del movimiento. Sin embargo, es importante anotar que esta centralidad puede provocar que el proceso de construcción de la "unidad" sea dependiente, de alguna manera, de los tiempos legales de negociación salarial y contractual que requiere la personalidad jurídica de los sindicatos.

 

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ENTREVISTAS

Asambleístas (realizadas en el 2006)

(2006a), Santiago, 43 años, Rodríguez Peña, 18 de abril.

(2006b), Emilio, 33 años, Liniers, 28 de abril.

(2006c), Horacio, 54 años, Asamblea de Colegiales, 27 de mayo.

(2006d), Patricio, 54 años, Asamblea Colegiales, 31 de mayo.

(2006e), Rodrigo, 50 años, Asamblea de Colegiales, 5 de junio.

(2006f), Pedro, 65 años Asamblea de Colegiales, 17 de junio.

 

Miembros de la Promotora de la Unidad Nacional Contra el Neoliberalismo (realizadas en el 2008)

(2008a), José Luis Rojas, 50 años, CUT–Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS)–Organización Nacional del Poder Popular (ONPP), febrero.

(2008b), Higinio Muñoz, 35 años, Central Estudiantil Metropolitana, febrero.

(2008c), Miguel Álvarez, 55 años, presidente de Servicios de Asesoría para la Paz (SERAPAZ), abril.

 

NOTAS

§ La elaboración de este artículo tiene como antecedente la investigación realizada por Valeria Falleti en la estancia post–doctoral realizada en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM y su tesis doctoral en Ciencias Sociales realizada en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)–México, con el título: "Hacia la restitución del daño subjetivo y social. Los sectores medios de Buenos Aires en el 'Cacerolazo' y las Asambleas Barriales" (Agosto, 2007). Asimismo es un avance del trabajo de investigación de Víctor García Zapata como becario del Proyecto "El sector de los movimientos sociales en México, 2000—2010. Redes, trayectorias y comportamientos", del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT)–UNAM, coordinado por el Dr. Jorge Cadena Roa.

1 Es posible observar una diferencia de énfasis entre los aspectos analizados de los casos que se debe, principalmente, a las características de los mismos. Las asambleas surgieron en un contexto de crisis y de manera auto convocada por actores heterogéneos sin referentes organizacionales previos, al menos en el caso de los vecinos auto convocados. Esta experiencia social sobre todo adquirió valor para la contención en el encuentro colectivo y la reflexión política, y sobre los valores existentes. Debido a estas características es que los cambios observados en los posicionamientos subjetivos de sus integrantes fueron muy notorios y relevantes. Por esto, en el abordaje de las asambleas hacemos un minucioso análisis de los dichos de los asambleístas. Esta estrategia de análisis no fue utilizada para la Promotora, en este caso se rescataron los significados otorgados por sus integrantes a la noción de "unidad". La Promotora estuvo conformada por actores del movimiento social mexicano anclados en organizaciones preexistentes de peso. En este caso, los principales cambios no se observaron en el nivel de las subjetividades, sino en torno al desafío organizativo de construir un proyecto unitario sobre la base del respeto a las diferencias organizativas e ideológicas.

2 La relación equivalencial entre las demandas sociales se diferencia de una petición, en este caso cuando la demanda es satisfecha allí termina el problema. Pero si la demanda no es satisfecha, la gente puede comenzar a percibir que los vecinos tienen otras demandas igualmente insatisfechas como los problemas de agua, salud y educación. Si la situación permanece igual por un determinado tiempo, habrá una acumulación de demandas insatisfechas y una creciente incapacidad del sistema institucional para absorberlas de un modo diferencial (cada una de manera separada de las otras) y esto establece entre ellas una relación de equivalencia. El resultado fácilmente podría ser, si no es interrumpido por factores externos, el surgimiento de un abismo cada vez mayor que separe al sistema institucional de la población (Laclau, 2005: 98–99).

3 La disputa planteada en las asambleas barriales sobre el proyecto político que tiene efectos en las formas de organización del movimiento social, es una de las tensiones identificadas. Es posible dar cuenta de otras, tales como las identificadas entre el vecino y el militante, entre las formas de toma de decisión horizontal y el estilo vertical, entre las maneras de accionar y pensar de los jóvenes y sus diferencias con las concepciones de los adultos. En esta oportunidad, consideramos los elementos relativos al proyecto político y la organización de las asambleas.

4 Para el análisis que se desarrolla a continuación se ha utilizado material documental de ambos casos y se han realizado entrevistas en profundidad a asambleístas de Buenos Aires y a integrantes de la Promotora pertenecientes a distintas organizaciones sociales y políticas. En este artículo se extraen algunos testimonios. En el caso de las asambleas se han realizado, en el 2006, 21 entrevistas a vecinos de distintas asambleas que funcionaron en los distintos barrios de la ciudad de Buenos Aires. En el caso de la Promotora se realizaron 10 entrevistas a integrantes de Servicios y Asesoría para la Paz (SERAPAZ); el Sindicato Mexicano de la Electricistas (SME); la Organización Nacional del Poder Popular (ONPP), de la Asamblea Nacional de Trabajadores (ANT), de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), Sección XVIII, y del Comité Estudiantil Metropolitano. Estas entrevistas fueron realizadas durante el 2008. Mientras que en el caso de las asambleas se indagó sobre la experiencia colectiva vivida en situación de crisis, en las dificultades para el sostenimiento de la experiencia, entre otras cuestiones; en el caso de la Promotora se preguntó sobre su vivencia organizativa y personal en el proceso de construcción de ese frente de organizaciones sociales y políticas: tensiones relevantes, dificultades, aciertos y evaluación de dicha experiencia.

5 Existen divergencias respecto de la cantidad de asambleas que surgieron en Buenos Aires. En marzo de 2002, momento de mayor participación, el Centro de Estudios para la Nueva Mayoría registró 112 casos. Sin embargo, a partir de nuestra reconstrucción de la información facilitada por los asambleístas esta cifra resulta excesiva considerando, además, las asambleas barriales que se sostuvieron en el tiempo. Por ello coincidimos con Ouviña (2002) en que en la Capital Federal existieron, aproximadamente, más de sesenta asambleas en ese período.

6 Se trata de una acción de los asambleístas que se inspiran en el Movimiento de Piqueteros, toman la acción del "piquete" (cortes de ruta) urbano para la conmemoración.

7 En adelante, las referencias a las entrevistas a miembros de las asambleas se consignarán de este modo. Véase la sección de fuentes consultadas, Infra.

8 Cuando indagamos qué implicaba la consigna "que se vayan todos...", observamos que significaba cosas diferentes para cada uno de los asambleístas entrevistados: algunos hacían referencia a los funcionarios, otros a comportamientos y actitudes individualistas de los ciudadanos, otros hacían referencia a una actitud personal que no quería comprometerse ni participar (véase Falleti, 2007).

9 Expresión coloquial para designar al "cigarrillo de marihuana".

10 La denominación de "Organización de organizaciones" corresponde al acuerdo asumido por el conjunto de participantes en el II Diálogo Nacional, realizado el 5 de febrero de 2005 en la ciudad de Querétaro.

11 Los elementos para conformarse en movimiento social a los que nos referimos son: la concreción de un proyecto político de tipo propositivo y no sólo sostenido en el rechazo de las instituciones políticas; lograr una participación sostenida de los asambleístas; identificar cierta homogeneidad en las identidades e intereses de sus integrantes; la presencia sostenida de las acciones y los programas y no su paulatina disolución, como efectivamente sucedió; o bien, se transformaron en comedores populares o lugares de contención de la pobreza urbana, destinos que no condicen con el espíritu inicial de las asambleas.

12 Si bien en períodos anteriores se registraron intensos movimientos sociales reivindicatorios, como, por ejemplo: el movimiento magisterial de 1980; los estudiantiles de 1986–1987 y 1999–2000; el movimiento de damnificados de 1985; el electoral de 1988; el indígena de 1992; el zapatista de 1994; el del Sindicato de Costureras de 1996; el movimiento de "El campo no aguanta más" en el 2000; el de los Ejidatarios de San Salvador Atenco de 2001, entre muchos otros; lo cierto es que todos estos movimientos representaron a sectores muy acotados de la población y enarbolaron demandas, algunas veces propositivas otras de resistencia, aunque siempre específicas.

13 En este punto estamos haciendo referencia a un conjunto de medidas económicas impuestas a partir de 1990 por los organismos financieros internacionales a los países de América latina, consistentes en el reordenamiento de las prioridades del gasto público, el adelgazamiento del Estado mediante privatizaciones de los servicios públicos, entre los que la educación y la salud fueron fuertemente afectados; la desregulación de la economía nacional por parte del Estado, entre otras.

14 El artículo fue terminado y sometido al proceso de dictaminación antes del decreto presidencial de extinción de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, del 11 de octubre de 2009. Al momento de esta revisión continúa el proceso legal y la lucha activa de alrededor de 16,000 miembros del SME con el objetivo de formalizar su registro como organización sindical ante la Secretaría del Trabajo.

 

INFORMACIÓN SOBRE LOS AUTORES

VALERIA F. FALLETI. Obtuvo el doctorado en Ciencias Sociales con orientación en Sociología, en la Facultad Latinoamericana en Ciencias Sociales (FLACSO) sede México. Actualmente colabora en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) en la UNAM. Líneas de Investigación: identidades colectivas, producción de subjetividad, participación ciudadana y la relación entre lo social y lo político. Campo de conocimiento: movimientos sociales.

VÍCTOR GARCÍA ZAPATA O. Realizó la licenciatura en Política y gestión social en la Universidad Autónoma Metropolitana–Xochimilco y la maestría en Estudios Latinoamericanos en la UNAM. Campos de conocimiento: políticas públicas, movimientos sociales, acción e identidades colectivas. Actualmente es integrante del Laboratorio de Análisis de Organizaciones y Movimientos Sociales (LAOMS) que funciona en el CEIICH dentro del Programa Permanente "Procesos dedemocratización en el marco del siglo XXI", coordinado por el Dr.Jorge Cadena Roa.

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