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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.16 no.66 Toluca oct./dic. 2010

 

Padres solteros de la Ciudad de México. Un estudio de género

 

Single fathers in México City; a gender study

 

Paulina Mena* y Olga Rojas**

 

* Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. Correo electrónico: pmena@colmex.mx

** El Colegio de México. Correo electrónico: olrojas@colmex.mx

 

Este artículo fue
recibido el 5 de febrero de 2010
aprobado el 5 de octubre de 2010.

 

Resumen

En este trabajo analizamos, desde una perspectiva de género, la experiencia de algunos padres solteros que viven en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. A partir de un acercamiento cualitativo nos aproximamos al estudio de las formas organizativas que adquieren las familias de los varones entrevistados una vez que se quedan solos, a cargo de sus hijos y al frente de sus hogares, por viudez, divorcio, separación o abandono. En el centro de nuestro análisis están los varones y la posible redefinición de su identidad masculina y de su papel como padres, fundados ya no solamente en el rol de proveedor económico, sino en la construcción de nuevas formas organizativas en el ámbito doméstico y de relación con sus hijos.

Palabras clave: padres solteros, Ciudad de México, género, masculinidad, crianza y cuidado de los hijos.

 

Abstract

In this article we analyze from a gender perspective the experience of some single fathers living in the Metropolitan Zone of México City. We use a qualitative approach to study in depth the way in which these fathers organize their working and family life once they are in charge of their children in absence of the mother. The aim of our study is to discover any changes in father's role related not only with breadwinning but also with domestic labor as well as children upbringing.

Key words: single fathers, México City, gender, masculinity, children upbringing.

 

Introducción

La sociedad mexicana se ha transformado significativamente durante las recientes décadas como resultado de un proceso acelerado de modernización, industrialización y urbanización. A ello se agregan los avances sustantivos en los niveles educativos alcanzados por la población, además del acceso masivo a los servicios de salud y de planificación familiar que han redundado en un significativo descenso de la fecundidad. Es también notorio el sostenido incremento de la participación femenina en el mercado de trabajo, al tiempo que se deterioran las condiciones laborales para los varones mexicanos.

Este conjunto de cambios sociales, económicos y culturales ha afectado de manera significativa la formación, los arreglos, así como la composición y estructura de las familias mexicanas. Se detecta un aumento paulatino de las separaciones y divorcios, de las familias recompuestas,1 monoparentales y sin hijos, así como de los hogares unipersonales, de aquellos con varios proveedores y de los encabezados por mujeres (Oliveira, 1994 y 1998; Salles y Tuirán, 1997; García y Oliveira, 1994 y 2006).

Además de estas transformaciones en la conformación de los hogares mexicanos, que divergen claramente de las formas tradicionales, también se han detectado cambios en su organización y funcionamiento, que probablemente estén implicando una modificación en algunas dimensiones de las relaciones y de las identidades de género. La investigación reciente da cuenta de que en algunos sectores sociales se están registrando procesos de redefinición de las imágenes sociales sobre lo femenino y lo masculino (Oliveira, 1998; Ariza y Oliveira, 2004; García y Oliveira, 2005, 2006).

En particular, la creciente precarización del empleo masculino y la consecuente reestructuración de los arreglos laborales de los hogares por la creciente participación económica femenina, producto de las continuas crisis económicas experimentadas en el país desde los años setenta y de los nuevos requerimientos del mercado de trabajo, están contribuyendo a poner en cuestionamiento el esquema de familia nuclear, el papel de los hombres como proveedores únicos de las familias, así como la centralidad del poder y la autoridad en la figura del padre (Vivas, 1996; Gutmann, 1996; Tuñón, 1997; García y Oliveira, 2005, 2006; Salguero, 2006; Rojas, 2008).

Sin embargo, debe tenerse presente que estos cambios no pueden generalizarse para la totalidad de la sociedad mexicana, puesto que se restringen a algunos sectores sociales. Además, existen desfases y tensiones entre los cambios macro estructurales y aquellos que ocurren en las formas de convivencia entre hombres y mujeres. A pesar de la creciente incorporación de las mujeres al mercado laboral mexicano, persisten patrones en la división sexual del trabajo que restringen las oportunidades laborales de las mujeres, quienes aún son las principales responsables del trabajo reproductivo y del cuidado familiar (Esteinou, 1996; Tuñón, 1997; Ariza y Oliveira, 2004; García y Oliveira, 2005 y 2006; Conapo, 2009).

En este contexto de transformaciones sociales, económicas y culturales ocurridas en el país, nos interesa analizar desde una perspectiva de género un fenómeno muy poco estudiado por su relativa escasez en el ámbito familiar mexicano, puesto que sólo abarca 4.4 por ciento del total de hogares familiares a nivel nacional,2 pero de relevancia significativa en el estudio de las transformaciones en las relaciones e identidades de género: la paternidad en soltería. Nuestro interés se centra en la detección y análisis de posibles transformaciones en algunas dimensiones de la identidad masculina relacionadas con la paternidad, la crianza y el cuidado de los hijos, así como la distribución de las tareas domésticas, siempre teniendo en consideración que dichas modificaciones pueden variar en función de las diferencias generacionales y de la desigualdad social y económica persistente en el país.

En este estudio entendemos por padres solteros a aquellos varones que en ausencia de la cónyuge, por viudez, divorcio, separación o abandono, se han hecho cargo de sus hijos por lo menos durante un año antes de la entrevista.

 

Transformaciones en la vida familiar mexicana

La incorporación de los varones como sujetos de investigación en los estudios sociales sobre la dinámica familiar en la región latinoamericana, y en México en particular, es relativamente reciente. Este interés por conocer el desempeño masculino en la vida familiar tiene su origen en las preocupaciones feministas centradas en la necesidad de avanzar hacia una mayor equidad de género. Dichas preocupaciones fueron expresadas en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de El Cairo, en 1994, donde se señaló la necesidad de fomentar el involucramiento masculino tanto en las decisiones reproductivas como en las cuestiones de la vida doméstica (Germain y Kyte, 1995). Una de las propuestas más importantes en dicha conferencia fue la de realizar esfuerzos para propiciar una responsabilidad compartida de los varones y que se involucren de una manera más activa en una paternidad responsable y en un comportamiento sexual y reproductivo también más responsable (Greene y Biddlecom, 2000).

En este sentido, resalta el interés que ha puesto la Comisión Económica para América Latina y el Caribe en definir estrategias de investigación, de monitoreo y de acción sobre las prácticas de responsabilidad paterna en la región. Desde esta línea de interés se ha propuesto definir a la paternidad como un compromiso directo que los progenitores establecen con sus hijos e hijas, independientemente del tipo de arreglo familiar existente con la madre. Con aquella línea se pretende resaltar la indisolubilidad del vínculo paterno con los hijos y flexibilizar el papel del padre y de la madre en la crianza, tomando en cuenta el bienestar de los menores más allá de la manutención económica, considerada tradicionalmente como la única responsabilidad masculina hacia sus hijos (Cepal, 2002).

Desde esta perspectiva se ha señalado que en la región latinoamericana la paternidad está experimentando un proceso de transformación, que implicaría un relajamiento de las obligaciones de protección y seguridad económica por parte de los hombres hacia sus descendientes y un incremento de las contribuciones de tiempo paterno dedicado al cuidado de los hijos e hijas, y a mayores expresiones de afecto y cercanía hacia ellos. Se reconoce, sin embargo, que para la implantación de este nuevo modelo de paternidad siguen existiendo obstáculos importantes, tales como la persistente desigualdad en la distribución de las responsabilidades domésticas entre padres y madres, y la violencia como medio para resolver los conflictos al interior de las familias. Por ello se propone estimular la presencia del hombre en la vida familiar, al tiempo que se otorgue un lugar central a la transmisión de imágenes favorables a una distribución más equitativa del poder de decisión intrafamiliar, a una menor diferenciación de tareas en función del sexo y a la generación en los hombres de actitudes más flexibles con respecto a su papel en el hogar (Kaztman, 1991; Cepal, 2002).

De acuerdo con la perspectiva de género, las identidades femenina y masculina son construidas históricamente de acuerdo con lo que cada cultura considera 'femenino' o 'masculino', por lo cual es importante tener en consideración que estos criterios se han ido transformando en el tiempo. El estudio de las identidades y de las relaciones de género requiere tomar en cuenta la existencia de desfases temporales entre las construcciones culturales y los comportamientos individuales, entre la expresión objetiva de las prácticas y su referente subjetivo, así como entre los discursos y las acciones de las personas. Esta dimensión relacional del género constituye una forma particular de abordar las diferencias y las similitudes entre lo masculino y lo femenino, puesto que las experiencias y comportamientos de un sexo tienen que ver con las experiencias y comportamientos del otro. Es decir, el género hace referencia a las relaciones sociales existentes entre los hombres y las mujeres, que se construyen a partir de las condiciones sociales que estructuran las opciones de los comportamientos individuales, y que difieren dependiendo del ámbito de referencia en que participan las mujeres y los hombres. Esta perspectiva relacional del género implica la articulación de la categoría de género con otras categorías de diferenciación social, tales como la edad, la generación, la etnia y la clase social (Lamas, 1996).

Desde esta perspectiva, las experiencias de paternidad de los varones han de ser analizadas como hechos sociales más que individuales, y por supuesto, tomando en consideración el contexto histórico y social al que pertenecen. Debe tomarse en cuenta que las pautas y los patrones de comportamiento de los individuos en el interior de la familia encuentran su origen en dominios variados de la sociedad, entre los que destaca la dimensión cultural, cuya influencia se extiende a la conformación de los valores, las creencias y percepciones que se manifiestan en diversos grados y formas en la propia cotidianeidad de los sujetos y en la vida familiar. En este sentido, resulta indispensable estudiar las valoraciones que sirven de fundamento a las imágenes y prácticas sociales predominantes acerca de la conformación de las familias, de la dinámica en las relaciones de pareja, de la división del trabajo, así como de las formas de convivencia entre géneros y generaciones (Salles y Tuirán, 1998).

En el ámbito familiar, la perspectiva de género ha contribuido a hacer visibles las iniquidades existentes en la división del trabajo entre hombres y mujeres. Se sabe que a lo largo de la historia de las sociedades y culturas humanas tradicionalmente la maternidad y la reproducción doméstica han constituido los rasgos definitorios de la identidad femenina. La maternidad, en contraposición al trabajo extradoméstico, termina por constituirse en el eje organizador de las vidas de las mujeres y en muchas ocasiones solamente a través de ella obtienen legitimidad y reconocimiento social (Nájera et al., 1998).

Los estudios recientes en torno a las identidades masculinas en América Latina, y en México en particular, dan cuenta de la existencia de una forma de ser hombre que se ha constituido en el referente y la norma de lo que debe ser un varón. De acuerdo con este modelo de masculinidad dominante, los hombres adultos se caracterizan, entre otras cosas, porque trabajan de manera remunerada, constituyen una familia, tienen hijos, son la autoridad y los proveedores del hogar. Para los varones, la paternidad significa fundamentalmente asumir la obligación de conformar un hogar que depende de ellos y cumplir cabalmente con la responsabilidad de asegurar el bienestar material familiar y un buen nivel educativo para los hijos. Por ello asignan mayor importancia a sus obligaciones laborales y al tiempo de trabajo que a su vida familiar y a la atención que sus hijos necesitan. Esta valoración masculina de los hijos en términos económicos y de la paternidad en términos de la manutención del hogar, está muy relacionada con una actitud propensa a mantener vigente una división tradicional del trabajo en casa. La figura paterna está estrechamente vinculada con la aportación del sustento material de la familia, mientras que la figura materna se le asigna la crianza y atención de los hijos, así como el cuidado de la casa. Las características que asume esta forma de paternidad refuerza el papel de dirección y decisión de los varones como jefes de sus hogares, lo cual revela la persistencia de la centralización del poder familiar en la figura del padre (Valdés y Olavarría, 1998; Bellato, 2001; Módena y Mendoza, 2001; Olavarría, 2002; Rojas, 2008).

Sin embargo, las transformaciones sociales y económicas ocurridas en el país, relacionadas con los avances en los niveles educativos de la población, el incremento en la participación económica de las mujeres al mercado de trabajo y el aumento de la precarización laboral entre la población masculina están propiciando una reestructuración de las formas organizativas y de los arreglos laborales de los hogares, poniendo en crisis el papel del varón como proveedor exclusivo del sustento familiar (Oliveira, 1994 y 1998; García y Oliveira, 1994 y 2006).

Si bien la creciente incorporación de las mujeres a la actividad económica ha ampliado sus aportaciones monetarias al consumo básico de los hogares, ello no ha implicado necesariamente una modificación profunda de la división intrafamiliar del trabajo, de forma que se permita garantizar una responsabilidad compartida de hombres y mujeres en la realización del trabajo doméstico y la crianza de los hijos. De hecho, la tensión entre el incremento de la inserción laboral femenina y las cada vez mayores dificultades que enfrentan los varones para proveer a sus familias es vivida en forma conflictiva en no pocos hogares mexicanos (García y Oliveira, 1994 y 2006).

Las relaciones asimétricas entre los cónyuges se manifiestan en diferentes ámbitos de la vida, aunque son más marcadas en la esfera de la sexualidad y de la división del trabajo. Estos ámbitos de la vida familiar son más resistentes al cambio que otros, sus transformaciones ocurren en tiempos y ritmos distintos, y de forma selectiva, principalmente en áreas urbanas y en los sectores sociales más privilegiados (Oliveira, 1998).

Puede decirse que la dimensión de la vida doméstica que permanece sin mayores modificaciones es la responsabilidad femenina ante el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos. Los resultados de diversas investigaciones han dado cuenta de que los varones se involucran de manera esporádica en las labores de la casa, y cuando se logra su participación muchas veces se debe a la presión ejercida por sus cónyuges y porque las esposas laboran fuera de casa. Las transformaciones en la división intrafamiliar del trabajo han sido lentas debido, en buena medida, a que todavía existe un fuerte arraigo de concepciones tradicionales socialmente aceptadas respecto a los papeles masculinos y femeninos (Benería y Roldán, 1992; García y Oliveira, 1994 y 2006; Oliveira, 1998).

Hay evidencias de que las condiciones materiales de vida son un eje central de diferenciación de las relaciones de género al interior de las familias mexicanas. Se ha encontrado que las mujeres de sectores medios que han logrado un mayor nivel de escolaridad y que desempeñan actividades asalariadas son más propensas a establecer relaciones de género igualitarias con sus cónyuges. Por el contrario, en los sectores populares, los cambios en las relaciones de género han sido más lentos, puesto que todavía persiste un patrón caracterizado por una mayor autoridad masculina (Benería y Roldán, 1992; García y Oliveira, 1994 y 2006; Oliveira, 1998).

 

Transformaciones en el ejercicio de la paternidad

Por lo que respecta a las posibles transformaciones del papel que los varones están desempeñado en el ámbito doméstico, la investigación en el país aporta elementos para señalar que entre los varones de generaciones más jóvenes, sobre todo de sectores medios y urbanos, es destacable un cambio en las representaciones que tienen de sí mismos, al compararse con la figura tradicional del hombre fuerte, proveedor único que detentaba la autoridad familiar y ante el cual la esposa y los hijos se subordinaban (Vivas, 1993; Salguero, 2006).

Hay indicios de que entre estos varones está ocurriendo una cierta flexibilización y ampliación del papel de padre más allá de su desempeño como proveedor, pues se detectan entre ellos signos de un mayor nivel de involucramiento en la crianza y, en menor medida, en el cuidado de sus hijos, así como el establecimiento de relaciones más cercanas con sus pequeños. Estos varones valoran a sus hijos no solamente en términos de los costos que implica su manutención y educación, sino fundamentalmente del tiempo, afecto y atención que desean brindarles. Puede decirse que entre estos padres existen nuevas normas de relación paterna, basadas más en la amistad y el compañerismo con sus hijos que en el ejercicio de autoridad (Vivas, 1993; Gutmann, 1996; Salguero, 2006; García y Oliveira, 2006; Rojas, 2008).

Estos hallazgos han llevado a proponer que estas modificaciones en los significados y en las prácticas de la paternidad pueden formar parte de reevaluaciones y cambios en la identidad masculina (Gutmann, 1993).

A pesar de estos significativos avances en la ampliación y flexibilización en su papel como padres entre los varones mexicanos, hay una dimensión que todavía refleja cierto apego de la mayoría de los padres mexicanos a los estereotipos tradicionales de género, y se refiere a la preferencia que muestran por procrear al menos un hijo varón y al establecimiento de diferencias en la forma de criar y cuidar a sus hijos e hijas, puesto que prefieren relacionarse de manera más cercana con sus hijos antes que con sus hijas (Torres, 2006; Haces, 2006; Rojas, 2008).

Existen diversos contextos sociales, principalmente indígenas y rurales, en los cuales los hijos varones todavía son más valorados que las mujeres en términos económicos porque pueden ayudar a aportar parte del sustento familiar y porque pueden asumir la autoridad en la familia en ausencia del padre, debido a que se considera que tienen más carácter y pueden cuidar a su madre y hermanas. A ello se agregan las consideraciones de que los hijos varones sufren menos que las mujeres y que ellas requieren de más cuidados (Castro y Miranda, 1998; Bellato, 2001; Módena y Mendoza, 2001; Torres, 2006; Haces, 2006, Rojas, 2008).

En el ámbito urbano mexicano, sobre todo en sectores populares, también se han encontrado evidencias de una preferencia masculina por tener al menos un hijo varón. Las razones tienen que ver con el deseo de perpetuar el apellido paterno, con el orgullo y la satisfacción de hacerse acompañar por los hijos varones cuando se está con los amigos, cuando se acude a los partidos de futbol o basquetbol que disputan con sus amigos durante los fines de semana, o cuando se acude al trabajo. Todo ello implica también una preferencia por establecer un vínculo más cercano con los hijos hombres, pues su labor formativa como padres está estrechamente ligada a las enseñanzas necesarias para llegar a ser un buen proveedor. En este proceso, los padres pueden contar eventualmente con el apoyo de sus hijos para complementar el sustento familiar debido a la precaria situación de sus hogares. Se considera que los padres, en tanto hombres, no pueden relacionarse de manera cercana con sus hijas porque no pueden salir con ellas cuando visitan a sus amigos, ni pueden participar directamente en su crianza, pues las niñas han de permanecer al lado de su madre, quien tiene mayor responsabilidad en esta materia (Torres, 2006; Haces, 2006; Rojas, 2008).

 

Hogares encabezados por madres solteras

En el contexto familiar mexicano llama la atención el incremento sostenido de los hogares familiares monoparentales encabezados por madres solteras como resultado de separaciones, divorcios, migración y abandono.3 La investigación sobre su dinámica y funcionamiento reporta resultados disímiles respecto a sus formas de organización y de división del trabajo. En algunos estudios se señala que estos hogares logran constituirse en contextos más igualitarios, puesto que los miembros de la familia hacen más contribuciones al trabajo doméstico, fomentando un ambiente más equitativo y solidario (Chant, 1999; González de la Rocha, 1999).

No obstante, existen otras investigaciones que señalan que en realidad la participación de todos los miembros es muy escasa, ya que las responsabilidades recaen casi exclusivamente sobre las jefas de familia, quienes además de asumir la responsabilidad de proveer el sustento del hogar, están a cargo de la compra y elaboración de la comida, de la atención y cuidado de los hijos, la supervisión de las tareas, la realización de trámites administrativos, la limpieza de la casa y de la ropa. Por lo que no se puede afirmar que en estos hogares se logre una transformación total en la división del trabajo (García y de Oliveira, 2006).

Para el funcionamiento de estos hogares es importante la construcción de redes sociales de apoyo, basadas en lazos en los que hay confianza, reciprocidad y ayuda mutua para enfrentar las adversidades, principalmente en situaciones de pobreza. Estas redes están conformadas por amigos, parientes y vecinos (González de la Rocha, 2006).

Es importante señalar que los hogares dirigidos por madres solas frecuentemente sufren estigmas y antipatías porque han roto con las normas idealizadas sobre el matrimonio, la familia y la maternidad. Las madres solteras son descalificadas al ser consideradas como incapaces para educar a sus hijos, sobre todo a los varones, por la ausencia de una figura masculina. Sin embargo, a pesar de los prejuicios y estereotipos sobre estos hogares y sobre las madres solteras, se ha observado que en algunos casos logran construir relaciones más armónicas que en los hogares nucleares en los que los dos padres conviven, y que en estas familias con frecuencia se alienta a los hijos para que continúen sus estudios y mejoren su condición económica y cultural (Chant, 1999).

Llama la atención que sobre los hogares encabezados por mujeres exista abundante información estadística e incluso investigación social sobre su dinámica y funcionamiento, en tanto que sobre los hogares encabezados por padres solteros prevalezca la escasez del mismo tipo de datos y de investigación. La carencia de conocimiento sobre las condiciones de los padres solteros dio origen a las interrogantes que orientaron este estudio.

 

La propuesta de investigación

Teniendo en consideración todos estos antecedentes en materia de investigación social en torno a las trasformaciones ocurridas en las estructuras y dinámicas familiares en el país, nos proponemos analizar la forma en que se conforman y se organizan los hogares dirigidos por padres solteros con la intención de revisar la posible existencia de modificaciones en las relaciones genéricas y generacionales a su interior. En el centro de nuestro análisis están los varones y la posible redefinición de su identidad masculina relacionada con su papel como padres, fundado ya no solamente en el rol de proveedor económico, sino en la construcción de nuevas formas organizativas en el ámbito doméstico y de relación con sus hijos.

El objetivo de este estudio es analizar, desde una perspectiva de género, las valoraciones masculinas sobre las funciones maternas y paternas, así como las actitudes y las prácticas de los varones relativas a la manutención de los hogares, la distribución de tareas y responsabilidades familiares, domésticas y relativas al cuidado y la crianza de los hijos en ausencia de la cónyuge.4

La hipótesis que orientó esta investigación se fundamentó en nuestra expectativa de que los padres solteros, precisamente por encontrarse solos al hacerse cargo de sus hijos, romperían con algunos estereotipos tradicionales de género asociados a las formas de ser varones y padres, modificando sus valoraciones sobre los roles masculinos y femeninos, ampliando de manera significativa sus funciones paternas más allá de la proveeduría material de sus hogares. Tomando en cuenta los hallazgos de la investigación existente en el país sobre el tema, consideramos que tanto la edad como el sector social de pertenencia de los padres solteros podían marcar diferencias al analizar algunas dimensiones de la vida familiar y del ejercicio de la paternidad.

Elegimos una aproximación cualitativa porque nos interesaba estudiar en profundidad, a partir del trabajo con un grupo reducido de padres solteros, la diversidad de significados y valoraciones atribuidos a la experiencia de quedar a cargo de sus hijos sin el apoyo de su cónyuge. Al utilizar este enfoque no buscamos generalizar los hallazgos, sino ahondar en los puntos de vista de los padres, tratando de documentar y comprender sus actitudes y comportamientos.

La recolección de información se obtuvo por medio de entrevistas semiestructuradas y de relatos de padres solteros que se analizaron con algunos elementos de la narrativa autobiográfica. Esta técnica es un recurso en el que las personas reconstruyen acciones ya realizadas, conformando una versión en la que el autor narra, recuerda, interpreta y conecta sus experiencias con otros actores. Lo que se narra es la versión del narrador sobre una acción, no la acción misma; por tanto, constituyen una ficción y al mismo tiempo una descripción de sus experiencias. Con esta técnica no se pretende investigar si las narraciones son verdaderas o falsas, sino, más bien, acceder al discurso construido sobre algún tema en específico. Es decir, se trata de conocer un discurso construido sobre un conjunto de saberes compartidos, por lo que el sujeto, con su narrativa sobre un determinado hecho social, forma parte de la expresión singular de lo social (Lindón, 1999).

Las narrativas autobiográficas resultaron fundamentales en esta investigación porque a través de ellas los padres solteros hicieron un relato sobre aspectos de su vida en el que reelaboraron y reconstruyeron sus vivencias acerca de la paternidad. Esta técnica dio cuenta de los significados y las representaciones que los padres solteros tienen sobre las formas de ser varón y padre.

Los temas abordados en las entrevistas fueron:

• El proceso de ruptura con la pareja y la decisión de hacerse cargo de los hijos.

• La vida cotidiana de los padres solteros en ausencia de la madre: la organización y reparto del trabajo familiar y la combinación con la actividad laboral.

• La importancia de la experiencia de la paternidad.

• El entorno familiar y laboral de los padres solteros entrevistados.

Los padres solteros entrevistados fueron seleccionados a partir de un muestreo intencional. En esta investigación fueron considerados como padres solteros aquellos varones que se han quedado a cargo de sus hijos en ausencia de la cónyuge por divorcio, separación, viudez o abandono, por lo menos durante un año antes de la entrevista.5

Se realizaron ocho entrevistas a padres solteros6 que vivían en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México cuando se llevó a cabo la investigación. Con la intención de revisar la posibilidad de que los recursos materiales y educativos de los padres pudieran incidir de manera diferencial en sus actitudes y prácticas en torno a su paternidad en soltería, se trató de diversificar la muestra de los varones entrevistados de acuerdo con su pertenencia a distintos sectores sociales. Por ello, cinco de los padres pertenecen a sectores medios, y tres, a sectores populares.7

Es importante señalar que al momento de analizar la información siempre tomamos en cuenta la edad de los entrevistados porque nos interesa detectar posibles cambios en las formas en que organizan su vida familiar y laboral para hacerse cargo de sus hijos. Por ello dividimos a los padres solteros entrevistados en tres grupos según su edad. Consideramos como padres jóvenes a aquéllos que tenían edades entre 20 y 30 años, como padres maduros los de entre 35 y 45 años, y finalmente como padres mayores a quienes eran mayores de 50 años.

Teniendo en cuenta los objetivos y las preguntas de investigación establecimos cuatro ejes de estudio a partir de los cuales se ordenó la información de las entrevistas para su análisis:

1. Valoraciones en torno a la maternidad y sobre las repercusiones de la ausencia materna en los hijos.

2. La experiencia y las estrategias de los padres solteros para hacerse cargo de los hijos.

3. La organización de la vida familiar y laboral.

4. La relación diferencial con los hijos de acuerdo con el sexo.

 

La experiencia de los padres solteros

En este apartado presentamos los resultados del análisis e interpretación de la información recolectada en las entrevistas a los padres solteros, de acuerdo con los cuatro ejes analíticos propuestos.

 

Maternidad y ausencia materna

Al revisar los testimonios de los padres solteros entrevistados llamó la atención que prácticamente para todos ellos, sin importar su edad o sector social, la maternidad y el hogar son vistos como partes fundamentales de la identidad femenina, para ellos hay una clara asociación de las mujeres con el instinto materno:

La madre le aporta un cariño... obviamente es muy diferente en cuanto a cariño. Yo siento que su mamá, si estuviera al cien por ciento, le daría más cariño que yo, porque ya lo traen dentro. Por la educación que... quizá aquí hay en México ¿no?, porque siempre, siempre, las mujeres a los niños y desde chiquitos les venden desde muñecas y todo, y a los hombres no se les da tanto eso. Yo siento que la madre proporciona más, más cosas ¿no? Cuando está con su mamá, pues sí, sí sé aunque sea nada más ese momento que la ve, porque sabe que lo va a disfrutar también con ella, es que se. se entrega un poco, un poco más a ella ¿no? (29 años, sector popular).

Es por ello que casi todos ellos consideran que la ausencia de la madre tiene repercusiones negativas en la vida de sus hijos, pues piensan que ellos no pueden brindarles el mismo afecto que da la madre. Éste es uno de los motivos por el que un par de nuestros entrevistados buscó una nueva pareja que se hiciera cargo de sus hijos. Sin embargo, al no lograr consolidar estos nuevos vínculos, uno de ellos terminó haciéndose cargo de sus hijos y el otro delegó las actividades domésticas y el cuidado y crianza de sus hijos en otros miembros de su familia:

Pero lo malo es que no estuvo la mamá, pero, la mamá es otra cosa. Usted vea a su mamá, no es lo mismo que. no sé, cómo la ve, pero yo considero que su mamá es otra cosa que su papá.

P: Pero ¿en qué sentido dice que es otra cosa?

R: No, al verlos crecer como lo hacen las mamás; la mamá sí, sí hace mucho por sus hijos y el papá no hace tanto, a veces los tiene aquí en la casa.

P: Y ¿cómo fueron esos dos años que estuvo ella [la segunda esposa] acá?

R: No, no la hacía con las comidas y con lo que tenía que hacer.

P: Y después ¿se divorció?

R: Sí, me divorcié de ella.

P: Y ¿qué era lo que hacía cuando estaba acá?, ¿a qué se dedicaba?

R: Sábado y domingo ella estaba aquí, haciendo comida o lo que sea, lavando en la, pues en la lavadora, lo que hace una mujer ¿no?

P: ¿Qué es lo que hace una mujer?

R: Este, las tareas domésticas ¿no? Entonces ella se dedicaba aquí a la casa, sí.

P: A lo de la casa. Y ¿ella se hacía cargo también de darles de comer a sus hijos?

R: Sí, cuando hacía de comer. A veces no querían comer, se iban a alguna fiesta o algo.

P: Y entonces ya después cuando se divorcia, ¿quién asume las cosas de la casa?

R: Yo (59 años, sector medio).

Es interesante observar entre nuestros entrevistados que, a pesar de la dominancia de sus percepciones sobre las mujeres y su mayor capacidad para hacerse cargo de los hijos, definidas por el género, terminan criando y cuidando a sus hijos porque consideran que las madres de sus hijos en particular carecían de la capacidad para hacerlo. De hecho, algunos de ellos reprochan a sus exparejas esta aparente ausencia de instinto materno, así como la falta de dedicación femenina al cien por ciento a los hijos.

En este sentido destaca el hecho de que los padres jóvenes se caracterizaron por haber sido muy participativos en el cuidado y crianza de sus hijos, e incluso en las tareas domésticas, aun antes de la separación de sus cónyuges. De hecho, ellos señalaron que su colaboración en estas labores era significativamente mayor que la de las madres de sus hijos. De ahí que muchos de los hijos hayan preferido quedarse con el padre antes que con la madre cuando se separaron. Esta situación expresa un claro contraste entre la percepción de los entrevistados sobre las madres como incondicionalmente dedicadas a sus hijos y con mayor capacidad para hacerse cargo de ellos, y sus propias experiencias, puesto que, al parecer, las madres de sus hijos rompieron con algunos roles y estereotipos tradicionales sobre las formas de ser mujer y madre al dejar a los padres el cuidado de los hijos:

Y él [su hijo] hace, y él como que ha sabido; por ejemplo, nunca ha llorado por la falta de mamá, no porque no la quiera, porque la quiere mucho y ella también lo quiere muchísimo, porque creo que siempre como le hablaba por teléfono y le decía: "Mi amor, tienes que mudarte conmigo", y como que es muy consciente de lo que está pasando.

P: Pero, entonces ¿el niño tiene contacto con su mamá?

R: Ah, sí, claro, ahorita es como dos o tres veces por semana, porque ha habido problemas de comunicación y luego ella se desespera.

P: ¿Pero se hablan por teléfono?

R: Sí, sí, pero le habla cinco minutos y ya se cansa (37 años, sector medio).

En los hogares de los padres de mayor edad, independientemente del sector social de pertenencia, las madres se encargaban por completo de las labores domésticas, así como del cuidado y la crianza de los hijos antes de que se separaran de sus maridos. Por ello no es extraño encontrar entre estos varones la expresión de opiniones y valoraciones sobre las mujeres ampliamente influidas por las construcciones de género. Para ellos, las mujeres una vez que se casan tienen que abandonar sus actividades fuera del hogar para no descuidar a sus hijos:

No, mira, mi mujer trabajaba cuando nos íbamos a casar, pero como todas las, bueno, ahorita ya las cosas, ya han cambiado mucho, y le dije: "Mira, por mí no hay bronca, si quieres seguir trabajando en lo que quieras". Ella era... ella se recibió de secretaria ejecutiva bilingüe... se juntó con unos amigos y empezaron, se metieron de trabajadoras de crédito. Entonces le dije: "Mira, si quieres seguir trabajando, yo no tengo inconveniente, pero eso sí, el día en que tengamos familia, pues ora si, haz mutis y te dedicas a tu familia". Obviamente, como toda mujer conchuda dijo: "No te preocupes, me salgo de trabajar", y dije: "Ok." Y entonces cuando nos casamos obviamente dejó de trabajar y yo la mantenía, punto (54 años, sector medio).

En cambio, las esposas de los padres más jóvenes conservaron sus actividades fuera del hogar aún después de casarse y de tener a los hijos, ya sea estudiando o trabajando de manera remunerada. Hay que señalar, sin embargo, que aunque ellas trabajaban, no se les descargó del trabajo doméstico ni del cuidado de los hijos, por lo que casi siempre tuvieron que cumplir con una doble jornada de trabajo.

 

Estrategias de los padres solteros

Al indagar sobre la ruptura de los padres entrevistados con sus parejas y de la forma como tomaron la decisión de hacerse cargo de sus hijos, encontramos diversos procesos. En algunos casos los padres no tuvieron otra alternativa y se hicieron cargo al quedarse viudos o ser abandonados por la madre de sus hijos. En otros más, los varones decidieron hacerse cargo de sus hijos al considerar que las madres tenían precarias condiciones de salud, de vivienda o económicas. Destaca un evento en el que el padre decidió quedarse con sus hijos como una forma de venganza porque su esposa le había sido infiel.

Detectamos en la generalidad de los entrevistados que sus percepciones como varones se mantienen apegadas a los roles y estereotipos tradicionales de género, al considerar que su papel como padres está definido por su obligación como proveedores de recursos materiales y económicos de sus hijos antes que por su participación en su cuidado y crianza:

Y el papá no, no se acerca tanto [a los hijos]. Él hace su dinero, lo acumula. Los carros que tiene, lo comercial, lo que tiene, el coche, lo que le da uno a los chamacos [...] pero la mamá es otra cosa (59 años, sector medio).

Por ejemplo, cuando, cuando nació mi hija yo tenía dos trabajos, aquí estaba de medio tiempo, entraba a las tres de la tarde y salía a las once y media. Y aparte yo tenía otro trabajo que entraba a las siete de la mañana y salía a las doce y media, entonces era así, hasta caminando me iba durmiendo ¿no? [...] Trabajando, estudiando y lo primero que yo dije: "No, ni madres, yo me tengo que comprar una casa". Entonces, ya fue conforme he estado macheteándole para orita ya saqué la casa gracias a dios, por el Infonavit, pero pues yo pensaba que ¡ay la casa! No, pero hay que pagarla (24 años, sector medio).

A pesar de esta generalizada percepción sobre las responsabilidades paternas, la investigación alcanzó a detectar algunas diferencias en las prácticas de los padres solteros entrevistados de acuerdo con su edad. Mientras los mayores de sectores medios y algunos maduros de sectores populares, es decir, los de mayor edad, cumplen exclusivamente con el rol de proveedores, los más jóvenes de ambos sectores sociales han ampliado significativamente su papel como padres, aportando la manutención de sus hogares y participando activamente no sólo en el cuidando y la crianza de sus hijos, sino también haciéndose cargo de buena parte del trabajo doméstico.

Destaca un hallazgo fundamental de esta investigación, y es la existencia de redes sociales de apoyo como condicionante del nivel de participación de los padres solteros en los cuidados de sus hijos y de sus hogares. Las redes de apoyo a las que los padres solteros recurren son predominantemente femeninas, y están conformadas por sus propias madres y hermanas, quienes terminan haciéndose cargo de las responsabilidades domésticas y del cuidado de los hijos. En la conformación de estas estructuras de apoyo es fundamental el nivel de cohesión existente en las familias de origen de los padres solteros. Aquellos padres que cuentan con amplias redes de solidaridad y apoyo femeninas participan muy poco, tanto en el cuidado de sus hijos como en las tareas domésticas:

Sí, mi hermana los bañaba. Mi hermana y mi mamá los cambiaban o viceversa.

P: ¿Quién les preparaba la comida?

R: Ellas, ellas.

P: ¿Y quién los llevaba a la escuela y les lavaba la ropa?

R: Ellas. Por encima mi hermana, mi mamá también, igual, pero más mi hermana.

P: ¿Quién los recogía de la escuela?

R: Ellas, también (38 años, sector popular).

Los padres que no logran conformar estos vínculos solidarios y de apoyo se caracterizan por responsabilizarse de las labores del hogar, así como de la crianza y el cuidado de sus descendientes, independientemente del sector social al que pertenecen, de la edad de sus hijos o del tiempo que se han hecho cargo de ellos.

Otro aspecto que esta investigación logró detectar se refiere a los matices en el nivel de cercanía y en la forma de educar a los hijos al considerar la edad de los padres solteros. Los padres de mayor edad, de ambos sectores sociales, aun quedando a cargo de sus hijos, mantienen muy poca cercanía afectiva con sus descendientes, conociéndolos poco y tendiendo a ser más rígidos y autoritarios, utilizando con frecuencia la violencia como forma disciplinaria con los menores. Estos padres señalan que cuando sus hijos se portan mal, los castigan pegándoles o gritándoles.

Los padres solteros maduros, en cambio, buscan establecer relaciones menos autoritarias y violentas, así como de mayor cercanía con sus hijos, conociendo y estando pendientes de sus necesidades afectivas y escolares. Sin embargo, esta mayor vinculación y mejor conocimiento de sus pequeños se da solamente cuando empiezan a hacerse cargo de ellos en ausencia de la cónyuge.

Destacan los padres más jóvenes, quienes habían logrado establecer una estrecha relación con sus hijos desde antes de que se separaran de sus esposas. Estos padres ya tenían prácticas menos autoritarias y violentas, y más conciliatorias para modificar los comportamientos inadecuados de sus hijos. Este hallazgo confirma lo señalado por la investigación precedente sobre el mayor interés por parte de las nuevas generaciones de padres por involucrarse más cercana y afectivamente con los hijos:

P: ¿Cómo te llevas con tu hijo?

R: Desde que estaba en el vientre yo le he hablado mucho, todos los días le hablaba, absolutamente todos los días, no había día que... sí le hablaba, hasta que me lo traje y bien. Siempre procuro hablar con él, si hay un momento... Entonces siempre he procurado hablarle, me gusta decirle que... le hablo mucho y lo acaricio y le doy besitos, le digo que somos mejores amigos, que yo soy su mejor amigo.

P: Y por ejemplo, cuando se porta mal ¿qué haces con él?

R: Ya llego y me siento y le hablo: "No, si van a ser así las cosas, no te dejo ir, mejor cortamos ahí y ya". Casi siempre procuro hablar con él, pero... bueno, a veces lo regaño por fuerza. por otras cosas. A veces no quiere hablar con la mamá, entonces me hace sentir mal, porque no quiero que ella piense que la traemos contra ella. Por eso le digo: "No, tú tienes que hablar con tu mamá y ya" [...] Pues nomás porque es rebelde, pero no, nada más por eso lo regaño.

P: Y ¿cuáles son los castigos que recibe?

R: Juguetes, le quito juguetes, a veces la ida con el amigo o la ida con el primo (37 años, sector medio).

En esta investigación también indagamos sobre la existencia de estigmas y dilemas en torno a la experiencia de los padres solteros. Las entrevistas revelaron que los estereotipos de género relacionados con la maternidad permanecen casi intactos puesto que cuando las madres renuncian a la responsabilidad de hacerse cargo de sus hijos por problemas de salud, económicos, por estar estudiando o trabajando, o por una nueva relación amorosa, son severamente descalificadas por su propia familia, por la familia del esposo y por los propios varones. No se acepta que las madres tengan otras prioridades antes que sus hijos, es decir, antes que su papel como madres. En cambio, si bien los padres solteros enfrentan algunas dificultades para combinar su vida laboral con la vida familiar, no suelen ser cuestionados sobre su capacidad para hacerse cargo de sus hijos, antes bien, terminan siendo más valorados y reconocidos por familiares, amigos y aun por algunas personas allegadas a la madre de sus hijos. Esta situación contrasta claramente con el estigma y la descalificación que frecuentemente sufren las madres solteras:

P: ¿Qué opinan tus papás acerca de que seas padre soltero?

R: Me presumen con mis tías. "¡Ay mira! se hace cargo de su hija" [...] "¿Oye y la mamá?" [...] "Hay no sé pero mira a..." Hacen ese tipo de comentarios y de cierta manera me gusta, porque siento, no me lo han dicho, pero yo siento que ellos se sienten orgullosos de lo que estoy haciendo. Bueno, y no de lo que estoy haciendo porque al fin y al cabo lo tengo que hacer, sino de que no me he rajado (24 años, sector medio).

 

La organización de la vida familiar y laboral

Una parte de la investigación se centró en el estudio de las posibles modificaciones en las actitudes y prácticas paternas respecto a las labores del hogar y al cuidado y la crianza de sus hijos una vez que se separan de la cónyuge y se hacen cargo de sus hijos.

El análisis de los testimonios de los entrevistados nos permitió detectar que para los padres de mayor edad la separación de la esposa y la decisión de encargarse de los hijos no implicó que aumentaran su nivel de participación en el trabajo doméstico, más bien propició que recurrieran a sus redes de apoyo femeninas para la realización de este trabajo. Esta actitud de rechazo a colaborar en este tipo de tareas ya era característica de estos varones aún antes de haberse separado de sus cónyuges.

Observamos, en cambio, entre los padres jóvenes y maduros de ambos sectores sociales una mayor disposición para realizar las labores domésticas en el hogar una vez que se separan de sus parejas:

No, no, era, o sea, ellos [sus hijos] no podían cocinar, o sea, que yo tenía que cocinar. Entonces yo cocino y ellos tenían, uno, que poner la mesa y, otro, que lavar... Entonces así era como nos acomodábamos ¿no? Entonces, en lo que yo cocinaba, uno ponía la mesa, el otro le tocaba lavar trastes. Así fue toda mi vida, porque estaban chicos [...] mi deber era tenerles el uniforme listo, en cuestión de que, los domingos se plancha, se planchaba [.] y ellos tenían que tener su uniforme limpio y la maleta puesta en la noche. Entonces, en sí ése era el día normal de, de casa.

P: Y por ejemplo, lavar la ropa, ¿quién lo hacía?

R: Yo, o sea, te tienes que dar mañas [para] solventarte el problema, el que yo tuviera a mis hijos fue difícil porque tenía que hacer todo eso, lavar, planchar, tener la casa [.]

P: ¿Quién limpiaba la casa?

R: Los tres, o sea, los tres [él y sus hijos]. Un día le tocaba, bueno, un fin de semana le tocaba a uno lavar el baño, aunque fueran chicos, lo tenían que hacer, el barrer y trapear era problemático, pero se hacía. Lavar, lavábamos nosotros, o sea, yo ya aprendí a que tienes que tener el microondas, lavadora, estufa, todo, y todo lo hacen, nada de que, este, se va a hacer solo. Ellos [sus hijos], ellos ya lo hacen ahorita ¿no?, pero en ese momento era, toda la ropa sucia iba a la lavadora y el fin de semana era separar blanca de color y se lavaba. Entonces nos acoplamos [.] ahorita sigue siendo así, yo cocino, ellos lavan. Ellos lavan trastes, ellos ponen la mesa, o sea, son normas que se han ido haciendo y que se mantienen, sí, entonces, se compró lavadora porque no, no había lavadora, pero la solventamos, solventamos la situación (45 años, sector medio).

Sin embargo, es importante hacer notar que es solamente ante la ausencia de la madre de sus hijos que los padres maduros de sectores populares modificaron su actitud respecto al trabajo doméstico y se hicieron cargo de buena parte del mismo:

Cuando estaba ella [su exesposa] conmigo, pus fíjate que aquí es lo malo como te comentaba ¿no?, que pus todo se le cargaba a ella realmente. Yo nada más me dedicaba a trabajar, a trabajar y ella era la que llevaba la, la batuta de todo.

P: ¿Ella qué hacía?

R: Todo el quehacer, lavaba, hacía la comida, iba por la hija y alcanzó ir un año por el hijo. O sea, lo que realmente ella, este, hacía todo lo de ¿cómo se llama? Pus lo del hogar, ella estaba al frente del hogar realmente.

P: ¿Entonces hay un cambio cuando ella se fue?

R: Bastante (41 años, sector popular).

Contrasta con esta actitud, aquella mostrada por los padres maduros de sectores medios, y sobre todo de los más jóvenes de ambos sectores sociales, quienes señalaron que su participación en estas labores ya era significativa cuando vivían con su cónyuge, por lo que no es extraño para ellos hacerse cargo de las mismas ahora que se han hecho cargo de sus hijos.

A mi me tocaba lavar la ropa, a mi me tocaba esto, ¿por qué?, pus porque ella trabajaba. Yo salía a descanso, tal día también descansaba, total que. empezamos bien. Empezamos bien, hasta el punto en que yo terminaba haciéndome cargo de mi hija completamente y de las labores del hogar (24 años, sector medio).

Cabe señalar que los padres solteros que ahora realizan el trabajo doméstico en sus hogares lo valoran sólo hasta que ellos se empiezan a hacer cargo del mismo, porque se dan cuenta del tiempo y esfuerzo que implican estas tareas:

Sí, la comida, ya aprendí, aprendí. Fue muy difícil porque nunca... Bueno, sí había visto la cocina, ya la había visto, pero nunca me... Se veía fácil, pero no.

P: ¿Y cuándo aprendió a cocinar?

R: Pus fíjate que este, cuando yo y ella [su exesposa] hablamos. Pus luego, luego, al otro día o el mismo día creo [se ríe] Yo, en lo que me acomodaba dejé de trabajar en lo que aprendía, porque sí fue muy. se ve fácil, ¿eh? Pero no, el trabajo de una mujer, híjole, es respetable, es mucho, la verdad. Yo respeto mucho su labor ante un hogar. Entonces en lo que yo me adapté, llevaba a los niños, me chillaban, no me chillaban y que órale a las juntas y todo ese rollo (41 años, sector popular).

Al iniciar la investigación pensábamos que en los hogares encabezados por padres solteros habría una mayor participación de todos los miembros de la familia en la realización de las labores domésticas y que habría un interés por parte de los padres de enseñar a sus hijos e hijas a involucrarse en este trabajo por igual. Sin embargo, nos percatamos de que la distribución de estas tareas sigue dependiendo del sexo de los hijos. Es decir, cuando los hijos son sólo varones se observa una distribución más equitativa entre el padre y los hijos. En cambio, cuando los hogares están conformados por hijos e hijas, la responsabilidad del trabajo doméstico recae fundamentalmente en el padre y las hijas, en tanto que los hijos varones participan muy poco. Lo anterior sugiere que los hogares de padres solteros, lejos de romper con la división sexual del trabajo familiar, terminan reproduciendo la desigualdad de género cuando hay presencia de mujeres:

M'hijo es huevonazo, para qué te miento, es huevonazo este chavo. Sí nos ayuda, pero muy poco ¿no? Mi hija tiene su cuarto... Ella se encarga realmente en sábados y domingos de su cuarto. Nosotros tenemos el de nosotros y yo hago el mío, porque este chavo luego no le entra, luego sí. Y la cocina nos la repartimos entre mi hija y yo. Luego ella trapea, yo lavo los trastes, luego yo trapeo y ella lava los trastes. Bueno, de todo ¿eh? Es lo que, nos lo repartimos entre. realmente ella es la que ahorita me ayuda [en la casa] más, más y es realmente lo que hacemos (41 años, sector popular).

Por lo que se refiere a la participación paterna en el cuidado y la crianza de sus hijos, notamos nuevamente que son los padres de mayor edad, además de un padre maduro de sector popular, quienes se caracterizan por tener un nivel de participación en la crianza de sus hijos realmente mínimo en su cuidado. Es decir, estos padres se preocupan por formarlos y educarlos, pero no por alimentarlos, bañarlos o llevarlos a la escuela. De estas tareas se ocupan las mujeres involucradas en las redes de apoyo a las que estos padres recurren. Es conveniente señalar que entre estos padres fue común el señalamiento de que tuvieron que hacerse cargo de sus hijos por que no tuvieron otra alternativa, situación que muy probablemente se asocie a este mínimo involucramiento en los cuidados que sus hijos requieren y a la distancia emocional que establecen con ellos. Sus testimonios indicaron que casi no comparten actividades con sus hijos en su tiempo libre, por lo que sus hijos realizan actividades de esparcimiento con amigos de su misma edad.

El caso del padre maduro de sector popular, asociado a este grupo de padres, llama la atención porque aunque él decidió quedarse de manera arbitraria con sus hijos desde que eran muy pequeños, hace 13 años, ello no propició una modificación y ampliación de sus funciones paternas. Este padre recurrió desde el principio a su madre y a su hermana para que se hicieran cargo de los cuidados de sus hijos, mientras él ha tenido poco contacto con ellos.

Contrasta, en cambio, la actitud mostrada por los otros padres maduros y los jóvenes, de ambos sectores sociales, quienes en la práctica modifican de manera significativa los roles y estereotipos asociados a las formas de ser padre, al mostrar un alto nivel de participación tanto en los cuidados como en la crianza de sus hijos, y al procurar pasar más tiempo con ellos e involucrarse en sus actividades de esparcimiento. La investigación encontró que, en particular, los padres jóvenes ya tenían una relación muy cercana con sus hijos y una participación muy activa en sus cuidados y formación desde antes que se separaran de sus esposas y se hicieran cargo de los hijos:

Yo le daba de comer, le daba este. Ella [su expareja] lo bañaba al principio. Lo bañaba. De repente, si tenía que comer otra vez, ya le daba su papilla y, pues, en la noche, chiquitito, pues ya casi no daba lata, y nada más le daba de cenar como a las nueve de la noche.

P: ¿Quiénes hacían la tarea?

R: Él [refiriéndose a su hijo] y yo. Hacíamos la tarea ¿qué más?, o jugar un rato, pero eso de jugar un rato por lo regular era en los días que yo descansaba, porque el mismo día pues si estaba medio dañado por, por estar trabajando. Al otro día, pues ya me levantaba bien, dormía mis ocho horas y ya nos salíamos enfrente. Teníamos un parque, pues ya nos salíamos allá. Y al otro día también. Ya nada más de regreso, pues este, en la tardecita dormía un rato y ya para prepararme para irme a trabajar.

P: En esa época ¿quién bañaba a su hijo?

R: Yo.

P: Y ¿quién lo vestía?

R: Yo.

P: ¿Le preparaba la comida?

R: De hecho, hubo un tiempo en que estaba haciendo la comida yo. Pero ¡no! también quita mucho tiempo.

P: O sea que, prácticamente, cuando vivías con tu expareja, ¿te hacías cargo de bañarlo, de vestirlo, y de todo?

R: Casi un setenta por ciento. Sí, de hecho, siempre está bañado, pero bueno, ya después de este, chiquitito, como hasta los dos años y medio. Ya después de todo ese tiempo pues ya se estuvo bañando conmigo. Inclusive cuando era chiquito, luego, cuando me metía a bañar, ya cuando le toca a ella, pues ya, en la regadera, pues ya. Sí, y vestirlo, peinarlo (29 años, sector popular).

Al indagar sobre las dificultades que los padres enfrentaron al hacerse cargo de sus hijos, notamos que al principio fue muy difícil para ellos aprender a combinar el cuidado de sus hijos con su vida laboral. Tuvieron que negociar permisos y facilidades para ausentarse cuando sus hijos requerían su presencia. Es importante señalar que aunque otros hombres no forman parte de sus redes sociales de apoyo familiares o vecinales para cuidar y criar a sus hijos, sus jefes o supervisores de trabajo varones muestran una clara simpatía por estos padres que se hacen cargo de sus hijos, por lo que les otorgan permisos para ausentarse cuando es necesario.

Por otro lado, cuando estudiamos las actitudes masculinas respecto a las aportaciones femeninas al gasto familiar una vez que estos varones se separan de sus cónyuges y se quedan a cargo de sus hijos, detectamos un claro y generalizado rechazo de los padres solteros a aceptar cualquier aporte económico de sus exesposas para la manutención de los hijos. Los padres solteros entrevistados consideran que no necesitan de esa ayuda porque pueden hacerse cargo de todos los gastos. Esta actitud se asocia claramente con el señalamiento, que habíamos hecho antes, sobre las fuertes resistencias a flexibilizar o a renunciar a su papel como proveedores de sus hogares:

P: ¿Y ella [su exesposa] aporta algo para la manutención de sus hijos?

R: No, no. Ella decía que si ella me los daba ella tenía que aportar algo, y yo dije: "Te firmo lo que quieras pero no: dame a mis hijos. No tienes que dar un quinto más que lo que tú les quieras dar a ellos".

P: ¿Por qué?

R: No, no, no, no. Nos educaron a la antigua todavía, de que tenemos que responder por nuestra familia. Entonces yo creo que para mí hubiera sido incómodo recibir algo de ella. Si... si ella se la daba a mis hijos, o sea, que les comprara un pantalón, ¡qué bueno!, ¿no? Pero así, decir "ahí te va la pensión de los muchachos" No, no me hubiera sentido bien. Entonces, cuando fue la situación de que ya me daba a los muchachos, digo, ella ahí delante de los hermanos y eso decía: "Es que te voy a, te voy a tener que dar", no, o sea, su preocupación era el que me iba a tener que dar dinero para mis hijos. Digo: "No te exijo, no te pido nada, tú dame a mis hijos, no hay ningún problema". Y hasta la fecha, o sea, nunca ha sido problema eso ¿no? (45 años, sector medio).

Conviene señalar que al analizar la actividad y participación económica en los hogares antes y después de que los padres quedaran a cargo de sus hijos al separarse de sus cónyuges, nos percatamos de que las esposas de los mayores y los maduros de sector popular no habían participado en el trabajo asalariado hasta que se separaron. En tanto que las cónyuges de los padres jóvenes y maduros de sectores medios sí contribuían al gasto familiar y contaban con un trabajo remunerado cuando estaban unidas:

P: ¿Su primera esposa también trabajaba?

R: No, no, ella se dedicaba al hogar y a cuidar a los hijos (59 años, sector medio).

Yo iba siempre por, por ella [su exesposa] a su casa para irnos al trabajo, para venirnos para acá por donde yo trabajaba [...] Ella trabajaba sábados y domingos. Entonces, pues los sábados y domingos yo descansaba (24 años, sector medio).

A pesar de las resistencias mostradas por los padres solteros a aceptar la ayuda económica de sus exparejas, pudimos observar que en circunstancias verdaderamente difíciles esta actitud puede modificarse temporalmente cuando los padres solteros no tienen otra alternativa. Destaca el caso de un padre maduro de sector popular que al no poder combinar su vida laboral con la responsabilidad de hacerse cargo de sus hijos, tuvo que pedir ayuda a su exesposa, quien se hizo cargo de los gastos del hogar y la manutención de sus hijos durante los primeros seis meses después de la separación. Una vez que este padre logra combinar el trabajo extradoméstico con el cuidado de sus hijos, ya no acepta la ayuda económica de su expareja:

Mira, yo trabajé en el Tec, entonces yo no podía, este, ¿cómo se llama?, estar mucho con ellos [con sus hijos]. Trabajé un ratito, como una semana, porque era muy difícil, se me había descuadrado todo, todo, todo y ahí estaba todo y teníamos que cuadrar otra vez. Entonces yo hablo con ella [su expareja] y le digo que me apoye ¿no?, me dice, "¿Cómo?", "Pus ponte a trabajar", ¿no? Entonces entra a laborar y la que lleva la casa es ella, porque yo no, no. P: ¿Cómo que la que lleva la casa era ella?

R: Sí, los gastos, los gastos [.] entonces estamos, ya no me acuerdo, seis meses. Yo me comencé a aburrir [.] Yo a ella no le daba molestias, porque entonces ella era la que monetariamente apoyaba, entonces si le daba más molestias, ya como que no. Entonces a los seis meses salí así, dije: "Voy a ir a conseguir trabajo, a ver en la noche, a donde sea", pero yo... también para... pus ya no quería que ella me ayudara. Yo ya no quería, realmente.

P: ¿Por qué?

R: Porque pus ella, fíjate, ganaba poco, entonces como que yo sentía un abuso que me estuviera dando ¿no? y pus yo decía: "Pus bueno, pus más o menos joven, pus yo puedo ¿no? Yo puedo, yo puedo hacer también". Encontré a unos amigos que ya tenía tiempo que no los veía, ellos se dedican al comercio ambulante . Comienzo a vender y comienzo a ganar bien... en ese entonces ya comienzo a ver. Yo hablo con ella ¿no? Le digo: "Ora sí, gracias" ¿no? Entonces, "ya, mira, me puedo sostener", Insiste y dice que no, que le quiere dar a sus hijos. Le digo: "Pus ya mejor no me los des a mí y mejor, este... ven por ellos y cómprales o llévatelos a comer." Y así estuvimos.

P: ¿Actualmente les da ella algo para sus hijos, lo apoya?

R: No, ya tiene a su pareja. Entonces yo hablé con ella y le dije —y pus creo que le gustó ¿no?— que yo realmente pus orita yo podía con ellos, que ahorita no había la necesidad de que ella me apoyara, que ella me había apoyado, que pus ora, realmente. porque ella todavía trabaja, trabaja y no gana mucho, pero trabaja. Entonces le dije, pus "Ya, yo me hago cargo", pero sí ¿eh? A la niña, en ropa o lo que le piden se los da, se los da, se lo compra. En los cumpleaños les manda sus regalos, o a veces les hace fiesta, o sea, ese lado sí, sí, sí les... cuando ellos tienen la necesidad se los da (41 años, sector popular).

 

Hijos e hijas, relaciones diferenciadas

Finalmente, en este apartado analizamos la importancia otorgada a tener hijos varones y a la preferencia por relacionarse con ellos antes que con las hijas. Al respecto, los padres solteros entrevistados en general señalaron que no había sido relevante tener hijos o hijas, ya que los habían deseado por igual. Solamente encontramos un par de padres —uno mayor de sector medio y un maduro de sector popular— que mencionaron que habían deseado tener hijos varones porque querían perpetuar su nombre y apellido:

P: ¿Te gustó que fuera hombre tu primer hijo?

R: Sí, sí, totalmente [.] porque a veces uno [.] mi padre, mi padre falleció cuando yo tenía dieciséis años. Como que me faltó como padre, que me refleje como hijo, como hombre. Como que dije [...] mi hijo. Y aparte pus por ser primogénito se perpetúa el nombre.

P: ¿Por qué?

R: Tal vez por machismo, tal vez por machista, por decir: "Mira, es hombre". ¿No?, a veces [...] Un sentimiento, sí un sentimiento bonito de paz, de hombre, de que tu hijo es varón. O sea qué padre (38 años, sector social popular).

Al iniciar la investigación pensábamos que al quedar a cargo de sus hijos, los padres solteros cambiarían sus valoraciones sobre los roles y estereotipos tradicionales de género, y que esta modificación sería visible en una educación equitativa para sus hijos e hijas. Sin embargo, las entrevistas sugieren que no hay grandes transformaciones en este sentido, ya que sin importar la edad o el sector social, los padres solteros entrevistados identifican necesidades distintas para sus hijos e hijas, a partir de las cuales los educan y forman de manera diferenciada. Algunos de ellos mostraron su preocupación cuando sus hijos e hijas no cumplen con las normas de género dominantes. Destaca el caso de un padre joven de sector medio, quien se encuentra angustiado porque considera que debido a que su hija vive con él, ha adquirido características como la brusquedad o tosquedad que, en su opinión, no son propias de una mujer:

[...] pues obviamente los hombres somos más toscos y lo que yo no quiero es que mi hija sea así como que tan tosca. Eso me está costando trabajo [educarla], porque sí es media llevada [...] Entonces, pus no la quiero hacer así como que tan hosca, tan tosca (24 años, sector medio).

Son los juegos y los temas de conversación entre padres e hijos, en donde son más notorias las formas diferenciales de relacionarse y educar a los hijos de acuerdo con su sexo. Cuando las hijas son pequeñas se les permite jugar a las luchas, pero como es considerado un juego masculino, una vez que ellas crecen y son identificadas como mujeres, a quienes se asocia a características como debilidad o fragilidad, no se les permite participar más en estas actividades:

P: ¿Hay algo que le guste más platicar, por ejemplo, con su hijo de una cosa y con su hija de otra?

R: Con el niño, porque, mira, bueno, con los dos. Con el niño platico más porque soy... yo soy un poquito más grosero. Y luego con el niño se presta un poquito más a esa plática ¿no?, o nos llevamos más pesado yo y él ¿no?, luego m'ijo que es re pesado también. Y con la niña no, es... cuando ella estaba un poquito más chica pus sí teníamos. peleábamos, todavía me llevaba un poquito más pesadito con ella, antes jugábamos. antes a las luchas con ella y todo, ahora ya como es una señorita de diecisiete años.

P: Pero entonces ¿usted cree que hay diferencias en la forma en la que se relaciona con ellos?

R: Sí, sí es muy... más pesado, o sea, más pesadín. Como está chico y este cuate le gusta más la lucha. Pus luego se pone su máscara y tengo que estar luchando con él. Le hago sus quebradoras y todo, luego se me sale ahí una palabrita, por la emoción ¿no?, pus ya. Ya es a lo que yo me refiero. Y con m'ija sí luchaba ¿no?, y ahora no, lo que... incluso yo con ella cuando estaba ella más chica pus la cargaba, la volteaba, la pateaba y pus ora ya no, ya no aguanta m'ija. Y pus te digo, por eso es la, un poquito más la diferencia que me cargo más al niño porque es más, o sea, el chico, porque tienen diez años, pues es más pesado con él (41 años, sector popular).

Lo anterior sugiere que aunque los padres solteros se hagan cargo de sus hijos e hijas, convivan más tiempo con ellos y participen en su crianza y cuidados de manera más activa, eso no basta para modificar sus construcciones valorativas en torno al género. En los hogares de los padres solteros siguen prevaleciendo las diferencias genéricas en torno a la masculinidad y feminidad de los hijos e hijas.

 

Consideraciones finales

Para llevar a cabo este estudio tomamos en cuenta el conjunto de transformaciones sociales, demográficas y económicas ocurridas en el país durante las recientes décadas, así como los avances alcanzados en la investigación sobre los cambios en la vida familiar y en el ejercicio de la paternidad. Nuestro interés se centró en la detección de posibles modificaciones en algunas dimensiones de la identidad y de las valoraciones masculinas relacionadas con las funciones paternas a partir de la experiencia de algunos varones, que por diversas razones se han separado de sus cónyuges y han quedado a cargo de sus hijos.

La investigación aportó elementos para considerar que a pesar de que los padres solteros han roto con algunos estereotipos de género al hacerse cargo de sus hijos, sus construcciones de género asociadas a las formas de ser varones y mujeres parecen ser más difíciles de trasformar que sus prácticas vinculadas a los cuidados de sus hijos. En efecto, los testimonios de los varones entrevistados manifiestan la permanencia de concepciones tradicionales sobre la maternidad y la paternidad, puesto que para ellos hay una clara asociación entre la identidad femenina y los cuidados de los hijos, y entre la identidad masculina y la manutención del hogar. La generalidad de estos padres considera que las mujeres son más aptas para hacerse cargo de los hijos y por ello la ausencia de las madres, en su opinión, tiene repercusiones negativas en la vida de sus hijos, porque ellos no pueden brindarles el mismo afecto que una madre. Sin embargo, a pesar de la existencia de estas concepciones, varios entrevistados terminan haciéndose cargo de sus hijos porque piensan que las madres de sus hijos no tienen la capacidad de hacerlo.

Entre los entrevistados es generalizada su identificación como varones y como padres a partir del cumplimiento del papel como proveedores de sus hogares, manifestando fuertes resistencias a modificarlo o flexibilizado. Esta resistencia se expresa de manera muy clara en el manifiesto rechazo a recibir aportaciones económicas de las madres de sus hijos para su manutención cuando ellos se quedan a su cargo.

Por lo que se refiere a las posibles modificaciones en las prácticas paternas una vez que se hacen cargo de sus hijos, notamos que los padres mayores, y uno maduro de sectores populares, es decir, los de mayor edad, cumplen exclusivamente con el rol de proveedores y formadores de sus hijos, participando exclusivamente en su crianza pero no en sus cuidados ni en las labores domésticas. Estos varones prefieren recurrir a sus redes familiares de apoyo, conformadas principalmente por mujeres, para la realización de estas actividades. Notamos que esta resistencia para expandir su papel como padres más allá de la proveeduría ya existía en sus hogares antes de quedarse solos con sus hijos, puesto que eran sus esposas quienes se encargaban por completo de las labores domésticas, así como del cuidado de los hijos. Estos padres se caracterizan por mantener una distancia emocional y física con sus hijos y por utilizar formas un tanto violentas para disciplinarlos.

Los padres más jóvenes de ambos sectores sociales, en cambio, han ampliado de manera significativa su papel como padres, aportando la manutención de sus hogares y participando activamente no sólo en el cuidando y la crianza de sus hijos, sino también haciéndose cargo de buena parte del trabajo doméstico. Se trata de padres muy cercanos a sus hijos, puesto que conocen sus necesidades y conversan con ellos para corregir sus comportamientos. Sin embargo, esta forma de paternidad tan participativa en la crianza y cuidado de sus hijos y en las labores de la casa, ya era característica de estos varones aun antes de la separación de su cónyuge.

Entre los padres maduros encontramos algunos cambios en sus actitudes y prácticas una vez que se hacen cargo de sus hijos al separarse de sus compañeras. Estos padres solteros señalaron que tuvieron que adaptarse a la nueva situación de sus hogares y hacerse cargo de gran parte del trabajo doméstico, así como de los cuidados que sus hijos requerían, actividades en las que eran muy poco colaboradores cuando convivían con sus esposas. Esta adaptación fue particularmente difícil para ellos porque no contaron con redes familiares de apoyo para auxiliarlos en estas labores. Además de estos cambios, también relataron que habían logrado estrechar el vínculo emocional con sus hijos, puesto que ahora los conocen más y están más tiempo con ellos conversando o jugando.

A pesar de estas modificaciones, queremos destacar que el apego que los entrevistados mostraron a las valoraciones tradicionales en torno a lo masculino y lo femenino se expresan también en la forma de educar a su descendencia, puesto que establecen claras diferencias entre sus hijas y sus hijos cuando se relacionan y conversan con ellos. Estas mismas construcciones de género prevalecen cuando se distribuye el trabajo doméstico entre los hijos, puesto que en los hogares donde hay hijos e hijas, son ellas y los padres solteros quienes llevan a cabo los quehaceres, dejando al margen de esta responsabilidad a los hijos varones.

En otro orden, nos interesa comentar que al indagar sobre los estigmas que pudieran recaer sobre los padres solteros entrevistados, de la misma forma en que las madres solteras los padecen, encontramos que lejos de ello, estos padres son admirados y altamente valorados por familiares, amigos y conocidos. Son las exparejas de estos varones quienes son criticadas y estigmatizadas por dejar el cuidado de los hijos en manos de los padres. De tal suerte que el estigma parece perseguir siempre a las mujeres, ya sea como madres solteras o como madres que dejan a sus hijos a cargo de quienes fueron sus esposos.

Podemos señalar finalmente que los hallazgos de esta investigación sugieren que las transformaciones en el ejercicio de la paternidad de los padres entrevistados se deben fundamentalmente a un cambio en las mentalidades de los padres, cambio que está influido por la generación a la que pertenecen, tal como lo ha señalado la literatura en la materia. Sin embargo, no podemos descartar los cambios operados en las percepciones y las prácticas de los varones maduros, quienes a partir de su condición de padres solteros se involucran de manera más activa en la crianza y cuidados de sus hijos, además de las labores domésticas de sus hogares. Finalmente, creemos que es necesario continuar estudiando en profundidad las experiencias de los padres solteros con investigaciones que consideren un mayor número y diversidad de casos.

 

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Notas

1 Familias compuestas por padrastros, madrastras, hijos e hijastros (Arriagada, 2005).

2 De acuerdo con cifras del Conapo (2006), existen en la actualidad aproximadamente 907 mil padres solteros al frente de sus hogares y del cuidado de sus hijos en la Ciudad de México.

3 Se sabe que estos hogares se han incrementado en los últimos años y que, del total de hogares familiares, han pasado de ser 14 por ciento en 1970, a 17.3 en 1990, 21 en 2000 y 23 por ciento en 2005 (Conapo, 2009).

4 En esta investigación entendemos como cuidado de los hijos aquel trabajo que consiste en bañarlos, vestirlos, alimentarlos, llevarlos a la escuela, jugar y realizar alguna actividad extraescolar con ellos. En cambio, la labor de crianza implica informar y formar a los hijos, además de fomentar en ellos ciertas actitudes, valores y conductas (Carrasquer et al., 1998).

5 Las entrevistas fueron realizadas en el periodo de julio a septiembre de 2008.

6 Ver anexo.

7 Fueron considerados como padres de sectores medios aquéllos que tenían en general un nivel educativo universitario, que trabajaban como profesionistas en actividades no manuales y que vivían en hogares en buenas condiciones. Los padres de sectores populares fueron considerados aquéllos que tenían escolaridad de nivel preparatoria o menor, que trabajaban como empleados en alguna empresa o en el gobierno y cuyos hogares tenían condiciones precarias y de hacinamiento.

 

Información sobre los autores:

Olga ROJAS. Licenciada en Sociología por la Universidad Autónoma Metropolitana, maestra en Demografía y doctora en Estudios de Población por El Colegio de México, institución donde labora como profesora–investigadora desde hace varios años. Ha sido profesora en diversas instituciones de educación superior como la Universidad Autónoma Metropolitana, El Colegio de la Frontera Norte y El Colegio de México. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores en el nivel II. Sus temas de interés en la investigación están relacionados con la familia, el género y la reproducción. Temas sobre los que ha publicado diversos artículos y capítulos de libro. Es autora del libro Paternidad y vida familiar en la ciudad de México, publicado recientemente por El Colegio de México.

Paulina MENA MÉNDEZ. Licenciada en Psicología por la Facultad de Psicología de la UNAM, maestra en Estudios de Género por El Colegio de México y estudiante del Doctorado en Antropología en el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) en la sede del DF. En 2004– 2005 cursó el Tercer Diplomado de Relaciones de Género en el PUEG, UNAM. Es coautora del trabajo La mujer y su salud: cánceres ginecológicos, presentado en el VI Encuentro Participación de la Mujer en la Ciencia en 2009. Actualmente es coordinadora de la Sección de Género del portal de noticias y centro de estudios Desde la Izquierda, Proyecto de calidad, financiado por la dirección de prerrogativas del Instituto Federal Electoral.

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