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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.4 no.32 Guadalajara jul./dic. 2010

 

La teoría

 

Las mujeres pobres y su dinero: entre la supervivencia cotidiana, la vida privada, las obligaciones familiares y las normas sociales*

 

Isabelle Guérin

 

Traducción de Moisés Svail

 

Doctora en economía. Investigadora del Instituto de Investigación para el Desarrollo de la Universidad de Provence (Francia), y Jefa del Programa de Investigación "Trabajo, Finanzas y Dinámica Social" del Instituto Francés de Pondicherry (India). Directora del Proyecto RUME. Correos electrónicos: isabelle.guerin48@wanadoo.fr, isabelle.guerin@ifpindia.org

 

Resumen

Este artículo examina la complejidad y diversidad de las prácticas y circuitos financieros informales de las mujeres a partir de datos recabados en encuestas llevadas a cabo en Senegal y en el sur de la India. Un análisis a nivel micro revela la sutileza y la complejidad de estas prácticas y circuitos. Aparte de sus limitaciones económicas, estas prácticas expresan, reproducen, actualizan y en ocasiones modifican el rango de relaciones personales y sociales en las que estas mujeres están insertadas. Nuestro análisis revela también el peso de las normas e instituciones contemporáneas para las mujeres de los dos grupos sociales estudiados, especialmente con respecto a las alianzas matrimoniales, derechos de propiedad y acceso al mercado de trabajo. Más aún, nuestro análisis hace énfasis en el proceso continuo de interpretación, ajuste y, en ocasiones, elusión de estas normas, y es precisamente esta incesante labor de adaptación la que explica la heterogeneidad de los arreglos y las trayectorias observadas.

Palabras clave: Dinero, deuda, ahorro, género, Senegal, India.

 

Abstract

This article examines the complexity and diversity of women's informal financial practices and circuits using data from surveys conducted in Senegal and South India. A micro level analysis reveals the subtlety and complexity of these practices and circuits: apart from economical constraints, these practices express, reproduce, update and sometimes modify the range of personal and social relations in which these women are embedded. Our analysis also reflects the burden of the current norms and institutions for women of the two social groups studied, particularly with respect to matrimonial alliances, property rights and access to the labour market. Moreover, our analysis highlights the ongoing process of interpretation, adjustment and, sometimes, circumvention of these norms, and it is precisely this incessant work of adaptation that explains the heterogeneity of the arrangements and trajectories that we observed.

Key words: Money, debt, saving, gender, Senegal, India.

 

Introducción

Tanto en los países del norte como en los del sur, los sistemas de administración intrafamiliar han sido objeto de estudio durante las últimas dos décadas. Economistas, sociólogos y antropólogos han estudiado la diversidad de los sistemas de administración y las prácticas financieras (que definimos aquí como quién gana el dinero, quién lo gasta y en qué fines, y quién lo controla). Entre otros temas (es difícil, por supuesto, encapsular la riqueza de todos estos trabajos), surgen dos cuestiones. La primera se relaciona con la administración misma, y tiene que ver con cómo se comparten y se centralizan los ingresos de los individuos, o por el contrario, cómo se administran separadamente. Este tipo de análisis ha mostrado que existe una diversidad de sistemas de administración, por ejemplo, el sistema de conjuntar los ingresos (pooling system), el sistema de mesada (allowance system), el sistema independiente, el sistema de repartición (doling out system), etcétera.1 La segunda cuestión tiene que ver con las implicaciones potenciales de estas prácticas para el bienestar familiar y el individual.

En cuanto al bienestar de las mujeres, uno de los hallazgos más persistentes son las impresionantes disparidades entre hombres y mujeres en términos de control y acceso al dinero. Como plantea correctamente Jan Pahl (1989), deben distinguirse con claridad tres componentes del flujo de ingresos dentro de los hogares: el acceso (quién gana, qué y cuánto), el control (quién decide asignar qué ingreso a cuál gasto) y finalmente los gastos (que sólo pueden ser una función ejecutiva). Más allá de la cuestión del control (cuyo resultado varía dependiendo del contexto sociocultural, el entorno social y la posición de las mujeres en el ciclo vital), los factores subjetivos de los ingresos femeninos parecen ser una realidad persistente. En muchos casos los ingresos de las mujeres son subestimados, y la idea de un salario elevado ha resultado notablemente persistente. En cuanto al bienestar de la familia, numerosos y muy diversos estudios (desde análisis econométricos a gran escala hasta enfoques mucho más cualitativos y antropológicos) han demostrado el uso genérico de los ingresos, su indispensabilidad y un cierto "altruismo femenino". Aunque las explicaciones de esto varían dependiendo de los autores y sus tendencias teóricas, los datos empíricos convergen en el punto de que las mujeres tienden a destinar una mayor proporción de sus ingresos a la subsistencia cotidiana de la familia.2

Al sacar a la luz la complejidad y diversidad de los acomodos familiares, estas investigaciones han producido avances innegables a nivel teórico (una mejor comprensión de la dinámica intrafamiliar, frecuentemente señalada como una "caja negra") y desde un punto de vista político (reflexionar acerca de cómo optimizar los ingresos de la familia o cómo acabar con la pobreza). Con apoyo en el conocimiento adquirido en las últimas décadas, el objetivo es analizar la complejidad y diversidad de las prácticas financieras intrafamiliares, favoreciendo una perspectiva doble: la de las mujeres pobres. En resumen, se mostrará cómo estas prácticas incorporan dos dimensiones: en primer lugar, la de la seguridad, o más simplemente: "llegar al fin de mes", y en segundo lugar, una dimensión emocional y afectiva vinculada con la naturaleza de las relaciones y las emociones intrafamiliares. Finalmente está la dimensión social, vinculada con las normas vigentes en el ámbito local. Las transacciones económicas intrafamiliares no se pueden confinar a los dominios materiales y en disputa, donde lo que está en juego se limita a cuestiones de control, propiedad y apropiación. Como ha demostrado notablemente Viviana Zelizer (1994; 2005), cuando lo económico se encuentra con la esfera privada no sólo se intercambian dinero, bienes o servicios, sino también sentimientos, emociones y estatus. Todos los miembros de una familia están involucrados en un proceso continuo e intensivo de negociación de sus respectivas relaciones y posiciones. Zelizer, sin embargo, afirma que independientemente de que sea una cuestión de distribución, consumo, producción o transferencia de bienes, cualquier intercambio económico es una oportunidad para organizar y reorganizar la naturaleza y la significación de estas relaciones, así como el lugar y el estatus de todos los implicados.

Sólo un análisis a nivel micro de las relaciones y experiencias de la vida real cotidiana puede sacar a la luz los elementos eminentemente sociales y afectivos de las transacciones monetarias y financieras, y cómo éstas le dan forma a las relaciones íntimas. Al mismo tiempo, el rol de cada individuo —y aquí estamos observando el rol de las mujeres— está parcialmente condicionado por un conjunto de instituciones que sirven para definir roles sociales (una combinación de legislaciones, normas y sistemas de representación), y los roles financieros no son una excepción (Fontaine, 2001, 2007; Lemire et al., 2001; Johnson, 2004). Como Laurence Fontaine enfatiza cuando analiza el papel de las mujeres en la Europa preindustrial, la capacidad de las mujeres de jugar con el tiempo y el dinero depende de equilibrios complejos que unen instituciones sociales, roles sociales, su construcción cultural y el poder que los rodea, y define el lugar de las mujeres y su acceso a recursos, ya sean éstos tierra, trabajo o capital (Fontaine, 2001; 2007).

Combinar estos dos niveles de observación parece especialmente productivo al reflexionar sobre la complejidad y diversidad de las prácticas monetarias y financieras de las mujeres pobres. El análisis a nivel micro busca demostrar cómo las transacciones monetarias y financieras se inscriben en todos los derechos y obligaciones que unen a los miembros de una familia, en tanto que el análisis a nivel macro muestra la influencia y el peso de las instituciones no sólo en términos de sus dinámicas sino también de su inercia. Ése es especialmente el caso de las alianzas matrimoniales, el acceso a los recursos y el empleo.

Este análisis del papel de las mujeres, realizado en contextos muy heterogéneos (el sur de la India y Senegal), muestra similitudes notables que justifican un análisis común. Las prácticas monetarias y financieras de estas mujeres indican una sorprendente complejidad y diversidad, incluso en contextos en los que se ha supuesto que están excluidas de la administración de las finanzas. La diversidad de actividades financieras incorpora prácticas de ahorro, solicitud de préstamos e intercambios, y en ocasiones fuentes de ingresos, e incluye también una diversidad de prácticas monetarias a través del etiquetamiento de fondos. Finalmente, pero no menos importante, se observa también una variedad de circuitos financieros dirigidos por mujeres. Las prácticas monetarias de estas mujeres revelan también la heterogeneidad de "mujer" como una categoría y de las posiciones que ellas ocupan dentro de un hogar, que varían dependiendo de su edad y la naturaleza de las relaciones sanguíneas y por matrimonio.

La primera parte de este artículo ofrece un marco de referencia para un acercamiento interpretativo socioeconómico, subrayando la variedad de motivos de la acción y la ambivalencia de las relaciones intrafamiliares y el dinero. La segunda parte ofrece dos estudios de caso que ilustran diferentes "modelos familiares". No se buscará proporcionar una comparación término a término, sino más bien demostrar puntos de convergencia, a pesar de las especificidades de cada caso.

El primer estudio de caso examina a pequeñas comerciantes al menudeo senegalesas del área de Thies. De hecho, Senegal puede ser considerado como un tipo ideal del modelo de "línea familiar" en el que las mujeres disfrutan de independencia financiera y libertad de movimiento relativas. El segundo caso tiene que ver con campesinas del sur de la India, que están fuertemente influidas por el modelo "conyugal", que las "condena", al menos en teoría, en un nivel muy alto de dependencia.

 

Conductas individuales, familia y dinero: tres dominios que reexaminar

Nuestra interpretación asume una concepción muy precisa de tres"objetos" que han sido especialmente mal manejados en las ciencias sociales: la conducta individual, las relaciones familiares y el dinero. En cada uno de estos casos, las ciencias sociales con frecuencia han tendido a adoptar puntos de vista dicotómicos: homo economicus contra homo sociologicus; la familia como un espacio armónico y cohesivo o, por el contrario, de dominación y explotación; el dinero como un instrumento técnico y neutral, o como un medio para la reproducción de las relaciones sociales. Un análisis de las prácticas cotidianas hace inevitable una ruptura definitiva con estas aproximaciones dicotómicas y normativas. Aquellas racionalidades "prácticas" que llegan a existir en el contexto de la acción cotidiana combinan interés personal, obligaciones, emociones y rutinas de varias maneras, de acuerdo con el contexto y ya sea en relación con hombres o con mujeres (Ferber y Nelson, 1993). Debido a esta pluralidad de motivos para la acción, no hay un "yo único" sino un "yo múltiple".3 De aquí que aunque cada situación incorpora motivos específicos para la acción, éstos no están restringidos a una circunstancia o categoría particular de personas (mujeres u hombres, por ejemplo). El "yo múltiple" es por lo tanto un "yo dividido", un "yo conflictivo".4 Ahora veremos con más detalle el tema de las relaciones familiares y las prácticas monetarias.

 

La familia: conflictos, cooperación, concesiones y resistencia

Tomando el acercamiento económico como opuesto al modelo neoclásico, que tiende a considerar a la familia como un lugar de armonía social y cohesión5 naturales, algunas tendencias feministas ven la familia como un espacio de opresión y dominación sistemáticas.6 Aquí, una vez más, el análisis de la "economía práctica" de la familia nos invita a considerarla más bien como un espacio de cooperación y conflicto permanentes, tanto desde un punto de vista materialista como desde un punto de vista simbólico.7

La familia es un espacio de cooperación en el sentido de que tiene que ver con recursos mutualistas, la construcción de una vida y de una descendencia comunes juntos, o incluso la preservación o el mantenimiento de un nombre, una reputación o una identidad ancestral. La familia es también un espacio en disputa, en el sentido de que existen cuestiones relacionadas con compartir recursos, evaluar la identidad propia de uno, afirmar los derechos de uno, mantener la autoestima de uno, etcétera. Sin embargo, esta tensión permanente entre el conflicto y la cooperación toma diversas formas y expresiones de acuerdo con el contexto y el tiempo en el que ocurren, el lugar de las mujeres y las funciones asumidas por la familia (reproducción/producción), y finalmente con el grado de "individualismo" y el valor que se les da a las nociones de libertad y autonomía individual. La literatura existente opone dos tipos ideales de "estructuras familiares" (Guyer y Peters, 1987; Kabeer, 1995). El primero, definido como "conyugal", está basado en los lazos del matrimonio y en la superposición de las funciones de producción, procreación, consumo y lugar de residencia, y se asocia frecuentemente con una movilidad geográfica reducida de las mujeres y una clara separación entre la esfera pública y la privada. La mayor parte de las responsabilidades financieras es de los hombres, ya que son considerados los principales sostenes y tienen a su cargo asegurar la protección de las mujeres y los hijos. Las mujeres tienen pocas o ninguna obligación financiera, pero gozan de una autonomía muy limitada. El segundo tipo de estructura tiene que ver con el modelo "segmentado-de línea familiar", basado en la dependencia, no los lazos conyugales, y en la separación de las funciones de producción, procreación, consumo y residencia. Va acompañado de una mayor movilidad de las mujeres y una delimitación mucho más estricta entre los espacios público y privado. Los hombres y las mujeres tienen acceso a recursos financieros separados (históricamente, a través de formas separadas de producción agrícola), cumplen responsabilidades financieras de manera igualitaria y tienen una mayor tendencia a mantener "billeteras separadas".

Éstos son solamente tipos ideales para propósitos heurísticos. Los modelos descritos son sólo normas de conducta. No obstante, mientras que la realidad muestra que existe un cierto grado de flexibilidad y grandes variaciones, las normas sociales que subyacen en ambos modelos exhiben a veces una notable resistencia al paso del tiempo, y de ahí el interés de tenerlas en tiempo, y de ahí el interés de tenerlas en mente para poder comprender algunos rasgos de comportamiento.8

Esta permanente tensión entre el conflicto y la cooperación se manifiesta primero como concesiones y negociaciones cuyos contenido y resultados dependen de los recursos sociales, económicos y políticos de los miembros de la familia. Éstos son derechos de propiedad (formales e informales), control sobre activos e ingresos, acceso a recursos comunes, redes sociales fuera de la esfera privada-doméstica, participación en algún tipo de acción colectiva (ayuda mutua, asociaciones, sindicatos, etcétera) y, finalmente, el apoyo externo del Estado u otra iniciativa (beneficencia, organizaciones no gubernamentales —ONG— u otras).9

Esta tensión entre el conflicto y la cooperación también se manifiesta como una resistencia10 material y simbólica, cuya naturaleza varía enormemente según el nivel de patriarcado y dependencia al que estén sujetas las mujeres. Entre más fuerte sea la dependencia de las mujeres, mayores serán los subterfugios que la resistencia puede tener, en ocasiones de manera indirecta y en otras más colectivamente (por ejemplo, las canciones populares). Sin embargo, a veces puede ser estrictamente individual y restringida, a instancias de astucia, sagacidad y varias formas de ser "traicionera". Como veremos más adelante, las prácticas monetarias y financieras ocultas son unos de los medios favoritos de resistencia y elusión.

 

Circuitos y prácticas monetarias y financieras dirigidas por mujeres: entre el manejo de la incertidumbre y las obligaciones sociales

Georg Simmel, y otros antes que él como Karl Marxy Max Weber, describieron convincentemente y con precisión cómo el uso del dinero, al medir todas las cosas con la misma medida, no sólo abole la jerarquía y los privilegios estatutarios, sino que disuelve los lazos sociales y funda una sociedad basada en los cálculos y la fría racionalidad. Sin embargo, a través del análisis de las prácticas monetarias, la concepción del dinero como impersonal y anónimo por naturaleza parece ser a fin de cuentas una ilusión. El aspecto funcional y el de seguridad del dinero son muy reales. Además de proporcionar la posibilidad de tener acceso a bienes y servicios, la posesión del dinero permite un tipo de relación con el tiempo: la predicción y la proyección al futuro son posibles a partir de este momento (Keynes, 1969: 295). No obstante, es esencial considerar la significación social y las implicaciones sociales del dinero. El capital, y especialmente el uso que se le da, es sobre todo una construcción social que se superpone a relaciones preexistentes de derechos y obligaciones, sobre los que puede tener un impacto pero no desmantelarlos.11 Volviendo a la postura de Viviana Zelizer (2005), estamos suponiendo que las transacciones y las prácticas monetarias y financieras están en el centro de la tensión permanente entre conflicto y cooperación que marca las relaciones familiares. Ya sea que se trate de la administración de los ingresos, el presupuesto o los activos, las formas de ahorro, los préstamos o incluso los regalos recíprocos, todas estas prácticas participan plenamente en el proceso permanente de redefinición y renegociación de las relaciones familiares y el posicionamiento de cada individuo (hombre o mujer).

Las prácticas y circuitos financieros son visiblemente diversos dentro de los grupos familiares, pero también en sus periferias, lo cual es a veces imperceptible para ellos (circuitos más o menos extendidos enlazan a los miembros de una línea matriarcal, o circuitos exclusivamente femeninos de vecinas cercanas). A partir de mis observaciones empíricas (véase a continuación), propongo que esta variedad surge de la multiplicidad de motivos que fundamentan las acciones de los individuos, así como una tensión permanente entre cooperación y conflicto. Algunas prácticas indican la voluntad de afirmar la individualidad y el (frecuentemente implícito) rechazo a someterse al orden colectivo, y pueden interpretarse como una forma de resistencia. Por el contrario, otras surgen de una (frecuentemente impuesta) solidaridad y refuerzan lazos ya existentes.

El impacto del dinero en el estatus, el poder y la autonomía de las mujeres es, por lo tanto, considerablemente complejo. A veces el acceso al dinero no sólo está provisto en teoría por la ley (como resultado de normas y regulaciones que evitan que las mujeres controlen su uso), sino que su uso (en ocasiones deliberado por parte de las mujeres) puede reforzar los lazos de dependencia. Por el contrario, tomando como modelo lo que ha sido observado en la Europa antigua (Fontaine, 2007), la existencia de circuitos financieros y sistemas de ayuda mutua, a menudo estrictamente femeninos, les dan a las mujeres la posibilidad de eludir las numerosas prohibiciones que buscan restringir su acceso a la esfera financiera y económica.

 

Circulaciones, divisiones, negociaciones, concesiones y resistencia: dos estudios de caso

Examinaremos ahora los dos estudios de caso. Ambos ejemplos seleccionados tienen el mérito de representar tipos ideales de configuración familiar. El primero tiene que ver con mujeres wolof pequeñas comerciantes de la región de Thies, en Senegal. La sociedad wolof es típica del modelo de "línea familiar", que les proporciona a las mujeres una relativa autonomía financiera y algún tipo de acceso al espacio público. Sin embargo, es recomendable analizar esto a la luz de las tendencias socioeconómicas actuales: la creciente participación de las mujeres en algunas actividades comerciales, la cada vez mayor inestabilidad de los matrimonios aunada a lo generalizado de la poligamia, y, de manera más general, el cuestionamiento de las así llamadas afiliaciones comunitarias (sin que haya necesariamente una ruptura).

El segundo ejemplo es de la India, un caso típico del modelo "conyugal" que niega toda forma de autonomía e impide fuertemente la movilidad de las mujeres, como en el caso de la casta baja de campesinas del sur de la India que se estudia aquí (la comunidad Paraiyar). Famosas por ser más "libres" que en otras partes de la India, debido en parte a su papel económico, que siempre ha sido clave, ellas sin embargo disfrutan sólo de una autonomía financiera muy limitada, aunque a menudo son responsables del equilibrio del presupuesto familiar.

En ambos casos, los modos de administración, la naturaleza de los gastos, la diversidad de las prácticas de ahorro y solicitud de préstamos y la participación en diversos circuitos financieros, son un poderoso indicador de cómo las mujeres se están posicionando con respecto a sus entornos, específicamente sus esposos y, en algunos casos, sus coesposas (en el caso de Senegal), su vecindario y su familia extendida. Este posicionamiento es el resultado de sutiles compromisos entre las restricciones sociales o materiales impuestas sobre ellas, y sus propias aspiraciones e interpretación de las normas. Luego, de acuerdo con sus antecedentes y su trayectoria, hay un espacio más o menos angosto de maniobra que les permite (especialmente en la India) eludir estas restricciones mediante diversas prácticas ilegales.

Este análisis se apoya en gran parte en la investigación de campo que realicé en 1977 en Senegal (región de Thies) y de 2003 a 2004 en India (Tamil Nadu). En ambos casos, el análisis es básicamente de naturaleza cualitativa, con el objetivo de hacer una disección de la complejidad de las prácticas y los circuitos financieros. En Senegal se siguió a alrededor de 50 mujeres durante un periodo de seis meses, combinando discusiones y observaciones dentro de sus hogares, en sus lugares de trabajo (en el mercado o en la calle en el caso de las vendedoras itinerantes) y en sus círculos sociales (especialmente las reuniones de tontines12 o tandas, realizadas sobre todo en una de sus casas o en el mercado). En la India se hizo un trabajo similar con cerca de 70 mujeres, pero la mayor parte del tiempo estuvo limitado a la investigación en los hogares, ya que rara vez estaban disponibles en su lugar de trabajo (empleo agrícola) y tenían espacios sociales limitados dentro de su vecindario cercano. Es importante hacer hincapié en la dificultad de recolectar cifras confiables. Los ingresos son irregulares y a menudo provienen de diferentes fuentes, y la deuda con frecuencia es considerable, pero está distribuida; mientras que los ahorros son difíciles de cuantificar, ya que principalmente consisten en bienes en especie. También es crucial tomar en cuenta las dimensiones clandestinas y ocultas de muchas prácticas, así como la verdadera realidad detrás de las cifras, y los sistemas de categorización, que por lo común son muy diferentes de los del investigador. Sin embargo, un trabajo intensivo y con frecuencia un arduo trabajo de reconstitución, combinado con una investigación de seguimiento a lo largo del tiempo, permite el cálculo de algunas cifras que deben ser consideradas, por supuesto, como estimaciones aproximadas.

Hay que hacer énfasis en el hecho de que no se trata de ninguna manera de una cuestión de comparar los dos "modelos" término a término, ya que un número infinito de otros factores sirven para diferenciar los dos contextos. Aquí sólo se esbozarán algunas de las especificidades de cada situación y se subrayarán sus puntos de convergencia. Para hacerlo, se examinará la diversidad y complejidad de las prácticas monetarias y financieras, y se explorará cómo éstas expresan las diferentes presiones y contradicciones que marcan la vida cotidiana de las mujeres, tanto en el nivel de sus relaciones familiares como en el más general de las normas e instituciones.

El modelo de "línea familiar": el ejemplo de las pequeñas comerciantes senegalesas

La sociedad wolof de Senegal es típica del modelo de "línea familiar", en el que la unidad básica no es la familia, sino un núcleo consistente en la madre y sus hijos (es la llamada familia uterina). Históricamente, en muchas sociedades africanas, esta unidad tenía su propio nombre, su propio espacio, a veces sus propias pertenencias, y disfrutaba derechos específicos sobre recursos de acuerdo con su línea familiar (Gastellu, 1985). En la sociedad wolof, esta relativa independencia se manifiesta no como un derecho a la propiedad, sino en el derecho a hacer uso de una parcela separada, así como de sus productos y ganancias (Diop, 1985: 160). Esta división basada en roles de género era con frecuencia jerárquica, de manera que las actividades reservadas a las mujeres tenían un valor agregado exiguo comparado con el de las actividades de los hombres (especialmente cultivos comerciales contra cultivos para el ganado). No obstante, la práctica tenía la ventaja de dotar a las mujeres de un cierto grado de autonomía financiera, ya que eran relativamente libres de usar su cosecha y los ingresos que les generaba como ellas quisieran. Esta división del trabajo implicaba que las responsabilidades estaban distribuidas de una manera diversa: los padres cargaban con la responsabilidad económica y la de proteger a la familia, y especialmente el deber de hacerse cargo del "gasto diario" para la alimentación diaria de la familia. Las mujeres eran responsables de la procreación y la alimentación de los niños (Diop, 1981).

Como ha sido el caso en otras partes del continente africano durante varias décadas, la erosión de las normas comunitarias ha traído consigo prácticas cada vez más individualistas que tienen efectos contrastantes para las mujeres. En términos de derechos de propiedad, las senegalesas han ganado un derecho reconocido a la herencia y la propiedad individual, pero este derecho sigue siendo muy teórico y su aplicación en la práctica está lejos de ser automática. El matrimonio sigue siendo una norma compartida (la soltería permanente es extremadamente poco común). Sin embargo, las uniones ocurren ahora a una edad mayor, y con más autonomía de elección para los individuos (hay un claro descenso de matrimonios "arreglados"). Como institución, el matrimonio se está volviendo también cada vez más frágil (en Dakar, uno de cada tres matrimonios termina en divorcio [Pilon y Vimard, 1998]), con un creciente número de separaciones iniciadas por las mujeres (Bop, 1996). Por el contrario, la práctica de la poligamia sigue siendo sorprendentemente estable, se practica en alrededor de 30% de las uniones. Al mismo tiempo, la extensión de las responsabilidades financieras de las mujeres ha tendido a incrementarse. Desde principios de los años ochenta del siglo pasado, Senegal ha sido golpeado por una crisis económica que ha afectado las actividades reservadas para los hombres (como los empleos y la agricultura de exportación) y trastocado la división de tareas de acuerdo con líneas de género. Cada vez menos hombres cumplen el papel de protector, y hay un notable incremento en la participación de las mujeres en el mercado de trabajo (Baumann, 1999).

Tal evolución de las prácticas, que se aplica tanto al acceso a la propiedad y las alianzas matrimoniales como a las actividades, no se da sin fricciones. En el corazón de esta evolución está la diversidad de prácticas monetarias y financieras, así como la de los circuitos femeninos. Al mismo tiempo, esta pluralidad es un indicador de presiones cotidianas que incluyen una vida cotidiana con cada vez más cargas, debido a la falta de compromiso de los hombres, la ambigüedad de la conexión con la familia (cónyuge, posiblemente coesposas), y finalmente la familia ampliada, que es una fuente inevitable tanto de apoyo y protección como de restricciones y subordinación.

En vista del principio de "billeteras separadas" que sigue predominando, el derecho de las mujeres a controlar sus ingresos no suele ser cuestionado. Por otro lado, el tema de las responsabilidades financieras (quién paga qué) es causa de negociaciones permanentes. Si la "tradición" obliga a los hombres a hacerse cargo de los gastos de alimentación, salud y la educación de los hijos, este patrón es entonces muy poco respetado en la práctica, aunque con algunas excepciones importantes. De acuerdo con nuestras observaciones, menos de una familia de cada dos sigue la tradición, y otros estudios proporcionan estimaciones similares.13 Incluso cuando los hombres sí contribuyen, suelen hacerlo sólo de manera parcial. En general, la alimentación, la salud y la educación representan de 10 a 40% de los gastos de las mujeres. Cuando los hombres contribuyen, sus acciones varían de forma considerable. Algunos dan muy poco y otros apoyan de manera regular. Otros no prestan mucha atención a los detalles de los gastos, mientras que otros más insisten en ver los recibos y llegan incluso a ir con el tendero a verificar que sean ciertos, o pagan ellos mismos (al principio o al fin de mes, por ejemplo) para evitar que su esposa se "coma el dinero". Por otro lado, hay muchas mujeres que sustraen parte del dinero, no necesariamente para su uso personal, sino más a menudo para invertir en los muchos circuitos financieros en los que participan.

Cuando los hombres no asumen sus obligaciones financieras o lo hacen de manera esporádica, las mujeres expresan sus quejas, lo que hace pensar en una negociación continua acerca del tema. Pero este juego de negociación (gran parte del cual se da de manera implícita) es mucho más complejo que un mero incidente de conflicto en el que el enojo simplemente se descarga en el otro. Es mucho más lo que está en juego, en términos de la definición de la posición de cada individuo (varón o mujer) y de la naturaleza de los lazos familiares, de manera especial en términos de las relaciones de la pareja, las relaciones entre padre, madre e hijos, y las relaciones entre coesposas. Para algunas mujeres, las responsabilidades financieras masculinas son parte irreductible y no negociable de sus obligaciones. Es una cuestión de honor, tanto del suyo como del de sus esposos y sus hijos. Como una de ellas nos dijo, la independencia financiera es buena para las "luchadoras subterráneas", una referencia a las mujeres que venden su cuerpo, que al parecer cada vez son más (Robin, 2006). Otras se sienten degradadas al nivel de "sirvientas" de sus maridos. A veces hay un regateo feroz, en el que las mujeres les hacen préstamos con intereses a sus maridos, a tasas tan altas que provocarían la envidia del prestamista más codicioso. Por el contrario, otras deliberadamente se rehúsan a "rogar", o incluso a exigir responsabilidades financieras, para poder "mantener la cabeza en alto", pero también a veces como un medio para negociar ciertas formas de libertad. Algunas afirman que es necesario "domesticar" a su esposo. Aunque la libertad de movimiento de estas mujeres es sin lugar a dudas mayor que en la India, todavía está lejos de ser total. Cabe hacer notar que las realidades de la práctica privada son a veces muy diferentes de las apariencias públicas, y que las conductas son muy heterogéneas. Algunas mujeres no dudan en ridiculizar a sus maridos en público por evadir sus deberes de protección, mientras que otras fingen ser económicamente dependientes para preservar la dignidad de sus maridos.

En las familias polígamas, la existencia de un conflicto entre las coesposas se refleja también en prácticas financieras específicas. Mantenerse al nivel de, o superar a su(s) coesposa(s) para atraer la atención del marido es una preocupación cotidiana. Los dominios de la procreación14 y la sexualidad son fuentes clave de rivalidad. Pero también hay competencia en la esfera doméstica de la preparación de los alimentos. De hecho, aun cuando el marido se hace cargo de todos los gastos, algunas mujeres no dudan en complementarlos de su propio bolsillo para aderezar la "salsa". La rivalidad se expresa también a través de la apariencia personal (los cosméticos, la joyería y la ropa representan entre 10 y 30% de sus gastos), y su preocupación permanente por su apariencia puede a veces convertirse en una obsesión. Las actividades comerciales de estas mujeres están frecuentemente teñidas por esta feroz competencia, y hay algunas que deciden empezar un negocio el mismo día en que sus esposos deciden tener una segunda esposa. Los celos son también utilizados para atizar esta rivalidad, como por ejemplo cuando las mujeres presumen ropa y joyas que se compraron con sus propios ingresos pero dicen que se las regaló su esposo.

Cuando se les entrevista para conocer sus prioridades de gastos, las mujeres tienden a hablar de gastos "familiares", un término genérico que cubre la hospitalidad, la asistencia mutua y los gastos por ceremonias familiares (matrimonios, cumpleaños, muertes). De acuerdo con lo que pude observar, tales egresos representan de 20 a 40% de sus gastos totales, y en ocasiones mucho más para algunas mujeres. Algunas ceremonias son responsabilidad exclusiva de ellas, especialmente las de nacimiento (rigente), en las que se gastan cantidades importantes (el equivalente de varios años de salario). Aunque la presión social explica en parte las dimensiones y la naturaleza altamente ostentosa de las festividades —algunos hablan de un "potlatch femenino" (Moya, 2003)—, estas actividades son también etapas clave en su camino hacia la afirmación de su posición social, tanto dentro de su genealogía como en su entorno inmediato.

¿Cómo es que las mujeres logran asumir todas sus obligaciones cuando al mismo tiempo en la mayoría de los casos se las tienen que arreglar con ingresos muy limitados y sobre todo irregulares (un promedio de entre 40 mil y 120 mil francos CFA al año, que equivalen a entre 60 y 80 euros)?15 Multiplicar las fuentes de préstamos, dividir las formas de ahorro y diversificar las prácticas de tanda son las técnicas que utilizan, dando lugar a una pluralidad de circuitos monetarios, que con frecuencia son estrictamente femeninos.

El nivel de deuda entre las mujeres es a menudo considerable, pero es difícil reconstruirlo, debido a la situación enredada y de reclamos en los que están involucradas. Sab bukki, sulli bushidô ("tomar una hiena", "enterrar una hiena") y sab sul (excavar, enterrar) son expresiones que ellas utilizan para describir este permanente malabarismo que consiste en endeudarse en un contexto para salir de una deuda en otro.16 También comparan estas prácticas de malabarismo con cajones : para abrir un cajón se debe primero cerrar otro. El financiamiento de la ceremonia da lugar también al "flujo y reflujo" de activos líquidos demasiado complejos que son controlados enteramente por mujeres y tienen que ver con aportaciones para cubrir donaciones que a veces perduran por varias generaciones (Moya, 2003).

Sólo una diversidad de prácticas de préstamos y ahorros puede estar al nivel de las demandas y temporalidades que enfrentan. Las mujeres rara vez tienen ahorros en efectivo. El no acumular dinero les permite evadir en parte las peticiones de préstamos de quienes las rodean, al mismo tiempo que les proporcionan bienes fácilmente convertibles en dinero si tienen que enfrentar alguna contingencia. Ganado, granos, bienes, joyas, semillas, vivienda y terrenos para las más adineradas, son las formas más generalizadas de ahorrar. Los ahorros por tanda son muy comunes también. La mayoría de las mujeres estudiadas participan en por lo menos una tanda, y la mayoría son socias de dos, tres o más al mismo tiempo. En una tanda simple las socias contribuyen semanal o mensualmente y cada una recibe a su vez todas las contribuciones o "lote". El monto de los lotes va de 5 000 a 100 mil francos CFA (entre 7.5 y 150 euros), y en promedio va de 5 000 a 20 mil francos CFA (entre 7.5 y 30 euros). Sus motivaciones suelen ser diversas y evolucionan dependiendo de los participantes y la situación. Obligarse a ahorrar con regularidad, y protegerse así de las demandas de quienes las rodean, así como de sus propias tentaciones, parece ser una prioridad.

El modelo "conyugal": el caso de las mujeres campesinas del sur de la India

En la India, en la actualidad, el modelo "conyugal" de la familia todavía representa "la forma ideal, tradicional y auténtica de vida" (Uberoi, 2006). Sus principales componentes se pueden resumir como sigue:17 línea familiar patrilineal, residencia "patrilocal" (la recién casada se va a vivir al lugar de residencia de su esposo), primacía de la relación entre el esposo y sus padres sobre la conyugal y, finalmente, el matrimonio es concebido como una unión entre familias más que entre dos individuos. Esta tensión se expresa de una manera particular entre las familias campesinas de la casta baja de este estudio (la comunidad Paraiyar en Tamil Nadu). Por tradición, las mujeres de Paraiyar han disfrutado una mayor libertad de movimiento que las de las castas superiores, como una simple respuesta pragmática a la necesidad de trabajar. Las prácticas de reclusión no están en vigor, pero las mujeres siguen estando sujetas a un estricto control de su sexualidad y movilidad. La "moralidad femenina" sigue siendo un criterio esencial para el honor de la familia, el clan y la línea familiar. Comúnmente, las mujeres han sido excluidas del acceso a la propiedad y la herencia. La legislación reciente sobre la herencia (2005) a nivel federal establece la igualdad de derechos para los hijos de ambos géneros, pero su implementación está resultando problemática y es muy poco compatible con las prácticas actuales, que relegan a las mujeres a un estatus permanente de dependencia. Las mujeres están excluidas del acceso a la propiedad, pero se benefician de cierto tipo de protección (o que por lo menos es presentada como tal) de su familia (padres, hermanos, tíos) mediante la dote en el momento del matrimonio18 y después en la forma de una ayuda material regular durante toda su vida. Aunque muestran ciertas disparidades, todas las mujeres encontradas pertenecen a familias pobres. Los empleos agrícolas representan la fuente principal de empleo, y el ingreso anual promedio para toda la familia es aproximadamente 40 mil rupias (alrededor de 700 euros19). De manera oficial, es decir, si nos limitamos a lo que se dice en público, se considera que los hombres son los principales proveedores de ingresos, incluso en los entornos más pobres, en los que las mujeres siempre han realizado actividades productivas (Kapadia, 1996). Los hombres siguen estando oficialmente a cargo de reunir los ingresos y tomar las principales decisiones financieras, a veces con la ayuda de la familia o de los ancianos de su línea familiar.

No obstante, en realidad los verdaderos modos de manejo financiero están lejos del discurso normativo. Si bien el sistema de conjuntar los ingresos es el más frecuente (presente en casi tres cuartas partes de las familias encontradas), el compartir responsabilidades en términos de administrar y controlar el dinero varía enormemente. Balancear el presupuesto diario, lo que a veces incluye gastos significativos relacionados con el ciclo de vida, es con frecuencia responsabilidad de las mujeres. Cualquiera que sea el modo de administración elegido, tres cuartas partes de ellas se consideran a sí mismas responsables de balancear el presupuesto cotidiano. Este tipo de responsabilidad resulta ser muy ambigua: es tanto una fuente de presión moral, ya que los recursos son muy limitados, como una fuente de poder (relativo), pues también es una cuestión de arbitrar y compartir los ingresos entre los diferentes miembros de la familia. La elección de quién va a ser el administrador, el hombre o la mujer, es el resultado de concesiones y negociación (más o menos implícitas). Algunas mujeres oficialmente rechazan cualquier responsabilidad o la aceptan sólo con renuencia, o incluso fingen ingenuidad con respecto a cuestiones financieras a fin de mostrar una sumisión al orden patriarcal, al mismo tiempo que realizan muchas actividades en secreto (a lo que regresaré más adelante). Por otro lado, algunas están a cargo de todos los ingresos, incluyendo los de sus esposos, pero este aparente privilegio es sólo una compensación muy pequeña por la falta de compromiso del esposo en otras áreas (empleo irregular, adulterio, alcoholismo crónico).

Entender el valor social de la administración es a menudo más complejo, ya que es difícil excluir de todos los derechos y obligaciones los conflictos que marcan las relaciones intrafamiliares. Las oposiciones y rivalidades son continuas entre hombres y mujeres, miembros más viejos y más jóvenes de la familia, pero también entre las mujeres, especialmente las que están en edad de procrear y sus mayores, las que están unidas por consanguinidad y las que están unidas por el matrimonio. Los conflictos cotidianos no se relacionan sólo con la distribución de las tareas familiares, sino también con la libertad de movimiento, la educación de los hijos y el estatus que se le da a cada miembro de la familia, éste último relacionado estrechamente con la responsabilidad financiera. Las desavenencias cotidianas a menudo reflejan conflictos añejos que amenazan la unidad familiar (problemas de herencia y su distribución), así como amenazas a la reputación familiar debidas a conductas desviadas (matrimonios por amor, divorcios, adulterio, hijos ilegítimos, alcoholismo). Administrar y controlar los ingresos es percibido como una obligación, un derecho, un privilegio o una sanción. Sin lugar a dudas, los mayores son los que tienen más poder (relativamente), y la cohabitación de distintas generaciones lleva a fuertes jerarquías familiares basadas en parte en la desigualdad de su capacidad de controlar el dinero. Algunas mujeres se ven obligadas a tener enormes responsabilidades financieras por sus esposos o sus suegros (por ejemplo, para financiar una ceremonia familiar, cuyo costo representa varios años de sueldo) para expiar conductas que mancharon el honor de la familia. Por otra parte, la habilidad administrativa (capacidad de ahorrar, de pedir préstamos, de buscar ayuda de su familia de origen, de adquirir bienes a bajo costo) es sin duda un recurso que les permite a las mujeres negociar mejor cierta libertad, especialmente la libertad de movimiento.

En los contextos en los que predomina el sistema de conjuntar los recursos, la existencia de prácticas financieras clandestinas, tanto entre los hombres como entre las mujeres, es probablemente un aspecto normal de la vida familiar cotidiana que no puede pasarse por alto y que les permite a todos los miembros conservar cierto espacio de libertad.20

Las mujeres no sólo contribuyen de manera sustancial a los ingresos familiares,21 sino que también utilizan muchas técnicas que les permiten eludir las reglas de centralización de los recursos y ejercer un derecho a supervisar los gastos.22 Algunas de ellas operan secretamente varios tipos de actividades generadoras de ingresos: negocios domésticos de ropa y joyería, venta de productos locales, varios tipos de servicios (limpieza de casas para familias acomodadas, ofrecer préstamos de dinero, etcétera).

Aun cuando se espera que las mujeres den todos sus ingresos a sus esposos, algunas de ellas no dudan en ocultar alguna parte para usarlo como ellas quieran. Otras separan parte del dinero que les dan para gastos diarios en alimentos, o hacen ajustes al precio declarado de los artículos alimenticios. Otras discretamente "toman prestadas" algunas rupias del bolsillo de su marido. Junto con esta administración ilícita vienen también modos y prácticas clandestinas de ahorro (tres cuartas partes de las mujeres estudiadas). Alrededor de 70% de las mujeres afirman ahorrar en secreto algo de dinero. Las joyas son uno de los medios favoritos de ahorro. No sólo son unas de las pocas pertenencias que las mujeres tienen a su disposición, sino que la ignorancia de los hombres sobre el tema, especialmente en términos de su valuación, les da a las mujeres un buen espacio para maniobrar. Cerca de 60% administran parte de sus joyas (compras, empeños y a veces ventas) sin el conocimiento de la familia. Las prácticas de tanda son menos comunes que en Senegal, probablemente debido a la dependencia financiera de las mujeres y su movilidad restringida. Casi 40% de las mujeres que conocí eran socias de una tanda, o a veces, aunque en menor medida, de dos. El precio del lote va de 500 a 10 mil rupias (entre 18 y 175 euros). En 20% de los casos, las tandas operan de una manera completamente clandestina entre vecinas.

Finalmente, se observa una diversidad de prácticas de solicitud de préstamos, algunas de las cuales tienen lugar en secreto. El método más común (cerca de 80% de las mujeres) es el kaimathu ("intercambio de mano a mano"): se trata de cantidades muy pequeñas que se guardan para asegurar la subsistencia cotidiana y que circulan diariamente entre vecinos, en efectivo o en especie. Se recurre a los tenderos, banqueros itinerantes y casas de empeño para cantidades ligeramente mayores. En el primero de estos casos las transacciones ocurren en casa, lo que garantiza la discreción. Para el segundo caso, recurrir a un intermediario, con frecuencia una mujer de su entorno que tiene el privilegio de poder ir de un lado a otro, permite eludir las restricciones sobre la movilidad. El movimiento de joyas (con la intención de empeñarlas) también es parte de esta solidaridad femenina (tres cuartas partes de las mujeres con regularidad intercambian algunas de sus joyas dentro de su círculo).

La secrecía varía demasiado de una familia a otra y de una transacción a otra. Dependiendo de si están tratando de asegurar cierta libertad de uso o de preservar el honor masculino, las mujeres ocultan sus actividades de una manera más o menos consciente. Muchas transacciones tienen lugar como tales si son perfectamente toleradas, los hombres y los mayores voltean deliberadamente para otro lado, y este tipo de intervención es un medio probable de asegurar las normas patriarcales.

En cuanto al uso de los fondos ahorrados, acumulados o robados de esta manera, sus montos siguen siendo limitados (un promedio de 4 000 rupias, es decir, 70 euros, aunque esta cantidad representa casi una tercera parte de los ingresos anuales de las mujeres). Como en el caso del contexto de Senegal, es sobre todo la intensidad de la circulación financiera lo que parece ser un factor decisivo. La mayoría de las mujeres, como hemos visto, participa activamente en varios circuitos financieros, de los cuales gran parte son estrictamente femeninos y se limitan a círculos en proximidad física, con otros más que se extienden a partir de la familia original. Estas prácticas clandestinas sirven también para ayudar a las mujeres a equilibrar el presupuesto familiar cuando éste está bajo su responsabilidad. Cualquiera que sea el monto de la mesada que reciben, que a veces representa una porción muy pequeña del total de los ingresos, el resto de los cuales son asignados a gastos estrictamente personales de los hombres (tabaco, alcohol, apuestas), se espera de ellas que aseguren el abasto de alimentos y respondan a demandas imprevistas (problemas de salud, visitantes o ceremonias inesperadas). En el caso de que no les alcance, las mujeres son acusadas de ser malas administradoras o de ser derrochadoras. Asumir este papel de administradoras sin quejarse ni "rogar" es a menudo una cuestión de honor personal, lo que explica en parte las muchas estratagemas descritas. Para poder enfrentar la penuria e incongruencia de ingresos y gastos, hacer malabarismos permanentemente entre varias fuentes de ingresos, ahorros, préstamos o regalos recíprocos es la única alternativa. Las mujeres comparan su papel con el ejercicio de "caminar en la cuerda floja" o intenta ajustar una "balanza" tristemente defectuosa e inútil. Una vez más se puede observar la misma paradoja que era común en las familias de clase trabajadora en las sociedades industriales de Europa y Estados Unidos en el siglo XIX, en las que las mujeres se ven obligadas a ser financieramente dependientes y, al mismo tiempo, responsables de la administración del presupuesto (Fontaine, 2001; Perrot, 1991). Esta pesada responsabilidad, que Michelle Perrot llama "matriarcado presupuestal", tiene que ver sobre todo con la obligación de administrar incertidumbre y escasez, llevándolas regularmente a "privaciones en tiempos de escasez" (Perrot, 1991: 101), pero también, como subrayó John Stuart Mill, a actos de astucia y a estratagemas (Mill, 1975 [1869]: 68).

 

Conclusiones

Al concluir estos dos estudios de caso surgen varias teorías:

• 1. La diversidad de prácticas monetarias y financieras descritas refleja la tensión permanente que enfrentan estas mujeres en términos de requerimientos de subsistencia diaria y obligaciones sociales a largo plazo, entre la absoluta necesidad de que les salgan las cuentas, de balancear ingresos y gastos y el deseo de mantener su dignidad, sus relaciones con otros, de cumplir con expectativas y de respetar compromisos formales e informales, implícitos y explícitos.

• 2. Tal diversidad de prácticas y circuitos monetarios y financieros toma varias formas: malabarismos con interminables prácticas de préstamos, múltiples esquemas de ahorros, etiquetación de fondos (para afectar tales ingresos, tal préstamo o tales ahorros para tal uso) y participación en diversos circuitos, a menudo específicamente femeninos. Esta diversidad se expresa en espacios que son tan variados como su contexto. En la India, donde la independencia financiera de las mujeres sigue estando severamente restringida, las prácticas por lo general son clandestinas y se limitan a las orillas del espacio privado-doméstico, mientras que en Senegal actividades como las tandas están más generalizadas.

• 3. Esta diversidad de prácticas y circuitos monetarios tiene en primer lugar una virtud puramente funcional: equilibrar ingresos insuficientes o irregulares, a veces impredecibles, con gastos inevitables, algunos de los cuales tampoco están planeados. Los términos con que nombran esta manera de funcionamiento varían: las senegalesas hablan de "cajones", mientras que las mujeres de la India evocan el término "balancear", pero el principio sigue siendo el mismo, hacer que el dinero que entra corresponda con el dinero que sale.

• 4. Esta diversidad es también una manera de reconciliar una multiplicidad de motivos para la acción. A veces éstos consisten en mantener la distancia, eludir obligaciones consideradas opresivas o injustas, pero son también para asumir mejor lo que se considera que son las prioridades. Por lo tanto, esta diversidad es de carácter eminentemente virtual. Sólo puede entenderse con respecto a todos los derechos y obligaciones en los que las mujeres están involucradas, y de manera especial a cómo los perciben y los interpretan. Lejos de disolverse en una lógica simplista de búsqueda del interés personal o cumplir con la tradición, cada transacción monetaria es el resultado de concesiones y negociaciones (a menudo implícitas) (Zelizer, 2005). A veces refleja interdependencia, a veces conflicto, a veces resistencia y elusión. La multiplicidad de fuentes de préstamos y lazos de deuda incluye también este elemento dual, funcional y social. Para estas mujeres llamadas a asegurar el equilibrio del presupuesto familiar con recursos no sólo limitados, sino a veces también mal controlados, diversificar las fuentes de préstamo y "manipular el crédito" son las únicas maneras de tener éxito al "buscarle la cuadratura al círculo" (Fontaine, 2007). Multiplicar los lazos de deuda y crédito (tan pobres como son, la mayoría de las mujeres localizadas también son acreedoras) tiene una función altamente social: construir, fortalecer y reafirmar una red de solidaridad.

• 5. Retomando la propuesta de Laurence Fontaine (2007), sugiero que la creación de circuitos financieros específicamente femeninos y recurrir en ocasiones a varias tácticas de engaño y elusión es la única manera de reconciliar las contradictorias órdenes que reciben muchas mujeres. Ellas deben balancear un presupuesto sin tener el derecho de acceso y control de las fuentes de ingresos, aunque dependiendo del contexto y las instituciones en vigor este imperativo se manifiesta de una manera más o menos estricta.

El análisis a escala micro revela la sutileza y complejidad de las prácticas y su inserción social. También refleja la carga actual de normas e instituciones para las mujeres de los dos grupos sociales estudiados, especialmente en lo que respecta a las alianzas matrimoniales y el acceso a la propiedad y el empleo. Además, este análisis subraya el proceso permanente de interpretación, ajuste y algunas veces elusión de estas normas, y es precisamente esta labor incesante de adaptación la que explica la heterogeneidad de los arreglos y trayectorias que observamos.

El planteamiento de una reflexión acerca del dinero y las finanzas, en específico para confirmar la necesidad de un acercamiento socioeconómico a la conducta, las relaciones familiares y el dinero, no es puramente teórico, también es político: repensar mejor la lucha contra la pobreza femenina y la discriminación de género. La principal medida propuesta en las últimas dos décadas, tanto por instituciones multilaterales como por movimientos sociales, es promover el acceso de las mujeres al empleo y al área de actividades conocida como "comercial", en la que las microfinanzas son el principal vector. Se asume que al intercambiar su fuerza de trabajo en un "mercado" (que se supone está libre de toda consideración social, política y cultural), ellas podrían finalmente liberarse de estructuras patriarcales, jerárquicas y opresivas. La mayoría de estas políticas asumen también que las mujeres pobres sólo desempeñan un papel menor en la esfera financiera. Pero aunque muchas son efectivamente excluidas de la esfera formal, su participación en la esfera informal y su experiencia en cuestiones de administración, ahorros y crédito están más allá de cualquier duda. Estas dos presuposiciones pueden llevar a caer en dos trampas ocultas. En primer lugar, una concepción puramente funcional del instrumento monetario lleva a pensar en virtudes emancipatorias significativamente sobreestimadas. En segundo lugar, negar la diversidad de las prácticas informales ya existentes lleva a ofrecer servicios que a menudo se adaptan muy mal a la diversidad de necesidades. Además, un análisis en detalle de las microfinanzas saca a la luz efectos contrastantes.23

Estos efectos dependen en gran parte del acceso que las mujeres tienen realmente al dinero y el control que en verdad tienen sobre éste. Sin embargo, el acceso de las mujeres al dinero, en la medida en la que tienen control sobre éste, existe en la forma de construcciones sociales establecidas por las normas sociales en vigor en un momento específico, en la escala de una sociedad o comunidad determinada, pero también por las concesiones y negociaciones que tienen lugar en el nivel intrafamiliar, como hemos descrito.

 

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Notas

* Referencia del artículo: Guérin, I. 2008. "Poor Women and their Money: between Daily Survival, Private Life, Family Obligations and Social Norms", RUME Working Papers Serie, 2, Marseille, IRD.

1 En la economía, véanse, por ejemplo, Kabeer (1995, 1997) y Johnson (2004). En la antropología, véanse, por ejemplo, Guyer (1995), Guyer y Peter (1987). En sociología, véanse, por ejemplo, Pahl (1989, 2000), Vogler (1998) y Zelizer (1994; 2005). En cuanto a trabajos colectivos interdisciplinarios, véanse Bruce y Dwyer (1988) y Burgoyne (2008).

2 Véanse, por ejemplo, Chant (1985), Kabeer (1997), Haddad y Hoddinod (1995), Grasmuck y Espinal (2000), Mencher (1988), Lachaud (1998), Lundberg y Pollack (1994), Pahl (1989), Senauer (1990) y Thomas (1990).

3 Acerca de esta noción de "yo múltiple" véanse Mauss (1993 [1950]) y Elster (1986).

4 Véanse MacPherson (1984), Elster (1983), Sen (1993) y Hirschman (1986).

5 En la misma línea del trabajo de Becker (1981).

6 Véase, por ejemplo, Delphy (1998).

7 Véanse, por ejemplo, Agarwal (1994), Folbre (1986), Kabeer (1995), Sen (1990; 1993: 228 ), Weber (2002) y Weber et al. (2003).

8 El modelo "conyugal" ha sido observado en áreas tan diversas como Europa, América del Norte, África del Norte, el Medio Oriente, la mayoría de los países de Asia incluyendo la India, así como algunas áreas de América del Sur. El modelo de "línea familiar" está presente en el Caribe, algunas partes de América del Sur y especialmente en África occidental.

9 Acerca de este tema véase el marco de análisis sugerido por Agarwal (1994).

10 Este término suplanta al sugerido por J. Scott (1990) para reflejar la desconfianza y las prácticas de elusión utilizadas por individuos dominados contra quienes los dominan. Varios investigadores han usado este término de resistencia dentro de una perspectiva de género. Véanse, por ejemplo, Agarwal (1994), Hood (1983), Hochschild (1990), Kabeer (1995) y Uberoi (2006).

11 Además del trabajo mencionado de Zelizer, véanse también Aglietta y Oréan (1995, 1998), Bazin y Sélim (2002), Blanc (2000), Bloch y Parry (1989), Guyer (1995) y Servet (1984, 1995, 2006).

12 Tontine es el término francés de las Sociedades Rotativas de Ahorros y Crédito (ROSCAS por sus siglas en inglés). Sus miembros contribuyen una cantidad fija de dinero a un fondo común a intervalos regulares (en este estudio de caso, usualmente una vez a la semana o una vez al mes). El monto total es asignado a uno de los miembros por turno. [N. del T. : Este esquema es similar al de las "tandas" en México, por lo que he optado por este término en la traducción al español.]

13 Varias encuestas realizadas durante los años noventa muestran que las jefas de familia senegalesas (es decir, las que asumen todas las cargas financieras) representan una quinta parte de los hogares (Bop, 1996). Otras encuestas muestran que las mujeres cargan con un promedio de 50% de los gastos de la familia (Sarr, 1998).

14 El número de hijos sigue siendo un marcador de estatus social.

15 No me fue posible juzgar la pobreza de la familia porque no se recolectaron datos sobre el ingreso de los hombres, una parte importante del cual contribuye a los gastos familiares. Para mayores detalles sobre los ingresos, refiero al lector a publicaciones anteriores. Se proporcionará la referencia completa si el artículo es aceptable.

16 Véase Ndione, (1992).

17 Y esto a pesar de la diversidad de prácticas y configuraciones familiares. Insistimos en el hecho de que es una norma (Uberoi, 2006: 30).

18 La dote proporciona una cierta seguridad a la novia (sabiendo que en la práctica rara vez controlará el uso de posesiones adquiridas de esta manera), ya que generalmente incluye algunos bienes materiales durables (en particular oro). Pero tomando en consideración el monto importante que representa (varios años de salario), es obvio que contribuye en gran medida a la discriminación de las mujeres y el famoso problema de las "mujeres faltantes", así como la preferencia de hijos varones.

19 Las cantidades no son comparables con las entregadas a las mujeres de Senegal, en la medida en que es una cuestión de los ingresos de toda la familia, mientras que los datos obtenidos en Senegal tenían que ver sólo con la unidad uterina (mujer y niños).

20 Véanse, por ejemplo, Blumstein y Schwartz (1985) para investigaciones realizadas en Estados Unidos, Pahl (1989) para Gran Bretaña, Bruce (1989) para varios ejemplos tomados del sur, Kabeer (1997) para Bangladesh, y Agarwal (1994) para el sur de Asia.

21 De acuerdo con nuestras investigaciones, 60% de las mujeres contribuyen con más de 20% de los ingresos familiares, usualmente de 20 a 60%. Mis datos confirman los de Kapadia (1996) y Mencher (1988), obtenidos también entre las castas más bajas de Tamil Nadu.

22 Aquí nuevamente se encuentra la misma observación que hace Laurence Fontaine (2001) acerca de las mujeres de las sociedades preindustriales europeas: limitadas por la legislación en sus prácticas financieras, al mismo tiempo que tienen fuertes responsabilidades en términos de gastos familiares, a las mujeres no les queda otra opción que imaginar algún medio para eludirlas.

23 Véanse, por ejemplo, Fernando (2006), Kabeer (2001), Mayoux (2001), Molyneux (2002) y Rankin (2002). Con respecto al contexto del sur de la India, Holvoet (2005) encuentra resultados positivos siempre y cuando el crédito se combine con la intermediación financiera y del grupo social. Garikipati (2008) encuentra que aunque los préstamos a mujeres ayudan a sus familias a diversificar y fortalecer sus estrategias para enfrentar problemas, pueden tener un efecto adverso sobre el propio estatus relativo de ellas, ya que carecen del mando sobre los activos productivos de su familia.

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