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Revista de historia de América

versión On-line ISSN 2663-371X

Rev. hist. Am.  no.161 Cuidad de México jul./dic. 2021  Epub 21-Feb-2022

https://doi.org/10.35424/rha.161.2021.1043 

Artículos

La metahistoria liberal en Maximiliano, 10a. leyenda histórica de Ireneo Paz

A liberal metahistory in Ireneo Paz’s Maximiliano, 10th historical legend

Fernando Adolfo Morales Orozco* 
http://orcid.org/0000-0001-5078-0760

*El Colegio de San Luis, San Luis Potosí, México. Correo electrónico: fernando.morales@colsan.edu.mx.


Resumen

Maximiliano es la décima leyenda histórica escrita y publicada por Ireneo Paz en 1899. Para su autor, esta es “una obrita recreativa, encaminada más bien a dar a conocer familiarmente algunos de los lados más salientes de esa gran farsa”.1¿Por qué le llama leyenda y no novela? ¿Existe la posibilidad de que el escritor mexicano pretenda volver legendario el enfrentamiento entre liberales y conservadores? Uno de los propósitos de este artículo es analizar el proceso de construcción de la leyenda histórica a partir de Las formas simples de André Jolles.

A partir de la Metahistoria de Hayden White, otro propósito es demostrar que Ireneo Paz construye esta leyenda utilizando procedimientos semejantes a los de los historiadores románticos europeos del siglo XIX: un estilo metafórico, un relato de carácter novelesco y un modo de argumentación formista, todo ello con el fin de mitificar un proceso histórico por demás complejo y así contribuir al sostén del victorioso liberalismo triunfante, a costa de ficcionalizar y caracterizar de forma exclusivista a los actores principales del Segundo Imperio Mexicano.

Palabras clave: Ireneo Paz; leyenda histórica; metahistoria; Segundo Imperio; Maximiliano

Abstract

Maximilian is the tenth historical legend written and published by Ireneo Paz in 1899. For its author, it is “a little recreational work, aimed rather at making familiarly known some of the most notorious sides of that great farce”. Why does he call it a legend and not a novel? Is it possible that the Mexican writer intends to make the clash between liberals and conservatives legendary? A purpose for this work would be to demonstrate the construction of an historical legend, based on The Simple Forms by André Jolles.

From Hayden White’s Metahistory, we will try to demonstrate that Paz constructs his legend using procedures similar to those of the nineteenth-century European Romantic historians: a metaphorical style, a novelesc-romantic narrative and a formistic mode of argumentation; all in order to mythologize an otherwise complex historical process and thus contribute to the support of the victorious triumphant liberalism, at the cost of fictionalizing and uniquely characterizing the main actors of the Second Mexican Empire.

Key words: Ireneo Paz; Historical Legend; Metahistory; Second Empire; Maximilian

Introducción

El objetivo de este escrito es analizar los mecanismos mediante los cuales la leyenda histórica Maximiliano, texto poco analizado por la crítica, reconstruye el Segundo Imperio a través de una metaforización del hecho histórico en un género entre lo legendario y lo novelesco.2 Para ello realizaré una comparativa entre esta décima leyenda histórica, como parte de un proyecto didáctico, y el quinto volumen de México a través de los siglos, con el fin de mostrar que existen distinciones en la manera en la que se trata la historia como disciplina, debido al tratamiento legendario de la primera contra una visión aparentemente más objetiva del segundo. Una vez realizada esta comparación, el propósito es profundizar en la formulación de ademanes lingüísticos (concepto acuñado por André Jolles), fórmulas simples observables en la construcción de personajes, así como en el tratamiento de algunos eventos específicos. El objetivo central es mostrar que Paz está intentando distanciar un hecho histórico -en el cual él mismo ha participado- y convertirlo en un episodio legendario, mediante un ademán lingüístico: el pueblo elegido que se enfrenta al invasor. Para analizar cómo se viste este ademán, intentaré demostrar que Paz se sirvió de una fórmula estilística formista y un estilo metafórico, como el de los historiadores románticos europeos, según los términos de la Metahistoria de Hayden White.3 Paz formuló una leyenda para mover las emociones del lector mexicano, con el fin de que se sienta orgulloso de pertenecer a la república de liberalismo triunfante reformista.

En febrero de 1997, Octavio Paz publicó un posfacio para el volumen Algunas campañas, redactado por su abuelo Ireneo y prologado -en esa nueva edición- por Antonia Pi-Suñer para el Fondo de Cultura Económica.4 De este escrito, mitad crónica familiar y mitad evocación histórica, recupero un par de fragmentos, necesarios para comprender, desde el testimonio directo, la presencia de los estudios históricos como uno de los principales intereses de don Ireneo:

Su amor a la historia mexicana lo llevó a escribir varias series de Leyendas históricas. […] Una de sus grandes aficiones, que compartía con su hija Amalia, era la historia de Francia y su literatura. Mi abuelo prefería la historia y su periodo favorito era el de la Revolución: sus héroes eran Mirabeau y, un poco menos, Danton, Camilo Desmoulins y Bonaparte. Detestaba a Marat y a Robespierre.5

Perteneciente a la generación de los tuxtepecanos, “élite rectora [que] se encontró a caballo entre la generación de la Reforma, o romántica-liberal, y la de los científicos”6 Ireneo Paz trabajó en conjunto con varios de los configuradores de la historia liberal de México tras el triunfo de la República. Fue parte del Liceo Hidalgo en compañía de hombres como José María Roa Bárcena, Francisco Zarco, José María Vigil, Antonio García Cubas, Alfredo Chavero, Juan de Dios Arias, Vicente Riva Palacio e Ignacio Manuel Altamirano; junto con estos últimos tres combatió en las filas liberales contra la milicia francesa y el Segundo Imperio.7 Triunfantes tras la Intervención, los miembros de la generación de Tuxtepec se vieron

[…] amos del devenir patrio. Ese sentir quedó plasmado en el discurso que el 16 de septiembre [de 1867] pronunció en Guanajuato Gabino Barreda, presidente de la nombrada comisión que se encargaría de renovar la educación […]. Una vez obtenida la victoria, se debía emprender la reconstrucción social, misma que vendría en forma natural ya que el país reunía todos los elementos para ello.8

Así, durante los años posteriores al proyecto de Barreda, los tuxtepecanos consolidaron una pedagogía de la historia liberal a través de distintos proyectos editoriales: compendios, historias generales, catecismos elementales, libros de texto y novelas históricas son algunos de los distintos volúmenes producidos en las últimas décadas del siglo XIX.9 Una “historia nacionalista abarcadora [que] representaba el requisito sine qua non de la consolidación de la nación, y una prueba de civilización y estabilidad. [Estos intelectuales] Sabían perfectamente que, si había de formarse una conciencia nacional, tenía que ser enseñada y divulgada una historia de este tipo”.10 Quizá el resultado más conocido de estos proyectos de construcción de la historia nacional haya sido el México a través de los siglos dirigido por Riva Palacio. Esta obra logró ordenar la historia de la nación liberal, y sirvió como método propagandístico de la modernidad mexicana ante las naciones extranjeras.11 De la misma manera, pero en menor escala (y quizá por ello con menor alcance) en 1873 Ireneo Paz comenzó la publicación de tres ciclos de novelas, las cuales eventualmente adquirieron el nombre de leyendas históricas. Así, desde Amor y suplicio, hasta la inconclusa Madero de 1914, el novelista intentó fijar una visión holística de la historia nacional, cuyos tintes pretendieron

Enaltecer como se merecen los hechos heroicos de nuestros antepasados, grabar en el corazón del pueblo los magníficos episodios de aquella terrible época, dar a conocer hasta donde es posible el carácter y las tendencias de los personajes que en ella figuraron, y contribuir dentro de la órbita de nuestras facultades, a la difusión de esta clase de conocimientos que no solo sirven para vigorizar el ánimo con los recuerdos patrióticos, sino que forman así mismo la experiencia de las naciones.12

Paz, en consonancia con el resto de la generación de Tuxtepec, construyó su visión de la historia de México por medio de la escritura de novelas por entregas, pero con un precio mucho menor al que tendría México a través de los siglos. Al inicio de su proyecto, el medio por el cual publicó sus novelas-leyendas es a través de las páginas de los diarios -con lo cual se abarató el costo de una publicación en libro. La aparición de la tercera serie de Leyendas en formato de volumen no impidió que el valor siguiera siendo asequible, pues fue el mismo autor quien fungió como impresor.13

Prosigo comparando esta leyenda con el México a través de los siglos en términos de la temporalidad discursiva. Mientras que los antiguos mexicanos y el virreinato ocupan cada uno un volumen, el tomo tercero (La guerra de Independencia), cuarto (México independiente) y el quinto (La Reforma) se refieren a períodos mucho más cortos de tiempo. El tercer tomo está dividido en tres libros (1808-1811; 1812-1815, y 1816-1821) y cada libro posee entre 15 y 16 capítulos. El tomo cuarto está dividido en dos libros: el primero de ellos posee 27 capítulos que abarcan desde 1821 a 1835, mientras que el segundo contiene 29 capítulos que narran veinte años de historia. El quinto tomo es el que me interesa particularmente, puesto que, al igual que el cuarto, se divide en dos libros solamente, pero en este caso el primer libro contiene 30 capítulos cuya duración temporal abarca desde 1855 hasta 1861, mientras que los 30 capítulos del libro restante son los concernientes a la intervención y el Segundo Imperio (1861-1867). Deseo apuntar la importancia que tuvo tratar el episodio intervencionista, pues se le dedica un libro completo al mismo.

Maximiliano, como el libro segundo del tomo V, refiere el último de los episodios traumáticos de la historia liberal, por cierto, el más cercano al tiempo en el que se redacta dicha novela histórica. En este sentido, ambos proyectos intentaron refamiliarizar a sus lectores con un episodio que no ha sido olvidado,14 puesto que es bastante reciente, retomarlo y tratarlo detenidamente con el fin de sentar las bases para construir la idea de México como una nación fuerte capaz de enfrentarse a una potencia europea tan grande y moderna como lo es el imperio francés de Napoleón III.15 Ello implicaría sentar las bases para hablar de la historia de México -en clave de epopeya- como una nación madura. Una intención más, y ésta se desprende directamente del paratexto introductorio de Paz, consistiría en presentar este episodio en clave didáctica, es decir, con el fin de educar al pueblo mexicano acerca de las razones por las cuales la traición a la patria es castigada a través del peso de la Historia providencial.16 Me parece importante denotar algo que aparentemente pone en juicio la noción de historia positiva en cuanto al texto de Ireneo Paz: historiar el imperio en clave de enseñanza moral situaría este texto en el terreno de lo providencial y, por lo tanto, en la manera antigua o medieval de escribir historia. En palabras de Paz:

Sí, esta es una leyenda y no precisamente una novela, porque en el fondo aparecerá siempre la silueta de la historia con toda su majestad […]. La misión principal que lleva la presente leyenda, hay que decirlo con toda franqueza, es que nuestro pueblo tenga, a poco costo, una relación verídica de todo cuanto pasó en el país durante la aciaga época de la Intervención francesa y del Imperio de Maximiliano, a fin de que nadie ignore ni en esta ni en las futuras generaciones, los nombres de aquellos que hicieron el mal ni los de aquellos que supieron sacrificarse en servicio de la patria. Es la misión que tienen que llenar todos los cronistas: arrojar el baldón sobre los malos, sobre los pérfidos, sobre los criminales, y hacer el pedestal para que descanse sobre él la gloria de los buenos. ¡Póstumo castigo y póstumo premio que siempre debió infundir pavor a los primeros y tranquilidad de conciencia a los segundos!17

En las últimas palabras de Paz resuena el eco de la propuesta pedagógica que tanto defendió Guillermo Prieto en su polémica contra Enrique Rébsamen:

Para nosotros en la escuela se nace a la patria, se respira la patria. En sus brazos nos debe esperar la religión santa de su libertad, de su honra y de su gloria. La patria es la prolongación del yo espiritual y humano, palpitante en todo lo que amamos y nos da la vida. […] Para conciliar este sentimiento con la severidad del género histórico, para dar conocer los vicios de un pueblo sin dejar de amar a aquel en que vimos la luz, se necesita elevar la enseñanza al sacerdocio, y el sentimiento a lo sublime.18

A mi juicio, la forma de elevar a “sacerdocio” para Paz fue trasladar sus estudios históricos al terreno de la leyenda. De ahí que me parece importante comparar el texto de Paz con el estudio, aparentemente antitético, presente en la empresa de Riva Palacio.

Vale la pena pensar en otro elemento comparable entre el volumen V de México a través de los siglos y la leyenda histórica de Ireneo Paz: la presencia de la Iglesia como agente del enfrentamiento. Vigil, en la introducción del tomo, comenzó su exposición en los inicios de la Conquista con el fin de rastrear la influencia clerical en el acrisolamiento de la nación mexicana. Para el historiador fueron la Iglesia, en conjunto con Cortés, las raíces con las que se cimentó el árbol de la monarquía en estas tierras novohispanas.19 El conflicto entre la Iglesia y el estado mexicano estuvo presente desde los inicios del virreinato y se extendió entre las diversas órdenes religiosas. Estas afirmaciones categóricas tienen como objetivo mostrar a la institución eclesiástica como una mala influencia, responsable del sojuzgamiento, el atraso y la ignorancia en los que cayeron y se encontraron las comunidades indígenas durante trescientos años de Colonia:

Apenas podemos formarnos idea de la impresión que en el ánimo de los indios causaría la llegada de los misioneros conducidos por fray Martín de Valencia; el contraste no podía ser más profundo y extraordinario para aquellas gentes sencillas e ignorantes. Peregrinos pobres, mal vestidos, que caminaban a pie y descalzos sin causar a nadie molestia de ninguna clase, avanzaban impávidos por montañas y desiertos sin arredrarse ante peligros que nada tenían de ilusorios: aquello era un valor de género desconocido para quienes la fuerza material y la lucha formaban el tipo ideal de un ánimo valiente y esforzado; y la admiración debió llegar a su colmo, cuando vieron que el invencible capitán que había derribado el trono de Motecuhzoma y Cuautemotzin, se hincaba de rodillas delante de aquellos mendigos, les besaba las manos y les prodigaba toda especie de respetos como a señores de jerarquía muy superior.20

El conflicto entre la Iglesia y el Estado está presente a lo largo de esta introducción. Vigil mencionó varios episodios en los que se puede seguir dicho enfrentamiento con el fin de justificar las razones por las cuales resultaba enteramente necesaria la Reforma juarista. En palabras de José Ortiz Monasterio, el texto contradice algunos de los datos provistos por Vicente Riva Palacio, la cual revela más que una equivocación por parte de Vigil: “el modo en que su cruzada por el Estado, el gran vencedor de las guerras de Reforma y de la Intervención francesa, hace que emerja, mediante un lapsus, el espíritu de partido cargado de anticlericalismo”.21 En este tenor, Ireneo Paz dedicó algunos párrafos de su leyenda histórica para apoyar la justificación de la Reforma, además de culpar al alto clero por su participación en la aventura imperial. Esto lo realizó casi desde los inicios de su narración, mediante una oración adjetiva, la cual presenta una antítesis entre aquellos misioneros mendigos de los que hablaba Vigil y los que apoyan el proyecto imperial. Esto implica una denostación de la jerarquía católica mexicana antirreformista, la cual, a diferencia de los misioneros novohispanos que fundaban colegios, mantiene a la base del pueblo en ignorancia:

¿Es numeroso su partido? [el de Almonte y Gutiérrez Estrada]. Se compone del clero que es riquísimo, de todas las personas acomodadas y de la plebe que está muy mal educada, pero hecha para que se le domine.22

Puestas estas claves sobre algunos paralelismos entre México a través de los siglos y la leyenda histórica en cuestión, me interesa analizar la manera en la que Ireneo Paz construyó y enjuició personajes y eventos históricos, en un proceso de metaforización extendida: “como estructura simbólica, la narrativa histórica no reproduce los acontecimientos que describe; nos dice en qué dirección pensar acerca de los acontecimientos y carga nuestro pensamiento sobre los acontecimientos de diferentes valencias emocionales”.23 Como se verá a continuación, esta leyenda metaforizó, al grado de la simplificación, a los emperadores en los términos en los que serán tratados a lo largo de la historia y la literatura del siglo xx:24 Maximiliano, el joven iluso y melancólico; Carlota, (quien aparece en mucho menor medida como personaje) la princesa ambiciosa, sedienta de poder y engañada por su marido.25

Los héroes y antihéroes de la leyenda negra imperial

La primera aparición de los archiduques en la narración de Paz se sitúa en el castillo de Miramar, justo en el instante previo a recibir la comisión de notables encabezada por Gutiérrez Estrada. El cuadro es excesivo en varios niveles: el discurso nos permite apreciar cierta ironía, pues son los europeos quienes, a juicio del narrador, intentan impresionar a los mexicanos con una riqueza fingida:

Mientras el Archiduque estaba dándose la última mano en su alcoba, peinándose las patillas y buscando el mejor efecto para sus condecoraciones, la Archiduquesa en su tocador, auxiliada por sus doncellas, se colocaba en el pecho, el cuello y la cabeza algunas riquísimas joyas, después de haberse vestido espléndidamente. Parecía, según todos aquellos preparativos, como que se trataba de deslumbrar a los comisionados mexicanos que debían llegar al castillo a las once y media […] En el ala derecha los criados estaban con libreas negras bordadas de plata […] pasaban de trescientas personas los comparsas destinados a esta mise en scéne. […] [Los comisionados] ignoraban o fingían ignorar que este confort era improvisado para producir en ellos efecto y costeado ya con los pesos mexicanos en perspectiva.26

La imagen de fingida opulencia se refuerza durante la fiesta que ofrecen los archiduques esa misma noche. Si por la mañana, el vestuario y la joyería de ambos personajes había sido abundante, por la noche aparece recargado, casi al grado del mal gusto, de la extrema presunción. Así, los Habsburgo aparentemente aceptarían el trono (dice el narrador) no por necesidad, sino por hacer un bien al atrasado pueblo mexicano.

Me interesa resaltar esta descripción porque el narrador está construyendo aquí un escenario hiperbólico para la farsa (así la llama Paz en el preámbulo a la leyenda) que va a desarrollarse. Nuevamente, el narrador ironiza a la pareja imperial: Miramar y su corte son una mentira -la cual queda expuesta hacia el final de la descripción- sostenida en los empréstitos de los comerciantes judíos. Todo ello para aparentar seguridad financiera y poder ante los mexicanos

Maximiliano vestía de marino austriaco, y la Archiduquesa llevaba un vestido de tela de seda color rosa, con inmensa cauda que sostenían dos pajecillos y sobre la frente ostentaba una corona cuajada de piedras preciosas. Sus pendientes, su collar, sus pulseras y un alfiler prendido al pecho, contenían brillantes de colosal tamaño, llevando tal aglomeración de joyas con la intención tal vez no solo de fascinar a los comisionados mexicanos con aquellas riquezas, sino de hacerles entender que los príncipes no necesitaban seguramente de hacer un viaje peligroso a México para nadar en la opulencia. El alhajero había sido alquilado a los judíos de Trieste.27

Si bien, en estos pasajes es posible ver al archiduque como un personaje presuntuoso, algunos capítulos más adelante el narrador lo construye como un ser voluble. Uno de los momentos en los que se aprecia la debilidad del personaje literario de Maximiliano es justo cuando Francisco José, emperador de Austria, solicita a su hermano que renuncie a los derechos a la corona. La etopeya del emperador legendario está construida enfatizando lo emocional y lo inmaduro; se expresa de forma infantil y decide por medio de las vísceras. En marzo de 1864, mientras la Comisión de notables se reúne nuevamente con los archiduques, se presenta el pacto de familia en voz del almirante Herzfeld.

Maximiliano estaba conmovido y calenturiento, Carlota nerviosa y la servidumbre íntima con las caras muy largas […] Es la sexta vez que se me presenta ese documento, dijo Maximiliano con voz doliente, y es la sexta vez ahora también que declaro que jamás lo firmaré.

La acción del austriaco mueve al ridículo a los conservadores que intentan hacerlo entrar en razón “Señor, exclamaron los comisionados mexicanos doblando las rodillas”.28 Maximiliano, altivo ante la comisión y ante los enviados austriacos, quedó humillado ante su hermano; páginas adelante (en una suerte de acción kármica), se denigra al archiduque hasta el grado de solicitar clemencia: “¡Oh! No, no; exclamó Maximiliano cayendo de rodillas, por favor te pido que me libres de tanta humillación. Toda la Europa está riéndose de mí en estos momentos. Hermano, hermano querido, no seas inexorable”.29

Las apreciaciones del autor implícito acerca del poder que no detenta Maximiliano son incisivas. Al inicio se vio como un personaje infantil, débil y por momentos poco preparado para el gobierno; unas páginas más adelante el narrador utilizará dos episodios en los que Maximiliano se enfrenta al poderío francés para darle forma a otra de las características que se han reproducido constantemente en la historia liberal: Maximiliano como títere del imperio galo. Previo a la aceptación por parte de los archiduques Habsburgo, éstos son recibidos por la corte parisina en la que el francés debe persuadir al austriaco de aceptar la misión mexicana. El narrador trata este evento como si fuera una ficción dramática, lo cual mantiene en el terreno de la farsa (como ya lo habíamos dicho anteriormente) todo este hecho histórico. Así, mientras el archiduque se convierte en operario de los deseos de Napoleón, Carlota quedará reducida a una figura obnubilada por su deseo de poder:

El emperador francés en los tres días que tuvo alojados a los Archiduques en las Tullerías, echó de ver que, así como Maximiliano era irresoluto y soñador, Carlota era firme y ambiciosa, y desde luego preparó un golpe teatral que había de ser de efecto y de trascendencias. Mandó organizar fiestas en que se tributaran a ambos honores regios, ordenándose a todos los cortesanos que les dieran el dictado de Majestades. Carlota quedó desvanecida y conquistada por completo.30

El otro episodio que deseo resaltar es mucho más funesto, puesto que la diplomacia y el tacto político deja paso al enfrentamiento directo entre la fuerza militar, representada por el mariscal Aquiles Bazaine, y el inexistente poder monárquico. Aquí me importa enfatizar otros caracteres de los personajes: la impudicia, además de la violencia del mariscal, por un lado, y el desencanto de Maximiliano -quien se descubre personaje de la farsa- por el otro. Anoto, además, un juicio del autor implícito, el cual pone en boca de Bazaine una afirmación sediciosa, la cual tendría por efecto mostrar al lector mexicano la inviabilidad de la monarquía napoleónica en una era republicana:

-Vuestra Majestad debe saber que yo soy soldado, que recibí ciertas instrucciones y que tuve que cumplirlas. La mayor parte de las actas que se remitieron a Miramar fueron casi firmadas a la fuerza y la guerra que estamos haciendo lleva todo el sello de una conquista. ¿No observa Vuestra Majestad que la resistencia que se nos opone es bastante significativa? -En efecto, contestó el Emperador dejando caer la cabeza sobre el pecho, se me ha hecho una comedia: he sido víctima de una superchería. -¡Psé! Así es la política, el poder significa opresión: no se emplearon otros medios en Francia para que el actual Emperador pudiera llamarse Napoléon III.31

Con todo lo anterior, y al determinar que Maximiliano no es el traidor o el invasor por sí mismo, el narrador se permite otorgarle otras características a su descripción etopéyica, las cuales permitirán al lector juzgar al archiduque con cierta piedad una vez que alcance su trágico destino. En los capítulos concernientes a la gira del emperador por el Bajío, se puede ver que Maximiliano es capaz de conseguir adeptos mediante sus palabras y acciones. Quizá el elemento que me parece más importante rescatar de estas aseveraciones radica en que, a través de los actos del emperador, se observan las buenas relaciones existentes entre dicho personaje y los mexicanos de a pie.

Nuevamente, es necesario traer a la discusión el ademán lingüístico del pueblo elegido enfrentando al invasor. Me interesa recuperar esta operación de la lengua para explicar que el narrador de la leyenda debe enfocar su atención en otro enemigo, figurado en la persona del mariscal Bazaine. Ya en el trono mexicano, Maximiliano demostró sus habilidades diplomáticas y su educación tan esmerada en el buen trato y en el arte de gobernar. Por tal motivo, la escritura de Paz realizó dos operaciones: la primera consistió en atemperar o moderar la alegría con la que el emperador fue recibido en su gira por los actuales estados de Querétaro, Guanajuato y Michoacán,32 con el fin de recordar a los lectores que, aunque hubiera sido un buen gobernante, ante todo, era el títere del invasor. La segunda, trasladó la imagen del enemigo situándola en quien acompaña al Habsburgo durante su gira:

Sí, positivamente, las noticias del viaje de Maximiliano llegaban hasta las fronteras, algunas muy llenas de exageraciones: se decía en las cartas que el emperador era muy bueno y muy simpático, que a nadie negaba el saludo y que a muchos pobres les había estrechado la mano, que se informaba de las miserias y las aliviaba, que daba muchas caridades; que no tenía en sus labios más que las palabras garantías, libertad, paz y trabajo; que era más republicano que el mismo Don Benito Juárez; que a pesar de ser nieto de Carlos V no se daba ni la mitad de importancia de Santa Anna, siendo su trato más llano y más franco que el de todos los Presidentes juntos que había tenido la República; que andaba estudiando el país para acudir a sus necesidades y que, en suma, era patriótico ayudarle en su magnífica obra de regeneración. Y entonces decían los mexicanos de las fronteras: -Sí, será muy bueno el Emperador Maximiliano, pero está con los franceses y estos por donde quiera que pasan llevan la desolación y la ruina.33

Quizá dos de los elementos más sonados de la “leyenda negra” establecida alrededor de la pareja imperial es, en primer lugar, el del matrimonio sin amor entre los archiduques,34 y en segundo, el de las infidelidades de Maximiliano. En este tenor, pienso que la leyenda de Paz contribuyó fuertemente a la consolidación de estas afirmaciones. Al recordar los atributos del emperador mencionados hasta ahora, se ve que la mayoría son negativos: iluso, inocente, títere y presuntuoso. Si bien se perciben algunos destellos de buena cuna, educación política y don de gentes, la balanza termina por inclinarse hacia lo ruin, lo despreciable, cuando le es atribuida la vanidad, la liviandad y lo lúbrico. Este aspecto se presenta de forma gradual a lo largo de la leyenda histórica y comienza con una conversación entre Maximiliano y su consejero y alcahuete Eloin:

Maximiliano sonrió lleno de amor propio y contestó con ligereza: -Conozco también algo de estas historias que me ha trasmitido con todos sus puntos y comas uno de mis amigos, y la verdad es que con ninguna de las dos que me atribuyen se ha llegado a formalizar la aventura. Quien sabe más adelante, mi querido Eloin, también los príncipes somos de carne y hueso… -Lo importante es desviar en todo caso a la Emperatriz. -De eso precisamente te encargarás tú acompañado de la amiga de quien hice referencia, que es la duquesa… -Ya lo sé, Majestad, no hay necesidad de pronunciar su nombre, que pudiera haber oídos indiscretos…35

Casi un centenar de páginas más adelante se presenta el desliz imperial. Durante un baile en Chapultepec, Maximiliano queda seducido por los encantos de la joven Aurora, uno de los personajes ficticios de esta leyenda histórica. Para la narración no importa en lo mínimo el protocolo ni la etiqueta. En la escena del evento Maximiliano utiliza su poder para “seducir” a la señorita, lo cual lo sitúa nuevamente como un hombre despreciable. Ello se refleja en dos cuestiones que focaliza el narrador: la mirada sorprendida del lacayo y el hecho de actuar a espaldas de su esposa. En ambos casos, la majestad del soberano queda empañada por la lujuria del hombre:

¡Oh! Es guapísima. Deseo que te acerques a ella, y le lleves un mensaje mío. Lacroix perdió el color y se quedó viendo casi de un modo estúpido al soberano, esperando su mensaje. -Vas y le dices que si quiere concederme una pieza de baile. -¿Cuál? -La que tenga desocupada. Yo casi no bailo, así es que sólo daré una o dos vueltas con ella por el salón a fin de que su familia comprenda que la distingo con mi estimación. No había remedio: el chambelán no podía discutir con su amo y señor una orden semejante y fue a cumplir con ella. […] El Emperador se sonrió satisfecho e instintivamente volvió la cara a ver a su mujer que estaba en esos momentos rodeada de generales, y contento de que nada hubiera observado, siguió dando conversación a sus consejeros mientras llegaba el momento de ofrecer su mano a la preciosa huérfana sobrina de la dama de honor de la Emperatriz.36

Si hasta este instante de la leyenda, se ha personificado al emperador como un hombre lascivo, el siguiente evento lo pintaría como potencial adúltero. Según el texto de Ireneo Paz, Maximiliano envía a Carlota a Yucatán en octubre de 1865, con el fin de alejarla de la corte y así liberar el terreno para sus avances sobre la joven Aurora. Carlota sospecha las intenciones ocultas de su esposo. En el diálogo siguiente, es posible apreciar cómo el personaje de Maximiliano es caracterizado por medio de la mentira y la zalamería, con lo cual él mismo se deshonra; mientras eso sucede, Carlota se presenta como una mujer astuta, pero con poder limitado, razón por la cual no puede imponer su voluntad ni defender la santidad de su matrimonio:

-Tendría gracia, en efecto, que me fuera apareciendo yo sola en Yucatán. -Sería de un efecto maravilloso. Aquellas gentes que han tenido tan pocas costumbres mexicanas y que siempre han estado en desacuerdo con los gobiernos del centro por su altivez, llegarán a adorarte como una divinidad. Tú las conquistarás con tu hermosura, las dominarás con tu talento y las cautivarás con tu palabra. -¿Y quiénes me acompañarán en el viaje? -Elegirás entre tus damas las que sean de tu agrado y entre la corte los hombres que te inspiren más confianza. -Entre las mujeres llevaría gustosa conmigo a aquella simpática joven con quien bailaste la otra noche. La alcoba no estaba bien iluminada y por eso Carlota no pudo observar la palidez de que se cubrió Maximiliano […] -Esa joven a quien creo que te refieres, no es dama de honor. -Puede ir conmigo en calidad de amiga. -Eso es diferente. Si ella quiere, puedes llevártela. -Es imposible que se niegue si yo la invito. Maximiliano no quiso hacerse sospechoso y contestó prontamente. -Invítala […] Si me despacha tan lejos es porque le estorbo.37

En este fragmento destacan la astucia y los celos de Carlota, quien decide llevar en el viaje también al ministro Eloin, a quien el lector ha visto como cómplice en los desvaríos amorosos del emperador. Me parece necesario contrastar esta información con los datos aportados por José Luis Blasio, a través del cual se puede discrepar entre los razonamientos por los cuales Maximiliano no efectuó el viaje a Yucatán, como era su intención original:

Y mientras la situación se complicaba más y más en el país, Maximiliano proyectaba un viaje a Yucatán, habiendo demostrado mucho entusiasmo por conocer esa península.38 Ya estaban las órdenes extendidas y hechos casi todos los preparativos; fijado el día de la salida y designadas las personas que debían acompañarle; impreso el reglamento relativo a trajes, distribución del personal en los carruajes y buques, etcétera […] Después de varias juntas del Consejo de Estado y de los ministros, el Emperador, en vista de la crítica situación porque atravesaba el país, renunció por fin al tan deseado viaje a Yucatán, pues al alejarse el soberano del centro del Imperio, y embarcarse, daba lugar a que nacieran las dudas y las desconfianzas, porque todo el mundo creería que al dirigirse hacia la costa era con el fin de poderse ir a Europa, si se agravaba la situación de su gobierno. Decidió pues que ese viaje lo haría la Emperatriz acompañada por [varios ministros entre los que se encontraba] el consejero Eloin.39

El proceso mediante el cual Paz elide la complejidad política de la situación y reconfigura el episodio como una simple estratagema para alejar a la emperatriz, permite que los lectores desprecien el poder del emperador; que juzguen la traición del esposo, y que se prepare el terreno para presentar al hombre malogrado en casa, como más adelante será derrotado el Imperio que representa. Descubierto el intento de seducción en contra de su ahora amiga, Aurora, Carlota decide encarar a su esposo, con “alguno de sus finos y punzantes reproches, en los cuales siempre, por su propia debilidad de espíritu, salía derrotado”.40 En esta relación entre marido y mujer, la escena siguiente demuestra un intercambio de poder, una especie de emasculación simbólica causada por el miedo de Maximiliano personaje a enfrentar a su cónyuge; muestra asimismo la incapacidad del emperador de cumplir sus promesas ante la corte:

-Necesito hablarte, Maximiliano. -Yo también lo deseo, esposa mía… pero hay tantas cosas que atender… ahora. -Sin embargo, es preciso que hablemos de eso de Napoleón. […] Dentro de dos horas estaré en tu departamento. -No, no, dentro de diez minutos a lo más. Despacha a toda esta gente: tú eres el Soberano. Despáchala. […] Entonces la Emperatriz saludó graciosamente a la concurrencia y se fue […] Cuando pasaron veinte minutos sin que el Emperador hubiera podido desprenderse de las personas que lo asediaban, recibió este un mensaje de Carlota en que le decía que lo estaba esperando. No tuvo remedio: se excusó como mejor pudo con las personas que estaba allí, exponiéndoles que la Emperatriz le llamaba con apremio, ofreciéndoles que antes de media hora volvería. Ni en dos horas pudo volver, según se verá por lo que en seguida van a oír los lectores: -No es tiempo de recriminaciones, […]

-¿Recriminaciones?... preguntó él haciendo cierto ademán de disgusto.

-¿Vas a suponer entonces que no estoy enterada de todo? -¿Y de qué estás enterada? -De todo. Y lo que he hecho es salvar a una amiga mía de que fuera a formar número con las víctimas de Cuernavaca […] ¿Me negarás que fuiste a esperarla a Cuernavaca, o, mejor dicho, a esa leonera que me dicen tienes entre un bosque de palmas y chirimoyos?41

El diálogo anterior gira en torno a dos temáticas paralelas: por un lado, se encuentra el affaire amoroso y la zozobra del matrimonio imperial, por el otro se percibe el temor ante la salida de las tropas francesas, llamadas por Napoleón y la tentativa de abdicación. Tanto los adjetivos usados como las descripciones del narrador nos permiten ser testigos de una avalancha de emociones entre las cuales se aprecia nuevamente la debilidad de Maximiliano y algunos atisbos de la locura de Carlota. En un arranque de defensa del honor y la nobleza del austriaco, la Emperatriz rechaza la idea de renunciar al trono. El terror del Emperador es doble, en primer lugar, porque Carlota se expresa en términos de “luchar, luchar con brío hasta que no tengamos ni un solo hombre ni un peso, aunque seamos nosotros solos contra todos”, con lo cual declara, además, que es más fuerte y arrojada que su marido. En segundo lugar, porque ya se aprecia en la mirada y los gestos la locura naciente de su esposa:

-¡Detente! Le dijo ésta con la mirada extraviada: Maximiliano la vio y tuvo miedo ante aquella fisonomía trastornada. -Creo que es lo más conveniente, le dijo él suavizando la voz. -No, no, exclamó ella exaltada: esa abdicación será nuestra ignominia cuando todavía hay elementos con que combatir.42

Ante tamaña declaración de adhesión a los principios de honor y de nobleza, la reacción final del personaje Maximiliano es quizá, la más rastrera con la que se atavía al Emperador. Carlota, ya en plena exaltación, manifiesta que irá a echarse de rodillas ante Napoleón para suplicarle que no retire sus tropas de México, luego ambos se declaran su amor, pero la afirmación del austriaco es más una recriminación y una burla pedestre; quizá con estas palabras, los lectores han visto la marca de carácter más indigna del personaje creado por Paz:

-Sí, vida de mi alma… yo también te amo y por eso me ofusca a veces la nube de los celos… ¡También soy celoso!

¡Bah!... tú no amarás a otra como a mí me amas y yo… figúrate si podré amar jamás a otro hombre…

-No, no… -¡Adiós! Maximiliano dio un beso en la boca a Carlota y salió de allí con la sonrisa en los labios, murmurando muy bajo, muy bajo: -¡Crédula!43

Lo que más me importa destacar a través de estos episodios previamente asediados es que Maximiliano, a todas luces, ha sido caracterizado como un personaje endeble: frágil ante el emperador Francisco José, su hermano; de voluntad quebradiza al enfrentarse con Napoleón III y el mariscal Bazaine; inestable como gobernador ante la violenta fuerza del ejército francés y voluble incluso en su matrimonio. Si a ello agrego la visión que la misma emperatriz tiene de su esposo, al cual aparentemente ama por sobre todas las cosas, aun sabiendo de su debilidad, quedan manifiestas las razones por las cuales el personaje de Maximiliano (y de paso, su figura histórica) no podrían ser considerados más que como la del príncipe trágico, un títere al servicio de poderes más oscuros, un infante que necesita estar rodeado de cuidados y adultos pendientes de su seguridad. A los ojos de Carlota, (y del lector que, entonces, lo mira con lástima, pero no la suficiente por todo lo deleznable que se mostró anteriormente) Maximiliano es:

Tan débil, tan vacilante, tan vago en sus apreciaciones, tan poco firme en sus ideas, tan poco seguro de las medidas que dicta, ¿qué hará el día en que se le presenten dificultades que le parezca imposible combatir y vencer? Es cierto que me ha jurado no abdicar mientras yo no regrese; pero ¿me lo cumplirá luego que se vea asediado de continuo por Bazaine y por todos los que van empujándolo al abismo? Yo no podría hacerme dos y tuve que abandonarlo… era preciso, era preciso… Después, cuando vuelva será tiempo todavía de ponerlo en el buen camino, si es que se ha descarriado.44

La ficción histórica me permite observar condiciones exclusivas depositadas en Maximiliano personaje, lo cual reafirma que el proceso metahistórico mediante el cual se narra la leyenda de Ireneo Paz es de carácter argumental formista,45 entramada mediante un relato con forma de romance,46 esto es, una épica de enfrentamiento entre el bien y el mal, el pueblo mexicano contra los invasores, de los cuales, el mismo emperador es el enemigo más visible, pero el menos importante de derrotar dada su debilidad de carácter. Quizá sea esta construcción etopéyica del emperador la que permite, por ratos en las siguientes narrativas del Segundo Imperio, comprender su persona como una víctima de las circunstancias, o como trágico juguete de fuerzas más poderosas. Situar a Maximiliano en este espacio eventualmente conmueve al lector de la historia liberal.

En este sentido, vale la pena pensar en las claves que deja Paz a lo largo de su obra para identificar al verdadero enemigo de la nación mexicana. Ya se ha visto la violencia encarnada en el ejército francés, así como la idea del gobernante ilegítimo manifiesto en la figura de Napoleón III. Con todo, el verdadero enemigo es el traidor a la patria encarnado en el partido conservador, al cual pertenece el clero, la facción contra la que el grupo de los reformistas y los tuxtepecanos escribió. El partido conservador en ocasiones está descrito como un colectivo igual de iluso que su emperador, pero traidor e incapaz de defender su ideología:

Las monarquistas clericales por menos probabilidades que tuvieran de un buen éxito, siempre habían luchado con el partido liberal, pero ahora tenían de su parte la ventaja de contar ya con un príncipe extranjero que había sido su gran ilusión; tenían a quien echar de carnaza y de quien aprovechar los elementos exóticos de que estaba rodeado.47

A veces también, enunciados de forma personal y adjetivados con el desprecio (y por tanto con un discurso formista) con el que deben ser comprendidos y juzgados por el público lector. Por ejemplo: “Estrada un ignorante y fanático por la monarquía y por una religión que él entiende a su modo; Almonte un ambicioso de la peor especie, capaz de traicionar a su mismo padre si viviera, Hidalgo un intrigantillo sin antecedentes”.48 Incluso, en ocasiones son juzgados por el mismo autor implícito. Sobre Almonte, por ejemplo, dice lo siguiente:

Este siniestro personaje de quien cuesta trabajo hablar, por sus bajezas, por sus perfidias y por sus traiciones, después de haberse constituido él mismo Jefe Supremo de la Nación con el apoyo de las bayonetas francesas en Orizaba, formó parte de la Regencia en México luego que la Asamblea de Notables, obedeciendo al mandato de Forey, proclamó la monarquía […] A don Juan Nepomuceno Almonte que era hijo del gran Morelos, le bastaba para su gloria tener aquella procedencia, y sin molestarse mucho hubiera sido llamado por su solo origen a ocupar los puestos más encumbrados; pero sus ambiciones nunca se veían satisfechas y anduvo rondando mientras vivió por todos los partidos, a todos traicionándolos, a todos vendiéndolos y a todos haciéndoles inconsecuencias como el más vil de los lacayos, colocándose siempre en la línea de los intrigantes de más baja estrofa.49

Para Ireneo Paz, el verdadero enemigo de la intervención está conformado por el alto clero y por personajes específicos de la historia mexicana, aquellos defensores del proyecto conservador, entendido de forma reduccionista para efectos de esta construcción maniquea de la historia liberal. Por esa razón es que, así como a los traidores a la patria se les atribuye todo lo malo, los próceres de la historia liberal están descritos con base en el honor y la heroicidad. Este procedimiento se puede observar desde el vasto capítulo en el que se narra la famosa batalla del 5 de mayo, el cual abarca cerca de 20 páginas. Por ejemplo, dicho capítulo abre expresando la clemencia del general Zaragoza, quien: “se dirigió a Laurencez diciéndole que permitía por un deber de humanidad que los enfermos franceses se quedaran en Orizaba y que estarían seguros bajo la salvaguardia y lealtad del ejército mexicano”.50 Aquí valdría la pena detenerse a pensar que el general Zaragoza aparece ataviado con la Providencia divina (incluso los elementos naturales están al servicio de su lucha), en un texto que aparentaría ser laico y que, como decía anteriormente, retoma los ademanes lingüísticos de la leyenda:

El general a su vez arengaba a cada uno de aquellos cuerpos con la elocuencia natural que le daban el patriotismo y la fe que tenía en que iba a salvarse cuando menos la honra nacional en aquella jornada. Todos los jefes habían estado preocupados: pero desde el momento en que oyeron hablar a Zaragoza lleno de confianza y en que vieron su semblante iluminado por la inspiración del vencimiento, toda vacilación fue convertida en entusiasmo […] Mis órdenes se cumplen con fidelidad: no hay más que hacer sino esperar a que Dios dé la victoria al que tenga la justicia. Y como si Dios lo hubiera oído pudo observar que las columnas francesas eran rechazadas otra vez en toda la línea. El aire barría el humo con fuerza y podía verse con claridad que los zuavos, los marinos y los cazadores retrocedían en confusión corriendo muchas veces a ocultarse en las zanjas lo mismo que en las sinuosidades del terreno.51

Así, en otro aspecto, una de las figuras visibles, entre las heroicas, corresponde a la del general Porfirio Díaz, el cual se describe como un militar magnánimo cuando aleja a los jóvenes soldados de la lucha armada: “¿Cuál había sido el pensamiento del general? Uno muy noble y generoso: estos jóvenes, se dijo, acababan de volver de su destierro, es necesario salvarlos de que caigan otra vez prisioneros, como probablemente tendrá que suceder si se quedan en la plaza”.52 Incluso, en un diálogo entre Maximiliano y el padre Fischer, resulta revelador observar que Paz sitúa a Porfirio Díaz como el general más temido (pues es el primero que menciona) por el vacilante emperador: “Los mexicanos me rechazan. Grandes turbas siguen a Porfirio Díaz, a Corona, a Escobedo y a Juárez”.53 Finalmente, a través del diario de Ernesto (otro personaje ficticio de la leyenda), el general oaxaqueño se convierte en quien hiere de muerte la aventura intervencionista: “el general Díaz tomó la ciudad de Puebla el día 2 y derrotó a Márquez el día 5. Si esto se confirma puede decirse que el imperio está agonizando en Querétaro”.54

Curiosamente, Juárez aparentemente no está al mismo nivel de los héroes previamente mencionados. El prócer que, ya en el siglo xx, fue encumbrado como el benemérito de las Américas y el defensor del liberalismo, a los ojos de Paz fue un político que terminó por expedir “una convocatoria que establecía el veto, investía a los clérigos de facultades electorales y atacaba los fueros de la democracia, causando nuevos conflictos a la nación a raíz de los que acababa de sufrir”.55 Estas dos figuras, Díaz y Juárez, por lo menos en esta leyenda, ocupaban un lugar en el panteón de los héroes patrios distinto al que serán colocados tras la Revolución de 1910, lo cual habla de los procesos inestables y móviles de reconstrucción y refamiliarización de la historia mexicana a lo largo de los años.

En conclusión, la lectura de Maximiliano 10a. leyenda histórica me permtió observar el proceso mediante el cual un episodio como el Segundo Imperio se reconstruyó como un relato legendario-novelesco, con un estilo formista, el cual produce un carácter maniqueo, a través del cual se construye a los personajes con características únicas para cada uno.

A través de este análisis, he podido comprobar que Paz retrató el Segundo Imperio de una forma simplificada. Cada uno de los hombres y mujeres que protagonizaron este evento, al pasar al territorio de la ficcionalización histórica, pierden parte de su agonía y se construyen como personajes tipo: así, se ve cómo Maximiliano, cuyos atributos son la debilidad, la ilusión y la liviandad, mezclados con un vago ojo político, fue presentado a los lectores como un hombre digno de lástima, como el títere de intereses políticos mucho más oscuros. Por su parte, Carlota es un personaje mucho menos complejo y caracterizado solamente con los atributos de la ambición, la abnegación, los celos y en mucho menor medida la astucia, lo cual demeritó su educación política y su capacidad real de gobernar como regente durante las ausencias del emperador. Así, cuando finalmente se observan los inicios de su locura, tanto Maximiliano como Carlota son personajes a los que, eventualmente, se les puede tener piedad; ya sea porque fueron engañados, ya sea porque, en la locura o en el paredón, enfrentaron su destino trágico.

En este sentido, la construcción legendaria, cimentada en el ademán lingüístico “el pueblo elegido enfrentando al invasor” se encuentra presente en la gesta heroica protagonizada por los héroes y los verdaderos enemigos de la nación: los generales liberales y los villanos conservadores, respectivamente. Si en Maximiliano y Carlota se observan algunos pequeños rasgos de inteligencia o de perspicacia, no sucederá igual con Almonte, Hidalgo o Gutiérrez Estrada. Estos últimos son débiles de espíritu y carecen de poder; éste quedó encarnado en la violencia extrema del ejército francés, el cual fue brillantemente derrotado por la Providencia en los enfrentamientos míticos. En contraparte, Zaragoza y Díaz se presentan como los verdaderos artífices de la restauración de la República, así como del triunfo de la Reforma.

Por razones de tiempo, deseo dejar como un camino para futuros trabajos seguir analizando el proceso de ficcionalización de este evento histórico, el cual ha dado motivo a la creación de obras dramáticas y novelescas a lo largo de los años. Mi apreciación indicaría que, por lo menos en el caso de los trágicos príncipes europeos, dicha repetición de caracteres sería una constante en los siguientes textos literarios. Valdría la pena, asimismo, rastrear -dentro del campo histórico en el que se desarrolla esta narrativa- en qué momento la figura del joven general Díaz dejó de ser parte del panteón nacional, mientras que se encumbró la denostada personalidad de Benito Juárez. Lo que sí puedo afirmar es que este texto, así como varios otros productos de la revisión histórica de fin de siglo XIX se alinean al proyecto nacionalista pedagógico liberal, un proyecto a través del cual se construye el amor a la patria a costa de alejar un evento histórico y, con ello, presentar una historia de héroes y villanos. En este sentido, Ireneo Paz acudió a las formas simples de la leyenda con el fin de provocar las emociones del lector, de forma particular el sentimiento de rechazo ante el proyecto conservador, una suerte de desprecio piadoso ante los Habsburgo, y el orgullo de pertenecer a la nación mexicana.

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1 Paz, Maximiliano, p. 4.

2Sigo la reflexión de Hayden White, quien explica de la siguiente manera el uso de la metáfora: Junto con la metonimia, la sinécdoque y la ironía, las metáforas “permiten la caracterización de objetos en distintos tipos de discurso indirecto o figurativo. Son especialmente útiles para comprender las operaciones por las cuales los contenidos de experiencia que se resisten a la descripción en prosa clara y racional pueden ser captados en forma prefigurativa y preparados para la aprehensión consciente. En la metáfora (literalmente ‘transferencia’), por ejemplo, los fenómenos pueden ser caracterizados en términos de su semejanza con, y a diferencia de, otros, al modo de la analogía o símil […] por ejemplo, la expresión metafórica ‘mi amor, una rosa’ afirma la adecuación de la rosa como representación del ser amado […] El ser amado es identificado con la rosa, pero de tal manera que sostiene la particularidad del ser amado a la vez que se sugieren las cualidades que él o ella tienen en común con la rosa”. White, Metahistoria, pp. 41-43. Después de describir su concepción sobre la metonimia y la sinécdoque, el filósofo de la historia caracteriza estos tres tropos como ingenuos “porque sólo pueden desplegarse en la creencia de la capacidad del lenguaje para captar la naturaleza de las cosas en términos figurativos”, p. 45. El análisis siguiente me permitirá observar la figuración de cada uno de los personajes examinados con el fin de que el público lector pueda aprehenderlos y fijarlos en su memoria; en palabras de Ireneo Paz: “Dar a todo aquello su fisonomía propia y caracterizar hasta donde sea posible a los actores del melodrama”. Paz, Maximiliano, p. 4.

3Leo la propuesta de Hayden White, filósofo de la historia, y entiendo el concepto de Metahistoria como una reflexión en torno al modo de escritura de los textos históricos asediados a través de recursos discursivos y retóricos, con los cuales, el historiador interpreta un evento de forma subjetiva. Una lectura semejante es la que propone Rebeca Villalobos Álvarez al manifestar lo siguiente: “Debido a las temáticas que aborda y sobre todo en virtud de sus procedimientos de análisis formal, juzgados muchas veces esquemáticos o poco consistentes, Metahistoria supera el ámbito de la teoría que busca esclarecer modos concretos de composición literaria, al evaluar cuestiones que afectan, no sólo el lenguaje de las obras históricas, sino las concepciones éticas, estéticas y en última instancia metafísicas que surgen en cualquier forma de reflexión y representación del pasado”. Villalobos, “Filosofía, teoría y metodología de la historia. El caso de Metahistoria de Hayden White”, p. 188.

4Con estas palabras se introduce el posfacio, el cual fue reproducido en Vuelta, núm. 243, febrero de 1997, pp. 4-8.

5 Paz, Octavio, “Silueta de Ireneo Paz”, p. 7.

6 Pi-Suñer Llorens, “La generación de Vicente Riva Palacio y el quehacer historiográfico”, p. 84.

7Ibíd., pp. 86-87.

8Ibíd., pp. 88-89.

9La última década del siglo xix vio la polémica más famosa en cuanto al método sobre la enseñanza de la historia, polémica que probablemente influyó en la escritura de Ireneo Paz, pues su propósito fue exaltar el amor a la patria y rechazar el proyecto imperial conservador. Dicha polémica se desarrolló entre Enrique Rébsamen y Guillermo Prieto. Al respecto, Eduardo Ayala indica que: “El connotado pedagogo suizo-mexicano Enrique Rébsamen escribió entonces una Guía metodológica para la enseñanza de la historia en las escuelas elementales primarias y superiores de la república (1891). En su concepto, la escuela era la vía para forjar la unidad nacional y la enseñanza de la historia constituía ‘la piedra angular de la educación nacional [pues] junto con la instrucción cívica, forma al ciudadano’ (p. 5). Sin embargo, advertía que los maestros no debían ponerse jamás al servicio de ningún partido político, religioso o social, sino que estaban obligados a mantener la imparcialidad y la tolerancia. En otras palabras, no debían falsificar, adulterar ni sesgar la verdad de la historia, ni siquiera por patriotismo, a riesgo de corromper la buena fe de sus alumnos. La propuesta de Rébsamen no fue del agrado de todos, en principio porque provenía de un ‘extranjero’. El 23 de enero de 1891 Guillermo Prieto comenzó a polemizar con él en una serie de artículos publicados en El Universal. Aunque compartía su postulado de que la escuela era el germen de toda la nación (el lugar donde se empieza a poner en práctica las funciones políticas y sociales de los educandos), tenía profundas diferencias con Rébsamen en cuanto a la metodología didáctica de la historia. Para Prieto no bastaba con hacer un relato verdadero de los hechos históricos, era también menester exponer los vicios y errores del ‘enemigo’ (en este caso, el partido conservador), al tiempo que se difundían los principios del partido liberal, el del progreso. En consecuencia, era inevitable poner a los estudiantes en contacto con temas de política y religión. Este afán ‘pedagógico’ de Prieto —llamado ‘el Rojo’ por su radicalismo—, seguramente era motivado por sus propias experiencias personales en las guerras de Reforma. En contrario, Rébsamen había llegado a México en 1884, cuando el país ya no estaba en lucha y cuando hacía más de dos décadas que se había entronizado definitivamente el liberalismo en el gobierno”. Ayala, “Heriberto Frías y la versión pedagógico-literaria de la conspiración del marqués del Valle”, p. 62.

10 Tenorio, Artilugio de la nación moderna, pp. 108-109.

11Vale la pena detenerme y recuperar las observaciones de Mauricio Tenorio sobre la labor propagandística de México a través de los siglos. A decir del investigador: “La obra era una síntesis que tenía en mente a los lectores nacionales, pero también era un punto de referencia para los lectores extranjeros. Por un lado, el libro se financió en parte por suscripciones privadas, lo que implicaba entregas periódicas (el número de suscriptores llegaba a 7000 en 1882, según Ballescá, pero para 1889 había bajado a 3000). Por otro lado, al igual que el Palacio Azteca, la obra estaba pensada como un monumento digno de los avances que la tipografía había alcanzado en el siglo xix. La imagen del país que el libro presentaba intentaba resolver discrepancias internas y fomentar el nacionalismo, pero también pretendía hacer que ajustaran entre sí los parámetros de las ideas políticas, sociales y económicas, muchas de ellas de origen extranjero, que inspiraban sus muchos volúmenes. Todo este esfuerzo vio la luz en una bella y colorida edición catalana, subsidiada por el gobierno mexicano, que se servía de todos los recursos de reproducción que por entonces tenía el arte de la imprenta”. Tenorio, Artilugio de la nación moderna, p. 113.

12 Paz, “Leyendas históricas. Segunda serie”, La Patria Ilustrada, año XII, núm. 44, 29 de octubre de 1894, p. 3. Este preámbulo apareció nuevamente en Antonio Rojas. Primera leyenda histórica, publicada en 1895 ya como volumen. Por causas de la pandemia, no he podido acceder a este texto en físico, por lo cual me limito a citarlo a partir de la reproducción realizada por la Hemeroteca Digital Nacional de México, en línea: http://www.hndm.unam.mx/consulta/publicacionvisualizar/558075be7d1e63c9fea1a3a6? Pagina=3&tipo=publicacion&anio=1894&mes=10&dia=29 [consultado el 8 de mayo de 2021]. Publicada por entregas en La Patria Ilustrada, periódico del cual es dueño el mismo Ireneo Paz, Antonio Rojas apareció desde el 29 de octubre de 1894 hasta el 18 de febrero del año siguiente. Hasta donde he conseguido revisar, es en este número de La Patria Ilustrada en el que aparece por primera vez un prefacio explicativo del plan de reconstrucción histórica emprendido por Ireneo Paz.

13A lo largo de su vida, Ireneo Paz formuló diversos proyectos que le dan experiencia en el campo de la administración de imprentas. Desde 1863 redactó Sancho Panza en su natal Guadalajara, y se encargó de imprimir La Independencia en el territorio de Colima. Ya en la capital, comenzó la producción del diario La Patria, el más duradero de los diarios impresos por Paz (1877-1914). “Ireneo Paz se valió de La Patria [y del suplemento cultural La Patria Ilustrada] como medio de difusión para la venta de publicaciones hechas en su propio taller y para promover la diversidad de servicios que ofrecía en su imprenta entre sus clientes cautivos y llegar a los potenciales. Imprimió en este periódico la siguiente leyenda: ‘Se hacen todos los trabajos que se encomienden á esta casa, con esmero y puntualidad’. Asimismo, se hacían ‘a precios sumamente cómodos: tarjetas, circulares, libranzas, estados, biñetas [sic]. Especialidad en tarjetas”. González Ordaz, Ireneo Paz: editor y constructor de La Patria (1877), p. 5.

14Sigo a White al hablar de la refamiliarización de la historia en los términos siguientes: “Los grandes historiadores se han ocupado siempre de aquellos acontecimientos de las historias de sus culturas por naturaleza más «traumáticos»; el significado de tales acontecimientos es problemático y está sobredeterminado en la significatividad que todavía tienen para la vida cotidiana, acontecimientos tales como revoluciones, guerras civiles, procesos de gran escala como la industrialización y la urbanización, o instituciones que han perdido su función original en una sociedad pero que continúan desempeñando un importante papel en la escena social actual. Observando los modos en que tales estructuras tomaron forma o evolucionaron, los historiadores las refamiliarizan, no sólo aportando más información sobre ellas, sino también mostrando cómo su desarrollo se ajustó a alguno de los tipos de relato a los que convencionalmente apelamos para dar sentido a nuestras propias historias de vida”. White, “El texto histórico como artefacto literario”, p. 119.

15Efectivamente, resulta importante relatar con especial detenimiento este episodio para mostrar cómo se magnifica un episodio cumbre de la historia nacional mexicana, en el caso de Ireneo Paz, usando una forma simple: unos pocos héroes que defenderán su tierra contra la invasión de una nación poderosa. El mismo Manuel Payno dedica toda la 16ª lección de su Compendio de la Historia de México (libro de texto para las escuelas de instrucción pública) y se refiere al hecho con las siguientes palabras, a través de las cuales se puede ver una hipérbole en las palabras iniciales que aquí se citan: “La época más notable para México, que se llama de la intervención extranjera, comprende desde el 22 de diciembre de 1861 en que desembarcaron en la plaza de Veracruz las tropas españolas, hasta el 21 de junio de 1867, en que el general D. Porfirio Díaz, en jefe [sic] de las fuerzas republicanas, ocupó la capital de la República”. Payno, Compendio de la Historia de México, p. 203. Para Payno, así como para Paz y Vigil, es necesario relatar de forma detenida el Triunfo de la Reforma liberal. Por cierto, fijo la atención en el hecho de que, para Payno (y como veremos adelante, también para Ireneo Paz) la intervención termina con la toma de la ciudad de México por Porfirio Díaz (21 de junio de 1867). La historiografía del siglo xx marca como el triunfo de la República la entrada de Benito Juárez a la ciudad de México, el 15 de julio del mismo año.

16Sigo a Robin George Collingwood en su caracterización sobre la historia providencial al afirmar en otro espacio lo siguiente: “La visión providencial de la historia nos permite apreciar ‘no sólo las acciones de los agentes históricos, sino la existencia y naturaleza de esos agentes, en cuanto instrumentos o vehículos de los propósitos divinos y, por lo tanto, históricamente importantes’. Collingwood, R. G., La idea de la historia, p. 63. Esta concepción histórica, como puede seguirse en el volumen anteriormente citado, tiene su base en la Ciudad de Dios, de San Agustín, y permea el mundo medieval y renacentista, a veces cambiante, a veces distinta, a través de la visión cartesiana, la fórmula de construcción histórica de Vico hasta verterse en la concepción histórica de la Ilustración y chocar contra la idea de la historia moderna romántica para finalmente ceder su fuerza ante el positivismo”. Morales, “Historia magistra vitae: los estudios históricos de José María Roa Bárcena en el periódico La Cruz (1855-1858), p. 19.

17Paz, Maximiliano, pp. 4-5.

18 Prieto, “Segunda polémica… V. La historia patria”, p. 349.

19En 1840 José María Gutiérrez Estrada había escrito al presidente Anastasio Bustamante para solicitar una convención en la que fueran representadas todas las facciones del poder con el fin de “renovar la vida que parece extinguirse en el cuerpo social, [y que] no debería quizá limitar sus esfuerzos a combinaciones políticas, más o menos aproximadas a lo que ya ha existido entre nosotros, y con el triste fruto que elocuentemente proclaman la ruina del estado en lo interior y su completo descrédito en el mundo civilizado”. Gutiérrez, Carta dirigida al Excmo. Señor Presidente de la República, p. 28. Recorridos todos los modelos de gobierno de los primeros años de vida independiente, Gutiérrez de Estrada se decanta por afirmar la monarquía, con la corona en la cabeza de un príncipe europeo, ante el fracaso del primer imperio mexicano, al señalar que en el pasado colonial los virreyes, en nombre del Habsburgo o Borbón español en turno, lograron gobernar y mantener la paz durante trescientos años. Paz retoma esta justificación y la inserta en el discurso de Maximiliano personaje. En una conversación con Carlota, Maximiliano compara el proyecto mexicano con el imperio brasileño, como una manera de justificar el posible éxito de una monarquía en América, al tiempo que Carlota responde: “Sí, pero es una monarquía antigua y aceptada. “Según lo que estoy leyendo de historia, México ha tenido también sus imperios y durante trescientos años fue gobernado por virreyes. Desde que quiso hacerse República lo ha devorado la guerra civil”. Paz, Maximiliano, p. 9. Aquí Carlota llevaría la voz de la razón, (voz que vacila constantemente con la ambición), mientras Maximiliano adquiere un carácter de iluso: una condición que, como se verá páginas más adelante, se acentúa.

20 Vigil, México a través de los siglos. Tomo V. La Reforma, p. V.

21Ortiz, México eternamente. Vicente Riva Palacio ante la escritura de la historia, p. 275.

22Paz, Maximiliano, p. 10 (las cursivas son mías. Las utilizo aquí y en las siguientes citas para remarcar los elementos del discurso que apoyan la argumentación sostenida).

23 White, “El texto histórico como artefacto literario”, p.125.

24Entiendo que para Hayden White no existe una diferencia entre el discurso histórico y el discurso literario, razón por la cual, la escritura de la historia obedece a una serie de operaciones ficcionales. Por esta razón es que la leyenda histórica de Ireneo Paz puede ser considerada una ficción al mismo tiempo que una representación histórica por parte del lector, del Segundo Imperio Mexicano. “Cómo debe ser configurada una situación histórica dada depende de la sutileza del historiador para relacionar una estructura de trama específica con un conjunto de acontecimientos históricos a los que desea dotar de un tipo especial de significado. Esto es esencialmente una operación literaria, es decir, productora de ficción. Y llamarla así en ninguna forma invalida el estatus de las narrativas históricas como proveedoras de un tipo de conocimiento. Porque no sólo son ilimitadas en número las estructuras pregenéricas de trama con las que los conjuntos de acontecimientos pueden ser constituidos como relatos de un tipo particular, como Frye y otros grandes críticos sugieren, sino que la codificación de los acontecimientos en términos de tales estructuras de trama es una de las formas que posee una cultura para dotar de sentido a los pasados tanto personales como públicos”. White, “El texto histórico como artefacto literario”, p. 115.

25André Jolles define como formas simples los elementos mínimos con los que se construye la leyenda como género: “Allí donde bajo el dominio de una actividad mental lo múltiple y polifacético del ser y del acontecer se condensan y adquieren forma, donde la lengua aprehende esto en sus unidades indivisibles, en unidades lingüísticas que al mismo tiempo se refieren a y significan ser y acontecer simultáneamente, estamos frente a la aparición de las formas simples. Es difícil dar nombre a esas estructuras que hasta ahora hemos denominado unidades del acontecimiento. La historia literaria, con una terminología confusa, al enfrentarse con esas unidades y sin comprenderlas del todo, suele llamarlas motivos. Pero también suele llamar así a un asunto histórico dado o incluso a un complejo cualquiera ya existente con anterioridad a la obra de arte. La palabra motivo es un término peligroso. Motivo significa, en primer lugar, móvil, razón determinante, algo que provoca algo. En este último sentido podrá utilizarse aquí la palabra cuando sea necesaria. Es evidente que nuestras estructuras desencadenan algo cuando, mediante una actividad mental, nos reproducen el acontecimiento de manera gráfica. Pero este no es su sentido original y profundo. Se ha llegado a esta expresión a través de la música donde significa «el último eslabón característico» de una creación artística. Scherer fue quien, en su Poética, utilizó primero el término con este significado. Sin embargo, tampoco es posible utilizarlo en ese sentido. Nietzsche define el motivo musical como «los diferentes ademanes del afecto musical». Y, de hecho, son diferentes ademanes de la lengua los que hemos denominado acontecimientos condensados en conceptos unidades cargadas de acción. En este sentido, seguiremos utilizando la expresión ademán lingüístico”. Jolles, Las formas simples, pp. 46-47. En este tenor, acudo a Hayden White, el cual retoma las estructuras pregenéricas de la trama o mythoi, término acuñado por Frye para explicar que un relato histórico contiene una fábula ilustrativa o una parábola, es decir, un “género bastardo, producto de una unión no consagrada, aunque no antinatural entre historia y poesía”; White, “El texto histórico como artefacto literario”, p. 111.

26Paz, Maximiliano, pp. 62-64 (las cursivas son mías).

27Ibíd., p. 68 (las cursivas son mías). Vale la pena mencionar en este aspecto que durante el siglo xx aún flotaba en el aire la idea de que la aventura imperial tenía como fin obtener capital para pagar los gastos de Miramar. En este sentido, recurro al análisis realizado por Konrad Ratz, mediante el cual es posible acceder a las siguientes cifras que servirían para abatir esta falsa noticia histórica. En primer lugar, se sabe que, tras el matrimonio entre los archiduques, la fortuna de Carlota ascendía a 2.2 millones de florines, a cuenta de herencias, dote del reino belga y otras entradas financiadas por su padre, el rey Leopoldo y la contradote de Maximiliano. Asimismo, la construcción de Miramar se financió mediante un crédito del fondo familiar de los Habsburgo. “Este gasto era perfectamente asequible para la pareja archiducal. La pensión de Maximiliano como archiduque ascendió en 1852 a 75 000 florines, más 40 000 florines como gasto de establecimiento. [Para 1856 ya era de 150 000] A partir de 1864, el pago de la pensión del archiduque continuó de tal modo que 100 000 florines se transferían a México y 50 000 se emplearon para el reintegro del crédito del Fondo familiar. […] En virtud de un contrato de donación concluido el 4 de abril de 1864, antes de la partida a México, Carlota había aportado según el contrato matrimonial del 1º de junio de 1857, 1.8 millones de florines, constituyéndose de este modo en copropietaria de la mitad del valor de Miramar y Lacroma”. Konrad Ratz, “El dinero de Maximiliano y Carlota”, p. 87. Los documentos en los que se basa la investigación de Ratz pertenecen al archivo del Estado austriaco, por lo que resulta creíble que Ireneo Paz no los hubiese conocido. Sirva este dato como un ejemplo para mostrar el tejido del texto histórico a través de las claves literarias. A este respecto, Hayden White afirma: “Los acontecimientos son incorporados en un relato mediante la supresión y subordinación de algunos de ellos y el énfasis en otros, la caracterización, la repetición de motivos, la variación del tono y el punto de vista, las estrategias descriptivas alternativas y similares; en suma, mediante las técnicas que normalmente esperaríamos encontrar en el tramado de una novela y obra”. White, “El texto histórico como artefacto literario”, p. 113.

28Ibíd., p. 93 (las cursivas en ambas citas de este párrafo son mías).

29Ibíd., p. 97 (las cursivas son mías). Históricamente está documentado este episodio como uno de los más complejos entre aquellos previos a la aceptación de la corona mexicana. Egon Caesar Corti detalla con profundidad las diversas comunicaciones desarrolladas entre los reinos de Austria, Francia y Bélgica, en lo cual se aprecia la manera, el cabildeo y el fino trabajo diplomático. Entre las misivas cruzadas por las coronas, me interesa destacar la carta de Maximiliano al emperador, en la que se deja ver un carácter mucho más atemperado. Consciente de la difícil posición en la que se encuentra, así como del hecho de que esta renuncia había sido veladamente anunciada por el emperador austriaco, responde: “Por consiguiente, como yo, el tres de octubre de este año di, siguiendo el consejo de Vuestra Majestad, mi palabra honrada y respetada en toda Europa a un pueblo de 9 millones de habitantes que, confiado en un mejor futuro y en la esperanza de ver terminar una guerra civil devastadora que dura ya generaciones, se dirige a mi persona, y puesto que entonces yo no sabía nada en absoluto de una condición como la que ahora se me pone y tampoco podía saber y, por tanto, podía obrar de buena fe, como realmente he obrado, me veré en la triste necesidad de dar a conocer al citado pueblo de un modo claro, honrado y franco el motivo de mi renuncia”. “Carta del archiduque Fernando Max al emperador Francisco José, Viena, 22 de marzo de 1864, citada en Conte Corti, Maximiliano y Carlota, pp. 246-247. Según el mismo Corti, es Francisco José quien solicitaría la intervención de Napoleón III. Tras días de negociaciones en los que intervinieron el rey Leopoldo de Bélgica y la archiduquesa Sofía, Francisco José viajó a Miramar para entrevistarse con su hermano: “Apenas llegó se encerraron los dos hermanos en la gran biblioteca de palacio para terminar allí de solucionar la cuestión. La discusión, que duró horas, fue agitada y viva; ambos príncipes mostraban huellas de la más honda excitación y de haber derramado lágrimas cuando, al fin, entraron en el gran salón de palacio, donde los esperaban sus dos hermanos los archiduques Carlos Luis y Luis Víctor, muchos otros miembros de la casa imperial, los ministros Schmerling, Eszterházy y Rechberg, los tres cancilleres de Hungría, Croacia y Transilvania, el capitán general de artillería Benedek y otros dignatarios del imperio. El archiduque Fernando Max había cedido”. Corti, Maximiliano y Carlota, pp. 259-260.

30Ibíd., pp. 91-92 (las cursivas son mías).

31Ibíd., p. 172 (las cursivas son mías).

32A este respecto, Corti indica que esta gira se desarrolló por territorios declaradamente conservadores. “Además, las autoridades francesas e imperiales tomaban también donde él llegaba todas las medidas para que no se realizase ningún género de manifestaciones contrarias. Los severos decretos de Forey, que establecía consejos de guerra franceses para los delitos de rebelión, estaban en vigor y producían un efecto terrorífico, de tal suerte que el viaje transcurrió para Maximiliano entre agradables impresiones” y más adelante continúa con una mínima aseveración sobre los fastos de recepción en el Bajío: “En León se organizaron en honor de Maximiliano dos grandes bailes en los que tuvo ocasión de admirar la belleza y la elegancia de las mujeres mexicanas. Desde su visita a Andalucía, escribía a Viena, eran las mujeres más hermosas que había visto jamás. Uno de esos bailes, al que se agregó una sesión de fuegos artificiales, lo dio el general Uraga que acababa de ser ganado para el imperio y que todavía hacía poco había estado en campaña frente a los liberales”. Corti, Maximiliano y Carlota, pp. 290-291. A este respecto, rescato de la pluma del emperador dos cartas enviadas a la emperatriz Carlota, entonces regente del imperio en la ciudad de México, en las cuales se puede leer el entusiasmo (fingido o no, entusiasmo al fin) manifestado por los habitantes del Bajío. Maximiliano se encuentra en Dolores Hidalgo, el día del grito de la Independencia y reporta la celebración así: “Ángel bienamado: Desde ayer estoy en el bello y simpático Guanajuato, donde el entusiasmo de la población ha superado al de cualquier parte.- Todo salió perfecto en Dolores, hacia la hora del grito leí desde el balcón mi discurso, que tú ya conoces, con voz fuerte y muy lentamente. El entusiasmo fue indescriptible, todos vociferaban, las tropas, el pueblo, los señores de mi comitiva, etc., etc. Después, acompañados por música y antorchas, regresamos a mi alojamiento con el tacto propio de los mexicanos, se reunieron todos bajo mi ventana y prorrumpieron en enormes cheers”. “Carta de Maximiliano a Carlota”, 20 de septiembre de 1864. Me parece muy importante recuperar el juicio sobre la belleza de las mujeres guanajuatenses, pues, así como la presenta Corti, esta afirmación aparentaría sostener otra de las leyendas que giran en torno a Maximiliano, de la cual hablaré más adelante: su carácter liviano. Mientras que Corti construye su relato previamente mencionado citando una carta enviada por el emperador a su hermano Carlos Luis, la siguiente carta, enviada a Carlota, me permite apreciar de forma distinta la aseveración sobre la belleza de las mujeres del Bajío: “Mientras más al norte se viaja, más alegre, libre y bonita es la población; las mujeres de León son tan bellas y agradables como las andaluzas más bellas. Aquí encontrarás damas de palacio como no las tiene ninguna otra soberana en el mundo. Además, las damas se visten mucho mejor que en México y hablan más amable y cordialmente”. “Carta de Maximiliano a Carlota”, 30 de septiembre de 1864. Ambas cartas se pueden leer completas en Ratz, Correspondencia inédita entre Maximiliano y Carlota, pp. 141, 148.

33Paz, Maximiliano, pp 197-198 (las cursivas son mías).

34Acudo a la investigación de Konrad Ratz para deconstruir esta “leyenda”: “La idea de que la relación entre la pareja imperial, que nunca tuvo hijos, no era precisamente muy buena, pertenece a estos estereotipos. En las leyendas desempeñan un papel destacado las infidelidades mutuas y los hijos extramatrimoniales. En este contexto, recibí por parte del barón doctor Wolfhart von Stackelberg, la valiosa indicación acerca de la correspondencia privada, aún inédita, no sólo del archiduque, sino, más adelante, de la pareja imperial, indicación por la que quedo muy agradecido. Desde 1975, esta correspondencia es accesible al público en el Harry Ransom Humanities Research Center de la Universidad de Texas en Austin, sin embargo, no aparece en ninguna de las ediciones de las cartas hechas hasta ahora. Lo especial de esta correspondencia es que documenta una relación acerca de la cual poco se sabía hasta ahora y, por ello mismo, daba lugar a muchas especulaciones […]. La correspondencia nos entrega una nueva y profunda imagen de las relaciones sentimentales y espirituales entre Maximiliano y Carlota”. Ratz, Correspondencia inédita de Maximiliano y Carlota, p. 15.

35Paz, Maximiliano, pp. 212-213 (las cursivas son mías).

36Ibíd., pp. 299-301 (las cursivas son mías).

37Ibíd., pp. 311-313.

38Según Ratz, “el 1º de octubre recibió Bazaine telegráficamente desde Mazatlán la falsa noticia de que Juárez había cruzado la frontera por Paso del Norte y se encontraba en la capital de Nuevo México, Santa Fe. Esta noticia, difundida por los periódicos del imperio, provoca que Maximiliano y sus ministros, presionados por Bazaine, firmen la ley penal del 3 de octubre de 1865. En ella se dice sustancialmente: Dado que Juárez había renunciado a su pretensión de soberanía, los partidarios de su causa que aún pelean en México serán considerados como bandas armadas y se les aplicará la pena de muerte. […] Carlota vivirá el final de 1865 como un triunfo personal (el último): Maximiliano la envía en un viaje de inspección a Yucatán. Lo hace en su representación, pues el emperador no desea apartarse de la capital en estos momentos críticos: el público estaba inquieto, entre otras cosas, por la disputa del gobierno con el nuncio. En sus ‘Instrucciones secretas a la emperatriz para su viaje a Yucatán’ traza Maximiliano un ambicioso proyecto político con respecto al futuro de México y aun de toda América Latina. Un gigantesco imperio mexicano deberá oponerse a los Estados Unidos. Yucatán deberá ser el centro de gravitación de los Estados centroamericanos. Los deseos de autonomía yucatecos deberán satisfacerse mediante unas leyes especiales”. Ratz, Correspondencia inédita entre Maximiliano y Carlota, pp. 220-221. En este tenor, conviene leer un par de fragmentos de la primera de varias cartas intercambiadas entre los archiduques durante el viaje a Yucatán para atestiguar el dolor que le causa a Maximiliano la separación de su amada esposa, así como la confianza depositada por el emperador en el ojo político y el buen manejo de la emperatriz: “Ángel bienamado: Después de nuestra tan dolorosa despedida en San Isidro, pasé un día muy desconsolado y triste. Todo me parecía tan abandonado y vacío. Vagaba por el palacio como un ser perdido, […] Pero basta ya de prédicas aburridas, tienes tanto tacto e inteligencia que sólo debes seguir tus propios impulsos, que siempre te guiarán correctamente. Cuídate pues, ángel y vida míos, consérvate sana y fresca y vuelve pronto, pues desde que te fuiste estoy desconsolado y perdido”. “Carta de Maximiliano a Carlota”, 7 de noviembre de 1865. Ratz, Correspondencia inédita entre Maximiliano y Carlota, pp. 222-223 (los subrayados son de la carta original).

39 Blasio, Maximiliano íntimo¸ pp. 111-112.

40Paz, Maximiliano, p. 356.

41Ibíd., pp. 356-359 (las cursivas son mías). La casa Borda en Cuernavaca, como refugio de los amoríos del emperador, es parte de la leyenda negra en torno al fracasado matrimonio. Al respecto, escribe José Luis Blasio: “Como nuestros continuos viajes a Cuernavaca seguían dando pasto a las murmuraciones respecto a las hablillas de los amores de Maximiliano, tenía yo verdadera curiosidad por saber qué había de cierto en ello. Sin embargo, de que durante el día, eran muy pocos los instantes que estaba separado del soberano, nunca pude sospechar nada que las confirmara. Desde las primeras horas de la mañana, me encontraba cerca de él para el acuerdo, en seguida salíamos a caballo, venía luego el almuerzo, después el trabajo de nueva cuenta; por la tarde la comida y otro paseo a caballo y hasta las ocho de la noche, recibía yo sus últimas órdenes para retirarme. Después el silencio más profundo reinaba en toda la residencia imperial. Si la Emperatriz se encontraba en Cuernavaca, como ésta se acostaba a las diez de la noche, entreteniéndose con alguna de sus damas de honor en leer o en alguna labor de mano, hasta esa hora podía observarse luz en su cuarto; si estaba en México, desde las ocho de la noche, cesaba en la mansión imperial todo ruido y todo movimiento”. Blasio, Maximiliano íntimo, p. 133. Más adelante, el secretario del emperador logra entrevistarse con Antonio Grill, ayuda de cámara del Habsburgo, el cual narra cómo los archiduques estaban perdidamente enamorados todavía en Europa, pero que después de un viaje a Viena “pasó algo que vino a echar para siempre por tierra aquella unión conyugal. Desde entonces, eran ante el mundo los mismos esposos amantes y cariñosos; pero en la intimidad no existía ya tal cariño ni tal confianza”. Blasio, Maximiliano íntimo, p. 134. El relato de Grill culmina con una apreciación que da rienda suelta a la especulación: “En Cuernavaca, si bien el cuerpo de guardia se encontraba en el primer patio, y no hubiera dejado de observarse la entrada o salida de una mujer ¿no vio usted nunca en el muro del jardín, una puertecita muy estrecha por la que apenas cabía una persona?, pues bien, esa puertecita que siempre se encontraba cerrada, podría hacer a usted muchas y muy curiosas revelaciones respecto a las personas que por ella pasaban. En cuanto a Chapultepec sí puedo asegurar a usted, que allí jamás penetró una mujer a las habitaciones de su Majestad”. Blasio, Maximiliano íntimo, p. 135.

42Ibíd., pp. 362-363 (las cursivas son mías).

43Ibíd., pp. 365-366 (las cursivas son mías).

44Ibíd., pp. 372.

45Apunta sobre este concepto Hayden White: “La teoría formista de la verdad apunta a la identificación de las características exclusivas de objetos que habitan el campo histórico. En consecuencia, el formista considera que una explicación es completa cuando determinado conjunto de objetos ha sido debidamente identificado, se le ha asignado clase y atributos genéricos y específicos y pegado etiquetas referentes a su particularidad. Los objetos aludidos pueden ser individualidades o colectividades, particulares o universales, entidades concretas o abstracciones […] el modo formista de explicación puede encontrarse en […] los historiadores románticos y en los grandes narradores históricos”. White, Metahistoria, p. 24.

46Nuevamente, acudo a White cuando explica que: “El romance es fundamentalmente un drama de autoidentificación simbolizado por la trascendencia del héroe del mundo de la experiencia, su victoria sobre éste y su liberación final de ese mundo, el tipo de drama asociado con la leyenda del Santo Grial o con el relato de la resurrección de Cristo en la mitología cristiana. Es un drama del triunfo del bien sobre el mal, de la virtud sobre el vicio, de la luz sobre las tinieblas, y de la trascendencia última del hombre sobre el mundo en que fue aprisionado por la Caída”. White, Metahistoria, p. 19.

47Paz, Maximiliano, pp. 401-402 (las cursivas son mías).

48Ibíd., pp. 23.

49Ibíd., pp. 79-80 (las cursivas son mías).

50Ibíd., pp. 41 (las cursivas son mías).

51Ibíd., pp. 48. La leyenda mexicana enfatiza la multitud de militares franceses y el minado número de mexicanos para mostrar, mediante un artificio metafórico, que no es la cantidad de soldados, sino la elección divina de un general y la mano de la Providencia las que ganan las batallas.

52Ibíd., p. 263 (las cursivas son mías).

53Ibíd., p. 394.

54Ibíd., p. 476. Todavía para finales de siglo XIX, Paz era partidario del gobierno de Díaz; aparentemente no era cercano al general, pero sí recibió varias comisiones durante el Porfiriato. “Fue justamente [para la exposición de París, 1889] que Paz recibió el encargo de escribir Los hombres prominentes de México, libro que tenía como fin ‘dar a conocer a los hombres y levantar tan alto como debe estar el nombre de México, cuyo fértil sueño se encuentra quizá destinado en el porvenir a encerrar una de las más grandes y más prósperas naciones’. La obra contenía las semblanzas de empresarios, políticos, artistas, escritores y científicos mexicanos y no sólo promovía la imagen internacional de México sino también la reelección de Díaz”. Dicho apoyo al gobierno del general fue decreciendo con el paso de los años, como hemos dicho anteriormente, porque tanto Paz como el resto de la generación tuxtepecana fue desplazada por la generación de los “Científicos”. Al respecto dice Octavio Paz (citado por Antonia Pi-Suñer) que: “lamentaba que no se hubiera hecho nada por encaminar la nación hacia una verdadera democracia. Esto lo llevó a apoyar la candidatura de Bernardo Reyes como una alternativa que impidiera la reelección del dictador. Criticó al régimen en su periódico La Patria y esas críticas bastaron para llevarlo a la cárcel por una corta temporada”. Pi-Suñer, “Entre la historia y la literatura. Ireneo Paz”, pp. 384-385.

55Ibíd., p. 576. Paz era opositor al gobierno de Juárez. Por años publicó El Padre Cobos: “a decir del propio Paz, fue muy popular porque era el principal ariete que había en la prensa contra “el jefe en el poder”, Benito Juárez, quien se encontraba en campaña para su reelección como presidente de la República, teniendo como adversarios a Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz. Ireneo alternaba entonces su trabajo de periodista “jocoso” con el de “serio”, mismo que plasmaba en El Mensajero, órgano del partido porfirista y en cuya imprenta se publicaba El Padre Cobos […] Después de las elecciones presidenciales, en las que resultó reelecto Juárez, Paz formó parte en la rebelión de la Noria que lo llevó fuera de la capital y que le obligó a cerrar su periódico en septiembre de 1871; Pi-Suñer, “Entre la historia y la novela. Ireneo Paz”, pp. 381-382.

Recibido: 26 de Mayo de 2021; Revisado: 30 de Junio de 2021; Aprobado: 09 de Julio de 2021

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