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Debates por la historia

versión On-line ISSN 2594-2956

Debates hist. vol.11 no.2 Chihuahua jul./dic. 2023  Epub 30-Oct-2023

https://doi.org/10.54167/debates-por-la-historia.v11i2.1206 

Artículos de investigación

Acercamiento teórico hacia la conciencia histórica y su relación con la literatura narrativa

Theoretical approach to historical consciousness and its relationship with narrative literature

Approche théorique de la conscience historique et sa relation avec la littérature narrative

eoretyczne podejście do świadomości historycznej i jej związku z literaturą narracyjną

Sandra Janette Silveyra Hernández*  a
http://orcid.org/0000-0002-6185-3504

Francisco Alberto Pérez Piñón**  b
http://orcid.org/0000-0003-4316-6484

*Universidad Autónoma de Chihuahua (México). Correo electrónico: sandrajsilveyra@gmail.com

**Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Chihuahua (México). Correo electrónico: aperezp@uach.mx


Resumen

La conciencia histórica es un concepto relativamente nuevo que ha tenido su auge de estudio en años recientes, y ha puesto una vez más la mirada en la necesidad de que los procesos de enseñanza-aprendizaje de la historia la contemplen, no solo como el conocimiento de nombres y fechas que puede darse a través de la simple memorización, sin involucrar un proceso más complejo; sino como una oportunidad para impactar en el individuo. Esto mediante el desarrollo del pensamiento crítico, a través de la interiorización de la naturaleza del hecho histórico, como un conjunto de perspectivas distintas de la realidad, en función del contexto desde el que se interpreta; a la vez de reconocerse a él mismo como partícipe de un tiempo histórico determinado y, por lo tanto, agente de impacto. El presente artículo tiene como objetivo desarrollar un acercamiento, por medio de una revisión teórica, hacia la conciencia histórica y su potencial impacto práctico en el presente y futuro, como guía de acción para el individuo. Plantea el cómo la literatura narrativa histórica, que toma contextos pasados y los dota de figuras y elementos propios de los textos literarios, puede lograr que la historia se presente de manera más clara y accesible, contribuyendo así a su conformación, a través del desarrollo de herramientas cognitivas.

Palabras Clave: enseñanza de la historia; memoria histórica; narrativa

Abstract

Historical consciousness is a relatively new concept that has had its research peak in recent years. It has brought back the attention on the need for history teaching-learning processes to consider it, not only as the knowledge of names and dates that can be acquired through simple memorization, without involving a more complex process, but as an opportunity to impact the individual. This is attempted to be achieved through the development of critical thinking and the internalization of the nature of historical events as a set of different perspectives of reality depending on the context from which it is interpreted. Similarly, individuals recognize themselves as participants in a specific historical period and, therefore, as agents of impact. The purpose of this paper is to develop an approach through a theoretical review of historical consciousness and its potential practical impact on the present and future, as an action guide for the individual. It considers how historical narrative literature, which takes past contexts and endows them with figures and elements typical of literary texts, can help history to be presented in a clearer and more accessible way, thus contributing to its conformation through the development of cognitive tools.

Keywords: history teaching; historical memory; narrative

Résumé:

La conscience historique est un concept relativement nouveau qui a connu son essor d’étude ces dernières années, et a une fois de plus mis l’accent sur la nécessité pour les processus d’enseignement-apprentissage de l’histoire de l’envisager, non seulement comme la connaissance des noms et des dates qui peut être donnée par simple mémorisation, sans impliquer un processus plus complexe; mais comme une occasion d’avoir un impact sur l’individu. Cela par le développement de la pensée critiqué, par l’intériorisation de la nature du fait historique, comme un ensemble de perspectives différentes de la réalité, en fonction du contexte dans lequel il est interprété; tout en se reconnaissant lui-même comme participant d’un temps historique déterminé et donc comme agent d’impact. Cet article vise à développer une approche, par une révision théorique, vers la conscience historique et son impact potentiel pratique dans le présent et l’avenir, comme guide d’action pour l’individu. pose la question de savoir comment la littérature narrative historique, qui prend des contextes passés et les dote de figures et d’éléments propres aux textes littéraires, peut rendre l’histoire plus claire et plus accessible, contribuant ainsi à sa conformation, par le développement d’outils cognitifs.

Mots-clés: Enseignement de l’histoire; Mémoire historique; Récit

Streszczenie

Świadomość historyczna to stosunkowo nowe poj ęcie, które w ostatnich latach stało się przedmiotem intensywnych badań, kładąc ponownie nacisk na konieczno ść uwzględnienia jej w procesach nauczania i uczenia się historii. Nie chodzi tu tylko o poznanie nazwisk i dat poprzez proste zapami ętanie, ale o bardziej złożony proces, który ma wpływ na jednostkę. Polega to na rozwijaniu myślenia krytycznego, poprzez wewnętrzną analizę natury wydarzenia historycznego jako zespołu różnych perspektyw rzeczywistości, zależnie od kontekstu, w którym jest interpretowany; jednocześnie uznając siebie za uczestnika określonego okresu historycznego i tym samym agenta wpływu. Celem niniejszego artykułu jest rozwinięcie teoretycznego podejścia do świadomości historycznej i jej potencjalnego praktycznego wpł ywu na teraźniejszość i przyszłość, jako przewodnika dział ania dla jednostki. Artykuł omawia, w jaki sposób historyczna literatura narracyjna, która opiera się na przeszłych kontekstach i nadaje im cechy charakterystyczne dla tekstów literackich, może sprawić, że historia staje się bardziej zrozumiała i dostępna, przyczyniając się tym samym do jej kształtowania poprzez rozwijanie narzędzi poznawczych.

Slowa kluczowe: nauczanie historii; pamięć historyczna; narracja

Introducción

El presente artículo tiene como objetivo presentar algunos de los planteamientos principales que a través del tiempo han sido desarrollados acerca de la conciencia histórica, partiendo de un intento por esclarecer qué es lo que la diferencia de la memoria histórica como tal y en dónde reside su importancia. A su vez, se explora de qué manera se manifiesta en su dimensión práctica y qué procesos son necesarios para su conformación. De la misma forma, se explora su relación con la narrativa, examinando esta última desde las conceptualizaciones de diferentes autores, y del lazo existente que naturalmente une historia y narración, para concluir planteando de qué manera la literatura narrativa y la conciencia histórica pueden conjuntarse con propósitos pedagógicos.

Para efectos de dar una mayor claridad metodológica, el artículo se encuentra organizado en tres secciones: en primer lugar, se realiza un recorrido por las diferentes conceptualizaciones que se han planteado a través de los años para lograr definir los componentes principales de lo que se concibe como conciencia histórica, de acuerdo a una serie de autores en orden cronológico de aparición de sus aportes. En segundo lugar, se explora brevemente acerca de las distintas maneras en las que se relacionan la historia y la narrativa, así como la naturaleza misma e intrínseca de dicha relación, a la vez que se menciona a la literatura narrativa como una de las posibilidades de presentar la historia, recordando que esta misma posee -desde su origen- elementos que pueden atribuirse a lo literario. Finalmente, se elaboran algunas conclusiones en relación con la importancia de la transversalidad de la historia con otras disciplinas, así como la importancia de seguir incorporando herramientas para que su proceso de enseñanza-aprendizaje siga evolucionando a la par que la sociedad -y por lo tanto la pedagogía-se encuentran en cambio constante.

Acercamientos conceptuales: De la Memoria a la Conciencia Histórica

Cuando se menciona el concepto de conciencia histórica, sin importar si es dentro o fuera de un contexto académico, no es extraño encontrarse con que, de forma usual, no solo se remite en automático al concepto de memoria histórica, sino que se llegan incluso a tomar como términos que refieren a lo mismo. Ante esta confusión común, es primordial -como inicio para este artículo- primeramente, asentar qué es lo que diferencia ambos conceptos y las implicaciones particulares que cada uno conlleva. Igualmente, que hace que al final de cuentas refieran procesos diferentes, aunque mantienen una relación estrecha, en tanto que los dos son conceptos historiográficos relativamente recientes que tienen que ver con la recuperación del pasado en el presente.

En esta línea, es posible llegar a la definición de memoria histórica desde diferentes perspectivas, de acuerdo a los autores que se elijan para descifrarla. Se trata, por ejemplo, de la memoria que se escapa más allá de los límites de la vida del individuo mismo, en una de sus formas más elaboradas, y que da unión a los fragmentos de los pasados que se rememoran dentro de una unidad temporal, a través de la cual se puede interpretar el cambio, mientras que de una manera colectiva el pasado en común se conserva predominantemente a través de las instituciones, sumando además a las tradiciones, símbolos y creencias que se heredan de forma generacional y que en conjunto suma a la conformación de la identidad presente (Cataño, 2011). Así, estas narrativas del pasado -y la identidad- son transmitidas a través de medios diversos que sobrepasan el aprendizaje escolarizado y sin perder el lazo existente entre memoria e identidad, como conceptos codependientes.

De acuerdo a ese planteamiento se puede decir que, constituida dentro y como parte de un colectivo, la memoria histórica se vuelve constructora de identidades, al contribuir precisamente en eso, otorgando sentido de pertenencia e identificación, no sólo a grupos en conjunto, sino también a cada uno de sus componentes como seres propios individuales, que se adueñan de ella también.

A través de esto, entendemos que la memoria histórica es por lo tanto algo que inherentemente es parte del ser humano, que le pertenece y se le presenta de manera natural, no necesitando obligatoriamente de una enseñanza o instrucción académica para asentarse y hacerse parte de una sociedad; y manteniéndose viva a través de variedad de maneras que pueden escapar de la educación formal, y que tienen más que ver con el ocurrir natural del tiempo y del mismo desarrollo del individuo dentro de una sociedad. “Es una memoria que moldea la mirada que los pueblos tienen sobre su devenir histórico y sobre su identidad, por lo tanto, los condiciona y ejerce una gran influencia en la elaboración de su imagen hacia el futuro” (Carnevale, 2013, p. 1). Así, la memoria histórica apoya entonces determinando la visión colectiva que tenemos de nosotros mismos y el grupo que conformamos, así como la de sociedades distintas a la nuestra, de acuerdo al recorrido que ha tenido cada cual, en su propio devenir histórico, y que les sirve para identificarse y distinguirse de los otros, de acuerdo a esa historia particular. Como llegó a mencionar Ricoeur (2000), la memoria no sería sino una reflexión del yo mismo o, en este caso, de nosotros mismos sobre el nosotros mismos en el tiempo.

De acuerdo con la idea anterior, se plantea el tratamiento de la narrativa del pasado como un medio a través del cual se construyen las comunidades como unidad, usando para ello la imagen que las mismas obtienen de su pasado y que cumple una función de generadora de identidades. Lo anterior en la medida en la que la persona como ente individual voltea la mirada a su pasado y se piensa desde el tiempo presente, sabiéndose marcado por lo anterior e identificándose a sí mismo en esa práctica. Ahí, la memoria en su proceso de selección configurará un relato que estará basado en una historia que se incorporará a su vez al sistema establecido de la comunidad a la que se pertenece (Fernández, 2013).

Como parte de este lazo que se menciona entre la memoria y la historia, donde el impacto de la segunda en un tiempo y espacio se relaciona directamente con la forma en la que es transmitida la primera, todo lo que ocurre responde a la manera en la que un hecho es interpretado, y -por lo tanto- puede no corresponder por completo a la realidad acontecida, contando con que, a su vez, las narrativas son cambiantes en función de la transformación de los contextos desde las cuales son analizadas e interpretadas. En este sentido, es fundamental entender que la historia no podrá captar nunca algunos elementos de la memoria fielmente. Elementos tales como el sentimiento que provoca alguna experiencia, la intensidad del sufrimiento o de la felicidad, la cualidad en sí misma de lo que acontece. Aun así, la historia sí contiene algunos otros aspectos que no son susceptibles a la memoria y no se agotan en ella, como los factores económicos, ecológicos y demográficos. De esta manera, la historia pone a prueba a la memoria de cierta manera, e idealmente, conlleva al surgimiento de una memoria más exacta y una evaluación más precisa de lo que es o no fáctico en lo que se rememora (La Capra, 2009).

En concordancia con lo anterior, es necesario asentar que no solamente se tematiza la historia que se regula por medio de las instituciones educativas y/o las políticas, sino que la historia transmitida en el proceso de socialización también se incluye, sea producto de una versión oficial o no (González y Gárate, 2017). Así, la forma en la que una colectividad o un individuo explique su pasado puede, a su vez, plantar la forma en la que entiende su lugar en el presente, debido a que “reconocer las potencialidades y los condicionamientos, significa reconocernos como sujetos históricos que participan de un presente y que son responsables de un futuro que aún no se ha dado” (Coudannes, 2013, p. 397).

La memoria histórica, entonces y como forma de conclusión de este repaso de diferentes perspectivas, reúne diferentes hechos del pasado y la estructura de tal forma que, a través de ellos, se logre llevar a cabo una interpretación propia de lo que sucede en el ahora. Sin poseer una verdad oficial y encontrándose constantemente con versiones diferentes, conforme las sociedades evolucionan, es transformativa, cambiante y la perspectiva desde la cual se asimile obedece a un sin número de factores contextuales que están en constante variación y que forman parte fundamental en la construcción de identidades, tanto del individuo en sí mismo, como de la sociedad a la que pertenece.

Una vez asentadas las implicaciones de la memoria histórica, es turno de ahondar en el concepto de conciencia histórica, para lo cual nos encontramos con la definición que hizo Dessau desde 1971, planteándola como una conciencia que se enfoca en las condiciones del proceso objetivo de la historia y las consecuencias que de dichas condiciones se han derivado, para así lograr mantener una guía de acción que ayude a determinar resoluciones a los problemas de la época propia. Si bien, como es natural, el concepto ha estado en constante evolución a lo largo de los años, conforme diversos autores han aportado sus propios matices teóricos, esa característica de “guía de acción” que menciona Dessau ha permeado como un elemento fundamental al momento de distinguir a este concepto de otros similares. Así mismo, resulta preciso añadir que “pensar y concebir la historia, implica también pensarse y concebirse en el tiempo y como tiempo” (Uribe, 2016, p. 350).

Siguiendo con otra interpretación del concepto de conciencia histórica, nos encontramos con que para Rodríguez (1989), el pasado no actúa de manera particular solamente como un conjunto de acontecimientos que, ocurriendo en un tiempo anterior, sobreviven en el presente y conforman el futuro, sino que también es parte esencial de ellos. Así, desde una perspectiva filosófica se argumenta que las posibilidades que se nos presentan ocurren en función de nuestro haber ya sido, al tiempo que somos también a partir de ellas y por lo tanto nos conforman de forma inherente.

El planteamiento anterior refiere a lo que Rüsen nombra como una suerte de competencia de orientación ya que, según el autor, la conciencia histórica funcionaría como un elemento orientativo clave, dándole a la vida práctica una matriz y un marco temporales, trayendo consigo una concepción particular del transcurrir del tiempo, concepción que actúa como un elemento determinante en las intenciones que guían nuestra actividad humana (Rüsen, 1992). Esta llamada competencia de orientación puede tomarse entonces como el objetivo principal al que la conciencia histórica aspira, buscando manifestarse de manera práctica en el mundo y teniendo la capacidad de significar una transformación de percepciones, a través del desarrollo de una visión analítica y crítica, y -por consiguienteteniendo la potencialidad de impactar en las acciones futuras de los individuos.

A manera de antecedente, se encuentra que algo parecido a esta “competencia de orientación” fue planteado por Freire (2004) cuando hablaba de la lectura crítica como parte de los procesos de liberación. Para él, el concepto de concientización se refiere al proceso por el cual el sujeto se hace capaz de percibir, en términos críticos, la unidad dialéctica entre él y el objeto, de acuerdo a su relación con él. En ese sentido, Fraire (2004) afirmaba que no existe la concientización por fuera de la praxis. La concientización no puede darse al margen de esa unidad teoría-práctica, es decir, del ejercicio de reflexión-acción.

Esta idea que, si bien desarrollada de acuerdo a sus propios objetivos e intenciones, concuerda en planteamiento con la teoría desarrollada por Rüsen en la que, al lograrse una visión crítica y consciente de la historia, se afectan las acciones posteriores del individuo. De acuerdo a esto, para llegar a la “conciencia” o a la “concientización”, de la que hablan Rüsen y Freire respectivamente, no es suficiente conocer y creer que se observa algo determinado de manera crítica, sino que se requiere que se interioricen los pensamientos nuevos, y que estos a su vez impacten en una dimensión práctica, ya sea en el ahora o en después.

Esa presencia del pasado en el presente y futuro Rodríguez no la concibe como estorbo, sino como elemento fundamental en el proyecto propio de las posibilidades. Así, al proyectarnos desde la responsabilidad del pasado, la existencia es heredera de sí misma al completo. En esta misma línea, Escribano (2021) expresa que a través de este pensar la historia tenemos acceso a la posibilidad de descubrir diferentes visiones y perspectivas del pasado, mismas que son las que nos posibilitan precisamente la tarea de ubicarnos en el mundo presente y, en conjunto, adquirir esa conciencia de responsabilidad frente a los problemas sociales, desarrollando una capacidad crítica que derive en el pensar con perspectiva a futuro, y tomando así decisiones inclinadas a la intervención social.

Por otro lado, y volviendo una vez más a la manera de conceptualizar la conciencia histórica, Rüsen (1992) también plantea que esta funciona como “un modo específico de orientación en situaciones reales de la vida presente: tiene como función ayudarnos a comprender la realidad pasada para comprender la realidad presente” (p. 28). Por lo tanto, se entiende que no es algo que es dejado en el pasado o que si se recupera es meramente como sucesos estáticos y simples recuerdos sin impacto, sino que funciona como dirección temporal a la realidad presente, al mismo tiempo que posee la facultad de brindar una orientación que guíe intencionalmente las acciones del individuo (Rüsen, 1992).

De esta manera, la conciencia histórica funciona condensando los conceptos, interpretaciones, perspectivas, representaciones, experiencias, valoraciones, comprensiones y expectativas que una sociedad tiene, tanto de sí misma como de los otros, y que se reflejan por medio de narrativas estructuradas del pasado (González, 2006, p. 22). Es entonces como, gradualmente y a través de esas narrativas, el sujeto se apropia de la realidad que le corresponde por medio de su conciencia, en la cual se encuentran condensados todos esos componentes de esa que es su realidad, como figuras de pensamiento, y que ocasionan que el sujeto se reconozca a sí mismo no solo como individuo, sino también como miembro de una comunidad determinada y dueño de una personalidad específica que configuran su perspectiva del mundo (Ojeda et al., 2010).

Así, la conciencia histórica dispone entonces de una función y potencialidad práctica que no encontramos necesariamente en la memoria histórica. En este sentido, mientras la memoria histórica puede verse como una reivindicación del pasado y una apropiación natural de la historia que nos conforma, la conciencia histórica es más un proceso que va del pasado hacia el futuro, ayudándose de procedimientos para la construcción de la temporalidad (Santiesteban, 2017). De acuerdo a lo anterior, este concepto adhiere una dimensión que implica el entenderse no solamente desde una perspectiva del pasado generador de causalidades que continúan teniendo repercusiones en el transcurrir del tiempo, sino que exige que las herramientas aprendidas por medio de su asimilación puedan traspasarse a acciones en el plano del presente y que también sea un apoyo en la búsqueda de proyectarse a futuro, teniendo en cuenta que esta conciencia está ligada también de manera directa con la identidad y la cultura histórica (Lahera y Pérez, 2021).

Para continuar con la explicación de este concepto y su origen, se plantea que, desde el mismo inicio de la humanidad, el ser humano se ha preguntado invariablemente por su presente, pasado y futuro, utilizando en ello la construcción de imágenes que han remitido a mitos, a la evolución, o a sin número de utopías posibles, todos estos recursos para asimilar al presente, ya sea como continuidad de tradiciones que se heredan o como un vínculo hacia realidades nuevas. Precisamente encontramos en esa relación que forman las personas con su propia temporalidad, lo que llamamos conciencia histórica, existiendo entonces, a su vez, como un producto de nuestra condición de ser natural en un tiempo determinado (Sánchez et al., 2016).

Siguiendo entonces con este acercamiento teórico a la línea de diferenciación entre conciencia y memoria histórica, Carnevale (2013) asegura que, a diferencia de la memoria presente de forma inherente en el ser humano, la conciencia histórica es en mayor medida producto de una conformación, es decir, una construcción de tipo social, que tiene influencia directa de las situaciones y/o ideas pasadas que se han mantenido vigentes hasta el tiempo presente del individuo. Así, no es perpetuada a través de la sola memorización, sino que es el resultado de un ejercicio interpretativo de experiencias en el tiempo, y se expresa de manera estructurada por medio de narraciones que dan la posibilidad de exponer la evolución temporal de la humanidad en su transitar en el mundo. La memoria histórica podría considerarse entonces una clase de escalón anterior necesario, con el fin de lograr la conformación como tal de una conciencia histórica, la cual, como se ha planteado, necesita gestarse desde una intencionalidad, para lograr así alcanzar su potencial impacto en la dimensión práctica de la realidad, particularidad diferenciadora al colocarla al lado de la memoria histórica.

De esta manera, encontramos en este planteamiento otra conexión con el pensamiento de Freire (2004), en cuanto a los procesos de concientización del individuo, ya que para él, mencionando que el conocimiento tomado como la cantidad infinita de cosas que se pueden aprender, no es una cosa ya hecha y terminada, la conciencia debe -por fuerza- ser una “intencionalidad” hacia ese conocer el mundo, por lo que el conocimiento implicaría la necesidad de que exista una unidad entre el reflexionar la realidad y la acción misma que esa actividad propicia. De acuerdo a este y continuando con los postulados de Freire, la educación debe tomar una postura crítica que fomente los procesos de toma de conciencia verdadera, más allá de las prácticas educativas tradicionales.

Además de esta intencionalidad necesaria, Chávez (2020) plantea el agregado de que, en aras de desarrollar una conciencia histórica eficaz, se requiere tomar en cuenta más elementos que incluyen el “aprendizaje de una serie de habilidades complejas, propias del pensamiento histórico, como la temporalidad, el cambio, la causalidad, la perspectiva histórica, la empatía, la utilización de fuentes y el significado histórico de los hechos o los procesos estudiados” (p. 28). De acuerdo a esto, no es suficiente con el poseer conocimiento de los hechos y procesos históricos que han formado a la humanidad, sino que es imprescindible contar también con las herramientas que permitan identificar cómo es que esos procesos tienen su impacto en el presente y cómo podrían, a su vez, jugar un papel en nuestro futuro.

El potencial transformador de la conciencia histórica es la razón sobre la cual ha descansado y sigue descansando su importancia, sobre todo en este mundo actual en el que las identidades son cada vez más difusas, y la información que se prioriza es la que representa una novedad que termina durando instantes y que, como consecuencia ese bombardeo constante de información, proveniente de todos lados, hace que el tiempo requerido para que sea interiorizada correctamente no esté disponible. De esta manera, el pensar en cambios o transformaciones, ya sean de carácter social o personal, sería muy difícil si se carece de una conciencia histórica que dé cuenta de la mutabilidad e historicidad de la naturaleza en general y la existencia humana particularmente (Jiménez y Plaza, 2021).

Relación entre Historia y Narrativa

A lo largo de los años, y conforme la sociedad continúa evolucionando, la enseñanza de la historia en las instituciones académicas también ha cambiado sus principios, metodologías, perspectivas y objetivos esperados con los alumnos, esto con el fin de lograr adaptarse a las necesidades que dichas transformaciones sociales exigen en el ámbito educativo. Sobre esto, González (2006), citando y traduciendo a Christian Laville, aborda el tema planteando que el ejercicio pedagógico, en cuanto al suceso histórico se refiere, ha sido orientado de maneras diversas a través de las épocas. Ejemplo de ello es la perspectiva educativa que se tuvo entre finales del siglo XIX y mediados del XX, la cual se orientaba hacia la formación de un “ciudadano-sujeto” perteneciente a un Estado-nación como objetivo principal, y cuya formación cívica descansaba principalmente en la transferencia de narraciones de personajes y acontecimientos que sostenían el mausoleo de los hechos míticos y simbólicos conformadores de la identidad nacional. Luego, cuando se dio por finalizada la Segunda Guerra Mundial, esas pedagogías cívicas cambiaron sus contenidos y objetivos, ahora orientados a la formación de un «ciudadano-participante», apoyándose ahora en promover el desarrollo de las capacidades, tanto intelectuales como afectivas para vivir en democracia (González, 2006).

Si bien es posible afirmar que en la actualidad se continúa apuntando a la formación de “ciudadanos-participantes”, que se explica en lo mencionado anteriormente, mientras se sigue intentando dejar atrás la mera transmisión de personajes y acontecimientos, la pedagogía en cuestiones de historia ya no solamente busca centrarse en la enseñanza orientada al desarrollo de las herramientas necesarias para convivir dentro de una sociedad democrática, sino que también tiene la labor de formar individuos conscientes de su realidad y del tiempo en el que se desenvuelven. Si la historia y la narración histórica se reúnen al trabajar con personajes y sucesos semejantes, cumpliendo la tarea de vislumbrar un futuro posible, al rebuscar en un pasado huidizo, al tiempo que se está de pie sobre un presente fugaz y volátil (Montes de Oca, 2014), es por medio de la verdadera comprensión del hecho histórico, la cual busca que la persona sea capaz de analizar su rol y lugar en el presente, así como de proyectarse en el futuro con un sentido social de responsabilidad; que puede llegar a tener la capacidad para analizar, contextualizar y adaptarse a los cambios que ocurren cada vez más rápido en las sociedades actuales.

A pesar de lo lejano que podría parecer -en un primer momento- la narración de un relato histórico con unas intenciones puramente literarias, narración e historia son campos que se encuentran más que ligados entre sí. De esta manera, aunque el historiador claramente conforma el relato histórico, a partir de interpretaciones de datos previas, testimonios o en general documentos del pasado, también debe, llegado el momento, recurrir a la imaginación para lograr la tarea de ligar la información encontrada y definir, desde su perspectiva, una secuencia lógica de los hechos. Es precisamente ahí cuando puede hablar de la existencia del carácter ficticio dentro del discurso histórico, ya que, como parte de ese ejercicio ineludible de reconstrucción discursiva, es probable que se presente la necesidad de hacer uso de elementos retóricos, como pueden ser la sinécdoque, la metonimia o la metáfora, siendo estos claramente aspectos propios del ejercicio literario (Perdomo, 2014).

Sobre este cruce entre la historia y la literatura, Liano (2021) asevera es una cuestión prácticamente de necesidad, planteando que las narrativas de ficción se nutren de hechos históricos, mientras que, a su vez, los hechos históricos poseen la característica fascinante propia de los relatos ficticios. En cuanto a criterio de verificación, asegura ambos lo poseen a su particular manera. Por un lado, la literatura la encuentra con la cualidad de la verosimilitud, la cual crea la ilusión de verdad. Mientras que, en la historia, son los diferentes documentos los que certifican la verdad de lo que se dice. Así, para este autor, historia y literatura son complementarias, teniendo su punto de encuentro en el lenguaje y su uso narrativo. De esta manera, “mientras que al historiador le corresponde un estricto apego a la veracidad de los hechos que narra, en tanto su única función es transmitir la naturaleza de un acontecimiento, al poeta, por su parte, le corresponde decir lo que podría suceder, esto es, lo posible según la verosimilitud” (Córdoba, 2021, p. 39).

Al combinar la construcción de la conciencia histórica con la literatura narrativa, el papel de esta última sería de facilitadora de información, con el objetivo de lograr una comprensión más profunda de la información que se recibe, y que el individuo dota de significado, de acuerdo a su perspectiva propia. Si, como menciona Palma (2013) “la Historia ofrece poco interés al quedar reducida para amplios sectores sociales a mera crónica del conjunto de dispositivos inventados por la humanidad que, cumplida su misión, han sido desechados” (p. 4), la incorporación en ella de elementos propios de la literatura la convierten entonces en un objeto de estudio más accesible. Lo que hace el intérprete no es simplemente reproducir la realidad del interlocutor que está interpretando, sino su propia interpretación, siendo ese movimiento interactivo, lo que permite el desarrollo de una conciencia crítica y transformadora (Del C. Rojas, 2006).

No está de más puntualizar que, cuando nos referimos a la historia, estamos hablando de una disciplina que está siempre abierta a debates y a constantes cambios, al igual que es susceptible a la generación de nuevos conocimientos, mientras aborda los procesos humanos complejos que han tenido lugar en el pasado, pero cuyos registros impactan y siguen dejando huella en el presente y el futuro (Arteaga y Camargo, 2013). Así, como podemos ver, la historia no es algo estático, sino que al recogerse e interpretarse desde diferentes perspectivas y contextos, se convierte en algo transformativo, capaz de dejar su sello de diversas maneras en el presente que la recoge, ya sea desde colectividades o entidades individuales, revisitándola con nuevas visiones y herramientas aprendidas

Arteaga y Camargo (2013), apoyados en los razonamientos ya antes planteados por Peter Burke en 2009 y citando una de sus sentencias que ligan de manera directa precisamente la historia y la narrativa, reafirman que “desde la época de Heródoto y Tucídides, la historia se escribió en el Occidente en una variedad de géneros (…) sin embargo, la forma dominante fue durante mucho tiempo la narración de sucesos políticos y militares” (p. 2). De esta manera, podemos observar una vez más desde qué punto se habla al referir esta unión indisoluble entre la historia y la narrativa, lazo que da lugar a infinitas posibilidades al momento de plasmarla, ya sea directa o indirectamente, al agregar elementos literarios.

Favela (2008), por ejemplo, menciona que esos elementos propios de la literatura, aplicados a la historia en algún tipo de texto literario narrativo, llegan a facilitar en gran medida la asimilación de los hechos históricos que se plasman: “Las novelas históricas facilitan el acercamiento del lector a personajes, acontecimientos y épocas que en los textos propiamente históricos, en muchas ocasiones, tienen tratamientos áridos y no siempre con un lenguaje accesible ni correcto en su sintaxis” (p. 66). Desde este punto de vista, es posible comprender las bases desde las que parten proyectos investigativos que proponen precisamente esto, el observar si realmente la utilización de la literatura narrativa, como medio para lograr una mejor comprensión histórica e interés en ella, es algo comprobable.

De acuerdo a lo que se ha mencionado anteriormente, en cuanto al significado de conciencia o concientización, y las implicaciones que dicho proceso supone, recordamos que para Freire esta toma de conciencia era necesaria como una actividad que precede al conocimiento real de algo y -por lo tanto- a las acciones en busca del cambio de la situación actual, y que, en ese sentido de búsqueda de cambio, veía en la pedagogía crítica “una forma de educación inclusiva que se concentra en los procesos de liberación del objeto de la educación, que elabora una conciencia crítica y política de los sujetos en el espacio público” (Tkocz et al., 2022, p. 119). De igual forma, la comprensión histórica necesita del elemento de conciencia que derive en la acción, y para el cual la literatura narrativa puede resultar una herramienta facilitadora para, conocer de una manera más didáctica las múltiples y diferentes perspectivas y dimensiones que puede tener un solo acontecimiento.

Para Freire, la sola lectura desde su concepción crítica posibilita la participación del individuo dentro del ámbito social, principio que el autor desarrolló desde la pedagogía como liberación, cumpliendo entonces la función de una herramienta empoderadora, de transformación, que le permite al ciudadano ser capaz de comprometerse no solo con entender la realidad y valorarla, sino generar juicios que evolucionen en esquemas de raciocinio, principios y preposiciones que ayuden tanto a explicar fenómenos, como a intervenir por medio de acciones, con repercusiones sociales que sean capaces de generar procesos de cambio (Freire, 2004).

En una entrevista realizada al historiador mexicano Antonio Rubial, surge el cuestionamiento de si el hecho de que la historia requiera de la narrativa para ser expresada, podría quitarle de alguna manera su carácter “objetivo y científico”, a lo que Rubial responde argumentando que en su origen la historia fue primero que la literatura, obteniendo su carácter científico hasta el siglo XIX, y siendo precisamente ese carácter literario lo que la dotó de tanta flexibilidad y posibilidades al momento de contarla. Fue a partir del boom de las ciencias sociales cuando se vio a la historia como una hermana menor de las disciplinas que en ese momento las conformaban, esto debido a su falta de método científico en sí, siendo el encargado del manejo de los datos un llamado científico social que, a su vez, elaboraría sus propias hipótesis con base en lo recolectado. Ese fantasma de la cientificidad es la causa de que la historia pretendiera encontrar o elaborarse un método propio que le diera carácter ante las demás disciplinas, siendo que todos los métodos son prestados (Toquica, 2000).

Tomando en cuenta lo expresado, la literatura y la historia han estado unidas desde el inicio mismo de la disciplina histórica como tal, llegando en el algún momento a intentar desprenderse de su carácter literario, en búsqueda de obtener una deseada credibilidad externa, pero imposible de despegarse de él, a pesar de los intentos debido a que es parte intrínseca de su esencia misma. No basta con conocer los hechos, sin importar el método que se utilice para conocerlos, después hay que estructurarlos en una narración que dé constancia de ellos.

Ricoeur (1995) aborda la relación entre el relato histórico y el relato de ficción, planteando dicha relación orientada sobre todo a analizar los aspectos narrativos y cronológicos que se presentan en la conformación de los relatos ya mencionados, y con ese enfoque nos plantea una propuesta en donde la historia está subordinada a la manifestación narrativa, y en donde se trata a la explicación histórica como un desarrollo de la comprensión narrativa, al tiempo que la relación entre el aspecto cronológico y el configurativo sea constitutiva en sí misma de la comprensión narrativa. De acuerdo a esto, la dialéctica entre ambos elementos sería la esencial para lograr el objetivo de dicha comprensión.

Por su parte, Bonet (2005) hace un análisis a profundidad sobre los pormenores que surgen en estas relaciones entre la ficción, la historia y la narrativa que Ricoeur plantea. Uno de los conceptos que retoma es el de “tiempo anónimo”, particularidad que, para Ricoeur, representaría un relato histórico no narrado y que, por lo tanto, al no tener un receptor en una generación posterior a la de su acontecimiento, queda en el aire como si nunca hubiera existido. Bonet hace mención de cómo el relato histórico concilia las dificultades que surgen entre ese tiempo público y anónimo que se hereda de forma generacional, y el tiempo como lo vivencial que se construye cotidianamente entre el yo y el tú. El relato de la memoria, ya sea privada o cotidiana, funcionará entonces como un conectador del tiempo intergeneracional, transferida y heredada por una generación y conservada en la memoria de la generación sucesiva.

De acuerdo al planteamiento anterior, la relación de la memoria con el pasado se encuentra bajo los preceptos de una relación imagen-recuerdo, por un lado, y por el otro, existe una relación de la historia con el pasado en una cadena de memorias, donde se debe tomar en cuenta que también está presente la intencionalidad misma del discurso histórico (Ricoeur, 2000). Al estar constituida por esta cadena de memorias, el papel del historiador sería ser el encargado de recuperar dichas memorias de la manera más fiel posible para, posteriormente, otorgarles un sentido por medio de una narrativa lógica que encierre y conforme el hecho histórico. En esta misma línea, y tomando como punto de partida su interpretación del planteamiento de la obra de Rüsen, es posible afirmar que el historiador es recuperado por el autor como un sujeto activo que toma el papel de hacedor de historias, no de la Historia en sí, que es a su vez consciente de las condiciones históricas y sociales que lo rodean y constituyen, afectando ese contexto en la visión de lo que plasmará (Montes de Oca, 2006).

El relato que crea el historiador produce la ilusión de desaparecer los condicionamientos y limitaciones temporales del ser humano, porque lo lleva a rememorar el pasado al momento de hacerse y posteriormente adaptar al presente; el saber histórico acumulado.

Ese relato historiográfico invita a revivir lo pasado con la ilusión mencionada de haber quebrantado el tiempo y su irreversibilidad, al alimentar la memoria y crear conciencia histórica en su correlación de recuerdos del pasado, el presente y su interpretación y la expectativa de futuro (Spang, 1995). Así, la producción historiográfica se entendería entonces como una reconstrucción individual intersubjetiva desde donde se escruta un pasado definido que guarda una correspondencia indirecta con la realidad que se estudia, al tiempo que da luz a representaciones que se toman como verdaderas, de acuerdo a mecanismos de validación o negación de los resultados de investigación.

Debido a que las memorias recuperadas estarán, a su vez, en manos de la subjetividad del propio historiador, al interpretarlas y después asentarlas por escrito y transmitirlas, subjetividad que, inevitablemente, da lugar a lo que Ricoeur nombró como “pacto de verdad”, fenómeno que retoma Ovalle (2018) en su tesis doctoral y que, basado en la noción ricoeuriana, extiende de la siguiente manera:

El “pacto de verdad” entre historiador y lector al que acudiremos refiere a que el discurso historiador está cimentado sobre hechos fácticos que, si bien incompletos por la imposibilidad absoluta de representar el pasado “tal y como fue” - según la famosa frase rankeana - sustentan un trabajo metodológico en base a una epistemología débil, si la comparamos con aquellas que sustentan las ciencias experimentales (p. 9).

De acuerdo a esto, el ejercicio de escribir como tal la historia es lo que le da una dimensión en el ahora, y esta escritura es también lo que dota de visibilidad y legibilidad al texto histórico, que de otra forma se quedaría en el plano de la memoria (Ricoeur, 2000).

El lector de la historia, como vemos, acepta este pacto de verdad implícito y tiene conocimiento de que va a encontrar en lo que lea, como mínimo, partes de una realidad que, si bien ha pasado por un proceso de interpretación por parte del historiador, se ha documentado de la forma más apegada a lo real posible. Ese proceso de interpretación que puede modificar el sentido de los acontecimientos pasados resulta ineludible y, aunque no se busque, sí tendrá un papel al momento de conformar el relato histórico, ya que la manera en la que nosotros organizamos el pasado que conocemos, está relacionada causalmente con nuestros propios intereses locales, sin importar cuáles sean (Danto, 2014).

Así, como plantea Zermeño (2015), si bien el historiador basa su relato en archivos y a través de estos es como se entra en contacto con la historicidad en su manera más pura, el significado que se les otorgue no depende ni esencialmente ni exclusivamente de los hechos que presentan y se encuentran establecidos ahí, debido a que -en sí mismos- pueden resultar indiferentes e inexistentes si se quedaran solo en esa dimensión. Entonces, a pesar de que los archivos aportan el acontecimiento de manera en cierto sentido física, su interpretación quedaría sin fundamentos sino existiera la presencia de un observador, y es este quién definirá su curso, de acuerdo a la manera en la que la registre.

Conclusiones

Desde los acercamientos conceptuales a los conceptos de memoria y consciencia histórica, es posible dar cuenta de que, a pesar de compartir gran variedad de aspectos propios de la historia misma y del intento de recuperarla en el presente, la consciencia histórica en particular tiene como objetivo ser capaz de fungir como guía para, a través de la apropiación de los hechos históricos, por medio del pensamiento crítico y el entendimiento del tiempo y lugar que se habita en la Historia; tener un impacto en las decisiones que se tomen con miras al futuro. A través de su fomento y su desarrollo en los individuos, se busca también el compromiso social, al entendernos parte de un sistema interconectado en el que nuestras acciones tienen impacto, no solo en el plano individual del aquí y ahora, sino también en todo lo que nos rodea. Mientras la memoria histórica es casi intrínseca al ser humano, como ente social que va conformando una identidad, por medio de esa misma socialización y de los hechos históricos significativos que han marcado a la sociedad en la que se desarrolla y que se van transmitiendo, la consciencia histórica puede verse como una herramienta que debe fomentarse de manera intencional, para aprovechar todas sus potencialidades.

A través de las visiones que se han repasado al inicio de este artículo, es posible observar que esa cualidad orientadora, característica de la consciencia histórica, ha estado presente desde el inicio de la teorización del concepto, mismo que ha tenido su auge en años recientes, y que es consecuencia del pensar históricamente, es decir, de interiorizar el tiempo histórico como la unión existente entre el presente, pasado y futuro. Así, la historia, de acuerdo a la naturaleza del tiempo histórico, no es algo lineal, sino multidimensional y asociativo.

Por otro lado, a través de la relación indisoluble que se ha planteado ocurre entre la narrativa y la historia, debido a la naturaleza misma de esta última, se puede observar en la literatura una latente herramienta para dotar de accesibilidad interpretativa a los hechos históricos. De acuerdo a la evolución periódica y necesaria que ocurre en la pedagogía, con el fin de adaptarse a los cambios de la sociedad, desde hace varios años se ha apuntado hacia la necesidad de que la enseñanza de la historia no se estanque en el intento del fomento de la simple memorización de datos y nombres, si no que se promueva el conocimiento de los contextos y la visión crítica de ellos, por medio de un proceso de enseñanza-aprendizaje que contemple la transversalidad con otras disciplinas.

De esa manera, no se puede entender la historia como una serie de acontecimientos inamovibles con connotaciones positivas o negativas en sí mismos, sino que es fundamental se fomente ver a cada hecho histórico desde la mayor cantidad de perspectivas posibles, teniendo consciencia, a su vez, de que ninguna de esas perspectivas es el hecho en sí mismo, sino una interpretación de él, que tiene su base en el contexto de dicha interpretación, y sabiendo que es, por lo tanto, susceptible a cambios conforme la sociedad evoluciona y nuevas ópticas son adoptadas.

La narrativa y las formas literarias que esta puede tomar son capaces de funcionar como transmisoras de estas diferentes perspectivas, aportando a la historia elementos que resultan, en primer momento, más atrayentes que pensar su aprendizaje como la simple memorización de datos. Sumergirse en el contexto de los acontecimientos, presentados con licencias creativas o no, es una herramienta que fomenta el desarrollo del pensamiento crítico de una manera accesible, siendo capaz de resultar un recurso que tiene la posibilidad de propiciar, de manera más sencilla, una mejor interiorización de la historia.

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Recibido: 04 de Abril de 2023; Aprobado: 08 de Junio de 2023; Publicado: 31 de Julio de 2023

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Es pasante del programa de Maestría en Innovación Educativa de la Facultad de Filosofía y Letras, y Licenciada en Letras Españolas por la misma institución. Sus temas de interés investigativo son la educación, la literatura y la historia en relación a sus procesos de enseñanza-aprendizaje.

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Es Doctor en Ciencias Pedagógicas. Entre sus publicaciones recientes están “Fundamentos teórico-metodológicos en la investigación educativa en Chihuahua; análisis de un área del conocimiento” (2019) y “Conciencia histórica en la oralidad y lo documental” (2021). Es Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y cuenta con reconocimiento al Perfil PRODEP.

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