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Medicina y ética

versión On-line ISSN 2594-2166versión impresa ISSN 0188-5022

Med. ética vol.34 no.4 Ciudad de México oct./dic. 2023  Epub 05-Dic-2023

https://doi.org/10.36105/mye.2023v34n4.07 

Reseñas

El extraño viaje de pensar el darse muerte

Jorge Alberto Álvarez Díaz* 
http://orcid.org/0000-0001-9935-8632

* Departamento de Atención a la Salud, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, México. Correo electrónico: bioetica_reproductiva@hotmail.com

Salas, A.. Suicidio “racional”: ¿Un problema bioético?. México: Programa Universitario de Bioética, 2021.


El título de esta reseña podría recordar el extraño viaje de la película de 1964 con título homónimo, dirigida por Fernando Fernán Gómez la cual narra el “Crimen de Mazarrón”, que debería haber sido el título, pero no resistió la censura de la España franquista de la época (1). Asimismo, podría también recordar el extraño viaje del álbum homónimo de Fangoria lanzado en 2006, una docena de canciones pop con influencias rock, glam y electrónica con temas variopintos (2). No es el caso. Los extraños viajes son frecuentes al abordar varios temas de la vida humana, ya que extrañar deriva del latín extraneare, que se basa en extraneous (de fuera, ajeno). En un principio, esta palabra se refería a la percepción de algo raro, usualmente con sorpresa, admiración o bien extrañeza. Más tarde, se refirió a sentir algo fuera de lo habitual, como cuando se está fuera de la situación considerada como normal. Por ello el Diccionario de la Real Academia Española, le consigna en la segunda acepción al adjetivo extraño como “raro, singular”. Muchos sustantivos terminados con el sufijo -aje- llegaron a la lengua española del francés (tatuaje, mensaje, homenaje, fuselaje, garaje, etcétera.). Sin embargo, viaje viene del catalán viatge, que a su vez viene del latín viaticum (que dejó en lengua española la palabra viático), a su vez proveniente de via, que significa camino. De ahí que el DRAE defina viaje en su segunda acepción como “traslado que se hace de una parte a otra por aire, mar o tierra”. Sin lugar a duda, el tema tratado por Ángel Alonso Salas traslada de un lugar a otro de un modo singular; ha sido complicado intentar comprender que una persona disponga de la propia vida, y ha sido todavía más disruptivo el pensar que una acción de este tipo pueda evaluarse como un acto racional.

La literatura bioética es vasta, pero si algunos temas han hecho correr ríos de tinta sobre toneladas de papel, han sido los que tienen que ver con el inicio de la vida humana y con el final de la vida humana. Y no sobre cualquier tipo de problemática, sino aquellas que relacionan las problemáticas con la autoconciencia, la autonomía, la libertad y la voluntad. El extraño viaje por el que puede acompañarse a Alonso Salas traslada de la visión contemporánea, ampliamente extendida, de considerar el suicidio como un problema de salud, en primer lugar, hacia el pasado, para reconstruir el tránsito del suicidio de pecado a enfermedad. Posteriormente el traslado es hacia el futuro, para realizar una reflexión bioética. Aquí radica buena parte de la extrañeza del viaje; el pasmo reside en repensar el suicidio desde casos donde pueda considerarse como un acto racional (la propuesta desde luego no lleva a pensar que todos los casos de suicidio lo son).

Como suele ocurrir al presentar un buen libro, puede rastrearse que es un tema que el autor ha venido pensando desde hace más de una década. Ángel Alonso Salas (México, 1978) obtuvo la licenciatura en filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana en el cambio de siglo y hacia el nuevo milenio. Su tesis versó sobre la democracia (3). Realizó el resto de su formación en la Universidad Nacional Autónoma de México. Su tesis de maestría en filosofía la dedicó a temas de filosofía de la cultura y filosofía mexicana; sin embargo, citó al trabajo del historiador mexicano Alfredo López Austin que ya apunta hacia uno de los asuntos que le ocuparán posteriormente: “En la vida misma se encuentran los dones divinos que hacen soportables los padecimientos: la risa, el sueño, el sustento, la fuerza, el placer sexual, la unión conyugal, la reproducción humana, todo como una agradable embriaguez que aleja a los hombres de la idea del suicidio” (4). Probablemente esta idea estará latente en la formación intelectual del autor de la obra reseñada aquí, ya que en su tesis doctoral en filosofía (sobre filosofía de la cultura y la estética) se esboza otra forma de apreciar la muerte, no dentro de la voluntariedad humana que puede haber para pensarla, planearla, desearla y/o eventualmente ejecutarla, sino en lo que ha parecido algo inexorable desde la biología: la muerte como un hecho biológico. El autor retoma que: “La apoptosis no es, pues, un desordenado descalabro celular, sino que, por el contrario, se trata de un cuidadoso desensamble de estructuras, trozado de enzimas, liberación de sustancias, con lo cual la célula se va autoeliminando” (5). Cabe recordar que la apoptosis también se ha denominado como “muerte celular programada”, y se ha tratado como una especie de “suicidio celular”.

El ya doctor en filosofía realiza un segundo doctorado en ciencias, en la especialidad de bioética, donde trató directamente el tema del libro reseñado (6), que podría representar una primera versión del texto ahora publicado. El extraño viaje por el que hace transitar Alonso Salas no es al que invitan preguntas fundamentales de la filosofía en el cuadro de Paul Gauguin, como son: D’où venons nous? Que sommes-nous? Où allons-nous?, ni en la versión musical ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? que hiciera el grupo gallego de punk-rock Siniestro Total. El viaje, de forma impecablemente documentada y amena a la vez, tiene en la base un problema fundamental, implícito: la vida. No la vida como abstracción; no una cuestión conceptual; no el estado de agregación de la materia que analiza Erwin Schrödinger, no la vida como puede comprenderse en la cita de su tesis doctoral. La vida a la que se está refiriendo en todo el texto es la vida humana, la vida que apela a la posibilidad de la cita de su tesis de maestría. Esto, que pareciera una obviedad, de obvio no tiene mucho.

La vida humana es una vida peculiar, toda vez que desde antiguo se considera que tiene dos dimensiones: una biológica, la otra biográfica. La vida biológica es la vida que estudian las “ciencias naturales”, por ejemplo, la anatomía, la fisiología y la bioquímica, entre otras. La vida biográfica es la que estudian las “ciencias sociales”: la política, la sociología, la antropología, etcétera. Desde los textos de Platón y Aristóteles se distinguen zoé y bíos (retomados en el Homo sacer de Giorgio Agamben). Por ejemplo, Aristóteles habla en la Ética a Nicómaco de bíos teoretikos (vida contemplativa), bíos políticos (vida política) y bíos apolaustikos (vida del placer); en ningún lado aparece una zoé teoretikos. No se trata de entender por vida humana una vida biográfica independiente de la vida biológica (como podría entenderse desde la tradición del espiritualismo cristiano; incluso, como lo entendería el dualismo cartesiano). Tampoco se trata de entender una vida biográfica superpuesta a una vida biológica, orgánica (y con ello, la vida biográfica sería “superorgánica”, como propone Alfred Kroeber). Una corriente filosófica que suele iniciarse con Søren Kierkegaard y cuyo nombre utiliza Jean-Paul Sartre para definir la propia postura filosófica propone lo que sería la vida humana: “existencia”. En España corresponde a lo que José Ortega y Gasset intentó llamar simple y llanamente “vida”. Y solamente lo intentó, porque para hablar de la vida, Ortega tiene que recurrir a los términos de “vida viviente” y “vida intelectual”; dedica páginas excelentes a esto en Ideas y creencias.

A lo largo de la historia parece ser que es una constante la imposibilidad de reducir o subsumir la vida biográfica en la vida biológica. Y es que pareciera que cada dimensión lleva un ritmo propio. El texto bíblico del Eclesiastés dice que hay un tiempo para todo, “un tiempo para nacer, y un tiempo para morir”. Cuando se tiene el caso de una madre joven que ama a sus hijos muy pequeños, haciendo todo por y para ellos, y en la lotería de la vida muere debido a un cáncer metastásico de mal pronóstico, queda más o menos claro que la vida biológica termina antes que la biográfica. En otro caso, la anciana de pueblo que cuenta a sus bisnietos que ya hizo todo lo que era su misión y solamente espera “que Dios la recoja”, queda más o menos claro que la vida biográfica terminó antes que biológica. Ambos casos distan del análisis de Alonso Salas, ya que para el hecho mismo del morir (e incluso, la forma de hacerlo), en este par de casos hipotéticos citados no median la autoconciencia, la autonomía, la libertad ni la voluntad. En un suicidio racional, sí. Alonso Salas muestra claramente que la muerte además de una dimensión biológica u orgánica tiene otra biográfica o cultural.

El libro inicia con una breve introducción (p. 7). El primer capítulo se titula El suicidio: un problema sanitario (p. 13), y cuenta con dos partes; la primera presenta datos acerca del suicidio, y la segunda con una genealogía del suicidio; en la tesis doctoral original había una segunda parte, El suicidio: un problema bioético, analiza y reformula en otro momento en un texto aparte por mencionar. El segundo capítulo titulado Del suicidio como pecado al suicidio como enfermedad (p. 28), trata de un reajuste sobre el segundo capítulo de la tesis doctoral, Genealogía del suicidio: del suicidio como pecado al suicidio como crimen. En esta segunda parte desarrolla una de las ideas claves para la comprensión del libro y del planteamiento de que no todo suicidio sea derivado de un trastorno mental o de problemas de salud que no tienen tratamiento (y donde los cuidados paliativos poco ofrecen). Pensando que hay casos donde el suicidio puede derivarse de una actividad racional, ponderada, no asociada a problemas de salud mental ni física, habría que respetar el derecho de autodeterminación física que le asiste a las personas. Este tema lo profundizó durante su formación doctoral en bioética (7) y antes de publicar el libro volvió al tema en un tomo más divulgativo (8).

El tercer capítulo del libro lleva por título El suicidio racional: un problema bioético (p. 58); el capítulo correspondiente a su tesis llevaba un nombre similar, El suicidio lúcido. La tesis tenía una segunda parte en el capítulo primero, como ya se mencionó, además de un capítulo tercero, que no aparece tampoco en el libro publicado, titulado La medicalización del suicidio. Tras analizar estas ideas y discutirlas en un congreso especializado, realizó una publicación donde amplía las reflexiones de la tesis y profundiza en el pensamiento de Thomas E. Ellis, Jean Amery y Thomas Szasz (9). El tema del suicidio sigue preocupando al autor, de modo que recientemente dedicó otro texto especializado al análisis del pensamiento de Spinoza en torno a este tema (10). Como puede verse a través de las menciones realizadas a su trabajo en torno al tema del suicidio (su trabajo en bioética maneja varias temáticas), el libro es una revisión madura de una problemática compleja. Sin duda, el mero hecho de considerar la posibilidad de casos donde el suicidio sea racional o lúcido hace del texto algo disruptivo.

A mediados de la década de 1980, Mayo hacía notar que cuando se hablaba de “suicidio racional”, no se invocaba algún sentido especial de lo “racional”, sino que en general se utilizaba en un sentido cotidiano como sinónimo de sensato, apropiado, de acuerdo con los intereses fundamentales de cada quien, defendible por buenas razones, o incluso admirable (11). En aquel momento Mayo consideraba que para considerar a las decisiones como racionales se requería la concurrencia de creencias y valores. La valoración que se ha tenido respecto de la relación entre la libertad y la autonomía respecto de la propia vida de cada persona sin duda ha variado a lo largo del tiempo. Aunque el acto humano de darse muerte ha ocurrido a lo largo de la historia, aunque no se le haya nominado -tal como ocurre en el título de esta reseña - (12), el término suicidio no fue utilizado en el latín clásico y medieval (13). La aparición del término a inicios de mundo moderno denota un giro en la valoración de la libertad y la autonomía (en alguna medida, ligada a la secularización). A mediados de la década de 1990 seguía poniéndose en duda la racionalidad de tal acto (14). El recorrido de Alonso Salas al analizar el suicidio como pecado, crimen, enfermedad hasta reconocer que, en algunos casos (y desde siempre) han existido casos de suicidio racional o lúcido, deja claro que el cambio de valoraciones está dando un giro respecto a la problemática bioética al final de la vida humana. Como siempre, nada mejor que leer al autor para coincidir o disentir, pero siempre con voluntad de comprensión para establecer una crítica adecuada.

Referencias

1. López H. Historia, narrativa y discurso: el extraño viaje como imagen del franquismo en la vida cotidiana. Periodismo narrativo y nuevos escenarios de comunicación. Sevilla: Egregius; 2017. [ Links ]

2. Hernández H. Alaska: la artista y su imagen como sujeto de estudio. Valladolid: Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación de la Universidad de Valladolid; 2020. Disponible en: https://uvadoc.uva.es/handle/10324/43531Links ]

3. Salas A. Democracia liberal y constitucional: una reconstrucción histórica [Tesis de licenciatura]. México: Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa; 2000. Disponible en: http://tesiuami.izt.uam.mx/uam/aspuam/presentatesis.php?recno=1031&docs=UAM1031.pdfLinks ]

4. Salas A. Para una hermenéutica de la Coatlicue: una mirada nietzscheana a la vida y a la muerte [Tesis de maestría]. México: Universidad Nacional Autónoma de México; 2003. Disponible en: http://132.248.9.195/ppt2002/0318570/Index.htmlLinks ]

5. Salas A. Reflexiones en torno a Grünewald. Del sufrimiento a la compasión: una radiografía de nuestro tiempo [Tesis de doctorado]. México: Universidad Nacional Autónoma de México; 2008. Disponible en: https://repositorio.unam.mx/contenidos?c=AnA7P3&f=100.1.%23.a_lit:Alonso%20Salas,%20%C3%81ngel&d=false&q=*:*&v=1&t=search_1&as=0&i=1Links ]

6. Salas A. El problema bioético del suicidio [Tesis de doctorado]. México: Universidad Nacional Autónoma de México; 2012. Disponible en: http://132.248.9.195/ptd2012/agosto/0683002/Index.htmlLinks ]

7. Salas A. Suicidio: ¿derecho de autodeterminación física o ejercicio de la libertad con respecto a la propia vida? Episteme. 2010; 30(2):49-60. Disponible en: http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0798-43242010000200005&lng=es&nrm=isoLinks ]

8. Salas A. El suicidio y la autodeterminación física. Bioética y Salud. 2017; 8(12):2832. Disponible en: https://salud.edomex.gob.mx/salud/documentos/acercade/cobiem/revistas/revista_bioetica_12.pdfLinks ]

9. Salas A. La medicalización del suicidio: un dilema bioético. Revista de Bioética y Derecho. 2011; 22:24-35. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=78339723004Links ]

10. Salas A. Sobre la vigencia de la postura de Spinoza ante el suicidio. Estudios-Instituto Tecnológico Autónomo de México. 2018; 16(127):29-42. Disponible en: http://estudios.itam.mx/sites/default/files/estudiositammx/files/127/000292042.pdfLinks ]

11. Mayo DJ. The concept of rational suicide. J Med Philos. 1986; 11(2):143-155. https://doi.org/10.1093/jmp/11.2.143 [ Links ]

12. López L. Acerca del vocablo suicidio: preexistencia del acto humano de darse muerte respecto de la posibilidad de su nominación. Boletín de Filología. 2020: 40(1);461-470. http://dx.doi.org/10.4067/S0718-93032020000100461 [ Links ]

13. Morin A. Sin palabras. Notas sobre la inexistencia del término ‘suicida’ en el latín clásico y medieval. Circe. 2008; 12:59-166. Disponible en: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-17242008000100012&lng=es&nrm=isoLinks ]

14. Werth J. Rational suicide? Implications for mental health professionals. Nueva York: Taylor & Francis; 1996. [ Links ]

Recibido: 11 de Abril de 2023; Aprobado: 24 de Abril de 2023

* Profesor del Departamento de Atención a la Salud, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, México.

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