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Interpretatio. Revista de hermenéutica

versión On-line ISSN 2448-864Xversión impresa ISSN 2683-1406

Interpret. Rev. herméneut vol.7 no.1 Ciudad de México mar. 2022  Epub 03-Mar-2023

https://doi.org/10.19130/irh.2022.1.2701x43 

Artículos

Memoria, lenguaje y vida cotidiana en tiempos de pandemia1

Memory, Language and Daily Life in Pandemic Times

Norma Esther García Meza*1 
http://orcid.org/0000-0003-3616-1693

María Soledad de León Torres*2 
http://orcid.org/0000-0002-8459-2896

1Universidad Veracruzana, ngarcia35@hotmail.com

2Universidad Veracruzana, sdeleon.uv@gmail.com


Resumen:

A partir de los conceptos ‘memoria’, ‘lenguaje’ y ‘vida cotidiana’, presentamos siete escenarios sobre algunas narraciones que condensan las diversas vivencias que la humanidad está experimentando debido al confinamiento por la pandemia mundial del Covid-19. Nos interesa reflexionar sobre el impacto que están causando en la vida social y anticipar las posibles rutas que la transformación de ciertas prácticas culturales generará. Con la hipótesis de que aún después de concluir el confinamiento ciertas conductas y comportamientos colectivos sufrirán un cambio sin retorno y que esto se observará en la modificación radical de rutinas, percepciones sobre la vida diaria y también en la forma de construir relaciones interpersonales, queremos poner énfasis en los campos de la vida social en los que ya se perciben las transformaciones. Los ejes de reflexión que aquí exponemos no persiguen construir respuestas únicas e inequívocas, sino indicar algunos rumbos en torno a los cuales se están iniciando las reflexiones que serán de gran relevancia para comprender el rumbo de los cambios socioculturales que la pandemia ha traído consigo.

Palabras clave: memoria; lenguaje; pandemia; cultura; vida cotidiana; Covid-19

Abstract:

Guided by the concepts of ‘memory’, ‘language’, and ‘daily life’, the following essay presents seven distinct settings which describe some of the stories that encapsulate the diverse experiences that humanity is going through under the confinement of the covid-19 worldwide pandemic. It is our goal to reflect on the impact that such experiences are having on society and anticipate the many outcomes to which the transformation of certain cultural practices could give rise to. Under the assumption that, even after the confinement has ended, certain collective behaviors and conducts will suffer an irreversible change which will be observed in the radical alteration of our routines, perceptions of our daily life, and how we build our interpersonal relationships, it is our wish to underline the areas of social life in which we can already perceive these transformations. The focus of deliberations here presented do not intend to assert unique and unequivocal answers, but to indicate some directions around which the insights that will become of great relevance are beginning to emerge to understand the path of the socio-cultural changes that the pandemic has brought about.

Keywords: memory; language; pandemic; culture; daily life; Covid-19

Introducción

Si, como afirma Elizabeth Jelin, la memoria está formada por “saberes, creencias, patrones de comportamiento, sentimientos y emociones”2 que, gracias al lenguaje, compartimos cotidianamente con los demás; si las palabras tienen, como lo plantea Bajtín, “[...] el aroma del contexto y de los contextos en que ha vivido intensamente su vida desde el punto de vista social […]”;3 y si la vida cotidiana “de la que todos somos protagonistas, transcurre de forma paralela a los acontecimientos irrepetibles, de carácter público [...] de trascendencia general [y siempre] recibe el impacto de los cambios”, como lo explica Pilar Gonzalbo,4 las autoras de este trabajo nos preguntamos cuáles son esos saberes, creencias, patrones de comportamiento, sentimientos y emociones contenidos en las palabras que compartimos con los otros en una vida cotidiana impactada significativamente por el confinamiento al que nos ha sometido la actual pandemia.5

En el marco de la línea de investigación Prácticas culturales, discursos y memoria, que desarrollamos en el Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación, de la Universidad Veracruzana, reflexionamos sobre el impacto que dicho confinamiento está causando en la vida social, y nos proponemos anticipar las posibles rutas que la transformación de ciertas prácticas culturales generará progresivamente. Con la hipótesis de que, aun cuando termine esta reclusión sanitaria, ciertas conductas y comportamientos colectivos sufrirán una transformación sin retorno y que esto se observará en la modificación radical de rutinas, percepciones sobre la vida diaria y también en la forma de construir relaciones interpersonales, queremos poner énfasis en los campos de la vida social en los que ya se perciben transformaciones.

Consideramos fundamental reflexionar sobre estos asuntos a fin de entender la magnitud que tales transformaciones suponen en el terreno de la cultura y la vida cotidiana. Si la experiencia personal, los contactos cara a cara, la sociabilidad y la interacción social establecida en los espacios públicos son elementos fundamentales para la construcción de la memoria y para la interpretación de la vida social, ¿cuáles son los efectos que el confinamiento está provocando en los procesos de socialización?, ¿de qué forma las relaciones virtuales impactarán el uso del lenguaje y su papel en la construcción de la memoria?, ¿de qué manera la vida virtual afectará la construcción de relaciones sociales que anteriormente estaban focalizadas principalmente en los encuentros cara a cara?, ¿de qué modo las emociones, el sentido de alteridad y la noción de lo colectivo serán afectados por estos modos crecientes de contacto que la pandemia ha generado?

Para intentar responder estas interrogantes, hemos integrado siete escenarios en los que es posible avizorar algunos de los múltiples sentidos de lo que Paul Ricoeur denomina memoria declarativa:

[...] gracias al lenguaje, las memorias individuales se superponen con la memoria colectiva. Decir que nos acordamos de algo es declarar que hemos visto, escuchado, sabido o aprehendido algo, y esta memoria declarativa se expresa en el lenguaje de todos, insertándose así, al mismo tiempo, en la memoria colectiva. A la inversa, la memoria colectiva descansa sobre una ligazón de memorias individuales, lo que se explica por la pertenencia de cada uno a una multitud de colectividades, que son otros tantos ámbitos de identificación colectiva e individual.6

Memoria declarativa que desde marzo de 2020 estamos construyendo sobre lo que hemos visto, escuchado, sabido o aprehendido respecto a la pandemia mundial de Covid-19 y que da forma a narraciones o testimonios cuya existencia enlaza los tres conceptos que nos orientan: ‘memoria’, ‘lenguaje’ y ‘vida cotidiana’. Para ello nos hemos inspirado en la definición de testimonio que nos brinda Paul Ricoeur:

El testimonio tiene una enorme importancia en la vida social: en los tribunales, en la historia, pero sobre todo en la vida cotidiana. Es una categoría de la conversación: si preguntamos a alguien quién es, nos contará una historia, la de su familia, etc., nos contará algo que inspire confianza. Eso es un testimonio. El testimonio desprende de la huella vivida un vestigio de ese rastro, y ese vestigio es la declaración de que aquello existió. Yo quisiera insistir sobre esta expresión “aquello existió”, pues al decir el testigo que “aquello existió” dice tres cosas a la vez. La primera es “yo estuve allí”; este es el meollo mismo de la ambición de verdad de la memoria [...]. “Yo estuve allí” es mi afirmación, es la expresión de lo que viví, de lo que sufrí [...]. Pero el testigo dice también algo más, no solamente “yo estuve allí”, sino también “créeme”, esto es, apela a la confianza del otro, con lo cual el recuerdo entra en una relación fiduciaria, o sea de confianza, planteándose en ese mismo momento la cuestión de la fiabilidad del testimonio. Se puede decir que en ese momento la memoria es compartida: el recuerdo de uno es ofrecido al otro, y el otro lo recibe. Es entonces cuando el testigo dice una tercera cosa: no solo “yo estuve allí” y “créeme”, sino que agrega “y si no me crees, pregúntale a otro”, pero a otro que, a su vez, no tendrá mejor cosa que ofrecer que su propio testimonio, puesto que nunca tendremos algo mejor que nuestro testimonio para incorporar la memoria en el discurso. El testimonio traslada las cosas vistas a las cosas dichas, a las cosas colocadas en la confianza que el uno tiene en la palabra del otro.7

Mediante la selección de las narraciones que integran los siguientes escenarios, ofrecemos también, de algún modo, nuestro propio testimonio de lo que hemos visto, escuchado, sabido o aprehendido en estos meses de confinamiento y lo colocamos en el lugar de las cosas dichas, con la confianza que tenemos en la palabra del otro, como afirma Ricoeur.

1. La irrupción intempestiva de lo cotidiano

Es un día caluroso del mes de mayo. A las ocho de la noche las energías de las personas que habitan ese hogar están agotadas. Los padres acabaron su jornada habitual de trabajo y los hijos terminaron sus actividades escolares. Aparentemente es un día ordinario, con actividades rutinarias, lo que no explica el agotamiento extremo y el tono agridulce con el que se cierra el día cuando todavía falta realizar faenas domésticas que ayuden a prepararse para continuar al día siguiente con las rutinas. Todo parece habitual, pero, a diferencia de unas semanas atrás, todas las actividades, responsabilidades y roles de los integrantes de la familia se llevan a cabo en un pequeño departamento de 50 metros cuadrados que se ubica en una populosa y ruidosa zona habitacional. Padre y madre realizaron sus respectivos trabajos valiéndose de los dispositivos electrónicos disponibles en casa y, además, se turnaron (cuando no se disputaron) el uso de estos con los hijos en edad escolar. La vida se vuelve compleja, caótica y estresante cuando tantas responsabilidades y funciones se concentran en un espacio tan pequeño, en el que las personan pierden toda posibilidad de intimidad o privacidad y cuando el éxito de todas las tareas escolares y laborales está sujeto a la disponibilidad de recursos tecnológicos que son limitados y que no satisfacen las necesidades simultáneas de comunicación con el mundo exterior. En pocas semanas la vida se ha transformado radicalmente. Días atrás, los adultos se trasladaban de ida y vuelta desde el hogar hacia el trabajo o la escuela, y organizaban sus rutinas de acuerdo con la media jornada que sus hijos pasaban en la escuela. A veces se cocinaba en casa; otras, se compraba comida en la calle; en ocasiones se podía comer en casa de algún amigo o familiar. Había posibilidades de construir relaciones sociales y vida comunitaria con flexibilidad y, hasta cierto punto, con gran espontaneidad y fluidez. Había un tiempo y un lugar, más o menos diferenciados, para desarrollar las distintas actividades de la vida diaria. Además, los niños, solían pasear con sus amigos de la cuadra, visitar a sus abuelos o, si los recursos lo permitían, podían darse el gusto de una escapada al cine. Pero durante la crisis de salud vivida en el 2020 todo se transformó radical y repentinamente. En la primera etapa de la pandemia por Covid-19, los docentes y los compañeros de clase, los primos y los amigos del barrio, los tíos y los abuelos, desaparecieron de la vida cotidiana de los niños de todo el mundo. Para ellos, las horas de formación escolar, las horas de ocio y de juego quedaron prácticamente sujetas al dominio implacable de las computadoras, celulares, televisores y cualquier dispositivo electrónico a la mano. Mientras tanto, sus madres, padres o cuidadores lo sobrellevaron de la mejor manera posible; cumpliendo, simultáneamente, los roles que exige la permanencia en casa, las obligaciones laborales y la formación escolar de los niños. Las rutinas son ahora completamente novedosas y están sujetas a la disponibilidad de dispositivos electrónicos y redes digitales. La tecnología, como el recurso y eje organizador de actividades, tiempo y espacio emergió de forma abrupta y sin competidor posible, mientras se desarrollaba el confinamiento por la crisis de salud mundial. Esta nueva dinámica en la vida cotidiana incluye mayores medidas sanitarias, el racionamiento de víveres y la contención emocional que sus integrantes requieren para enfrentar el agobio, el cansancio, los trastornos en la alimentación y el sueño y, sobre todo, el miedo al contagio.

Lo descrito aquí no forma parte de una película ni de una novela de ficción. Tampoco fue posible ni necesario realizar un trabajo de campo intensivo para documentarlo; nuestras propias experiencias a lo largo de un año de confinamiento, la información compartida con familiares, amigos y compañeros de trabajo, así como la información periodística que fluye por los medios digitales son las fuentes en las que se inspira y apoya lo expuesto en este documento. El reconocimiento de las experiencias y los hitos de la trayectoria individual como fuentes de información válidas para las ciencias sociales ha sido una tendencia cada vez más reconocida por diversos autores, entre ellos: Denzin,8 Guerrero Muñoz,9 Ellis, Adams y Bochner.10 Destacan también los estudios sobre las emociones, los sentimientos y los afectos que, desde el ámbito cotidiano,11 permiten el conocimiento de lo social.12

Las narraciones identificadas, y que conforman cada uno de los escenarios, forman parte de una realidad que aún no concluye y en la que se ha visto involucrada toda la humanidad a partir del primer trimestre del 2020. Hasta este momento, a punto de terminar el primer trimestre del 2021, aún no queda claro cuál es el escenario que promete la producción de vacunas con el fin de controlar la pandemia y para regresar paulatinamente a los espacios colectivos con menos restricciones o con menos temor. El estudio de la vida social y de la salud requerirán de mucho tiempo y muchos esfuerzos para sistematizar, comprender y evaluar los impactos que la pandemia actual ha generado de forma global en diversos planos.

2. Términos, temas, consignas y diversos formatos que mencionan la pandemia

Desde el 11 de marzo de 2020, día en que la Organización Mundial de Salud declaró la pandemia,13 incorporamos a nuestro lenguaje cotidiano términos, temas y consignas que surgieron para nombrar la inédita realidad que se nos presentaba. Algunos de estos términos y temas tienen una larga trayectoria histórica, pero los hemos enunciado y los compartimos como parte de un ejercicio discursivo sin reflexionar en sus significados. Confinamiento es uno de los términos más usados y lo entendemos como un encierro voluntario en nuestras casas, pero si atendemos la definición que nos brinda el Diccionario panhispánico del español jurídico,14 queda claro que, en sentido estricto, no es un encierro voluntario. Cuarentena es otra expresión utilizada con frecuencia. A las mujeres que hemos tenido hijos nos resulta muy cercana porque es la etapa posterior al parto en la que “se suele aislar a la mujer y su hijo, pues se considera que durante este lapso ambos son especialmente susceptibles a contraer males físicos […]”.15 Hoy todos somos especialmente susceptibles a contraer males, y las parturientas y sus recién nacidos experimentan una doble cuarentena. El origen de este término se remonta a “1383 en la ciudad francesa de Marsella [cuando] se estableció por primera vez el aislamiento de cuarenta días”.16

Para intentar explicar lo que sucede se recurre a dos acontecimientos que se originaron en Europa y a los que separa una gran distancia temporal: la peste negra, que tuvo lugar en el siglo XIV y la gripe española, que se produjo en los primeros años del siglo XX (1918-1919), pero se mencionan sin esta distinción temporal porque los ejercicios de memoria son así. De hecho, los pueblos recuperan su memoria rememorando eventos sin hacer esta distinción porque lo importante no es cómo y cuándo sucedieron sino la convicción que se tiene de su ocurrencia. La epidemia de cólera en México,17 que sin duda constituye un evento mucho más cercano por su temporalidad y espacialidad, no es referido como ejemplo de la tragedia de salud que vivimos porque la memoria es selectiva18 y también está conformada por olvidos.19

Desde el 23 de marzo de 2020, fecha oficial del inicio del confinamiento en México, surgieron nuevas consignas colmadas de diversos tonos emocionales. Quédate en casa es, quizá, la más conocida y popular. Fue creada por las autoridades sanitarias que, día con día, la dirigen a cada uno de los habitantes de este país, con un tono simultáneamente imperativo, rogativo y afectivo que nos devela una preocupación y una certeza. La preocupación por la salud de quienes la escuchamos y la certeza de que esa salud depende de nosotros mismos.

Otra de las consignas actuales es Gracias por cuidarnos, y está dirigida a proteger al personal de salud. Surgió como respuesta a las agresiones y amenazas que este sector padeció en los primeros meses de la pandemia.20 Todas ellas circu­lan cotidianamente en su versión de Hashtag por Twitter, Facebook, Instagram y otras redes sociales, y contribuyen a extremar los cuidados ante el tan temido contagio.

El miedo al contagio también circula por las redes sociales condensado en los ocurrentes y creativos formatos conocidos como memes, en los que sus creadores se burlan de todo lo relacionado con la pandemia y que, a pesar de esto, provocan la risa de quienes los consumen. Representar emociones intensas y darles un matiz festivo o celebratorio es frecuente en situaciones de crisis21 porque así se desacraliza y se despoja de lo sombrío a la vivencia perturbadora. Por ejemplo las canciones infantiles que se crearon y circularon cotidianamente en el periodo novohispano y que registraban el miedo al contagio de diversas enfermedades y a la propia muerte.22 En la actualidad circulan por YouTube canciones que se crearon al principio de la pandemia, con letras que entrelazan el confinamiento, las medidas sanitarias y las nuevas formas de relacionarnos virtualmente a través de las plataformas digitales como Zoom, con el amor a la pareja, a la familia y a los amigos y que a pesar de sus ritmos festivos no logran desdibujar del horizonte el miedo al contagio que compartimos todas y todos.23

3. Rutinas traslapadas: tiempo, espacio y el sentido de lo cotidiano

El tiempo de confinamiento ha sido la oportunidad, casi obligada, de hacer un escrutinio de lo cotidiano y reflexionar acerca de las formas como se establecen nuestras rutinas. Las prescripciones sanitarias encaminadas a la sobrevivencia y al mantenimiento de la salud, propician la introspección en los hogares.

Si consideramos, como plantea Elizabeth Jelin, que la vida cotidiana “está constituida fundamentalmente por rutinas, comportamientos habituales, no reflexivos, aprendidos y repetidos”,24 hoy día un sinfín de prácticas y hábitos que se realizaban rutinariamente antes de la pandemia se han puesto a consideración durante el confinamiento: el uso del tiempo, la administración del dinero, la forma como nos relacionamos con nuestros seres queridos (y los no tanto), son algunos ejes de reflexión sobre lo cotidiano que han surgido en el prolongado claustro global. Mediante el escrutinio de las rutinas mundanas se han evidenciado las diversas contradicciones y tensiones que emergen ante la urgencia de desempeñar y responder de forma satisfactoria a la diversidad de roles y funciones sociales que antes de la pandemia mostraban una organización compartamentalizada. Antes del confinamiento existía una cotidianidad con espacios y tiempos claramente separados… o al menos eso parecía.

Estar en cautiverio no se ha traducido en más tiempo libre; confinamiento no es sinónimo de tiempo para el ocio, las actividades lúdicas o la creatividad. Muy por el contrario, los días de cautiverio y aislamiento nos han llevado de vuelta, de forma práctica y encarnada, a las diversas tensiones y paradojas que encierran el hogar, lo doméstico, la vida privada y su estrecha y tensa relación con lo colectivo y lo público. La satisfacción y organización de las necesidades vitales (alimentación, limpieza, cuidado personal y familiar) han emergido con el pronunciado tono de urgencia que la pandemia ha marcado, aunque esto implique rivalizar la organización del tiempo dedicado a las actividades laborales, aun cuando esto se desarrolle bajo la modalidad de home office. Esta tensión ha sido tan notoria que ha conducido al surgimiento de leyes expresamente orientadas a la reglamentación de este nuevo modo de vida.25

La urgencia de atender diversas actividades concentradas en un mismo espacio ha impactado de diferente manera a las personas, dependiendo principalmente de la estructura de los hogares a los que pertenecen. Hay familias que se reorganizaron y se aglutinaron para volverse más eficientes; otras, vieron crudamente acentuadas sus diferencias, personas que se quedaron solas por decisión propia, y quienes están solos, sin tener opción de encontrar compañía alguna. En cualquier caso, en este periodo ha sido notoria la activación de redes vecinales y familiares para cubrir necesidades. Han surgido diversas formas de solidaridad y acompañamiento a pesar de la distancia física impuesta por la higiene pública. Destacan, por ejemplo, la colocación de canastas en lugares públicos en distintos lugares del mundo para que las personas pudieran tener alimentos; o los trueques y las campañas de compra entre amigos y vecinos para estimular la economía, que también se han generado de forma espontánea en varias latitudes. Se han desarrollado creativos y diversos mecanismos que buscan solventar necesidades materiales en los momentos de mayor adversidad y carencia.

En muchos casos la reclusión en los hogares ha exigido una reorganización de los sistemas de cuidado para los mayores, los niños y otros integrantes de la familia en condiciones delicadas. Decidir quién estará a cargo del cuidado de esas personas, ser eficiente para organizar las compras, multiplicarse para hacer rendir el tiempo, para hacer la agenda electrónica de la casa y buscar estrategias para no colapsar las redes electrónicas por la sobresaturación del uso del internet, han sido habilidades imprescindibles para evitar el colapso del sistema nervioso de los hogares que se han visto agobiados por la multiplicación de obligaciones y expectativas que hay que cumplir en todas direcciones. La vida confinada al hogar se convirtió de repente en un escenario saturado y desbordante que no habíamos imaginado. Y es ahí donde el uso del tiempo y el espacio, marcadores fundamentales en la organización de la vida cotidiana, están sufriendo una transformación radical. La organización del tiempo y el espacio han sido señaladas por diversos autores como ejes fundamentales para la estructuración de la vida cotidiana; a través de sus reflexiones podemos calibrar el impacto de los cambios que se han producido en este terreno a partir del confinamiento por la pandemia, que ha desafiado notoriamente la estabilidad de la vida cotidiana de la que habla Ágnes Heller:

Sean cuales sean los efectos sobre el contenido y sobre el ritmo de la vida cotidiana causados por la aceleración del ritmo de los acontecimientos históricos, dentro de cada rasgo de la vida cotidiana el ritmo debe ser relativamente estable. Esta estabilidad es requerida ante todo por el trabajo (hay que trabajar tantas horas al día, la jornada debe estar organizada sobre esta base), pero también por la economía de la vida cotidiana. Además, un ritmo más seguro y estable constituye un ‘descargo’, mientras que un modo de vida ‘irregular’, que cambia continuamente de ritmo, deteriora el organismo humano y el sistema nervioso: quien vive así, se vuelve incapaz de realizar tareas heterogéneas, muy articuladas. No contradicen a este ritmo unitario los cambios -también ellos regulados- temporales (durante las fiestas, en vacaciones); de hecho, el reposo viene dado, no por la simple pausa durante la actividad, sino por un diverso ritmo de vida. El ritmo de vida regulado y el descanso no son sinónimos de tensión y relajamiento. Estas dos categorías se refieren a la obligatoriedad del trabajo alienado y al placer de estar liberados de él. El descanso bajo la forma de relajamiento es la contrapartida del trabajo alienado y constituye también un fenómeno de alienación. Schiller afirma con razón (hablando principalmente de arte) que el hombre que viva entre tensiones del trabajo y relajamiento no es un sujeto adecuado para las actividades genéricas para-sí.26

Esa estabilidad es un requisito fundamental para mantener la capacidad de trabajo y su diferenciación con el tiempo de ocio. La posibilidad de alternarlos se ha puesto en entredicho en el periodo de confinamiento dada la saturación y superposición de ocupaciones y tiempos que ya hemos señalado. La sociedad y los grupos humanos han tenido que reinventar un nuevo modo de funcionar, sin que haya muchas posibilidades de organizar nuevas formas de separar espacios y actividades. Los efectos de este traslape se están empezando a documentar como un problema de salud pública relevante.

4. Mujeres y confinamiento

Esta organización del tiempo y la satisfacción de las necesidades vitales se erigieron como un campo fértil para acentuar desigualdades que ya existían en los hogares. Las mujeres, a cargo del trabajo doméstico para cumplir con las necesidades familiares, han cargado históricamente con esta responsabilidad de reproducción de lo micro, de lo invisible, de lo que no tiene remuneración, aunque tenga un valor social inconmensurable. Las mujeres que estaban en la calle el 8 de marzo de 2020 y que realizaron un paro al día siguiente para mostrar la relevancia de sus actividades para la vida social, repentinamente vieron interrumpida la visibilidad y la fuerza de sus demandas debido a la contingencia de salud. Ese 8 de marzo estábamos gritando en las calles y dos semanas después ya estábamos recluidas en casa, preparando comida, lavando platos y ropa, barriendo, trapeando, sacudiendo, planchando, porque la emergencia de salud así lo exigía.

Esto no es novedoso, históricamente las mujeres hemos tenido una participación notable en la reproducción de una estructura que no es visible y que nunca es puesta en primer plano, pero que está siempre allí, operando en silencio, así hemos contribuido enormemente al sostenimiento de diversos sistemas y que, en este caso, ha sido fundamental para la contención de la amenazante crisis de salud.

Visto de esta manera, todos los caminos llevan a Roma. A la Roma27 de Cuarón y a la identificación de aspectos y circunstancias sociales que hacen de Cleo una figura indispensable (en tiempos de Covid diríamos esencial), pero al mismo tiempo desechable, incómoda, y, cuando así conviene, fantasmagórica o invisible. Paradojas reales y vigentes en la vida contemporánea; paradojas donde la clase y el género convergen de forma implacable.

La exacerbación de las desigualdades de género que han emergido de forma notable en tiempos de pandemia no tienen que ver solo con la inversión de tiempo que implican las tareas domésticas o la preparación de comida, la compra de víveres y demás mercancías que se requieren cotidianamente; se trata también de la energía y la solvencia moral que implica cuidar a otros: los niños, los enfermos, la pareja, la parentela, a los hijos aunque no sean pequeños, a los familiares aunque estén sanos… Se trata de mantener la calma en medio de los desbordamientos emocionales que ocurren tanto por el miedo como por el cansancio. Se trata de mantener a salvo la moral y el ánimo de los seres queridos, de los cercanos. Se trata de la responsabilidad ética de pensar en los demás; de mantener a flote esas estructuras morales y socioafectivas que son puestas a prueba con especial intensidad en las circunstancias como las que nos impone el confinamiento. Se trata de cuidar y de cuidarnos. Otra vez es inevitable la referencia a Cuarón y la forma como presenta a Cleo en su historia cinematográfica. Es todo este conjunto de habilidades y responsabilidades interpersonales con las que las mujeres solemos asumir y conducir de buena manera los asuntos cotidianos: comprender, escuchar, atender, apoyar en estos tiempos marcados por la incertidumbre y el asombro. Habilidades y responsabilidades para enfrentar las transformaciones y desafíos que la pandemia implica a nivel global, y que amenazan con quebrar la estabilidad emocional y la salud mental; ambos son aspectos que se vuelven centrales en tiempos donde el escrutinio de lo cotidiano se ha vuelto inexorable.

A todo lo anterior se suman la exacerbación del racismo o xenofobia,28 los feminicidios,29 las desapariciones y una acentuada proliferación de noticias falsas,30 que son algunas expresiones de la agudización de la violencia que nos revelan cómo la pandemia ha acentuado la ya de por sí compleja relación que establecemos con el Otro. Relación que en estos tiempos está mediada por un cúmulo de emociones desbordadas. Como ejemplo referimos las 26 mil 171 llamadas de auxilio por violencia doméstica que se registraron en México, solo en el mes de inicio de la pandemia.31 Detrás de esta cifra hay mujeres y niñas violentadas que antes y después de esas llamadas tuvieron miedo, sintieron dolor, emociones que, junto con la incertidumbre y la desconfianza, parecen ser las que definen los tiempos actuales.

5. Imaginarios, emociones y contradicciones colectivas

De todas las posibles consecuencias relacionadas con el confinamiento global originado por la contingencia de salud, destacan los efectos en la salud mental. La pandemia ha colocado a la humanidad, de golpe y de forma global, frente a un sentimiento de vulnerabilidad y de finitud único, por las dimensiones y la inmediatez de la información (o desinformación) que ha alcanzado esta crisis de salud. Si bien es cierto que la humanidad ha atravesado por numerosas epidemias y crisis de salud en diversas coyunturas históricas, es ahora cuando alcanza dimensiones insospechadas ya que ocurre en una era en la cual destaca la constante movilidad masiva de personas por el mundo. La capacidad de contagios y la posibilidad de informarse acerca de ello son prácticamente inconmensurables.

De manera paralela a la circulación de información relacionada con la crisis de salud, se ha disparado un alud de emociones que hemos experimentado en lo individual y en lo colectivo. Las contradicciones y tensiones existentes en este conjunto de emociones y sentimientos se observan con cierta facilidad. Si bien las respuestas a la pandemia han sido múltiples y cambiantes, el miedo y la incertidumbre han destacado como dos ejes latentes en la disparatada y plural reacción colectiva frente a los acontecimientos.

El escepticismo y la incredulidad sobre la existencia del virus SARS-COV2 han estado presentes en diversas etapas de la pandemia. Así, por ejemplo, en el sureste de México se registraron incendios provocados deliberadamente en clínicas de salud, y otra clase de acciones que llamaban a los pobladores a evitar la atención de los enfermos de Covid y la vacunación, aludiendo que las acciones de salud pública constituían vehículos de transmisión deliberada de enfermedades; algo así como una campaña de exterminio orquestada desde algún oscuro e indefinido lugar.32 Estas posiciones nos remiten a un clima medieval, en el cual el dogma y el miedo a lo desconocido parecen estar detrás como únicos elementos que dan certeza frente a situaciones de crisis colectivas.

Mientras el escepticismo ganaba terreno en ciertas poblaciones de México, en otras entidades surgieron la ansiedad y la desesperanza. Estos sentimientos obedecieron a diversas razones. Por un lado, el tratamiento de otras enfermedades y urgencias de salud fueron desplazadas, reprogramadas o francamente ignoradas dada la dimensión de la crisis generada por el Covid. Por otro lado, estos sentimientos se generaron en los momentos más álgidos del contagio, por ejemplo, a principios de 2021, luego de las celebraciones de fin de año, justo cuando los índices de ocupación hospitalaria estaban también cerca de sus límites, hubo una acentuada angustia generalizada por la búsqueda de oxígeno medicinal, que en muchos casos se convirtió en un elemento indispensable para el tratamiento domiciliario de los enfermos.33 La carencia de oxígeno, el acaparamiento y otras prácticas abusivas destacaron en esta coyuntura. Los precios de artefactos y recursos que en un pasado reciente formaban parte de un conocimiento especializado y muy focalizado, se volvieron del dominio público ante las urgencias médicas generalizadas. Así, por ejemplo, el llamado concentrador de oxígeno adquirió gran importancia dada la carencia de los tanques de oxígeno y alcanzó precios exorbitantes.34 Antes de la pandemia su costo en México era de aproximadamente 5 000 pesos, pero a principios de 2021 su precio osciló entre los 40 000 y los 50 000 pesos. Es uno de tantos momentos en que la angustia, la desesperanza y las desigualdades socioeconómicas surgieron como un elemento determinante en la atención a la salud y en las posibilidades de sobrevivencia.

La pandemia se ha abierto como una caja de Pandora capaz de mostrar los actos más nobles y también los más mezquinos. Ambos polos han emergido de forma visible a lo largo de toda la contingencia sanitaria: la solidaridad, el sentido de alteridad, la compasión y el acompañamiento han contrastado con las acciones extremas, caóticas e individualistas generadas por el miedo y el sentido de finitud como única certeza posible. Ha habido jóvenes organizando fiestas Covid para provocar contagios,35 y vacacionistas que se pasearon por la playa sabiendo que eran portadoras del virus;36 personas que arrojaron cloro en la calle o en el transporte público; acciones violentas hacia las enfermeras o el personal de salud por considerarlos focos de infección;37 políticos y funcionarios que mediante el tráfico de influencias lograron ponerse la vacuna antes del turno que les correspondía de acuerdo con la estrategia de vacunación nacional.38 En este polo se ubican también el cinismo y la falta de ética de quienes promueven y trafican con las vacunas, que podrían ser pseudovacunas.39

6. Objetos que se han vuelto emblemáticos

El cubrebocas, el jabón y la máquina de coser se han convertido en símbolos de la pandemia.40 El uso del cubrebocas está presente en las confrontaciones discursivas que se producen en el mundo acerca de su efectividad o no. Lo interesante es descubrir que fue hasta finales del siglo XIX cuando los médicos lo incorporaron a sus prácticas quirúrgicas y no fue sino hasta los años de la gripe española cuando se le dio un uso masivo. Pero hoy día hay lugares donde te pueden arrestar y multar si no lo utilizas.41

Los incidentes y las tensiones sociales relacionadas con el uso del cubrebocas han ocurrido en todo el mundo. En algunos casos, además de los arrestos y las amonestaciones de la policía en la vía pública, ha habido fallecimientos que no fueron esclarecidos por las autoridades en los que la observancia de esta nueva regla aséptica tuvo un papel relevante, al menos en términos narrativos. Como el caso de un hombre de 30 años, trabajador de la construcción, que fue arrestado en el municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos en el estado de Jalisco. Sus familiares denunciaron por diversas vías la arbitrariedad de la detención e hicieron circular en las redes sociales un video en el que mostraban el momento de su arresto42 Pocos días después, el hombre murió y sin tener aún claras las condiciones y el momento de su fallecimiento, las versiones que atribuían su muerte a la violencia policiaca se volvieron punta de lanza para la expresión colectiva de inconformidades y tensiones que rebasaron con mucho la contención de salud local. Más allá de las connotaciones partidistas y políticas que surgieron en torno a la muerte de este hombre en Jalisco, llama la atención el hecho de que toda la narrativa mediática fue detonada enfatizando el uso del cubrebocas como el elemento en discordia.

Ha sido justamente el uso del cubrebocas, en este marco de obligatoriedad emergente, un asunto que se ha vuelto polémico y controversial. Incluirlo o no como parte de la vestimenta individual se ha convertido rápidamente en parte de un protocolo que goza de gran legitimidad y aceptación social. Es tal su popularidad que lo podemos encontrar de múltiples materiales y diseños. Para subsistir a la crisis económica derivada de la pandemia los pueblos originarios de México y de otros países de América Latina los confeccionan con bellos bordados que portan no solo su cosmovisión ancestral sino su propia interpretación de lo que está sucediendo.

A lo largo de toda la pandemia y en 2021 quedan infinidad de preguntas por responder acerca de la naturaleza, el contagio y las formas de control clínico del SARS-COV2 todavía se encuentran en proceso, pero el uso de cubrebocas en espacios públicos se constituyó rápidamente en una práctica recomendada enfáticamente por diversas instancias oficiales. Frente a la incertidumbre, se ha generalizado la idea colectiva de que es válido y prioritario prevenir. El virus es un enemigo invisible. Acecha por todos lados. Todos somos posibles portadores. No sabemos si el hijo que se acurruca al lado nuestro puede ser una fuente contaminante; como también el hombre que día a día recorre la ciudad haciendo su trabajo de recoger la basura doméstica, o la mujer que vende frutas y verduras en la tienda del barrio. No importa si se trata de desconocidos o de los seres más cercanos. No queremos tocar a nadie. No queremos que nadie nos toque. La incertidumbre es enorme y el miedo también. Nuevas formas de concebir la asepsia y nuevas reglas de higiene para controlar las excrecencias individuales se han ganado, repentinamente, un lugar respetable en las prácticas y en el imaginario colectivo. Presenciamos un fenómeno sorprendente por su impacto a escala global y por la rapidez con que se ha instalado en nuestras rutinas.

El uso del cubrebocas es emblemático respecto a los cambios trascendentes y, según se alcanza a ver, sin retorno en la organización de la vida cotidiana. Un fenómeno similar a los descritos por Norbert Elias en su trabajo sobre el proceso civilizatorio:

Al hacer la contraposición entre lo ‘civilizado’ y lo ‘incivilizado’, no se trata de presentar una oposición del tipo de la antítesis entre el “bien” y el “mal”, sino que, evidentemente, aquí hemos de habérnoslas con las etapas de una evolución y, además, con una evolución que continúa su marcha. Es posible que nuestra etapa de la civilización, nuestros comportamientos despierten en la posterioridad sentimientos de repugnancia similares a los que, a veces, despiertan en nosotros los de aquellos cuya posterioridad somos. Las manifestaciones emotivas y los comportamientos en la sociedad parten de una etapa a la que no cabe considerar como un comienzo, como algo que quepa caracterizar como ‘incivilizado’ en un sentido absoluto y sin matices, en contraposición a nuestra etapa a la que caracterizamos con el término de ‘civilizada’. Para comprender esta etapa nuestra es necesario retroceder en la memoria histórica hasta aquella otra de la que ha surgido la nuestra.43

El cubrebocas simboliza nuestra distancia social y personal con el resto del mundo; reafirma la individualidad, marca fronteras, es el icono de la aceptación de la fragilidad, del reconocimiento de la vulnerabilidad humana, del deseo de sobrevivencia en medio de la catástrofe. Quisiéramos pensar que al usarlo lo convertimos en una especie de seguro de vida, en el conjuro contra la muerte. Es una dura lección.

El jabón y la máquina de coser son los otros dos objetos que se volvieron emblemáticos de la pandemia porque ayudaron a la humanidad entera en la desinfección de manos y para la elaboración de cubrebocas. Estos dos sencillos y humildes objetos desafiaron, según lo plantea Ignacio Ramonet, “la espectacular supremacía tecnológica de la que tanto nos ufanábamos, con nuestros teléfonos inteligentes de última generación, los drones futuristas, los robots de ciencia ficción y las biotecnologías innovadoras [que] han servido de poco”.44

7. Viejas y nuevas prácticas

Lavarse las manos, caminar o correr, comprar, trabajar, pasear, celebrar y despedir a nuestros muertos son prácticas culturales que se han transformado drástica, profunda e irremediablemente en este año de pandemia. Su realización se entreteje con nuevas prácticas a las que el confinamiento nos ha obligado.

A diferencia del baño corporal, el lavado de manos ya se practicaba con cierta frecuencia desde finales del siglo XIX y es, sin duda, una de las primeras prácticas de higiene que aprendemos en la niñez. Hoy se ha convertido casi en una obsesión. Un documental de Netflix45 que circuló en los primeros meses de la pandemia asociaba esta práctica al trabajo doméstico para explicar por qué habían muerto más hombres que mujeres. Es cierto que las mujeres nos lavamos con mayor frecuencia las manos cuando realizamos el trabajo doméstico, pero también es cierto que muchos oficios realizados por hombres incluyen el lavado frecuente de manos, como los chefs, los cocineros o los enfermeros, por mencionar solo algunos. Quizá la respuesta sobre las diferencias de mortalidad entre hombres y mujeres no esté en la higiene sino en nuestro cuerpo que tiene la capacidad de brindar alimento cuando amamantamos a nuestros hijos. Ya nos dirán los estudios epidemiológicos que se están realizando en el mundo cuáles son las causas de esta disparidad. Aquí solo hemos apuntado un rasgo genérico distintivo guardado en la memoria.

Caminar o correr es otra práctica que se promueve de manera insistente en distintos medios para evitar enfermarnos en el confinamiento. Se trata de hacerlo en el amplio o pequeño espacio de nuestras casas. Un caso célebre es el del atleta ruso Dimitri Yakujny, quien ha mostrado en las redes sociales su proeza de correr 100 kilómetros solo dando vueltas alrededor de su cama.46

La antigua y cotidiana práctica de ir al mercado, al súper o a los tianguis a comprar víveres se ha convertido en una hazaña. No solo hay que desinfectarse las ya de por sí desinfectadas manos, sino que hay que desconfiar de todos y todos desconfían de nosotros. Las multitudes han desaparecido, pero en esos espacios sigue habiendo gente, y la gente en estos tiempos, es lo más peligroso que podemos encontrar. Y es que nunca habíamos experimentado tan profundamente la oposición que supone el estar dentro o fuera de nuestras casas, el riesgo que implica el exterior nos coloca frente a eso que Bachelard denomina: “La dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera”.47 Resulta tan complicado y riesgoso salir a las compras que, salvo que se hagan en línea, durante 2021 seguimos usando la misma ropa con la que iniciamos el 2020. En España hay llamados a comprar ropa usada o vintage y evitar así el enriquecimiento de quienes controlan las plataformas para las compras en línea,48 teles como Amazon, cuyo dueño se ha enriquecido de manera exorbitante a la par del desarrollo de la pandemia.49

Nos hemos vuelto expertos en realizar reuniones virtuales con la familia y hacemos vida académica y laboral de manera virtual. Hablar de plataformas, aplicaciones y recursos digitales es lo más común, aunque para los millennials sea una práctica más bien antigua. Hasta hace muy poco no nos habríamos imaginado la centralidad que estos recursos tecnológicos iban a adquirir en nuestras vidas, la individual y la colectiva. Repentinamente, el acceso a internet y las habilidades para el manejo de las diversas plataformas se volvieron requisitos indispensables para el cumplimiento del trabajo, la continuación de los estudios y para el mantenimiento de lazos sociales, incluso para la recreación y el uso del tiempo libre. Los requerimientos y las expectativas que marcan las rutinas de la vida en línea son de alcances enormes, y muchos de ellos irreversibles. La ciencia ficción se ha instalado de forma abrupta e intempestiva en nuestras vidas diarias; el ser social total, dependiendo de una conexión electrónica. La disponibilidad de conexión y las habilidades digitales han surgido como un filtro silencioso (pero implacable) para incidir en el éxito y determinar la “eficiencia” en el manejo de las rutinas.

La dimensión de este fenómeno está generando impactos y huellas en las experiencias personales cuya dimensión, en algunos casos, tendrá que evaluarse en retrospectiva: si los sistemas de aprendizaje escolar son obsoletos o si habrán de reinventarse y definir qué caminos se deberán seguir para ello; si los nativos digitales y las generaciones más jóvenes son “vencedores” (esto es, eficaces en el desempeño de sus respectivas tareas) en esta intrincada y predominante relación con la tecnología que se ha traducido también en competencia rapaz por puestos laborales; si los niños y niñas están perdiendo habilidades para la sociabilidad y han perdido experiencias de vida insustituibles al estar en confinamiento: una celebración de cumpleaños con pastel, piñata y cantos; un paseo por el parque, oler una flor; pelear y reconciliarse con un amigo del vecindario; embarrarse la cara de tierra y sufrir el accidente de un helado que se derrite bajo el sol… ¿todo esto perderá significado ante la experiencia enajenante de un niño que debe pasar todo el día frente a la computadora? La relación con sus profesores, el cumplimiento de deberes escolares, los vínculos con sus amigos y sus familiares, el uso del tiempo libre, repentinamente todo ha quedado reducido a la relación del niño con la conexión wifi y con su computadora… Esta imagen, aunque real e impuesta por razones de contingencia de salud, no deja de ser perturbadora, especialmente al ver que el confinamiento se prolonga y las estrategias oficiales del claustro se rediseñan una y otra vez sin tener claro en qué momento será posible un regreso más o menos relajado a los espacios públicos, al contacto cara a cara; estas son algunas de las transformaciones más sobresalientes en torno a las que habrá que reflexionar tanto en el plano colectivo como en el familiar y, por supuesto, en el académico. Por lo pronto, en esta fase de hiperdependencia tecnológica, la llamada brecha digital y las desigualdades materiales se han hecho notar inmediatamente como parámetros de gran influencia en la nueva escala que ha surgido para “medir” la “eficiencia” y hacer posible la sobrevivencia en tiempos de confinamiento.

En contraposición a la desazón que ha generado la prohibición de movilidad en los espacios públicos y colectivos, hemos descubierto otras maneras de pasear y, con alegría y entusiasmo, recorremos los museos y las principales galerías de arte alrededor del mundo desde la pantalla de nuestras computadoras. Otros prefieren paseos televisivos, como los cinco millones de personas que vieron la celebración de la Semana Santa en Iztapalapa en el 202050 y los millones de personas que la verán este 2021.

Hemos descubierto otras emociones y sentimientos como la satisfacción de tener la cultura y el arte al alcance de un clic y sentirnos parte de una comunidad llamada Humanidad. Contribuyen los videos que circulan en la red y que de manera convulsiva reenviamos a nuestros contactos vía WhatsApp. Conmovidos con los aplausos que en Italia, Madrid o Nueva York se brindan cada tarde a los trabajadores de salud, o con las distintas versiones de Bella Ciao, Carmina Burana y Resistiré, oprimimos el botón de reenviar porque las emociones que nos causan nos resultan tan fuertes y tan inéditas que no logramos digerirlas en soledad. Algunas de estas emociones que sobrecogen a la humanidad entera fueron recogidas por la poeta estadounidense Margaret Randall en su libro Estrellas de mar en una playa. Los poemas de la pandemia.51

También hemos descubierto que lo virtual tiene límites, que, en España, durante los días más intensos de la pandemia, un grupo de parteras logró que un joven padre participara en el nacimiento de su hijo de manera presencial y no desde un monitor, como lo ordenaban las autoridades sanitarias. El argumento fue muy claro: no es posible brindar apoyo, contención y cariño a una mujer en trabajo de parto desde una fría pantalla y menos celebrar con ella el nacimiento de un hijo. Aunque el joven padre tuvo que someterse a estrictas medidas de seguridad. Los bautizos, los XV años y las bodas son celebraciones difíciles de realizar de manera virtual, por lo que fueron canceladas o aplazadas. No obstante, en México se han celebrado bodas de personajes vinculados al poder económico52 y político,53 lo que ha causado polémicas en redes sociales y una desaprobación generalizada.

El riesgo de contagio ha provocado que los deudos no tengan permitido despedirse de sus familiares ni realizar velorios,54 o hacerlos de manera virtual con el soporte de la ya famosa plataforma Zoom, con todo lo que ello supone para la experiencia devastadora de la pérdida. Esta inédita situación confronta, de manera radical y profunda, los saberes, las creencias, los sentimientos y las emociones que sustentan los rituales funerarios, así como la memoria que cada deudo tiene de estos. El resultado es una exacerbación de los duelos individuales y colectivos que se producen en estos tiempos inciertos.

Reflexiones finales

Hasta aquí hemos referido varios fenómenos en los que la digitalización, la vida virtual y los procesos remotos empiezan a disputar el lugar privilegiado que hasta hace muy poco ocupaba la interacción cara a cara para la construcción de relaciones y significados sociales. Frente a la inhibición de la movilidad social ocurrida por la contingencia de salud, los recursos tecnológicos de la era digital han surgido como un recurso vicario que se ha ganado un papel preponderante (aunque forzado) como resultado de la contingencia referida.

La crisis de salud ha desnudado los límites de los sistemas educativos y también ha puesto en cuestión los modelos predominantes en los sistemas de trabajo, cuestionando así las nociones de tiempo y espacio que antes de la pandemia funcionaban como organizadores de la vida individual y colectiva. El confinamiento ha puesto en crisis estos límites, tanto en el plano de la vida práctica como en los de las percepciones y del imaginario. Podríamos decir que estos conceptos y prácticas culturales entraron en un proceso de metamorfosis muy peculiar, que se encuentra en marcha pero que aún no logra una forma claramente definida.

Por otra parte, si bien el claustro de la humanidad ha tenido efectos en la salud mental, también ha contribuido al racionamiento de recursos o al menos ha hecho notorios los hábitos de derroche y de consumo que han predominado hasta hoy, cuestionando así las inercias y las consecuencias que trae consigo la apatía de la ciudadanía para involucrarse activamente en cuestiones colectivas. Es en este escenario que las consignas relacionadas con una alimentación sana, la conservación del medio ambiente y la preocupación mundial por el uso de energías alternativas está adquiriendo cada vez más fuerza y visibilidad.

Por último, queremos destacar que la pandemia es un acontecimiento vivo y aún en proceso; por ello, las preguntas relacionadas con su desarrollo son múltiples y complejas. Por lo que los ejes de reflexión que hemos expuesto no persiguen construir respuestas únicas e inequívocas, sino señalar varias rutas en torno a las cuales se están iniciando algunas reflexiones que consideramos serán de gran relevancia para comprender el rumbo de los cambios socioculturales que la pandemia del 2020 ha traído consigo y advertir que, seguramente, muchos de ellos serán irreversibles. Aun así, queremos concluir el presente artículo recuperando el sentido esperanzador que puede tener en la actualidad el vínculo entre imaginación e interpretación del que nos habla Gabilondo en su presentación “El cuidado de lo inolvidable” en el libro de Paul Ricoeur La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido: “[…] la imaginación ha de convivir con la interpretación”.55 La capacidad transformadora de la imaginación y de la interpretación puede ayudarnos a comprender la inédita realidad que nos toca vivir. Asombrarnos56 por lo que ocurre y encontrar en los sentimientos y las emociones que nos desbordan, saberes y creencias olvidados que nos permitan imaginar un futuro posible para la humanidad: un ejemplo es la recuperación de saberes ancestrales sobre alimentos sanadores que existen en el mundo, como lo demuestra la guía alimentaria Surviving COVID-19: The Neglected Remedy que elaboraron en África y que, posteriormente se adaptó y publicó en México bajo el título Sobreviviendo a la COVID-19 en México: el remedio olvidado.57 Hacer lo que nos sugieren los versos de Margaret Randall: escuchar el llamado de la memoria:

Escuchemos el llamado de la memoria. Pidamos

a nuestros ancianos que nos cuenten sus cuentos

de hazañas y dolor,

de bondad y relevancia.

Ella va a darles la mano

si ustedes le dan la suya.

Y despojarnos del orgullo encubierto para lograr habitar lugares más sabios:

Aprender a pensar en espiral

quiere decir deshacerse

de la arrogancia.

No somos más sanos, ni mejores,

ni más blancos,

ni más ciudadanos que.

Despojándonos del orgullo encubierto

subimos con la espiral

a habitar lugares más sabios.

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Zerega, Georgina. “Falsas vacunas para la Covid por 150 dólares: México lucha contra las estafas en la pandemia”. El País, febrero 10, 2021 [ Links ]

1Una versión anterior fue presentada como ponencia virtual en el Primer Coloquio Nacional de la Enseñanza de las Humanidades en Tiempos de Pandemia, organizado por el Cuerpo Académico Comunicación y Discurso, de la Facultad de Letras y la Licenciatura en Comunicación, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, el 14 de mayo de 2020.

2Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria (Madrid: Siglo XXI, 2002), 17-18.

3Mijaíl Bajtín, Teoría y Estética de la novela. Trabajos de Investigación, trad. Helena Kriúkova y Vicente Cazcarra (Madrid: Taurus, 1989), 110.

4Pilar Gonzalbo, “Introducción general”, en Historia de la vida cotidiana en México, Tomo I: Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España (México: Fondo de Cultura Económica-El Colegio de México, 2004), 11.

5El periodo de estudio que se aborda en el presente artículo abarca del 20 de marzo de 2020 al 31 de marzo de 2021.

6Paul Ricoeur, “Definición de la memoria desde el punto de vista filosófico”, en ¿Por qué recordar?, coord. Elie Wiesel (Foro Internacional Memoria e Historia, España: Ediciones Granica, 2002), 27.

7 Ibidem.

8Norman Denzin, “Autoetnografía Interpretativa”, Investigación Cualitativa 1, núm. 2 (2017): 81-90.

9Joaquín Guerrero Muñoz, “Autoetnografía y práctica social transformativa”, Perspectivas Interdisciplinares en el Estudio de la Cultura y la Sociedad 23 (2016): 309-326.

10Carolyn Ellis, Tony E. Adams y Arthur P. Bochner. “Autoetnografía: un panorama”, Astrolabio 14 (junio de 2015): 249-273.

11“[...] lo cotidiano es precisamente lo que define con mayor precisión un modo de vida, una actitud ante los acontecimientos y una práctica de costumbres [...]”, Pilar Gonzalbo, “Introducción general”, en Historia de la vida cotidiana en México, tomo I: Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España (México: Fondo de Cultura Económica-El Colegio de México, 2004), 11.

12Alba Lucía Cruz Castillo, “La razón de las emociones. Formación social, política y cultural de las emociones”, Eleuthera 6 (enero-junio de 2012): 64-81. Anna María Fernández Poncela, “Antropología de las emociones y teoría de los sentimientos”, Revista Versión Nueva Época 26 (junio de 2011): 1-24. Anna María Fernández Poncela, “Narraciones y emociones en tiempos de cambio e incertidumbre”, Revista Pensamiento y Acción Interdisciplinaria 7, núm. 1 (2021): 56-75. David Le Breton, “Por una antropología de las emociones”, Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad 4, núm. 10 (diciembre-marzo de 2012): 67-77. Giazú Enciso Domínguez y Alí Lara, “Emociones y ciencias sociales en el S. XX: La precuela del giro afectivo”, Athenea Digital 14 (2014): 263-288. Leonor Arfuch, “Afectos y lazo social: las plazas de Blumberg”, Estudios 17 (2005): 81-88.

14“Pena restrictiva de libertad consistente en conducir al reo a un pueblo o distrito situado en territorio peninsular o insular en el que debía permanecer en libertad bajo la vigilancia de la autoridad”, Diccionario panhispánico del español jurídico, s.v. confinamiento, consultado en mayo 03, 2020, https://dpej.rae.es/lema/confinamiento.

16Pedro Gargantilla, Breve historia de la medicina (Madrid: Nowtilus, 2011), 152.

17“En la segunda mitad de 1833, la prensa anunció su arribo por dos puntos: en el noroeste, procedente de Nueva Orleans, entró en Tamaulipas por el puerto de Tampico, donde se declaró la epidemia el 24 de junio. Avanzó por Coahuila hacia el centro y occidente de México, siguiendo la ruta de la plata [...]. La epidemia de cólera, en 1833, marca un parteaguas en aspectos de salud pública, al haber llamado la atención de las autoridades y de los individuos hacia la pobreza, la falta de higiene, la insalubridad [...] y la carencia de medios para atender a la población de escasos recursos [...]”, Lourdes Márquez Morfín, La desigualdad ante la muerte en la ciudad de México: el tifo y el cólera (México: Siglo XXI Editores, 1994), 271-280.

18“En todo esto, el olvido y el silencio ocupan un lugar central. Toda narrativa del pasado implica una selección. La memoria es selectiva, y la memoria total es imposible. A menudo, pasados que parecían olvidados ‘definitivamente’ reaparecen y cobran nueva vigencia a partir de cambios en los marcos culturales y sociales que impulsan a revisar y dar nuevo sentido a huellas y restos, a los que no se había prestado atención durante décadas o aun siglos”, Jelin, “Subjetividad y esfera pública”, 557.

19“Memoria y olvido son construcciones sociales, continuamente elaboradas y reformuladas. Este proceso tiene lugar en el marco de otra construcción social y cultural más amplia: la producción social del tiempo. Sobre el escenario de nuestra particular concepción del tiempo, la memoria y el olvido, el presente y el futuro actúan y se ordenan como simbolizaciones de esa gran obra de la acción colectiva que llamamos historia [...]. La memoria es una forma de distinguir y vincular el pasado con relación al presente y al futuro. No se refiere tanto a la cronología de hechos que han quedado fijos en el pasado como a su significado para el presente. La memoria es un acto del presente, pues el pasado no es algo dado de una vez para siempre. Aún más: solo en parte es algo dado. La otra parte es ficción, imaginación, racionalización. Por eso la verdad de la memoria no radica tanto en la exactitud de los hechos (res factae) como en el relato y la interpretación de ellos (res fictae)”, Norbet Lechner y Pedro Güell. “Construcción social de las memorias en la transición chilena”, Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile (2005), 2.

20“Fabiana Zepeda Arias —a quien sus compañeros conocen como La Jefa— lamentó entre sollozos que el uniforme de enfermera que viste desde hace 27 años, ahora se lo tenga que quitar para no ser lastimada en la calle. ‘¡No los vamos a infectar! Siéntanse tranquilos, déjennos cuidarlos’, dijo llorando. Esta profesionista […] participó anoche en la conferencia vespertina en Palacio Nacional […]. Ahí se dirigió a quienes agreden al personal de salud: ‘nosotros podemos salvar sus vidas. Somos personas’ […]”, en Angélica Enciso, “Llorando, jefa de enfermeros del imss pide cesar las agresiones”, La Jornada, abril 21, 2020, https://www.jornada.com.mx/2020/04/21/politica/007n1pol

21“La risa [...] implica la superación del miedo”, en Mijaíl Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. En el contexto de François Rabelais, traducción Julio Forcat y César Conroy (Madrid: Editorial Alianza, 2003), 86.

22Elsa Malvido, “La muerte en la lírica infantil colonial mexicana”, Revista Cultura y Religión 2, núm. 1 (2008): 10.

23Algunas de estas canciones son: “Aves enjauladas”, de Rozalén; “Contigo”, de Danna Paola; “En casita”, de Bad Bunny; “Is It Love Is It Covid?”, “Hand Sanitizer”, “Ya no quiero más Zoom de ná” y “La cara”, del disco Poder pandémico, que reúne a varios artistas de Nueva York y CDMX. Disponibles en https://www.youtube.com/

26Ágnes Heller, Sociología de la vida cotidiana (Barcelona: Ediciones Península, 1987), 324-325.

27Alfonso Cuarón, Roma. Película dirigida por Alfonso Cuarón, Coproducción México-Estados Unidos; Participant Media, Esperanto Filmoj. Distribuidora: Netflix (2018).

28“La pandemia sin precedente en Estados Unidos no solo está contagiando a inmigrantes que realizan labores esenciales, sino que también es aprovechada por el gobierno de Trump para impulsar medidas aún más severas contra los migrantes y nutrir la xenofobia […] al culpar a extranjeros de esta pandemia Trump está multiplicando los crímenes de odio por todo el país, no solo contra mexicanos o latinoamericanos, sino ahora también contra asiáticos. El presidente y varios de sus secretarios han insistido en bautizar al Covid-19 como el virus Wuhan y virus chino, a pesar de directivas explícitas de la Organización Mundial de Salud y del propio Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos de no aplicar etiquetas geográficas o de etnias a los virus. Como resultado, se han multiplicado incidentes racistas contra asiáticos, incluyendo ataques físicos y verbales”, en David Brook, “Aprovecha Trump la pandemia para atizar la xenofobia”. La Jornada, abril 12, 2020, https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2020/04/12/aprovecha-trump-la-pandemia-para-atizar-la-xenofobia-2728.html.

29Melisa Carrillo, “‘Si mueren es por algo’, dice maestro de la UNAM sobre feminici­dios e incita a la tortura”, Proceso, marzo 10, 2021, https://www.proceso.com.mx/nacional/2021/3/10/si-mueren-es-por-algo-dice-maestro-de-la-unam-sobre-feminicidios-incita-la-tortura-259814.html

30“Para combatir la información y noticias falsas en redes sociales, el Instituto Nacional Electoral (INE) y la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), firmaron un convenio de colaboración en materia de Alfabetización Mediática e Informacional, para la puesta en marcha de campañas en medios de comunicación y medios comunitarios indígenas, así como foros en los que se abordará la relevancia de la información que contribuya a la democracia”, en Néstor Jiménez, “Apoyará Unesco campañas contra noticias falsas en Internet”, La Jornada, octubre 27, 2020, https://www.jornada.com.mx/2020/10/27/politica/010n3pol.

41“En dos días, la policía del gobierno panista de Irapuato arrestó a 69 personas por no usar cubrebocas, quienes para salir de los separos, tuvieron que pagar una multa de mil 42 pesos. La administración municipal recaudó casi 72 mil pesos por la aplicación de tales multas. El viernes pasado, fueron detenidas 38 personas y el sábado 31 más, informó el secretario de Seguridad”, en Carlos García y Elio Henríquez, “Arrestan a 69 personas por no usar cubrebocas en Irapuato”, La Jornada, abril 27, 2020, https://www.jornada.com.mx/ultimas/estados/2020/04/27/arrestan-a-69-personas-por-no-usar-cubrebocas-en-irapuato-3303.html

43Norbert Elias, El proceso de la civilización: Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas (México: Fondo de Cultura Económica, 1989), 104-105.

44Ignacio Ramonet, “La pandemia y el sistema-mundo”, La Jornada, abril 25, 2020, https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2020/04/25/ante-lo-desconocido-la-pandemia-y-el-sistema-mundo-7878.html

45Miniserie de Netflix Coronavirus en pocas palabras, episodio 1: “Esta pandemia”, disponible en https://www.netflix.com/mx/title/81273378

47Gastón Bachelard, La poética del espacio (México: Fondo de Cultura Económica, 1965), 250.

48José Luis Dueñas, “No lo tires, véndelo: la segunda vida de los artículos que no queremos”, Radiotelevisión española (RTVE), enero 22, 2021, https://www.rtve.es/noticias/20210122/no-tires-vendelo-segunda-vida-articulos-no-queremos/2064891.shtml

49“Desde el inicio de la pandemia, los 10 hombres más ricos del planeta (siete de ellos dueños de plataformas y empresas digitales) agregaron más de 500 mil millones de dólares a sus abultadas arcas. Oxfam pone el ejemplo de Jeff Bezos, actualmente el segundo individuo más rico del mundo, fundador de la plataforma digital Amazon. Con la fortuna personal que acumuló entre marzo y agosto 2020, podría haber pagado a cada uno de sus 876 mil trabajadores un bono de 105 mil dólares y aún seguiría siendo tan rico como al inicio de la pandemia”, en Silvia Ribeiro, “El legado de la pandemia”, La Jornada, febrero 13, 2021, https://www.jornada.com.mx/2021/02/13/opinion/021a1eco

54“Luis Eduardo Aute falleció en un hospital de Madrid a los 76 años. Se fue solo, como casi todos los enfermos que mueren estos días en España por la pandemia del Covid-19, sin familiares cerca”, en Armando G. Tejeda, “Se apaga el latido del multifacético artista Luis Eduardo Aute”, La Jornada, abril 5, 2020. Lo mismo sucedió con el entrañable Óscar Chávez y con los más de 237 mil 647 personas que, según datos de La Jornada del 2 de mayo, han muerto en el mundo. AFP. “‘Manifestaciones virtuales’ en inusual Día de los Trabajadores”, La Jornada, febrero 5, 2020, https://www.jornada.com.mx/2020/05/02/mundo/024n1mun

55Ángel Gabilondo, “Presentación: El cuidado de lo inolvidable”, en La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido (Madrid: Arrecife-Universidad Autónoma de Madrid, 1999), 7-12.

56“[...] la capacidad de asombro está necesariamente presente en el enfrentamiento con la realidad al que ha estado obligado el conocimiento analítico a lo largo de toda su historia [...] es a partir de las contradicciones que yacen en la inercia del saber acumulado de donde tendrá que resurgir el asombro, si es que queremos mantenernos alertas al conocimiento de lo inédito en la realidad”, en Hugo Zemelman, Los horizontes de la razón, tomo II (Barcelona: Anthropos, 1992), 167.

58Margaret Randall, “La memoria trata de llamarnos la atención”, en Estrellas de mar en una playa. Los poemas de la pandemia (Bogotá/Buenos Aires: Abisinia Editorial/Escarabajo Editorial, 2020), 45-47.

59Margaret Randall, “Espiral”, en Estrellas de mar en una playa. Los poemas de la pandemia (Bogotá/Buenos Aires: Abisinia Editorial/Escarabajo Editorial, 2020), 139-141.

Recibido: 12 de Mayo de 2021; Aprobado: 11 de Octubre de 2021

Doctora en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigadora en el Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación de la Universidad Veracruzana. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores Nivel I. Es autora de La feria. Memoria antigua y fiesta (2018), La garza morena y la Venus de Zapotlán (2012), Al filo del agua. Voces y memoria (2001), y participó en la coordinación de los libros colectivos Mujeres, discursos y ciudadanía (2019), Tales somos. En el camino de la palabra: reflexiones sobre literatura (2019), Samblajes de sociedad y cultura: memoria, representaciones e imaginarios (2016), Lenguajes de la cotidianidad (2013), Escenarios de la cultura y la comunicación en México. De la memoria al devenir cultural (2012), El nosotros desde nuestra mirada (2010) y Voces en diálogo. Construcción de identidades (2009). Sus principales intereses de investigación son las prácticas culturales, los discursos de la memoria, los imaginarios sociales y el trabajo artístico con el lenguaje.

Doctora en Antropología por el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS-DF); maestra en Antropología Social por El Colegio de Michoacán y socióloga egresada de la Universidad de Guadalajara. Desde el 2012 a la fecha es investigadora en el Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación de la Universidad Veracruzana. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1. Sus intereses de investigación principales son las relaciones de género y las relaciones de familia con un enfoque que privilegia el análisis de la cultura. Del mismo modo, se inclina por el estudio de la infancia en condiciones de vulnerabilidad. Una parte importante de su trabajo de campo se ha desarrollado en entidades mexicanas que participan en circuitos de migración internacional.

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