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Cuicuilco. Revista de ciencias antropológicas

versión On-line ISSN 2448-8488versión impresa ISSN 2448-9018

Cuicuilco. Rev. cienc. antropol. vol.30 no.87 Ciudad de México may./ago. 2023  Epub 17-Nov-2023

 

Reseñas

El oficio de científico social, entre bifurcaciones y convergencias

José Andrés García Méndez1 

1Escuela Nacional de Antropología e Historia. ENAH-INAH

Guzmán Tovar, César. Senderos bifurcados, subjetividades convergentes. Trayectorias y experiencias científicas de investigadores sociales en Argentina, Colombia y México. 2020. ANUIES, México:


El libro que ahora comento parte de una pregunta sencilla, pero de respuesta complicada: ¿Por qué alguien decide dedicarse al oficio de científico social? Cuando lo leí por primera vez, recién salido a la venta en el año 2022 —aunque la fecha de edición indica 2020, difusión complicada por la pandemia del coronavirus— me di cuenta que al revisarlo con detalle, de inmediato saldrían a flote todas las subjetividades de las que habla el libro y en las que yo, como antropólogo de profesión, estoy inmerso; por lo tanto, el libro que ahora comento, me llevó a una profunda labor de reflexión y cuestionamiento acerca del propio quehacer y el de la antropología, condición que seguramente le sucederá a toda persona que lea este libro; todo se lo debemos a un gran sociólogo que ha tenido hacernos pensar, sufrir y esperanzarnos con la investigación que publicó.

El libro que César Guzmán presenta, se enmarca en una larga discusión que se ha dado desde la sociología misma, la antropología y la epistemología, enfocada en discutir los aspectos sociales de la producción del conocimiento científico, al leerlo nos viene a la memoria los nombres de autores como Thomas Kuhn, Paul Feyerabend, Bruno Latour, Steve Woolgar, Pierre Bourdieu, entre otros que de alguna manera prefiguraron el trabajo al que apasionadamente se ha dedicado el autor; si bien no coinciden con los presupuestos y objetivos de los autores mencionados, sí comparte con ellos ese interés por la relación entre ciencia y sociedad. Recordar estas bases, y otras más, es importante en la labor investigativa de nuestro autor; como dice Donna Haraway: “Importa qué ideas usamos para pensar (con) otras ideas” [2019: 34]. Importa qué historias contamos para contar otras y las historias que nos presenta el autor le deben mucho, al menos en su inspiración, a Gabriel Tarde.

No se trata de hacer una discusión exclusivamente teórica o filosófica acerca de la ciencia, sino de conocer, comprender y dar testimonio del quehacer científico real, cotidiano, de los científicos sociales de tres países de Latinoamérica como Colombia, Argentina y México.

Es una narración a múltiples voces que hablan de la transformación que ha tenido el quehacer científico, pues en el texto no sólo habla el autor, también aparecen las ideas, opiniones y subjetividades de los colaboradores entrevistados. Esta polifonía responde a un cambio en las condiciones de vida de la gente que hace ciencia, así como del entorno donde se hace. No es un libro que se centre sólo en las instituciones científicas, trata, incluso, de los científicos en tanto personas que, como diría Feyerabend, se dedican en dar a conocer mejor al ser que conoce.

En esta narración encontramos testimonios, estadísticas, análisis, pertinentes digresiones, conceptos, reflexiones, gustos, intereses que se mezclan y codean con una variada concepción de lo que entendemos por ciencia. Así, el libro, nos indica César Guzmán, es acerca de las prácticas y las experiencias de científicos y científicas sociales, de cómo llevan a cabo su profesión, busca comprender las condiciones emocionales, institucionales y sociales en las cuales los sujetos transitan por los senderos de las academias. En pocas palabras, se trata de cómo se convirtieron en científicos, cuya respuesta nos lleva a pensar claramente en la existencia de opciones, de alternativas, que siempre se bifurcan, no siguen una línea recta y al final se nos muestran como un juego de cuerdas, como propone Donna Haraway [2019]; alternativas que, si bien son múltiples, en ocasiones tienden a converger en metas, proyectos, ideales, etcétera.

Por otra parte, cómo no leer el título del libro y no evocar ese cuento fantástico, policiaco diría su autor, El Jardín de senderos que se bifurcan, de Jorge Luis Borges, en el que se anuncia la intención del texto de César, para Borges el conocimiento (el jardín) “es una enorme adivinanza o parábola… es una imagen incompleta, pero no falsa, del universo… en todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras” [Borges 1985: 114]. Y en el quehacer del autor, el trabajo científico siempre es una ficción, algo construido históricamente, basado en una innumerable toma de decisiones y de búsqueda de alternativas, a veces libres, otras, limitadas, de acuerdo con el contexto donde se lleva a cabo.

Una de las premisas no explícitas en este libro sea una propuesta por recuperar la curiosidad, no sólo formal e institucional, sino personal, emocional, de todas las personas que se dedican al “oficio” de científico social. De esta manera, cercana a la idea de Anna Tsing, la propuesta metodológica de César Guzmán presenta una base sociológica, con apoyo en la práctica antropológica y filosófica que se rehúsa a constreñirse a lineamientos rígidos y estériles de la “tradición científica”. Valdría la pena recordar lo que nos decía Claude Lévi-Strauss acerca de cómo y por qué se formó como antropólogo, decía este autor: “Abandoné la filosofía porque nos enseñaba un método cuya finalidad era enseñarnos a pensar bien, pero a condición de resecar el espíritu” [véase Lévi-Strauss 2005: 53]. En el caso de la investigación desarrollada por el doctor Guzmán, el “escuchar y contar una avalancha de historias se convirtió en una excelente metodología y siendo audaz y congruente con ella ¿por qué no calificarla como ciencia, como una adición y condición de conocimiento?” [Tsing 2021: 63]. Es decir, desde y para la sociología no basta con estadísticas y búsqueda de objetividades, por lo que abrirse a otras metodologías, que permitan dar cuenta de las subjetividades de los individuos con los que se colabora, resulta fundamental para toda investigación.

Uno de los objetivos, en este libro, es generar una teoría de las subjetividades de los científicos en América Latina, que considere tanto las razones, opciones, alternativas de las personas como el contexto en el cual se desarrolla; se trata de un constante cuestionamiento acerca de los escenarios donde los científicos sociales se desarrollan cotidianamente. Con las palabras del autor:

La problematización se basa en que en nuestra región los deseos, creencias, experiencias y emociones de los sujetos no forma parte de las variables explicativas, siendo que tanto los aspectos de contexto como los aspectos biográficos afectan los procesos de configuración de las subjetividades científicas de los investigadores vinculados al campo de las ciencias sociales [Guzmán 2020: 23-24].

Por lo tanto, es urgente responder al ¿cómo las subjetividades inciden en la construcción del conocimiento científico?

También podemos preguntarnos por el sentido que los propios actores le dan a su oficio; ¿cuáles fueron las alternativas que tuvieron para llegar a él y mantenerse en el mismo? porque, como lo muestra el libro, no es lo mismo formarse como científico social que vivir de ello, sobre todo en nuestra región latinoamericana, donde las comunidades científicas se convierten, bajo las palabras de César Guzmán, en otro texto de su autoría, en comunidades constantemente asediadas.

El proceso de conversión a científico social, con todas las complicaciones y dificultades que puede presentar, se ve, por lo general, como experiencia romántica con un futuro prometedor, en principio el quehacer científico tiene su lado amable, sin embargo, no todo es así pues, ¿a qué realidad se enfrentan los egresados de las diferentes licenciaturas en Ciencias Sociales?, ¿qué apoyo hay a la investigación científica, a la formación de investigadores?, ¿cuál es la estructura de plausibilidad en estos países?, es decir. ¿qué condiciones efectivas existen para ejercer las actividades laborales y las relaciones dentro de los entornos institucionales? [Guzmán 2020: 106].

Las respuestas, nada halagadoras, a estas preguntas las obtuvo a partir de una serie de profundas entrevistas a 39 investigadores activos (19 hombres y 20 mujeres) vinculados laboralmente a diversas universidades, tanto públicas como privadas, de profesionales en antropología y sociología, entre 28 y 75 años de edad, en los países anteriormente mencionados.

Si bien en estos países existen diferentes formas de llevar a cabo la tarea científica convergen en la poca importancia que tiene ésta para cada uno de los estados en cuestión, así como en la institucionalización, ordenación y jerarquización de los investigadores, vía organismos como colciencias, conicet y conacyt, que se perciben como las grandes panaceas del oficio, ¿a qué aspira todo investigador sino es a pertenecer al conacyt, vía Sistema Nacional de Investigadores (sni), por ejemplo?

Al respecto, escribe el autor:

Los salarios, incentivos y estímulos económicos ofrecidos a quienes se vinculan al sistema de investigación con el conacyt en México y el conicet en Argentina generan una relativa seguridad laboral que se traduce en cierto sentimiento de tranquilidad para desarrollar las actividades de investigación [Guzmán 2020: 64].

Pero:

Para alcanzar esa cúspide hay que recorrer un largo trayecto de 20, 30 o 40 años, según las circunstancias. El primer requisito (Pero no el único)que actualmente parece ser imprescindible para adquirir reconocimiento científico es la obtención de títulos académicos. Para ello se ha generado todo un mercado de titulaciones de pregrado y posgrado […]. [Guzmán 2020: 86].

Para esto, cada gobierno implementa “Técnicas de vigilancia de la vida académica”, se genera, dice César Guzmán, una “marca institucional” (como cada institución influye en los científicos sociales), estilos de escritura, habitus particulares y una cierta relación entre ciencia y política; se genera un mercado académico monopolizado por ciertas instituciones e investigadores.

Así, ¿qué le queda al científico en ciernes? O sumarse a ese juego de vigilancia, control y monopolización institucional o renunciar a ella, con las consecuencias implicadas, es decir, volverse un fantasma/paria académico. Pertenecer a alguno de estos organismos presenta sus ventajas como estabilidad económica, productividad, prestigio, pero también genera conflictos, división entre las academias, envidias, ajuste de cuentas, etcétera.

Gran parte de ese juego se expresa en una ansiada productividad y en, según el autor, una hipervaloración de artículos en revistas indexadas. Por ejemplo, para el caso mexicano:

Esto condujo paulatinamente a un cambio en las expectativas y las prácticas de los investigadores con el fin de acceder al sistema y así obtener, además de los beneficios económicos, prestigio científico legitimado por la evaluación por pares. Este giro marcó, sin duda, un quiebre en las subjetividades científicas creando un nuevo tipo de sujeto científico: el prestigioso investigador perteneciente al sni [Guzmán 2020: 254].

No es exclusiva a la realidad latinoamericana, todos los científicos, en especial los sociales, se enfrentan a esa situación, como ha escrito Anna Tsing para el caso estadounidense:

Uno de los proyectos de privatización y mercantilización más extraños de principios del siglo xxi ha sido el movimiento a favor de la mercantilización del ámbito académico. En especial, dos versiones de este movimiento se han revelado sorprendentemente potentes: En Europa, los gestores académicos exigen la realización de ejercicios de evaluación que reducen el trabajo de los estudiosos en una cifra, una suma total para toda una vida de intercambio intelectual; en Estados Unidos se pide a los estudiosos que nos convirtamos en empresarios, patrocinándonos a nosotros mismos como marcas comerciales y buscando el estrellato desde el momento mismo de iniciar nuestros estudios, cuando aún no somos nada. Al privatizar lo que es necesariamente un trabajo colaborativo, estos proyectos pretenden estrangular la vida del mundo académico. [Tsing 2021: 385].

Por lo que no es de extrañar que los jóvenes investigadores no lo sean, sino que se ven obligados a dedicarse a la docencia o a labores administrativas, a perseguir becas con un fin económico y como medio para escalar en esa jerarquía institucional, entonces, dejan en un segundo plano la calidad real de la investigación.

Ante este trágico panorama que nos llena de angustias y nos lleva a preguntarnos ¿por qué elegí esta labor?, también se vislumbran esperanzas. Es cierto que, como escribe el autor: “A lo largo de las trayectorias hay variaciones, bifurcaciones, fugas y retornos que hacen de las carreras científicas una imbricada constelación de intereses y deseos” [Guzmán 2020: 94]. Éstos, poco a poco, se van apagando ante la realidad institucional que enfrentan, por tanto, ¿cómo salir de ahí? La propuesta es buscar la supervivencia colaborativa, hacia la convergencia, pues hay mucho que aprender en conjunto para superar la condición de precariedad en la que vivimos en el contexto de la actividad científica.

Hemos encontrado en el libro que toda investigación social responde a un modelo de ciencia, implementado históricamente, que responde a las trayectorias individuales, nos lleva a una permanente labor reflexiva; entonces, siendo congruente con este principio, me pregunto: ¿cuál fue la trayectoria de este joven sociólogo colombiano?, ¿cómo llegó a ser científico social, qué motivaciones tuvo, cuáles fueron las alternativas por las que tuvo que decidir? Es una duda y una necesidad reflexiva que debe presentarse y resolverse en cada una de las personas dedicadas a la ciencia.

Este libro, escrito de manera amable, fluida, académica sin ser arrogante ni pretenciosa, abre una serie de incursiones a “ese jardín de senderos que se bifurcan”, se abre a la necesaria toma de decisiones, de alternativas, de búsqueda de nuevas formas de llevar a cabo el quehacer científico. A imaginar nuevos senderos donde cabe la posibilidad de preguntarnos:

¿Y si imagináramos la vida intelectual como un bosque campesino, una fuente de numerosos productos útiles que emergen en un diseño involuntario? En los ejercicios de evaluación, la vida intelectual es una mera plantación; en el emprendimiento académico, la vida intelectual es puro robo, la apropiación privada de productos comunales. Ninguno de los dos casos resulta atractivo […]. Alentar el potencial desconocido de los avances académicos requiere mantener el trabajo común del bosque intelectual [Tsing 2021: 386].

Las historias nunca terminan, siempre conducen a nuevas historias; estoy seguro que el libro de César Guzmán se convertirá, en poco tiempo, en una referencia necesaria para continuar esas historias contadas por él o por los que lleguen después.

Así, los invito a leer este libro, a disfrutarlo o a angustiarse, a rebelarse, a hacer una reflexión que, con toda seguridad, no los dejará indiferentes.

Referencias

Borges, Jorge Luis 1985 Ficciones. Planeta. Barcelona. [ Links ]

Bourdieu, Pierre 2006 Autoanálisis de un sociólogo. Anagrama. Barcelona. [ Links ]

Fernández, José Antonio 2012 Una etnografía de los antropólogos en Estados Unidos. Consecuencia de los debates posmodernos. Akal. Madrid. [ Links ]

Guzmán Tovar, César 2020 Senderos bifurcados, subjetividades convergentes. Trayectorias y experiencias científicas de investigadores sociales en Argentina, Colombia y México. anuies. México. [ Links ]

Haraway, Donna J. 2019 Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno. Consonni. Bilbao. [ Links ]

Latour, Bruno y Steve Woolgar 1995 La vida en el laboratorio. La construcción de los hechos científicos. Alianza.; Madrid. [ Links ]

Lévi-Strauss, Claude 2005 Tristes Tropiques. Plon. París. [ Links ]

Tsing, Anna L. 2021 La seta del fin del mundo. Sobre la posibilidad de vida en las ruinas capitalistas. Capitán Swing. Madrid. [ Links ]

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