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Cuicuilco. Revista de ciencias antropológicas

versión On-line ISSN 2448-8488versión impresa ISSN 2448-9018

Cuicuilco. Rev. cienc. antropol. vol.28 no.81 Ciudad de México may./ago. 2021  Epub 04-Abr-2022

 

Reseñas

Nostalgia de un futuro pasado Pablo Amadeo (coord.). La Fiebre. aspo. Buenos Aires. 2020.

Erick Aguirre Godínez1 

1Escuela Nacional de Antropología e Historia

Amadeo, Pablo. La Fiebre. 2020. aspo, Buenos Aires:


LaFiebre es el segundo título de aspo (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio), proyecto que nació como una respuesta editorial a la propagación mundial del virus sars–cov–2 y de los textos que pretenden dar cuenta de sus implicaciones. Se une a un catálogo que hasta hoy conforman Sopa de Wuhan y Posnormales, todos ellos publicados en el furor de 2020 por el editor Pablo Amadeo González (Argentina, 1980). Los tres títulos tienen en común la polifonía de voces y posturas ideológicas de las que parten para interpretar un fenómeno que vino a desafiar nuestros referentes más comunes. En particular, La Fiebre aborda las experiencias del encierro desde el pensamiento latinoamericano y propone una crítica al uso político de la pandemia que pretende instalar nuevas medidas de vigilancia y explotación.

De acuerdo con Marina Svampa, la pandemia refutó una máxima del neoliberalismo que mandata restringir la participación del Estado al mínimo indispensable. Si bien los programas de inversión gubernamental en sanidad pública y en recuperación de empleos podrían hacer pensar en una nueva época del Estado de Bienestar, la autora señala que junto a éstos también aparecen otros programas dirigidos a la vigilancia social y la militarización. Svampa considera que estamos ante un Estado que utiliza el discurso sanitario para reforzar nuevas medidas de control.

La autora propone un nuevo pacto social, económico y ambiental a partir del marco del cuidado, la interdependencia y la solidaridad global. A través de una crítica a la ontología de guerra que enmarca las relaciones entre los humanos y otros seres vivos, Mónica Cragnolini pone en tela de juicio el carácter “sorpresivo” de esta pandemia. En las últimas décadas, experiencias similares han aparecido en contextos donde se privilegia el hacinamiento y la sobreexplotación animal para beneficio del capital. En ese sentido, parece absurdo pensar en una salida de la pandemia que mantenga intactas las relaciones humanas de explotación hacia la naturaleza.

Silvia Ribeiro sostiene que el capitalismo tiende ocultar las causas de los problemas para rentabilizar sus síntomas. Esta pandemia no es una excepción si se miran las ganancias obtenidas por Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft. Con la lógica de la guerra contra el virus se omite el valor positivo que tanto éstos como las bacterias han tenido dentro de la evolución de la vida en general. De esta forma, el virus aparece como el enemigo número uno, eximiendo la responsabilidad del sistema capitalista en su conjunto.

Marina Aizen observa en la aniquilación de los sistemas naturales el preámbulo de las enfermedades virales. La deforestación masiva es el caldo de cultivo de problemáticas que pocas veces salen a la luz, pero que existen (y existirán) en la medida en que la naturaleza sea vista sólo como una antesala de la mercancía. Aizen observa que las redes de comercio que transportan artículos ilegales como drogas o animales exóticos han permitido la distribución de otros agentes patógenos

Según María Pía López, la pandemia ha puesto un impasse a la vida cotidiana, pero también ha permitido reconsiderar lo realmente indispensable. Durante el encierro sanitario se han restringido los espacios para el ocio mientras se buscan nuevas opciones para el consumo; el contacto físico que refuerza la solidaridad se puso de lado, pero para la explotación económica se buscaron alternativas inmediatas.

Esteban Rodríguez Alzueta alerta sobre los miedos compartidos, aquellos presuntos enemigos comunes que no toleran la crítica o el disenso. El temor sirve como aglutinador social, pero una vez que el detonador halla desaparecido, nada hace pensar que estos vínculos puedan sobrevivir. Sobre todo, él subraya la diferencia entre la prevención que promueve la solidaridad y aquella que incentiva el recelo compartido.

Rafael Spregelburd encuentra que la pandemia ha demostrado la irrelevancia de muchos trabajos, empezando por el de adivinos y agoreros, al tiempo que resaltó el valor de los trabajadores manuales en actividades primarias con salarios paupérrimos. Los escritores, como los representantes de tantos otros oficios, quedaron fuera de las actividades esenciales. Sin embargo, su labor no deja de ser necesaria para salir de esta crisis, aunque quizás también para prolongarla. Gracias a la tecnología cada cual puede exponer sus reflexiones o ser parte de la distracción, según Spregelburd.

Ariel Petrucelli subraya que lo realmente novedoso no es la aparición del virus y su presunta amenaza a la especie humana, sino el uso que el capitalismo del desastre hace de este para posicionar una agenda que, a través del pánico, normaliza la militarización de los espacios públicos. A partir de la desinformación, el bombardeo noticioso y la conversión de los ciudadanos en un extraño tándem entre reclusos y policías, la vida durante la pandemia se ha vuelto una prisión donde cada cual es su propio celador. En esta misma línea de pensamiento, Federico Mare pasa revista a la ideología dominante expresada en la mayor parte de la prensa que da cuenta de la pandemia como si se tratara de despachos de guerra. De ello se desprende un examen de consciencia en el cual debemos reconocer que, por lo menos hasta ahora, no contamos con suficientes argumentos para definir si las políticas llevadas a cabo hasta ahora por los principales gobiernos son efectivas en términos sanitarios. Independientemente de la posición política que se elija, en todas ellas existen teorías conspirativas que intentan revelar el verdadero rostro del presente. Lo más probable, asegura Mare, es que ese rostro tenga múltiples facetas y que éstas se modificarán como consecuencia de otras determinantes. Lala Pasquinelli propugna por evaluar los enfoques que los principales medios de comunicación han utilizado para contar la pandemia. Lejos de buscar las causas y consecuencias de esta crisis, pareciera que los medios —y sus propietarios— están más preocupados por mantener un estado permanente de angustia, una parálisis del juicio racional que, en una situación ordinaria, habría conllevado a una búsqueda de responsabilidades políticas, económicas y ambientales.

Desde la habitación hasta el mundo entero como una aldea que enfrenta un problema en común, Bárbara Bilbao recapitula algunas escenas de su vida en esta pandemia como mujer, científica y profesora. Desde lo micro hacia lo macro, la autora estima necesario construir un hábitat en el que seamos capaces de recuperar lo imprescindible, empezando por la salud y el bienestar. Una vez más, el contexto actual resalta la importancia de la interdependencia y el papel de la solidaridad entre los pueblos, algo que distintas culturas han dejado en manos de las mujeres, como apunta Candelaria Botto. La superación de la crisis no es, por supuesto, un asunto que competa sólo a ellas, pero es difícil pensar en una salida que no parta de este principio y que apunte a modificar las actuales inequidades de género.

Fernando Menéndez analiza la reestructuración de la producción a través de esquemas como el trabajo domiciliario y el teletrabajo. Con bastante frecuencia esta deslocalización del trabajo de su espacio habitual ha contraído jornadas más largas e intensas, en las que el pago por los servicios asociados a este trabajo se confunde con aquellos necesarios para la vida familiar, en detrimento de los trabajadores.

En sus respectivos ensayos, Alejandro Kaufman y Lucas Méndez abordan aquellos términos con los que intentamos definir la particularidad de este momento histórico, especialmente los vocablos que remiten a ese trascendental sentimiento de culpa dentro de la “nueva normalidad” que no termina de serlo. Giorgio Agamben lee en estos y otros sucesos el intento por normalizar el estado de excepción. En la opinión de Agamben, la pretendida defensa de la vida durante la pandemia ha significado el abandono de las prácticas y de los afectos que alguna vez le dieron sentido, por lo que el verdadero peligro está en perpetuar una “normalidad” que amenaza más nuestra vida que la del propio virus.

No parece extraño reconocer que algunos de los sueños más terribles han surgido en el contexto de una fiebre. Mientras la temperatura corporal asciende, los delirios trastocan el orden de lo establecido. A juzgar por los artículos que componen La Fiebre, estamos en medio de una crisis que está lejos de ser sólo sanitaria, puesto que no sólo depende de la aparición de un nuevo virus, sino de problemáticas con coordenadas más amplias, tales como el modelo económico imperante, la sobre explotación de los recursos naturales, nuestra relación con los animales y el calentamiento global. Es claro que algunas ideas surgen a partir del sosiego y la meditación, mientras que otras lo hacen desde el desazón y la impaciencia. En todo caso, más allá del sentimiento del cual emanen, sólo el tiempo permite definir el valor de cada una, quizá porque lo inmarcesible de una idea no depende tanto de su origen como de si funciona como germen para nuevas formas de entendimiento. La Fiebre es un importante punto de arranque para discutir qué proyecto de futuro habremos de construir de ahora en adelante. Si algo queda claro a partir de estos artículos es que ese futuro no puede mantener la inercia de la vida anterior a la pandemia, pero tampoco el sendero que los medios masivos intentan normalizar a toda costa. Hoy que abundan los mensajes de nostalgia por un futuro que no pudo ser es cuando parece más evidente la necesidad de evaluar todo aquello que nuestra idea de progreso presupone. Aunque la fiebre pueda producir delirios, ésta sólo es el síntoma de una enfermedad cuyo alivio exige decantar las causas verdaderas.

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