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Cuicuilco. Revista de ciencias antropológicas

versión On-line ISSN 2448-8488versión impresa ISSN 2448-9018

Cuicuilco. Rev. cienc. antropol. vol.27 no.79 Ciudad de México sep./dic. 2020  Epub 21-Mayo-2021

 

Reseñas

Empecé a trabajar en algo que me entusiasmaba…La contribución de Trubetzkoy a la lingüística tipológica

Francisco Barriga Puente 1  

1Dirección de Lingüística, Instituto Nacional de Antropología e Historia. México. fco_barrig@yahoo.com.mx

Sergeyevich Trubetzkoy, Nikolai. Principios de fonología. ., El Colegio de México, México: 2019.


Alejandro III -de la rancia dinastía Romanov- ya llevaba nueve años desempeñándose como zar del Imperio ruso, cuando arribó al mundo el príncipe Nikolai Trubetzkoy, quien nació en Moscú, el 16 de abril de 1890. Su padre -Serguei Trubetzkoy- era un filósofo, jurista y catedrático, que llegó a desempeñarse como consejero de Estado y que en 1905 fue electo rector de la Universidad de Moscú, cargo que casi no ejerció, pues al mes de haber tomado posesión murió a causa de un accidente vascular cerebral. Al ser criado bajo la férula paterna, nadie se extrañó que Nikolai se inclinara por la vida académica, desde la adolescencia. En efecto, apenas tenía 13 años cuando empezó a interesarse por la etnografía de los pueblos bálticos. A los 14 ya era un asiduo asistente a las sesiones de la Sociedad Etnográfica Moscovita y a los 15 publicó su primer artículo -sobre la lírica asociada a un antiguo rito funerario finoúgrico- en la revista Análisis Etnográfico, de la susodicha asociación científica. En 1908 se matriculó en la universidad de la que su padre había sido efímero rector.

Al principio quiso estudiar etnopsicología, pero en el tercer semestre se cambió a lingüística, porque estaba convencido de que esa disciplina era la única rama de la antropología que no tenía problemas con eso que llamaban cientificidad. A su leal entender, otros campos -como la etnología, la historia de las religiones y el evolucionismo cultural- sólo podrían superar la “etapa alquímica” en que se encontraban, si seguían el ejemplo de la lingüística. En 1913 obtuvo el grado de maestro con una tesis que versaba sobre la variación del tiempo futuro en una muestra de lenguas indoeuropeas, tras lo cual se incorporó a la docencia.

Cuando el mundo se estremeció durante 10 días -octubre de 1917, según el calendario juliano- Nikolai Trubetzkoy se encontraba tomando baños medicinales en la ciudad-spa de Kislovódsk. Dada su principesca condición y el empoderamiento de los bolcheviques, Trubetzkoy consideró que lo más prudente era no regresar a Moscú. En función de lo anterior, primero se trasladó, junto con su esposa Vera Petróvna, a Bakú, la capital de Azerbaiyán. Luego se mudaron a la ciudad de Rostóv -cerca de la desembocadura del río Don- donde para ganarse la vida incluso dio clases en una universidad privada para señoritas. Posteriormente, entre 1920 y 1922, se estableció en la capital de Bulgaria. Ahí consiguió una plaza en la Universidad de Sofía y escribió Europa y la humanidad, un ensayo de carácter político, en el cual condenó al eurocentrismo y abogó en favor de un movimiento euroasiático, argumentando que Rusia -como una civilización ortodoxa y continental- debería conformar un sistema político basado en su geografía y en el legado cultural de los pueblos de Eurasia, idea que -dicho sea de paso- también ha venido expresado reiteradamente Vladimir Pútin, en los tiempos modernos.

Finalmente, en el otoño de 1922, el príncipe Trubetzkoy fue invitado a ocupar la cátedra de Eslavística en la Universidad de Viena. Quizá hayan sido las frondosas colinas de los Alpes que rodean a la ciudad y que tanto gustaban a Beethoven, o tal vez los acordes del muy famoso vals, intitulado Cuentos de los bosques de Viena, de Johann Strauss (hijo), el caso es que estando en la ciudad donde el Danubio es más azul, Nikolai Sergeyevich Trubetzkoy empezó a concebir una lingüística que privilegiaba la concepción del bosque, sobre la de los árboles, una lingüística comparativa que no era precisamente la lingüística histórica fundamentada en el origen común, sino una de corte tipológico que más bien le apostaba al isomorfismo estructural entre las lenguas del mundo.

Efectivamente, el 19 de septiembre de 1928 -dos años después de haberse fundado el Círculo de Praga en el legendario Café Derby- Trubetzkoy le escribió a Roman Jakobson:

Empecé a trabajar en algo que me entusiasma. Reuní todos los sistemas vocálicos que me sé de memoria (34 en total) y los comparé entre sí. Aquí, en Viena, le he dado continuidad a esa tarea y ya compilé 46 sistemas. Seguiré trabajando en ello, aunque sea poco a poco, hasta que alcance el centenar de lenguas.

Doble contra sencillo que no faltó algún colega que le advirtiera que 100 lenguas eran demasiadas y que nunca iba a terminar. Mas fiel a sus principios y con la tenacidad de las hormigas forrajeras, el príncipe Trubetzkoy rebasó la meta y -a juzgar por la base de datos del libro que aquí se reseña- documentó alrededor de 200 lenguas, de las cuales 19 son americanas y una -el maya yucateco- es mexicana. Para que no quedara duda de lo que se traía entre manos, el lingüista moscovita avecindado en Viena, agregó más adelante:

Los resultados son sumamente reveladores. Todos los sistemas se pueden reducir a un pequeño número de tipos y siempre pueden ser representados por diagramas simétricos (triángulos, series paralelas, etc.). Existen varios principios para “la formación de los sistemas” que pueden ser identificados sin problema… Creo que las leyes empíricas así obtenidas serán de gran importancia, particularmente para la historia y la reconstrucción de las lenguas… Deberán ser aplicables a todas las lenguas, tanto a las protolenguas reconstruidas hipotéticamente, como a los distintos estadios de desarrollo de las lenguas históricamente documentadas.

Al llegar a este punto, no está de más subrayar que la representación geométrica de los sistemas vocálicos no salió de una chistera, sino que fue el resultado de la aplicación del principio estructuralista que sostiene que una unidad -el fonema vocálico, en este caso- no puede ser definida fuera de un sistema de entidades semejantes y solidarias, en el sentido de que cada unidad se determina recíprocamente con las otras unidades del sistema. Así, pues, para transitar de lo concreto a lo abstracto, Trubetzkoy deambuló por tres aristas fundamentales, a saber: las propiedades de grado de apertura, las de localización y las de resonancia. Con todo ello definió tres tipos de sistemas: Los lineales, que tienen grados de apertura, pero que no tienen ninguna propiedad pertinente de localización; los cuadrangulares, en los que los fonemas vocálicos tienen grados de apertura y cuentan con propiedades distintivas de localización; y los triangulares, en los que todos los fonemas vocálicos tienen grados de apertura y todos -menos la vocal más abierta- tienen propiedades distintivas de localización. En cuanto a las propiedades de resonancia, Trubetzkoy señaló que la nasalización es la más extendida y puede afectar a todas las vocales de los sistemas en que se presenta o tan sólo a una parte de ellas. El príncipe afirmaba que era difícil saber si -aparte de la nasalización- existían otros tipos de contrastes de perturbación vocálica, sin embargo, en la actualidad es posible escuchar hablar de las vocales susurradas del shuar, de las rechinadas del totonaco, de las laringealizadas del zapoteco o de las faringealizadas del taa, sólo por dar algunos ejemplos. Cuando así sucede, la perturbación vocálica se puede extender a todo el sistema, o solamente a una parte del mismo.

La colección de sistemas vocálicos comprendidos entre las páginas 144 y 190 de la obra que aquí se reseña, constituye una prueba fehaciente de nuestra capacidad para conformar un número reducido de estructuras fonológicamente funcionales, a partir de masas concretas, heterogéneas e infinitas, de sonidos producidos sin obstrucción del tracto vocal. Examinemos los sistemas referidos y -sin perder nuestra capacidad de asombro- reconozcamos la elegancia de las soluciones, que de tan eficaces incluso resultan estéticas. Una vez involucrados, podríamos especular sobre la existencia de algunas propiedades fonológicas de las vocales, intrínsecas a la geometría de sus sistemas.

Con respecto a las consonantes, Trubetzkoy identificó ocho series básicas de localización -labiales, apicales, dorsales, sibilantes, laríngeas, laterales, palatales y labiovelares- mismas que constituyen la urdimbre del entramado consonántico. Las primeras cuatro son universales (o cuasi universales). Las últimas están menos extendidas entre las lenguas del mundo. En ocasiones, estas series básicas se escinden formando series de oposiciones bilaterales equipolentes -o sea, lógicamente equivalentes- sin que esto signifique la pérdida de sus oposiciones multilaterales. Por otra parte, también se llegan a dividir en pares de series cuya oposición es privativa. Grosso modo, las series privativas se producen mediante correlaciones de timbre y de chasquido. Las de timbre incluyen la palatalización y la labialización. Con respecto a las de chasquido -las de los “clics” que medio mundo ha escuchado en Los dioses deben estar locos- nos dice Trubetzkoy que sólo se presentan en un puñado de lenguas africanas, aunque en la actualidad se sabe que el damin -una lengua ceremonial australiana, que probablemente ya está extinta- también tiene o tenía un puñado de “clics”

Si las series básicas constituyen la urdimbre del tejido consonántico, entonces las propiedades de modo de liberación de los obstáculos -junto con las de resonancia- integran la trama. Con respecto a las primeras, sobra hacer notar que las oclusivas enfrentan los mayores obstáculos, las fricativas los medianos y las sonorantes los menores. La interrelación de los tres niveles de obstaculización -aparejada con el carácter momentáneo, durativo u obstruyente, de las consonantes- genera cinco oposiciones bilaterales y privativas. Son contadas las ocasiones en que estas oposiciones llegan a cubrir la totalidad de los sistemas consonánticos de las lenguas, razón por la cual es frecuente que algunas consonantes estructuren sinergias con otras unidades no integradas al sistema -del mismo nivel de obstaculización- para así incorporarlas al conjunto. A estas correlaciones particulares -las de tensión, intensidad, sonoridad, aspiración, glotalización y soltura- se les conoce con el nombre de correlaciones de modo de liberación de segundo grado. Los términos no marcados de estas correlaciones son -por supuesto- aquellos que se producen con una menor interferencia a la función respiratoria. Por último, es necesario apuntar que las propiedades consonánticas de resonancia se restringen al contraste entre orales y nasales. En la gran mayoría de las lenguas del mundo, la oposición oclusiva / nasal además de ser bilateral, también es proporcional, pues regularmente existen al menos dos series de localización. Si además concedemos que entre orales y nasales existe una oposición privativa, entonces caeremos en la cuenta de que -dadas las circunstancias- es mejor hablar de una correlación consonántica de nasalidad.

Para acabalar la estructuración de los sistemas fonológicos, a Trubetzkoy sólo le faltaba incorporar las propiedades prosódicas al entramado de unidades, contrastes, series y correlaciones. Dicho con otras palabras, únicamente restaba afinar los sistemas de oposiciones fonológicas, con el concurso de sílabas, moras, codas, acentos y tonos. Al respecto, lo primero que hizo el moscovita fue proclamar que algunas propiedades prosódicas se deben adjudicar a los núcleos silábicos y no a los segmentos. Esto quiere decir que observó que la sílaba es el escenario donde desempeñan sus oficios el acento y el tono, lo cual -en primera instancia- obligó a la realización de un análisis más elaborado de la cantidad, porque si bien es cierto que muchas veces ésta puede ser tratada como un rasgo segmental, en otras ocasiones una vocal larga puede ser producida por dos moras. Para dilucidar lo anterior, el príncipe fonólogo -con el apoyo postal de Benjamin Lee Whorf- analizó el caso hopi, una lengua yuto-azteca que aparentemente tiene tres grados de cantidad vocálica: extra-corto, medio y largo. Según Trubetzkoy, para deshacer el entuerto cuantitativo de esta lengua de Arizona, primero hay que distinguir las vocales largas (que duran dos moras), de las medias y las extra-cortas (que sólo miden una mora). Acto seguido, se deben separar las extra-cortas de las medias, bajo el argumento que las primeras son interrumpidas por algunas consonantes que forma parte del núcleo; mientras que las segundas no lo son, porque tales consonantes están en la coda, fuera del núcleo.

Nikolai Trubetzkoy aplicó un razonamiento semejante al análisis de los tonos de contorno que -a diferencia de los tonos de nivel- varían la frecuencia durante su realización. Nikolai Trubetzkoy aplicó un razonamiento semejante al análisis de los tonos de contorno. Instalado en la lógica de las moras, el moscovita consideró que los mentados tonos de contorno sólo pueden realizarse en vocales bimoraicas. Por ejemplo, un tono ascendente arranca con un registro bajo (en la primera mora de una vocal larga) y termina con uno alto (en la segunda mora, de la misma vocal). Para el descendente, el hablante aplica la secuencia contraria. En su momento, el método de Trubetzkoy arrojó luces sobre dichos particulares. Es probable que dicha luminiscencia lo haya animado a proponer otras generalizaciones, como aquella que reza que tres tonos de nivel son suficientes para dar cuenta de todos los sistemas tonales existentes en nuestro planeta. O aquella otra que -para toda lengua- niega la existencia simultánea de contrastes acentuales y de cantidad. Ya entrado en gastos, subrayó y destacó la presencia -en las oposiciones privativas- de un término marcado y uno no-marcado, agregando que el contraste entre ambos términos desaparece en ciertos contextos, dando lugar a la emergencia de una unidad funcional que tiene los rasgos básicos del par de fonemas neutralizados, pero que carece de aquellos que los contrastan entre sí: el archifonema.

Dos de los cuatro asertos anteriores no se han sostenido incólumes con el paso de los años, pues en la actualidad se reconoce, por una parte, que algunas lenguas llegan a presentar tonos de contorno en vocales fonológicamente cortas y -por la otra- también se han identificado algunas lenguas que llegan a tener cuatro y hasta cinco tonos de nivel. En cuanto al anuncio de que no existen lenguas que tengan simultáneamente contrastes acentuales y de cantidad, han corrido ríos de tinta para abogar en uno u otro sentido, razón por la cual todavía no se ha emitido un veredicto contundente al respecto. Finalmente -a propósito de la marcación- cabe asentar que dicho concepto fue primeramente propuesto por Trubetzkoy, en 1931, y que un año después, Roman Jakobson expandió su aplicación a los niveles morfológico y sintáctico. Desde entonces, la teoría de la marcación ha marcado el desarrollo de la lingüística, haciéndose presente tanto en la fonología generativa como en la tipología funcional. Al generativismo se coló por la vía del problema de la naturalidad, el cual plantea la existencia de una relación inversamente proporcional entre la simplicidad de las descripciones y el número de rasgos especificados. Se trata, pues, de privilegiar las llamadas soluciones elegantes, basadas en su economía, su alcance y sus repercusiones. Por otra parte, la teoría de la marcación llegó a la tipología de la mano de los universales implicativos y de las jerarquías gramaticales, en compañía de la lógica proposicional.

En efecto, primero fue la observación de que una buena parte de los universales que se habían identificado durante los años sesenta tenían la forma de una implicación lógica, lo cual ofrecía la posibilidad de constatar su validez mediante tablas de valores de verdad. Comprobada y ponderada la certeza, fue posible postular la generalización que reza “si el valor marcado de una categoría se expresa mediante la ausencia de un morfema, entonces el valor no marcado se expresa de la misma manera”. Lo anterior permitió, de paso, definir tres criterios sólidos para identificar la marcación, a saber: el estructural, el conductual y el de frecuencia. Acto seguido, se logró establecer un conjunto de jerarquías gramaticales, que han ayudado a comprender de mejor manera algunas particularidades morfológicas y sintácticas de las lenguas, como son ciertas cuestiones relacionadas con los sistemas de alineamiento, con la forma inversa, con la marcación de casos y con las estrategias de relativización, sólo por mencionar algunos ejemplos.

Pero no hay que irse tan rápido, ni desbordarse. Aquí es mejor rebobinar el carrete de la historia y retroceder hasta la cadena de acontecimientos que arrancó el 30 de enero de 1933, cuando Paul von Hindenburg, presidente de Alemania -espoleado por una severa crisis económica y por la creciente popularidad de los nazis- nombró Canciller Imperial a Hitler, con la idea de formar un gobierno de coalición. El plan fracasó porque Hindenburg murió de cáncer al año siguiente y Hitler aprovechó la coyuntura para autoproclamarse Führer, comandante supremo del ejército y líder del Estado nazi. Nadie se imaginó que el 19 de agosto de 1934, el 90% del electorado alemán le otorgaría al autor de Mein Kampf, poderes dictatoriales absolutos. Posteriormente -tal y como los analistas más conspicuos habían pronosticado- el sábado 12 de marzo de 1938, las tropas nazis invadieron Austria. Dos días después, el lunes 14, Hitler entró a Viena -en medio de una aclamación popular- y el martes 15 se declaró oficialmente la anexión del territorio austriaco a Alemania.

El Anschluss -la incorporación del país de la Novicia Rebelde al Tercer Reich- fue catastrófico para Trubetzkoy, que era un declarado antinacional-socialista. Por principio de cuentas -como consecuencia de su orientación política- fue expulsado de la Universidad. Acto seguido, la Gestapo irrumpió violentamente en su domicilio para interrogarlo de mala manera, confiscarle una parte de sus archivos y destruirle otra. Con tanto jaleo, el príncipe sintió que la cotidiana opresión que sentía en el corazón, se iba haciendo cada vez más intensa. No le extrañó porque años atrás le habían diagnosticado una angina de pecho. Pensó que la muerte ya le había echado el ojo y que -por lo tanto- tenía sus días contados. Convencido de lo anterior, se apresuró a terminar los Principios de fonología. Aunque trabajó sin descanso hasta el último momento, no alcanzó a poner el punto final. Para cuando ocurrió el deceso -el 25 de junio de 1938- se calculó que a Trubetzkoy aún le faltaba dictar unas 20 cuartillas, las cuales habrían estado dedicadas a las señales demarcativas de la oración y a una conclusión general. Se dice que el autor también tenía en mente ampliar las notas a pie de página, darle una revisada general al texto y dedicárselo a Roman Jakobson, su coterráneo y amigo.

Los Principios de fonología fueron publicados originalmente en alemán, por el Círculo Lingüístico de Praga, en 1939. La obra salió a la luz inacabada y sin mayores correcciones, tal y como la había dejado su autor. Posteriormente, el libro fue vertido al francés en 1949, luego al ruso en 1960, al inglés en 1969, al polaco en 1970 y al italiano en 1971. La primera traducción al español fue realizada en Madrid, por la Editorial Cincel, en 1973. También hay una versión japonesa, producida en 1980. Y el año pasado -a 80 años de la primerísima edición- salió a la luz una nueva traducción al español, realizada por Esther Herrera Zendejas y Michael Herbert Knapp, bajo el auspicio de El Colegio de México (COLMEX). La edición de marras tiene virtudes patentes, de esas que dan lustre académico. Para muestra basta un póquer de ejemplos:

El primero se refiere al índice general de la obra, que en la edición del COLMEX se resuelve completamente con números arábigos y puntos, a diferencia de otras traducciones, en las que se usan números arábigos, números romanos, letras mayúsculas, letras minúsculas, puntos y hasta paréntesis, lo cual hace más farragosa la localización de la sección que se busca y opaca la organización estructural de la obra. Si a lo anterior aunamos una traducción más bien espesa, entonces tendremos resultados fastidiosos, de tan recargados. Para entender con mayor claridad lo que aquí se discurre, compárense los siguientes ejemplos paralelos, observen la nitidez de “4.4.2.3. El contraste de geminación”, de la edición del COLMEX, y compárenla con la “4.iv.B)c) La oposición de geminación como correlación de modo de franqueamiento de tercer grado” y estarán de acuerdo conmigo en que la indexación de Cincel está un poco pasada de peso.

Un segundo acierto es la inclusión de las “Notas autobiográficas de N. S. Trubetzkoy” que definitivamente ayudan al lector a contextualizar históricamente la obra y le dan una idea de lo que el autor tenía en mente, al momento de escribirla. Las notas autobiográficas se presentan acompañadas de una pequeña selección de las cartas que le escribió a su amigo Roman Jakobson, entre el 12 de diciembre de 1920 y el 9 de mayo de 1938.

La tercera flecha en la diana corresponde al índice de lenguas referido por Trubetzkoy, a todo lo largo de la obra, el cual es elocuente con respecto al método empírico e inductivo que siguió el fonólogo moscovita durante la investigación. Las aproximadamente 200 lenguas analizadas, asimismo, dimensionan la magnitud del trabajo de comparación que emprendió el autor de los Principios de Fonología, para identificar las estructuras isomórficas, que conforman el núcleo de la obra aquí reseñada.

El póquer se completa con las casi 200 notas a pie de página de los editores, las cuales facilitan y enriquecen la lectura de este trabajo que -por su historia, naturaleza y forma- no resulta ser de fácil digestión. Asociadas con las notas hay 81 referencias bibliográficas, mismas que se consignan en un índice particular, inmediatamente después de las referencias citadas en la obra original. Esta bibliografía extraoficial -oficiosa, en la acepción positiva de la palabra- constituye una magnífica guía para quienes, después de leer a Trubetzkoy, deseen continuar explorando las entretelas y los entresijos de la fonología funcional, de corte tipológico.

Dicho todo lo anterior, no queda sino agradecer a Esther Herrera Zendejas y Michael Herbert Knapp, por darnos la oportunidad de re-leer nuevamente los Principios de Fonología, en una versión definitivamente mejorada.

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