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Cuicuilco. Revista de ciencias antropológicas

versión On-line ISSN 2448-8488versión impresa ISSN 2448-9018

Cuicuilco. Rev. cienc. antropol. vol.25 no.73 Ciudad de México sep./dic. 2018

 

Reseñas

Por una antropología del futuro

Roberto Carlos Garnica Castro* 

*Escuela Nacional de Antropología e Historia. robertocarlosgarnica@gmail.com

Appadurai, Arjun. El futuro como hecho cultural. Ensayos sobre la condición global. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires: 2015.


De acuerdo con Marc Augé, la antropología es una disciplina del aquí y el ahora. ¿Es deseable o siquiera posible una antropología que tome como objeto el futuro como hecho cultural? Lo cierto es que la antropología contemporánea debe enfrentarse a las exigencias que las nuevas condiciones económicas, políticas y socioculturales le imponen. Arjun Appadurai, antropólogo de origen hindú, trabaja en torno a estas cuestiones en su libro El futuro como hecho cultural. Ensayos sobre la condición global.

Dicho estudio avanza tres o cuatro pasos más en esa dirección, pero es importante tener presente que se escalona en sus investigaciones previas. Desde las primeras líneas del presente libro Appadurai nos advierte que se trata de una secuela de La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización [1996]; el primer capítulo, “Las mercancías y la política del valor”, retoma de forma abundante otra de sus publicaciones, La vida social de las cosas. Perspectiva cultural de las mercancías [1986]; la “reflexión sobre la India y el lugar de las ideas de Gandhi acerca de la no violencia como forma de acción política” [Appadurai 2015: 101], tiene presente lo desarrollado en su artículo Understanding Gandhi [1978]; un apartado del cuarto capítulo, “El miedo a los pequeños números”, se basa en gran medida en su libro homónimo del 2006. Más allá de la comprensible práctica de retomar las propias investigaciones, lo que deseo señalar es que El futuro como hecho cultural es el resultado, opera aperta, de un trabajo sistemático y continuo de más de tres décadas.

El libro está estructurado en tres partes: 1) Geografía en movimiento. 2) La visión desde Mumbai y 3) Construir el futuro. De acuerdo con la sucinta descripción que de manera introductoria el mismo Appadurai hace de dichos bloques: en la primera parte se propone “reconsiderar mis ideas iniciales sobre globalización, flujo, circulación, región, imaginación y nación” [Appadurai 2015: 12]; la fuente de argumentación de la segunda parte es “una colaboración permanente con los integrantes de un notable movimiento de activistas por la vivienda” [Appadurai 2015: 11] en Mumbai (antes Bombay); en la parte final, entre otras cosas, pretende “sentar las bases de una antropología del futuro entendida como una antropología que puede colaborar en la victoria sobre una política de la probabilidad” [Appadurai 2015: 14].

Ahora bien, propongo visualizar estas partes de la siguiente manera: 1) la constitución del marco teórico, 2) la descripción etnográfica y 3) la propuesta programática. Esta visión esquemática es, por supuesto, burda y sólo persigue fines analíticos; la urdimbre de El futuro como hecho cultural es más compleja y, por ejemplo, en la primera parte realiza algunas reflexiones históricas y autobiográficas; la segunda, tiene un profundo carácter analítico y hasta crítico; la tercera, inicia reactualizando la propuesta de Max Weber.

En un largo recorrido de prácticamente 400 páginas Appadurai revisa, retoma y confronta a antropólogos de diversas tradiciones, así como a teóricos de otras disciplinas tales como Marcel Mauss, Bronislaw Malinowski, Raymond Firth, Claude Lévi-Strauss, Edmund Leach, Victor Turner, Mary Douglas, Marshall Sahlins, Clifford Geertz, Homi Bhabha, Karl Marx, Walter Benjamin, Max Weber, Georg Simmel, Pierre Bordieu, Erving Goffman, Jean Baudrillard, Georges Bataille, Jacques Derrida, Michel Foucault, Mahatma Gandhi, Ulrich Beck, Frank Knight (por mencionar sólo a algunos). Por otra parte, Appadurai asevera firmemente que en la nueva condición global la antropología debe apoyarse en otras disciplinas tales como la economía, “mi interlocutor silencioso a lo largo de todo este libro” [Appadurai 2015: 16] y el diseño; asimismo, considera que la antropología proporciona una rica veta para reflexionar de manera crítica y propositiva en torno a “la felicidad” y a la “buena vida”.

En este sentido, vale la pena acercarse al texto de Appadurai para encontrar una auténtica caja de herramientas en el sentido foucaultiano. En El futuro como hecho cultural se proponen y desarrollan múltiples nociones que a la vez de innovadoras y críticas poseen un sólido fundamento teórico y metodológico. Algunas de estas herramientas son: biografía, historia de vida y carrera de las mercancías, biografía cultural y biografía social de las cosas, arenas y torneos de valor, lógica política del consumo, flujos culturales globales, formas de circulación y circulación de las formas, ahimsa, “el ascetismo, la abnegación, la abstinencia y el rechazo como formas de acción políticas” [Appadurai 2015: 110], cirugía política y parte ofensiva, vivienda, ciudadanía desnuda, capacidad de aspiración, política de la paciencia y política de la esperanza, democracia profunda, globalización desde abajo, ideología y ética del riesgo, política fecal, democracia sin fronteras, buena vida y felicidad, participación, empoderamiento y bases, cosmopolitismo desde abajo, activismo sin fronteras, política de las posibilidades vs. política de las probabilidades, vida social del diseño, producción de localidad, objetos como agentes, objetos-contextos, sustentabilidad, investigación como derecho humano, documentación como intervención y, por supuesto, futuro como hecho cultural (aspiración, anticipación e imaginación). Ciertamente, muchas de estas herramientas las retoma Appadurai de otros autores, pero, indudablemente, les da un sello personal e incluso un giro radical.

Por restricciones de espacio, como muestra, únicamente un botón, de esta apropiación creativa de herramientas conceptuales: mercancía. Appadurai inicia el capítulo “Las mercancías y la política del valor” proponiendo una definición provisional de mercancía: “objetos de valor económico” [Appadurai 2015: 21]; avanzando un poco, retoma la noción de valor de Georg Simmel y la caracterización marxista: “una mercancía es un producto pensado fundamentalmente para el intercambio [...] tales productos surgen [...] en las condiciones institucionales, psicológicas y económicas del capitalismo” [Appadurai 2015: 25]; para matizar aún más, se sumerge en los mismos textos de Marx para rescatar “un enfoque de las mercancías mucho más amplio, más útil, tanto transcultural como históricamente” [Appadurai 2015: 27], idea que Friedrich Engels glosó en el mismo Capital: “para ser mercancía, el producto ha de pasar a través de un intercambio a manos de quien lo consume como valor de uso” [citado por Appadurai 2015: 27]; dando un giro de tuerca retoma a Marcel Mauss y a Kopytoff para señalar que incluso en Occidente “las cosas no han estado tan separadas de la capacidad de actuar de las personas ni del poder de comunicar de las palabras” [Appadurai 2015: 23], apreciación en sintonía con la concepción marxista de fetichismo de la mercancía; finalmente, suscribiendo la crítica que Raymond Firth hace a Marcel Mauss propone cierto fetichismo metodológico que exige atender a las cosas en sí mismas. Estas consideraciones le permitirán mostrar que la noción de mercancía puede extenderse a los contextos no capitalistas, que la creación de valor está mediada políticamente, “que el consumo está sujeto al control social y la redefinición política” [Appadurai 2015: 25], que la política del valor es una política del conocimiento, que la política es lo que vincula al valor con el intercambio. En este sentido, lo que Appadurai califica como perspectiva antropológica en relación con la circulación de mercancías, es lo que permitirá comprender que “las mercancías, como las personas, tienen vidas sociales” [Appadurai 2015: 21].

Teniendo presentes las anteriores consideraciones, El futuro como hecho cultural se presenta como una reflexión en torno al futuro de la humanidad en general y, el futuro de la antropología, en particular, ejercicio en el que “es fundamental concebir y construir de manera colaborativa una robusta antropología del futuro” [Appadurai 2015: 17]. Ésta es -o será- una antropología que parte de un análisis del presente en el que lo local sólo puede comprenderse a la luz de lo global y, viceversa, que reconoce la necesidad de dialogar con otras disciplinas, que demanda el contraste y comparación entre las economías industriales y las sociedades que regularmente han estudiado los antropólogos, que tiene una profunda vocación como crítica cultural, que se mantiene fiel a los valores de la ilustración tales como la democracia y el cosmopolitismo, pero con la condición de revisarlos y deconstruirlos desde la marginalidad, que aboga por la investigación como derecho humano, que se compromete no sólo con una adecuada interpretación del mundo sino con su transformación. En este mismo espíritu marxista -o posmarxista-, Appadurai concluye su libro con la siguiente frase de fuertes resonancias: “lo único que podemos perder son nuestras cadenas” [Appadurai 2015: 395].

Me queda, sin embargo, la siguiente inquietud: ¿no será necesario un paso más y deconstruir la noción de pobreza?, ¿será suficiente para promover una vida feliz el cultivo de la capacidad de aspiración entre los pobres?, ¿no son, precisamente, nociones como paciencia, esperanza y capacidad de aspiración, resortes que condicionan la explotación? Sin duda, la antropología tiene aún mucho qué decir...

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