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Cuicuilco. Revista de ciencias antropológicas

versión On-line ISSN 2448-8488versión impresa ISSN 2448-9018

Cuicuilco. Rev. cienc. antropol. vol.25 no.72 Ciudad de México may./ago. 2018

 

Reseñas

Del teatro al ritual y del ritual al teatro: escenarios históricos y prácticas contemporáneas del teatro indígena en México

Olivia Kindl1 

1El Colegio de San Luis. olivia.kindl@colsan.edu.mx

Araiza Hernández, Elizabeth. El arte de actuar identidades y rituales. Hacia una antropología del teatro indígena en México. El Colegio de Michoacán, Zamora: 2016. 340p.


Este libro es el fruto de un recorrido de vida: años de dedicación, energía y trabajo, un camino andado bajo el signo de una “continuidad discontinua”, es así como la autora titula las conclusiones abiertas de este libro. Si creyéramos en el destino, podríamos incluso hablar de un camino elegido como si “ya hubiese sido escrito ahí arriba”, para retomar la sentencia satírica de Jacques el fatalista en la célebre obra de Diderot, donde se ponen espalda con espalda libre albedrío y determinismo. También podríamos invocar el registro de las pasiones, diciendo que este libro se origina en un “amor de juventud” por el teatro, que su autora practicó desde la adolescencia en las calles de los barrios populares de la Ciudad de México. Cuando la conocí en nuestra alma mater, en la época en que cursábamos la licenciatura en Etnología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, su inclinación y compromiso con esta expresión artística se percibía claramente, en todo su ser y parecer: el de una joven pensativa y seria, vestida de negro. También se podía presenciar cómo ella iba enlazando, de forma siempre reflexiva y creativa, esta experiencia de la práctica teatral con una reflexión antropológica, definiendo así los contornos de una línea de investigación sobre los vínculos entre teatro y ritual. Más adelante, esta obsesión por dicho vínculo se desarrolló con una articulación nueva y ampliada, entre artes escénicas y antropología, como lo hizo en Francia cuando cursó el programa de doctorado en Etnoescenología en la Universidad de París 8, en Saint-Denis. Así, esta obra se fundamenta en parte en un trabajo más extenso de tesis de doctorado, el cual dará mucha más tela de donde cortar para trabajos futuros.

Acompañé este proceso en algunas de sus fases, ya sea leyendo y comentando sus capítulos o a través de los relatos en vivo de la propia autora. La veía cuando iba y venía pasando por París para atravesar el Océano Atlántico con el fin de llevar a cabo su trabajo de campo itinerante con grupos de teatro indígena a lo largo y ancho de la República mexicana; proceso que a veces se tornaba peligroso, vivencias la mayor parte de las veces acrobáticas, que el lector podrá descubrir y disfrutar por sí mismo en las páginas de este libro. Fuerza es reconocer entonces que esta reseña, tal como se propone aquí a los lectores de este libro, no está ni puede estar del todo desvinculada de esta experiencia previa como la testigo que he sido de todo un recorrido de vida y proceso de elaboración de un pensamiento original que ha dedicado tanto ímpetu en la observación participante de las diferentes modalidades de El arte de actuar identidades y rituales.

Más allá de estas consideraciones un tanto personales y subjetivas que, por las razones que hemos evocado, no era posible pasar por alto, también una mirada más fría, más académica, puede dar cuenta de los contenidos de este libro. Sobresale su aporte teórico-metodológico principal, que consiste en un ir y venir “del teatro al ritual y del ritual al teatro”, basado en la disyuntiva crítica y conceptual entre presentación y representación. Este ejercicio reflexivo se desarrolla desde la antropología del arte, enfoque que la autora anuncia y sitúa desde la parte introductoria, donde aclara su especial interés en la relación entre arte y ritual: “lo que motiva la elaboración de esta obra, en un plano más general, es comprender lo que constituye la acción humana. En el teatro lo que a nuestra vista se ofrece primero es la actuación, el arte de re-presentar o de crear una presencia; en un segundo momento captamos aquello a lo que refiere esta actuación” (p. 23). Algunas de las preguntas centrales que han guiado la trayectoria de pensamiento de la autora son las siguientes: “¿cuál es la especificidad de las prácticas que llamamos rituales? ¿En qué estriba la diferencia entre ritual y no-ritual o acción ritual y acción ordinaria? ¿En qué se distingue el teatro del ritual? ¿Qué es lo que hace necesario preservar esta distinción?” (p. 33). Su enunciación desde un principio ubica al lector en el horizonte crítico desarrollado a lo largo de la obra, posicionándola tanto en las teorías del ritual -desde la antropología clásica hasta las corrientes más novedosas- como desde el enfoque antropológico sobre el arte, especialmente el que se interesa en la relación entre arte y ritual. En sus propias palabras, “desde la antropología clásica ha predominado un enfoque que privilegia ciertas dimensiones del ritual -significados ocultos, función social, efectos económicos, políticos- en detrimento de otras -estéticas, artísticas, sensoriales” (p. 33). Su pensamiento ha sido inspirado por autores como Bateson, Goffman, Schechner, Turner, Gluckman entre los clásicos y, entre los teóricos más recientes, en los trabajos de pensadores de la tesitura de Houseman, Lehmann y Díaz Cruz. Este último, por cierto, redactó un bellísimo e inspirador prólogo a esta obra, el cual el lector podrá apreciar y disfrutar desde sus primeras páginas.

Además de sus reflexivos aportes teórico-metodológicos y de la riqueza de la experiencia vivida en carne propia, este libro nos ofrece un amplio y muy bien documentado recorrido por la historia del teatro indígena en México. Tal ejercicio de síntesis, enfocado en el tópico de las representaciones del indígena en las artes, deconstruye y a la vez rescata una serie de estereotipos en torno a su imagen. Permite así, cuestionar las fronteras y articulaciones entre “las dimensiones de eficacia (que funciona en el ritual) y entretenimiento (en el teatro y el arte)” (p. 41). Una mirada crítica sobre el giro performativo en los últimos años en el horizonte de las ciencias sociales y humanas le permite considerar “de mayor alcance una propuesta que consiste en adoptar una noción de performance, tan sólo una de entre las tantas que han sido desarrolladas, a saber: performance como creación de la presencia, para articularla con la idea de ‘formas intermedias entre ritual y arte’ o entre ritual y teatro” (p. 41).

Un sólido tejido argumentativo basado en escrupulosas búsquedas de material escrito y visual (fotografías y videos, principalmente, todos referenciados al final del libro) en los archivos nacionales, que da por resultado un texto de referencia inédito y sumamente erudito sobre el tema. Sobra precisar que hacía falta para llenar un gran vacío pues, hasta donde alcanzan mis conocimientos, un trabajo de tal envergadura no se había hecho anteriormente. Cabe aclarar, como también lo hace la propia autora desde un principio, que no se trata de una historiografía lineal del teatro en México, sino de un ejercicio reflexivo, desde una mirada antropológica, ciertamente, pero a la vez, conocedora en carne propia de las prácticas escénicas y teatrales, sobre cómo se ha forjado una imagen del indígena en las prácticas teatrales a lo largo de la historia. Y esta historia compleja, accidentada, difícil de abordar en muchos de sus aspectos, es la que el lector ve desfilar ante sus ojos al recorrer las páginas de este libro, como en un escenario, justamente. Lo que nos restituye la autora de este escenario histórico donde se muestra cómo se ha forjado la imagen del indígena mexicano a través de siglos de prácticas teatrales, con todo su bagaje de instrumentalización religiosa, política e ideológica, es que ha sido trabajado y marcado tras bambalinas por la diversidad, las contradicciones, lo intersticial o liminal, en un interior mexicano decorado de ambigüedades, incluso oposiciones y luchas que han venido experimentando y produciendo los propios indígenas en sus creaciones escénicas desde la época prehispánica. En efecto, una de las propuestas fuertes de este libro es que sí existía un teatro indígena desde antes de la llegada de los españoles, según lo poco que se sabe a partir de las fuentes accesibles hasta la fecha, a modo de escenas cortas y humorísticas hechas para divertir e instruir al público abigarrado de la gran Tenochtitlán.

Uno de los múltiples méritos de este libro es que no nos impone una mirada unilateral ni simplista de la historia de los indígenas en México, sino que logra, gracias a casos concretos y representativos, enseñarnos una historia de interacciones mutuas, donde diferentes maneras de hacer teatro han venido dialogando y, a su vez, generando nuevas formas artísticas, como bien lo expone en el capítulo 5, que versa sobre el “ethos del teatro indígena contemporáneo”. Desde la perspectiva procesual que defiende la autora, y de la cual nos convence a lo largo de las páginas de este libro, si bien el teatro incluyó fragmentos de rituales con fines de evangelización, educación o lucha política, también han existido y existen ejemplos de teatro indígena que juegan un papel activo, tanto desde un punto de vista social como creativo. Es el caso ejemplar del pueblo zapoteco de San Miguel Cajonos (Oaxaca), que la autora nos presenta con gran talento narrativo, donde la comedia es parte integral e indispensable para el desarrollo feliz de rituales, fiestas y ceremonias que garantizan la integridad territorial e identidad étnica de dicho pueblo. Otro aporte relevante de esta obra es que nos impulsa a reflexionar de modo crítico sobre las dicotomías que han permeado la historia y la antropología de las artes indígenas en México, entre teatro de arte (a secas) y los llamados teatros “aztequista”, “indigenista”, “popular”, “campesino”, siendo cada uno de estos calificativos claramente situado en su respectivo telón de fondo ideológico. La autora demuestra que tales categorías fueron establecidas dentro de determinados contextos históricos, sociales y políticos en los cuales la población indígena se ha ido colocando con diferentes estrategias, tanto desde dentro, como desde fuera de las comunidades. Como bien lo anuncia la autora en una discreta nota a pie de página, este libro constituye la base obligada para un futuro análisis comparativo de las artes teatrales y escénicas en Latinoamérica, un proyecto que promete mucho y esperamos con gran interés, y bien podría contribuir cuantiosamente en el horizonte de los estudios que se han enfocado en una “antropología de los sures”, una antropología en tiempos de glocalización.

De los apasionantes contenidos y excelente factura de este libro lo refrenda el hecho de que haya sido galardonado en 2015 con la Mención Honorífica del Premio Fray Bernardino de Sahagún del Instituto Nacional de Antropología e Historia en la categoría investigación en Etnología y Antropología.

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