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Cuicuilco. Revista de ciencias antropológicas

versión On-line ISSN 2448-8488versión impresa ISSN 2448-9018

Cuicuilco. Rev. cienc. antropol. vol.24 no.69 Ciudad de México may./ago. 2017

 

Reseñas

Forjar un rostro y un corazón: medio siglo de educación indígena en México

Luis de la Peña Martínez*  1 

1Escuela Nacional de Antropología e Historia

Hernández, Natalio. Forjando un nuevo rostro/Yancuic Ixtlachihualistli (orígenes y desarrollo de la educación indígena en México). Secretaría de Educación Pública del estado de Puebla, 2015.


Este libro de Natalio Hernández es un libro coral o polifónico por varias razones. No sólo porque en el libro se recoge el testimonio de quienes, como él, contribuyeron a lo largo de medio siglo a darle forma al rostro de la educación indígena en México, sino porque, precisamente, ésta fue una labor de muchos, quienes aportaron con su trabajo una nueva identidad a las comunidades originarias de nuestro país.

Labor del tlamatini (sabio) en la antigua cultura náhuatl era “dar un rostro y un corazón” a la persona gracias a sus enseñanzas y conocimientos, ya que él poseía “la tinta roja y negra”, como lo señala el epígrafe que Natalio Hernández pone al comienzo de su libro y que es retomado de La Filosofía náhuatl de Miguel León-Portilla: “El sabio: una luz, una tea, una gruesa tea que no ahúma. Un espejo horadado, un espejo agujereado por ambos lados. Suya es la tinta negra y roja, de él son los códices…”.

Por ello, en 1964 en Comaltepec, Puebla, se inició un proceso de capacitación de 153 promotores culturales bilingües por parte de la SEP que habrían de llevar la educación a distintas regiones indígenas del país, principalmente en los estados de Puebla, Hidalgo, Veracruz y San Luis Potosí y que hoy, a más de 50 años, podemos darnos cuenta de su trascendencia.

Sin embargo, este proceso no fue fácil, por el contrario, nos enteramos por los relatos de algunos de sus protagonistas (Wenceslao Herrera Coyac, Moisés Hernández, Salomón Nahmad y el propio Hernández) de las problemáticas y vicisitudes a que se enfrentaron. Quizá pueda sorprender que se incluya a un antropólogo como Salomón Nahmad, quien fue el primer encargado de la Dirección General de Educación Indígena de la SEP (1978), pero en su testimonio nos aclara que por ser hijo de un emigrante árabe que se dedicaba al comercio, convivió desde su infancia con hablantes de lengua indígena en Orizaba, Veracruz.

Esta amalgama de voces es interesante porque en el texto vamos de un testimonio a otro reconstruyendo esta historia pocas veces contada. Ellos fueron quienes forjaron con su labor a lo largo de varias décadas el paso de la llamada “castellanización” y el “asimilacionismo” del “indigenismo” en México a otras formas de educación como la “bilingüe y bicultural”, hasta llegar ahora a la educación “intercultural”, como lo asegura Sylvia Schmelkes del Valle en su prólogo a este libro.

Asimismo, este proceso surge como resultado de anteriores proyectos, como fue el planeado y puesto en práctica en 1940 por el lingüista norteamericano Mauricio Swadesh, quien recién llegado a nuestro país y como profesor del Departamento de Antropología de la Escuela de Biología del Instituto Politécnico Nacional (antecedente de la actual ENAH) creó el “Proyecto tarasco” para alfabetizar en su lengua a la población indígena de esa región.

Así, los relatos forman una urdimbre que da sentido al texto en que se nos narra los esfuerzos cotidianos de algunos de estos forjadores de la educación indígena, quienes en condiciones adversas supieron sacar adelante una tarea por demás compleja.

Quizá para muchos, ahora ese proyecto es criticable por haber formado parte de una política “integracionista”, característica de la propuesta del “nacionalismo revolucionario”, que en la práctica desdeñó las costumbres de las comunidades indígenas y, por más que resulte paradójico (ya que la mayoría de los promotores de esta educación eran profesores hablantes de lenguas indígenas) a sus propias lenguas, en nombre de la “unidad” del Estado-nación, sin embargo, ellos fueron quienes se dedicaron a rescatar esos valores que los políticos olvidaron o francamente desconocían.

Ahora, que nuestro país se reconoce oficialmente como un país “multicultural y plurilingüe”, según lo dispuesto en el artículo II de la Constitución, y gracias a las luchas de los pueblos indígenas es que podemos comprender la importancia de este tipo de enseñanza y de los aportes de estos profesores y funcionarios que supieron dar forma y sustento a dicho proyecto pedagógico. No es en balde que el libro está dedicado a la maestra y antropóloga Angélica Castro de la Fuente. Ella formó parte principal de esta historia y es referencia obligada en los relatos contenidos en el libro.

Como lo expone Natalio Hernández, el proceso de la educación indígena moderna lleva a un recorrido desde los gobiernos revolucionarios, que tiene en el periodo de Lázaro Cárdenas un momento fundamental, a los años setenta cuando aparecen organizaciones indígenas que promueven una educación bilingüe y bicultural, y hasta el momento del levantamiento zapatista que marca el paso hacia una educación intercultural bilingüe y que tiene como resultado la creación en 2001 de la Coordinación General de Educación Intercultural Bilingüe (CEGEIB) y en 2003, con la aprobación de la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, de la creación del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI).

La importancia de estos testimonios es que se parte del “yo” de cada uno de ellos, de su situación más personal como promotores bilingües, que no contaban con recursos materiales, que vivían en condiciones humildes y de cómo fueron superando esas circunstancias. Primero como instructores, profesores y luego como funcionarios hasta lograr sus diferentes cometidos. Son conmovedores, por decir los menos, los relatos en que se cuenta la forma de improvisación, adaptación y transformación en que actuaron para realizar sus actividades, dadas las condiciones de pobreza de esas zonas donde vive dicho núcleo de la población en nuestro país.

Y quizá por ello, más allá de los meros datos y la información que proporciona, ese sea el valor de este trabajo: son historias de vida que crean una “narrativa” desde abajo, desde los cimientos y fundamentos de una labor pedagógica y cultural que ahora tiene resultados como la formación de Universidades interculturales en diferentes regiones mayoritariamente indígenas, así como el surgimiento de procesos culturales como la producción de un gran número de obras literarias escritas en lenguas indígenas mexicanas.

Natalio Hernández, en su doble condición de protagonista y escritor del libro, es un ejemplo de alguien que ha aprovechado sus experiencias y vivencias con comunidades indígenas y se ha destacado como un intelectual y creador que ha dado voz a algunas de las demandas más sentidas de estas comunidades, prueba de ello son su participación en distintas organizaciones como la Asociación Nacional de Profesionales Indígenas Bilingües Asociación Civil (ANPIBAC), en la que fue representante a la II Reunión de Barbados en 1978, y en la de Escritores en Lenguas Indígenas Asociación Civil (ELIAC), de la que fue primer presidente de su mesa directiva en 1993.

Hernández ha desarrollado, por igual, una labor literaria prolífica, como lo muestran sus libros de ensayos Memoria y destino de los pueblos originarios, El despertar de nuestras lenguas y De la exclusión al diálogo intercultural con los pueblos indígenas, así como su producción poética plasmada en sus libros Collar de flores, Así habló el ahuehuete, Canto nuevo de Anáhuac, Canto a las mariposas, Colibrí de la armonía y Flores de primavera. Actualmente, es profesor del Programa México Nación Multicultural de la UNAM, forma parte del Sistema Nacional de Creadores y es presidente de la Fundación Macuil xochitl/Cinco flores, organización encargada de promover y difundir la lengua y cultura náhuatl, de la que también se rinde testimonio en este libro.

Todo ello nos permite entender el aporte del presente trabajo, pues Natalio Hernández ha sabido conjugar varias voces para documentar con un estilo directo y hasta entretenido lo que de suyo fue un proceso complejo y complicado. No es común acceder de primera mano a la información de quienes participaron en un proyecto educativo como fue éste, muchas veces son personajes anónimos quienes quedan olvidados y sin ningún tipo de reconocimiento. Por ello, es de agradecer que al final del texto, haya incluido una lista con los nombres de 120 de los 153 promotores bilingües quienes en 1964 participaron en este proyecto pionero en Comaltepec, Puebla. Igualmente, se incluye como apéndice al libro la Declaración de Puebla por el Desarrollo de las Lenguas Mexicanas, producto del Primer Encuentro Internacional de Educación y Pluriculturalidad que con motivo de los 50 años de ese hecho se realizó en el 2014.

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