Introducción
En la actualidad, en nuestro país se vive un boom por las carreras de larga distancia. Los maratones son carreras que atraen multitudes de corredores, que venturosos, asumen el reto de recorrer la mítica distancia de 42 195 metros. Por ejemplo, el 27 de agosto de 2017, más de 40 mil corredores tomaron la salida del maratón de la Ciudad de México.1 Pero entonces, ¿cuándo se corrió por primera vez una carrera de maratón en México? Según Israel Alatorre (2010), fue en 1980 en León, Guanajuato, donde por primera vez se corrió un maratón con la distancia reglamentaria de 42 195 metros.2 Sin embargo, esto no es correcto, pues la primera carrera de maratón se corrió en nuestro país en 1910.3
Tampoco es correcto que el maratón de León sea el primero que se corre con distancia avalada por la Federación Mexicana de Atletismo, pues en los selectivos para las olimpiadas de 1924 y 1928, se corrió la prueba de maratón y en ambos casos la Federación certificó que las respectivas rutas midieran 42 195 metros.4 Por tanto, para comprender las causas que detonaron la celebración de la primera carrera de maratón en México, pero, sobre todo, para entender por qué motivo se organizó un evento de esta distancia para conmemorar el centenario de la Independencia Nacional, resulta necesario explicar ¿cómo surgieron los deportes? y en particular, ¿cómo surgió el atletismo en la Ciudad de México?, ¿cuál era su dinámica (social y deportiva) y bajo qué formato comenzó a ser practicado?5
Respecto del surgimiento de los deportes, los primeros trabajos académicos desarrollados en México fueron realizados en 1980 por William Beezley (1987), quien establece que los deportes fueron introducidos al país durante el porfiriato (1876-1911), gracias a que ese régimen pacificó al país y reestableció las relaciones diplomáticas y comerciales con Estados Unidos y Gran Bretaña, lo cual hizo posible la atracción de capitales para iniciar con la modernización del país y crear las condiciones para el desarrollo de la economía nacional.6
Siguiendo a Beezley, (1987, pp. 14-48) fue esa sensación de progreso lo que propició que la sociedad mexicana adoptara las prácticas y los entretenimientos extranjeros, entre ellos los deportes. Para este autor, fue un paso natural la adopción de los mexicanos de las actitudes y prácticas extranjeras. A este fenómeno lo denomina “persuasión porfiriana” y consiste en la “sensación de com partir las mismas actividades y estilos de la burguesía internacional”, aspecto que se observaba de mejor manera en el auge de los deportes en la sociedad mexicana.
Las ideas de Beezley han influenciado a otros académicos, quienes han tomado como suyos algunos de sus planteamientos. Por ejemplo, Gerson Zamora (2001, pp. 12-17) establece que la implantación de los deportes en México se retrasó porque la práctica deportiva no era tan competitiva; es decir, tenía un carácter más lúdico que competitivo, puesto que la altitud de la Ciudad de México impedía la realización de despliegues físicos intensos. Por otra parte, Gabriel Angelotti (2010, pp. 104-126) señala que los deportes en el porfiriato eran pasatiempos cultivados en el ámbito privado de los clubes “sin mayor trascendencia que el gusto personal por competir con iguales en un entorno lúdico”. Según Angelotti, los deportes eran prácticas exclusivas, privadas y lúdicas más que concursos competitivos.
Para Zamora y Angelotti los deportes, más que actividades competitivas, eran pasatiempos que se practicaban en espacios privados. Sin embargo, en los datos empíricos se observa que la práctica deportiva fue altamente competitiva (siendo esta una de sus principales características) y organizada por individuos que dedicaron su tiempo y dinero para desarrollar una dinámica de competencias que fue la simiente que dio lugar a la organización de equipos, clubes y asociaciones, además de ligas y campeonatos que en su conjunto conformaron todo un sistema deportivo que fue el parteaguas para expandir la práctica deportiva a otras áreas y regiones de México.
En lo tocante al surgimiento del atletismo, Ana Laura De la Torre (2017, pp. 20-92) señala que este deporte fue introducido por las comunidades extranjeras radicadas en la Ciudad de México, que por lo general organizaban y celebraban competencias atléticas adjuntas a los festejos patrios. En efecto, tal y como se verá en la siguiente sección, el atletismo fue introducido por los estadounidenses bajo el formato de juegos patrióticos, consistente en celebrar las fiestas patrias (principalmente la independencia) con concursos atléticos.7
El surgimiento del atletismo en la Ciudad de México
En 1892 el Daily Anglo-American publicó que los estadounidenses radicados en la Ciudad de México celebrarían la independencia de su país con una ceremonia cívica y con unos concursos atléticos.8 Esta nota es una de las primeras referencias de la celebración de un evento atlético en la capital del país. El atletismo, así como el béisbol y el fútbol, fueron introducidos al país durante el porfiriato por empresarios, mineros, marinos, misioneros, profesores, obreros, médicos y ferrocarrileros extranjeros tanto británicos como estadounidenses (Arbena & LaFrance, 2002, p. XII.)
La introducción de los deportes en México fue un proceso con dos momentos: en primer lugar, la puesta en marcha de una nueva dinámica social basada en la competición racional y en la igualdad de condiciones; segundo, la asimilación de estas nociones por parte de los individuos, lo que implicó la construcción de un nuevo espacio social en donde los deportes fueran practicados e integrados de forma permanente a la sociedad mexicana.
En el caso del atletismo, recibió mucho apoyo porque tuvo una vinculación directa con los festejos patrios. Este formato de celebración surgió en 1876 en Estados Unidos para conmemorar el centenario de la independencia.9 La celebración de concursos atléticos adjuntos a los festejos patrios dio lugar a lo que Steven Pope (1997) ha denominado como Patriotic Games (juegos patrióticos).10
Fue bajo el formato de juego patriótico que el atletismo comenzó a ser practicado en México, pues los estadounidenses trajeron consigo este modelo de celebración que permitía reforzar la identidad nacional y cohesionar a los expatriados estadounidenses, ya que no eran un grupo uniforme pues entre ellos había diversidad de clases y razas. Esta diversidad hizo necesaria la unión en torno a instituciones (clubes, escuelas) y rituales masivos (fiestas cívicas y deportes) (Schell, 2001, pp. IX-18.)
En ese sentido, los concursos atléticos de los festejos del 4 de julio fueron un espacio de socialización que permitió a los expatriados estadounidenses mantener sus lazos de unión. Pero, además, estos festejos permitieron la participación de la sociedad mexicana, aspecto que reafirmaría su presencia en el país y por supuesto, la difusión del atletismo.11El Imparcial, por ejemplo, resaltó que los mexicanos celebraban al lado de los estadounidenses, con quienes estaban ligados por relaciones de amistad y negocios.12
Los estadounidenses, al incluir a la sociedad mexicana en sus festejos cívicos establecieron una “zona de contacto” donde, por medio de redes directas (amistad y matrimonios) o informales (escuelas, clubes, festejos cívicos y deportes) pudieron consolidar transacciones comerciales de forma más simple, además de garantizar el capital invertido y salvaguardar su integridad física (Schell, 2001, pp. IX-X).
Correr, saltar y lanzar: la dinámica social y deportiva del atletismo en el porfiriato
Como ya se dicho, fue en los festejos del 4 de julio en donde los mexicanos se formaron como atletas, situación que implicó aprender lo que significaba correr, saltar y lanzar como deporte, y cómo estas actividades se organizaban bajo la idea y estructura de un sistema deportivo (competencia racional basada en la igualdad de condiciones y en la búsqueda de los récords), aspectos que no se conocían ni existían en la cultura local. John Bale (2004) define la historia del atletismo como “una historia de los récords”, ya que la estadística deportiva permite realizar esquemas comparativos para medir el progreso de atletas, equipos y naciones, con lo cual se establecen parámetros para definir a los mejores deportistas y los mejores récords basados en un criterio racional que mide el desempeño físico en minutos y segundos.13
La comparación de los récords ha permitido establecer cuál es el lugar del atleta no solo en la competencia celebrada, sino en la historia, pues el récord “une al deportista debutante con el campeón de todos los tiempos…”.14 Ahora bien, para que la búsqueda del récord sea factible es necesario que el espacio deportivo también sea sometido a una racionalización. La racionalización del espacio deportivo tiene la intención de eliminar los efectos externos, por tanto, es un espacio artificial en donde la competencia deportiva es considerada como oficial porque el terreno ha sido segmentado en distancias racionalmente medidas y las pruebas a correr han sido estandarizadas (100, 200, 1 500 o 5 000 metros).15
Las competencias atléticas de los juegos patrióticos del 4 de julio seguían la misma lógica de la búsqueda de los récords que, como ya se ha mencionado, representaba un formato de competición poco visto en México. La propia organización de uno de estos concursos implicaba un gran esfuerzo administrativo en donde se necesitaba conjuntar un eficiente equipo humano y una fuerte suma de dinero para comprar los implementos deportivos y el material necesario para el diseño de la pista.16
Una vez que la parte económica se había cubierto, el comité organizador se reunió para discutir qué y cuántas pruebas atléticas sería conveniente llevar a cabo.17 Además de trabajar en el programa de competencias, el comité se ocupaba de preparar la pista atlética, la cual se buscaba tenerla lista tres o cuatro días antes del 4 de julio para permitir a los atletas realizar algunos entrenamientos previos.18
Asimismo, el comité organizador se encargaba de nombrar al juez principal, de salidas, a los tomadores de tiempo, inspectores y comisarios.19 Luego de nombrar a los jueces, se pasaba a la aprobación de los reglamentos que gobernarían los eventos atléticos. Las reglas, por lo general, eran un decálogo que se derivaba de los reglamentos de la Amateur Athletic Union de Estados Unidos y en donde se buscaba que la igualdad de condiciones prevaleciera en todo momento.20
La igualdad de condiciones exigía a los deportistas conducirse como caballeros; es decir, su comportamiento debía ajustarse tanto a los códigos morales vigentes como a los deportivos. Esto significaba que se no se tomaría ventaja, que no se buscaría ganar a cualquier precio, no se apostaría o se competiría por dinero y que se respetarían las reglas bajo lo que se denomina como Fair Play (juego limpio).21
La utilización de un mismo cuerpo de reglas es otro de los elementos derivados de la igualdad de condiciones que permitió el surgimiento y consolidación del atletismo en nuestro país, ya que hizo que este fuera menos local y más fácil de transferir a otras regiones, al organizarse concursos atléticos regidos por reglas homogéneas que todos los participantes entendían y que podían llevarse a cabo en cualquier momento y lugar.
En México, los clubes deportivos fueron los encargados de difundir el mismo cuerpo de reglas, gracias a que organizaban encuentros atléticos denominados como Field Day (día de campo).22 El asociacionismo deportivo fue la piedra angular del surgimiento del atletismo en México porque dio lugar al establecimiento de una comunidad deportiva con la capacidad económica para comprar un terreno, edificar las instalaciones necesarias para su práctica y con la capacidad organizativa para administrar el desarrollo y fomento de esta disciplina de acuerdo por ciertas normas y reglas.
Los clubes iniciaban operaciones mediante la donación de fondos de algunos de sus miembros fundadores; sin embargo, a medida que el número de asociados crecía, estas instituciones se volvieron autosustentables, gracias a las mensualidades que cada miembro debía cubrir (una cuota de 2.50 pesos al mes), así como de la venta de boletos de los eventos que el club organizaba (concursos deportivos y bailes).23
Tres de los clubes más influyentes durante el porfiriato y que más fomentaron el atletismo fueron el Reforma Athletic Club,24 la YMCA25 y el Mexico Country Club.26 Todos estos clubes celebraron encuentros atléticos (Field Days) para conmemorar sus respectivas fundaciones. Dichos encuentros tenían una organización y desarrollo similar al de los juegos patrióticos del 4 de julio.27 Los llamados Field Day, fueron competencias complementarias de los juegos patrióticos y con ellos se logró conformar una temporada que mantenía activos a los atletas de la ciudad durante todo el año, lo que implicaba que los deportistas organizaran su programa de entrenamiento en periodos trimestrales, aspecto que indica la existencia de un sistema de competencias racionalmente calendarizadas.
La importancia de los clubes para el desarrollo del atletismo en México lo encontramos en su dinámica interna, la cual funcionaba de la siguiente manera. El objetivo principal de un club era preparar deportistas capaces de ganar campeonatos y romper récords. Para ello organizaban a lo largo de todo el año una serie de competencias deportivas denominadas como temporada, torneo o campeonato, donde se iba estableciendo un ranking; un listado del número de victorias y los mejores récords que realizaban los deportistas en las distintas competencias en que participaban.
Este ranking permitió a los clubes conocer quiénes eran sus mejores deportistas y, asimismo, les hizo conformar un seleccionado de sus mejores atletas para que los representara en los Field Day. Es decir, en un principio los clubes buscaban seleccionar sus mejores deportistas realizando competencias al interior, para luego consolidar esa hegemonía deportiva compitiendo contra los equipos representativos de otros clubes, estableciendo con ello una dinámica de competencias regulares.28
Por su regularidad, este tipo de concursos también permitieron que los atletas realizaran sus mejores marcas y rompieran récords. Por ejemplo, en 1903, J. Morcom corrió las 100 yardas planas en 10, 3/5, una marca que no fue poca cosa considerando, en primer lugar, que aparte de esta prueba compitió en las 50 yardas planas en donde además tuvo que correr previamente las pruebas eliminatorias.29 Y segundo, sus marcas, comparativamente hablando, estaban dentro de los parámetros más competitivos de la época, pues su récord en las 100 yardas (10.3/5), estaba muy cercano al de Archi Hahn, quien se coronó campeón de Estados Unidos al correr 10.2 segundos (Mallon & Buchanan, 1986).
El hecho de que se señale que existían cada vez mejores marcas y récords, nos indica que los participantes no eran atletas improvisados de un día, sino que se sometían a una preparación previa y continuada (racional). Asimismo, esto nos muestra que los eventos atléticos no eran simples concursos lúdicos, sino que ya existía todo un gran despliegue de organización, recursos humanos y económicos detrás de ellos, lo que es un claro indicativo de la existencia de una racionalidad tras la práctica atlética.
El atletismo y la sociedad mexicana durante el porfiriato
La introducción del atletismo en México representó el establecimiento de una nueva cultura corporal, nunca vista y que en nuestro país aún estaba en proceso de ser comprendida por la sociedad mexicana. Por ejemplo, en los juegos patrióticos de 1908 se suscitó “uno de los más divertidos incidentes del día, pero decididamente irritante a la vez”, pues el juez de salidas, Mr. Parker, fue arrestado por usar una pistola para dar la salida de las carreras.30
Para que esta penosa situación no se volviera a presentar y no se pusiera en riesgo la continuidad de las competencias, el siguiente año, el presidente del comité organizador de los concursos atléticos del 4 de julio, Mr. Williamson, solicitó permiso al jefe de la policía para que el juez de salidas pudiera hacer uso de una pistola sin ser arrestado. Asimismo, se solicitó permiso para que los deportistas participantes de la carrera de 5 millas, que se realizaría fuera del Tívoli del Eliseo, pudieran correr vistiendo ropa deportiva (shorts y camiseta sin mangas) sin ser arrestados por faltas a la moral.31
La idea de correr como deporte era desconocida por la sociedad mexicana pues los elementos inmersos en los deportes (la racionalidad y la estandarización) no existían como parte de la cultura corporal de la sociedad mexicana. Por ejemplo, la carrera de bola (rarajípari) que aún practican los tarahumaras (rarámuris), presenta características mágico-religiosas, carece de estandarización y medición del espacio en donde se llevan a cabo y de un entrenamiento regular y dosificado de los participantes:
La carrera (de bola) permite desplazamientos más rápidos, pero sobre todo más divertidos, porque “¡hay que estar loco para correr sin bola!”, como decían unas niñas rarámuri al ver entrenar a un mestizo por el camino. No tiene sentido la carrera si no va acompañada de algo más, como tampoco tiene sentido entrenar […] el concepto de entrenamiento específico y sistemático no se entiende porque sencillamente no existe en ellos (entre los rarámuris) (Acuña, 2006, p. 10).
En ese mismo sentido, las actividades introducidas durante la Colonia y que eventualmente adquirieron el estatus de deportes (como las carreras de caballos y la pelota vasca), tampoco eran actividades racionalizadas; por ejemplo, El Nacional establecía que:32
Los ejercicios ecuestres han formado parte durante mucho tiempo de las diversiones de los “naturales” de México, pero, por desgracia, correr caballos, tal cual suena, ha sido nada más que eufemismo, los animales, potrancos; los jinetes, rancheros campesinos; las distancias a la ventura y las bridas y monturas, tan grotescas como crueles.
El Mexican Herald clasificaba este tipo de carreras como de “escala primitiva” por su falta de regulación, porque “las pistas se improvisaban en un momento dado, y sobre ellas corrían los caballos sin reglas…”.33 Sería hasta el surgimiento del Jockey Club cuando se reguló esta actividad, ya que no se permitió que ningún caballo compitiera sin haber sido clasificado (por edad, talla y peso) por la comisión nombrada para tal efecto.34
En lo que respecta a la pelota vasca, la modalidad clásica de esta actividad existió en México desde el siglo XVIII, consistente en golpear una pelota de cuero con la mano desnuda para hacerla rebotar, en primer lugar, en una pared llamada frontis y luego en la pared lateral (Zamora, 2001, p. 16). La pelota vasca era otra actividad que carecía de las características que definen a los deportes (igualdad de condiciones, especialización, cuantificación, estandarización, secularización, burocratización y búsqueda de los récords), ya que no había homogenización de sus reglas, del espacio deportivo o de sus implementos (Guttmann, 1985, pp. 15-54).
En efecto, se hace evidente la falta de estandarización en la pelota vasca porque era común que se improvisara la medida y forma de las canchas, respondiendo al espacio disponible y a la idea que en cada localidad se tenía de esta actividad. Por ejemplo, en Oaxaca la cancha era 5 metros más amplia que lo usual, mientras que en Chihuahua, debido a que la mayoría de los pelotaris eran derechos, cambiaron la pared lateral de la izquierda a la derecha.35
También fue común que los implementos se improvisaran. Por ejemplo, en varias regiones se sustituyó la dura pelota de cuero por pelotas de goma. Asimismo, en Chihuahua se inventó una especie de guante para golpear la pelota denominada “palmeta”, hecha de madera y reforzada con cuero.36 Finalmente, en Argentina, la invención del guante conocido como “cesta punta” dio origen a la versión denominada como Jai Alai, que a partir de 1895 tuvo un gran furor en México.37
Las variaciones y modificaciones a las canchas, las pelotas y los implementos, impidieron que la pelota vasca pudiera desarrollar un sistema de competencias basado en la igualdad de condiciones y en la búsqueda de los récords, pues la improvisación y la adaptación fueron dos elementos que hicieron que la pelota vasca fuera diferente en cada sitio, lo que finalmente imposibilitó que tuviera las mismas reglas y condiciones en todo momento y lugar. Es decir, de la pelota vasca clásica surgieron nuevas versiones locales que estaban desvinculadas entre sí porque tenían reglas, canchas e implementos distintos y hasta un sentido diferente de practicarlas. Por ejemplo, en Tulyehualco se inventó una versión local de la pelota vasca denominada “chacual”, mientras que en Perú surgió una variación llamada “pelotaris” que buscaba obtener el reconocimiento de ser una actividad separada y totalmente distinta de la pelota vasca.38
Así pues, la carrera rarámuri, las carreras de caballos y la pelota vasca, eran actividades físicas que no contaban con los elementos característicos de la racionalidad deportiva (como la igualdad de condiciones o la búsqueda de los récords), por tanto, la sociedad mexicana no estaba muy habituada a lo que era y representaba una competencia en el estricto sentido deportivo.
La asimilación de la racionalidad deportiva en la sociedad mexicana
Según Norbert Elias, los deportes son clara evidencia de un cambio histórico, ya que detonaron cambios en el comportamiento de los individuos, pues el deportista como nuevo actor social, comenzó a mostrar cambios en su mentalidad y comenzó a hacer uso del cuerpo bajo criterios racionales y asimilar nuevas ideas como la noción la comprensión del tiempo en el espacio, que es lo que define correr como deporte (Elias & Dunning, 1995, pp. 42-55).
En efecto, William Beezley (1987) señala que en el México porfiriano la vida cotidiana se regía por las estaciones del año, porque eran pocos los pueblos y ciudades que contaban con un reloj, así que la noción de la comprensión del tiempo no era algo prevaleciente y menos algo difundido como criterio para dirimir las competencias atléticas. Fue a partir de la modernización del país que la comprensión del tiempo se establece como la norma para definir a los vencedores de un concurso atlético.39
La modernización es un concepto que remite al cambio social inducido a partir de las transformaciones materiales que desencadenaron cambios en los individuos y en su forma de vida. Por ejemplo, la electricidad además de cambiar el ambiente cambió las costumbres y la mentalidad de los individuos porque sus beneficios permitieron el desarrollo de una nueva dinámica social, pues alargó el día y se pudieron realizar nuevas actividades en horas que hasta antes de su implementación estuvieron vedadas, dando surgimiento a la llamada “la vida nocturna” (Briseño, 2006, pp. 200-202).
Según Beezley (1985, pp. 277-278), la modernización estableció cambios significativos en la mentalidad de los individuos, pues incluso andar en bicicleta fue una nueva actividad que los integraba a la modernidad, pues quien compraba una bicicleta aprendía a manejarla, a correr en ella y a repararla, y de esta manera se aceptaba la tecnología, la producción en masa “y otros valores que hacen la vida moderna”.
En el caso del atletismo, la modernización propició la aceptación de la noción de la comprensión del tiempo, en función de que la sociedad mexicana comenzó a considerar que los despliegues físicos podían ser llevados a cabo bajo condiciones racionales y que se podía obtener de ellos una plusvalía cuantitativa (récords) que en última instancia serían los criterios que determinarían quiénes eran los mejores atletas.
Fue en los concursos atléticos del 4 de julio en donde gran cantidad de mexicanos se formaron como deportistas y adquirieron los valores de la racionalidad deportiva. Conocimientos que posteriormente serían utilizados para organizar (por imitación) encuentros atléticos (Schell, 2001, pp. 10-90).40 Un caso en particular fue el de Alfredo B. Cuéllar, quien se formó como atleta dentro de la ymca y que de forma constante participó en los juegos patrióticos del 4 de julio.41
El caso de Cuéllar encaja con lo que Francois Xavier Guerra (1980, pp. 376-443) describe como “mutación cultural”. Esto consiste en una serie de transformaciones en los valores, las ideas y los comportamientos que son adquiridos mediante el contacto directo con los extranjeros y la imitación de sus prácticas en tertulias, logias y clubes (políticos y deportivos) que después serían reproducidas por la sociedad mexicana.
Roger Bartra (2013) señala que las mutaciones culturales pueden ser un fenómeno de masas o individual que engloban desde conversiones ideológicas profundas o el cambio en la intención del voto, al instalar transformaciones en la vida de las personas que se constituyen en una de sus nuevas expresiones y en el caso de nuestro país, podemos decir que algo parecido aconteció con el atletismo, pues en el rubro de los divertimentos, las corridas de toros comenzaron a perder terreno frente a los deportes, los cuales se convirtieron en uno de los principales espacios de socialización (Gómez, 2009, pp. 159-190).
Fue en 1897 cuando por primera vez los mexicanos organizaron unas competencias atléticas siguiendo el modelo de juego patriótico. Este evento fue organizado, principalmente por Oscar Braniff (un méxico-americano que compartió su experiencia como organizador y como atleta de los juegos patrióticos del 4 de julio, para que estas competencias fueran un éxito).42 Este evento atlético adjunto a las fiestas patrias pone en evidencia que la difusión del atletismo en la sociedad mexicana se realizó conforme al modelo de los juegos patrióticos introducido por los estadounidenses.
Aunque este primer evento careció de las características de la racionalización deportiva (como la preparación de la pista), representa el inicio de lo que se convertiría en el formato principal para celebrar competencias atléticas en México. Sería hasta el año de 1907 cuando se organizó (en Mixcoac) un encuentro atlético apegado a la igualdad de condiciones y la búsqueda de los récords. Dicho encuentro comprendió un total de diez pruebas (principalmente carreras planas).43 El éxito del evento fue total, por lo que se esperaba que los encuentros atléticos se volvieran una característica permanente de los festejos patrios.44 El año siguiente, la Independencia sería celebrada de nueva cuenta con concursos atléticos que se organizarían en varios clubes y demarcaciones de la ciudad.45
Por ejemplo, el Club Hércules (agrupación mexicana), organizó un encuentro atlético para festejar la Independencia de México.46 Además de imitar el formato de juegos patrióticos, los clubes mexicanos también comenzaron a conmemorar los aniversarios de su fundación con Fields Days. Por ejemplo, el Junior Club organizó en 1907 un encuentro atlético para celebrar el segundo año de su fundación y la apertura de su campo deportivo que había sido donado por el señor Rafael Dondé.47
Tanto los concursos atléticos organizados para celebrar la independencia nacional, así como los Field Days, nos indican que la sociedad mexicana había asimilado el atletismo siguiendo los criterios de la racionalidad deportiva. Es decir, se hace evidente que en la sociedad mexicana se habían instalado ese modelo de organización que implicaba fundar clubes, recaudar fondos, preparar un espacio para celebrar las competencias, designar jueces y la búsqueda de los récords.
Pero además de la racionalidad deportiva, también se implantó un nuevo uso de los festejos patrios. Esto no significa que antes no se hiciera uso de las fiestas nacionales, por el contrario, en toda América Latina durante el siglo XIX, los grupos en el poder habían utilizado las fiestas nacionales para justificar su liderazgo (Zárate, 2004, p. 182). En México, antes del porfiriato, los liberales claramente entendían que por medio de la historia era posible consolidar su proyecto político. Sin embargo, hacia 1870 los festejos patrios se reducían a discursos y ceremonias en donde la participación popular era escasa y en algunos casos, vedada, porque estas ceremonias aún no eran proyectadas como “espectáculos modernos”, donde los individuos pudieran adquirir lecciones cívicas que justificaran el orden político en turno (Moya, 2001, p. 55).
En contraparte, el formato de juegos patrióticos permitiría a los grupos en el poder difundir nociones de patriotismo, mediante la exhibición de signos y símbolos nacionales (himnos, banderas, escudos) adjuntos a las competencias atléticas que, a decir de Clifford Geertz (1980, pp. 376-443), pueden semióticamente transmitir mensajes y crear una dinámica y un espacio social en donde los individuos se integran con otros sin importar las diferencias lingüísticas, étnicas, sociales, culturales o religiosas.
Finalmente, la implementación y puesta en marcha del formato de juegos patrióticos en México, además de conformar un nuevo espacio deportivo y propagandístico, permitió configurar una nueva representación social (imagen pública) del mexicano desde la perspectiva racial y que fue otro factor que influyó fuertemente para lograr la consolidación del atletismo en nuestro país.
Las carreras de fondo: un espacio social para la regeneración de la raza
El surgimiento del atletismo en México le dio la oportunidad a la sociedad mexicana de conocer y experimentar una nueva forma de cultura corporal basada en la racionalización (los despliegues medidos en tiempo, distancia o puntos), pero también le permitió construir una nueva imagen pública por medio de las carreras de fondo y basada en las aptitudes y el potencial físico de los individuos. Según Bourdieu (2002, p. 190), en la fisonomía corporal se encuentran supeditados los medios económicos y culturales que cada individuo posee, pues el cuerpo es un productor de signos sociales que han sido utilizados para clasificar tanto a los individuos (por su clase, raza o género), así como las actividades que realiza.
El cuerpo (su representación social) ha sido una construcción sociocultural y antes del arribo de los deportes al país la percepción que se tenía del cuerpo se basaba en las ideas del darwinismo social, que consideraba a la raza blanca como la mejor de todas pues el progreso económico y social de Estados Unidos y Europa fue interpretado como evidencia irrefutable que “comprobaba la superioridad racial de estas sociedades” (Menezes & Uribe, 1965, pp. 983-992 & Urías, 1996, pp. 99-126).
En contraste, a los indígenas mexicanos se les consideraba como seres que imposibilitaban el progreso por su flojera, su tendencia a la embriaguez y al crimen (González Navarro, 1988, pp. 565-583). En lo que respecta a los mestizos, se pensaba que estos, por ser productos de razas opuestas, “tenían que reflejar defectos y vicios de las razas de que deriva su existencia”.48
El pensamiento antropológico de la época hizo considerar que la mala nutrición y el cruce de razas eran las causas que debilitaban y hacían decadente al mexicano y poco apto para medirse con los extranjeros en el campo deportivo.49 En efecto, en cuanto a las aptitudes físicas de los mexicanos, era en los deportes en donde se hacían evidentes:50
Las flaquezas de nuestros prójimos porque esta raza híbrida incensada por vapores lacustres, mal alimentada con carnes miserables y tortillas no llena ciertamente el ideal atlético […] Nos falta fortaleza, nos falta aspecto de hombres completos, el que no parece sietemesino bien vestido da idea de un enfermo crónico de disentería…
Estas consideraciones hacían parecer a los mexicanos como individuos incapaces de realizar esfuerzos físicos intensos o prolongados. Sin embargo, los mexicanos encontrarían en las carreras de distancia un espacio en el que pudieron establecer su hegemonía y de paso construir una nueva imagen social del mexicano como atleta. El atletismo es un deporte que permite la participación de individuos con diversas aptitudes y condiciones físicas, ya que, según su constitución corporal, pueden participar en alguna especialidad o prueba atlética. Por ejemplo, las carreras de velocidad se prestan para los individuos que tienen un somatotipo mesomórfico (mediano), mientras que las pruebas de resistencia se adecuan de mejor manera para los que tienen el tipo ectomorfo (delgado).51
Las características somáticas de los mexicanos, principalmente de los indígenas, resultaban idóneas para las carreras de distancia y aunque se les consideraba como una raza decadente, también se tenía conocimiento de su gran resistencia física.52 En el campo del atletismo, estas cualidades físicas fueron aprovechadas al máximo y puestas en práctica por muchos mexicanos que participaron en los concursos atléticos del 4 de julio, ya que desde 1907 y hasta 1910, se hizo notoria su preferencia por participar en las carreras de distancia que estos concursos ofrecían, pues mientras los atletas estadounidenses se imponían en las pruebas de velocidad, los mexicanos lo hacían en las de resistencia.53
De igual forma, en los eventos organizados por los clubes mexicanos como el Junior Club y el Club Atlético Internacional, las pruebas de resistencia fueron los eventos principales y las pruebas preferidas por los atletas.54 Pero el clímax de las competencias de distancia lo tenemos en 1910, año en que se hace evidente que el acto de correr grandes distancias fue utilizado como un criterio de distinción que buscaba establecer una nueva imagen pública (y racial) del mexicano, ya que la idea fue llevada al máximo y se organizó la primera carrera maratón en México.
En 1910 el Club Atlético Internacional en conjunto con la H. Comisión de los Festejos del Centenario planeaban organizar un evento atlético para conmemorar la Independencia Nacional.55 Dichas competencias, en un principio, contemplaban las pruebas de 400 y 800 metros, así como el salto de longitud, la garrocha, pero posteriormente, el corredor Eligio Castañón sugirió que se adjuntara la carrera de maratón.56
La propuesta fue puesta a consideración por la Junta del Centenario y una vez que fue aprobada, se dio paso con la organización que implicaba todo un despliegue de recursos (económicos y humanos) y de logística, a fin de que pudiera realizarse de la mejor manera posible. Por principio, fue necesario realizar el trazado de la ruta que fuera lo bastante plana y sin tantos baches para permitir a los corredores realizar buenas marcas.57 Además del trazado de la ruta, era necesario para los organizadores saber si los atletas estaban en buena forma física, así que a modo de parámetro para determinar si los participantes estaban aptos para enfrentar el reto de correr una maratón, se organizó una carrera de 25 kilómetros que serviría de preparación para los atletas y de ensayo general para el comité organizador.58
Esta prueba de preparación buscaba poner a prueba las facultades de los atletas y probar la efectividad de los jueces y de la ruta, principalmente del camino de Tlalpan que sería el lugar en donde más kilómetros tendrían que recorrer los atletas. El triunfo en esta prueba de preparación fue para Juan Díaz, con un tiempo de 1 hora y 38 minutos y quien fue “frenéticamente aplaudido por la numerosísima concurrencia…” que quedó muy complacida con la exhibición, aspecto que finalmente convenció a los organizadores de que la carrera de maratón también podría ser un gran éxito deportivo.59
Finalmente, la “Gran Carrera Maratón” se llevó a cabo, resultando vencedor el oaxaqueño y miembro de la Escuela Magistral de Esgrima, Juan Díaz, con un tiempo de 3 horas y 5 minutos, “un impresionante buen tiempo” considerando la altura de la Ciudad de México.60 El segundo lugar correspondió a Gustavo Ramírez de Xochimilco, quien realizó el recorrido en 3 horas y 30 minutos. En tercer lugar, llegó el guanajuatense Juan Medrano, con marca de 3 horas y 36 minutos.61
La crónica de la carrera señala que esta “fuerte prueba de resistencia” convocó a tan solo 10 competidores (todos mexicanos) de los cuales, únicamente la mitad logró concluir todo el trayecto; el resto desistió a la mitad del recorrido. Sin embargo, la maratón despertó mucho interés en la sociedad, ya que desde muy temprano una gran cantidad de público se concentró en el puente de Churubusco en donde se fijó la salida, pero principalmente en el punto de meta, localizada frente al Salón Merignac y en donde le brindó “una gran y ruidosa bienvenida” al vencedor, quien fue premiado con un reloj de oro por su hazaña.62
La celebración del primer maratón revela que este tipo de pruebas funcionaron como un espacio social que permitió a los atletas mexicanos redefinir su imagen pública a partir de su potencial físico (García, 2008, p. 6). Los despliegues realizados en las carreras de fondo fueron interpretados como una clara evidencia de que la sociedad mexicana no era una raza débil y decadente, sino por el contrario, era una sociedad de individuos fuertes y resistentes.63
Así pues, los atletas mexicanos a través de las carreras de distancia comenzaron a ser vistos como prototipos de fortaleza, ya que la prensa catalogaba a las competencias de este tipo como “espectáculos viriles”, denominación que eventualmente daría lugar a una nueva imagen pública del mexicano; como un atleta fuerte y un especialista en despliegues intensos y prolongados. La especialización deportiva consiste en el desarrollo artificial de las habilidades físicas de los individuos para encaminarlas hacia un campo en específico en donde puedan ofrecer mayores dividendos, como fue el caso particular de los mexicanos y las carreras de distancia, ya que el deporte “concibe al hombre como una máquina animal en la que pueden dividirse los miembros y racionalizarlos tecnológicamente de manera separada (carrera, salto o lanzamiento)”.64
Conclusiones
A lo largo de este estudio se ha establecido que el atletismo fue introducido a México por los extranjeros bajo el formato de juegos patrióticos. El hecho de conmemorar las fiestas patrias con concursos atléticos tenía el objetivo de reforzar la identidad nacional de los expatriados estadounidenses, pues entre ellos había diversidad de clases y razas. La implementación del formato de juegos patrióticos sirvió también, para establecer una zona de contacto (con la sociedad mexicana) que les facilitaría consolidar transacciones comerciales y reafirmar su presencia en el país.
Fue en los concursos atléticos del 4 de julio en donde los mexicanos comenzaron a asimilar el atletismo, situación que implicó la construcción de un sistema deportivo. Es decir, la asimilación del atletismo hizo necesario el desarrollo de una nueva dinámica social, ya que la organización de un evento atlético requería el despliegue de una gran cantidad de recursos económicos y humanos bajo condiciones de igualdad y racionalidad.
Sin embargo, establecer e implementar la racionalidad deportiva no fue sencillo, ya que tales elementos no existían en la cultura corporal local. Fue hasta 1907 cuando la racionalidad deportiva comenzó a ser implementada en los concursos atléticos organizados para conmemorar la Independencia de México, aspecto indicativo de que la sociedad mexicana había adoptado el modelo de juego patriótico y que se estaba experimentado una mutación cultural, pues estaba haciendo suyos los hábitos y las prácticas de los extranjeros.
El formato de juegos patrióticos, además de establecer nuevos hábitos en la población, también generó un nuevo espacio de socialización; el de las carreras de distancia, una modalidad deportiva desconocida hasta antes de 1910, porque el formato bajo el cual se introdujo el atletismo al país fue el del encuentro confinado (pista y campo). En ese sentido, las carreras de distancia en México se convertirían en un foro social que a la vez funcionaba como espacio deportivo especializado (donde los atletas mexicanos realizarían despliegues de fuerza y resistencia) y como espacio propagandístico, donde se buscaría reconfigurar la imagen pública del mexicano.
En efecto, durante el porfiriato la práctica atlética (como expresión corporal) comenzó a tener connotaciones patrióticas y raciales, por tanto la idea de organizar la primer carrera de maratón tuvo un uso social: el de explotar las cualidades inherentes de los atletas mexicanos para con ello destacarse y demostrar que el mexicano, desde la perspectiva racial, no era menos que otras razas, sino que era un atleta especializado, capaz de realizar esfuerzos físicos intensos y prolongados, y que podía competir e incluso vencer a los representantes de otras sociedades consideradas como superiores, circunstancia que puso en duda la veracidad de los planteamientos del darwinismo social.