SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.88 número350La evolución del pensamiento económico en el último cuarto de siglo y su influencia en la América LatinaPor qué los Estados Unidos necesitan un salario mínimo de 15 dólares. La Ley para Aumentar el Salario beneficiaría a los trabajadores estadunidenses y a sus familias índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


El trimestre económico

versión On-line ISSN 2448-718Xversión impresa ISSN 0041-3011

El trimestre econ vol.88 no.350 Ciudad de México abr./jun. 2021  Epub 18-Jun-2021

https://doi.org/10.20430/ete.v88i350.1263 

Notas y comentarios bibliográficos

Juan Noyola Vázquez: precursor de la vertiente progresista del pensamiento estructuralista latinoamericano*

Juan Noyola Vázquez: precursor of the progressive aspect of Latin American structuralist thought

Pedro Paz**


Resumen

Este artículo realiza un homenaje al trabajo de Juan Noyola Vázquez, reconocido economista mexicano. Examina su trayectoria como académico e investigador innovador y comprometido, así como el legado que ha dejado en la teoría económica latinoamericana. En particular, aborda las aportaciones de Noyola respecto del estudio sobre la inflación y las confrontaciones teóricas en relación con el tema entre el estructuralismo y el monetarismo, así como la participación del economista en la Revolución cubana.

Palabras clave: Juan Noyola; estructuralismo; inflación; América Latina; Cuba; monetarismo

Abstract

This article pays tribute to the work of Juan Noyola Vázquez, a renowned Mexican economist. It reviews his career as an innovative and committed scholar and researcher, as well as the legacy he has left in Latin American economic theory. In particular, it addresses Noyola’s contributions regarding the study of inflation and the theoretical confrontations on the subject between structuralism and monetarism, as well as the participation of the economist in the Cuban Revolution.

Keywords: Juan Noyola; structuralism; inflation; Latin America; Cuba; monetarism

I. PresentacIón

En este ensayo de homenaje al distinguido economista mexicano Juan Noyola Vázquez se presentará una breve reseña de su biografía y se intentará rescatar su valiosa contribución al desarrollo del pensamiento crítico latinoamericano. El énfasis se colocará en sus aportaciones teóricas, lo cual no significa desmerecer su fértil y comprometida acción como funcionario de los gobiernos de México y Cuba.

Esta reflexión, a casi 20 años de su fallecimiento, permite apreciar lo relevante de las aportaciones de Noyola en aspectos que fueron sustantivos para el avance de un pensamiento propio en América Latina. Con tal perspectiva se puede sostener que las principales contribuciones teóricas de Noyola son: la participación en conformar y consolidar la concepción centro-periferia para interpretar los problemas del subdesarrollo; el carácter previsor de su análisis de la inflación desde el enfoque estructuralista, y sus esfuerzos para adaptar la planificación desarrollada en América Latina a las particulares condiciones de Cuba y su Revolución. Cualquiera de estas tres contribuciones hubiera bastado para colocar a Noyola en un lugar destacado en el desarrollo del pensamiento económico latinoamericano.

II. Breve reseña biográfica

Juan Noyola Vázquez nació en San Luis Potosí, San Luis Potosí, en 1922. Falleció en 1962, en plena madurez intelectual y cuando los latinoamericanos esperaban todavía lo mejor de su producción, de su lenguaje claro y conciso, de su pensar riguroso y de su praxis comprometida. Este lamentable fallecimiento lo alcanzó en el cumplimiento de su deber. Al comenzar la década de los sesenta, el proyecto de la Alianza para el Progreso comenzaba a gravitar cada vez con mayor fuerza en la región y sus planteamientos aparecían reiteradamente en los foros internacionales. Allí la voz de Cuba significaba una denuncia permanente que desmitificaba este proyecto de dominación.

En 1961 viajó a Punta del Este (Uruguay) como asesor del comandante Guevara en aquel famoso evento. De regreso de una reunión de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) en Río de Janeiro, el avión en que viajaba con la delegación cubana se estrelló cerca de Lima el 27 de noviembre de 1962. Terminaba así, de manera absurda, una vida puesta al servicio de un futuro mejor para su país, para Cuba y para América Latina.

Noyola estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) la carrera de licenciado en economía; además, fue alumno fundador de El Colegio de México. Cuando sólo contaba con 24 años, trabajó en Washington en la División Latinoamericana del Fondo Monetario Internacional (FMI) (1946-1948). Regresó luego a México, donde se desempeñó como asesor de la Subsecretaría de Hacienda (1948) y como funcionario de la Dirección de Estudios Financieros de dicha dependencia. Apenas creada la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), se incorporó a este organismo en 1950, y trabajó en él hasta 1959. Cuando triunfó la Revolución cubana, se trasladó a ese país como jefe de la Misión de la CEPAL (1959-1960). Terminada esta misión de asistencia técnica, decidió quedarse en Cuba; allí participó en la creación de la Junta Central de Planificación (Juceplan), en la que se desempeñó hasta su muerte como director de Programación, Inversiones y Balances.

En este breve pero vital periodo de su vida en Cuba, asesoró además a los ministerios de Hacienda, Trabajo e Industrias; participó en la reforma universitaria; dirigió el Departamento de Economía de la Universidad de La Habana, y formó parte de las delegaciones oficiales cubanas ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la fao, la Organización de Estados Americanos (OEA) y la CEPAL.

Después de su muerte, en diciembre de 1962 recibió del pueblo y el gobierno cubanos el reconocimiento a su infatigable labor. En la Plaza de la Revolución el pueblo desfiló expresando su dolor ante los restos de la delegación abatida por el aciago accidente. El gobierno cubano le otorgó la ciudadanía sin detrimento de la ciudadanía mexicana, lo declaró mártir de la Revolución cubana y le rindió homenaje de comandante muerto en campaña. En la actualidad llevan su nombre la Escuela de Economía de la Universidad de La Habana, una escuela de enseñanza media, el Centro de Adiestramiento Estadístico de Juceplan y varias fábricas y comités de defensa de la Revolución.

México también supo dar su reconocimiento a uno de sus hijos pródigos. Un salón de clases en la Facultad de Economía de la UNAM y la biblioteca de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí llevan su nombre. En 1975 el Colegio Nacional de Economistas de México instituyó el premio anual de economía política y lo denominó Juan F. Noyola. En Nacional Financiera (Nafinsa) se constituyó un fideicomiso para otorgar becas a estudiantes latinoamericanos.

Esta breve semblanza de su trayectoria permite apreciar su capacidad creativa, su entrega y compromiso con las causas populares, su dedicación a las tareas académicas y el apego a los principios progresistas que siempre gobernaron su vida.

III. La presencia de Noyola en la CEPAL

Noyola se incorporó a la CEPAL recién creada, así formó parte de su selecto núcleo inicial. La concepción originaria del sistema centro-periferia y la teoría del deterioro de los términos del intercambio son patrimonio de Raúl Prebisch, y ya en el Estudio Económico de 1949 el esqueleto central del pensamiento cepalino estaba configurado. Pero como bien demuestra O. Rodríguez (1980), esta concepción originaria fue consolidándose y ganando coherencia en el periodo de 1950 a 1954. Durante ese lapso se articuló la teoría del deterioro de los términos del intercambio con una interpretación del proceso de industrialización, y se avanzó en definir los lineamientos de una política de desarrollo que tenía su eje en la conducción deliberada del proceso de industrialización y cuya racionalidad se garantizaba mediante la planificación.

En materia de política económica, la CEPAL planteó las necesidades de protección al mercado interno, de avanzar con la integración económica latinoamericana, de definir criterios (un tanto ambiguos) para el financiamiento moderno, de optimizar el uso de los recursos originados en la asistencia técnica externa, de ampliar el papel del Estado como principal agente prometedor del desarrollo y de defenderse de las fluctuaciones de la relación de intercambio con medidas anticíclicas.

Como puede apreciarse, fue precisamente en este fructífero periodo cuando la CEPAL configuró y definió un sistema de ideas que fue capaz de transformarse en una corriente de pensamiento propio con honda influencia en América Latina. En efecto, este organismo formuló una concepción teórica, con base en ella interpretó la realidad, y con estos dos elementos ideó una política de industrialización y desarrollo. El ciclo de pasar por la teoría, la realidad y la praxis mediante el desarrollo, además, de instrumentos para la política y la planificación se integró en su primer periodo. Noyola participó activamente, a pesar de su juventud, en el pequeño núcleo de selectos economistas latinoamericanos que desarrolló un pensamiento autónomo y original sobre el subdesarrollo en la región. En verdad, a partir de esos años, América Latina comenzó a mirarse a sí misma a través de su propio pensamiento y se transformó en la única región del tercer mundo con un pensamiento inédito.

La concepción centro-periferia se constituyó en un paradigma teórico y político alternativo a la economía convencional (teoría neoclásica y keynesiana). La presencia en la región de este paradigma nuevo hizo posible concebir una interpretación contestataria de la inflación y de las políticas de estabilización frente a las posiciones monetaristas de esa época. Surgió así una polémica sobre la inflación en la que se enfrentaron estructuralistas y monetaristas. Esta discusión contribuyó al avance del pensamiento estructuralista latinoamericano. Aquí, los originales aportes de Noyola fueron decisivos aun cuando no siempre fueron reconocidos por otros estructuralistas. Para esta confrontación no sólo se requería poseer una visión o concepción general distinta de la monetarista, sino que se debía contar con instrumentos analíticos específicos. Es en este aspecto donde se encuentran lo central de la contribución de Noyola y el carácter precursor de sus análisis. La distinción entre causas estructurales básicas de las presiones inflacionarias y mecanismos de propagación constituye el aparato analítico fundamental del examen de la inflación en el marco teórico estructuralista. Esta distinción analítica es patrimonio de Noyola, quien no sólo la concibió conceptualmente, sino que la usó para interpretar los procesos inflacionarios de México y de Chile en un sólido artículo que comienza con estas provocadoras palabras: “La inflación no es un problema monetario. Es el resultado de desequilibrios de carácter real que se manifiestan en forma de aumentos del nivel general de precios”. En esos momentos, tales palabras significaban una herejía en un mundo de las ideas económicas dominado por la fuerza del pensamiento keynesiano.

Cabe destacar que ese artículo de Noyola antecedió a los otros trabajos sobre la inflación de Prebisch, A. Pinto, C. Furtado, O. Sunkel, G. Martner, etc., que en conjunto conformaron lo que se denominó posición estructuralista acerca de la inflación.

Con el fin de rescatar el significado de la contribución de Noyola en esta polémica, en el apartado siguiente se plantearán las características de ambas posiciones y el sentido de la confrontación estructuralistas/monetaristas.

IV. Noyola y la polémica sobre la inflación entre estructuralistas y monetaristas

En la segunda mitad de la década de los cincuenta el pensamiento social de América Latina fue protagonista de una fructífera polémica entre la corriente estructuralista y la concepción ortodoxa, conocida desde entonces como monetarista. En rigor, esta polémica significó un hito importante en el avance del pensamiento económico latinoamericano. Al calor de la discusión, los estructuralistas debieron profundizar sus tesis en relación con países con procesos inflacionarios, lo cual los condujo a tratar con mayor precisión varias de las categorías de análisis que hasta entonces manejaban. Como la inflación es un fenómeno de naturaleza típicamente nacional y se refiere a una unidad monetaria, en el intento de explicar sus causas los estructuralistas tuvieron que olvidar los planteamientos que sustentaban para la región en su conjunto. Por otro lado, el cariz polémico que tomó la disputa obligó a asumir una posición ideológica de claro cuño nacionalista.

Desde el punto de vista metodológico y conceptual, la denominada corriente estructuralista usa en forma poco precisa la categoría de estructura. Así, se habla de estructura al hacer referencia a la demanda, a las exportaciones, a las importaciones y a la necesidad de realizar cambios estructurales (entendiendo por tales las reformas agraria, tributaria, institucional, etc.). Podría sostenerse que cuando los estructuralistas usan el concepto de estructura se refieren a cambios y transformaciones de ciertas variables o a proposiciones entre variables económicas que se manifiestan en el largo pazo. De esta manera, los cambios en la propiedad agraria o las distintas fases del desarrollo industrial se conciben como una modificación estructural. En contraste, un desequilibrio momentáneo en el sector externo, un déficit no persistente en la balanza de pagos, etc., son categorías que quedan fuera del marco definido como estructural. En otras palabras, los estructuralistas llegan al cambio estructural como una modificación profunda que tiene sus manifestaciones en el largo plazo. En sus esquemas explicativos de la inflación, separan lo que consideran causas básicas o estructurales de la inflación de lo que conciben como mecanismos de propagación. Entre estos mecanismos incluyen aquellos elementos más vinculados con el manejo de los instrumentos monetarios (crédito, déficit fiscal, devaluación, etc.), y el margen en el cual éstos pueden operar está limitado por el nivel y la significación de las causas estructurales o básicas de la inflación.

Al respecto, Noyola se pregunta:

¿Cuáles son los elementos que deben introducirse en el análisis?

En rigor, todos los que sean capaces de dar origen a desequilibrios en el sistema económico. Entre ellos existen elementos de carácter estructural como la distribución de la población por ocupaciones y las diferencias de productividad entre los diversos sectores de la economía.

Existen también elementos de carácter dinámico, tales como las diferencias de ritmo de crecimiento entre la economía en su conjunto y algunos sectores específicos: las exportaciones, la producción agrícola, etc.

Existen por último elementos de carácter institucional, bien en organización productiva del sector privado, grado de monopolio, métodos de fijación de los precios, grado de organización sindical, bien en la organización y el funcionamiento del Estado y en el grado y la orientación de su intervención en la vida económica. Ahora bien, ¿cómo combinar todos estos elementos en un esquema teórico fácil de manejar? Yo quisiera sugerirles un modelo muy simple. En este modelo se distinguen dos categorías fundamentales: las presiones inflacionarias básicas y los mecanismos de propagación. Las presiones inflacionarias básicas se originan comúnmente en desequilibrios de crecimiento localizados casi siempre en dos sectores: el comercio exterior y la agricultura. Los mecanismos de propagación pueden ser muy variados pero normalmente se pueden agrupar en tres categorías: el mecanismo fiscal (en el cual hay que incluir el sistema de previsión social y el sistema cambiario), el mecanismo del crédito y el mecanismo de reajuste de precios e ingresos [Noyola, 1956].

En este conocido y lúcido trabajo, Noyola (1956) señalaba:

En definitiva, la intensidad de una inflación depende primordialmente de la magnitud de las presiones inflacionarias básicas y en segundo lugar de la existencia de mecanismos de propagación y de la acción que éstos desempeñan. Por lo tanto, para analizar la inflación en diversos países latinoamericanos, es preciso identificar en cada uno de ellos las presiones inflacionarias básicas y determinar su intensidad, y enseguida observar si existen condiciones favorables a la aparición de mecanismos de propagación, descubrir cuáles son éstos y cómo actúan.

Con el instrumental teórico esbozado antes, trataré de analizar en esta ocasión dos casos que pueden considerarse extremos: la inflación chilena y la mexicana, en el periodo que va de mediados de los años treinta hasta la época actual.

Entre 1939 y 1947, el índice general de precios aumentó 3.6 veces en Chile y sólo 2.6 veces en México. En cambio, la distribución del ingreso, si bien se alteró en cierta medida en Chile en detrimento de los asalariados, no sufrió nada parecido a la radical transformación ocurrida en México. Todos ustedes conocen los datos revelados por la Comisión Mixta que indican que la participación de los salarios en el ingreso nacional cayó de 30 a menos de 22% en ese periodo, en tanto que la de las utilidades subió de 26 a 45%. En Chile se crearon, sin duda, nuevas y cuantiosas fortunas durante el periodo de guerra pero de ninguna manera ocurrió lo que en México, que equivalió a una verdadera revolución social en sentido inverso, sin la cual no se explicarían muchas de las características sociales y políticas de nuestro país en el momento actual.

He establecido esta comparación para mostrar lo difícil que es responder a esta pregunta: ¿cuál inflación ha sido más intensa: la chilena o la mexicana? Es evidente que si la intensidad se mide en términos del aumento de precios, la inflación de Chile se lleva la palma, pero si se acepta que la inflación es una lucha entre diversos grupos sociales por mejorar o mantener su participación en el ingreso nacional, la inflación mexicana revela tener consecuencias distributivas mucho más profundas.

Veamos ahora el caso mexicano: la presión inflacionaria básica en el país también ha provenido de la incapacidad de las exportaciones para crecer con la misma velocidad que la economía interna; se han creado así desequilibrios de la balanza de pagos, se ha originado una serie de devaluaciones sucesivas, cuyo efecto en el nivel de precios internos no ha sido mitigado por subsidios cambiarios, debido a la ausencia de tipos de cambio preferenciales en el régimen cambiario que tenemos.

Sin embargo, las exportaciones mexicanas han tenido una tasa de crecimiento mejor que las chilenas: esto se ha debido en muy buena medida a la diversificación creciente de los productos exportados y a que como consecuencia de esta diversificación, las condiciones de la demanda internacional y de los precios de unos artículos sean distintas de las de otros y las fluctuaciones en ciertos casos tiendan a neutralizarse. Esto explica también por qué en México las oscilaciones de la relación de intercambio no tengan la amplitud y, por consiguiente, la gravedad que en Chile.

Una diferencia fundamental entre la inflación chilena y la mexicana está en el comportamiento de la oferta de alimento. Casi no ha habido en México una presión inflacionaria originada en la rigidez de la producción agrícola.

Sin embargo, aunque la rigidez de la oferta agrícola no haya actuado a largo plazo como fuente de presión inflacionaria a corto plazo sí ha desempeñado ese papel y en ocasiones con gran intensidad. Por ejemplo, la aceleración de la inflación en 1952 no fue sólo resultado del alto nivel de inversiones públicas y de exportaciones. Tan importante como esta elevación de la demanda es la contracción de la oferta de alimentos, debido a las cosechas reales que por factores meteorológicos adversos se tuvieron ese año [Noyola, 1956].

Como puede apreciarse, Noyola había logrado formular un esquema teórico-analítico e hizo explícitos los principales elementos capaces de provocar un proceso inflacionario. Además, presentó con precisión los que denominó mecanismos de propagación de la inflación. Destacó que el impuesto sobre la renta tendía a hacerse menos progresivo si el nivel general de precios aumentaba y que, si se observaba el mecanismo fiscal del lado de los gastos, se percibía que era insuficiente la expansión de los gastos corrientes para contrarrestar redistribuciones del ingreso nacional. En el caso de México, un alto nivel de inversiones públicas compensó parcialmente la inequitativa distribución del ingreso.

Para los estructuralistas, las políticas de estabilización, al bloquear los mecanismos mediante los cuales se intentaron superar las contradicciones del proceso de desarrollo periférico, bloquean asimismo el propio desarrollo y conducen a una disminución del crecimiento, es decir, a un cuadro recesivo. Luego, una política tendiente a contrarrestar la inflación, en opinión de los estructuralistas, no puede desvincularse de una política general de desarrollo para liberar al sistema de las presiones estructurales básicas que impiden su transformación y expansión, y, junto con ella, puede actuar, en el corto plazo, un conjunto de medidas que incida sobre los mecanismos de propagación de la inflación.

A modo de punto de partida teórico, los estructuralistas conciben a la inflación no como un simple problema monetario, sino como resultado de desequilibrios en la esfera real de una economía en continuo crecimiento. Con el fin de que al crecer se mantenga el equilibrio, la oferta y la demanda de todo tipo de bienes deben aumentar a igual ritmo, y la autoridad monetaria deberá incrementar la cantidad de dinero en la proporción necesaria para atender el aumento del volumen de las transacciones. En tal situación, no existirán fuerzas que alteren los precios relativos y el nivel general de precios, no obstante el aumento en la oferta y la demanda en los diversos tipos de bienes.

Con este punto de partida convencional, los estructuralistas sostienen que, al crecer una economía subdesarrollada, algunas ramas de la producción se expanden más que otras, debido a los desequilibrios inherentes a toda la economía periférica y, por lo tanto, sus respectivas demandas varían a distintos ritmos. Se alteran así los precios relativos, al presentarse las disparidades sectoriales de oferta y demanda. Pero, rompiendo la ortodoxia, los estructuralistas sostienen que nada asegura que el sistema de precios corrija tales desequilibrios, como lo plantean los economistas neoclásicos y los monetaristas. De esta manera, el sistema de precios no es capaz de corregir por sí mismo los desequilibrios de una economía periférica en crecimiento.

El análisis posterior de la inflación en la corriente estructuralista se expresa en varias versiones analíticas. La versión que sigue más de cerca las ideas de Noyola distingue los factores explicativos de carácter estructural, los dinámicos y los institucionales. Entre los primeros incluye la estructura ocupacional, la dinámica y las características del sector externo y las diferencias de productividad entre los distintos sectores (heterogeneidad estructural); entre los factores de carácter dinámico, las diferencias en el ritmo de crecimiento de la economía y de aquellos sectores económicos considerados como los más significativos; entre los factores institucionales considera la organización del sector privado y su grado de monopolio, y, por otra parte, la organización del sector sindical y su poder de negociación en la defensa de sus salarios reales.

Los estructuralistas en general señalan que el déficit fiscal opera más como un mecanismo de propagación que como creador de presiones inflacionarias básicas; que el sistema tributario tiene la característica de ser regresivo y dependiente del sector externo. Estos dos aspectos explican su inestabilidad. A su vez, el Estado de los países de la periferia tiene una inflexibilidad a la baja en sus gastos, sobre todo en sus egresos corrientes y gastos de transferencia. El sistema y la política crediticia se muestran particularmente dispuestos a presentar, en situaciones de expectativas inflacionarias, una expansión continua difícil de frenar. Por otro lado, en estos países el proceso de reajuste de salarios y precios está influido por la presencia de estructuras oligopólicas y monopólicas que, en algunos casos, deben enfrentarse a importantes niveles de organización de los trabajadores en sindicatos. Éste es el enfoque básico del cual se desprenden algunas variantes posteriores de autores estructuralistas. Sin embargo, siempre se mantiene la diferenciación entre presiones inflacionarias básicas y mecanismos de propagación.

El enfoque estructuralista advierte que el análisis de la inflación debe hacerse a través de casos y de países concretos, no como una apreciación global, puesto que sus formas de manifestación son diversas y las modalidades de operación de los mecanismos de propagación varían significativamente de país a país. En síntesis, la concepción estructuralista señala que la inflación depende primordialmente de la magnitud de las presiones inflacionarias básicas, y en segundo lugar de los mecanismos de propagación en el sentido de frenar o impulsar tales presiones inflacionarias.

La denominada posición monetarista se expresó originalmente a través de las llamadas políticas de estabilización propuestas en un principio por consultoras privadas de los Estados Unidos (Misión Kemmerer, Misión KleinSacks, etc.) y luego por las misiones del FMI y los funcionarios de los bancos centrales y los ministerios de los países latinoamericanos. Esta posición no ha cambiado significativamente en los últimos 30 años, desde el punto de vista de su concepción teórica global. No obstante, ha ganado terreno en términos prácticos y posee un mayor conocimiento acerca de las economías latinoamericanas. Ello le permitió ofrecer alternativas que aparecían como muy concretas para contener la inflación. Claro está que tales alternativas estuvieron siempre acompañadas por elevados costos sociales y por agudos procesos de recesión económica. Esta posición práctica se fue consolidando durante las dos últimas décadas, después de la culminación de la polémica con los estructuralistas, a comienzos de la década de los sesenta. El FMI ha ampliado su legitimidad ante los gobiernos latinoamericanos. Logró articular en forma orgánica su presencia en el interior de las estructuras burocrático-administrativas dedicadas al manejo de lo monetario y lo financiero. Una expresión de este proceso es la participación en los bancos centrales y los ministerios del área económica de funcionarios formados en los cursos que imparte el FMI en los Estados Unidos, o en ciertas universidades estadunidenses (Harvard, Chicago, por ejemplo). De esta manera, el FMI no sólo ha fortalecido su posición con la presencia de misiones en el interior de cada uno de los países latinoamericanos, sino que ha logrado la valiosa cooperación de funcionarios locales que, en muchos casos, tienen una posición aún más monetarista y ortodoxa que los propios técnicos del FMI respecto de la orientación de la política económica.

Al cancelarse la polémica entre estructuralistas y monetaristas por razones políticas e institucionales, el FMI y los neoliberales se quedaron con el conocimiento de los problemas monetarios y financieros en América Latina. A su vez, el pensamiento crítico latinoamericano fue incapaz de dar una respuesta teórica y científica a las políticas de estabilización y a los diagnósticos que, con la inspiración del FMI, se dieron sobre la naturaleza de los procesos inflacionarios en América Latina. Es por ello que en estas dos últimas décadas la ausencia de Noyola se hizo sentir en la región.

Con estas apreciaciones generales se pueden ya identificar los elementos constitutivos de las políticas de estabilización que postuló la corriente monetarista. El eje central de esta política consiste en actuar sobre aquellos mecanismos capaces de lograr una contracción rápida y brusca del gasto nacional o de la demanda global. Para los monetaristas, esta reducción de la demanda efectiva y la contracción monetaria y crediticia se lograría a través de la aplicación conjunta de las siguientes medidas: 1) eliminación del déficit fiscal; 2) limitación de la expansión monetaria y crediticia; 3) devaluación sustancial del tipo de cambio para estimular las exportaciones y limitar las importaciones con el fin de disminuir el déficit de la balanza comercial y de pagos; 4) postergación o eliminación de los reajustes de salarios para deprimir significativamente los niveles de la demanda global.

En síntesis, la reducción drástica del déficit fiscal, la limitación de la expansión monetaria y crediticia, y la eliminación o la postergación de reajustes salariales son elementos que forman parte de una política estabilizadora. Más recientemente, el énfasis se coloca además en la liberalización de precios y la apertura externa. Se provoca, así, más que una disminución de la inflación, un acrecentamiento del cuadro recesivo de la economía en su conjunto. Ello trae como consecuencia inevitable que estas políticas de estabilización se traduzcan en una redistribución regresiva del ingreso y en una agudización de la recesión económica, que tienden a autoalimentarse por la propia política de estabilización.

Los monetaristas plantean que no hay posibilidad de establecer una política de desarrollo o de crecimiento económico sin previa estabilidad monetaria, o sea, con control de la inflación. En este punto se encuentra una de las diferencias principales con los autores estructuralistas, quienes afirman que una política de estabilización no apoyada en una política global de desarrollo es totalmente inadecuada para estos países. Las políticas monetaristas no logran desenterrar las causas básicas de la inflación y, sobre todo, consolidan una situación de recesión que, a todas luces, tiene como gran ausente al desarrollo económico.

En el plano teórico se puede afirmar que la corriente monetarista no plantea específicamente un diagnóstico completo sobre las causas de la inflación. Antes bien, postula políticas de estabilización que tienen ciertas características comunes. A la luz de éstas, se supone un diagnóstico implícito con el fin de explicar la inflación en América Latina que pone énfasis en una gestión económica equivocada de los gobiernos y, en especial, en su inconsistencia monetaria. En definitiva, son los errores de una política económica intervencionista aplicada por los gobiernos los que fundamentalmente explican la presencia de los procesos inflacionarios.

Según la corriente monetarista, el aumento de la cantidad de dinero producto de una política irracional de crédito y gasto público conduce a un incremento de precios internos que implica, en el mediano plazo, un desajuste del tipo de cambio. La resistencia a devaluar con el fin de evitar un incremento adicional en los precios conduce a que el Estado adopte controles directos o indirectos para desestimular las importaciones. A la larga, el desequilibrio de la balanza de pagos se amplía y la corrección obliga a una devaluación brusca, lo cual acelera las expectativas inflacionarias e incrementa el nivel de los precios. Por otro lado, la inflación genera fuertes presiones para obtener aumentos de ingresos y altos reajustes de los salarios nominales. Si el sector organizado de la clase trabajadora logra aumentos de sus salarios, ello incrementa los costos. Estos últimos se elevan así por la devaluación y por el aumento de los salarios. Ambos elementos conducen al alza de precios debido a que los empresarios tratan de mantener sus niveles de ganancias y agregan un margen (mark-up) que considera una expectativa concreta de inflación (es decir, intentan adelantarse al propio proceso de inflación). Estos aumentos en el nivel de los precios llevan a desequilibrios en el financiamiento del sector público y en el sector externo. En la visión monetarista, ello acelera nuevamente la política irracional de expansión monetaria y crediticia y se repite el proceso. Aun cuando en forma muy simplificada, éste es el diagnóstico implícito respecto de las causas de la inflación en la posición monetarista.

La crítica de los estructuralistas se centra en los resultados de las políticas de estabilización. Señala que tales políticas no conducen a contener el alza de los precios y a eliminar el déficit fiscal y el desequilibrio externo. Señala también que la contracción del salario y del crédito provoca una disminución de la demanda, pero a expensas de la recesión económica y de la reducción del poder adquisitivo de los trabajadores. En el caso específico del sector público, la contracción de su gasto incide básicamente sobre las inversiones del Estado (ya que los gastos corrientes son rígidos a la baja), lo cual tiene un efecto negativo en el crecimiento y el empleo. El déficit continúa, porque al contraerse el nivel de la actividad económica, se reducen la base tributaria y, por consiguiente, los ingresos del sector público. La liberación del comercio exterior no conduce al equilibrio de la balanza de pagos. Este equilibrio no logra alcanzarse por la rigidez de las exportaciones, ya que éstas, en general, están sujetas a condiciones externas desfavorables y a situaciones que escapan a las determinaciones del mercado interno. Además, debido a la elevada propensión a importar de los grupos con poder adquisitivo, las importaciones crecen cuando tienden a atenuarse las restricciones o los controles. Para los estructuralistas las políticas de estabilización llevan a la paralización del crecimiento económico y al aumento del desempleo. La crítica a los resultados de las políticas de estabilización supone que la corriente estructuralista critica también el diagnóstico implícito de la posición monetarista.

Como puede apreciarse, aun cuando esta polémica tuvo lugar hace ya más de dos décadas, pareciera que están discutiéndose temas de actualidad. Antes se tuvo a Noyola, que formuló un esquema teórico-analítico para explicar la inflación; hoy Noyola está ausente, y los estructuralistas de entonces no han logrado formular un nuevo planteamiento teórico alternativo al monetarismo para sepultar definitivamente los mitos del actual monetarismo y los prejuicios del nuevo liberalismo que, detrás de las dictaduras militares, crearon un mundo de especulación y dejaron en ruinas nuestras economías, empobrecieron nuestros pueblos y subordinaron nuestros países a los intereses de la gran banca internacional privada.

V. El paso de Noyola por el gobierno cubano

Cuando Noyola se trasladó a Cuba, primero como funcionario de la CEPAL y luego al asumir un compromiso con su Revolución, el pensamiento económico y social de la región latinoamericana no se había desarrollado lo suficiente para encarar las particularidades que asumió el proceso cubano. En dicha época (1959) la planificación tenía todavía un carácter embrionario y las técnicas y los modelos de planificación eran incipientes. Los modelos que se empleaban más bien constituían técnicas de proyecciones que se utilizaban en los diagnósticos y en las prognosis (es decir, proyección hacia el futuro de las tendencias históricas) para justificar la necesidad de la planificación y legitimarla. En la región, la Revolución cubana significó un nuevo y gran desafío como modelo de desarrollo y como estilo diferente de gestión y dirección de la economía. Noyola asumió este reto y dedicó buena parte de sus esfuerzos en esta dirección. Participó en la creación de la Junta Central de Planificación (Juceplan) y trabajó en la instauración de un particular proceso de planificación. Los esquemas y las experiencias de planificación de la URSS y de los otros países socialistas de Europa difícilmente podían ser trasladados a una economía como la cubana, de escasa industrialización, primario-exportadora, de predominio rural y que rompía los lazos de una aguda dependencia de la economía estadunidense. En síntesis, era una economía subdesarrollada al igual que varias de las latinoamericanas. De allí que el uso que hizo Noyola de su experiencia en la CEPAL se transformó en un importante elemento en la primera fase del proceso de planificación que se inició con la Revolución cubana.

Posteriormente, y después de la muerte de Noyola, las concepciones, la organización, así como la práctica de la planificación en Cuba se transformaron significativamente. A pesar de ello, la presencia de Noyola es todavía en la actualidad recordada con afecto de parte de los funcionarios de Juceplan.

Otra faceta de su compromiso con Cuba se expresó en el ámbito académico. El vacío dejado por la lucha contra la dictadura de Batista y el éxodo a los Estados Unidos de los cuadros técnicos y profesionales planteaban la necesidad de reconstruir sobre las nuevas bases el quehacer universitario. Noyola participó en la docencia universitaria y llegó a dirigir el Departamento de Economía de la Universidad de La Habana. En reconocimiento a esta labor, la Escuela de Economía de esa universidad lleva su nombre. Esos difíciles tiempos requerían sacrificio y vocación de servicio hacia la causa popular de Cuba, y allí se hizo presente Noyola con su capacidad y compromiso.

VI. La vigencia de las preocupaciones de Noyola en la actualidad

El análisis de los problemas económicos y sociales contemporáneos no puede prescindir de la situación de crisis generalizada que ha afectado la economía mundial en la última década. En la mayoría de los países latinoamericanos esta situación se reproduce con el anuncio del agotamiento de sus patrones de industrialización y de sus estrategias de desarrollo, y se expresa, entre otras manifestaciones, en un proceso de inflación de nuevo cuño y en intentos de redefinir el carácter del Estado y de sus políticas. Es precisamente la persistencia de la crisis económica, y a veces política, lo que le da un nuevo vigor a las políticas monetaristas o neoliberales.

La crisis afecta no sólo a los países desarrollados y a la economía internacional, sino también a los países del tercer mundo y en especial a América Latina. Los viejos problemas del subdesarrollo, como desempleo, subempleo, endeudamiento externo, déficits en cuenta corriente y de la balanza de pagos, inflación, inestabilidad, tensiones sociales y políticas, etc., siguen vigentes y en algunos casos en forma más aguda.

A ello se agregan los problemas para sostener el crecimiento económico, la expansión industrial y el abastecimiento alimentario en el contexto de un escenario internacional inestable y recesivo. Esta compleja situación modifica el panorama político en la región -en la década de los setenta-, lo que hace resurgir esquemas más conservadores e, incluso, notoriamente represivos (como en el Cono Sur). En este conflictivo contexto sociopolítico aparecen como problemas económicos centrales el desequilibrio en el sector externo, la inflación, la recesión económica, el déficit del sector público, la falta de coherencia de las acciones del Estado y la inestabilidad. Asimismo, las políticas desarrollistas pierden vigencia por el agotamiento del modelo de desarrollo y por el mensaje neoconservador que atribuye los problemas a una incorrecta conducción de la política económica. Este mensaje pone el énfasis en la crítica a la demagogia, al intervencionismo estatal, a la protección desmedida a la industria, o a la expansión exagerada del empleo del sector público, a la incontinencia monetaria y crediticia, a los controles y los aranceles de las importaciones, a los controles de precios, etc. En suma, según la posición conservadora, la práctica estatal del desarrollismo ha hipertrofiado la economía y el Estado, y el resultado es una profunda crisis de la sociedad.

Los militares son convocados para salvar la nación con una política coherente, estable, sólida y sin concesiones populistas, con el fin de poner orden y lograr estabilidad como prerrequisitos del crecimiento económico. En esta situación, la posición monetarista resurge con particular fuerza y, siendo consistente y funcional con las posiciones neoconservadoras, ofrece su paquete de medidas de política económica para superar la crisis y sus efectos.

El nuevo monetarismo plantea las conocidas políticas de estabilización pero ahora acompañadas de una orientación general que estimule la competencia, liberalice en lo posible el funcionamiento de la economía y del sector externo y logre la reactivación del mercado de capitales junto con una reforma financiera radical.

El diagnóstico más reciente de los monetaristas sostiene que el fracaso de las políticas de estabilización es por la falta de firmeza en su aplicación y su forma parcial de asumirla. Se debe ser consciente de que la puesta en marcha de esta política económica provoca costos sociales a asumirse durante un periodo lo suficientemente prolongado para alcanzar los efectos buscados.

El énfasis de estas políticas se coloca en la liberalización de la economía y en la apertura del sector externo, en contraste con la preocupación de hace dos décadas en el control de las variables monetarias. El control que antes creían poder ejercer sobre la oferta monetaria, el encaje, las tasas de interés, la expansión monetaria, etc., hoy se torna cada vez más inviable. Es difícil pensar en un manejo real y eficaz por parte del Estado de las variables monetarias. La apertura externa, el nuevo papel del capital financiero y la presencia creciente de la especulación financiera privatizan los flujos de capital y la oferta monetaria, y ponen en entredicho la eficacia real de la política monetaria. Los centros de poder económico de las economías latinoamericanas están más interesados en la liberalización y en la apertura externa que en el control de las variables monetarias. De ahí su carácter neoliberal.

El éxito de estas políticas es bastante limitado; antes bien, han terminado en un rotundo fracaso. La inflación sigue presente, la recesión se agudiza, el desequilibrio en el sector externo se mantiene y resultan en una verdadera espiral de endeudamiento externo. Así como el agotamiento y la crisis del modelo desarrollista permitieron el avance de las posiciones políticas neoconservadoras, la aplicación de las políticas neoliberales y monetaristas concluye con la pérdida de su legitimidad. Canadá, la India, Francia, Grecia, Uruguay, Argentina, entre otros, son testimonios fehacientes del costo político del neoliberalmonetarismo.

Todo lo anterior significa que los problemas de la inflación requieren repensarse en el contexto de la crisis y de las grandes transformaciones que presenta el mundo contemporáneo. Para ello, es necesario el rescate de la vieja tradición crítica del pensamiento económico latinoamericano en materia de inflación. Este rescate obliga a pasar por el análisis de la polémica entre monetaristas y estructuralistas, para lograr una interpretación de la inflación comprometida con la tradición crítica del pensamiento de la región.

Este rescate de la tradición crítica latinoamericana conduce necesariamente a encontrarse con las ideas de Noyola. Se trata entonces de rescatar su herejía, pero también su originalidad, su rigor y su capacidad analítica. Ello debería conducir a esquemas teóricos y analíticos renovados con el fin de interpretar los procesos actuales de inflación. Éstos difieren respecto de la inflación de los años cincuenta en lo relativo a sus protagonistas, a su intensidad, a los grupos sociales o los sectores económicos que se benefician y perjudican con ellos, al contexto internacional en que se insertan y a las perspectivas que el futuro pueda disparar. De ahí la magnitud del actual desafío y de ahí también la necesidad de seguir los pasos de Noyola en punto a herejía, audacia, imaginación, originalidad, rigor y consistencia analítica. Con estos ingredientes se podrá romper la trampa que nos imponen el neoconservadurismo político y el neoliberalismo económico.

Para terminar, se puede señalar que la preocupación de Noyola por encontrar nuevas formas de planificación recobra hoy singular vigencia en América Latina. En varios países de la región el pensamiento económico y social actúa en torno a la idea de concebir un nuevo proyecto global de desarrollo. Resulta evidente que, en estos nuevos proyectos con sentido popular y nacional, la planificación desempeña un papel estratégico. Seguramente nos encontraremos con las preocupaciones de Noyola por encontrar formas originales en materia de estrategia de desarrollo con sus correspondientes sistemas de planificación.

Referencias bibliográficas

Noyola, J. (1956). Inflación y desarrollo económico en Chile-México. Investigación Económica, 16(4), 603-648. [ Links ]

Rodríguez, O. (1980). La teoría del subdesarrollo de la CEPAL. México: Siglo XXI. [ Links ]

*Artículo publicado originalmente en Investigación Económica, vol. 43, núm. 170, pp. 313-330, 1984. [Resumen redactado por el editor.] Estas notas se hicieron en 1982, con motivo del vigésimo aniversario del fallecimiento de este gran pensador latinoamericano. Constituyen una forma que el autor encontró para expresar su agradecimiento a México y a los mexicanos.

**

Pedro Paz (1936-1989), economista argentino.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons