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El trimestre económico

versão On-line ISSN 2448-718Xversão impressa ISSN 0041-3011

El trimestre econ vol.88 no.350 Ciudad de México Abr./Jun. 2021  Epub 18-Jun-2021

https://doi.org/10.20430/ete.v88i350.988 

Artículos

Prebisch, Furtado y Bresser-Pereira: aportes de los padres del desarrollismo clásico y el nuevo desarrollismo*

Prebisch, Furtado and Bresser-Pereira: Contributions from the fathers of the classic developmentalism and the new developmentalism

João Villaverde** 

José Márcio Rêgo*** 

**Escola de Administração de Empresas de São Paulo (EAESP), Fundação Getulio Vargas (FGV). Correo electrónico: joao.victor.villaverde@gmail.com.

*** Escola de Direito de São Paulo (SP) de la FGV. Correo electrónico: prof.rego-fgv@bol.com.br.


Resumen

Una directriz une los pensamientos de Raúl Prebisch, Celso Furtado y Luiz Carlos Bresser-Pereira, economistas de generaciones, países e historias de vida muy diferentes: sus motivaciones siempre han sido actuar y participar en el debate público para mejorar las políticas económicas. Activos en el sector público de sus países como presidentes de bancos centrales y ministros de Estado, Prebisch, Furtado y Bresser-Pereira han realizado aportes relevantes a la literatura económica derivados principalmente de preocupaciones sobre la gestión de instrumentos de política económica. Aquí también contrastamos el desarrollismo clásico de Prebisch y Furtado con el nuevo desarrollismo de Bresser-Pereira.

Palabras clave: desarrollismo clásico; países de Latinoamérica; nuevo desarrollismo

Clasificación JEL: O10; O11; B29

Abstract

A guideline unites the thoughts of Raúl Prebisch, Celso Furtado and Luiz Carlos Bresser-Pereira, economists from different generations, countries and life histories: their motivations have always been of action, of participation in the public debate to improve economic policies. Acting in the public sector of their countries in different time periods and positions, Prebisch, Furtado, and Bresser-Pereira made important contributions to the economic literature, mainly derived from concerns about the management of economic policy instruments. Here, too, we contrast Prebisch’s and Furtado’s classic developmentalism with Bresser-Pereira’s new developmentalism.

Keywords: Classic developmentalism; Latin American countries; new developmentalism

JEL codes: O10; O11; B29

Introducción

Este ensayo busca asociar y distinguir a tres economistas sudamericanos de gran impacto para el pensamiento desarrollista en el campo de la teoría económica y de la política económica: el argentino Raúl Prebisch y los brasileños Celso Furtado y Luiz Carlos Bresser-Pereira. Aunque muy diferentes entre sí y cada uno perteneciente a una generación específica, los tres tienen en común una línea principal que nos parece sensible y muy significativa: su motivación fue siempre la búsqueda de la modificación de la realidad de sus países y regiones. Con base en la definición que Furtado tenía para Prebisch -“lo esencial en Prebisch era la acción” (Furtado, 1986)-, entendemos aquí que los pensamientos de Prebisch, Furtado y Bresser-Pereira siempre estuvieron al servicio de alguna causa, y la causa mayor era el desarrollo económico. No son autores puramente teóricos y, por lo tanto, realizar el análisis de sus contribuciones intelectuales solamente a través de la lente teórica sería aplicar una camisa de fuerza a pensadores cuya principal motivación era modificar la política económica.

Este corto ensayo está dividido de la siguiente forma: vamos a explorar brevemente los pensamientos de cada uno de los tres autores, a la luz de esta línea que delimitamos, con el fin de dejar latente el contacto que hay entre cada una de esas mentes. Nos parece claro, en principio, que la diferencia fundamental -que cada uno pertenezca a una generación distinta- es, en realidad, una oportunidad de análisis. El texto fundamental de Prebisch “El desarrollo económico de América Latina y algunos de sus principales problemas” (Prebisch y Martínez Cabañas, 1949) surgió en el momento exacto en que el joven Celso Furtado acababa de obtener su doctorado en economía y comenzaba a trabajar con el maestro argentino en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). El trabajo fundamental de Furtado, a su vez, A Formação Econômica do Brasil [Formación económica del Brasil], publicado una década más tarde, llegó el mismo año en que Bresser-Pereira recién se instalaba como investigador en la Fundación Getúlio Vargas (FGV), en São Paulo, y comenzaba a interesarse por la economía. Cuando Bresser-Pereira publicó su primera gran obra, el libro Desenvolvimento e Crise no Brasil [Desarrollo y crisis en Brasil], en 1968, Prebisch estaba ya casi por retirarse de la CEPAL y Furtado se veía forzado a vivir fuera de Brasil, en el exilio, debido a la instalación del régimen de excepción cuatro años antes.

I. Raúl Prebisch

Parece claro que las principales contribuciones teóricas de Prebisch, las cuales comenzaban a adquirir cuerpo con sus escritos a partir de 1949 cuando estaba en la dirección de la CEPAL, surgieron a partir de la experiencia práctica que había tenido en el sector público de Argentina, donde ocupó diferentes cargos entre finales de 1930 y mediados de 1943. En esos 13 años, entre diversas idas y venidas en cargos públicos, Prebisch tuvo como actuación más destacada la presidencia del Banco Central Argentino entre 1935 y 1943. Ahí, con la experiencia diaria en el manejo tanto de las cuentas externas y de los instrumentos típicos de política económica como de las operaciones cambiarias y la política monetaria, Prebisch vio agudizar su incomodidad con la forma en que los países de la periferia del capitalismo (principalmente América Latina) ajustaban sus balanzas de pagos frente a las oscilaciones en la demanda de los productos primarios por parte de países del centro capitalista (Furtado, 1986: 6).

Fue a partir de 1949 cuando Prebisch, a la cabeza de la recién creada CEPAL, comenzó a plasmar en el papel sus ideas, las cuales rápidamente serían “consumidas y digeridas” por una infinidad de economistas, sociólogos y científicos políticos latinoamericanos durante los 20 años siguientes; de esta manera, se formó una teoría estructuralista sobre el subdesarrollo latinoamericano (Bielschowsky, 2011: 8). Como principales ejes de análisis en la obra de Prebisch estaban la urgencia de la industrialización de la región para aumentar la diversidad productiva y el ahorro propio, así como el escape de la trampa del deterioro de los términos de intercambio (Cardoso, 2018: 111). Al reducir la dependencia de los productos primarios en el modelo exportador, la industrialización volvería más adecuada la inserción externa de los países periféricos y aumentaría el ingreso medio obtenido por los trabajadores, a partir de las ganancias de la productividad.

“La propagación hacia la periferia latinoamericana de las fluctuaciones cíclicas desde los grandes centros resultará en considerables reducciones del ingreso” (Prebisch, 2011: 102), diagnosticaba Prebisch. Por otro lado, al contrario de lo que la teoría económica liberal había previsto, existía en los países en desarrollo una tendencia al deterioro de los términos de intercambio. Además, los países exportadores de commodities1 enfrentaban una desventaja en el plano de la demanda porque la elasticidad-ingreso de sus importaciones de bienes manufacturados era mayor a uno, mientras que la elasticidad-ingreso de las importaciones de commodities por parte de los países desarrollados era menor a uno. No había, por lo tanto, alternativa, sino que se requería un “cambio estructural”, o sea, “crecer hacia adentro, mediante la industrialización” (Prebisch, 2011: 101), para así incrementar el ahorro interno con el fin de cubrir las necesidades más urgentes de capital (Prebisch, 2011: 99) y permitir a los países periféricos captar “una parte del fruto del progreso técnico”, al mismo tiempo que se “elevaría progresivamente el nivel de vida de las masas” (Prebisch, 2011: 96).

Llamó la atención de Prebisch la estrategia adoptada por los Estados Unidos, que había surgido en el periodo entre las dos Guerras Mundiales como la principal potencia industrial y financiera del mundo, fenómeno que había quedado evidente después de 1945. Según Prebisch, el proteccionismo practicado por el gobierno estadunidense para su industria y hasta para los segmentos del sector agrícola no encajaba con las “supuestas virtudes de un concepto académico” (Prebisch, 2011: 110) -la teoría liberal clásica- posicionado contra instrumentos estatales de protección que aumentarían las barreras para el comercio exterior entre las naciones. A pesar de la teoría liberal, los Estados Unidos tenían de manera consistente un coeficiente de importaciones muy bajo y las tarifas de importación elevadas, según señalaba Prebisch en 1949, y aun así el ingreso nacional estadunidense había aumentado cerca de dos veces y media más que las importaciones desde mediados del siglo XIX.

El progreso técnico es uno de los factores que más contribuyen a la explicación de este fenómeno. Aunque parezca paradójico, la productividad mayor contribuyó a que este país, después de alcanzar la etapa de madurez económica, no sólo prosiguiera con su política proteccionista, sino que también la acentuara. La explicación para esto es simple. El progreso técnico en una determinada época no ocurre de la misma manera en todas las industrias. Al extenderse los salarios más altos resultantes de la gran productividad de las industrias avanzadas hacia las industrias de menor progreso, las primeras pierden su posición favorable en la competencia con las industrias extranjeras que pagan salarios menores […] Así, necesitaron protección aquellas actividades más eficaces que las exteriores, sin embargo con menor productividad que el promedio del país […] Los Estados Unidos constituyen una unidad económica poderosa y bien integrada, y deben eso en parte a su política deliberada cuya importancia no es posible ignorar. Asimismo, tampoco es posible poner de lado que eso creó para los otros países condiciones incompatibles con el funcionamiento de la economía internacional como era antes de la primera Guerra Mundial, cuando el centro británico definía las reglas del juego en la moneda y en el comercio exterior [Prebisch, 2011: 110-111].

Las importantes contribuciones de Prebisch, las cuales no pueden ser agotadas en este ensayo, se ampliaron con nuevos textos a partir de 1950 y adquirieron mayor énfasis cuando, de una forma o de otra, fueron incorporadas a las políticas económicas de diversos países de América Latina desde esa década. Según las propias palabras de Prebisch en retrospección sobre su trabajo, la orientación general estaba en el impulso a la industrialización en los países periféricos; América Latina, por medio (pero no sólo) del proteccionismo, seguiría, por lo tanto, lo que hacían los países del centro capitalista:

Mi política propuesta estaba orientada en el sentido del establecimiento de un nuevo patrón de desarrollo que permitiría la superación de las limitaciones del anterior. Esta nueva forma de desarrollo tendría como principal objetivo la industrialización […] De manera general, mi crítica al proteccionismo en el centro y mi defensa del proteccionismo en la periferia han sido mal interpretadas. Yo planteaba al último tipo de protección como necesario durante un periodo de transición bastante largo, en el cual las disparidades en la elasticidad de la de manda debían ser corregidas. El proteccionismo en el centro agrava esas disparidades, mientras que, en la periferia, éste tiende a corregirlas, siempre y cuando no excedan de ciertos límites. Mientras mayor sea la disparidad, mayor será la necesidad de sustitución de importaciones [Prebisch, 1984: 177 y 184; cursivas de los autores].

Finalmente, cabe señalar el protagonismo del papel de la planeación del sector público para determinar las bases del desarrollo en la obra de Prebisch. Ésta conlleva una actuación estatal destacada y no podría dejarse a la lógica individual empresarial (Cardoso, 2018: 129).

Después de establecer estos marcos teóricos, podemos seguir con el principal discípulo de Prebisch: el brasileño Celso Furtado, quien trabajó con el argentino en la CEPAL ya en 1949 y llegaría a ser el primer ministro de Planeación de la historia brasileña, en 1963.

II. Celso Furtado

Celso Furtado fue un economista político, en la medida en que comprendía la preponderancia de criterios políticos sobre la lógica de los mercados (Sachs, 2001: 45), con actuación decisiva ya sea en el debate público brasileño y de gestión en el sector público, al desempeñar funciones de ministro y como gestor en tres distintos gobiernos. Su gran motivación fue siempre política (Bielschowsky, 2001: 109). Sin haber carreras de economía establecidas en Brasil cuando llegó al fin de su adolescencia, Furtado fue uno de los tantos estudiantes de derecho que se interesó por temas económicos (Coutinho y Belluzzo, 2009: 521). Desde sus primeros contactos con la teoría económica formal, en el doctorado en la Universidad de París-Sorbonne, Furtado se aficionó con el método histórico. Ya en su primer ensayo de largo aliento -“A economia brasileira” [“La economía brasileña”], publicado en 1954-, Furtado presenta su visión del predominio de la historia para plasmar por escrito sus análisis: “El economista que observa los procesos económicos no desde una perspectiva exclusivamente distributiva y sí, esencialmente, como un sistema de producción tendrá necesariamente que descender al plano histórico, lo que lo obligará a ser más cauteloso con sus generalizaciones” (Furtado, 2016: 27; cursivas de los autores).

Posteriormente, cuando ingresó a la primera generación de la CEPAL, con Raúl Prebisch a la cabeza, adquirió el instrumental analítico del estructuralismo. De ahí que, a partir de 1954 y durante los 50 años siguientes, Furtado siempre analizó la economía latinoamericana y, en particular, la brasileña, desde la perspectiva del método histórico-estructuralista (Bielschowsky, 2001: 110). El estructuralismo de Prebisch, del que ya tratamos en el presente ensayo, encuentra en Furtado su “complementariedad” histórica, aplicada a Brasil, con su Formação Econômica do Brasil, que escribió entre 1957 y 1958, el cual representa su momento más álgido.

La combinación entre la teorización estructuralista y el conocimiento de la historia dejó como subproducto el método histórico-estructural. Se puede decir, sin exagerar, que se trata del método “Prebisch/Furtado” […] Es un método esencialmente inductivo, pero que explora la relación entre el abordaje inductivo y la referencia estructuralista abstracta: el análisis de las estructuras subdesarrolladas aparece como una referencia teórica genérica para el examen de las tendencias históricas, que origina un método muy atento a los cambios de comportamiento de los agentes y a la trayectoria de las instituciones, así como al examen de los “desequilibrios” típicos de economías y sociedades en rápida transformación [Bielschowsky, 2001: 115].

Después de la fructífera relación con la CEPAL y con Prebisch, Furtado se dirigió a Cambridge en 1957 como investigador visitante. Ahí tuvo contacto con algunos miembros de la primera generación de economistas keynesianos, como Nicholas Kaldor, Richard Kahn y Joan Robinson, todos con importantes contribuciones al pensamiento económico. Celso Furtado regresó de Inglaterra con Formação Econômica do Brasil listo para ser publicado, a principios de 1959. El libro contiene percepciones valiosas, como el diagnóstico de lo que vendría a ser llamado “síndrome holandés”2 en Portugal en el siglo XVIII, debido a la enorme entrada de oro extraído de la colonia brasileña (Furtado, 2009: 141-142).

El papel de la tasa de cambio, ya sea como distribuidora de ingresos o como atenuante de la caída de la tasa de lucro o la ganancia de los empresarios en un momento de reducción de los precios de los bienes exportados, es largamente analizado por Furtado. En el primer caso, el autor señala que la desvalorización de la moneda brasileña (la llamada mil reis) entre 1929 y 1934 neutralizó buena parte de la caída en los precios del café, lo que hizo que el grueso de las pérdidas de los empresarios cafeticultores fuera “transferido hacia el conjunto de la colectividad mediante el alza de los precios de las importaciones” (Furtado, 2009: 270). Notamos, también, la expresión “euforia cambiaria” (Furtado, 2009: 283), que Furtado presenta al diagnosticar la exportación de bienes primarios como responsable de la entrada de la moneda extranjera a Brasil, lo que reduce la atracción del sector nacional de bienes de capital. Ya en el siglo XXI, al estudiar el papel de la política cambiaria en relación con la popularidad de los presidentes de la república, en especial Fernando Henrique Cardoso durante su primer mandato (1994-1998) y Lula (2003-2010), Bresser-Pereira diagnosticó el “populismo cambiario”: aquel practicado por gobiernos que piensan en el corto plazo, esto es, en el aumento del poder de compra de los salarios en detrimento de la sofisticación productiva, lo que tiende a aumentar los salarios de forma estructural y perenne, a partir del incremento de la productividad a largo plazo.

En el segundo caso mencionado, en que Furtado estudia la tasa de cambio desvalorizada como eslabón atenuador de la caída de la tasa de ganancia del exportador, hay dos ejemplos sintomáticos: su evaluación de que la depreciación de la moneda portuguesa en relación con el oro en la segunda mitad del siglo XVII atenuó la decadencia de Portugal cuando los ingresos provenientes del azúcar cosechada en Brasil, su colonia, disminuyeron drásticamente (Furtado, 2009: 66), seguida de su percepción de que las constantes desvalorizaciones de la mil reis entre 1861 y 1885 compensaron el derrumbe en los precios de los sacos de café en el mercado internacional, lo cual mantuvo razonablemente blindados los ingresos de los cafetales (Furtado, 2009: 242) y, por ende, de la clase directiva del Estado. Es decir, como buen economista político que era, Furtado también señala la importancia que el lobby (aunque todavía no se le llamaba de esa manera) de los cafeticultores tuvo sobre la clase política a partir de la segunda mitad del siglo XIX, cuando el café encontró gran fuerza en Vale do Ribeira, en las proximidades de la capital federal, entonces instalada en Río de Janeiro:

La proximidad de la capital del país constituía, evidentemente, una gran ventaja para los dirigentes de la economía cafetalera. Desde muy temprano comprendieron la enorme importancia que podía tener el gobierno como instrumento de acción económica […] Es debido a esa conciencia clara de sus propios intereses la forma como ellos se diferencian de otros grupos dominantes anteriores o contemporáneos [Furtado, 2009: 183].

He aquí que esta combinación entre proximidad geográfica con el poder central y la conciencia de sus propios intereses llevó a los cafeticultores a obtener ventajas económicas tanto de la monarquía como de los primeros gobiernos republicanos. Con las desvalorizaciones cambiarias que atenuaron la inevitable caída de la tasa de lucro o ganancia durante las siguientes décadas de reducción de los precios del producto exportado, se logró una distribución del ingreso de la sociedad para los cafeticultores en la forma de encarecimiento del bien importado (la otra cara de la desvalorización de la moneda nacional), puesto que era elevado el coeficiente de importaciones en la economía brasileña en aquel momento, de escasa industrialización. Conforme la actividad económica se volvió más densa, sin embargo, con la terminación del trabajo esclavista, la sólida entrada de trabajadores libres venidos de Europa y la consecuente formación de profesionales liberales a partir del incremento del comercio y de los servicios internos, también impulsados por los funcionarios públicos (civiles y militares), aumentó la resistencia contra las desvalorizaciones cambiarias (Furtado, 2009: 252).

A pesar de las grandes transformaciones sociales y políticas por las que pasó la economía brasileña entre mediados del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, la etapa de la “economía dependiente” no se encuentra aún superada. Furtado presenta en Formação Econômica do Brasil la lectura de lo que llamamos economía “doblemente dependiente”, un factor muy importante para su producción intelectual en las décadas posteriores. En el primer caso, el análisis que Furtado hace de la organización de la economía de subsistencia del noreste es ejemplar. El sector ganadero de esta zona, el cual avanza hacia el interior por el sertón del país, es dependiente de los ciclos, primero del azúcar (en el litoral noreste) y después de los minerales (en Minas Gerais). En el segundo caso, en términos macroeconómicos, la economía brasileña está formada a partir de la exportación de productos primarios, siendo, por lo tanto, totalmente dependiente de la demanda extranjera que abastece los ingresos de los productores y extractivistas, quienes, a su vez, consumen los bienes manufacturados importados de los mismos países ricos que adquieren nuestras exportaciones. He aquí también que el país estuvo siempre sujeto a crisis en la balanza de pagos (Furtado, 2009: 233-235) debidas a la dependencia de las importaciones de bienes manufacturados, que se encarecen cuando hay una depreciación cíclica de los términos de intercambio.3

La importante crítica que más tarde (a partir de 2001) Bresser-Pereira haría al pensamiento ortodoxo4 puede tener una semilla plantada en Furtado, cuando éste atacó la falta de creatividad de la política económica de la clase política y empresarial brasileña, especialmente frente a las turbulencias de la segunda mitad del siglo XIX:

Puesto que la economía brasileña constituía una relación de dependencia de los centros industriales, difícilmente se podía evitar la tendencia a “interpretar” por analogía lo que ocurría en Europa, los problemas económicos del país. La ciencia económica europea penetraba mediante las escuelas de derecho y tendía a transformarse en un “cuerpo doctrinal”, el cual se aceptaba independientemente de cualquier intento de confrontación con la realidad [Furtado, 2009: 236].

Desde un inicio, Furtado defendió como fundamental la libertad de actuación de la política económica de la economía dependiente, con el fin de proporcionarle un instrumental autónomo, que le permitiera desarrollarse para alcanzar a los países ricos. Su instrumental pasó por la protección tarifaria de la industria nacional, lo que es claramente un eco que viene de Prebisch, como vimos anteriormente.

Como responsable de convencer al presidente Juscelino Kubitschek para que fundara la Superintendência para o Desenvolvimento do Nordeste (Superintendencia para el Desarrollo del Noreste [Sudene]) en 1959, de la cual sería el primer director, Furtado comenzó a trabajar en el sector público brasileño a los 39 años. Poco después, en 1962 llegó a ser primer ministro de Planeación, después de haber sido el líder del Plan Trienal, anunciado al año siguiente. Al ser destituido por el golpe militar, Furtado pasó 25 años entre el exilio (en Chile y en Europa) y viajes esporádicos a Brasil. En 1969, mientras su antiguo jefe y maestro Prebisch era nominado al premio Nobel de Economía, Furtado publicaba el libro La economía latinoamericana, donde la presencia del maestro argentino es muy evidente.5 La gran esperanza de Furtado, o hasta se puede decir su pasión (Bresser-Pereira, 2001: 37), perdió fervor frente a la perenne dictadura militar, algo que se intensificó con el estallido de la dura crisis económica a partir de 1981, cuando el país se fracturó ante la explosión de la inflación y la deuda externa, así como ante los ajustes fiscales y estructurales cobrados por los acreedores privados y por el Fondo Monetario Internacional (FMI), organismo responsable de mantener la economía brasileña en terapia intensiva.

Frustrado, el economista paraibano pasó por una fase de escritos más duros, en que la acción política más a la izquierda ocupó un espacio mayor de análisis que el cuadro económico. “Cuando se dice que el problema más grave es la inflación”, escribió Furtado en julio de 1983, “está usándose un eufemismo para no decir que el problema crucial es el estado de desgobierno en que se encuentra la economía” (Furtado, 1983: 15). Frente al gran aumento del tamaño del Estado en la década de los setenta, con el surgimiento de diversas empresas estatales combinado con la ampliación de aquellas ya existentes, como Petrobras (que nacionalizó todas las refinerías privadas en 1972), el diagnóstico predominante, extranjero -aunque también nacional-, señalaba la necesidad de una reestructuración de la máquina por medio de las privatizaciones de las estatales y la reorganización presupuestaria. Este camino era negado frontalmente por Furtado, quien defendía, por el contrario, un incremento del poder de “planeación global” del Estado, con los presupuestos de las estatales organizados de forma centralizada (Furtado, 1983: 23-24).

Finalmente, el análisis de la alta inflación brasileña merece atención, aunque no exhaustiva por obvias limitaciones de espacio. Furtado entendía que la “raíz de la grave inflación” estaba en la “forma desordenada como se había expandido la acción empresarial del Estado”; señalaba que la recesión no sería el camino para su solución, puesto que solamente “cuando la economía estuviera en gran parte paralizada, y existieran daños profundos causados a la sociedad”, la presión inflacionaria se absorbería (Furtado, 1983: 24).

Ya en su Formação Econômica do Brasil Furtado veía una dicotomía entre estabilidad y desarrollo; señalaba la existencia de una “tendencia histórica de la economía brasileña para elevar su nivel de precios” (Furtado, 2009: 314), y que un intento de alcanzar la estabilidad de los precios -apuntaba- “podría ser totalmente contraproducente desde el punto de vista del crecimiento de la economía”, rematando que “la última cosa a sacrificar debía ser el ritmo de crecimiento” (Furtado, 2009: 323). Décadas después, cuando la explosión de la inflación alta y descontrolada movió a economistas involucrados con la teoría de la inflación inercial,6 Furtado repitió la idea de que en Brasil, históricamente, existía la dicotomía entre “desarrollo con cierta inflación y estabilidad sin desarrollo”, y dejó implícito que sería mejor optar por el primer camino. Queda claro, por lo tanto, que Furtado suscribía la lectura estructuralista de la inflación, al priorizar dificultades históricas e institucionales, como la acción del Estado y un sector productivo insuficientemente grande; resulta evidente, también, que él siempre incluyó la inflación en sus análisis de la economía brasileña, ya sea en estudios históricos o en sus evaluaciones coyunturales (Roncaglia De Carvalho, 2015: 55). Como uno de los mayores economistas brasileños del siglo XX y figura mayor del desarrollo clásico en el país,7 Furtado dejó, sin embargo, el estudio de la inflación fuera de sus esquemas (Coutinho y Belluzzo, 2009: 540), algo que lo distinguiría de manera acentuada de Bresser-Pereira, como veremos más adelante.

La lucha por la redemocratización, que tomó las calles brasileñas en 1984 y alcanzó el objetivo de retirar a los generales-presidentes del control del Estado en marzo de 1985, alivió la carga sobre Celso Furtado, quien publicó el primer volumen de su trilogía autobiográfica en ese año. Al año siguiente, volvió al servicio público y a la Explanada de los Ministerios,8 cuando asumió el cargo de ministro de Cultura del gobierno de José Sarney (PMDB). Entre abril y diciembre de 1987, por lo tanto, Furtado y Bresser-Pereira fueron colegas de ministerio. El primero dejó el cargo en 1988 y nueve años más tarde fue inmortalizado por la Academia Brasileña de las Letras. Recibió diversos homenajes en vida, entre ellos, un libro con ensayos organizado por Bresser-Pereira y José Márcio Rêgo, en 2001. Tres años más tarde, falleció en Río de Janeiro.

III. Luiz Carlos Bresser-Pereira

Siendo más de 30 años y poco más de 13 años menor que Prebisch y Celso Furtado, respectivamente, Luiz Carlos Bresser-Pereira compartió con su coterráneo la formación inicial en derecho y se dirigió hacia la economía después. La trayectoria fue, en un principio, semejante: Furtado ingresó al doctorado en economía en 1946, a los 25 años, y Bresser, a comienzos de 1962, a los 27 años. La diferencia fundamental, en lo relativo a la práctica, se dio en la participación profesional, en el sector público o las organizaciones internacionales de interacción directa con gobiernos. Furtado ya lidiaba con la economía, como profesional, en 1949, cuando entró a la CEPAL con Prebisch al frente, y 10 años más tarde, a los 39 años, fue escogido por el presidente Juscelino Kubitschek como el primer superintendente de la Sudene. Bresser-Pereira, por otro lado, aunque estuvo en la FGV desde 1959, no entró al sector público sino hasta marzo de 1983, casi hasta los 50 años, cuando asumió la presidencia del Banco del estado de São Paulo.

La entrada tardía de Bresser-Pereira a puestos de mando en el área económica del sector público también puede constatarse cuando se hace la comparación con Prebisch, quien asumió la presidencia del Banco Central de Argentina a principios de 1935, a los 33 años. Prebisch fue el autor del Proyecto de Ley de creación del banco central de su país -el cual Celso Furtado destacaría como el “primer banco central que obedece a una concepción original y rompe con los esquemas convencionales” (Furtado, 2019: 185)-. El argentino estuvo al frente de dicha institución durante ocho años antes de volver a la academia como profesor de economía y a fines de la década de los cuarenta en la CEPAL. En lo tocante a su práctica en la academia, sin embargo, Prebisch y Bresser-Pereira comparten una semejanza: ambos fueron profesores en su país natal (Argentina y Brasil, respectivamente), mientras que Celso Furtado nunca logró asentarse como profesor en Brasil -por otro lado, construyó su carrera como profesor en París-.

Prebisch y Furtado fueron los maestros de Bresser-Pereira, como él mismo revela en entrevista concedida a los autores de este ensayo para un libro de próxima publicación:

Prebisch era mucho más grande que yo. Nunca platiqué con él, desgraciadamente. Pero creo que fue el más grande economista de América Latina. Él fundó la escuela desarrollista clásica, o de los estructuralistas latinoamericanos, como se les llamaba en esa época. Prebisch es uno de los grandes autores del desarrollismo a nivel mundial. Él aportó su contribución teórica, con el modelo de las “elasticidades perversas”, la crítica al liberalismo económico. Con Celso Furtado aprendí economía brasileña. Nos volvimos amigos. Furtado fue el mejor economista brasileño del siglo XX.9

Iniciamos este análisis al destacar la diferencia generacional entre los tres economistas, porque se trata de una inevitabilidad que alcanzó la producción teórica de Bresser-Pereira. Sus dos principales contribuciones teóricas al pensamiento económico -su obra A Teoría da Inflação Inercial e o Novo Desenvolvimentismo [La teoría de la inflación inercial y el nuevo desarrollismo], y su relevante actuación como ministro de la Reforma del Estado brasileño- ocurrieron a partir de la década de los ochenta, cuando Prebisch se encontraba alejado de la actividad intelectual (falleció en 1986) y Furtado también ya estaba en un momento posterior a sus actividades.

A continuación, trataremos de cada una de esas dos teorías de Bresser-Pereira, en comparación con las contribuciones de Prebisch y Furtado. Comenzaremos por el análisis de la inflación y después iremos hacia la contraposición entre el desarrollismo clásico y el nuevo desarrollismo.

Entre fines de 1980 y principios de 1981, Bresser-Pereira comenzó a concentrar su atención en la comprensión de la inflación en el país, en un esfuerzo que dio como resultado una primera definición de la inercia inflacionaria como un mecanismo de indización informal y desfasado de los precios, así como la segmentación de los diferentes tipos de inflación:10 existen la inflación “administrada”, derivada de las remarcaciones de precios por parte de los agentes económicos con elevado poder de mercado; la inflación “correctiva”, provocada por el Estado cuando éste trata de corregir distorsiones de precios provocadas por las intervenciones en la actividad real del propio sector público; la inflación “compensatoria”, producto de acciones de Estado para compensar a sectores empresariales sacudidos por políticas recesivas, y, por último, la inflación “estructural”, que sería la forma normal explicativa de los aumentos de precios, esto es, de perturbaciones entre la oferta y la demanda de bienes y servicios.

Al profundizar sus estudios sobre las diferentes formas de inflación en Brasil y al contar con el economista brasileño Yoshiaki Nakano como socio, poco después, Bresser-Pereira escribió a fines de 1983 su artículo fundado en la teoría de la inflación inercial: “Factores aceleradores, mantenedores y sancionadores de la inflación”.11 El modelo simplificado para explicar los factores que aceleran la inflación resulta, necesariamente, en un conflicto distributivo entre los agentes económicos (salario promedio real por margen de promedio de lucro o ganancia), aunque otras variantes relevantes estén ahí detalladas también (la desvalorización real de la moneda, los precios de las importaciones, el aumento de los impuestos). Una vez acelerada, la inflación puede ser mantenida de forma “autónoma” a nivel elevado por el propio conflicto distributivo (con empresarios y trabajadores, a partir de sus sindicatos y reglas, mediante disparadores o gatillos protectores) y por la indización formal.

En este caso [de una economía generalizada y formalmente indizada como Brasil] el examen de los aumentos del costo es definido legalmente y se vuelve automático, pero aun para los precios no indizados, cuando la inflación se vuelve crónica, los diversos agentes económicos tenderán a perfeccionar sus mecanismos de defensa, produciéndose, así, una especie de mecanismo informal de indización […] Asimismo, no sólo la indización formal sino también la informal se convierten en un poderoso factor mantenedor del nivel o grado de inflación [Bresser- Pereira y Nakano, 1984: 62].

La indización informal entre los agentes (empresarios y trabajadores, en todos los sectores económicos) acababa por producir esta inflación autónoma de lo que sería estructural. Tal inercia en los precios, por lo tanto, estaba diagnosticada. Por fin, el factor sancionador era el aumento de la cantidad de moneda en circulación en la economía. En lugar de ser la causa de la inflación, como afirmaban los monetaristas, la oferta de la moneda era su consecuencia -era una variable endógena del modelo-.

Bresser-Pereira trató de comprender a fondo la dinámica de la inflación inercial, puesto que, según él, la teoría estructuralista de la inflación explicaba tan sólo parcialmente el fenómeno, mientras que la teoría monetarista o neoclásica no explicaba nada. La solución definitiva que al final fue encontrada para la alta inflación inercial en Brasil (en 1994, con el Plan del Real) y la contribución teórica de Bresser-Pereira fueron fundamentales. Por otro lado, sus diferentes acciones con el fin de legitimar las nuevas ideas y aplicarlas fueron importantes para el resultado final alcanzado en 1994.

En 1990, después de un extraordinario crecimiento entre 1930 y 1980, una crisis de endeudamiento externo y la alta inflación en la década de los ochenta, Brasil -como los demás países latinoamericanos- se sometió al Consenso de Washington y realizó la apertura comercial y, en 1992, la financiera. Una vez vencido el problema de la inflación y del endeudamiento externo, este último gracias al Plan Brady (que contó con la inspiración indirecta de Bresser-Pereira),12 en lugar de volver a crecer, como se esperaba, Brasil entró a un régimen de desindustrialización prematura y bajo crecimiento.

En el gobierno federal brasileño, Bresser-Pereira estuvo al frente de una amplia reforma administrativa del Estado nacional: durante cuatro años, entre 1995 y 1998, fue ministro de la Reforma del Estado y formuló una enmienda constitucional aprobada el último año.13 Así, Brasil acabó siendo el primer país de la periferia capitalista que puso en marcha un amplio rediseño institucional del Estado, proceso que había comenzado en la década de los ochenta con las reformas en Nueva Zelanda y en el Reino Unido (Bresser-Pereira, 2007: 105).

Bresser-Pereira dejó el gobierno federal en julio de 1999 y, a partir de ahí, intensificó su actividad intelectual. Comenzó a organizar los ejes de lo que llegaría a ser el nuevo desarrollismo. Como el desarrollismo clásico de Prebisch y Furtado, la nueva teoría tiene en el desarrollo económico su objetivo fundamental, con la autonomía de actuación de la política económica de los países en desarrollo como factor primordial y la ortodoxia económica liberal como enemigo principal.

Conforme la nueva teoría fue adquiriendo el nombre de nuevo desarrollismo, Bresser-Pereira comenzó a hacer una distinción preliminar entre desarrollismo como forma de organización del capitalismo alternativa al liberalismo económico y entre las teorías económicas como el desarrollismo clásico y el nuevo desarrollismo. El economista defendió que no existe una palabra que explique la alternativa al liberalismo económico y propuso que el desarrollismo fuera esa palabra: la denominación de un régimen de política económica que se caracteriza por la intervención moderada del Estado y una política de defensa del interés nacional (Bresser-Pereira, 2017).

A principios de la década del 2000, la nueva teoría partía de la crítica al modelo de crecimiento basado en el “ahorro externo”, esto es, el déficit en cuenta corriente. Para el nuevo desarrollismo, la elevada apreciación cambiaria a la que están asociados los déficits en cuenta corriente quita competitividad a las buenas empresas industriales, desestimula la inversión y estimula el consumo (Bresser-Pereira, Oreiro y Marconi, 2016: 14). Asimismo, esta dependencia externa del capital extranjero vuelve inestable la balanza de pagos. Por otro lado, Bresser-Pereira se dedicó a profundizar en el llamado “síndrome holandés”, tema que, aunque no era conocido en su totalidad por Prebisch y Furtado, fue indirectamente reconocido por el desarrollismo clásico en la medida en que éste, como vimos anteriormente, afirmaba que la dependencia de uno o varios productos primarios como eje de las exportaciones hacía inviable cualquier otra actividad productiva más sofisticada. Asimismo, el análisis del nuevo desarrollismo comenzó a desprenderse de los maestros de la década de los cuarenta a la de los sesenta, al ver en la tasa de cambio una variable decisiva para la inversión privada. En esta dirección, Bresser-Pereira comparó la tasa de cambio con un “interruptor de luz” (Bresser-Pereira et al., 2016: 114) que otorga o niega acceso a las demandas externa e interna a los productores nacionales competentes, si ésta es competitiva o apreciada. De tal forma, la tasa de cambio, que no está presente en los libros sobre el desarrollismo económico, pasa a ser una variable fundamental.

Mientras que el síndrome holandés sólo es responsable de apreciar la tasa de cambio hasta el equilibrio corriente, las dos políticas habituales son manifestaciones del populismo económico y aprecian adicionalmente la tasa de cambio, lo que lleva al país a déficits crónicos y elevados en cuenta corriente. El resultado es la existencia en los países en desarrollo de una tendencia histórica fundamental para la macroeconomía desarrollista: la sobreapreciación cíclica y crónica de la tasa de cambio […] cuando decimos que no basta que haya demanda sustentada para que haya desarrollo económico acelerado y catching­up, que además es necesario que las empresas tengan acceso a esta demanda, tanto en el mercado externo como en el mercado interno, estamos deduciendo esta afirmación de la tendencia histórica a la sobrevalorización cíclica y crónica de la tasa de cambio [Bresser-Pereira et al., 2016: 113-114].

Así, el flujo circular del ingreso -eje explicativo de los ciclos históricos económicos usado por Furtado- es sustituido por un ciclo cambiario y financiero. La tasa de interés elevada, la tasa de cambio apreciada y la no neutralización del síndrome holandés determinan la tendencia de la sobreapreciación crónica y cíclica de la tasa de cambio (Bresser-Pereira et al., 2016: 122). Es una nueva forma de pensar en el desarrollo económico.

Para el nuevo desarrollismo la política industrial es necesaria, siempre y cuando los cinco precios macroeconómicos (la tasa de lucro o ganancia, la tasa de interés, la tasa de cambio, la tasa de salarios y la tasa de inflación) estén bajo control -algo que el mercado es incapaz de garantizar-. Lo que generalmente sucede en los países en desarrollo es que la tasa de interés es alta para atraer capitales, de ahí resulta -y de la no neutralización del síndrome holandés- una tasa de cambio apreciada; en consecuencia, la tasa de ganancia de las empresas industriales tiende a ser insatisfactoria, incapaz de estimular a las empresas para invertir. Por otro lado, la nueva teoría, liderada por Bresser-Pereira, apunta a que la política de sustitución de importaciones, tan apreciada por Prebisch y Furtado, se agotó ya en la región latinoamericana, en particular en Brasil (Bresser-Pereira et al., 2016: 21-22).

El nuevo desarrollismo es crítico de la “austeridad” liberal, pero defiende que la disciplina fiscal es esencial para que la cuenta corriente del país se mantenga en equilibrio. Fiel, sin embargo, a su origen en la macroeconomía keynesiana, la política fiscal debe ser expansionista cuando el país enfrente insuficiencia de demanda. Ya defendimos anteriormente que este eje de la política fiscal es uno de los más importantes (Villaverde y Rego, 2019: 123). La alternativa perversa a la disciplina es el “populismo fiscal” -déficits fiscales elevados- (Bresser-Pereira, 2007: 33). Como vimos, la política fiscal no forma parte del núcleo del desarrollismo clásico de Prebisch y Furtado, más que de manera subsidiaria (como en el papel de las tarifas sobre los bienes importados o en la tasación sobre la exportación de bienes primarios). El análisis de la tasa de cambio es importante en el desarrollismo clásico, puesto que tanto Prebisch como Furtado incorporan el factor “atenuante” sobre los márgenes de lucro que la moneda desvalorizada producía, pero la centralidad de la tasa de cambio y de la cuenta corriente solamente se cumple en el nuevo desarrollismo.

Más allá de una macroeconomía del desarrollo cuyo equilibrio depende de una política macroeconómica activa -principalmente de una política cambiaria-, el nuevo desarrollismo afirma, en el plano microeconómico, que el Estado debe planear las inversiones en los sectores no competitivos de la economía, mientras que deja a cargo del mercado la coordinación de los sectores competitivos.

IV. Conclusión

Para concluir este ensayo sobre las contribuciones teóricas de Prebisch, Furtado y Bresser-Pereira, es importante señalar que el desarrollismo clásico de los primeros (Prebisch y Furtado) fue central para las estrategias de política económica brasileña en el largo periodo de 1930 a 1980, al ser utilizado de manera indistinta por gobiernos de izquierda y de derecha, en periodos democráticos y dictatoriales, por parte de presidentes populistas o no. Agotado y, al final, consumido internamente por la inflación y la crisis de la deuda externa, y, externamente, por la crisis económica de la década de los setenta y del pensamiento keynesiano, el desarrollismo fue poco a poco abandonado como estrategia política y económica. Fue en este marco cuando, en la década de los 2000, Bresser-Pereira y un número cada vez mayor de economistas latinoamericanos comenzaron a construir el nuevo desarrollismo, que hoy constituye una alternativa a la ortodoxia liberal de la escuela neoclásica. Crucial para la segunda mitad del siglo XX, el desarrollismo clásico es hoy un instrumento rico e importante para la historia del pensamiento. Ahora, en el siglo XXI, éste es recordado y reconocido en la medida en que sirve como base de apoyo para la nueva teoría: el nuevo desarrollismo. Como línea maestra para ambas teorías, tan relevantes para América Latina, tenemos la actividad intelectual y como “hombres de acción” de Raúl Prebisch, Celso Furtado y Luiz Carlos Bresser-Pereira.

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1 Son los bienes homogéneos que se comercializan internacionalmente, por ejemplo, el petróleo, los metales, etc. [Nota de la traductora.]

2Síndrome macroeconómico de efectos adversos en la economía originado por el auge de la exportación primaria de un recurso sobre el cual el país tiene ventajas comparativas; se caracteriza por la apreciación de la moneda y la pérdida consecuente de competitividad de los restantes sectores exportadores, en especial los no tradicionales. El síndrome incluye la contracción del crecimiento a largo plazo, producto del clima adverso a la inversión. Este término tiene su origen en el proceso de deterioro observado en la economía holandesa como consecuencia de la explotación de yacimientos de hidrocarburos en el Mar del Norte. [Nota de la traductora.]

3En sus propias palabras: “En la economía dependiente, exportadora de productos primarios, la crisis se presentaba como un cataclismo, impuesto de fuera hacia dentro” (Furtado, 2009: 244).

4El cual Bresser-Pereira llamaba “ortodoxia convencional” entre 2001 y 2008, término que está incluido en la quinta edición de Desenvolvimento e Crise do Brasil (2003) y en Macroeconomia da Estagnação (2007).

5Como prueba fehaciente de esta afirmación utilizamos el índice remisivo de la más completa edición de la obra (2019): Raúl Prebisch es citado en el libro más veces (cinco, a lo más) que los términos importantes para su análisis, como “estructuralismo” (tres veces). Prebisch es citado por Furtado en la misma cantidad que los términos “intereses”, “desarrollo industrial” y “carga tributaria”.

6Entre los varios economistas involucrados en el asunto en las dos escuelas citamos a Pérsio Arida, André Lara Resende, Francisco Lopes, Edmar Bacha, Eduardo Modiano, Luiz Carlos Bresser-Pereira y Yoshiaki Nakano.

7Diversos economistas, de diferentes nacionalidades, estuvieron detrás de lo que se llama aquí desarrollismo clásico, siendo Prebisch el más destacado latinoamericano y Furtado el más destacado brasileño. Además de ellos, citamos también a Paul Rosenstein-Rodan, Arthur Lewis, Michael Kalecki, Albert Hirschman y Gunnar Myrdal. Un análisis reciente, sucinto sobre el desarrollismo clásico, se encuentra en Bresser-Pereira (2019).

8Conocida también como Eje Monumental, se encuentra en Brasilia, la capital de Brasil. Las construcciones de la Explanada de los Ministerios fueron proyectadas por el famoso arquitecto Oscar Niemeyer. En ese espacio se concentran los edificios de los diferentes poderes gubernamentales. [Nota de la traductora.]

9Bresser-Pereira, en entrevista realizada con los autores (Villaverde y Rêgo) para el libro Rupturas do pensamento (en proceso de edición, São Paulo, Editora 34).

10La nomenclatura que sigue proviene de Bresser-Pereira (1981: 3).

11Publicado por primera vez en la edición de enero-marzo de 1984 de la Revista de Economia Política. La versión que usamos aquí es la que fue publicada en el libro Inflação e Recessão, también de 1984.

12La propuesta de solución de la crisis de la deuda externa con base en la titulación (securitization) de las deudas a los bancos fue propuesta por Bresser-Pereira en la reunión anual conjunta del FMI y el Banco Mundial en octubre de 1987. Fue rechazada por el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, James Baker, y 18 meses más tarde adoptada de manera integral por el secretario del Tesoro, Nicholas Brady. Véase Bresser-Pereira (1999).

13Hay una amplia (y creciente) bibliografía sobre la reforma. Juzgamos interesante mencionar la visión del mismo idealizador, bien presentada en Bresser-Pereira (1998).

*Los errores u omisiones son responsabilidad de los autores. La investigación se realizó en São Paulo entre noviembre de 2018 y junio de 2019. [Traducción del portugués de L. Fátima Andreu.]

Recibido: 01 de Septiembre de 2019; Aprobado: 07 de Octubre de 2020

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