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El trimestre económico

versión On-line ISSN 2448-718Xversión impresa ISSN 0041-3011

El trimestre econ vol.87 no.347 Ciudad de México jul./sep. 2020  Epub 06-Feb-2021

https://doi.org/10.20430/ete.v87i347.1117 

Notas y comentarios bibliográficos

La “revolución de los ricos”: bajo la tormenta*

Rolando Cordera Campos** 

**Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la Universidad Nacional Autónoma de México (PUED-UNAM) (correo electrónico: cordera@unam.mx).

Tello, Carlos; Ibarra, Jorge. 2020. La revolución de los ricos. 2ª ed., México: Fondo de Cultura Económica, Facultad de Economía-UNAM,


En 2012 Carlos Tello y Jorge Ibarra presentaron un texto bien pensado y estructurado cuyo título era no sólo provocativo sino, quizá, paradójico: La revolución de los ricos. En nueve bien acomodados capítulos, que cubren temas fundamentales de la historia económica y social presente, nuestros autores ponen al descubierto las fuerzas motrices de una auténtica mudanza “sistémica” en el capitalismo contemporáneo. Un cambio que, como lo sugieren en su nuevo prólogo a esta segunda edición que debemos al Fondo de Cultura Económica, podría ser el estreno planetario de unas transformaciones cuya proyección ha llevado a algunos estudiosos a preguntarse si no estamos ya en la fase final del capitalismo como formación social multidiversa, que, como tal, cubre hoy prácticamente a todas las economías políticas del globo, pero también como “modo de producción”.

Desde una presentación problemática, de difíciles cuanto ilustradoras cuestiones iniciales, sobre el cambio en las relaciones sociales y de poder en el capitalismo de la posguerra (pp. 17-18), los autores desmenuzan la historia reciente que arranca en la segunda posguerra; la inscriben en una perspectiva mayor vinculada con la evolución de las ideas y las doctrinas de la economía política, y encuentran en las crisis de la década de los setenta, con la llamada stagflation, el elemento precipitante de una mudanza mayor en las ideas y las relaciones de fuerza y poder que se habían configurado en los “treinta gloriosos”, así llamados por los franceses a los años que siguieron a la segunda Guerra Mundial y que trajeron consigo un desarrollo capitalista sostenido, combinado con un acelerado cambio técnico y una indudable ampliación de la política democrática y de las instituciones, comprometidas constitucionalmente con un Estado de bienestar, que en Europa alcanzó niveles de protección y avance social notables por su alcance y solidez.

Estas ideas y relaciones -nos recuerdan- emergieron como horizonte político para los Estados y las clases sociales de la lección dolorosa y destructiva de las crisis económicas de entreguerras y del ascenso de los totalitarismos que llevarían a la demolición de las democracias liberales europeas y a la segunda gran conflagración del siglo XX. La estabilidad de los sistemas políticos que emergían con dificultad y, desde luego, la legitimidad de las democracias y los Estados dependían en alto grado de que el capitalismo triunfante fuera un sistema capaz de garantizar que “aquello” -la depresión, la dictadura y la guerra- no se repitiese.

Además, en aquellos momentos iniciáticos de un nuevo orden mundial -aunque en realidad durante todo el periodo de aquellos “treinta gloriosos”- el capitalismo que se transformaba y buscaba reconformarse como sistema político económico global y democrático hubo de contar con la presencia y la competencia de un orden económico y político que se presentaba no sólo como distinto al de la libre empresa y la competencia, sino en condiciones de superarlo y de evitar las contradicciones que habían llevado a las catastróficas décadas previas.

Con las convulsiones de la década de los setenta -proponen nuestros autores- emerge lo que llaman “la revolución de los ricos”. El “estancamiento con inflación”, que asoló ese decenio, sirvió para decretar el fin del paradigma keynesiano y señalar al trabajo organizado como el principal villano que, además, se aunaba al conflicto estructural desatado por los países petroleros pero que los otros países, los del llamado tercer mundo, querían volver consigna universal: reclamo planetario de otro orden internacional.

La secuela del giro enunciado es ahora universalmente conocida y padecida: reconcentración de ingreso y riqueza, acoso permanente a los derechos y las garantías del Estado de bienestar, reedición del individualismo “posesivo” más extremo, entronización de la competencia salvaje como virtud pública mayor, etc. (véanse los capítulos II y III). Los saldos de esta convulsión que los autores califican de revolucionaria están a la vista: crisis del empleo y de la confianza en Europa, incertidumbre mayor en los Estados Unidos, crecimiento errático en buena parte del mundo emergente. Todo esto se coronó por la Gran Recesión desatada en 2008 por la crisis financiera global y una secuela de recuperación tortuosa y, ahora, por una magna “crisis doble” que ha paralizado la Tierra y remitido nuestras imaginaciones y proyecciones a las imágenes de los mejores cine y literatura de ciencia ficción.

El mundo regido por los ricos que “ganaron” la lucha de clases afronta momentos de decisión vitales y cruciales. No sólo para el orden capitalista, que desde la “hiperglobalización” de fines del siglo XX transita hacia una hipercrisis también global, sino para los valores y los criterios de evaluación y creación de una civilización que, como la occidental, había llegado a decretar el fin de la historia una vez decidido el gran litigio bipolar que marcó la historia larga de la segunda posguerra.

Se trata de una combinación en extremo compleja cuyos desenlaces posibles están cargados de panoramas ominosos. Un libro como el de Tello e Ibarra no puede sino constituir un muy útil auxiliar para desentrañar los mil y un dilemas que el torbellino de esta doble crisis encierra y potencia. Después de todo, como proponen convincentemente los autores, se trata de un tema y un acertijo de poder, ahora global, y de unas ideas cuyos desarrollo y crítica son esenciales para poder plantearse el dibujo de un sendero de salida.

La revolución de los ricos es, lo repito, un libro sobre ideas y de ideas. Le otorga, como dijimos, un papel central a las fórmulas y las teorías que inspiraron el cambio de políticas y enfoques que sucedió a los turbulentos años setenta, cuando se cocinó en los corredores del poder mundial un cambio estructural formidable en profundidad y alcances. Al calor de la confrontación y de la referida combinatoria, inconcebible por la economía convencional y académica, entre inflación y estancamiento (la tristemente célebre stagflation), se decretó superado, cuando no derrotado, el paradigma keynesiano y se afirmó una crítica sostenida del Estado de bienestar y su capitalismo administrado y concertado que, desde entonces, ha recorrido el mundo. Se trata de unas convicciones que se aferran al poderío logrado, a pesar de que las convulsiones de 2008 y 2009 y ahora 2020 han aportado evidencias y argumentos suficientes para admitir que esa conformación ideológica y de política no puede sino propiciar unas concentraciones de riqueza y poder que le niegan legitimidad al sistema económico y político vigente, sin asegurar, como lo vivimos dolorosamente, un funcionamiento económico efectivamente vinculado con el bienestar general.

Lo que sigue será un periodo largo y convulso de confrontaciones y búsqueda de paradigmas alternos, así como de tozudos empeños por tejer coaliciones que contribuyan a transitar por un complicado tramo de reformas que no sólo nos saquen del estanco depresivo y las pesadillas sanitarias y climáticas, sino que sean capaces de transformar la política de poder aquí analizada. Sólo así podrá darse paso a mutaciones significativas, civilizatorias, de las relaciones sociales y los modos de organizar y producir lo necesario para una subsistencia articulada por valores de equidad, igualdad y bienestar y, desde luego, desarrollo sostenible.

Seguramente -como lo apuntan Tello e Ibarra-, a los deslizamientos y las disonancias que nos abruman subyacen desajustes y malformaciones estructurales debido a los cuales hay contradicciones y convulsiones que agobian el entendimiento y la sensibilidad más agudos e ilustrados. Sin embargo, como también lo plantean con claridad, estas profundas mutaciones no hubieran sido posibles ni duraderas -como lo han sido- sin la presencia y la fuerza de las ideas que como doctrinas definitivas desplegaron sus críticas de las fórmulas históricas principales heredadas de la Gran Depresión y la guerra, y abrieron la puerta al predominio político neoliberal, que se volvió hegemónico en la economía política y la política económica, los negocios y las finanzas y hasta en la cultura y las costumbres. Así lo consignan en los primeros párrafos de su espléndido y abundante prólogo a su segunda edición:

En La revolucion de los ricos se pone énfasis en el papel que tuvieron las ideas tanto en la base doctrinaria amplia del proceso como, en particular, en la justificación formal desarrollada en el marco de la teoría económica neoclásica. Se sostiene que el papel que desempeñaron las ideas fue fundamental porque gracias a éstas hubo un amplio convencimiento social de que los programas políticos prioritarios neoliberales marcaban el curso correcto a seguir. De otra manera no se podrían haber implantado. El proyecto neoliberal convenció en diferentes círculos de la política, la administración publica y la academia y, por supuesto, conto con los auspicios y el apoyo del mundo de los negocios, particularmente del sector financiero, que finalmente resulto el más beneficiado [p. 13].

Además de recogerlas, La revolución de los ricos se inscribe en las oleadas de reflexión crítica que impulsó la implosión financiera de estos años. Al convertirse en una abierta recesión -una “gran recesión”, como se le ha llamado para diferenciarla de su antecesora de los años treinta: la Gran Depresión-, la crisis actual pone sobre la mesa no sólo el anarquismo destructivo de los banqueros, sino un fenómeno que está en el fondo de la crisis y que militantemente fue soslayado durante las décadas de reconversión cultural y política neoliberal: una rampante desigualdad que genera tendencias poderosas al subconsumo o la sobreproducción, las cuales sólo podían ser encaradas con una recurrencia desaforada al crédito como eje maestro de una globalización cuya dinámica y trasfondo estratégico no podían sino llevar a mayor concentración y empobrecimiento relativos de las masas consumidoras.

De estas y otras observaciones provienen los hallazgos teóricos y políticos de Krugman o Stiglitz, los indignados europeos y los ocupantes de Wall Street. El “uno por ciento” deja de ser metáfora para la agitación y conmueve por su capacidad de síntesis a poblaciones y naciones; el progreso y sus enormes saltos cuánticos basados en la otra revolución de nuestro tiempo, la científica y técnica condensada en las capacidades de información y comunicación, se topan con su otra y ominosa cara: un ajuste impuesto desde arriba, del poder y la riqueza, destinado a redistribuir las cargas de una eventual recuperación en contra de quienes más han sufrido los efectos del estallido. Así, La revolución de los ricos nos pone frente a los temas clásicos de la confrontación clasista en torno a la justicia distributiva, problema que no sólo ha sido declarado tabú por el saber convencional de la época neoliberal, sino sistemáticamente soslayado en la investigación y la enseñanza de la economía.

Cómo fue que los ricos se impusieron no sólo socialmente en el reparto de los frutos del progreso técnico sino además intelectualmente constituye una pregunta clave del libro, para desde ahí abordar las más acuciantes sobre el porvenir. En sabroso y atractivo relato, el texto propone interesantes hipótesis de sociología política y del conocimiento que no logran librarse del todo de un cierto tufo conspiratorio del que los autores se deslindan desde su introducción, pero que se mantiene en peligroso sobrevuelo a lo largo de su texto. Los ricos planean y se encargan de asegurar el financiamiento de sus planes revolucionarios, forman grupos de conocimiento y acción política, arrinconan a potenciales indisciplinados y se apoderan de voluntades de quienes, sin remedio, son víctimas irrecuperables de sus designios.

No sólo estamos ante un conflicto clasista sino ante un proyecto de recuperación hegemónica que no deja de sonar como obcecada búsqueda del tiempo perdido. Lo ilustra Warren Buffet, uno de los hombres más ricos de los Estados Unidos, de quien los autores escogen una frase elocuente: “Desde luego que hay una guerra de clases, pero es mi clase, la clase rica, la que la esta haciendo y estamos ganando”, recogida por el New York Times en 2006.

Sin duda, debajo de esa lucha o junto a ella también hay una economía política que recoge deslizamientos en las relaciones sociales y de poder. Sin destacar estos deslizamientos resulta harto difícil explicarse un triunfo tan completo y, más que nada, su enorme capacidad de duración antes, durante y tal vez después de las crisis provocadas en buena medida por las políticas económicas y sociales desplegadas bajo el paradigma que iluminó la revolución plutocrática. Sin desmedro de la eficacia de la que hicieron gala estos intrigantes revolucionarios, y que Carlos Tello y Jorge Ibarra tan bien desmenuzan, la evolución y las tragedias del bloque histórico que hicieron posible la edad de oro del capitalismo merecen mayor y más detallada atención.

El debilitamiento del trabajo organizado y el extravío de sus partidos clásicos; la fragilidad de la academia heredera de la otra gran revolución teórica del siglo XX: la keynesiana; la desaparición del horizonte alternativo, con el hundimiento de la URSS y su pretendida apuesta por otra economía y otra sociedad, conforman un cuadro sumamente poblado por experiencias y afanes, multivariado y azaroso, cuya dinámica va más allá de las conspiraciones plutocráticas y sus malas compañías en la producción y la manipulación de las imágenes y las actitudes morales de los ciudadanos. Éstos, por lo demás, no dejan de votar y generar esperanzas de cambio o reclamo justiciero. O el capitalismo mantiene su enorme capacidad transformadora y de reforma social en la producción y la técnica, las ideas y las estructuras sociales, o estamos en la frontera de una abierta regresión civilizatoria.

Éstas son palabras mayores y me hago cargo de ello. No sería justo pedirle a este espléndido ejercicio de síntesis histórica y taxonomía doctrinaria que además nos abriera la puerta de tan ominoso porvenir. Se trata, sin embargo, de un horizonte que de manera glaciar se asoma. Habrá que darle un tiempo preferente a su análisis, una vez que este libro haya sido leído y digerido. El punto de partida, nos dicen Tello e Ibarra, es éste:

No existe una ÚNICA TEORÍA ECONÓMICA (así con mayúsculas) sino un conjunto de ideas sobre las causas que determinan la riqueza de las naciones y el desarrollo social de sus pueblos, que a lo largo de los años, desde por lo menos finales del siglo XVII se ha ido construyendo. Tampoco existe una sola política económica, una sola receta universal útil para todos los lugares y todos los tiempos [p. 192].

Todo esto y más pudo decirse después del ventarrón de 2009. La posibilidad de abrir brechas y avenidas deliberativas y teóricas parecía estar dispuesta. Pero, en lugar de abrirse rutas y foros para el debate de ideas, el mundo siguió bajo el dominio del vademécum globalista. La recuperación, lenta y desigual, puso a flote un profundo y extendido subsuelo de desigualdad y empobrecimiento que se tornó fuente de descontentos mayores con la democracia y la propia economía de mercado global. Contra toda lógica, o sentido común, se soslayaron esas señales y las élites empoderadas optaron por hacer oídos sordos a ellas. Así se abrió el paso a la resurrección de los nacionalismos étnicos, comerciales y económicos, tierra fértil tanto para la llegada a la Casa Blanca del aventurero empresario estadunidense como para los “brexiteros” en Inglaterra. A decir del profesor Dani Rodrik, “Los economistas (y quienes les prestan atención) habían llegado a confiar demasiado en su narrativa preferida” (Rodrik, 2012: 14).

Diez años después de esa crisis, en 2018, Carlos Tello y Jorge Ibarra han escrito, decimos, un nuevo prólogo; entre otras cosas, anotan:

Se viven tiempos de estancamiento productivo, dislocaciones financieras altamente complejas, extendido desempleo en varios países (sobre todo entre la juventud), precios de las materias primas finalmente a la baja, comercio entre las naciones amenazado y deterioro en las condiciones de vida material de las grandes mayorías […]

La desigualdad en la distribución del ingreso persiste y en varios e importantes países ha aumentado. La inflación se reaviva en algunos países. El intercambio comercial comienza a verse con recelo y el precio de las materias primas ha caído […] Lo anterior en parte explica el resurgimiento actual de un nacionalismo excluyente en los países de economía avanzada con planteamientos comunes: nacionalismo económico, anti globalización, anti Unión Europea, hostilidad frente al establishment político y ante la política en general [pp. 18 y 19].

Y se adentran:

los enfoques alternativos de la ciencia económica fueron arrumbados y esto, en opinión de muchos autores de diferentes filiaciones políticas, ha sido perjudicial para la comprensión de los fenómenos económicos. El predominio del enfoque neoclásico quedó aparejado con el optimismo fuera de lugar que se dio desde la década de los años noventa. Se llegó a afirmar que con los avances de la ciencia económica (la neoclásica) el problema de las depresiones económicas estaba bajo control [p. 25].

Empero, el predominio que los postulantes del dogma neoliberal se ufanaban en ostentar quedó abatido por un pequeño virus que cruzó la muralla china y que ha mostrado una exponencial capacidad de infectar no sólo organismos vivos y seres humanos sino la economía, la producción, los mercados, la política, las instituciones, etc. El libro, como hemos dicho, convoca a pensar y a tomar en serio el poder de las ideas. A respetarlas y confrontarlas. Los asertos de Ibarra y Tello retoman vigencia, volvemos a citar: “En La revolucion de los ricos se pone énfasis en el papel que tuvieron las ideas tanto en la base doctrinaria amplia del proceso como, en particular, en la justificación formal desarrollada en el marco de la teoría económica neoclásica. Se sostiene que el papel que desempeñaron las ideas fue fundamental” (p. 13).

La invitación que se nos hace es a repensar un país -insertado en un mundo- para imaginarlo como habitable, cuyos signos de identidad sean la recuperación del crecimiento económico, la generación de empleos, la centralidad de los derechos y del desarrollo. No sobra recitarlos, como una invitación más a leerlos:

Del libro se desprende destacadamente la necesidad de asumir una posición critica ante la experiencia neoliberal, dados sus malogrados resultados, la problematica economica y social que se fue acumulando y la erupcion de la mayor crisis economica experimentada desde la segunda Guerra Mundial. A partir de ello se deriva la necesidad de pensar y proponer formas nuevas y creativas de reencauzamiento del curso de las economías […]

Es común señalar a la menor intervencion del Estado en la economia como uno de los ejes fundamentales del regimen neoliberal.

En realidad, como se senalo en la primera edicion de La revolucion de los ricos, lo correcto es hablar de cambios fundamentales en las formas de intervención del Estado. El Estado neoliberal no se torno inactivo, no se abstuvo de incidir en el curso de la actividad economica, solo que lo hizo de manera diferente. Ha sido activo, instrumentando extensos procesos de privatizacion tanto de empresas publicas como de la provision de servicios publicos diversos, así como de desregulacion de actividades mercantiles privadas. Igualmente, ha instrumentado y administrado diferentes reformas que pretendidamente van dirigidas a proteger el buen funcionamiento de los mercados y a estimular el emprendimiento privado de actividades económicas (reformas laborales, leyes de competencia, proteccion de la propiedad intelectual, etc.). Tambien ha reducido las cargas tributarias, especialmente aquellas que inciden en las ganancias empresariales y especulativas. Finalmente, se ha propuesto como regla controlar sus gastos y apuntar hacia bajas proporciones del deficit fiscal respecto del producto interno bruto.

El sentido de este cambio en la participacion del Estado ha conducido al fortalecimiento del imperio del mercado, a la supuesta libre competencia y al intercambio practicamente sin limitaciones de mercancias, servicios y capitales entre los paises, pilares en los que descansa el pensamiento neoliberal, y que estan muy presentes desde hace tiempo y todavia en la actualidad [pp. 15-16].

La hora dura que se prolonga con los días y los meses nos reta a intentar exploraciones audaces. A ser capaces de encontrar un nuevo pacto civilizatorio y para el desarrollo, sabiendo que, como anotó Octavio Paz (1990: 12):

Pensar el hoy significa, ante todo, recobrar la mirada critica. Por ejemplo, el triunfo de la economia de mercado -un triunfo por default del adversario- no puede ser unicamente motivo de regocijo. El mercado es un mecanismo eficaz pero, como todos los mecanismos, no tiene conciencia y tampoco misericordia. Hay que encontrar la manera de insertarlo en la sociedad para que sea la expresion del pacto social y un instrumento de justicia y equidad.

Referencias bibliográficas

Paz, O. (1990). La búsqueda del presente. Facultad de Ciencias-UNAM. Recuperado de: http://lya.fciencias.unam.mx/pablo/an20072/material/La_busqueda_del_presente.pdfLinks ]

Rodrik, D. (2012). Nuevo casting para narrar la globalización. En La paradoja de la globalización (pp. 11-24). Barcelona: Antoni Bosch. Recuperado de: http://www.antonibosch.com/system/downloads/430/original/EC-RODRIK_Introduccion.pdf?1327318844Links ]

Tello, C., e Ibarra, J. (2020). La revolución de los ricos, 2a ed. México: Fondo de Cultura Económica/Facultad de Economía-UNAM. [ Links ]

*Carlos Tello y Jorge Ibarra (2020). La revolución de los ricos, 2ª ed. México: Fondo de Cultura Económica /Facultad de Economía-UNAM. Agradezco a Ana Galván su invaluable ayuda en la elaboración de esta reseña.

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