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El trimestre económico

versión On-line ISSN 2448-718Xversión impresa ISSN 0041-3011

El trimestre econ vol.81 no.323 Ciudad de México jul./sep. 2014

 

Artículos

Los efectos crecimiento y redistribución: una propuesta metodológica. Ciclo económico y pobreza en México

Henio Millán* 

*Profesor-investigador, El Colegio Mexiquense (correo electrónico: hmillan@cmq.edu.mx).


Resumen

A pesar de ser el más usual, el método Datt-Ravallion de descomposición de las variaciones en la pobreza en dos efectos -el de redistribución y el de crecimiento-, ha dejado muchas insatisfacciones a causa de su inexactitud y asimetría. El artículo propone un procedimiento alternativo que repara estas fallas sin recurrir a los pro medios interanuales que utilizan otras técnicas. Al aplicarlo a México, los resultados satisfacen estas expectativas metodológicas y revelan el carácter conflictivo entre ambos efectos, lo que explica por qué el descenso de la pobreza es tan lento en las fases expansivas del ciclo y por qué la redistribución del ingreso amortigua las repercusiones de las crisis, especialmente de las más profundas, sobre la pobreza.

Palabras clave: descomposición; pobreza; distribución; crecimiento; México

Abstract

Despite being the most popular decomposition methodology of poverty into its effects of redistribution and growth, the Dath-Ravallion method has been a cause of great dissatisfaction due to its inaccuracy and asymmetry. This article proposes an alternative procedure that repairs these failures without calling on inter-annual averages used by other techniques. When applied to Mexico, results satisfied these methodological expectations and discovered the trade-off between both effects, which helps to explain why poverty reduction is so low in the expansion stages of economic cycles, and why income redistribution cushions the impact of crisis, specially the most profound ones, on poverty.

Clasificación JEL: I32.

Introducción

Un consenso creciente recorre los estudios sobre la pobreza: cualquier alteración en los indicadores que dan cuenta de la misma obedece a un cambio en el nivel de actividad económica y/o en la distribución del ingreso. A la primera causa se le conoce como "efecto o componente crecimiento", mientras que a la segunda se le llama "efecto o componente distribución". La razón es muy simple: si la pobreza es medida unidimensionalmente, cualquier alteración que sufra es resultado de un cambio en los ingresos de quienes la padecen, y esta mutación sólo puede provenir de la redistribución del ingreso y/o de las perturbaciones en el crecimiento económico (Bourguignon, 2004; Cortés, 2010; Mahmoudi, 2001). No existe otro mecanismo.

En este sentido, las explicaciones que recibe su evolución deben pasar, previamente, por la ubicación de los causales en uno de los dos casilleros. Por ejemplo, los que minimizan o exaltan la influencia de la política social deberían inspeccionar primero los efectos de ésta en la redistribución del ingreso y, de igual modo, quienes ponderan (o desprecian) la estabilidad macroeconómica deberían sopesar su influencia estimuladora o inhibidora en el crecimiento. Lo mismo podría decirse de las remesas, de la mejoría de la productividad agrícola o del desarrollo de actividades rurales, cuya remuneración no depende de los usos tradicionales de los recursos en el campo.

Pero una tarea como esta demanda detectar previamente los cambios en el nivel de actividad y en la distribución del ingreso, con el propósito de brindar una ponderación -lo más exacta posible- de su responsabilidad en las modificaciones registradas en el indicador pobreza seleccionado. Con la excepción de la descomposición elaborada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) -citada por Cortés (2010, p. 84) - no conozco una estimación similar para el caso de México. Sin embargo, este ejercicio reposa en la metodología propuesta por Datt-Ravallion (1992), que ha sido objeto de una abultada batería de críticas por la gama de ambigüedades que la rodean.

La fuente de tales ambigüedades reside, en primer lugar, en que la descomposición operada por Datt y Ravallion no es exacta: siempre va acompañada por un residuo, cuando -en principio- la intuición nos advierte que no existe cambio en la pobreza que no provenga del crecimiento o de la redistribución del ingreso. El residuo no explicado puede ser lo suficientemente grande para sobrestimar o subestimar el efecto de alguno de estos ingredientes y, sobre todo, para dejar una amplia zona de nubosidad tras el ejercicio de descomposición.

Por ejemplo, con excepción del periodo 2000-2006, la estimación del Coneval -que puede apreciarse en el Apéndice- reporta un residuo consistentemente mayor que el impacto distributivo, incluido el lapso en que se escenifica la crisis de mediados de los noventa. Aún más, en este lapso la distribución del ingreso y el crecimiento del ingreso cooperan en la tarea de abatir la incidencia de la pobreza, mientras que el residuo opera como una fuerza contraria. Es difícil precisar qué significa este resultado.

En segundo término, la descomposición de Datt y Ravallion se distingue por no ser simétrica: los resultados divergen según se utilice el año inicial o el final como referente (Kakwani, 1997; Mahmoudi, 2001; López Bóo, 2006). Por ejemplo, Mahmoudi (2001, p. 4) advierte que los datos de Datt-Ravallion arrojan un componente distributivo de -1.95 cuando -como lo hacen estos autores- la estimación reposa en el año inicial; pero si el mismo cálculo es construido con base en el último, el resultado es -0.54.

En tercer término, como veremos más adelante, el método Datt-Ravallion opera sobre la constancia o la variación de toda la distribución del ingreso familiar al estimar el efecto crecimiento o el componente distributivo, respectivamente. En este último caso debería arrojar una asociación consistente y unívoca entre este último efecto y las variaciones del coeficiente de Gini, de tal forma que una mayor equidad se exprese en una reducción de la pobreza, y una menor equidad en un recrudecimiento de esta condición. Sin embargo, como se muestra en la estimación del Coneval, el procedimiento no siempre produce este resultado: en el lapso 1994-1996, cuando se atestiguó una de las crisis más virulentas que ha experimentado México, el componente distributivo aparece como un impulsor de la pobreza, a pesar de que el Gini exhibió una clara mejoría (Gráfica 5); en el siguiente (1996-2000), sucede lo contario: el Gini aumenta, mientras aquél exhibe a la distribución del ingreso como un reductor de la incidencia de la pobreza. Este hecho siembra dudas razonables sobre si es adecuado usar toda la distribución como variable de impacto cuando se calcula este efecto, y, en general, si los contrafactuales a los que se recurre para la estimación de uno y otro componente son los apropiados.

El primer objetivo de estas líneas es suministrar un método alternativo de descomposición de la pobreza que no incurra en estos problemas. Su principal virtud reside en que es una técnica no estocástica, basada en un simple procedimiento algebraico que arroja una estimación exacta y simétrica y, por tanto, que elimina el residuo de Datt-Ravallion.

Otro atributo es que no recurre a soluciones fincadas en métodos controversiales para resolver los problemas de inexactitud o asimetría. A partir de la aparición del texto de Kakawani (1997) proliferaron estimaciones que corrigen estas fallas con base en promedios interanuales de los efectos crecimiento y distribución, respectivamente (Moussamadi; Bourguignon, 2004). Este método ya había sido acusado de arbitrario por Datt-Ravallion (1992, p. 278) en su primera versión, pero ha sido utilizado ampliamente a pesar de la advertencia seminal. La arbitrariedad no ha sido explicitada, pero es fácil deducirla: la técnica de los promedios no está ligada a la definición de los componentes ni obedece a una articulación lógica con la propia naturaleza de la descomposición.

Por otro lado, no han faltado los ejercicios que adoptan el supuesto de homogeneidad de grado uno de la función (inversa) de distribución (la curva de Lorenz). Así lo ejemplifican el texto del propio Kakwani y el de López-Bóo (2006). De esta manera se salva el escollo asociado a la débil articulación lógica, y el resultado fincado en "promedios" emerge como un corolario del supuesto. Sin embargo, éste no deja de representar una invocación muy apretada y, en el mejor de los casos, un expediente aplicable a un número muy restringido de casos.

Adicionalmente, la asunción de homogeneidad en primer grado implica especificar a priori la función de desigualdad. Según Maasoumi y Mahmoudi (2001,p. 13),la verdadera fuente del residuo Datt-Ravalion no reside en la elección del año de referencia, sino en las especificaciones que tales autores escogieron para realizar sus estimaciones para Brasil y la India.1 Para ellos, un método de descomposición atinado debería construirse y operarse con independencia del tipo de especificación que se asuma para la curva de Lorenz. Es difícil argumentar a favor o en contra de esta opinión y, sobre todo, extenderla al supuesto de homogeneidad; pero parece razonable, al menos por un motivo: siempre será mejor una estimación con menores supuestos.

El método que aquí se propone elude este tipo de soluciones porque no necesita "promedios", ni tampoco especificar la función de distribución en un sentido determinado, pero desmerece en otros aspectos. El más sobresaliente es que es aplicable solamente a un indicador de la pobreza: la incidencia. Tanto el procedimiento Datt-Ravallion como el de "promedios" pueden desplegarse a cualquier medida descomponible de la pobreza; señaladamente, la tres que conforman la familia Foster-Greer-Thorbecke (1984). La propuesta metodológica no llega a tanto; al menos no sin arriesgar otra de sus principales virtudes: la simplicidad.

El segundo objetivo es aplicar el procedimiento al caso mexicano, con el propósito de detectar, en primer lugar, cuál de los dos componentes es predominante en el ciclo de la economía nacional; en segundo, si se sostiene la acción cooperativa del crecimiento y la redistribución del ingreso sobre los cambios en la pobreza, que parece insinuar la estimación del Coneval, y, por último, si el crecimiento mexicano es -o no- propobre, en alguno de los dos significados que suelen atribuírsele al término: el absoluto y el relativo.

La reacción desatada por el trabajo de Kakwani y Pernia (2000) en algunos integrantes prominentes del Banco Mundial (Ravallion, 2004), ha exhumado viejas inconformidades con la teoría del "goteo" distributivo (trickle-down). Ésta encuentra sus antecedentes más remotos en Kuznets (1995) y en los pioneros de la teoría del desarrollo (Lewis, 1954; Nurske, 1943) y, más recientemente, en el llamado Consenso de Washington. Los años setenta fueron testigo de las primeras rebeliones contra la idea de que el crecimiento acabaría por derramar sus beneficios entre los más pobres y, por esta vía, por activar una mayor igualdad. Las decepciones que ha acarreado ese Consenso despertaron esa polémica, encarnada en la disputa entre dos definiciones del crecimiento propobre: la absoluta y la relativa (Whitefield, 2008; López, 2004; Klasen, 2004). Al amparo de la primera, cualquier crecimiento que reduzca la pobreza puede ser adjetivado como propobre (Ravaillon, 2004; Dollar y Kraay, 2002); bajo la segunda, el calificativo sólo se lo gana el dinamismo económico que conlleve un crecimiento del ingreso de los pobres proporcionalmente mayor al de los no pobres (Kakwani y Pernia, 2000).

El asunto es que el enfrentamiento ha involucrado directamente los procedimientos de descomposición de la pobreza: quienes adoptan la definición absoluta defienden el método Datt-Ravallion; quienes se decantan por la relativa abogan por la técnica de los "promedios". El método que abordará este texto, en su simplicidad, se inclina por la segunda definición pero como un resultado lógico, no preconcebido ni determinado por una simpatía previa hacia alguna de las dos posiciones.

En suma, estas líneas buscan inspeccionar cómo han incidido los cambios en la distribución del ingreso y las variaciones en el nivel de actividad en la pobreza mexicana. En México, las crisis se han distinguido por tener efectos devastadores sobre la pobreza, mientras que las recuperaciones no son tan contundentes al revertir estos efectos. Pero también han ocasionado mutaciones en el campo distributivo, que frecuentemente actúan como amortiguadores en las caídas del producto y como débiles propulsores en sus ascensos. Este comportamiento no coincide con el descrito en la descomposición del Coneval, pero sí con la evolución del coeficiente de Gini en las distintas fases del ciclo. A mi juicio, ello obedece a las inconsistencias que, en algunas circunstancias, registra el procedimiento Datt-Ravallion, usado por aquella institución. La revisión del comportamiento de los componentes en el ciclo a la luz de la metodología es, entonces, el principal propósito de este texto.

El artículo se organiza en tres secciones. En la primera se aborda directamente la descomposición de la incidencia de la pobreza y se compara el método propuesto con otras descomposiciones que exhiben como piedra angular la curva de Lorenz; en la segunda se estima la descomposición de la pobreza patrimonial2 para el caso mexicano en el lapso 1992-2010, y en la tercera se presentan las conclusiones.

I. El método de descomposición de la pobreza

La intención de este apartado es presentar un método de descomposición de la incidencia de la pobreza (headcount) en dos componentes que, en principio, deben agotar los cambios en este indicador: el efecto crecimiento (o ingreso) y el efecto redistribución. Se ha tratado de que ambos cumplan con sus definiciones más usuales, pero que al mismo tiempo satisfagan dos condiciones: i) que deriven del concepto asociado a la medición de la pobreza (la incidencia), en virtud de que los ejercicios que se han comentado proceden al revés: parten de los componentes e intentan después integrarlos en una variación del indicador seleccionado para el cálculo de la pobreza, y ii) que no se confunda la definición conceptual con la operativa; es decir, el concepto con la metodología para medirlos.

El componente crecimiento consiste en la variación en una medida de la pobreza que es atribuible exclusivamente al crecimiento del ingreso medio (per cápita) de la población; el redistributivo, por su parte, es el cambio en esa medida que obedece, también de forma exclusiva, a cambios en la distribución del ingreso. Hasta aquí, no parece haber desacuerdo. Sin embargo, la mayoría de los autores traducen esta definición en un método de cálculo que involucra siempre el uso de un contrafactual: el ingreso medio o toda la distribución del ingreso, que se mantienen constantes según se calcule el efecto distributivo o el correspondiente al del crecimiento, respectivamente. Así nos lo proponen Ravallion (1992, p. 277); Bourguignon (2004, p. 3) e, incluso, Kakwani (1997, p. 3). Pero ésta no es una definición de los componentes, sino del método para estimarlos. Equivale a confundir el concepto de productividad marginal con la derivada que normalmente usamos para calcularlo. En su lugar, ésta debe ser un corolario, y no una premisa del concepto. Por otro lado -y esto es lo importante para nuestro argumento -, aunque la utilización de contrafactuales es indispensable a fin de aislar la influencia de cada componente, es conveniente preguntarse si los seleccionados son los idóneos para medir tal influencia, de forma no solamente coherente, sino también exacta.

El contrafactual del componente crecimiento de los métodos anteriores capta adecuadamente las repercusiones del cambio en el ingreso medio sobre la pobreza, en la medida en que impide que una variación de esta última se vincule a una transferencia de ingresos entre los deciles de la distribución. Ello significaría que cuando le toque el turno al ingrediente distributivo se varíe lo que antes se mantuvo constante: toda la función de distribución del ingreso. Ésta es la mecánica que deriva de aquellos métodos; sin embargo, se diluye la idea intuitiva original: la redistribución solamente puede afectar la pobreza si los pobres reciben menos o más ingresos, producto de una transferencia hacia o desde los definidos como no pobres, dado el nivel de ingreso medio. Un traspaso del decil más rico a cualquier otro que no sea pobre alterará toda la distribución del ingreso y el coeficiente de Gini, pero no los niveles de pobreza.

Por ello, la variación en la distribución del ingreso debe centrarse en la que prevalece entre pobres y no pobres; sin embargo, como veremos más adelante, ello requiere sustituir no sólo el contrafactual del componente crecimiento, sino también el del ingrediente distribución.

1. La incidencia de la pobreza y la distribución del ingreso entre pobres y no pobres

La incidencia de la pobreza (I) es enunciada como la proporción de la población que se encuentra en esta condición:

1

en la que P denota la cantidad de pobres y N, la población.

Por su parte, si hacemos que Y represente el total del ingreso nacional que queda en poder de las familias, éste puede dividirse entre el que percibe el conjunto de pobres (Yp) y el que recibe el grupo de no pobres (Ynp):

esta forma, la distribución del ingreso entre ambos núcleos de población se expresa de la siguiente manera:

Y la participación de los pobres en el ingreso nacional adopta la siguiente expresión:

2

Introduzcamos ahora el ingreso medio nacional (X) y el ingreso medio de los pobres (W):

3

4

Por tanto,

5

Sustituyendo en (2)

6

Pero de (3), tenemos que

Sustituyendo en (6)

La incidencia de la pobreza es definida por (1) como la proporción de pobres en la población. Entonces,

De esta forma, podemos vincular el nivel de la incidencia con la distribución del ingreso entre pobres y no pobres:

7

8

Sustituyendo en el primer argumento del miembro derecho de esta Ecuación por (2), esta expresión se transforma en

9

Esta última Ecuación (9) se puede representar en la Gráfica 1.

Gráfica 1 Relación entre incidencia y distribución pro o antipobre del ingreso. 

De esta forma, la incidencia de la pobreza es expresada en función de la participación de todos los pobres en el ingreso nacional, [Yp/Y], que en adelante llamaremos "la proporción", y de la relación entre el ingreso medio nacional y el ingreso medio de los pobres, (X/W) y que denominaremos, en aras de la brevedad, "la relación". Como se puede apreciar:

  1. Dada la proporción del ingreso de los pobres en el ingreso total, la incidencia aumenta cuando crece la relación entre el ingreso medio nacional y la remuneración media de los pobres. Vale decir: cuando el ingreso per cápita del conjunto nacional crece más que proporcionalmente que el ingreso per cápita de los pobres. Y disminuye cuando aquella relación baja.

  2. Dada la relación entre el ingreso medio nacional y el ingreso medio de los pobres, la incidencia de la pobreza aumenta cuando crece la participación de los pobres en el ingreso nacional, y disminuye cuando ésta desciende.

Estas dos proposiciones necesitan aclararse, para evitar confusiones. Comencemos con la segunda. La participación del ingreso de los pobres en el nacional (la "proporción") tiene dos componentes. Uno es el poblacional,3 P/N; el otro, el estrictamente distributivo: W/X.

10

Si la "relación" se mantiene constante, su inverso también lo hace. Entonces, en este caso, una disminución (aumento) en la "proporción" no refleja otra cosa que la disminución (aumento) de la cantidad de pobres en relación con la población total. Es decir, la constancia de W/X, combinada con cambios en la "proporción", exhibe las variaciones poblacionales en el nivel de pobreza. De esta forma, cuando esta proporción disminuye, en presencia de una W/X dada, el número de pobres desciende en relación con la población; es decir, declina la incidencia.

¿De dónde proviene esta declinación (aumento)? Del crecimiento económico.4 Y sólo del crecimiento económico. La constancia de la "relación" sólo puede darse en dos escenarios: i) cuando los ingresos per cápita de los pobres y de toda la población varían en un mismo sentido y a una misma tasa; es decir, de forma proporcional, o ii), cuando los dos permanecen inalterados.

En el primer caso, el ingreso medio de los pobres ha aumentado o disminuido; para este caso, esta mejoría se ha traducido en que un grupo determinado de tal contingente ha abandonado la condición de pobreza. En el segundo, el número de pobres se ha abultado porque fue nutrido por personas clasificadas como "no pobres", antes de que el crecimiento económico registrara tasas negativas y, por tanto, antes de que disminuyeran los ingresos medios. El segundo escenario implica que no se han registrado cambios distributivos ni efectos del crecimiento. Es decir, es incompatible con cualquier variación en la incidencia.

Por tanto, la segunda proposición, ii), refleja los cambios en la incidencia de la pobreza que pueden atribuirse de forma exclusiva al crecimiento económico. Es decir, es la fuente del componente crecimiento de la descomposición de la pobreza, medida por su incidencia. De otra forma: si la "relación" es constante, cualquier variación en la "proporción" muestra el efecto poblacional que provoca el crecimiento económico.

Ahora es más fácil comprender la primera proposición, i). La combinación de una "proporción" constante con una variación en la "relación" de ingresos medios, acarrea que los cambios en la incidencia sólo pueden ser atribuidos a una redistribución del ingreso entre pobres y no pobres. Más precisamente: que todos los cambios distributivos a favor o en contra de los pobres se traducen en una reducción (o aumento) proporcional exactamente igual en la incidencia. De la Ecuación (10),

10.1

Aplicando logaritmos y diferenciando, obtenemos que las tasas de cambio de la incidencia y de la "relación" se igualan cuando la "proporción" es constante:

Entonces, las variaciones en la "relación" (X/W), son la fuente del componente redistributivo de la descomposición de la incidencia de la pobreza.

Como se puede apreciar, la descomposición no necesita una distribución del ingreso fincada en cuantiles y, por ello, una curva de Lorenz. Sólo es necesario distribuir el ingreso total entre pobres y no pobres. Ello conducirá a una estimación exacta, como examinaremos más adelante, porque reposa sobre otros contrafactuales: "la relación", en el caso del componente crecimiento y la "proporción", en el del efecto distributivo.

Otro atributo es que la descomposición puede efectuarse con base en una función lineal de la incidencia. En las anteriores, este indicador -y las medidas subsecuentes de la familia "Foster"- son funciones no lineales, en la medida en que la hacen depender de la media del ingreso, del umbral de la pobreza y de la curva de Lorenz que, como sabemos, no es lineal (Bourguignon, 2004; Kakwani, 1997; Datt y Ravallion, 1992; Mahmoudi, 2001).

En la gráfica, la incidencia depende de la "relación". El exponente de esta variable es 1, y la función, lineal. La pendiente de la recta es la "proporción". Por tratarse de una recta, ésta se mantiene constante a medida que se registran cambios a lo largo de la curva; es decir, a medida que la incidencia de la pobreza varía debido exclusivamente a alteraciones en la "relación", (X/W). Por tal razón, estos cambios reflejarán el efecto redistributivo de la composición: una reducción de la "relación" -de (X/W)0 a (X/W)1, por ejemplo- implica que el ingreso se redistribuye a favor de los pobres y que la incidencia se abate de I 0 a I 1, mientras un movimiento contrario la eleva.

Por otro lado, un cambio en la "proporción" acarrea el cambio de pendiente y, por tanto, el salto hacia otra recta; es decir, a otra relación lineal entre la incidencia y su variable independiente, (X/W). Para un valor dado de esta última, la variación de la pendiente implica que ha operado un cambio poblacional en el contingente de pobres, que puede significar una reducción, porque existe un grupo de personas que abandonan la condición de pobreza o bien un aumento, porque es nutrido por nuevos integrantes provenientes del núcleo anterior de no pobres. En el primer caso, la pendiente pasa de (Yp /Y)2 a (Yp /Y)1; en el segundo, el movimiento es el contrario. Por tanto, las variaciones en la pendiente reflejarán el componente crecimiento de la descomposición.

Por último, los saltos en la pendiente tienen un límite: la recta de 45o. Ahí asume el valor de 1, que significa que todo el ingreso nacional se destina a los pobres. Por tanto, la pendiente de la Función (9) siempre será inferior a la unidad.

2. El cálculo del componente crecimiento y del componente redistribución

La Gráfica 1 aporta los elementos suficientes para estimar los dos componentes de la descomposición de la incidencia de la pobreza. Para simplificar la exposición, pongamos por caso que:

11

12

De esta forma, la Gráfica 1 puede expresarse a través de estas nuevas y más sencillas variables y aprovecharse para estimar los dos efectos. La tarea se realiza para una fase expansiva del ciclo, pero el procedimiento es similar, si bien en sentido contrario, para una recesiva.

En el periodo inicial, la vinculación entre la incidencia de la pobreza y la "relación" está dada por la recta I=β1γ. El punto (γ0;I 0) indica el nivel de incidencia que corresponde a los valores iniciales de la "relación" y a la "proporción". Supongamos que la economía entra en una fase expansiva del ciclo, de tal forma que se produce un efecto combinado de crecimiento y de redistribución hacia los pobres que termina en el punto (γ1;I 1) que consideramos el resultado en el periodo final. Si seguimos el argumento de la sección anterior, el efecto crecimiento "puro" demandó un cambio en la pendiente de la recta original y, por tanto, el "salto" a otra función lineal, que puede ser expresada como I=β2γ. La nueva pendiente es menor que la inicial porque el crecimiento acarrea que un determinado contingente de personas abandone la condición de pobreza. Para una misma "relación", disminuye la proporción de este último núcleo en el ingreso total, que es precisamente lo que expresa la reducción de la pendiente. De esta forma, la recta I=β2γ da cuenta del periodo final.

En la Gráfica 2 se puede apreciar que el efecto total sobre la incidencia es I 1-I 0. En él se combinan el efecto crecimiento y el redistributivo. Este último, como hemos señalado, está asociado a un movimiento a lo largo de la recta, en la medida en que la declinación de la incidencia refleja cabalmente disminución de y, cuando la pendiente se mantiene constante. De aquí puede desprenderse fácilmente la estimación de los dos componentes.

Gráfica 2 Descomposición de la incidencia de la pobreza en efecto crecimiento y efecto distribución: fase expansiva del ciclo. 

a) El componente crecimiento. El componente crecimiento es la variación en la incidencia de la pobreza que puede ser atribuida de forma exclusiva al cambio en el ingreso medio total. Desde una definición operacional, asociada al método propuesto, consiste en la variación en la incidencia de la pobreza cuando varía la participación del ingreso del conjunto pobres en el ingreso familiar total y se mantiene constante la relación entre el ingreso per cápita de los pobres y el ingreso promedio familiar de toda la población, que funge como contrafactual.

En la Gráfica 2, es la diferencia I 2-I 0, que es una parte del efecto total, I1-I0. Se expresa como:

13

en la que EC representa el efecto crecimiento.

Este efecto consiste en la variación de la "proporción", evaluada en la "relación" inicial. Es decir, no es necesario mantener constante toda la función de distribución del ingreso para estimar el componente crecimiento, como lo suelen hacer las otras descomposiciones. Lo único que se requiere es considerar inalterada la relación. De otra forma: preguntarse cómo habría cambiado la incidencia si el crecimiento económico fuera neutral entre pobres y no pobres. Esto también implica un contrafactual; pero éste es más sencillo y más preciso.

Las diferencias entre el contrafactual propuesto y el usual pueden apreciarse cuando lo contrastamos en una gráfica que represente la curva de Lorenz, que, como se sabe, mide la proporción de ingresos acumulados que corresponde a una proporción, también acumulada, de población, cuando ésta se ordena de los más pobres a los más ricos. En este sentido, abre la posibilidad para detectar la incidencia de la pobreza y la parte del ingreso total familiar que absorbe el conjunto de pobres, que en el curso de estas líneas se ha llamado "proporción": β.

En la Gráfica 3 se aprecia que el eje horizontal de la curva de Lorenz puede ser segmentado en una sección que da cuenta de la proporción total de pobres en la población, equivalente a la incidencia, y en otra de no pobres. Si en su nivel inicial -antes del aumento del ingreso medio provocado por el crecimiento inicial- la incidencia es I0, la participación de los pobres en el ingreso familiar total es β1. De conformidad con el método que se propone, una variación de este indicador acarrea otra en la incidencia de la pobreza en el mismo sentido. Si el crecimiento registra una tasa positiva y la economía se expande, la "proporción" sufre un descenso, tanto si se conserva constante la "relación" (γ) como la curva de Lorenz (toda la distribución). También se abate la incidencia. Sin embargo, existe una diferencia sustancial entre ambos movimientos: al usar una distribución total del ingreso como la parte constante del contrafactual, el nuevo nivel de la "proporción" (β2) genera un nivel de incidencia igual a I2*, mientras que mantener "la relación" (γ) en esta condición provoca que sea I2. La razón estriba en la pendiente de la curva de Lorenz en el segmento de los pobres, que se expresa así:

Gráfica 3 La curva de Lorenz y el efecto crecimiento en la incidenciade la pobreza. 

Cuando la "relación" (γ) es constante, la pendiente también lo es:

Es la forma de mantener constante la distribución del ingreso entre pobres y no pobres mientras crece (o se retrae) la economía, en la medida en que no se deja que varíe la relación entre los ingresos medios de los pobres y la total. No es necesario que la función de distribución total permanezca inalterada, porque el segmento de los no pobres (a la derecha de la incidencia inicial en el eje horizontal) puede variar sin que cambie la cifra estimada del efecto crecimiento, es decir la distancia I 0 I2. Ésta deriva de que, al requerirse que tanto "la relación" como la pendiente de la curva de Lorenz en el segmento de los pobres sean constantes, el verdadero efecto crecimiento debe tener como referente la tangente de esta curva en el punto de partida (A), en lugar de en el de llegada que se encuentra sobre la propia curva (B).

Si no se procede así, este efecto es sobreestimado en las etapas expansivas del ciclo, y subestimado en las recesivas, cuando se siguen los procedimientos de Datt-Ravallion o de Kakwani y se opta por conservar sin mutación alguna la curva de Lorenz. En este caso, el componente crecimiento se desprende de un movimiento a lo largo de la misma, similar al que ocurre entre los puntos A y B, en virtud de que la única manera de que el alza en el nivel de actividad se traduzca en una menor pobreza, cuando aquella curva es totalmente constante, consiste en un abatimiento del número de pobres y en que "la relación" siga sin cambios. Entonces, el efecto crecimiento estimado es I0I2* que es mayor al correcto. El lector pude preguntarse por qué I0I2* es el componente crecimiento adecuado, mientras que I0I2* el erróneo. La razón reside en que, en el fondo, el cálculo de los componentes mediante contrafactuales es un problema de derivadas parciales (López Bóo, 2001; Kakwani, 1997) y la derivada no mide la pendiente de la curva - en este caso, la de Lorenz-, sino la de la tangente de ésta en un punto determinado. Ese punto es el que corresponde a la incidencia y la "proporción" inicial.

b) El componente redistribución. El efecto redistribución (ED) es la variación en la incidencia de la pobreza que puede atribuirse, de forma exclusiva, a un cambio en la distribución del ingreso. Como hemos explicado, este corresponde a un movimiento a lo largo de la recta de incidencia, porque una pendiente inalterada significa que las variaciones en este indicador reflejan cabalmente los cambios en la relación de ingresos. La Gráfica 2 lo recoge como la diferencia I 1-I2 que también integra el efecto total. Algebraicamente, es expresado por la siguiente ecuación:

14

Como se puede apreciar, el componente redistributivo es igual al cambio en la "relación", evaluado en el periodo final. Esta estimación es similar a otras previas en su construcción: el contractual es el crecimiento cuando el nuevo ingreso que trae consigo se reparte de forma distinta (Bourguignon, 2004, p. 7; Mahmoudi, 2001, p. 7). Difiere en que especifica de manera más clara si la redistribución de ese nuevo ingreso tiene un sesgo pro o antipobre. Más precisamente, el contrafactual consiste en preguntarse qué habría pasado con la incidencia de la pobreza si el nuevo ingreso se hubiese repartido privilegiadamente a favor o en contra de los pobres. La diferencia entre este nivel hipotético de la pobreza y el verdaderamente registrado es el componente distributivo.

La descomposición Datt-Ravallion procede de otra forma: mantiene, en la práctica, el nivel de ingreso en el año inicial y hace variar la distribución del ingreso. La consecuencia es, precisamente, el residuo que ha generalizado el descontento. Esta repercusión se puede observar en la Gráfica 4.

Gráfica 4 La curva de Lorenz y el efecto crecimiento en la incidencia de la pobreza. 

En la Gráfica 4 se representa una situación en la que mejora la distribución del ingreso y, además, disminuye la "relación" y. En el primer caso se atestigua esta mejoría con el desplazamiento de la Curva de Lorenz de LA a LB; en el segundo, mediante el cambio en la pendiente de la misma, del punto A al punto B. De conformidad con el método Datt-Ravallion, el efecto distributivo equivaldría a la distancia I0I1*, mientras que con el procedimiento que se propone sería I2 I1. De ser esta última la correcta, aquél subestimaría el componente distributivo cuando mejora la distribución, y lo sobreestimaría cuando empeora. Adicionalmente, existe una superposición de los dos efectos en el método de Datt-Ravallion, que corresponde al área sombreada de la gráfica correspondiente al tramo I2*I1. Ésta es parte del residuo e indica que en esa sección no pueden descomponerse ambos componentes, si se sigue este procedimiento. Por tanto, parece ser que la parte residual del método obedece a: i) la superposición de los efectos; ii) la sobrestimación (subestimación) del efecto crecimiento en las etapas expansivas (recesivas); iii) la subestimación (sobrestimación) del efecto distributivo cuando mejora (empeora) la distribución del ingreso, y, iv) la ausencia de un mecanismo que compense las sobre o subestimaciones de un componente con las sub o sobrestimaciones del otro. Si éste existiera y no se registrara yuxtaposición, los cálculos serían erróneos pero, en el conjunto, exactos; en presencia de la yuxtaposición, el residuo es inevitable.

c) El efecto total. ¿Agotan el componente crecimiento y el distributivo el cambio total en la incidencia en el periodo? La Gráfica 2 nos indica que así es. Veamos.

Esta gráfica indica que el cambio total en la incidencia es I 1-I 0.

15

Si sumamos por separado el efecto crecimiento y el efecto distribución, te nemos que:

Por tanto,

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Esto significa que los dos efectos, el de crecimiento y el distributivo, agotan el cambio en la incidencia. El residuo desaparece.

El ejercicio anterior lo hemos desplegado en un contexto en el que el ciclo se encuentra en su fase expansiva. Cuando ésta termina y la economía entra en una fase recesiva, el procedimiento no se modifica. La diferencia más importante es que la pendiente de la recta de incidencia, en lugar de disminuir, aumenta. Ello significa que se eleva la participación de los pobres en el ingreso total porque, en promedio, ninguna persona abandona el contingente anterior de pobres, mientras éste se engrosa con aquellos que no padecían esta condición antes de la crisis, pero que fueron arrastrados hacia la pobreza por la misma. Es decir, como ya se ha apuntado, la mayor participación de los pobres en el ingreso total refleja lo que hemos llamado el efecto poblacional en el núcleo de pobres.

II. Pobreza, crecimiento y distribución en México

La economía mexicana se ha distinguido de la del resto de América Latina por su lento crecimiento. No sólo por el que registra a lo largo del ciclo, sino también por la merma de su tasa potencial, que tiende a ubicarse alrededor de 3.2% cuando el ritmo de expansión necesario para absorber los nuevos contingentes de mano de obra que anualmente se incorporan al mercado de trabajo es de al menos 5% (Millán, 2005). No es éste el lugar para detenerse en las causas, que parecen suficientemente documentadas (Millán, 2011; Ibarra, 2008; Moreno-Brid y Ros, 2009; Cordera et al., 2011). Lo que se quiere señalar es que mientras no sufrió fuertes sacudidas, México registró una tendencia declinante de la incidencia de la pobreza y, en términos generales, una mejora en la distribución del ingreso. Con el alza de precios de los alimentos y la crisis de 2009 la pobreza repuntó hasta niveles alarmantes, que -en los hechos- significaron una pérdida de los avances logrados en más de una década. La Gráfica 5 sintetiza esta evolución.

FUENTE: elaboración propia con datos de ENIGH, ediciones de 1992 a 2010; y Coneval, Pobreza de ingresos 1992-2010, www.coneval.gob.mx/.

Gráfica 5. México: evolución del ingreso medio manual, el índice de Gini y de la incidencia de la pobreza. 

Los hechos destacables son los siguientes: i) en las crisis suele operar un mecanismo redistributivo que provoca una mayor equidad por empobrecimiento; ii) en las recuperaciones, este mecanismo redistributivo se revierte y la desigualdad se agranda; iii) cuando el crecimiento se consolida y da pie a periodos más largos de expansión, la desigualdad se estabiliza, y iv) la pobreza sólo aumenta en periodos de crisis profunda, y no cuando la caída en el ingreso es relativamente leve.

Durante todo el periodo 1992-2010 la distribución del ingreso muestra pocos cambios, si contrastamos los valores extremos que en el periodo asume el índice de Gini; sin embargo, acusa una notable mejoría a favor de la igualdad cuando consideramos la variación porcentual en el ingreso que registran los deciles de la distribución. Esta mejoría se ha cimentado en que, en términos proporcionales, los aumentos en el ingreso son mayores en los más pobres y disminuyen a medida que se escala hacia los deciles más privilegiados (Cortés, 2010; Millán, 2011). En el más rico, incluso, se registra una disminución relativa de magnitud porcentual significativa. La Gráfica 6 avala esta información.

FUENTE: elaboración propia con datos de Inegi, ENIGH, ediciones de 1992-2010.

a Columnas: periodos de expansión, líneas, periodo de crisis o recesión.

Gráfica 6 México: variaciones en el ingreso medio mensual en crisis y expansiones, ordenado por deciles de ingreso y estimadas con base en pesos de 2006.a 

En ella también se aprecia cómo opera la distribución del ingreso en periodos de crisis y expansión. En primer término, sólo cuando las crisis son profundas se ven afectados negativamente los ingresos de toda la población, como lo demuestran los colapsos de mediados de los noventa y la crisis iniciada en 2008. En las más suaves, como la de 2000-2002, el abatimiento de los ingresos fustiga únicamente a los más ricos; el resto continúa registrando variaciones positivas en sus emolumentos, que se ven debilitadas a medida que se transita de los deciles más pobres a los más ricos. Cuando las crisis son severas, el primer y el último decil son los que más resienten, relativamente, el desplome de los ingresos; en los intermedios, el efecto es similar. Por tal razón, en las crisis mejora la distribución por empobrecimiento. En primer lugar, porque los deciles más afectados son el más pobre y el más rico, pero éste último acusa una caída proporcionalmente mayor; en segundo lugar, porque los deciles que median entre estos dos experimentan reducciones relativas inferiores a ambos. En la medida en que los pobres patrimoniales se ubican, en términos generales, en los primeros cuatro o cinco deciles, la baja del ingreso es relativamente menor para ellos.

¿Por qué la crisis golpea relativamente menos a los pobres que a los ricos? Por su carácter marginal. A veces se nos olvida que, además de la condición de pobreza, los pobres están escasamente integrados a la economía; o, para ser más exactos, a sus sectores y ramas más dinámicas, ligadas al eje "secundario-exportador". Por este mismo motivo, los ricos son siempre los primeros y los más afectados; por esta causa es necesario que la crisis sea profunda para que arrastre, en su declive, a los núcleos sociales menos integrados. Para plantearlo de otra forma: se trata de la forma en que se propagan en el tiempo los efectos de las crisis en México. En virtud del carácter protagónico que despliegan la exportación de manufacturas y la demanda de los Estados Unidos en la dinámica del modelo de desarrollo, los colapsos económicos comienzan azotando a los segmentos sociales más estrechamente vinculados con el comercio exterior; de ahí se difunden hacia los que abastecen la demanda interna, ya sea en los mercados formales o en los informales, para golpear por último a los menos incrustados en la mecánica económica. El timing es clave: cuando el huracán alcanza los territorios sociales de los pobres, la economía nacional está en vías de arrancar los motores para su nuevo despegue. De esta forma, la fuerza del meteoro recesivo llega a esas regiones debilitada. Si algo ha caracterizado a las crisis mexicanas es su brevedad. No importa qué tan severas sean, la recuperación inicia en más o menos un año.

Esta explicación tiene, sin embargo, un inconveniente: lo que sucede con los más pobres entre los pobres: el primer decil. Se trata de personas que no sólo experimentan la pobreza patrimonial, sino también y señaladamente la de índole alimentaria. Generalmente viven en el campo, lo que las sitúa como candidatas a ostentar el título de las menos integradas a la dinámica económica. A favor de este argumento se puede esgrimir el autoconsumo y el carácter escasamente excedentário de su producción. Sin embargo, no parece que sea así: a pesar de su pobreza y su carácter rural, no viven de la producción de autoconsumo ni de la venta de pequeños excedentes, sino de vender su fuerza de trabajo como jornaleros agrícolas. En este carácter, recorren el país desde el sur y el centro hacia el noroeste, donde se ha desarrollado durante años una moderna e intensiva agricultura de exportación. Van siguiendo la cosecha de legumbres, "la pizca" del tomate; cuando ésta termina en una región, emigran a la más cercana en los Estados Unidos. Después regresan a sus casas y, tras un breve descanso, emprenden de nuevo la travesía. En contra de lo que se cree, el segmento más pobre no es el desocupado, sino el que recibe ingresos de un empleo subordinado y temporal que se despliega en el campo (Millán, 2009, p. 31). Esto encaja con la descripción del jornalero agrícola itinerante.

En segundo término, la Gráfica 6 nos advierte de las expansiones. De nuevo, los más beneficiados por el crecimiento son los más pobres y los más ricos. Sin embargo, son los periodos de mediano ritmo de crecimiento los que registran impactos distributivos más potentes, en el sentido de que el aprovechamiento de las ganancias del dinamismo se debilita en el tránsito hacia deciles más ricos. Cuando la expansión es más acelerada o más lenta, existe una tendencia a conservar el reparto del ingreso original, que se modifica únicamente por lo que ocurre en los polos de la distribución. Es esta tendencia la que explica su estabilización en las fases de expansión.

¿Cómo han contribuido la distribución del ingreso y el crecimiento económico en el comportamiento de la incidencia de la pobreza en México? La descomposición que hemos propuesto en la primera sección sirve de método para contestar esa pregunta. Los resultados se presentan en el Cuadro 1.

FUENTE: elaboración propia conn datos de INEGI, ENIGH, ediciones de 1992 a 2010; Coneval, “Pobreza de ingresos, 1992-2010”, www.coneval.gob.mx/.

Cuadro 1 México: descomposición de la incidencia de la pobreza en efecto crecimiento y efecto distribución del ingreso. 

Desde el punto de vista metodológico, el cuadro ilustra que cuando se recurre al procedimiento que se ha propuesto, la estimación de la descomposición de la pobreza es exacta y no reporta residuo alguno; también es simétrica, porque los mismos resultados pueden ser obtenidos con independencia de si el año de referencia es el final o el inicial. En este caso, se ha elegido este último. Y, por último, no fue necesario recurrir a los promedios interanuales de los componentes para lograr la anhelada exactitud.

Desde el análisis de su contenido, una mirada panorámica nos advierte del conflicto entre el componente crecimiento (ЕС) y el redistributivo (ED), que se registra en todos los periodos. Este resultado contrasta radicalmente con las conclusiones que se pueden extraer de la estimación del Coneval. Para esta institución, la interacción entre crecimiento y distribución es competitiva en los primeros cuatro años de los noventa, para tornarse cooperativa a partir de 1996. Los resultados que se han obtenido en estas líneas coinciden en el predominio que, con excepción de la etapa recesiva 2000-2002, ejerce el efecto crecimiento sobre el distributivo a la hora de incidir en la pobreza; en cambio, indican que el carácter competitivo entre ambos efectos es permanente en todo el periodo.

Con el propósito de ilustrar tanto ese carácter como las diferencias entre la metodología que se propone y la tradicional, que es la que sigue el Coneval, se muestra la Gráfica 7, que relaciona el efecto distribución en función del efecto crecimiento, ordenado de menor a menor:

FUENTE: elaboración propia con datos del Cuadro 1 y Coneval, Anexo A.

Gráfica 7 México: relación entre efecto crecimiento y efecto distribución, según el tipo de metodologías. 

Como se puede apreciar, en nuestra estimación a un efecto distributivo de signo positivo (aumento de la pobreza por movimientos regresivos en la distribución del ingreso) corresponde un efecto negativo del crecimiento (disminución de la pobreza por mayor dinamismo económico). En cambio, cuando el efecto distribución es negativo, el correspondiente al efecto crecimiento se ubica en el segmento positivo de la gráfica. Ello da lugar a una curva con pendiente negativa, que exhibe elocuentemente el trade-off entre ambos componentes.

En cambio, en la estimación tradicional seguida por el Coneval tienden a predominar los efectos con el mismo signo algebraico; la única excepción en la que se presenta un conflicto entre ambos es en el periodo 1992-1994. En este sentido, la curva del Coneval presenta, en términos generales, una pendiente positiva que indica que los hacedores de política no tienen que encarar el dilema de abatir la pobreza mediante estrategias distributivas o emprender esta tarea mediante estímulos al crecimiento económico.

La conflictividad entre ambos componentes nos advierte que el abatimiento de la pobreza provocado por el crecimiento económico se ve frenado por un componente distributivo que revela una repartición del ingreso a favor de los no pobres, y en contra de los pobres. Lo contrario sucede en las fases recesivas. El corolario es que, aun en tiempos favorables, la incidencia de la pobreza está destinada a descender lentamente, o, expresado de otra forma: que es preciso que existan tasas muy altas de expansión económica para que la declinación se registre a ritmos aceptables.

En el fondo, este comportamiento se asocia al estilo de desarrollo fincado en la exportación de manufacturas, especialmente de origen automotriz, emprendido desde mediados de los años ochenta. Las ramas de mayor dinamismo se caracterizan por un uso relativamente intensivo de conocimientos y habilidades, suministradas por los trabajadores y empleados más calificados, que se ubican en los deciles más altos de la distribución (Pizarro, 2001); los pobres, por su parte, exhiben pocas o distintas calificaciones, vinculadas con actividades de escasa productividad y ligadas a bienes no transables. Cuando la economía se expande, acicateada por el dinamismo exportador, el aumento de la demanda del primer tipo de mano de obra impulsa el bono implícito en aquellas calificaciones y castiga las de los pobres. La consecuencia es una mayor dispersión salarial que acaba por empeorar la distribución del ingreso y, en particular, la que media entre pobres y no pobres. Por eso los deciles no pobres se ven favorecidos con el crecimiento, mientras que los pobres se ven relativamente perjudicados. En las recesiones, el bono educativo se reduce por la menor demanda de mano de obra calificada y la dispersión salarial se atenúa, arrojando una distribución más equitativa entre ambos grupos. Estas tendencias se pueden apreciar con el comportamiento de la "relación", γ, en el Cuadro 1.

El hecho de que esta "relación" aumente en las fases expansivas del ciclo y se retraiga en las depresivas exhibe el carácter antipobre del crecimiento mexicano, si adoptamos la definición de Kakwani y Pernia (2000), que postula que para que éste sea propobre el ingreso medio de los pobres debe crecer más que proporcionalmente que el nacional y, por tanto, que el de los no pobres. En México no sucede así. El calificativo propobre sólo puede ser aplicado, si se acepta la definición de Ravallion (2004), que lo prescribe para cualquier dinamismo económico que abata la pobreza.

Por último, el ejercicio desarrollado parece resolver las inconsistencias entre el comportamiento del índice de Gini y el componente distributivo que -según lo atestigua la estimación del Coneval- surgen cuando se adopta el método Datt-Ravallion, en la medida en que una mejoría de este indicador siempre está asociada a un componente distributivo con signo negativo, y un empeoramiento lo está con uno positivo, mientras que -como se vio- esto no sucede siempre con aquel método.

Conclusiones

Se ha propuesto un método de descomposición de la incidencia de la pobreza orientado a corregir las fallas de otras metodologías que tienen como referente el procedimiento de Datt y Ravallion. El resultado derivó en una desagregación en dos componentes: el distributivo y el de crecimiento, que es exacta, simétrica y que no utiliza "promedios" interanuales para remediar el problema del residuo. Su principal virtud es su enfoque lineal, que se sustenta en una distribución del ingreso pobre-no pobre. Así se evitaron las inconsistencias de los métodos anteriores, que reposan en una función distributiva afincada en la curva de Lorenz.

Otro atributo consiste en ligar de manera más clara la descomposición con el "crecimiento propobre" y en establecer su definición relativa como la más conveniente para respaldar cualquier desagregación exacta y sin residuo.

Al aplicarlo al caso mexicano, los resultados respondieron a las expectativas metodológicas. Especialmente las que se refieren a los errores del procedimiento Datt-Ravallion, que da pie a confusiones derivadas del uso de la curva de Lorenz, en el que es posible, como lo demuestran los datos para México, que el crecimiento se combine con una mejora en el índice de Gini y que, al mismo tiempo, el efecto distributivo eleve la pobreza. La clave de esta paradoja reside en que una mayor igualdad no está asociada necesariamente con un crecimiento del ingreso medio de los pobres, proporcionalmente superior al del ingreso medio total. Para que una redistribución más equitativa trabaje a favor de la reducción de la pobreza, es indispensable que esa relación de ingresos medios cambie a favor de los pobres; si no es así, el declive del Gini no ayudará a abatir la pobreza.

Esto ha sucedido en México en las últimas dos décadas. Aún más: en las etapas expansivas del ciclo, el componente distributivo coopera en favor del aumento en la incidencia de la pobreza, y es sólo en las recesivas cuando se convierte en un motor para abatirla. Este tipo de comportamiento "no cooperativo" entre los componentes rige la evolución de la pobreza en México, lo cual ha conducido a que cuando ésta ha declinado lo haya hecho a ritmos muy lentos; pero, por otro lado, dado el carácter predominante del efecto crecimiento, las crisis más virulentas se han traducido en aumentos considerables de la pobreza.

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1Datt y Ravallion especifican la función de la curva de Lorenz de dos formas: el modelo Beta de Kakwani (1980) y la Cuadrática General de Villaseñor y Arnold (1989). Citados por Datt y Ravallion, 1992, p. 280.

2La pobreza patrimonial es el resultado de aplicar una línea de pobreza, establecida oficialmente por el Coneval, para las personas y hogares cuyo ingreso no es suficiente para cubrir los gastos alimentarios, educativos y de salud, así como de transporte, vivienda y vestido.

3Con componente poblacional, me refiero a la población de pobres. Lo distingo del demográfico para marcar una diferencia con cambios en la población total.

4Por supuesto, también puede provenir de un cambio demográfico en el que la población total varíe más que proporcionalmente que la población pobre, por motivos estrictamente relacionados con la fertilidad y la mortalidad de ambos núcleos. Omitimos este efecto porque, en primer lugar, es poco probable, y en segundo, porque oscurece el análisis.

APÉNDICE

Referencia: Datt y Ravalion, 1992.

FUENTE: estimaciones del Coneval con base en las ENIGH de 1992, 1994, 1996, 2000 y 2006.

Cuadro A1 Descomposición del cambio en la incidencia de la pobreza: efectos ingreso y distribución. 

Recibido: 08 de Marzo de 2013; Aprobado: 06 de Septiembre de 2013

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