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El trimestre económico

versión On-line ISSN 2448-718Xversión impresa ISSN 0041-3011

El trimestre econ vol.76 no.302 Ciudad de México abr./jun. 2009  Epub 20-Nov-2020

 

Notas y comentarios

Kerala, equidad y agricultura bloqueada

Ugo Pipitone1 

1 Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), México.


Resumen:

En la bibliografía internacional Kerala ha sido considerada por mucho tiempo como un “modelo” de relativo bienestar a pesar de su bajo crecimiento económico. Ahora que la situación se ha alterado con una clara aceleración económica, surgen nuevas inquietudes: la calidad de un crecimiento que no ha podido activar un fuerte empuje productivo ni en la agricultura ni en la industria. Se analizan aquí las razones del bloqueo agrícola que desde hace años condiciona negativamente el desempeño de una economía que sigue caracterizándose por un relativamente alto bienestar (en el contexto indio) y, al mismo tiempo, un gran desempleo que sigue alimentando importantes flujos migratorios.

Palabras clave: Kerala; India; agricultura; calidad institucional; desempleo; remesas

Abstract:

In the international economic debate, the southern Indian state of Kerala has been considered during the last three decades as a “model” of relative social well being despite her low economic growth. In recent years the situation has changed with a strong economic acceleration that bear out a new concern: the quality and resilience of an economic growth without a durable impulse in agricultural or industrial or industrial production. We try to understand here the reasons for a long term agricultural stagnation that obstructs the balanced development of a regional economy linked to high unemployment rates and soaring emigration flows.

Clasificación JEL: O13.

I. Kerala: un “modelo” anómalo

En los pasados tres decenios Kerala —34 millones de habitantes en una estrecha lengua de tierra de 600 kilómetros en la costa suroeste de India— se ha convertido en una referencia en los debates globales acerca del bienestar y desarrollo. A partir de su nacimiento como estado de la unión, en 1956, la entidad ha sido gobernada de manera alternada por el Partido del Congreso y el Partido Comunista (marxista) de India (PCI-M), y nuevamente en el gobierno desde 2006. La reforma agraria (una de las pocas en la historia de la India independiente) no ha activado reacciones productivas importantes y, sin embargo, ocurren aquí los indicadores de bienestar, salud y educación más altos del país que conviven paradójicamente con un desempleo crónico que alimenta grandes flujos migratorios con sus correspondientes remesas. Pero las anomalías no terminan aquí: desde principios del siglo, a pesar de la brusca aceleración del crecimiento económico, continúa el prolongado estancamiento agrícola y manufacturero.

Después de algunos apuntes respecto a la historia de esta porción de India meridional, en la primera mitad de este ensayo se describe los trazos salientes de una experiencia de desarrollo en que el bienestar social ocupa una centralidad desconocida en la elaboración de la política económica en otras partes del mundo y se pondrán en evidencia las relaciones entre esta política, el desequilibrio fiscal y la triada desempleo-emigración-remesas. En la segunda mitad se analiza las dificultades del “modelo” keralense, sobre todo en referencia a la agricultura, y nos ocupamos de la transformación de este sector en el pasado medio siglo, mostrando cómo un cambio exitoso en la propiedad de la tierra se anquilosó en un equilibrio social incompatible con el dinamismo económico del campo. La experiencia de muchos países en desarrollo de los decenios recientes indica que la mayor equidad social es factor de aceleración del crecimiento y de mayores éxitos en el combate contra la pobreza. Sin embargo, Kerala muestra la otra cara de la cuestión: una mayor equidad social que no es factor disparador del crecimiento. Se mostrará cómo —a pesar de acertadas políticas sociales— una agricultura sin dinamismo interno terminó por afectar el desempeño de toda la economía del estado.

II. Algunos antecedentes

El hinduismo llegó tarde en este extremo sur del subcontinente indio (alrededor de dos mil años atrás) penetrando un antiguo cuerpo cultural dravídico de familia ampliada y matrilineal. Pero, a pesar de su tardía incorporación al orden de castas, Kerala se convierte rápidamente en una de las sociedades con segmentaciones de casta entre las más rígidas de toda India. Cuando el sabio bengalí Swami Vivekananda visita Kerala en 1892 no encuentra otras palabras para describir lo que ve sino como “manicomio de castas”. Sin embargo, ese mismo estado transita en la segunda mitad del siglo pasado hacia una sociedad civil entre las más activas, demandantes e informadas del país.

Mapa 1 

Esta franja de tierra en el Océano Índico (la antigua Malabar) comerciaba con Roma en tiempos de Augusto a través de mercaderes árabes y, después, de viajeros cristianos que, siguiendo los monzones estacionales, atracaban a estas costas zarpando de la península arábiga. Viajeros, mercaderes y marineros comienzan a establecerse en esta tierra un milenio antes de la llegada de Vasco da Gama en 1498 y podemos imaginar su asombro al encontrar siriocristianos que desde hacía siglos conservaban su religión y eran, al mismo tiempo, miembros de las castas altas en la organización social hindú. En efecto, los ricos mercaderes cristianos del sur de Kerala (Travancore) y sus correspondientes árabes en el norte (Malabar) no encontraron mayores dificultades en incorporarse al orden hindú gracias a su demanda de productos para la exportación y a los tributos pagados a los príncipes locales.1 Entre frecuentes turbulencias políticas asociadas a la fragmentación en pequeños principados, a lo largo de siglos conviven aquí los centros comerciales de la costa y, en el interior, terratenientes y templos con sus tierras, sus complejas relaciones de arrendamiento y sus “intocables”. Desde la llegada del hinduismo a Kerala la estabilidad fundamental de un cuadro político frecuentemente conflictivo surge de la relación particular entre las comunidades brahmánicas de los templos y los príncipes locales que las protegen, que obtenían en cambio la sanción religiosa de su poder. En este contexto, la protomodernidad del comercio marítimo de larga distancia no activa cambios considerables en el control social de las castas “puras” sobre las “impuras” y los mercaderes ricos venidos de afuera son incorporados en posición privilegiada al orden hindú sin alterarlo y sin que las creencias religiosas de los sirios cristianos keralenses dificulten en ellos la adopción de pautas de comportamiento de casta.

Desde mediados del siglo pasado brota aquí otra anomalía con dos características sobresalientes: instituciones públicas relativamente eficaces y una alternancia de gobierno entre el partido del Congreso y el PCI-M. Añadamos que la reforma agraria (1957-1969) más radical experimentada por la India independiente y la más enérgica campaña de descentralización (1996-2001) en favor de las aldeas surgen, ambas, aquí por iniciativa de ese último partido. Kerala nace como estado autónomo en 1956, nueve años después de la independencia india, y experimenta cambios económicos y sociales que sería difícil exagerar a la luz de las segmentaciones y exclusiones sociales previas. Sin embargo, no es hasta los años noventa que el estado experimenta una clara aceleración económica asociada a las corrientes nacionales de cambio, a las remesas de los emigrantes y al auge de los servicios y la construcción. Entre los éxitos no está, sin embargo, el empleo, lo que significa que el estado sigue capacitando una mano de obra que, en grandes números, busca en otras partes empleos que se acerquen a las expectativas despertadas por la mayor escolaridad de la población.

III. Solidaridad, desequilibrio fiscal y remesas

Alrededor de esta experiencia se han escrito centenares de libros y miles de ensayos y mientras estudiosos de diversas partes del mundo y disciplinas intentaban desentrañar límites y posibilidades de convivencia entre altos indicadores de bienestar (en el contexto indio) y bajo crecimiento económico, el panorama cambió súbitamente. Desde los años noventa Kerala inicia una brusca aceleración del crecimiento. El cambio de ritmo es claro: el producto interno bruto per capita, que creció a una media anual de 1% entre 1960 y 1988, se sitúa alrededor de 6% entre 1989 y 2006.2 Uno de los mayores éxitos mundiales en el periodo. Si antes la principal preocupación estaba en la debilidad del crecimiento, está ahora en su calidad social y sostenibilidad productiva. Pero consideremos algunos datos que dan cuenta de los logros sociales de este estado sureño de la India.

Desde los años noventa el ingreso per capita de Kerala alcanza y supera la media nacional3 y en 2007 la esperanza de vida al nacer es aquí de 73 años frente a los 63 de la media india (para las mujeres, 76 y 64, respectivamente). Entre 1956 y 2007 la esperanza de vida aumenta de 27 años entre los hombres y 31 entre las mujeres y no sería tarea sencilla reconocer (para no hablar de evaluar) los cambios en comportamientos, valores y tensiones intergeneracionales asociados a un rejuvenecimiento tan acelerado de la población. La mortalidad infantil resulta aquí cuatro veces inferior a la media india y la alfabetización, según el censo de 2001, abarca 91% de la población frente al 65% de la media nacional. Desde hace tiempo el estado ocupa el primer lugar de la unión en el índice de desarrollo humano y en lo que concierne el índice de pobreza humana del PNUD Kerala muestra un valor de 15 (intermedio entre 12 de Tailandia y 18 de China) frente a 37 de India.4

Evidentemente algunos circuitos virtuosos se han establecido. La rápida incorporación de la mujer al sistema escolar ha sido determinante en la reducción de la tasa de natalidad, que ha permitido que los escasos avances de productividad sucesivos tuvieran un mayor efecto en los ingresos per capita. A comienzos del nuevo siglo la población india crece a una tasa de 1.95% frente a 0.93% en Kerala y es aquí más extendida que en el resto del país la presencia de familias encabezadas por mujeres, así como es más alta la edad media en que las personas se casan. En el sector formal de la economía las mujeres constituyen 40% del empleo, el doble respecto al resto del país. Aunque una parte de esta ventaja se deba al procesamiento de la copra y el anacardo, en el que el trabajo femenino es mal pagado, en duras condiciones y con ciclos de trabajo irregulares. Pero si, a partir de los indicadores mencionados, quisiera hablarse de Kerala como un “modelo” sería inevitable preguntarse cuánta parte de sus éxitos sociales viene del componente exógeno de las remesas de 4 millones de emigrantes que permiten en su propia tierra de origen consumos que de otra manera no serían posibles.5

Desde fines de los años cincuenta los comunistas promueven en el estado políticas públicas centradas en educación, salud y alimentación subsidiada y contribuyen con sus movilizaciones y su acción de gobierno a la consolidación de una sociedad ci vil organizada que, independientemente del partido gobernante, adquiere cierta capacidad de presión sistemática sobre las instituciones, lo que ocurre mientras grandes cambios atraviesan la estructuras productiva del estado. En 1960, 56% del PIB provenía de las actividades primarias, proporción que cae a 14% en 2006. Sin embargo, la mano de obra “liberada” de la agricultura sólo marginalmente confluye hacia actividades secundarias (dominadas más por la construcción que por la manufactura), mientras los servicios se disparan, en el mismo lapso de casi medio siglo, de 29 a 60% del PIB. Una hipertrofía terciaria que sugiere elocuentemente las debilidades dinámicas de las actividades manufactureras. Concluyamos esta enumeración de datos con uno más: el empleo público constituye 55% del empleo formal de 1.1 millones en 2006, frente a una población activa de 8 millones de personas. Dicho de otra manera: siete de cada ocho trabajadores keralenses se mueven en el espacio de la informalidad.

A comienzos de este siglo, la “maquinaria” que por decenios había garantizado una mejora paulatina en las condiciones de vida de la población —lo que muestra la amplitud de los márgenes de mejora social vinculados a los recursos rescatados de una menor corrupción sistémica— se traba en su componente más frágil: el sistema fiscal, en el que alto gasto público, baja recaudación y elevado endeudamiento dejan de ser recíprocamente compatibles. Una quinta parte del gasto público se des tina al pago de intereses de la deuda estatal acumulada. Registremos dos cambios en la composición de las entradas fiscales del estado entre 1957 y 2006: i) los impuestos sobre las ventas pasan de 37 a 70% de la recaudación: un modo obvio para eludir en el largo plazo la tarea políticamente incómoda de cobrar impuestos a la renta, y ii) los impuestos sobre la tierra pasan de 9 a 0.4%.6 La crisis de pagos de 2001 fue el campanazo de alerta respecto a desequilibrios más extendidos que los contables, entre los cuales está una baja propensión política a cobrar impuestos directos de parte de las autoridades así como una alta conflictividad sindical que frena las inversiones y favorece la salida de capitales del estado. A pesar de la crisis fiscal con la que el estado inaugura el nuevo siglo, las reformas en esta materia avanzan lentamente y con el retorno de la izquierda al gobierno, en mayo de 2006, se aplaza nuevamente el compromiso de reducción del déficit fiscal.7

La keralense es una sociedad organizada y demandan te donde se publican 330 periódicos diarios, lo que expresa tanto la alta información como la igualmente alta fragmentación de los centros de información. ¿Cómo enfrentar las demandas que provienen de una sociedad civil dinámica? ¿Cómo sostener una ampliación de derechos sociales efectivos (o simplemente la conservación de los adquiridos) en un contexto de restricciones fiscales, escasas inversiones productivas y alto desempleo? ¿Cómo cuadrar este círculo con el añadido de un centenar de empresas públicas, la mayoría de las cuales acumula pasivos a cargo del presupuesto, un aparato administrativo inflado y centenares de cooperativas que viven gracias a subsidios públicos que son a menudo salarios indirectos? La aceleración del crecimiento (en 2007 el PIB de Kerala crece de 8.1%) no produce cambios estructurales en la economía (salvo el mayor peso de los servicios), mientras la reforma fiscal avanza lentamente entre compromisos e inercias burocráticas y corporativas.

Si la urgencia del cambio es evidente en el terreno fiscal, cambios de políticas no menos profundos se requieren para enfrentar el mayor desafío: el desempleo. Contradictoriamente, Kerala que es aquí campeón indio de solidaridad y de desempleo: es tres veces superior a la media nacional. Si el gran desempleo en una sociedad demandante no ha creado problemas de estabilidad democrática, una parte de la respuesta viene de los 28 programas gubernamentales de bienestar que cubren conjuntamente 4.8 de los 8 millones de trabajadores oficialmente activos. La otra válvula, como se dijo, ha sido la emigración con cuantiosas remesas que activan amplios circuitos de consumo, además de construcción, bancos, hoteles, comunicaciones, sanidad y educación privadas, joyerías, video tiendas, taxis, agencias funerarias y demás.8

Se ha establecido aquí un desequilibrio de largo plazo entre expectativas sociales y posibilidades económicas; entre el nuevo perfil educativo de amplios sectores de población y la escasa demanda de trabajo; entre lo que el capital humano podría hacer posible y lo que concretiza en términos de creación de riqueza. Muchos trabajadores medianamente capacitados emigran a los países del Golfo Pérsico, mientras el estado recibe cantidades crecientes de trabajadores (con salarios inferiores a los legales) provenientes del cercano Tamil Nadu o de la lejana Orissa; trabajadores empleados en tareas que los keralenses no están dispuestos a asumir por salarios “de mercado”.

Si una idea (más o menos implícita) ha re corrido la experiencia de Kerala, tal vez sea esta: antes o después, la mayor capacidad de consumo activará las iniciativas productivas capaces de sostener la. No ha sido así, o no en una medida adecuada para evitar que sólo en 2005 emigraran del estado, según datos oficiales, 125 mil trabajadores; 23% de los emigrantes de to do el país en un estado con menos de 3% de la población india. Existe una amplia bibliografía contemporánea que muestra cómo el combate a la pobreza es más exitoso donde es menor la polarización del ingreso.9 Sin embargo, Kerala muestra cómo una mayor justicia social asociada a congruentes políticas de apoyo a los más pobres no sea forzosamente un disparador de transformaciones productivas. Los escasos avances tanto de la agricultura como de las manufacturas han creado un desajuste crónico entre oferta y demanda de trabajo, entre acumulación de capital humano y acumulación de capital físico capaz de sostener nuevas expectativas de vida.10

IV. Agricultura: antiguas herencias y luchas campesinas

En 2007 la agricultura keralense representa 23% de la población activa y 13% del PIB del estado. A estos datos que vislumbran una agricultura de baja productividad hay que añadir que entre 1993 y 2006 la producción agrícola padece una contracción absoluta de 11%.11 Se tiene así la impresión que, entre la primera y la segunda mitad del siglo XX, Kerala ha ya pasado de una agricultura socialmente insostenible a otra económicamente insostenible. Por la naturaleza de los suelos, la orografía (más de 40 ríos que descienden desde las elevaciones de los Gaths occidentales) y la importancia tradicional de los cultivos permanentes para la exportación (coco, caucho, pimienta, anacardo, etc.), desde hace más de un siglo Kerala es dependiente del suministro de arroz del resto de India.12 Sin embargo, alrededor de los arrozales se ha combatido y aún se combate una dura batalla política y social. Regresemos en el tiempo para dar alguna perspectiva histórica a estas observaciones considerando las diferentes estructuras agrarias de diversas regiones del estado.

En el norte de Kerala, después de la invasión islámica procedente de Mysore a comienzos del siglo XIX, los mismos ingleses que restablecen en el control de la tierra a los antiguos terratenientes hindúes (jenmis) de Malabar con sus rígidos códigos de casta, trasmiten con sus misioneros la conciencia de derechos individuales que su política agraria niega.13 El antiguo orden social transitoriamente alterado por la invasión islámica, comienza así a cuartearse por medio de nuevos comportamientos y contagios culturales. ¿En qué consistía este orden? Un mundo de terratenientes de castas altas (nambudiris y nairs), arrendatarios mayores que rentan las tierras a arrendatarios menores que finalmente las entregan para ser cultivadas a siervos y esclavos amarrados a vínculos hereditarios y sujetos al tradicional parasitismo y a las arbitrariedades tanto de los jenmis como de su secuela de arrendatarios.

A mediados del siglo XIX había en Malabar 800 familias ricas entre 25 mil jenmis cuya gran mayoría no lo era.14 Una obvia clave de lectura de la obsesiva propensión a rígidas divisiones de casta como compensación simbólica de un mediocre status económico. Además de este variado universo de terratenientes, existían 250 templos brahmánicos con sus tierras y relaciones sociales iguales al resto. Manteniendo el control de las superficies no cultivadas, los jenmis, cuyas propiedades pueden abarcar algunos centenares de hectáreas, mantienen el control de trabajadores rurales imposibilitados a escaparse de una condición de servidumbre hereditaria religiosamente codificada. Hacia el sur, Travancore presenta una historia agraria diferente donde las tierras —en gran parte controladas por un estado principesco independiente a mediados del siglo XIX— son antes entregadas en renta (relativamente baja) a pequeños cultivadores y en 1865 son transferidas en propiedad de pleno derecho a esos mismos cultivadores de base familiar. Ocurre así en el sur del estado una experiencia vagamente similar a la reforma agraria Meiji (poder central simbólicamente fuerte, amplia base de apoyo rural y eficiente maquinaria administrativa) que queda, sin embargo, en parte frustrada por el creciente control inglés de principados sólo formalmente autónomos. A pesar de lo cual, a mediados del siglo XX, más de la mitad de la población agrícola de Travancore era propietaria independiente frente a sólo 10% en Malabar.15 En el norte de Kerala, bajo control inglés directo, arcaicas estructuras agrarias se conservaron por más tiempo que en el sur.16 Cochin, en el centro de la extendida geografía del estado, representa una situación intermedia entre Travancore y Malabar desde el punto de vista de la tenencia de la tierra.

No por casualidad es en Malabar donde surgen desde los años treinta organizaciones de trabajadores rurales y estallan las primeras luchas agrarias que, con diversas modalidades, se extienden en los decenios sucesivos hacia el sur. Las protestas campesinas (que a veces tienen como catalizador demandas de acceso a los exclusivos templos brahmánicos) son organizadas por la izquierda local del Partido del Congreso (que se fusionará después con el Partido Comunista). Acerca de la dureza de los enfrentamientos mencionemos que todavía en 1948, el año posterior a la independencia de India, la movilización campesina en Malabar cuesta medio centenar de muertos, muchos de los cuales asesinados bajo custodia policial. Los trabajadores rurales se enfrentan, y no desarmados, a una policía tradicionalmente favorable a los terratenientes, como en tiempos coloniales.

Por medio de estas luchas, que crean las condiciones para el primer intento de reforma agraria en 1957, se construye el prestigio social del Partido Comunista que en ese año llega al gobierno en las primeras elecciones democráticas del estado. Una experiencia de gobierno destinada a durar sólo 28 meses. Pero desde ahí, combinando grandes movilizaciones campesinas y acción institucional en apoyo, comienza a desmoronarse un antiguo régimen agrario que había sobrevivido a lo largo de siglos. Un mundo de grandes mansiones, elefantes en el jardín, concubinas y poder absoluto sobre una masa humana condenada a la miseria y a la exclusión ritualizada. El cambio queda ilustrado con pocas palabras por un funcionario del sindicato de trabajadores rurales del distrito arrocero de Alappuzha, en el sur del estado: “En el pasado teníamos que ir a la casa del terrateniente para recibir nuestro pago. Estábamos parados con la cabeza agachada y las manos extendidas. Ahora él tiene que ir al campo para pagarnos y si no tiene el cambio exacto lo mandamos a ‘conseguirlo’”.17

La transición ocurre aquí de manera escalonada: entre 1957 (primer intento de reforma agraria), 1969 (Ley de reforma agraria) y 1974 (Ley de protección de los asalariados rurales). En ese lapso de casi dos decenios se derrumba definitivamente un antiguo régimen agrario y el sistema de apartheid de casta que lo había sostenido. En pocos años ocurre un cambio de siglo al mismo tiempo que se crea, sobre la ruina de las viejas estructuras de tenencia de la tierra, un millón de pequeñas y minúsculas propiedades independientes.

En el estudio de la aldea de Nadur (cinco mil habitantes) en el distrito de Ernakulam, a mediados de los años ochenta, Franke registra algunas señales del cambio ocurrido. El principal terrateniente de la zona en 1971 conservaba 14 hectáreas de casco con una mansión de 17 habitaciones, verandas y varios pozos, además de 24 hectáreas en renta de las que obtenía más de tres toneladas anuales de arroz. A fines del decenio, el mismo terrateniente mantenía ya sólo tres hectáreas alrededor de su vieja mansión y un acre (40% de hectárea) de arrozal. La mayor parte de los ingresos de esta familia vienen ahora de los hijos profesionales que trabajan en otros estados. Frente a los vientos adversos (comunistas en el gobierno del estado y agitaciones campesinas en el campo), otro terrateniente de la misma aldea comienza a fraccionar y vender sus tierras desde los años sesenta. Con la reforma agraria de 1969 sus antiguas propiedades se reducen a un acre alrededor de una vieja casona en decadencia. Su esposa se dedica a la cocina (especialidad de los nambudiris, la casta superior en Kerala) para bodas y ceremonias varias y la familia —a pesar de todo— sigue en el quintil superior de ingreso del pueblo.18

Después de la independencia en 1947, la reforma agraria ha sido (y aún es) la mayor tarea incumplida del nuevo (y antiguo) país. Fracasa el movimiento de inspiración gandhiana que pide a los terratenientes la renuncia voluntaria a una parte de sus tierras. Y con la norma constitucional que transfiere a los estados la potestad de modificar el régimen de propiedad de la tierra, se renuncia de facto a enfrentar desde Nueva Delhi un problema socialmente complejo y políticamente espinoso. Así que los cambios rurales de la India independiente vendrán más de procesos económicos regionalmente diferenciados que de una iniciativa política central. La India posterior a 1947 tiene poca relación con el Japón de la restauración Meiji de casi un siglo antes. Kerala es la mayor excepción y aquí ocurre la reforma agraria más radical del país. Desde 1957 la inspiración reformadora sigue tres líneas: la transferencia de la tierra a sus antiguos arrendatarios, el reconocimiento de la propiedad de sus chozas (con cerca de 400 m2 de tierra alrededor) a los trabajadores rurales y la fijación de límites legales a la propiedad agraria. Un primer intento que concluye pronto con el establecimiento del President rule (el gobierno central asume provisionalmente el poder local) y la salida de los comunistas del Poder Ejecutivo del estado.

Pero los choques entre grupos armados de campesinos y propietarios continúan y una sensación difusa de tiempo máximo rebasado para el antiguo orden agrario, aconsejan muchos terratenientes a vender y fragmentar de varias formas sus tierras,19 así que cuando la reforma agraria finalmente entró en vigor, el 1 de enero 1970 (con los comunistas de regreso al gobierno), la norma que establecía máximos de propiedad (entre 6 y 14 ha) fue la única del proyecto delineado en 1957 que quedó considerablemente inaplicada por el largo tiempo concedido a los terratenientes para fragmentar y vender sus propiedades. Aun así, 40% de la superficie de uso agrícola es transferida a los arrendatarios (varios de los cuales tenían poca relación con la agricultura) y los que no reciben tierra, los antiguos trabajadores rurales, obtienen la propiedad de sus chozas (que mejorarán su calidad en los decenios sucesivos) y las huertas aledañas. Poca tierra, sin duda, pero con un extraordinario poder liberatorio sobre centenares de miles de trabajadores rurales que se emancipan de una secular dependencia personal y de la eterna amenaza de evicción. Ahí donde el movimiento campesino es más fuerte (y en el norte donde el latifundio es más difundido) la distribución de tierras favorece más a las demandas sociales.20

V. La nueva agricultura y el ksktu

A partir de los años setenta Kerala se convierte así en tierra de pequeños propietarios y asalariados rurales que mejoran sus condiciones (por la combinación de propiedad de la vivienda y ayuda estatal) pero aún dependen de la demanda estacional de trabajo. Se abre así una nueva línea de conflicto: entre pequeños propietarios (varios de los cuales han sido comunistas) y sindicatos de los trabajadores rurales, mayoritariamente inspirados por el PCI-M.

En 1974 entra en vigor el Kerala Agricultural Workers Act que reconoce la contratación colectiva de los trabajadores del campo y establece salarios mínimos legales. Poco antes, en 1969, se había creado, con apoyo e inspiración del PCI-M, una poderosa organización sindical de asalariados rurales, el KSKTU, que llega a tener más de un millón de afiliados y aún es en la actualidad uno de los mayores protagonistas del agro keralense. El largo ciclo de la reforma agraria se cumple así en 1974 con el reconocimiento legal de los derechos laborales de los que quedaron excluidos de la asignación de tierras. La situación agraria se ha simplifica do enormemente respecto al pasado; de una parte los nuevos pequeños propietarios y, de la otra, los trabajadores rurales que ven reconocido el derecho a mayores salarios como compensación por su renuncia pacífica al reparto de tierras.21 Hoy, frente a 1.7 millones de trabajadores rurales, hay en Kerala 700 mil propietarios en su gran mayoría pequeños y marginales.22 Por medio de negociaciones tripartitas, el KSKTU ha asegurado desde su nacimiento salarios crecientes que, sin embargo, han empujado los productores a reducir su demanda de trabajo y a abandonar el arroz hacia cultivos menos intensivos de trabajo.

Entre 1965 y 1994 el salario de un día de trabajo en el campo pasa, en términos de arroz, de 3.6 a 13 kg. Y de ahí viene probablemente la prolongada atonía en la demanda de trabajo rural. A lo que hay que añadir la oposición sindical militante a la introducción de tecnología que pueda sustituir mano de obra sindicada. Siendo —con excepción del caucho— el cultivo más intensivo en trabajo, el arroz es el punto de ruptura entre bajo crecimiento de la productividad y salarios rurales que se incrementan en términos reales, lo que arrastra una persistente reducción de las jornadas efectivas de trabajo. El salario rural se establece como un tema de alta sensibilidad electoral, lo que, a veces, sugiere incluso al partido del Congreso (tradicionalmente más cercano a los pequeños propietarios) decretar aumentos insostenibles en las condiciones dadas de productividad. Son más los electores sin tierra que con tierra.

Aunque desde la independencia es visible en muchas regiones del país el abandono de la agricultura de parte de los antiguos terratenientes y una concurrente tendencia a la reducción del tamaño medio de los predios, también es cierto que en gran parte del universo rural las castas superiores conservan o, más bien, reconstruyen su antigua predominancia, ahora por medio de nexos políticos que les permiten tener acceso al gasto público Federal y local.23 Para destacar la originalidad keralense será suficiente señalar que en Karnataka, el estado confinante al norte de Kerala, a pesar de los faustos informáticos de Bangalore, las castas superiores aún controlan 80% de la tierra.24 En Kerala, más que en cualquier otra parte de India, se cumple así un giro completo de la historia: de la tierra como control secular sobre la vida de los que son excluidos de su propiedad a un mundo de pequeños propietarios cultivadores en un contexto dominado por un fuerte sindicato de trabajadores rurales y un eficaz Public Distribution System25 que subsidia, a través de miles de tiendas concesionadas, los consumos esenciales de la población rural (arroz, kerosene, etc.).

Las características originales de la agricultura de Kerala son la preeminencia de cultivos comerciales, terreno productivo alrededor de la vivienda, combinación de cultivos anuales y perennes, reducción de la superficie destinada al arroz y predominio de pequeños productores. La caída de la superficie de varios cultivos se debe principalmente al incremento de los costos de producción y a la falta de trabajadores rurales.26

Una apretada síntesis que requiere algunas especificaciones. La “falta de trabajadores rurales” no es un dato sociodemográfico sino el resultado de una agricultura bloqueada entre baja productividad y altos salarios que expresan una voluntad solidario-electoral que alienta la contracción de la demanda de trabajo. Los “costos de producción” en aumento son sobre todo costos salariales y de ahí viene gran parte del abandono de los arrozales, uno de los mayores cultivos de Kerala.27 Además del bloqueo tecnológico exigido por el KSKTU en defensa de sus agremiados: un luddismo preventivo anclado a una visión estática del nuevo equilibrio social agrario. ¿Consecuencias? Estancamiento agrícola de largo plazo y llegada de trabajadores agrícolas de otros estados que aceptan salarios miserables y sin normas de trabajo negociadas, con el infausto renacimiento de la figura del contratista de trabajadores rurales. Al no poder garantizar la tierra para todos, los gobiernos estatales (y no sólo aquellos con presencia del PCI-M), han asumido la responsabilidad de garantizar, vía salarios, alguna equidad en el mundo rural. Y al final del camino nos encontramos con un cambio radical en el régimen de propiedad de la tierra que no activa energías productivas comparables a la alteración del orden rural previo. En el largo plazo, una estrategia tan socialmente exitosa como económicamente fallida. La forma escogida para perseguir mayor justicia social ha terminado por incrustar en el campo equilibrios corporativos con bajo potencial productivo.

Muy lejos de estar entre las agriculturas más productivas de India, Kerala tiene los salarios rurales más altos del país. Un ejemplo: en 2006, el salario medio de la India para trabajos de aradura era de 100 rupias, en Kerala, 244.28 Una situación sostenible en el largo plazo sólo a condición de incrementos de productividad que resultan inviables en el contexto descrito. El anillo débil ha sido y es el arroz, que en 1981 ocupaba más de 800 mil hectáreas con una producción de 1.4 millones de toneladas; un cuarto de siglo después los arrozales se han reducido a un tercio y la producción no llega a 600 mil toneladas.29 Entre 1973 y 1993 (los dos decenios de consolidación de las actuales estructuras agrarias) la productividad agrícola del estado experimenta una tasa media anual negativa de 0.6% frente al incremento de 2% para el resto del país.30

Además de ser el principal obstáculo a la mecanización del agro, el KSKTU ha sido el organizador de las protestas —particularmente intensas en 1982 y 1997— contra la reconversión de los cultivos de arroz y en defensa del empleo y la autosuficiencia alimentaria.31 A diferencia de otras partes del país, aquí un agricultor que quiera introducir alguna maquinaria agrícola necesita obtener la autorización del KSKTU, certificando que no será desplazada mano de obra disponible. De incumplir el requisito, el granjero corre el riesgo de ser objeto de boicot sindical32 e incluso ver destruida su maquinaria. De manera sencilla y directa, dice el secretario del KSKTU en Travancore: “La maquinaria agrícola sólo sirve para que los agricultores obtengan grandes utilidades, pero no beneficia a los trabajadores y no dejaremos que la maquinaria afecte los intereses de los trabajadores.”33

Cuáles “grandes utilidades” pueden obtenerse en una situación en la que 85% de los predios son de un acre, no es fácil imaginar. Si los agricultores tienen el derecho de cultivar lo que quieran, sostiene el sindicato, los trabajadores tienen el derecho al trabajo. Lo que más que la solución de un problema es la formulación de una dificultad que puede enfrentarse de dos maneras: intentar congelar el presente en un juego redistributivo de suma casi cero (por el débil o nulo avance de la productividad) o construir puntos de equilibrio dinámicos entre productividad y salarios en un contexto tecnológicamente dinámico. Kerala ha optado por la primera opción, corporativizando intereses cuya defensa se paga con la atonía de largo plazo de producto y empleo potenciales. Una cosechadora de arroz hace en una hora el trabajo de 10 trabajadores en un día. ¿Tiene sentido congelar la tecnología en defensa del empleo con ingresos irregulares si el beneficio de corto plazo se paga con la paralización en el largo plazo de procesos de mayor complejidad social y productiva, con escasa demanda de trabajo y bloqueo de su capacitación técnica? Con mayor escolaridad y diferentes expectativas de vida frente a las generaciones previas, los jóvenes abandonan el campo, donde el salario rural relativamente alto va junto con las pocas jornadas de trabajo disponibles y buscan empleo en los servicios, la construcción y la administración pública con el consiguiente envejecimiento de los trabajadores rurales. Muchos jóvenes que abandonan sus aldeas no lo hacen pensando en altos salarios (superiores a los legalmente posible en sus aldeas) sino en empleos estables, preferentemente no manuales y en la administración pública.34

A pesar de lo anterior, los datos indican una mejora de largo plazo en las condiciones de vida de la población rural. Mejora que, sin embargo, se estanca cuanto más nos acercamos al presente por el progresivo deslizamiento en la calidad de los servicios públicos en educación y sanidad, debido a las restricciones fiscales al gasto público. En varios distritos rurales (como Kannur o Idukki) el Public Distribution System cubre casi la totalidad de las familias que disponen de la credencial para adquirir bienes de consumo esenciales a precios subsidiados en las 14 mil tiendas Fair Price del estado. Si a esto añadimos las pensiones a los trabajadores rurales, los créditos a las cooperativas, las remesas internas de los trabajadores que se marchan periódicamente de la aldea o del estado, el sistema formal de crédito (que casi ha eliminado a los prestamistas privados), además de las remesas de los emigrantes en los países del Golfo, no es asombroso descubrir que la calidad de la vivienda ha mejorado, que son muy escasas las personas sin vivienda (homeless) y que el consumo mensual de la población rural de Kerala es superior a la media india.35 Queda sólo un problema: saber hasta cuándo sea sostenible una paulatina mejora en las condiciones medias de vida de la población en presencia del bloqueo estructural de una economía rural altamente dependiente de los precios internacionales de sus principales productos de exportación.

Conclusiones

En China hoy, en Corea del sur y Taiwán ayer y, para ir más lejos, en Japón y en muchas parte de Europa Occidental en el siglo XIX, la industrialización rural fue y aún es rumbo esencial para salir del atraso y evitar que el aumento de la productividad agrícola alimente un gran desempleo crónico (con agudas segmentaciones sociales) y procesos descontrolados de urbanización. Nada parecido a las experiencias mencionadas ha ocurrido en Kerala; nada que por medio del incremento de la productividad agrícola condujera a nuevas actividades productivas locales con los consiguientes enlaces intersectoriales. Ahí donde hay indicios de crecimiento manufacturero en el universo rural keralense, el vínculo no es tanto con la agricultura sino con la construcción y la combinación de remesas y servicios.36 Vendría la tentación de pensar en una especie de mal holandés37 en versión asiática, en la que en lugar de ser los ingresos de las actividades extractivas el factor de desindustrialización, nos encontramos aquí con un auge de remesas y altos costos del trabajo que afectan el potencial dinámico de agricultura y manufacturas desviando de estas actividades tanto el capital como el trabajo. Las señales del mercado (distorsionadas por las remesas) tienden a favorecer la producción de bienes no comerciales respecto a los bienes objeto de compra-venta en los mercados internacionales. Al final de la historia nos encontramos con algún bienestar (en buena medida ligado a la emigración) y sin crecimiento de las actividades productivas capaces de sostenerlo en el tiempo. La globalización que, mediante las oscilaciones en los precios internacionales, ha causado mucho daño a la agricultura de Kerala en tiempos recientes, hace posible, sin embargo, flujos migratorios que, vía remesas, dan congruencia desde afuera a una reforma agraria al mismo tiempo exitosa y fallida.

Kerala ha sido y aún es un experimento en curso. Una sociedad y una política cíclicamente recorridas por la insatisfacción frente a lo realizado, porque sigue siendo poca cosa frente a lo necesario, porque resolver una necesidad hace aflorar las que estaban latentes, porque la manera en que se arregla un problema puede complicar la solución de otros o porque algunas inercias culturales se reciclan en nuevas formas operando como obstáculos a procesos productivos y sociales abiertos hacia mayor competitividad y mayor cohesión social. Inquietud y efervescencia resurgen aquí con nuevas iniciativas: los centros de lectura aldeanos de los años treinta, la reforma agraria de 1957-1969, la campaña de descentralización desde 1996. Sin embargo, a pesar de estos impulsos de cambio, el núcleo duro de una estructura agraria fundamentalmente rígida aún alimenta procesos migratorios que muestran la escasa capacidad para convertir el mejor perfil educativo de la población en factor de crecimiento económico sostenible.

Kerala dispone de instituciones menos aquejadas por la corrupción que otras partes de la India, una sociedad demandante e informada, una proclividad reformadora activa o potencial y un campo con escasa o nula presencia de oligarquías locales. Pero, a pesar de estos factores positivos, el círculo virtuoso entre la menor fragmentación social y mayor crecimiento productivo no ha podido cerrarse. Todavía falta una industrialización (rural) generadora de empleos y capaz de alimentarse de los ahorros y la demanda de una agricultura dinámica. Las remesas no son un sustituto dinámico a una economía estructuralmente estancada. El siglo XX ha sido recorrido en los países en desarrollo por múltiples ejemplos de procesos de industrialización incapaces de producir cohesión social. Kerala va contracorriente y nos obliga a ponderar las virtudes de una industrialización ausente.

Las experiencias exitosas de salida del atraso (desde Dinamarca a fines del siglo XIX a Taiwán o Hong Kong a fines del siglo siguiente) indican que no hay crecimiento de la productividad en el largo plazo sin procesos de convergencia social. Kerala indica que es posible mejorar sensiblemente las condiciones de vida de los más pobres incluso en condiciones de escaso incremento de la productividad, pero muestra también cómo estos avances puedan no ser el disparador de reacciones productivivas autosostenidas. La lucha contra la pobreza no coincide forzosamente con una política de desarrollo, sin la cual, sin embargo, la primera pierde de manera inevitable eficacia además de capacidad de autofinanciación.

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2 Suresh Babu (2005), p. 329; Reserve Bank of India, Handbook of Statistics, 2007; Government of Kerala, Economic Review 2007.

3En 2006-2007 (a precios constantes de 2000) el ingreso per capita de Kerala es de 27 mil rupias frente a 22 mil de la India (ca. 600 y 500 dólares, respectivamente); véase Gok, Economic Review 2007.

4Gok, Economic Review 2006.

5Los emigrantes siriocristianos (con mayores escolaridad) desde los años setenta establecen la gran vía de la emigración keralense a los estados del Golfo, vía que será después seguida por otros; Varghese K. (2004), p. 899.

6Véase 1957 en Nossiter (1982), p. 268; 2006 en Gok, Economic Review 2007. Entre los estados del sur de India (Karnataka, Tamil Nadu y Andhra Pradesh) Kerala presenta el mayor endeudamiento, tanto respecto al PIB estatal (40%) como per capita (Gok, Economic Review, 2006 y 2007).

7 Jeromi (2005), pp. 3272-3273, y Subrahmanian (2006), p. 889. Los estados limítrofes de Kerala incrementan desde principios del siglo su relación impuestos propios/PIB, lo que no ocurre en Kerala (Gok, Economic Review 2007).

8 Chakraborty (2005). India es actualmente el principal destinatario mundial de remesas: 27 mil millones de dólares en 2006-2007 (Financial Times, 12 junio 2007). En 2004-2006 las remesas de Kerala son tres veces mayores a las de Oaxaca; sin embargo, si las comparamos con las respectivas poblaciones, el monto per capita es de 340 dólares en Oaxaca contra 130 en Kerala.

9Véase un texto general en Ravallion (2001), p. 1808.

11Mientras la producción agrícola crecía 38% en Andhra Pradesh y entre 26 y 28% en Punjab, Haryana y Uttar Pradesh (principal productor agrícola de India). Elaboraciones a partir de R. B. I., Handbook of Statistics on Indian Economy 2007, tabla 7 y Gok, Economic Review 2006. Apuntemos que la situación agrícola de Kerala mejora marginalmente en 2006-2007 a consecuencia de los precios internacionales de algunos de sus productos de exportación.

17Citado en Heller (1999), p. 95.

22Gok, Economic Review 2006.

25Que, sin embargo, en el resto del país convive con una amplia red de corrupción (véase Luce, 2007, pp. 76-77).

27En el cultivo del arroz se requieren 166 días de trabajo por hectárea, en la producción de coco, 75, y en la de la pimienta, 45. Más intensivo en trabajo que el arroz es el caucho que requiere 208 días por ha. Narayanan (2006), p. 126.

28Press Information Bureau, Press Release, 6 de febrero de 2007. Véase HIMANSHU (2005), que informa que en el año 2000 el salario rural promedio de India era de 51 rupias, en Punjab (la agricultura más productiva del país), 76 y en Kerala, 111 (tablas 1-8).

29Hindu Business Line, 24 de enero de 2007.

31 Mair y Menon (2005), p. 15. Apuntemos al margen la semejanza entre la campaña keralense del Save Rice Field Agitation y el lema de varias organizaciones campesinas mexicanas frente al TLC: “Sin maíz no hay país”.

32Un ejemplo. En 2004 es levantado el bando que prohibía a los afiliados del KSKTU trabajar en las tierras de una viuda culpable de haber despedido una empleada de su padre cuando este murió. El bando duró 20 años (New Indian Express, 1 de julio de 2004).

33Indian Express, 10 de abril de 2007.

37Expresión (Dutch desease) introducida por The Economist a fines de los años setenta para describir el retroceso industrial holandés asociado al auge de las exportaciones de hidrocarburos de ese país en los sesenta.

Recibido: 11 de Agosto de 2008; Aprobado: 01 de Diciembre de 2008

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