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Nueva revista de filología hispánica

versión On-line ISSN 2448-6558versión impresa ISSN 0185-0121

Nueva rev. filol. hisp. vol.69 no.1 Ciudad de México ene./jun. 2021  Epub 02-Mar-2021

https://doi.org/10.24201/nrfh.v69i1.3706 

Artículos

La oposición pretérito perfecto simple versus pretérito imperfecto: una propuesta cognitivo-prototípica

The opposition between the spanish preterit and imperfect tenses: a cognitive-prototypical proposal

María Soledad Funes1 
http://orcid.org/0000-0001-6649-0231

Anabella Laura Poggio2 
http://orcid.org/0000-0003-2831-2383

1Universidad de Buenos Aires Conicet solefunes@gmail.com

2Universidad de Buenos Aires anabella.poggio@gmail.com


Resumen

En el marco del enfoque cognitivo prototípico, que parte del presupuesto de que la sintaxis está motivada por la semántica y la pragmática, el presente trabajo sostiene la hipótesis de que en la oposición entre pretérito perfecto simple (PPS) y pretérito imperfecto (PI), cada tiempo verbal tiene un conjunto de atributos semánticos que lo definen, dependiendo del contexto de uso y del objetivo comunicativo de los hablantes. Estos atributos no sólo se relacionan con el aspecto verbal, sino también con la función discursiva. Para comprobar la hipótesis, analizamos cuantitativa y cualitativamente los usos de PPS y PI en un corpus de textos narrativos.

Palabras clave: enfoque cognitivo prototípico; pretérito perfecto simple; pretérito imperfecto; prototipo; discurso

Abstract:

In keeping with the prototypical-cognitive approach, which postulates that semantics and pragmatics are motivated by syntax, the present study formulates the hypothesis that in the opposition between the Spanish preterit and the imperfect, each verb tense has a cluster of semantic attributes which define it, depending on the context in which the tense is used and on the speaker’s communicative purpose. These attributes are related not only to the grammatical aspect of the verb but to the discursive function. In order to confirm this hypothesis, the uses of Spanish preterit and imperfect have been analysed qualitatively and quantitatively in a corpus of narrative texts.

Keywords: prototypical-cognitive approach; Spanish preterit; imperfect; prototype; discourse

Introducción

El presente trabajo tiene como objetivo principal establecer el prototipo de los tiempos verbales pretérito perfecto simple (PPS) y pretérito imperfecto (PI) a partir de su análisis cualitativo y cuantitativo en diez cuentos breves de narrativa rioplatense. El análisis se enmarca en el enfoque cognitivo prototípico (ECP) (cf. Lakoff 1987; Langacker 1987, 1991 y 2000; Hopper 1988; Geeraerts y Cuyckens 2007, entre otros), el cual defiende como presupuestos fundamentales la motivación de la sintaxis y la no variación libre entre formas distintas. El valor de uso de las formas se explica a partir de sus contextos de aparición, medidos en forma cualitativa y cuantitativa. En este sentido, el ECP sostiene que la gramática no constituye un nivel formal de representación autónomo, sino que se encuentra motivada por la semántica y la pragmática. En consonancia con esta afirmación, el lenguaje no se puede separar tajantemente de otras facultades de la cognición humana, por lo que la intención comunicativa y el punto de vista del hablante resultan fundamentales en la metodología de este enfoque. De ello se desprende que la gramática se caracteriza como una gramática emergente del discurso (Hopper 1988). Esto es, las estructuras o regularidades lingüísticas provienen (emergen) de la fijación de rutinas exitosas en el discurso y toman forma a partir de él, en un proceso permanente de construcción de la gramática.

La división de los niveles de análisis de la gramática (fonética y fonología, morfología, sintaxis, semántica, pragmática) se realiza por fines metodológicos de investigación y no porque se entienda que están totalmente separados; no son módulos independientes, sino interrelacionados. Ya en la morfología advertimos la necesaria relación con la semántica e incluso con la sintaxis. Aunque la morfología se defina, en principio, como ‘el estudio de la estructura interna de las palabras’, no puede ser concebida como un módulo encapsulado de la gramática.

El morfema se define como la ‘unidad mínima y autónoma de significado’1. Mínima, porque el significado no admite reducciones o divisiones suplementarias. Autónoma, porque el morfema puede combinarse por sí solo con otros morfemas. El propósito es analizar los signos en los sistemas gramaticales sobre la base de cómo se utilizan. El objetivo final es encontrar la causa o la motivación que conduce al hablante a producir una determinada forma en un contexto determinado.

Considerando esta concepción del morfema, en el presente trabajo se postula la hipótesis de que cada tiempo verbal posee un conjunto de atributos semánticos interrelacionados que organizan un ítem polisémico con la estructura de una categoría radial (Lakoff 1987). Estos atributos dependen del contexto discursivo en el que aparezca la forma, por lo que la categoría radial es una construcción dinámica, en estrecha relación con el corpus bajo análisis; en este caso, textos narrativos breves.

A partir de lo postulado en la hipótesis, queda precisar cómo se opera desde el ECP para establecer el valor de un signo lingüístico. Por un lado, se sostiene que el valor de las formas lingüísticas en el sistema de la lengua no se determina por rasgos binarios, sino por confluencia de atributos o propiedades que no deben estar necesariamente presentes en cada uno de los usos de las formas y que otras formas o miembros de una misma categoría pueden compartir parcialmente. Por otro lado, es el análisis de las formas en contexto lo que permite establecer el valor (de uso más frecuente o prototípico) de cada una de ellas.

La teoría de categorización clásica, heredera de los preceptos aristotélicos, fue la primera que se ocupó de explicar el proceso de categorización en los seres humanos y de afirmar que ésta se produce a partir de condiciones necesarias y suficientes. Así, los límites entre las categorías son precisos, reconocibles, y los rasgos entre ellas se entienden de manera contrastiva. Sin embargo, esta teoría no puede explicar todos los casos que conceptualiza el ser humano (como por ejemplo alto, categoría gradual).

Para aceptar la teoría clásica, deberíamos creer que las categorías existen en el mundo de manera objetiva y que se definen sólo en términos de propiedades compartidas, y no en términos de las particularidades del entendimiento humano. En contra de este apriorismo, surgieron los estudios de psicología cognitiva en los que Eleanor Rosch (1973, 1977, 1978) postuló la teoría de prototipos, la cual defiende que la categorización es una operación cognitiva que incluye tanto la experiencia humana y la imaginación (la percepción, la actividad motora y la cultura) como la imaginería mental (metáfora, metonimia, etc.). Es precisamente esta teoría la que servirá de fundamento a nuestra propuesta respecto de la caracterización de los tiempos verbales pretérito perfecto simple y pretérito imperfecto.

En los próximos apartados, reseñaremos en primer lugar el estado de la cuestión de la oposición entre pretérito perfecto simple y pretérito imperfecto. Luego, a partir de los problemas pendientes, expondremos nuestra propuesta mediante el desarrollo del análisis (cuantitativo y cualitativo) del corpus. Posteriormente, ofreceremos las conclusiones pertinentes.

Sobre la oposición pretérito perfecto simple vs. pretérito imperfecto

La postura de las gramáticas hispánicas

Desde las gramáticas hispánicas, se han postulado diferentes hipótesis para explicar la oposición entre el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto del modo indicativo. En primer lugar, se encuentra el sistema temporal planteado por Bello (1980 [1847]), para quien el tiempo gramatical es la gramaticalización de la relación entre un número variable de momentos temporales: el momento del habla (naturaleza deíctica del tiempo gramatical) (H); el atributo, o sea, el evento, estado, propiedad, proceso denotado por el sintagma verbal (E); y otros momentos temporales que Bello denomina cosas y que se corresponden con los puntos de referencia (R). De este modo, cada forma verbal tiene una estructura temporal determinada. Hay formas verbales en cuya estructura temporal (ET) sólo hay dos momentos de tiempo: presente, e simultáneo con H; pretérito, e anterior a H (pretérito perfecto simple); futuro, e posterior a H (futuro imperfecto). Bello propone que hay algunas formas que han de ser descritas apelando a tres momentos temporales: antepretérito, E anterior a R anterior a H (pretérito pluscuamperfecto); pospretérito, E posterior a R anterior a H (condicional); copretérito, E simultáneo con R anterior a H (pretérito imperfecto); y antefuturo, E anterior a R posterior a H (futuro perfecto). Finalmente, hay un tiempo en el que confluyen cuatro momentos, el antepospretérito: E anterior a R posterior a R anterior a H (condicional perfecto).

En el sistema de Bello, el pretérito perfecto simple es un tiempo absoluto denominado pretérito, mientras que el pretérito imperfecto queda asociado al copretérito, un tiempo relativo al pretérito (tres momentos). El copretérito expresa la simultaneidad con respecto a otra forma de pretérito, por lo que la diferencia entre ambos sería sólo temporal. Adviértase que en el sistema de Bello no interviene el aspecto, categoría posterior a su época. Así, en la oración Cuando llegaste llovía, se entiende que hay simultaneidad al señalarse que la lluvia coexistió con la llegada; además, la lluvia puede seguir “durante largo tiempo después, y durar todavía cuando hablo” (1980 [1847], § 629). Esto equivale a sostener que con el pretérito imperfecto no se afirman ni el inicio ni el final de los eventos y que éstos pueden prolongarse hasta el momento del habla, lo que hoy en día llamaríamos “expresión de aspecto imperfectivo”.

Por su parte, el gramático Rodolfo Lenz (1935, § 294) menciona varios aspectos que coinciden en el PPS: por un lado, la idea de tiempo absoluto correspondiente a hechos del pasado; por otro, la idea de aspecto perfectivo o de hecho concluido: “cerrado en sí” y “que entra y se concluye”. Sin embargo, al señalar que el PPS “es la forma de la narración objetiva que comprende la acción”, alude al uso de este tiempo verbal en los hechos principales de una narración (lo que más tarde denominaremos en este trabajo “evento relevante”). En cambio, el PI es descrito desde el aspecto (imperfecto, no concluido): “cantaba significa lo mismo que canté, una acción pasada, pero esta acción no se considera como momentánea que entra y se concluye, sino como una acción que no llegó a un fin determinado, a ser perfecta” (1935, § 298).

Gili Gaya también se inclina por la diferencia aspectual entre ambos tiempos:

La acción pasada que expresamos en pretérito imperfecto nos interesa sólo en su duración, y no en su principio ni en su término. Si digo llovía sin parar, no me importa cuándo comenzó la lluvia, ni que haya dejado o no de llover. En cambio llovió y ha llovido son hechos acabados (1943, § 124).

Fernández Ramírez (1986, § 43) dice, en la misma línea: “el pretérito español nos presenta el hecho o proceso de una manera que podríamos llamar conclusa. El imperfecto, en cambio, lo presenta como inconcluso”.

Rojo y Veiga (1999) señalan que, tradicionalmente, el pretérito imperfecto se diferenciaba del perfecto por una cuestión aspectual, denominada de diferentes maneras (aspecto imperfecto para Gili Gaya, 1943; no terminativo para Alarcos Llorach, 1970, y durativo para Sánchez Ruipérez, 1962). Sin embargo, para Rojo y Veiga, la explicación del aspecto no dilucida casos como “Poco más tarde la bomba hacía explosión” o “En 1824, nacía Anton Bruckner”. La diferencia entre PPS y PI no es aspectual, sino temporal: el PPS significa ‘tiempo pasado’, mientras que PI, ‘presente del pasado’, ‘simultaneidad’. Esto se verifica en los pasajes en estilo indirecto: para el PPS, el pasaje se da hacia el pretérito pluscuamperfecto (LlovióDijo que había llovido), en tanto que el PI aparece como un presente del pasado, denotando procesos pasados de larga duración, de inicio y final que no interesa precisar (LlueveDijo que llovía).

Por último, en la NGLE (2009) se mantiene una postura conciliadora entre la hipótesis temporal y la aspectual: el análisis del pretérito imperfecto como tiempo relativo o secundario es compatible con el aspecto imperfectivo que manifiesta este tiempo verbal. Ambos rasgos son pertinentes y necesarios (2009, § 23.10b). Para explicar la diferencia aspectual, definen en primer lugar la categoría de aspecto como “la estructura interna de los eventos” (2009, § 23.2a), del cual además se reconocen tres tipos: aspecto léxico o modo de acción, aspecto sintáctico o perifrástico, aspecto morfológico o desinencial (2009, § 23.2c). Por ejemplo, la oposición aspectual entre Llegó a la ciudad (evento puntual) y Vivió en la ciudad (evento que se extiende a lo largo de un período) es de naturaleza léxica, y se halla en la raíz verbal, no en su desinencia (2009, § 23.2d). Se trata de aspecto léxico o modo de acción. Ahora, en Arturo leyó un libro y Arturo leía un libro hay una diferencia aspectual morfológica: el pretérito imperfecto presenta la acción en su curso, sin referencia a su inicio o a su fin, mientras que el pretérito perfecto simple es una forma aspectualmente perfectiva: focaliza la situación en su totalidad y expresa, por tanto, que la acción descrita llega a su término (2009, § 23.2k). En síntesis, en las gramáticas hispánicas se oscila entre la hipótesis temporal y la aspectual para explicar la oposición PPS-PI.

Estudios específicos sobre la oposición entre PPS y PI

En los estudios dedicados a esta oposición de tiempos verbales, resulta fundamental la obra de Weinrich (1964), quien plantea que la diferencia entre el imperfecto y el perfecto simple no se relaciona con el aspecto, sino con el fenómeno que impone el acto de narrar. En este sentido, el pretérito perfecto simple aparece en los núcleos narrativos, en tanto que el imperfecto se presenta en los acontecimientos secundarios2. Para analizar y lograr una visión de conjunto de este fenómeno, el autor advierte que conviene tomar como corpus narraciones breves y novelas cortas (1964, p. 204). Cabe destacar que Weinrich es el primero en considerar el valor de las formas verbales en el discurso para dar cuenta de su oposición. De manera análoga, aquí presentaremos un análisis de las formas en determinados contextos discursivos para dar los pormenores de su caracterización semántica.

Con un enfoque sociolingüístico, Silva Corvalán (1987) plantea que la concurrencia de forma y contexto determina en gran medida el significado de la forma verbal. A partir de esta hipótesis, analiza la estructura narrativa oral siguiendo la definición que Labov y Waletzky (1967) proponen para narrativa: ‘método de recapitulación de la experiencia pasada adecuando una secuencia verbal de proposiciones a la secuencia de sucesos que se supone que ocurrieron’. La narrativa consta de resumen, orientación, complicación, evaluación, resolución y coda. Según el análisis de Silva Corvalán, el PPS aparece en el resumen, la complicación y la resolución, mientras que el PI ocurre en la orientación y en las acciones repetidas. En conclusión, la distribución de tiempo y aspecto en la narración oral española muestra que el significado de las formas está delimitado en parte por el contexto narrativo en el que aparecen.

Estudios cognitivistas sobre la oposición entre PPS y PI

Entre los trabajos que se han realizado desde el enfoque cognitivo prototípico, se encuentra, en primer lugar, el de Langacker (1987), quien señala que el aspecto perfectivo se conceptualiza de la misma forma que los sustantivos contables, que son delimitados, mientras que el aspecto imperfectivo se asocia a los sustantivos incontables por su homogeneidad. Esto permite explicar que la diferencia entre aspecto perfectivo y aspecto imperfectivo está dada por la conceptualización de los seres humanos -es decir, no es una categoría a priori- y que, además, es posible dilucidar los diferentes tipos de perfecto E imperfecto. Esto es, si entendemos los sustantivos incontables como homogéneos, no significa que la masa tenga que ser continua en ningún sentido ni que todas sus porciones deban ser iguales, sino que su variabilidad interna está subordinada a una concepción predominante de continuidad y uniformidad (Langacker 1987, pp. 254-267).

Janda (2017) retoma esta idea de aspecto de Langacker y añade, basándose en el concepto de metáfora de Lakoff y Johnson (1980), que existe una motivación metafórica del aspecto. De este modo, por un lado, los objetos sólidos y discretos motivan el aspecto perfectivo, ya que son conceptualizados como delimitados y contables, lo que permite que el PPS se use para designar acciones en foco en una narración, aspecto puntual, una secuencia de eventos y aspecto resultativo; por otro, los fluidos motivan el aspecto imperfectivo, que se conceptualiza como una sustancia amorfa, continua y expansible. Esta conceptualización puede explicar que el PI aparezca designando hechos durativos, descripciones de trasfondo en una narración, narraciones con final abierto y simultaneidad en los hechos. En conclusión, la motivación metafórica de entender el aspecto (concepto abstracto) mediante los conceptos concretos de sustantivo contable E incontable permite explicar la variabilidad de usos de PPS y PI, que, como vemos, va más allá de la mera diferencia entre concluido vs. no concluido.

De Jonge (2003 y 2012), a diferencia de Langacker y de Janda, retoma a Weinrich (1964) y rechaza la existencia de la categoría de aspecto. El problema de las hipótesis temporal y aspectual es, según el autor, que sólo funcionan a nivel oracional; no pueden explicar el funcionamiento de los tiempos verbales en un discurso más amplio. Es por esto que De Jonge retoma la hipótesis de Weinrich que afirma que el PPS aparece en eventos bajo foco, es decir, en los núcleos narrativos, mientras que el PI se presenta en los eventos de soporte (descriptivos). La diferencia entre el PPS y el PI no sería aspectual, sino discursiva: cada tiempo se especializa en una función discursiva determinada. La oposición entre los tiempos simples de pasado es, por tanto, una estrategia comunicativa a disposición de los hablantes, estrictamente relacionada con la relevancia de unos eventos con respecto a otros.

Considerando los planteamientos previos, observamos algunas inconsistencias. En principio, los autores que explican la diferencia entre PPS y PI desde el aspecto y el tiempo no consideran el discurso. Además, todas las explicaciones propuestas atienden a un solo atributo o par opositivo (aspecto perfectivo/ imperfectivo; foco/ soporte). En el presente trabajo, se sostiene que la oposición entre PPS y PI debe analizarse teniendo en cuenta todos los factores involucrados: tiempo, aspecto y función discursiva. Además, se propone la hipótesis de que cada tiempo verbal posee un conjunto de atributos semánticos que lo definen. El PPS y el PI, entonces, adquieren diferentes significados según el contexto de uso y el objetivo comunicativo de los hablantes. A partir del análisis discursivo puede determinarse el prototipo de cada tiempo y, de ese modo, establecer cuál es el significado básico.

Metodología y análisis del corpus

Retomando la noción de gramática emergente propuesta por Hopper (1988), mencionada en la “Introducción” (cf. supra), en el marco del enfoque cognitivo prototípico, la metodología que implementamos consiste en analizar, como primer paso, el sentido global construido en el texto en que aparecen las formas bajo análisis. Esta decisión se basa en la idea de que la selección de las formas estará siempre motivada por la intención comunicativa del hablante. Es decir que una vez analizadas las dimensiones pragmática y semántica, podremos ir a observar en el plano microtextual cuáles son las estrategias morfosintácticas que contribuyen a la creación del sentido analizado en un texto concreto. Así, para establecer los atributos semánticos del PPS y del PI, examinamos un corpus conformado por diez cuentos breves de escritores rioplatenses contemporáneos (nueve del siglo xx y uno del siglo XXI)3.

Elegimos este tipo de narrativa, porque, como advertía Weinrich, las narraciones breves son adecuadas para lograr una visión de conjunto. A partir de la lectura de los cuentos, realizamos los análisis cualitativo y cuantitativo de cada uso de los tiempos PPS y PI. Con respecto al primero, a partir del análisis discursivo de los diez cuentos, surgieron los siguientes atributos semánticos de los tiempos verbales: evento concluido; evento puntual; evento relevante; evento que implica proceso; evento que implica consecuencias en el presente; descripción; evento durativo; iteración; habitualidad; evento permanente. Con respecto al segundo, se cuantificaron los verbos, los atributos y sus combinaciones. A continuación, se detallará la caracterización de cada atributo y se mostrarán los resultados del análisis.

Caracterización de los atributos semánticos del pretérito perfecto simple y del pretérito imperfecto

Los atributos que analizamos para cada tiempo verbal pueden clasificarse en los que tienen relación con el aspecto y los que dependen de funciones discursivas dentro de un texto determinado. Entre los atributos considerados aspectuales, tenemos los que aparecen en la desinencia de los verbos (es decir, el aspecto como categoría morfológica) y los que se deducen del significado de la raíz verbal (aspecto léxico) o de otros elementos de la oración (manifestación sintáctica del aspecto, subtipo del aspecto léxico o modo de acción, como veremos en seguida)4.

Procederemos ahora a definir los atributos semánticos aspectuales, comenzando por el de “evento concluido”, el cual guarda estrecha relación con lo que las gramáticas han denominado aspecto perfectivo, que surge de la categoría morfológica en la desinencia verbal del pretérito perfecto simple. Se llama “evento concluido”, entonces, al aspecto perfectivo, atributo que expresa un evento terminado, como ocurre, por ejemplo, en “Antes de morir arrancó esta pieza. Pensamos que quiso dejarnos una señal” (p. 90)5, del cuento “La pieza ausente”, de Pablo de Santis. La acción de arrancar es perfectiva, anterior al momento de la muerte del personaje. En el mismo ejemplo, también podemos reconocer el atributo “evento puntual” con el verbo arrancó, ya que se trata de una acción que sucede en un breve instante.

Se llama “evento puntual” al aspecto léxico puntual derivado de la raíz verbal o de otros elementos que en el contexto sintáctico acompañen la interpretación puntual o télica. Para el concepto de aspecto léxico, retomamos los trabajos de Elena de Miguel (1999 y 2004), para quien la información aspectual puede proceder de las unidades léxicas cuando funcionan como predicados. En concreto, los verbos son portadores, por el propio contenido semántico de su raíz, de información relacionada con el modo en que tiene lugar el evento que describen (con o sin límite, con o sin duración, de forma única o repetida, etc.). Esta noción léxico-semántica es lo que se conoce tradicionalmente con el término alemán de Aktionsart, o con su traducción más frecuente, “modo de acción”. La autora (1999, p. 2981) utiliza el término aspecto léxico para hacer referencia a esta propiedad semántica inherente a los predicados.

De Miguel (1999, p. 2981, n. 7) también señala que el término Aktionsart fue propuesto originalmente por los lingüistas alemanes de finales del siglo xix y utilizado la primera vez por Sigurd Agrell en su trabajo de 1908 para describir el sistema temporal en polaco. El aspecto léxico es la información sobre el evento (por ejemplo, sobre si es delimitado o no) que proporcionan las unidades léxicas que actúan como predicados. Sin embargo, De Miguel (p. 2983) advierte que no sólo los verbos, sino cualquier unidad léxica que actúe como predicado, pueden proporcionar información de tipo aspectual. En efecto, también los adjetivos y algunos nombres contienen en ocasiones información aspectual determinante para su compatibilidad con determinados contextos sintácticos, cuestión que desarrolla en su trabajo de 2004, en el que alude a la naturaleza composicional del aspecto.

Para De Miguel, existen numerosas subclasificaciones de aspecto léxico. Por un lado, esta categoría expresa la manera en que un evento se desarrolla u ocurre: implicando un cambio (madurar) o la ausencia de cambio (estar verde); alcanzando un límite (llegar) o careciendo de él (viajar); de forma única (disparar) o repetida (ametrallar); de forma permanente (ser español), habitual (cortejar) o intermitente (parpadear). Por otro, también se puede informar sobre la extensión temporal del evento: un período no acotado de tiempo (ser inteligente), un intervalo acotado (madurar) o un instante (explotar); o sobre cuál es la fase principal del evento descrito: el inicio (florecer), la fase media (envejecer) o la fase final (nacer).

En la NGLE (2009, § 23.3a) se retoma la definición de aspecto léxico como ‘propiedad de los predicados’ y se enuncian varias clasificaciones: las binarias, que dividen los predicados entre durativos o permanentes (trabajar, vivir) y puntuales o desinentes (llegar, arrancar); clasificaciones ternarias: acciones (cantar), procesos (variar) y estados (residir); clasificación cuatripartita: actividades (correr por el parque), realizaciones (construir un dique), consecuciones o logros (alcanzar la cima) y estados (saber algo). Aunque no se dice nada al respecto, esta última clasificación es la que se encuentra vigente en los estudios lingüísticos, y es la que pertenece a Vendler (1957).

A partir de tal caracterización del aspecto léxico, veremos varios atributos semánticos relacionados con esta categoría, empezando por el de “evento puntual” en el PPS, que asociamos al aspecto léxico puntual al que se refería De Miguel en casos como el verbo explotar, y que la NGLE retoma como predicados puntuales, en el caso de arrancar. Precisamente, el ejemplo citado del corpus de cuentos rioplatenses contiene este último verbo: “Antes de morir, arrancó esta pieza” (p. 90).

Luego, el atributo “evento que implica proceso” refiere a un evento concluido pero que transcurrió con cierta extensión en el tiempo. Es decir, se combina el aspecto perfectivo morfológico con el durativo del aspecto léxico. Veamos un ejemplo en el siguiente fragmento de “A la deriva”, de Horacio Quiroga: “La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho” (p. 74). En la forma se arrastró, observamos una acción que se extiende durante cierto tiempo, como un proceso, hasta que finalmente el protagonista se ve impedido de darle continuidad.

En seguida, el atributo “evento que implica consecuencias en el presente” se corresponde con los eventos que, aun narrados en pasado, tienen una consecuencia o cierta influencia en el presente de la enunciación. Por ejemplo, en la frase “Llegué a estimarlo mucho” (p. 3), del cuento “La suma”, de Felisberto Hernández, el narrador protagonista enuncia que estimaba a un amigo en un tiempo pasado, concluido; sin embargo, a lo largo del cuento advertimos que tal estima permanece en el momento de la enunciación.

Al respecto de este atributo, cabe hacer una aclaración relacionada con la variedad de español rioplatense, que es la que se estudia en el presente trabajo. Ya en la NGLE se advertía sobre la distribución del pretérito perfecto simple y el pretérito perfecto compuesto:

La forma pretérito perfecto simple admite empleos que pueden abarcar también a los de pretérito perfecto compuesto. En la mayor parte de los países americanos se aceptan ambas formas en los contextos propios del perfecto de experiencia y en algunas variantes del llamado evidencial (2009, § 23.9r).

Tal ocurre, por ejemplo, en una oración como “Es la mejor novela que publicó/ ha publicado hasta ahora”. En el caso de nuestro corpus, no encontramos usos del pretérito perfecto compuesto, por lo que, en lugar de ese tiempo, se emplea el pretérito perfecto simple con predominio de este atributo, que denominamos “evento que implica consecuencias en el presente”, para dar cuenta de un atributo aspectual que no supone sólo el aspecto perfectivo (evento concluido), sino una resonancia en el presente de la enunciación.

Por su parte, el atributo “evento durativo” denota el valor de aspecto imperfectivo que puede expresar una forma verbal, o sea, el aspecto morfológico que las gramáticas atribuían al pretérito imperfecto. Ejemplo de ello es el inicio de “A la deriva”: “El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque” (p. 72). El relato comienza in medias res: una víbora muerde al protagonista, lo que provoca la reacción de contraataque. Mientras que la acción de la mordedura está narrada en pretérito perfecto simple, como un evento puntual y concluido, al mismo tiempo, en la escena, la yaracacusú aguarda la réplica del hombre, en una acción que tiene cierto desarrollo en el tiempo (y que también se interpreta como un evento de trasfondo con el atributo “descripción”, según veremos más adelante).

Sobre la noción de aspecto imperfectivo, cabe destacar el trabajo de Klein (1992), quien propone que el aspecto es la ‘relación entre el tiempo de la situación y el tiempo del foco’. El tiempo de la situación es aquel durante el cual tiene lugar el evento denotado por la parte léxica del verbo, mientras que el tiempo del foco es el período en que determinada afirmación, enunciada en una ocasión precisa, alcanza validez. Esta relación presenta las siguientes posibilidades para la oposición de los pretéritos: en el caso del pretérito imperfecto, el tiempo del foco está incluido propiamente en el tiempo de la situación; en el del pretérito perfecto simple, el aspecto es perfectivo o aoristo, o sea, el tiempo del foco incluye el fin del tiempo de la situación y el principio del tiempo que sigue al de la situación. En este sentido, la característica del imperfecto es la de no visualizar el final de la situación, o lo que aquí se denomina “evento durativo”.

Los atributos “iteración” y “habitualidad” deben entenderse de manera conjunta, ya que la habitualidad se encuentra incluida en la iteración. Bertinetto (1986, pp. 162-181) distingue tres valores en el aspecto imperfectivo: el progresivo (“María estaba fregando el suelo”), el habitual (“Juan solía ir andando al trabajo”) y el continuo (“Marta iba diciendo tonterías”). En este trabajo, el progresivo y el continuo se denominan de forma indistinta como “evento durativo”, según vimos, en tanto que el habitual está escindido en iterativo y habitual, pues un evento repetido no supone necesariamente un hábito, pero sí a la inversa.

El atributo “iteración” refiere, naturalmente, al aspecto iterativo, a la repetición de la acción. Es un tipo de aspecto léxico que puede observarse en un fragmento de “Tres ventanas”, de Norah Lange. En “Mis hermanas mayores hablaban de ella, en voz baja” (p. 17), la narradora protagonista cuenta que Irene, el personaje misterioso sobre el que trata el cuento, era objeto continuo de conversaciones en un evento reiterativo y frecuente en el tiempo; no se trataba de una ocasión aislada. La “iteración” muchas veces se encuentra incluida en la “habitualidad”, como advertimos en el cuento “La suma”, en la siguiente oración: “Los domingos de mañana al hacerse la toilette silbaba con ese silbido fino, delicado y tembloroso con que silban las personas cuando están satisfechas de realizar una cosa con prolijidad” (p. 3). La interpretación de aspecto habitual viene reforzada por el temporal “Los domingos de mañana”, lo que indica que era un hábito del personaje.

Por último, el atributo “evento permanente” hace referencia al uso de la forma verbal cuando denota una característica esencial de la situación; esto es, se trata de un subtipo de aspecto léxico. Tal ocurre al comienzo de “Tres ventanas”: “La tercera ventana era la de Irene” (p. 17), y lo era de una manera intrínseca, característica; siempre había sido así. Este atributo, como veremos en los apartados siguientes, suele aparecer en combinación con el de “descripción”.

Bertinetto (2004) denomina imperfecto actitudinal a lo que aquí llamamos evento permanente, y declara que los actitudinales son un subgrupo de los habituales que expresan una propiedad definitoria de un determinado individuo como inferida de la (posible) repetición de una actividad tipificadora. Por ejemplo: María cantabaMaría era cantante. Bertinetto también advierte que hay un estrecho vínculo entre el imperfecto habitual, el actitudinal y el que denomina genérico. El significado genérico de un enunciado, según el autor, se relaciona con formas verbales que expresan habitualidad, como en “Algunos dinosaurios comían carne”. La interpretación es genérica porque el imperfecto implica asiduidad. Así pues, hay relación entre la “habitualidad” y lo que aquí denominamos evento permanente, lo que justifica también que analicemos cada forma verbal como un conjunto de atributos, y no como portadores de un solo significado.

La NGLE (2009, § 23.12j) clasifica como imperfecto de aspecto continuo el “evento permanente”, y da el ejemplo “Era un hombre negro que sudaba copiosamente, tenía un bigote castaño…”. También puede advertirse cierta relación entre el imperfecto actitudinal de Bertinetto y el imperfecto de aspecto continuo de la NGLE con el atributo “descripción”, ya que, en ambos casos, esos ejemplos podrían estar insertos en un discurso y corresponder con la trama descriptiva. Esto último nos lleva a los atributos que no son aspectuales, sino discursivos: “evento relevante” y “descripción”.

La definición de estos atributos descansa en el principio del enfoque cognitivo prototípico, retomado de la psicología de la Gestalt, de figura/ fondo: se trata de la idea de que en todo discurso hay elementos que se destacan, que son relevantes, y otros que permanecen en el fondo a modo de contexto descriptivo o de marco del evento. El análisis discursivo en estos términos aparece caracterizado sobre todo en un trabajo de Hopper y Thompson (1980) que tenía como propósito describir la cláusula transitiva prototípica6 desde el ECP y postular el concepto de transitividad no desde el verbo, sino como propiedad de la cláusula. Para ambos estudiosos, la transitividad consiste en la transmisión efectiva de energía desde un agente hacia un paciente: “transitivity is a global property of an entire clause, such that an activity is «carried-over» or «transferred» from an agent to a patient” (1980, p. 251).

Para Hopper y Thompson, además, hay correlación entre la transitividad y la organización del discurso en términos de cláusulas principales o puestas en primer plano (foregrounded clauses) y cláusulas secundarias o de fondo (backgrounded clauses): “The grammatical and semantic prominence of Transitivity is shown to derive from its characteristic discourse function: high Transitivity is correlated with foregrounding, and low Transitivity with backgrounding” (id.). Esto es, los hablantes construyen sus enunciados según sus objetivos comunicativos y con la percepción que tienen de las necesidades de sus interlocutores. Así, en cualquier situación comunicativa, algunas partes del discurso son más relevantes que otras. La parte del discurso que no contribuye inmediata y crucialmente al objetivo del hablante, sino que lo amplifica o comenta, es el background (‘fondo’). En contraste, el material que soporta los puntos principales del discurso es conocido como foreground (‘figura’). Las cláusulas principales, en conjunto, conforman el “esqueleto” del texto, le confieren la estructura básica; las cláusulas de fondo agregan “carne” al esqueleto, pero son extrañas a su coherencia estructural. Por lo tanto, las cláusulas principales están ordenadas en una secuencia temporal (un cambio en el orden de ellas señala un cambio en el orden de los hechos), mientras que las de fondo no están ordenadas entre sí y tienen más movilidad respecto del contenido principal. Con base en estos conceptos, Hopper y Thompson analizaron un gran número de lenguas para respaldar su hipótesis de que la alta transitividad se correspondía con el contenido puesto en primer plano en el discurso. Es decir, las cláusulas principales de un texto coinciden con las cláusulas transitivas.

Las cláusulas que se corresponden con el primer plano contienen formas verbales conjugadas en pretérito perfecto simple, con aspecto léxico puntual. Esto es, aparece el pretérito perfecto simple como tiempo propio de las cláusulas que denotan los eventos relevantes del relato. En este sentido es que denominamos al atributo “evento relevante”. Volviendo al ejemplo del incipit de “A la deriva”, vemos que las cláusulas en PPS son eventos relevantes porque marcan el inicio de la agonía del protagonista, tema del cuento (“El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie”, p. 72. Nótese que se trata de cláusulas transitivas).

En cuanto al atributo “descripción”, se trata de una función discursiva, correspondiente a las cláusulas que se encuentran en un segundo plano, o sea, en un trasfondo. Encontramos múltiples ejemplos en las narraciones, como en el siguiente fragmento de “Cuento policial”, de Marco Denevi: “Decían que vivía sola, que era muy rica y que guardaba grandes sumas de dinero en su casa” (p. 191). En este caso, observamos que los verbos en pretérito imperfecto contribuyen a la descripción de la joven de la que se habla, a la postre víctima del asesinato que narra el breve cuento.

La dicotomía foreground/ background de Hopper y Thompson es homologable a la de eventos bajo foco/ eventos de soporte que planteaba De Jonge. El evento relevante sería un evento bajo foco, en tanto que el atributo “descripción” se asocia a los eventos de soporte, ya que transcurren en el trasfondo de la escena.

Conformación de los prototipos de PPS y PI

En este apartado, con base en el análisis cuantitativo de los atributos semánticos, se propondrá la organización categorial del PPS y del PI, tomando como base la teoría de prototipos y el modelo de categorización radial de Lakoff, ambos, fundamentos del enfoque cognitivo prototípico, marco teórico del presente trabajo. En primer lugar, describiremos las teorías de categorización que sostendrán las descripciones de los tiempos verbales bajo estudio. En segundo término, presentaremos los resultados del análisis de los datos.

La teoría de prototipos. Para dar cuenta de la gradualidad de las categorías, la psicóloga estadounidense Eleanor Rosch (1973, 1977 y 1978) llevó a cabo una serie de estudios empíricos que derivaron en la teoría de prototipos y las dos versiones que ostenta. La primera de ellas, o versión estándar, plantea como cuestión fundamental que las categorías no pueden definirse en términos de condiciones necesarias y suficientes, sino que son graduales (por ejemplo, en la categoría de las aves, ‘gorrión’ es mejor ejemplo que ‘pingüino’). Además, por la gradación, las categorías tienen límites difusos y una estructura de semejanza de familia (concepto retomado de Wittgenstein, 1988 [1953]). Asimismo, cuentan con un prototipo, que en esta primera versión se define como el mejor ejemplar y entidad fundadora de la categoría. La segunda, o versión extendida, mantiene algunos principios básicos y matiza otros postulados. Por un lado, sigue sosteniendo que las categorías no pueden definirse según cns y tienen estructura de semejanza de familia. Por otro, sin embargo, redefine el concepto de prototipo como el ‘miembro de la categoría que posee la mayor acumulación de atributos en relación con los otros miembros’. El prototipo, además, es una representación mental (en este sentido, ‘vaca’ y ‘perro’ para la categoría mamífero son ocurrencias del prototipo, no prototipos en sí mismos).

La estructura de la categoría en términos de semejanza de familia justifica la presencia de miembros dentro de una categoría aunque no cumplan con todos los atributos; basta que cada miembro comparta al menos una propiedad con otro de su categoría para formar parte de ella. Es así como la versión extendida permite dar cuenta de la polisemia de un ítem, como nos interesará demostrar en el presente trabajo respecto de los distintos usos de los tiempos PPS y PI.

Las categorías pueden tener una estructura de semejanza de familia, a la manera de un conjunto de atributos solapados en forma de radio. Esto es lo que reformula Lakoff con el nombre de “modelo de categorización radial”, como se describirá en el subapartado siguiente.

El modelo de categorización radial de Lakoff. Luego de retomar la versión extendida de la teoría de prototipos, Lakoff (1987, pp. 91-114) elabora en profundidad el modelo de categorías radiales a partir del ejemplo de la categoría madre. El autor parte de que un modelo clásico de categorización no puede dar cuenta claramente del concepto de madre, ya que no hay una definición en términos de cns que pueda abarcar todos los tipos de ‘madre’ que existen en el mundo. No comparten todos los atributos la madre biológica, las mujeres donantes de óvulos, las madres sustitutas, las madres adoptivas, las madres solteras o las madrastras. Estos problemas, suscitados por tal categoría, obligan a repensar la estructura semántica del concepto que la designa. Es por ello que Lakoff aplica el modelo de la categoría radial para casos de polisemia. La categoría madre tiene una estructura radial en la que hay un modelo o miembro central, prototípico, donde está presente la mayor acumulación de atributos comunes a todos los miembros de la categoría. El miembro central de la categoría se constituye en la madre que es mujer, dio a luz a su hijo y además lo crió. El resto de los ejemplos de ‘madre’ son entendidos como subcategorías, o sea, desviaciones del modelo central (madre adoptiva, madre biológica, etc.). Todos los miembros están interrelacionados, de ahí que formen parte de una misma categoría.

Considerando estos planteamientos del enfoque cognitivo prototípico, en este trabajo se propondrá la organización semántica de los tiempos PPS y PI como categorías con estructura radial a partir del análisis cuantitativo del corpus.

Análisis cuantitativo. Con respecto a este tipo de análisis, se cuantificaron los verbos, los atributos y las combinaciones de atributos. La cuantificación general arrojó que en el corpus había un total de 559 verbos: 302 en PPS y 257 en PI. Cada verbo fue valorado según una escala del 4 al 0 (4 como valor máximo y 0 como ausencia de valor) en relación con los atributos de la lista presentada en el análisis cualitativo.

El uso de valores escalares para la clasificación de los atributos está fundamentado en la idea de que cada verbo posee más de un atributo, aunque siempre habrá un atributo predominante (con mayor peso) en cada verbo. El mayor o menor peso depende de la interpretación discursiva que tenga la forma verbal en el contexto en el que esté inserta.

En la Gráfica 1, observamos el promedio de valoración de los atributos. En el eje horizontal, encontramos los distintos atributos semánticos, y en el eje vertical, el promedio del valor dado a cada ocurrencia de PPS y de PI en los cuentos. El color negro corresponde al PPS, y el color gris refiere al PI.

Gráfica 1 Promedio de valoración de atributos 

Asimismo, en la lectura de la Gráfica 1, advertimos que el atributo de mayor peso en el PPS es el de “evento concluido”, y el de menor peso, el de “evento con consecuencias en el presente”. También encontramos usos marginales del atributo “descripción”, lo que acerca el PPS a los valores del PI y produce, por tanto, una superposición de categorías. El atributo de mayor peso en el PI es de hecho el de “descripción”; el de “iteración”, en cambio, se perfila como el de menor peso.

Ahora bien, para la conformación del prototipo de cada tiempo verbal, no basta con analizar los atributos de manera aislada, sino que también debe considerarse la combinación de los atributos que ocurre en cada uso de PPS y PI, a partir del peso que se le haya dado a cada uno en el análisis. A continuación, veremos las gráficas de cada prototipo, elaborado con base en la cuantificación de las combinaciones de atributos.

Respecto del PPS, en la Gráfica 2 encontramos los resultados del análisis cuantitativo de la combinación de atributos, que da como resultado el uso prototípico y el resto de los usos, los cuales van alejándose del prototipo.

Gráfica 2 Combinación de atributos del pretérito perfecto simple 

En la Gráfica 2, vemos que en el eje horizontal aparece cada combinación de atributos representada por una letra del alfabeto. En el eje vertical se muestra el número de ocurrencias. En seguida, desplegamos el significado de cada letra, es decir, de cada conjunto de atributos (se destacan en negrita los que aparecen con mayor frecuencia en el corpus), y ofrecemos entre paréntesis el número de ocurrencias, después del cual ilustramos con un ejemplo:

a: evento concluido, evento puntual y evento relevante (67): “Una mañana Pedro se asustó” (“El leve Pedro”, p. 8);

b: evento concluido (61): “Le pregunté por la causa de la muerte” (“La pieza ausente”, p. 90);

c: evento concluido y evento puntual (41): “La risa se trocó en terror y Hebe acudió otra vez a las voces de su marido” (“El leve Pedro”, p. 8);

d: evento concluido y evento relevante (35): “Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia” (“El otro yo”, p. 83);

e: evento concluido, evento relevante y evento que implica proceso (27): “Entonces su ventana desapareció, despacito, hasta parecerse a las otras” (“Tres ventanas”, p. 17);

f: evento concluido y evento que implica proceso (24): “Por eso pensé en usted” (“La pieza ausente”, p. 90);

g: evento concluido, evento puntual y descripción (10): “Me recibió un detective alto, que me tendió la mano distraídamente, mientras decía su nombre en voz baja -Lainez- como si pronunciara una mala palabra” (“La pieza ausente”, p. 90);

h: evento concluido y descripción (6): “Yo siempre tuve por ella un poco de admiración y un poco de miedo” (“Tres ventanas”, p. 17);

i: evento concluido, evento que implica proceso y descripción (6): “El hombre postrado se quedó solo; su mano izquierda jugó un rato con el cencerro, como si ejerciera un poder” (“El fin”, p. 185);

j: evento concluido, evento relevante, evento que implica proceso y descripción (5): “Su sangre lo sintió como un acicate” (“El fin”, p. 186);

k: evento concluido, evento puntual, evento relevante y descripción (3): “Recabarren no lo vio más, pero lo oyó chistar, apearse, atar el caballo al palenque y entrar con paso firme en la pulpería” (“El fin”, p. 183);

l: evento concluido e iteración (2): “-¡Pedro, Pedro! -gritó aterrorizada” (“El leve Pedro”, p. 9);

m: evento concluido, evento relevante y evento con consecuencias en el presente (2): “-Sabemos que Fabbri tenía enemigos -dijo Lainez-. Coleccionistas resentidos, como Santandrea, varios contrabandistas de rompecabezas, hasta un ingeniero loco, constructor de juguetes, con el que se peleó una vez” (“La pieza ausente”, p. 90);

n: evento concluido, evento puntual, descripción e iteración (2): “Una o dos veces lo agitó; del otro lado de la puerta seguían llegándole los modestos acordes” (“El fin”, p. 184);

o: evento relevante y evento que implica proceso (1): “La mujer despertó, empezó a gritar y el joven se vio en la penosa necesidad de matarla” (“Cuento policial”, p. 191);

p: evento puntual, evento con consecuencias en el presente y descripción (1): “Comencé a coleccionar rompecabezas cuando tenía quince años” (“La pieza ausente”, p. 90);

q: evento puntual y evento relevante (1): “Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos” (“Continuidad de los parques”, p. 11);

r: evento concluido, evento que implica proceso y evento durativo (1): “Siguió recobrándose” (“El leve Pedro”, p. 7);

s: evento concluido, evento que implica proceso y evento con consecuencias en el presente (1): “Llegué a estimarlo mucho” (“La suma”, p. 3);

t: evento concluido, evento que implica proceso, evento con consecuencias en el presente y descripción (1): “Tuve razón: a las doce de la noche la llamada de un policía me citó al amanecer en las puertas del Museo” (“La pieza ausente”, p. 90);

u: evento concluido, evento relevante e iteración (1): “Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio” (“El otro yo”, p. 83);

v: evento concluido, evento relevante y descripción (1): “Recabarren vio el chambergo, el largo poncho oscuro, el caballo moro, pero no la cara del hombre, que, por fin, sujetó el galope y vino acercándose al trotecito” (“El fin”, p. 184);

w: evento concluido, evento relevante, evento con consecuencias en el presente y descripción (1): “También combinamos las letras de la Piedad buscando anagramas. Fue inútil. Por eso pensé en usted” (“La pieza ausente”, p. 90);

x: evento concluido, evento puntual, descripción y habitualidad (1): “La mujer jamás le dedicó una mirada” (“Cuento policial”, p. 191);

y: evento concluido, evento puntual y evento que implica proceso (1): “En eso se coló por la puerta un correntón de aire que ladeó la leve corporeidad de Pedro y, como a una pluma, la sopló por la ventana abierta” (“El leve Pedro”, p. 9).

A partir de estos datos, observamos que el prototipo del PPS se compone de la combinación de atributos de “evento concluido” y “evento puntual”. Luego, por razones discursivas, también se usa para el “evento relevante” del relato. Suma el atributo “evento que implica un proceso” por influencia del Aktionsart (aspecto léxico). Por razones discursivas, pero con una frecuencia marginal, se usa para realizar una “descripción” (en combinación con “evento concluido”, “evento puntual” y, otras veces, con “evento que implica proceso”). En casos muy marginales, expresa “iteración” (por influencia del contexto gramatical, como en “sintió dos o tres fulgurantes puntadas”, en el cuento “A la deriva”, p. 72). También de modo marginal se usa para expresar “eventos que tienen consecuencias en el presente” (como en “Tuve razón: a las doce de la noche la llamada de un policía me citó al amanecer en las puertas del Museo”, de “La pieza ausente”, p. 90. El hecho de tener razón se continúa en el tiempo y da lugar a la cita en el Museo).

Finalmente, hay combinaciones muy marginales, como la de “evento concluido, evento relevante, evento con consecuencias en el presente y descripción”, que se encuentra una sola vez en la frase inicial del mismo cuento de Pablo de Santis: “Comencé a coleccionar rompecabezas cuando tenía quince años” (id.). Aquí vemos la influencia del contexto sintáctico: la frase verbal incoativa y la función discursiva (el hecho de coleccionar rompecabezas será relevante a la hora de descubrir al asesino). Vale aclarar que el “evento concluido” (o aspecto perfectivo) de “comencé a coleccionar”, que se observa en la categoría morfológica de aspecto perfectivo de la forma conjugada comencé, se refiere a que la acción concluida es la de iniciar la colección, lo que no impide que en el futuro esa persona continuara coleccionando rompecabezas7.

Otra combinación única de atributos se dio en el caso del conjunto “evento concluido, evento puntual, descripción y habitualidad” en “Rumbo a la tienda donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba todos los días por delante de una casa en cuyo balcón una mujer bellísima leía un libro. La mujer jamás le dedicó una mirada” (p. 191), de “Cuento policial”, de Marco Denevi. Aquí, es la única vez que el atributo “habitualidad” aparece en el PPS. La forma dedicó se interpreta como habitual puesto que, en el contexto discursivo, el joven pasaba todos los días por delante de la casa de la mujer, pero ella, en ninguna de esas oportunidades, le dedicó una mirada. Se trata de una acción negada de manera sistemática.

Véase en el Diagrama 1 la ilustración del ítem polisémico del pretérito perfecto simple a partir de lo previamente analizado. En este diagrama, se ilustra la organización categorial del pretérito perfecto simple, que se concibe como ítem polisémico, o sea, como una forma con varios significados interrelacionados, a la manera de la estructura radial propuesta por Lakoff. En el PPS, el significado central es el valor aspectual morfológico de perfectivo, llamado atributo “evento concluido”, en combinación con el valor aspectual léxico puntual (“evento puntual”). En el corpus, como hemos constatado en el análisis cuantitativo, se da de manera muy frecuente esta combinación de valores aspectuales -v.gr. “La risa se trocó en terror y Hebe acudió otra vez a las voces de su marido” (“El leve Pedro”, p. 8).

Diagrama 1 Ítem polisémico del pretérito perfecto simple 

Con una frecuencia importante, pero menor, se encuentran los atributos de “evento concluido” y “evento relevante” -v.gr. “Una noche, cuando todas nos hallábamos acostadas, Irene vino hasta mi cama, para despedirse” (“Tres ventanas”, p. 17). El PPS en estos casos, además de expresar aspecto, se asocia a una cláusula de primer plano (foregrounded), y así, porta información relevante para la narrativa.

De igual modo, el atributo “evento concluido” se combina con el de “evento que implica un proceso”, que también es un atributo de aspecto léxico, como “puntual”, pero significa lo contrario. Es decir, se trata de la combinación de PPS y raíces verbales que denotan un proceso, como en “La probó, la guitarra sonaba bien” (p. 17), de “El pequeño rey zaparrastroso”.

En menor medida, la combinación de atributos “evento concluido” y “eventos con consecuencias en el presente” suma un significado que no es aspectual, sino que depende del discurso en el que esté inserto, como en “Sabemos que Fabbri tenía enemigos -dijo Lainez-. Coleccionistas resentidos, como Santandrea, varios contrabandistas de rompecabezas, hasta un ingeniero loco, constructor de juguetes, con el que se peleó una vez” (p. 90), de “La pieza ausente”.

Finalmente, y de manera marginal, con baja frecuencia y con menos atributos en común, encontramos significados del PPS que lo acercan a la categoría del PI, pero que se alejan bastante del significado central; por eso los vemos ilustrados en el margen derecho del Diagrama 1. Así pues, en contextos marginales, el PPS toma valores del PI, es decir, significa “descripción”, como en “Recabarren, tendido, entreabrió los ojos y vio el oblicuo cielo raso de junco” (p. 183), de “El fin”. Aquí, el PPS aparece en la descripción del trasfondo del texto, en el que se describe a Recabarren observando todo desde su lecho. El PPS también puede expresar aspecto iterativo o habitual, como en “La mujer jamás le dedicó una mirada” (p. 191), de “Cuento policial”.

Con respecto al pretérito imperfecto, véase en la Gráfica 3 el número de combinaciones de atributos que encontramos en el corpus. Al igual que sucedía en la gráfica anterior, cada combinación de atributos de la Gráfica 3 aparece representada en el eje horizontal por una letra del alfabeto, mientras que en el eje vertical se muestra el número de ocurrencias. A continuación, desplegamos el significado de cada letra (también se destacan en negrita los que aparecen con mayor frecuencia en el corpus), ofrecemos entre paréntesis el número de ocurrencias e ilustramos con un ejemplo:

Gráfica 3 Combinación de atributos del pretérito imperfecto 

a: descripción y evento durativo (139): “Caminaba con pasos contenidos porque ya sabía que en cuanto taconeara iría dando botes por el corral” (“El leve Pedro”, p. 8);

b: descripción y evento permanente (47): “La tercera ventana era la de Irene” (“Tres ventanas”, p. 17);

c: descripción, evento durativo, iteración y habitualidad (22): “Ya paseaba por el caserón, atendía el hambre de las gallinas y de los cerdos, dio una mano de pintura verde a la pajarera bulliciosa y aun se animó a hachar la leña y llevarla en carretilla hasta el galpón” (“El leve Pedro”, p. 7);

d: evento durativo (15): “Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo” (“El otro yo”, p. 83);

e: descripción (13): “El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia” (“El otro yo”, p. 83);

f: descripción, iteración y habitualidad (10): “El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres” (“El otro yo”, p. 83);

g: descripción e iteración (3): “El médico refunfuñaba que la enfermedad de Pedro era nueva, que no había modo de tratarse y que él no sabía qué hacer…” (“El leve Pedro”, p. 7);

h: descripción, evento durativo y habitualidad (2): “Decían que vivía sola, que era muy rica y que guardaba grandes sumas de dinero en su casa, aparte de las joyas y de la platería” (“Cuento policial”, p. 191);

i: descripción, evento durativo e iteración (2): “Lejos de los demás, el gurí se sentaba a la sombra de la enramada, con la espalda contra el tronco de un árbol y la cabeza gacha” (“El pequeño rey zaparrastroso”, p. 17);

j: evento durativo y evento permanente (1): “El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia” (“El otro yo”, p. 83);

k: evento durativo, iteración y habitualidad (1): “Los domingos de mañana al hacerse la toilette silbaba con ese silbido fino, delicado y tembloroso con que silban las personas cuando están satisfechas de realizar una cosa con prolijidad” (“La suma”, p. 3); l: descripción, evento durativo y evento permanente (1): “En un rincón que formaba el corredor al terminar en la pared, había un juego de vestíbulo” (“La suma”, p. 3);

m: evento que implica proceso, descripción y evento durativo (1): “A veces a los dedos les brotaba, de puro entusiasmo, un galope de caballos; los caballos venían galopando por la tierra, el trueno de los cascos sobre las colinas, y los dedos se enloquecían para celebrarlo” (“El pequeño rey zaparrastroso”, p. 17).

A partir de los valores que arroja la Gráfica 3, podemos concluir que el uso prototípico del pretérito imperfecto expresa la función discursiva de “descripción”, un significado no aspectual -contrariamente a lo enunciado en los estudios gramaticales que sostienen que la diferencia entre PPS y PI es meramente aspectual, y que describen el PI como aquel tiempo pasado que tiene aspecto imperfectivo, como Lenz 1935, Gili Gaya 1943, Fernández Ramírez 1986, García Fernández 2004 y la NGLE 2009. Este atributo se combina en mayor medida con el de “evento durativo” y, en una frecuencia menor, pero importante, con el atributo de “evento permanente” -esto último no sorprende, ya que la descripción se asocia a la expresión de características intrínsecas de los objetos. Luego, estos atributos se combinan con los de “iteración” y “habitualidad”. A la inversa de lo que sucedía con el PPS, no encontramos casos del PI que expresen valores del PPS. A continuación, véase en el Diagrama 2 la ilustración del ítem polisémico del PI.

Diagrama 2 Ítem polisémico del pretérito imperfect 

En el Diagrama 2, observamos la organización categorial del pretérito imperfecto, también concebido como una categoría radial. El significado central es el de “descripción”, una función discursiva. En este corpus, el pretérito imperfecto se usa mayormente para expresar descripciones de personajes o de situaciones, como marco de los eventos principales de una narración, según ocurre en “El aire olía a hinojos y a cedrones” (p. 17), de “El pequeño rey zaparrastroso”, o en “La llanura, bajo el último sol, era casi abstracta, como vista en un sueño” (p. 183), de “El fin”.

Luego, el atributo “descripción” se combina con otros significados que son aspectuales: por un lado, con el atributo de “evento durativo”, es decir, el aspecto morfológico imperfectivo -como en “Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento” (p. 73), de “A la deriva”-; por otro, con el atributo “evento permanente”, es decir, un atributo de aspecto léxico -como en “Susana y yo, las menores, no éramos suficientemente perspicaces para adivinar el motivo de esos largos cuchicheos” (p. 17), de “Tres ventanas”, o en “Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo” (p. 83), de “El otro yo”. Con menor frecuencia de aparición, el PI presenta casos en los que el atributo “descripción” se combina con los de valor aspectual léxico de “iteración” o “habitualidad” -como en “El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres” (id.).

En el siguiente apartado, mostraremos cómo realizamos el análisis cualitativo del corpus, que consistió en integrar el análisis discursivo al análisis gramatical y en abstraer, de ese modo, los atributos semánticos medidos. Para este trabajo, seleccionamos el análisis de cuatro cuentos extraídos del corpus: “Tres ventanas”, de Norah Lange; “El pequeño rey zaparrastroso”, de Eduardo Galeano; “A la deriva”, de Horacio Quiroga; y “Continuidad de los parques”, de Julio Cortázar.

Análisis cualitativo de los cuentos. El cuento “Tres ventanas” está narrado completamente en pretérito. Se trata de un texto breve conformado por tres párrafos cuyo tema principal es el misterio que conlleva la transformación del cuerpo y la entrada en el mundo adulto que ese cambio corporal genera en la protagonista. La narración presenta el uso del PI en contextos descriptivos, mientras que el PPS ocurre cuando se expresan “eventos concluidos” y, además, “eventos puntuales”, sobre todo a partir de contextos en los que aparecen expresiones adverbiales que contribuyen a la interpretación de ese aspecto léxico, como en “Una noche, cuando todas nos hallábamos acostadas, Irene vino hasta mi cama, para despedirse” (p. 17). En este ejemplo, el temporal una noche refuerza la interpretación puntual de la forma verbal vino.

El PPS también aparece en una serie de eventos que se presentan como concluidos, aunque tienen cierta duración en el tiempo. Por ejemplo, en “siempre tuve por ella un poco de admiración” observamos un proceso que implica desarrollo en el tiempo, pero que ya está concluido. Lo mismo sucede en “su ventana siempre me pareció misteriosa” (id.): el adverbio siempre contribuye a la interpretación del PPS como evento que implica un proceso, o sea, con cierto desarrollo a lo largo del tiempo, aunque se presente como concluido en el aspecto morfológico. Ese aspecto perfectivo es el punto final que implica el develamiento del misterio que da tema al texto. En resumen, el cuento presenta la oposición entre PPS y PI como “eventos concluidos” contrapuestos a un trasfondo.

El breve cuento de “El rey zaparrastroso” está construido sobre una oposición entre eventos repetidos y un evento único. Esto se traduce en el uso del PI y el PPS a partir de una oposición entre el aspecto léxico de habitualidad y la aparición del PPS para dar cuenta de un evento único que resulta relevante en la narración.

En los dos primeros párrafos del relato, los más extensos, se construye como escenario, o telón de fondo, una rutina, una serie de eventos que se conceptualizan como iterativos, no sólo por la predominancia del PI, sino también por la presencia de ciertos elementos lingüísticos, como tarde a tarde: “Tarde a tarde lo veían. Lejos de los demás, el gurí se sentaba a la sombra de la enramada, con la espalda contra el tronco de un árbol y la cabeza gacha”. Y más adelante: “El perro se sentaba, sobre las patas de atrás, a su lado. Ahí quedaba hasta que caía la noche. El perro paraba las orejas y el gurí, con el ceño fruncido por detrás de la cortina del pelo sin color, les daba libertad a sus dedos para que se movieran en el aire” (p. 17).

Esa costumbre, esa repetición de acciones que realiza el gurí, se ve interrumpida por un hecho único: el regalo de la guitarra. Aquí irrumpe el PPS, encabezado por el temporal un día, que anticipa la ruptura de esa rutina descrita en los párrafos anteriores: “Un día le regalaron, los demás, una guitarra” (id.). En este caso, el cuento privilegia la expresión de aspecto habitual en el PI y de “evento relevante” en el PPS, lo que establece una oposición distinta de la que se origina en la estructura narrativa canónica que observamos en el cuento de Norah Lange.

En el inicio de “A la deriva”, las acciones que describen al personaje están narradas en PPS, ya que se trata de una sucesión de “eventos relevantes” y “eventos concluidos”: “El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú” (p. 72). El PPS también marca el comienzo in medias res del relato, dando cuenta de la relevancia que tienen estas acciones para lo que vendrá después. La mordedura de la serpiente desata un proceso de envenenamiento que se va desarrollando de modo subyacente mientras el personaje toma decisiones y actúa para salvar su vida. Ese avance permanente del veneno (y de la muerte) está íntegramente narrado en PI, tiempo que permite dar ese sentido de continuidad: “Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie” (id.). Y más adelante: “Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero” (p. 73).

A su vez, la marca del envenenamiento -que inicialmente son dos puntitos- va transformándose, agravándose. No es nunca igual a sí misma. Aquí también el PI nos da la idea del proceso, de algo que se está desarrollando y que, como tal, puede cambiar. Las acciones que realiza el hombre a propósito de su herida, que evoluciona, se perciben como puntuales, o más breves, en relación con eso que avanza sin remedio.

El fin del proceso de envenenamiento, de la agonía, se muestra de forma económica y repentina; con tres eventos en PPS se cierran el relato y la vida del personaje: “De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho. El hombre estiró lentamente los dedos de la mano. Y cesó de respirar” (p. 76). Aquí reaparece el PPS combinando su significado de “evento concluido” con el de “evento relevante” y marcando además que los eventos se han dado de manera sucesiva, procedimiento que genera un efecto icónico. Esta iconicidad del PPS otorga al final del relato una cierta eficacia narrativa: paso a paso, aunque en diligentes episodios subsecuentes, casi yuxtapuestos, se apresura el cierre de la historia, pero también el término del dolor. Durante todo el texto, el lector había acompañado al protagonista en su sufrimiento, narrado en PI, debido al atributo de “evento durativo” (una agonía prolongada). Ya en la resolución, el lector también siente el alivio del fin de la agonía, mediante esas tres formas verbales en PPS que expresan la sucesión de “eventos concluidos”8.

Finalmente, “Continuidad de los parques” plantea una estructura narrativa diferente a las anteriores; presenta un relato dentro de otro sin límites precisos, en el que se opone el mundo del lector al de los personajes de la novela leída. El cuento ofrece, entonces, dos espacios definidos que en un momento del relato se funden, sin que podamos percibir tal fusión con exactitud. En esa oposición, los tiempos verbales pretéritos cumplen funciones diferentes, absolutamente discursivas, más allá de sus significados aspectuales (“evento concluido” para el PPS y “evento durativo” para el pi). La función discursiva del PPS es introducir y sostener el escenario de la lectura y de la relación del lector con la novela, como vemos ilustrado en “La abandonó por negocios urgentes” y en “Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio” (p. 11). Por su parte, el PI cumple la función discursiva de ingreso al mundo ficcional, el de la lectura: “Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba” (id.). El uso del PI continuará incluso hasta hacer ingresar a los personajes de la novela y la trama, que se desarrolla a medida que el lector avanza en la lectura: “Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante” (p. 12). El narrador explota el valor aspectual del imperfecto (como “evento durativo”) para mostrar ese decurso de la acción que está transcurriendo en la novela, porque el acto de leer está en pleno proceso.

Hacia el final, observamos cómo el desenlace de la novela y el del cuento coinciden: los dos mundos confluyen. En el armado de esa fusión, que es el clímax de la historia, el narrador vuelve al PPS, porque indica “eventos relevantes” que nos reencuentran con el mundo del lector: “Subió los tres peldaños del porche y entró” (p. 13). De este modo, los usos de PPS y PI están en función de la trama narrativa, que obedece a un relato inmerso en el otro al punto de confundirse. El atributo de “evento durativo” del PI se encuentra en función de la característica fantástica del cuento: la superposición de dos mundos opuestos. La acción de leer se vuelve real, y en el punto cúlmine aparece el PPS para dar cuenta de un “evento relevante”: la entrada del lector/ personaje en la escena del crimen.

Conclusiones

A partir del análisis cualitativo y cuantitativo de diez cuentos de narrativa breve contemporánea, concluimos que para entender la oposición entre pretérito perfecto simple y pretérito imperfecto, y para caracterizar semánticamente cada tiempo verbal, hay que considerar todos los factores involucrados: no solamente el aspecto morfológico (concluido vs. durativo), sino también la relación con el aspecto léxico y la función discursiva.

El análisis nos permitió establecer el ítem polisémico de cada tiempo verbal. El prototipo del pretérito perfecto simple reúne los atributos “evento concluido” y “evento puntual”. Por razones discursivas, también aparece en eventos relevantes del relato; por influencia del aspecto léxico, suma el atributo “evento que implica un proceso”; y en frecuencias bajas, se usa para expresar eventos que tienen consecuencias en el presente. También presenta usos marginales que lo acercan al PI, ya que puede expresar “descripción” o “iteración”. Por su parte, el ítem polisémico del pretérito imperfecto reúne el atributo “descripción”, que se combina en mayor medida con el de “evento durativo” y, en una frecuencia inferior, con el atributo de “evento permanente”. Con menor número de ocurrencias, estos atributos se combinan con los de “iteración” o “habitualidad”. No encontramos casos del PI que expresen valores del PPS.

Por último, en el análisis cualitativo de las formas en los cuentos seleccionados, se demostró que el significado de los tiempos verbales depende del contexto discursivo. Así, en una estructura narrativa canónica, suele usarse el contraste entre PPS y PI para denotar una diferencia aspectual y de eventos relevantes contrapuestos al trasfondo de la trama (la descripción). Sin embargo, en estructuras narrativas diferentes, podemos encontrar otros usos, como el contraste entre aspecto iterativo y “evento relevante” en el cuento “El pequeño rey zaparrastroso”, de Eduardo Galeano, o la diferenciación de mundos en el de “Continuidad de los parques”, de Julio Cortázar. Esto evidencia que las formas sólo pueden analizarse en contexto, y sólo de ese modo podremos comprender y describir su significado.

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1La definición cognitivista de morfema como ‘unidad mínima de significado’ se contrapone con otras que responden a gramáticas formales que analizan la oración descontextualizada, como la de PENA: “Unidad mínima del análisis morfológico y gramatical o de la primera articulación” (1999, p. 4318). Unidad mínima gramatical y no semántica, ya que para Pena “no siempre es posible atribuir un significado determinado a las unidades mínimas obtenidas en el análisis formal de la palabra” (id.). Sin embargo, desde el ecp no hay formas (morfemas) sin significado, por lo que definiciones como la de Pena resultan inaceptables. Otra consecuencia de la concepción cognitivo-prototípica de la noción de morfema es su equivalencia a la de signo. Un morfema es un signo, ya que siempre va a portar significado y significante.

2Para el concepto de núcleo narrativo, retomamos los planteamientos de Barthes (1977 [1966]) y Genette (1989 [1972]) acerca de que la estructura narrativa del relato consta de núcleos y satélites. Los núcleos son momentos narrativos de gran importancia que dan origen a puntos críticos en la dirección que toman los sucesos; no se pueden suprimir sin destruir la lógica de la narrativa. Los satélites, en cambio, representan sucesos secundarios en la trama: suponen necesariamente la existencia de los núcleos, dependen en cierta manera de ellos y tienen la función de ampliar y completar la información que ofrecen.

3El corpus está conformado por los siguientes textos: “A la deriva” (1917), de Horacio Quiroga; “La suma” (1930), de Felisberto Hernández; “Tres ventanas” (1937), de Norah Lange; “El fin” (1956 [1944]), de Jorge Luis Borges; “Continuidad de los parques” (1964), de Julio Cortázar; “El otro yo” (1968), de Mario Benedetti; “Cuento policial” (1987 [1972]), de Marco Denevi; “El pequeño rey zaparrastroso” (1973), de Eduardo Galeano; “El leve Pedro” (1976), de Enrique Anderson Imbert; y “La pieza ausente” (2014), de Pablo de Santis.

4 García Fernández (2004, p. 32) advierte acerca de la confusión habitual entre aspecto y modo de acción. Según el autor, el aspecto es una noción semántica de manifestación morfológica, en tanto que el concepto de modo de acción es eminentemente léxico (aspecto léxico). Si oponemos Estornudó a Construyó una casa, observamos que, aun cuando en ambos casos el tiempo es PPS, en la primera oración hay aspecto puntual, o sea, sin estructura interna; en la segunda, en cambio, el evento de construir tiene lugar a lo largo de un cierto período de tiempo. De este tipo de diferencias y de sus consecuencias sintácticas se ocupa el modo de acción o aspecto léxico. En la misma línea, la NGLE argumenta: “Con la forma canté se hace referencia a eventos acaecidos. No han de ser, sin embargo, puntuales, ya que es igualmente compatible con estados de cosas que ocupen cierta extensión temporal, casi siempre delimitada”, según sucede en una oración como “Vivieron varios años en el extranjero” (2009, § 23.9a).

5En todos los ejemplos citados, las cursivas son nuestras.

6Se denomina cláusula transitiva prototípica (CTP) a aquella que representa una cadena de acción, es decir, una experiencia del hablante acerca del mundo, según la cual un sujeto se relaciona con un objeto (por ejemplo: Juan rompió el vidrio). La CTP, unidad semántico-pragmática que presenta una interacción, tiene un movimiento de energía que parte del primer actante, se desplaza, cae en el último actante y provoca un cambio radical en él (Langacker 1991, pp. 13 y 282). Este traspaso de energía que provoca una modificación en el segundo actante es lo que las gramáticas han denominado transitividad. Sin embargo, para el ECP, la transitividad no es una característica del verbo, sino del mensaje, de la cláusula.

7A este respecto, aclara la NGLE (2009, § 23.9j): “La irregularidad que parecen representar los predicados télicos puntuales construidos en pretérito con adjuntos de duración se explica en función de la llamada interpretación de estado resultante, que implica dividir un evento en fases y focalizar una de ellas: Salió durante un rato. Se extiende este proceso a algunos verbos de estado que adquieren la interpretación ingresiva, incoativa, como en Recién en la adolescencia supo la verdad: se habla del momento en que alguien adquirió cierta información, por tanto de una acción restringida a un punto”. De modo análogo, en Comencé a coleccionar, el PPS focaliza en el término del inicio de la colección (a los 15 años de edad), más allá de que la frase verbal de aspecto incoativo nos sugiera que la acción de coleccionar continuó en el futuro.

8La NGLE (2009, § 23.9d) ya advertía sobre este uso del PPS: “La sucesión de pretéritos perfectos simples, como en Sintió un pinchazo y se puso la mano en el pecho o en Llegué, vi y vencí, presentan naturaleza icónica, ya que sugiere el orden en que tienen lugar los eventos que se concatenan. El efecto icónico de estas sucesiones posee, además, cierta eficacia discursiva, y es habitual emplearlo para dar agilidad o viveza a las narraciones. El pretérito imperfecto no puede expresar esto”.

Recibido: 28 de Septiembre de 2018; Aprobado: 06 de Junio de 2019

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