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vol.68 número2Rose Corral, Anthony Stanton y James Valender (eds.), Laboratorios de lo nuevo. Revistas literarias y culturales de México, España y el Río de la Plata en la década de 1920. El Colegio de México, México, 2018; 451 pp. (Serie Estudios de Lingüística y Literatura, 71).Jorge Luis Borges, Poemas & prosas breves. Ed. de Daniel Balderston y María Celeste Martín. Borges Center-University of Pittsburgh, Pittsburgh, PA, 2017; 141 pp. índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Nueva revista de filología hispánica

versión On-line ISSN 2448-6558versión impresa ISSN 0185-0121

Nueva rev. filol. hisp. vol.68 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2020  Epub 09-Sep-2020

https://doi.org/10.24201/nrfh.v68i2.3666 

Reseñas

Daniel Zavala Medina, Soberbios ojos de tigre. Cinco ensayos sobre “La sombra del Caudillo”. Secretaría de Cultura-Instituto Nacional de Bellas Artes-Textofilia, México, 2018; 111 pp.

Elvia Estefanía López Vera1 

1Universidad Autónoma de San Luis Potosí, elvialopezvera@gmail.com

Zavala Medina, Daniel. Soberbios ojos de tigre. Cinco ensayos sobre “La sombra del Caudillo”. Secretaría de Cultura-Instituto Nacional de Bellas Artes-Textofilia, México: 2018. 111p.


Cuando nos preguntamos qué distingue a una obra literaria como clásica, nos remitimos a aquellos textos que se han convertido en parteaguas de nuestra tradición artística. Una obra clásica es la que trasciende los cánones y no pierde vigencia; en cambio, gana valor cuando alcanza a otros lectores en la posteridad. En el caso de las obras literarias, el valor expresivo de la palabra se muestra en cada lectura, lo que permite que quien se acerque a cada composición literaria resignifique su aportación artística.

Dentro de la literatura hispanoamericana, la narrativa de la Revolución mexicana se integró de manera contundente en un período decisivo que cuestionó las dinámicas de poder establecidas y planteó numerosas reflexiones sobre la identidad de la comunidad hispanohablante en Sudamérica. Dicha labor intelectual fue emprendida por Pedro Henríquez Ureña, quien, mediante la escritura, logró rehabilitar la perspectiva crítica de sus contemporáneos, los cuales formaron en México el Ateneo de la Juventud. Entre sus miembros principales se encuentran, como sabemos, Martín Luis Guzmán, Alfonso Reyes, Julio Torri y José Vasconcelos.

Para el caso mexicano, la guerra significó la polarización de la élite intelectual: los que estaban con el grupo en el poder radicaron en el país y fueron consejeros de los militares, incluso participaron como soldados, mientras que los vencidos tuvieron que exiliarse en Estados Unidos o en Europa, donde la mayoría continuaba su labor como escritores y periodistas, en espera de mejores tiempos para volver. En mi opinión, el exilio de algunos intelectuales fortaleció su propuesta estética. En un ejercicio de contraste, podría decirse que los que se quedaron dentro del país pagaron el precio de mantenerse como juglares de los logros de los caudillos de la Revolución; en cambio, los que se vieron obligados a salir del país por causas políticas construyeron una visión desde fuera, que nutrió sus reflexiones elevándolas al ámbito universal y humano de la lucha por el poder.

En este último grupo entra Martín Luis Guzmán, quien vivió dos exilios: el primero en 1914 y el segundo en 1923; este último por su participación en el Partido Cooperativista, el grupo político más importante en esos años. Guzmán compaginó su vida política con su carrera literaria: periodista, ensayista y narrador, exploró su talento como escritor desde la tribuna de la prensa, que lo llevó a ser valorado en el extranjero, específicamente en Madrid, donde, a la muerte de Obregón, dio a conocer La sombra del Caudillo en una versión periodística (1928), que reestructuró como novela en 1929.

A 90 años, la recepción de La sombra del Caudillo ha tenido momentos de luz y sombra: primero, luego de editarse en Madrid, la tribuna literaria y crítica respaldó buena parte de la obra de Guzmán; después, como libro sobre las arbitrariedades de Álvaro Obregón, cuya muerte dio paso al Maximato, fue causa de la agitación social; más tarde, la película homónima fue objeto de censura en México. Finalmente, un nubarrón cubrió los últimos años de la vida de Guzmán por su cercanía con el grupo político en el poder durante el movimiento de 1968 en México.

Como lectora incesante de la obra de Guzmán, siempre es un gusto compartir las novedades editoriales sobre ella. Distinguido con el Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas 2018, el libro del que me ocupo en estas líneas propone valiosas claves de lectura de la novela más representativa de Guzmán.

Su autor, Daniel Zavala Medina , es profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Su principal línea de investigación es la literatura hispanoamericana del siglo XX, con estudios literarios sobre escritores como Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Juan José Arreola, Ramón López Velarde y Felisberto Hernández. En tono confesional, Zavala nos cuenta en la introducción de Soberbios ojos de tigre… su interés por reflexionar sobre una novela que marcó su vida como lector: “pude comprender algunos de los mecanismos más oscuros de la lucha por el poder político” (p. 12). Sin duda, la inquietud del autor por profundizar en la estética de la obra de Guzmán se vinculó progresivamente con la vigencia de la lectura política de la misma, que, en el caso de México, sigue generando preguntas, al tiempo que resignifica los códigos de la política en otras latitudes.

La fascinante lectura de La sombra del Caudillo trajo como resultado que, tiempo después, Zavala dedicara buena parte de su investigación a actualizar la propuesta crítica sobre dicha novela. Soberbios ojos de tigre… ofrece novedosas lecturas de la obra narrativa y ensayística de Guzmán, con diferentes perspectivas: la presencia de elementos cinematográficos y teatrales; la interpretación de la amistad de los personajes principales en clave aristotélica; la biopolítica, en un juego entre animalidad y humanización de los personajes según su escala de poder; el petróleo como elemento simbólico que confirma la corrupción de la sombra; por último, el valor de la pluma de Guzmán en las letras hispanoamericanas.

El apartado que abre el libro, “Del teatro griego a «La película de la Revolución»: Martín Luis Guzmán a 24 fotogramas por segundo”, caracteriza la innovación estética de Guzmán que, según Zavala, supera el realismo decimonónico porque integra estrategias discursivas retomadas del cine. El narrador testigo de La sombra del Caudillo muestra rasgos vanguardistas, pues va más allá de lo que la vista puede percibir: “¿cómo resolvería un director el problema técnico de filmar esta escena donde, sin el auxilio de la mirada, debe mostrarse con toda fidelidad el paisaje urbano?” (p. 23). Es aquí donde la narrativa de Guzmán muestra su esplendor: conecta trama, espacio y tiempo con la angustia de Axkaná, que es conducido sin que pueda ver con claridad su destino; aspecto que armoniza con Ignacio Aguirre, el héroe trágico.

El segundo apartado, “Soberbios ojos de tigre: la bestia, el soberano, los rebaños”, destaca por la incorporación de novedosas formas de interpretar la animalidad en los personajes literarios. La ferocidad del Caudillo, concentrada en sus ojos y en su sombra, es advertida por el narrador de la novela mediante una comparación entre el personaje y el animal. Al respecto, la crítica de Zavala subraya que “no son como ojos de tigre; son los ojos de un tigre” (p. 23) en pleno proceso de transformación en el juego de poder.

Zavala se basa en el esquema de Jacques Derrida, en el que el hombre político encarna la animalidad como una bestia soberana, al tiempo que se coloca por encima de otros que son su rebaño, a través de medios fuera de la legalidad. Asimismo, retoma la biopolítica de Gabriel Giorgi como nueva manera de entender dos procesos perversos: matar y dejar vivir, según los intereses del Caudillo.

En este marco, la función de las metáforas zoológicas en la novela es subordinar el resto de los personajes al Caudillo, felino cazador: el juego entre gobernante y gobernados adquiere fuerza con los matices de significación que comparan la vida política del país con una fiesta taurina, con una cacería y con un rastro en donde se sacrifica el ganado, es decir, los gobernados. De esta manera, la sombra como metáfora de fatalidad se desprende desde el Caudillo hacia sus subordinados en la animalización envolvente de su ferocidad.

En el apartado “La amistad, una interpretación en clave aristotélica”, Zavala pone de relieve la complejidad de las relaciones de los personajes en La sombra del Caudillo. Reconoce elementos de la Ética a Nicómaco, de Aristóteles, y analiza, concretamente, la amistad como una virtud de elección libre, hecho que distingue a la tragedia moderna. Zavala estudia el capítulo “Tres amigos” en el que la tríada perfecta se rompe debido a los intereses particulares de Aguirre, el protagonista: su amistad con Remigio Tarabana es por utilidad, por la confidencialidad de los negocios sucios, mientras que con Axkaná se trata de una amistad por placer, que arrastra progresivamente a este último hacia el lodo fatal de Aguirre.

En “Oscuro Dios mineral: dos capítulos sobre el petróleo en La sombra del Caudillo”, Zavala se enfoca en el problema al que Guzmán dedicó especial atención durante su etapa creativa más importante: escribió sobre el asunto tanto en el ensayo “Nuestro petróleo” como en los capítulos “El cheque de la «May-be»” y “Últimos días de un ministro” de La sombra del Caudillo. Si bien Zavala advierte que ésta no es una “novela del petróleo” en toda su extensión, esos dos capítulos muestran de qué manera el petróleo y su oscura empresa en México se conectan con la sombra de corrupción que sostiene el sistema político en el que Aguirre está inserto.

El libro Soberbios ojos de tigre… concluye con una recapitulación de las obras en las que Guzmán ha influido. En “Presencia de La sombra del Caudillo en la narrativa mexicana contemporánea”, Zavala sostiene que en novelas como La muerte de Artemio Cruz (1962), de Carlos Fuentes, La paz de los sepulcros (1995), de Jorge Volpi, y Tierra roja. La novela de Lázaro Cárdenas (2016), de Pedro Ángel Palou, pueden observarse rasgos de la maestría de Guzmán. Esto es posible si partimos de la suposición de que los tres autores mexicanos, además de haber sido lectores de Guzmán, proyectaron en su propia obra la huella del escritor chihuahuense. Sería deseable que, en un futuro, se profundizara en el análisis de la intertextualidad en cada una de estas novelas.

Nuestro presente es el tiempo oportuno para releer La sombra del Caudillo desde la óptica de nuevas aportaciones. La obra de Guzmán nos hermana en un pasado común, sostenido en los claroscuros de la historia política de nuestro país. A partir de su experiencia como lector de La sombra del Caudillo, Zavala refiere cómo pasó de ser un lector intuitivo y curioso a uno puntual y especializado, lo cual fue posible gracias al interés que despertó en él la novela de Guzmán. A casi 100 años de haberse publicado, esta obra trasciende como ejemplo de los alcances del arte de la palabra escrita, luminosa y certera: un clásico hispanoamericano.

Recibido: 18 de Marzo de 2019; Aprobado: 13 de Agosto de 2019

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