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Nueva revista de filología hispánica

versión On-line ISSN 2448-6558versión impresa ISSN 0185-0121

Nueva rev. filol. hisp. vol.65 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2017

 

Reseñas

Luz América Viveros Anaya, El surgimiento del espacio autobiográfico en México. “Impresiones y recuerdos” (1893), de Federico Gamboa

Rafael Olea Franco* 

* El Colegio de México. Correo electrónico: rolea@colmex.mx.

Viveros Anaya, Luz América. El surgimiento del espacio autobiográfico en México. “Impresiones y recuerdos” (1893), de Federico Gamboa. Universidad Nacional Autónoma de México, México: 2015. 369p.


En su seminal libro Acto de presencia. La escritura autobiográfica en Hispanoamérica (trad. J.E. Calderón, El Colegio de México-F.C.E., México, 1996), Sylvia Molloy señaló que mientras en nuestra cultura se siguiera leyendo ese género como si se tratara de novelas, no se podrían detectar con certeza las dimensiones del corpus correspondiente. Por fortuna, en las recientes décadas la autobiografía ha merecido mayor atención y variados estudios, que han demostrado que las obras afiliadas a ese género no escasean en la cultura hispanoamericana, como en un primer momento se había pensado, sobre todo en contraste con otras tradiciones culturales, como la anglosajona y la francesa. El libro de Viveros Anaya es parte de esa tendencia, la cual sin duda ayuda a completar los conocimientos sobre nuestro sistema literario, cuya complejidad es mayor de lo que en principio se tiende a creer; en él también caben expresiones literarias con cierta hibridez, como sucede con los textos autobiográficos (autobiografía per se, diarios y memorias), donde la ficción narrativa, construida desde un yo que ofrece su autofiguración, se entrelaza con la referencialidad concreta de un sujeto histórico.

Como anota la autora en la Introducción, si al principio tan sólo intentó estudiar la prosa de Federico Gamboa (1864-1939), por sus rasgos modernos y por su gran valor literario, pronto advirtió la necesidad de considerar la filiación autobiográfica de Impresiones y recuerdos, aunque también percibió que “no podía hablarse de una tradición autobiográfica en la cual insertar el libro, y esa falta de textos semejantes a los cuales asimilarlo, podía explicar -en parte- el silencio de la crítica que elaboró las historias literarias durante el siglo pasado” (p. 15). Por ello su libro se propone, desde su título y su subtítulo, un doble y coincidente objetivo: explicar el proceso del surgimiento en México, a fines del siglo XIX, de eso que ella llama el “espacio autobiográfico” y analizar el heterogéneo volumen Impresiones y recuerdos, cuya adscripción genérica no es inmediata, porque los diecisiete textos que lo componen son disímiles: desde un relato donde el narrador rememora, a décadas de distancia, cómo una prima suya perdió su piano, hasta una reflexión de Gamboa en calidad de autor de su primera novela, Apariencias (1892), pasando por textos sobre sus inicios como periodista, sus experiencias eróticas en México y París, su estancia en Guatemala, o bien su poética descripción de Buenos Aires. Sin duda esa multiplicidad exige un esfuerzo crítico para proponer una lectura coherente y relativamente unitaria de los textos.

Para cumplir el primer objetivo, en el capítulo inicial se discuten algunas de las concepciones teóricas que se han planteado para entender el género autobiográfico (o más bien “géneros autobiográficos”, como designa la autora este apartado). Se examinan así propuestas ya clásicas como las de Lejeune, May, Starobinsky y De Man, junto con otras más recientes y ligadas a los rasgos particulares de la literatura en lengua española: Molloy, Caballé, Catelli, Loureiro, Pozuelo Yvancos, Scarano y Arfuch. Entre las denominaciones que ha recibido este tipo de literatura están “escritura autobiográfica”, “escrituras del yo” y “espacio autobiográfico”, que es la asumida por Viveros Anaya, siguiendo a Leonor Arfuch y Nora Catelli, quienes usan este término para referir al conglomerado de géneros de la memoria, entre los cuales se encontrarían las memorias en sí, las autobiografías, los relatos de viaje y los diarios. Si bien no todos los críticos concuerdan con esta postura pragmática, resulta útil para la clasificación de Impresiones y recuerdos, mixta serie de textos narrativos y ensayísticos que coincide parcialmente con las tres primeras denominaciones, e incluso con la cuarta, por su semejanza con algunos pasajes de la serie de diarios de Gamboa.

Consciente del carácter histórico de los géneros, en el segundo capítulo la autora analiza las diferencias sustanciales entre el espacio autobiográfico en México y en Argentina; este último referente se justifica porque originalmente el libro motivo de la investigación fue publicado por Gamboa en Buenos Aires, mientras desempeñaba funciones diplomáticas en la legación mexicana. De este modo, un escritor extranjero intentaba insertarse en un ámbito cultural con una creciente tradición autobiográfica, por lo menos más sólida que la novel tradición mexicana, como demuestra Viveros Anaya, quien asegura que esta obra de Gamboa es el primer texto relevante del género. Además, este capítulo aporta datos importantes sobre los procesos de impresión y difusión de las obras literarias en el período, los cuales fueron determinantes para la constitución de los textos tal como hoy los conocemos.

El tercer y el cuarto capítulos están dedicados al estudio detallado de Impresiones y recuerdos, con énfasis tanto en su escritura en Buenos Aires como en su recepción en Argentina y México. Así, la recepción desigual del libro de Gamboa en México y en Argentina sirve para mostrar las profundas diferencias en el horizonte de expectativas del público en ambas latitudes, porque en el segundo ámbito cultural se leyó más desde la perspectiva autobiográfica; sin duda, este caso resulta ilustrativo para entender cómo se construye y cómo funciona una tradición literaria. Para exponer este punto, Viveros Anaya se auxilia de seis reseñas o comentarios sobre la obra, cuatro difundidos en publicaciones periódicas porteñas y dos en las de la cultura mexicana.

A los cuatro capítulos que he descrito someramente, se suma un apéndice que contiene las reseñas argentinas sobre el libro de Gamboa, entre ellas una de Rafael Obligado, localizadas por Viveros Anaya durante una estancia de investigación en Buenos Aires. Este material se completa con un par de documentos aparecidos en periódicos mexicanos, uno de Gutiérrez Nájera y otro de Puga y Acal. Estos textos, difícilmente asequibles por otra vía, permiten al lector del libro consultar de manera directa los escritos estudiados en el tercer capítulo, y constituyen una rica fuente para observar los modos de lectura de una época (Borges afirmaba que bastaría con conocer cómo leía una sociedad para deducir cómo era su literatura). Por ejemplo, el 20 de junio de 1893, en el diario El Argentino, un reseñista que firma con las iniciales L.R.F. comenta primero una obra poética de Carlos Roxlo y después Impresiones y recuerdos; sobre este último opina, alarmado: “...es ante todo un libro condenado a no caer en manos de una mujer honrada; a no franquear jamás los umbrales de un hogar honesto. / Se cuentan en él todas las insanias del libertinaje, se describen los lugares de corrupción y los ardides y procedimientos del vicio, iniciando al lector en los apetitos y voluptuosidades de la carne” (pp. 307-308). No cabe duda: Gamboa estaba condenado a las sanciones morales aun antes de publicar Santa (1903). A su vez, en un simpático texto, Gutiérrez Nájera, quien habla más del Gamboa que él conoció en México que de Impresiones y recuerdos, no deja de abonar a esa imagen, porque entre otros puntos destaca que su amigo estaba “...enamorado no de una mujer sino del sexo” (p. 339), aunque un poco más adelante se deslinda con elegancia y cautela de las conocidas debilidades carnales de Gamboa, porque según él “...no acompañaba a Federico en sus nocturnas correrías...” (pp. 339-340).

La bibliografía consultada y discutida por la autora incluye, como he dicho, las postulaciones teóricas más recientes sobre el género autobiográfico, así como una buena cantidad de ensayos críticos sobre Gamboa; quizá hubiera sido preferible que este apartado se dividiera temáticamente, con lo cual sería más fácil localizar las fuentes específicas usadas. Cabe destacar también que el libro ha sido redactado con claridad y fluidez, por lo que es posible seguir sin dificultad la argumentación, incluso la de carácter teórico (por ejemplo, estoy seguro de que la amplia y documentada discusión sobre el género será útil para quienes deseen aproximarse a expresiones literarias semejantes, con independencia de su interés por la obra de Gamboa o incluso por la literatura mexicana).

Al evaluar globalmente su investigación en las “Consideraciones finales”, Viveros Anaya enfatiza que la búsqueda hemerográfica ejercida desde una mirada autobiográfica le permitió descubrir, en las últimas décadas del siglo XIX, “...la emergencia -el surgimiento- de marcos discursivos propicios para la escritura, publicación y recepción de, propiamente, memorias y autobiografías” (p. 299). Como ella también afirma que a veces esos textos permanecieron en la prensa, es previsible pensar que todavía hay variados textos autobiográficos dispersos en las páginas de diarios y revistas.

En suma, este libro es una importante contribución al conocimiento de la obra de Federico Gamboa y de una variante de escritura que tuvo continuidad en la tradición mexicana y en él mismo, con la redacción de los varios volúmenes que forman sus diarios.

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