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Nueva revista de filología hispánica

versión On-line ISSN 2448-6558versión impresa ISSN 0185-0121

Nueva rev. filol. hisp. vol.64 no.1 Ciudad de México ene./jun. 2016

 

Reseñas

José Revueltas, El luto humano

Nayeli García Sánchez* 

* El Colegio de México, México.

Revueltas, José. El luto humano. Cajero Vázquez, Antonio. El Colegio de San Luis, San Luis Potosí: 2014. 221p.


El estudio de la literatura en México carece, con frecuencia, de ediciones preparadas con rigor y esmero de las obras que forman la base de nuestro canon. Con algunas excepciones, un gran número de los textos fundacionales de las letras mexicanas siguen a la espera de una edición detallada, que dé solidez a los estudios de interpretación y crítica.

Las obras de José Revueltas, a pesar de pertenecer a un autor que sabe reconciliar el compromiso político con el esmero estético, no han encontrado manos gentiles que se dediquen al trabajo artesanal de la edición. Por supuesto, hay unas cuantas excepciones. En 1991, Evodio Escalante coordinó la edición de Los días terrenales para la colección Archivos de la UNESCO, y en 1996 se imprimió una segunda edición corregida y generosamente aumentada. El siguiente trabajo meticuloso de edición tuvo que esperar casi veinte años más para llegar a los lectores de Revueltas.

Dentro de la colección Ediciones Críticas, el Colegio de San Luis publicó en 2014 El luto humano de José Revueltas a cargo de Antonio Cajero Vázquez. La edición de Cajero tiene la virtud de estar precedida por tres ensayos introductorios. El primero establece un marco que nos permite adentrarnos en el texto, consciente de las condiciones materiales de su escritura; el segundo comenta y encuentra explicaciones sugerentes para las variantes entre las diferentes ediciones de la obra, y el tercero ensaya una explicación general de su funcionamiento estético, a la vez que propone un análisis de sus elementos constitutivos: narrador, personajes y espacio-tiempo de la ficción.

La afirmación con la que Cajero inicia el primer ensayo introductorio sorprende por su sagacidad y observación: El luto humano no es, como sostiene gran parte de la crítica, la segunda novela del autor: por las fechas en que se publicó Los muros de agua (1941), la revista Taller dio a conocer algunos avances de El quebranto, obra que -nos recuerda Cajero- habrá de publicar algún día la editorial Era si quiere completar su colección de obras completas de nuestro autor.

Al establecer el marco de la edición, Antonio Cajero dialoga con la crítica que se ha dedicado a la novela para, en algunos casos, desmentir información incorrecta y, en otros, matizar afirmaciones que pecan de reduccionistas a la hora de analizar el texto. Dentro del primer rubro, cabe destacar el rastreo historiográfico que realiza el editor al querer resolver la incertidumbre respecto al supuesto premio literario que mereció la novela. Es lugar común decir que El luto humano obtuvo en 1943 el Premio Nacional de Literatura (que, aclara Cajero citando a Rafael Olea Franco, no guarda relación alguna con nuestro actual Premio Nacional de Ciencias y Artes), en el marco del “Segundo Concurso de Novela Latinoamericana, convocado por la editorial Farrar & Rinehart, de Nueva York” (p. xi).

Tras una búsqueda en publicaciones periódicas de la época, Cajero concluye que no es posible hacer semejante afirmación. Existió una campaña promovida por amigos y camaradas del escritor para hacerlo acreedor del premio; no obstante, no queda registro convincente de que la misión se haya cumplido. En esta sección del estudio introductorio, Cajero reconstruye el ambiente previo a la publicación de la novela: reproduce incluso una carta muy elogiosa, firmada por José Mancisidor, en respuesta a la noticia de que Revueltas representaría a México en el concurso convocado por la editorial estadounidense.

En un segundo momento de su estudio sobre el proceso de producción de la novela, Cajero se remite al contexto posterior a la publicación de El luto humano. Este apartado da cuenta de las primeras voces críticas que dedicaron algunas palabras a la publicación de la novela. El editor señala que, con excepción de Ermilo Abreu Gómez, “los críticos de Revueltas comentaron su más reciente obra con recelo, la mayoría de las veces” (p. xxii). Ese rumbo es el que siguen los juicios de Octavio Paz, José Luis Martínez y Juan José Arreola; hacia otra dirección apuntan las críticas de José Herrera Petere y Pina Juárez Fausto.

El recuento de Cajero tiene la virtud de acompañar todas las referencias con comentarios que posicionan al editor frente a lecturas previas de la novela de Revueltas. A su parecer: “no debe demeritarse el carácter innovador de El luto humano por abundar en descripciones, por abusar del lirismo, por condensar diversos géneros discursivos o por la pluralidad de narradores; al contrario, la síntesis de estas características revela un esfuerzo por transformar la novela” (p. xxvi). Para Cajero, uno de los logros más contundentes de la obra es la mezcla genérica que la constituye “a caballo entre la poesía, el ensayo y la novela” (p. xxxi), el empleo de la metaficción y la combinación de distintos discursos “bíblicos, panfletarios, históricos”.

Al preparar su edición crítica de El luto humano, Cajero se ha propuesto asomarse al taller del escritor: mostrar los cambios hechos por el autor en las sucesivas apariciones de la obra. De esta manera, logra poner en escena el proceso de escritura y corrección del texto, lo cual equivale a reproducir el tiempo de la escritura, al que muy pocas veces el lector tiene acceso. La edición crítica de textos contemporáneos se justifica entonces como un modelo de aproximación al momento de la creación de la obra. Para su edición, Cajero cotejó cuatro testimonios: el texto base, es decir, la edición de El luto humano cuidada por Revueltas para su Obra literaria (1967); un “Fragmento”, publicado en Letras de México (febrero de 1942); el capítulo tercero, “La lumbre de San Astasio”, dado a conocer en la misma revista (febrero de 1943), y la primera edición de la novela, publicada en Editorial México (1943). Para organizar el comentario sobre las vías que siguieron los cambios introducidos por el autor, Cajero los divide en cinco al distinguir entre aquellos hechos por supresión, por adición, por alteración de orden, por sustitución y, finalmente, por corrección ortográfica.

Por último, Cajero hace una lectura interpretativa de El luto humano que parte de la premisa de que “el principio organizador y dinamizador de la novela radica en su propia textualidad: en la permanente dialéctica entre la aglomeración y la dispersión de las distintas categorías narrativas: el narrador, los personajes, el tiempo y el espacio” (p. l). Esta hipótesis de lectura permite a Cajero matizar las aseveraciones de la crítica que han establecido dicotomías y caracterizaciones, definitivas y siempre válidas, para una novela que se mueve en el terreno de la dialéctica y la ambigüedad.

En el primer apartado de este ensayo, Cajero analiza las figuras retóricas más frecuentes en la novela: oxímoron, sinestesia, construcciones antitéticas y metáfora. A continuación, aparece un estudio del narrador y sus diversos avatares en la obra: “el narrador de El luto humano no puede considerarse una entidad uniforme, sino que, como los demás estatutos narrativos, se halla en un continuo hacerse” (p. lvii). De esta sección, conviene recalcar el atisbo extraordinario de que la función narrativa en la novela invita al lector no sólo a completar el texto, sino también a responderle. En cuanto a los personajes, Cajero afirma que ninguno “está definido de una vez y para siempre; no son entidades compactas, sino en constante hechura” (p. lxvi), por lo que no es posible hacer descripciones cerradas que limiten la apertura que la obra propone como principio estético. Finalmente, el tiempo y el espacio, como podría suponerse, tampoco son entidades estables. En principio, “dos planos temporales, con sus respectivos escenarios, coexisten y se intercalan a lo largo de la novela: uno correspondería al presente de la narración; el otro, el del pasado, es introducido por medio del recuerdo” (p. lxviii).

Cajero concluye su estudio con la afirmación de que El luto humano presenta una constante lucha entre factores contrapuestos, en cada uno de los niveles de la narración. Por lo tanto, la novela puede considerarse una piedra fundacional para la producción literaria posterior: “Revueltas se hallaría en la base de nuestra moderna tradición literaria, en particular, y cultural, en general” (p. lxxv).

El trabajo de Antonio Cajero Vázquez propone una metodología para la edición de textos modernos y se suma a su trabajo editorial del Perseo vencido de Gilberto Owen, en la misma colección del Colegio de San Luis en la que apareció El luto humano.

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