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Estudios de Asia y África

versión On-line ISSN 2448-654Xversión impresa ISSN 0185-0164

Estud. Asia Áfr. vol.56 no.3 Ciudad de México sep./dic. 2021  Epub 01-Nov-2021

https://doi.org/10.24201/eaa.v56i3.2716 

Reseñas

Mario González Castañeda. 2020. Las relaciones India-China: el (re)encuentro de dos sistemas en la Posguerra Fría. Ciudad de México: El Colegio de México. 234 pp.

Gabriela de la Paz Meléndez1 
http://orcid.org/0000-0003-4304-2967

1Tecnológico de Monterrey, Campus Monterrey, México, gdelapaz@tec.mx

González Castañeda, Mario. 2020. Las relaciones India-China: el (re)encuentro de dos sistemas en la Posguerra Fría. Ciudad de México: El Colegio de México, 234p.


En Las relaciones India-China: el (re)encuentro de dos sistemas en la Posguerra Fría, Mario González Castañeda recoge exhaustivamente las teorías y las propuestas que se han hecho para estudiar y entender los vínculos entre estos dos gigantes asiáticos y la influencia de Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética en la región. A lo largo de cuatro capítulos, explora desde la historia del encuentro sino-indio a partir de las escuelas o los enfoques propios, hasta el interesante relato de la demarcación de fronteras, incluidas Cachemira, la zona de la Actual Línea de Control (Line of Actual Control) y Tíbet. Asimismo, refiere el desarrollo de los países tras su independencia y las decisiones de las élites políticas para preservar sus proyectos ideológicos en el contexto de la Guerra Fría, lo que los llevó a seguir estrategias diferentes, como la conformación del Movimiento de los Países No Alineados, y todo ello enmarcado en percepciones, imágenes, estereotipos y representaciones que muestran la manera en que la rivalidad trascendió a los medios de comunicación en India y a los proyectos nucleares de ambos.

El libro ofrece tres enfoques desde los cuales se ha estudiado la relación entre ambos Estados. El primer encuadre sugiere una visión eurocentrista, pues sostiene que India y China nunca tuvieron contacto antes de la independencia de la primera (1947) y el triunfo de la revolución comunista en la segunda (1949), es decir, supone que antes de la presencia de los británicos en India no hubo ninguna comunicación.

El segundo afirma que hubo continuidad en los intercambios culturales, los cuales se adaptaron a la dinámica internacional en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial y a comienzos de la Guerra Fría, y establecieron parámetros de interacción que influyeron en la configuración de las identidades de India y China. Indudablemente, la geopolítica británica influyó en la manera en que los indios aprendieron a ver y a formarse por sí mismos. En China, tras vencer el Partido Comunista al Nacionalista en la guerra civil en que se disputaron el poder, cambió diametralmente su perspectiva. Para ambas élites hubo un proceso cognitivo, de aprendizaje, según el autor.

El tercer enfoque postula que, efectivamente, previo a la experiencia colonial de India y a los tratados de la guerra del Opio y de los Bóxers, ya había contacto comercial y cultural entre ambos países, pero que con las independencias se conformó una nueva identidad a partir de otros elementos y se planteó una nueva relación. El autor favorece esta idea, pero sostiene que después de la Segunda Guerra Mundial hubo un proceso de reaprendizaje entre las dos clases políticas y que, para entenderlo, se debe diferenciar entre la población y los actores políticos. En términos culturales, de población y sociedad, el flujo cultural y de conocimientos fue constante. Las clases políticas sí estuvieron alejadas y fueron ellas las que debieron reconectarse en una etapa en que las élites de ambas naciones encabezaban una ruptura con su pasado inmediato.

Mario González Castañeda hace un brillante análisis de esta compleja relación bilateral desde tres teorías de relaciones internacionales: el realismo, el constructivismo y el institucionalismo. Como buen estudioso del tema, explica magistralmente el balance diplomático entre China e India a través de cada una de esas propuestas y aporta nuevos elementos de estudio en su exposición.

Según la teoría realista y su sucesora, el neorrealismo, China e India rivalizaban por la búsqueda del poder. Cuando India se decidió por la No Alineación para no sucumbir a la dinámica del conflicto bipolar, aprovechó su condición de líder entre otros países recién descolonizados. China, al haber optado por el comunismo, tuvo menos opciones. La política de contención hacia la Unión Soviética que llevaba a cabo Estados Unidos también se aplicó a China, y se usó la teoría del dominó para evitar que revoluciones como la ocurrida en ese país se replicaran y se establecieran Estados socialistas o comunistas en Asia. Por su parte, el neorrealismo planteó la importancia de la preservación del Estado a partir de varios elementos, y la rivalidad entre China e India, ya escenificada en el conflicto fronterizo, obligó a recurrir a un mediador: Estados Unidos, país que, desde ese momento, cortejó a India, consciente de que era el candidato natural para frenar a China en Asia.

La mejor aportación del libro, sin embargo, es el análisis geopolítico, pese a que no es un trabajo de ese campo. En su examen de las tres escuelas de pensamiento sobre el contacto entre India y China previo a la Guerra Fría, el autor revela el peso de la geografía. Los acuerdos sobre el Himalaya, Tíbet y la Actual Línea de Control tienen hoy importantes repercusiones. González Castañeda muestra el cambio de las identidades a lo largo del tiempo y las huellas de ese contacto antes de la llegada de los británicos. Aquí resalta dos ejemplos por demás ilustrativos: la religión -no podemos olvidar que el budismo nació en India, aunque luego se desarrolló y se popularizó en China, lo cual es una prueba de ese intercambio- y el comercio -anterior a 1947 y que avala la tesis del contacto continuo entre estas dos culturas.

El segundo ejemplo es el orden posterior a la Segunda Guerra Mundial, que condujo al final irremediable de los viejos imperios británico y chino y, posteriormente, a la independencia de India y a la Revolución china, que es otra forma de independencia. Aquí se desplegó lo que el autor llama “ansiedad cartográfica”, pues una de las preocupaciones de los ingleses fue delimitar las fronteras para poner freno al expansionismo ruso en Asia Central, que luego los indios tratarían de replicar para detener a la Unión Soviética. Sin embargo, esto dejó pendiente la negociación de una frontera entre China e India con varios puntos críticos, como Tíbet. González Castañeda hace una investigación histórica muy ilustradora del estatus de Tíbet como “Estado protector”, de las concertaciones y las consecuencias del Acuerdo de Shimla de 1914 y de cómo se decidió la línea McMahon, que sigue sin ser totalmente reconocida por China. Sin duda, éste es uno de los mejores pasajes del libro.

El autor sostiene brillantemente que los términos que se establecieron en las décadas de 1950 y 1960 son los que cimientan la relación actual. Para China e India, el otro es una amenaza potencial. Para protegerse y sobrevivir, ambos se asociaron con alguno de los nuevos imperios: Estados Unidos o la Unión Soviética. Esta elección, que obedeció a cuestiones propias de sus historias y sus geopolíticas, fue percibida por el otro como algo cuestionable. Pese a las diferencias, los dos países entendían que estaban en situaciones similares que implicaban un equilibrio entre sus ideologías, sus metas y sus pasados coloniales. Mientras India estaba ocupada con sus problemas domésticos, China, al reconocerla, sembró la discordia cuando afirmó de forma tácita en su nota diplomática que “hasta que India no fuera comunista, no sería enteramente confiable”. Y es que China, con la ventaja de su tamaño, la distancia y las particularidades geográficas de sus fronteras con la URSS, recelaba del delicado equilibrio que buscaba India entre la Unión Soviética -que sería su aliada-, Estados Unidos y China cuando decidió buscar una tercera vía y abanderar el Movimiento de Países No Alineados. González Castañeda elabora argumentos sólidos acerca de cómo el gobierno de Nueva Delhi intentaba adquirir poder y no sucumbir a la guerra bipolar.

En el capítulo “Imágenes, percepciones y representaciones”, se estudia cómo la “ansiedad cartográfica” de indios y chinos, así como la desconfianza mutua, devinieron en conflicto llevado a las masas. Hay aquí muchos puntos valiosos, pero uno de los mejores es el de Mr. India y el gran villano Fu Manchú, popular desde la década de 1960 en cómics en Estados Unidos. La representación de un villano chino vencido por un niño es una analogía: podría parecer que China es más poderosa que India, pero ésta podría vencerla y defender su tecnología nuclear (en el cuarto capítulo se examinan las distintas visiones sobre su uso como motor de desarrollo y progreso). El mundo de los cómics y las películas indias cristaliza los estereotipos emanados de ese reencuentro, de la desconfianza derivada de la vecindad, las experiencias previas a la Línea McMahon y la Actual Línea de Control. Si la política exterior se basa en un proceso cognitivo mediado por las percepciones de lo que cada país hace en la arena internacional, la geopolítica popular lleva sus preocupaciones, miedos, deseos y metas a las masas para justificar o reforzar las acciones de los gobernantes indios frente a los chinos.

Este libro es lectura obligada para entender los recientes choques en la zona de la Actual Línea de Control, que China sea un tercer actor en el conflicto de Cachemira, y la independencia de Tíbet. Una extensión temporal de lo que ha sido este conflicto sería una buena continuación del libro. Hubiera sido deseable un enfoque teórico geopolítico que resaltara el papel de las fronteras en las percepciones de seguridad de los gobiernos y de los proyectos nucleares que ambos países han tenido en su relación bilateral.

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