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Estudios de Asia y África

versión On-line ISSN 2448-654Xversión impresa ISSN 0185-0164

Estud. Asia Áfr. vol.52 no.3 Ciudad de México sep./dic. 2017

https://doi.org/10.24201/eaa.v52i3.2315 

Reseñas

M. K. Gandhi, Programa constructivo. Su significado y lugar

Adrián Muñoz* 

* El Colegio De México

Gandhi, M. K.. Programa constructivo. Su significado y lugar. Schussheim, Victoria. México: El Colegio de San Luis, Gujarat Vidyapith, Instituto Politécnico Nacional, Red Columnaria, 2016. 122p.


La publicación de este título llega enmarcada en un contexto global complicado y delicado. Algunos pensarán que regresar a la obra de Mohandas Karamchand Gandhi resulta anacrónico y aun pasado de moda, pero quizá ahora sea un buen momento para hacerlo. Probablemente no haya uno mejor que ahora. Las inequidades sociales, los daños ambientales y los crecientes índices de violencia hacen del legado de Gandhi una válida arca de la cual extraer las herramientas necesarias y apropiadas para lidiar con las problemáticas del mundo contemporáneo. Con esto en mente, los editores del volumen que aquí se reseña decidieron preparar este libro.

Programa constructivo constituye la primera publicación del proyecto Biblioteca Gandhi, iniciativa respaldada por un colectivo de entidades interesadas en dos cosas fundamentales: i) rescatar y difundir el pensamiento y la obra de Gandhi, y ii) contribuir a la cimentación de estrategias eficaces y reales para la construcción de mundos sociales más pacíficos, saludables y prósperos. En otras palabras, se trata de lograr una “unidad comunitaria” o “armonía comunitaria” (p. 8).

El texto esencial del libro es un documento que Gandhi escribió en 1941 y que revisó en 1945, y viene precedido de dos presentaciones y dos textos introductorios. En su presentación, Deotto y Ruiz Guadalajara destacan que el escrito de Gandhi permite dar un fino vistazo al contexto social de la época, con lo cual se percibe “lo que [él] consideraba como las áreas o temas de atención de sus problemas fundamentales” (p. 19). Desde luego, Gandhi tuvo que hacer frente a la gran diversidad religiosa, étnica y lingüística de la India británica, que si bien constituye una inmensa riqueza, también representa puntos de tensión y conflicto. Deotto y Ruiz Guadalajara insisten en la urgencia de la aplicación de un modelo como el gandhiano en el contexto nacional mexicano. Advierten, sin embargo, que en las sociedades occidentales los actos de desobediencia suelen manifestarse irreflexivamente, “anunciados a la primera provocación y sin un proceso de entrenamiento previo […] sin programas constructivos que empoderen a la gente para la resistencia no violenta” (p. 24). La presentación de Xicoténcatl Martínez parte de las mismas inquietudes. Por ello refiere: “El intento y la fuerza para lograrlo [el purna swaraj] emergen de una voluntad indomable que es el corazón de la Desobediencia Civil” (p. 36).

Los textos introductorios son igualmente valiosos: el primero es obra de Narayan Desai y el segundo, de Sudarshan Iyengar. Ambos hablan desde una larga y directa experiencia con la figura y el legado de Gandhi: Desai como su antiguo secretario personal y exrector de la universidad fundada por Gandhi; Iyengar también como exrector de la misma universidad y como estudioso de la obra gandhiana. Éste apunta que el Mahatma consideraba que el camino para la India de su época era mantenerse rural, mas no pobre.

Este documento incluye 18 elementos para la construcción de la autonomía: unidad comunitaria, supresión de la intocabilidad, prohibición de intoxicantes, khadi, otras industrias aldeanas, sanidad de los poblados, educación nueva o básica, educación para los adultos, mujeres, educación en salud e higiene, lenguas regionales, lengua nacional, igualdad económica, kisans, trabajo, adivasis, leprosos y estudiantes, sobre los que haré algunas observaciones generales.

El Programa constructivo de Gandhi recupera nociones que había desarrollado a lo largo de su carrera política e independentista. Como sabemos, su agenda tenía por estandarte la resistencia pacífica, pero de ningún modo suponía pasividad. Por el contrario, implicaba una participación del todo activa, una agencia decidida y disciplinada. Sin una disciplina de sustento, opinaba Gandhi, la empresa y la apuesta por la autonomía política no podrían rendir frutos. En su visión, el ente social (el individuo) y el ente colectivo (la nación) están íntimamente ligados; el destino de uno depende del otro y lo refleja. Así, el autogobierno o swaraj bien construido debería desembocar en el purna swaraj o independencia total. De este modo, sanear al sujeto es el primer paso para sanear la nación. Porque es necesario articular un programa que es justamente eso: constructivo.

El telón de fondo del Programa constructivo es la no violencia; la resistencia, aunque activa, debe evitar herir al prójimo y a quienes perpetran la imposición, la explotación y el dominio. Todos los llamados que hizo el Mahatma a la desobediencia civil partían de este supuesto. No es fácil de lograr, pero Gandhi apostaba por una conciencia colectiva y unificada de la comunidad: “¡Imagínense a todo un pueblo dispuesto a rehusar las leyes de la legislatura, y que esté preparado para sufrir las consecuencias de no cumplirlas! Paralizaría toda la maquinaria legislativa y ejecutiva” (pp. 66-67). Para alcanzar la disciplina necesaria para conformar tal tipo de desobediencia civil habría que abrazar el Programa constructivo de Gandhi.

El otro eje de particular importancia se refiere a la producción. A los ojos de Gandhi, la independencia se desprendería naturalmente de una producción autónoma. Por eso puso mucho énfasis en la noción de khadi, una apuesta a la producción local, de manera que los aldeanos sean autosuficientes. No sólo cada “cultivador cultiva lo que necesita” (p. 77), sino que al mismo tiempo se fomenta una distribución mucho más equitativa de la riqueza y la producción colectivas. Esta dinámica buscaría incluso trascender el estancamiento aldeano que Gandhi veía: “Cuando tengamos mentalidad de aldeanos no querremos imitaciones de Occidente ni productos hechos a máquina, sino que habremos desarrollado un verdadero gusto nacional por mantener la visión de una nueva India, en la cual la depauperación, el hambre y el ocio serán desconocidos” (p. 80).

Visto en su conjunto, el programa gandhiano pretende cultivar el autogobierno (individual, local y nacional, en este orden), el fomento de las producciones regionales, la aniquilación de las barreras sociales, hábitos de higiene y reforzamiento de la educación. De estos ejes se desprenden los elementos constitutivos del programa. No es de extrañar que Gandhi termine dedicando un apartado importante a los estudiantes, de quienes depende en gran medida asegurar que se siembren las semillas adecuadas para un futuro independiente, pacífico y comunitario.

Considero de sumo valor la apuesta que los editores han hecho por esta naciente Biblioteca Gandhi y por poner al alcance del público hispanohablante un documento crucial de la obra gandhiana. Es un volumen breve, pero importantísimo. Vale la pena no sólo celebrar su publicación, sino también reconocer su verdadero valor dado el contexto global de nuestros días.

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