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Estudios de Asia y África

versión On-line ISSN 2448-654Xversión impresa ISSN 0185-0164

Estud. Asia Áfr. vol.51 no.2 Ciudad de México may./ago. 2016

 

Reseñas

Daniel Gordis, Menachem Begin: The Battle for Israel’s Soul

Joseph Hodara* 

* Universidad Bar Ilán, Israel

Gordis, Daniel. Menachem Begin: The Battle for Israel’s Soul. Nueva York: Schocken, 2014. 295p.


Desde su llegada a Palestina en febrero de 1942 hasta su fallecimiento cinco décadas más tarde, Menachem Begin tuvo una afiebrada participación en el quehacer político y militar israelí. Como líder de la oposición en la Knesset (parlamento) durante dos décadas y, a partir de 1977, como primer ministro, Begin influyó profundamente en las tendencias fundamentalistas -religiosas y seculares- que hoy ponen en jaque a la democracia israelí. En contraste con políticos como Ben Gurión, Golda Meir o Shimon Peres, él conoció experiencias personales que se manifestarán posteriormente en su frágil equilibrio emocional y en su afiebrada retórica. Aludo a la prisión y las torturas, en los años cuarenta, padecidas en una cárcel soviética por presuntas actividades de espionaje en favor de los británicos, la invasión alemana a Polonia y el asesinato de sus padres por los nazis, así como el Holocausto que liquidó a más de tres millones de judíos en Europa oriental. Experiencias traumáticas que, al llegar a Palestina como soldado en las filas polacas, se tradujeron en posturas radicales y desmesuradamente agresivas cuando asumió el liderazgo de las agrupaciones que se rebelaron contra el mandato británico.

Al crearse el Estado israelí, en 1948, jefaturó una multitudinaria resistencia a cualquier negociación con Alemania que tuviera como propósito negociar indemnizaciones por las muertes y los daños ocasionados por el régimen hitleriano. Sus partidarios pusieron sitio al parlamento y apedrearon a los diputados que favorecían este arreglo que claramente necesitaba el país. No tuvo éxito. Por aquellas circunstancias, Albert Einstein y Hannah Arendt reprobaron su conducta y lo calificaron públicamente como fascista.

Daniel Gordis intenta en esta biografía elevar el perfil de Begin. A su juicio, es la figura más importante en la historia israelí; sólo David Ben Gurión podría llegar a su estatura. Percepción, a mi ver, injusta y errónea que emana de sus convicciones ideológicas. No es fortuito que cada uno de los capítulos del libro se inicie con algún versículo bíblico, y todos ellos se orienten a complacer, en mi opinión, a un público israelí y judío que profesa convicciones fundamentalistas, laicas o religiosas.

En opinión de algunos testigos, Begin es a la fecha el más brillante orador que conoció el parlamento israelí; acostumbraba recordar pasajes y pronunciamientos bíblicos que encendían el entusiasmo de las audiencias; para otros, fue un demagogo populista y nacionalista que condujo con frecuencia a decisiones erróneas, que suscitaron la justificada protesta de políticos e intelectuales.

Cabe coincidir con Gordis en que la suscripción del acuerdo con Egipto, en 1978, que puso fin a las relaciones hostiles entre El Cairo y Jerusalén y a la desocupación del Sinaí, conquistado en 1967, constituye un suceso memorable en la historia de Medio Oriente. Por esta acción y en unión de Saadat, Begin mereció con justicia el Premio Nobel de la Paz. Incluso su decisión de destruir en los ochenta el centro nuclear Osirak, impulsado por el gobierno iraquí, se antoja hoy comprensible a pesar de las censuras que mereció en su momento. Si hubiera prosperado este proyecto, no sólo Israel habría enfrentado graves amenazas; también otros sectores de la región enemistados con Sadam Husein e, incluso, algunos países occidentales.

En contrapunto, los errores de Begin fueron graves y múltiples, especialmente en dos asuntos: la iniciativa bélica en El Líbano, en 1981-1982, que culminó en la masacre de Sabra y Chatila, y su apoyo decisivo a la colonización de los territorios en la Franja occidental que hoy pone obstáculos a cualquier acuerdo de paz en Medio Oriente.

Gordis intenta rebajar la responsabilidad de Begin por estos hechos al argumentar que, en rigor, el ministro de Defensa, Ariel Sharón, le mintió sistemáticamente aprovechando la ignorancia del gabinete ministerial en asuntos militares. Además, repetidos episodios depresivos acentuados por el fallecimiento de su esposa habrían mermado su claridad mental. Argumentos apenas sostenibles pues, si son correctos, Begin debió entonces renunciar a su cargo.

Esta biografía procura rebajar la importancia de algunos eslabones en la vida de Begin. Por ejemplo, los dramáticos episodios vinculados con el barco Altalena (uno de los pseudónimos usados por Vladimir Jabotinsky, su presunto mentor) que llegó a Israel, en junio de 1948, con importantes cargamentos de armas. Como legítimo primer ministro y tras considerar las necesidades militares del naciente ejército israelí, Ben Gurión exigió la entrega de la nave y de su carga. Begin se negó argumentando que sus partidarios en Europa habían adquirido el material bélico y, por lo tanto, éste les pertenecía a ellos. Como no se llegó a acuerdo alguno, y para fortalecer la unidad política del país, Ben Gurión ordenó hundir la nave. Episodio dramático que conllevó la muerte de veinte efectivos de ambos bandos.

Impulsado por sus convicciones ideológicas y en desmedro de una prolija revisión de documentos y hechos, Gordis profesa que la travesía vital de Begin debe entusiasmar tanto al medio millón de israelíes que desde los años setenta ocupan y colonizan la Franja occidental como a la comunidad judía diaspórica, la estadounidense en particular. Dos mensajes que debió estimar con superior equilibrio. El fundamentalismo religioso y nacionalista que hoy empuja a los colonos tiene efectos que Begin probablemente no habría aceptado. De un lado, aleja las posibilidades de algún entendimiento con la Autoridad Palestina; por otro, reclama constantes y violentos choques militares que están desmoralizando a la juventud que no profesa el credo de los colonos. Una peligrosa escisión dentro de la sociedad israelí podría ser el resultado de esta imparable violencia.

Por otra parte, la diáspora judía está cambiando con rapidez. Las nuevas generaciones -particularmente en Estados Unidos- censuran abiertamente los desplantes retóricos de Benjamín Netanyahu, quien, siguiendo superficialmente el credo nacionalista de Begin, alienta a la extrema derecha israelí a expensas del ejercicio democrático y de la división equilibrada del poder. Su apoyo a figuras extremadamente conservadoras entre los republicanos estadounidenses acentuará esta brecha generacional en el judaísmo estadounidense, brecha que Gordis apenas considera. Juzgo que por estas instructivas tergiversaciones esta biografía debe ser leída.

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