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Estudios de Asia y África

versión On-line ISSN 2448-654Xversión impresa ISSN 0185-0164

Estud. Asia Áfr. vol.51 no.1 Ciudad de México ene./abr. 2016

 

Cultura y sociedad

La prehistoria de la Escuela de Manchester: el Instituto Rhodes-Livingstone en el centro-sur de África1

Leif Korsbaek* 

*Escuela Nacional de Antropología e Historia


Introducción

La Escuela de Manchester, fundada en 1948 en la Victoria University, por Max Gluckman, es escasamente conocida en México y, en general, América Latina.

Cabe distinguir varias raíces de la Escuela: en primer lugar, el colonialismo británico en África y la construcción del Imperio británico, “que gobernaba aproximadamente la cuarta parte de la población mundial, cubría más o menos la misma proporción de la superficie de la Tierra y dominaba casi todos los océanos. El Imperio británico fue, sin excepción, el imperio más grande de todos los tiempos”;2 en segundo lugar, la antropología británica en lo más general, que “difiere profundamente de la etnología francesa por un rasgo notable: posee un espíritu de familia”,3 y en tercer lugar, más específicamente, la antropología de Max Gluckman, acerca de quien apunta Luis Berruecos: “es uno de los autores clásicos de las ciencias sociales que, basado en la antropología en la que se formó, logró influir no solamente en la teoría sociológica contemporánea, sino también en otros campos importantes del conocimiento”,4 y a quien también se le ha hecho responsable del nacimiento de la antropología en Israel: “a consecuencia de este proyecto se inauguró una nueva disciplina en Israel”,5 se dice acerca del proyecto Bernstein, que dirigió a partir de 1963.

Sin embargo, esas tres fuentes pueden encontrarse en un solo lugar, en el semillero de la Escuela de Manchester, el Instituto Rhodes-Livingstone, en lo que era Rodesia del Norte, ahora Zambia. “El Rhodes-Livingstone fue el primer instituto de su categoría, y en muchos aspectos sirvió de modelo a aquellos que serían establecidos después de la Segunda Guerra Mundial en África del este y del oeste, y en el Caribe. La influencia académica del Instituto Rhodes-Livingstone fue muy amplia”.6

El Instituto Rhodes-Livingstone fue además una institución extraordinaria: “fundado en 1937 [...], fue el primer instituto de investigación de ciencias sociales en África”.7 Desde mi punto de vista, la Escuela de Manchester es una escuela de cierta importancia y quisiera, en primer lugar, presentar una descripción muy general del nacimiento y el desarrollo del Instituto Rhodes-Livingstone, en su calidad de cuna de la Escuela de Manchester, que nacería unos años después, y como terreno de trabajo de campo de investigadores y estudiantes de esa Escuela. En segundo lugar, quisiera exponer una serie de argumentos en apoyo a mi evaluación del Instituto Rhodes-Livingstone y la Escuela de Manchester.

Colonialismo, antropología y privatización

El Instituto Rhodes-Livingstone fue una institución de investigación antropológica e, inevitablemente, está relacionado con el proceso de creación del Imperio británico en África, un proceso político que forma parte del desarrollo, más amplio, del colonialismo, que de mil maneras contribuye a convertir un mundo provincial en un mundo fuertemente globalizado. Este desarrollo ha tenido su ritmo y sus periodos, pero si hablamos específicamente del colonialismo europeo, empezó con el nacimiento del mundo moderno y terminó con el proceso de descolonización, luego del fin de la Segunda Guerra Mundial.

El Imperio británico nació sobre las ruinas del Imperio español:

[...] podemos ubicar el nacimiento de este Imperio británico como el más poderoso en el mundo en la misma noche en la que nació el filósofo Thomas Hobbes en 1588, pues en varias ocasiones alegó el mismo Hobbes que había nacido la noche en la que la armada británica venció a la armada invencible de Felipe II de España, momento a partir del cual el imperio español fue relegado a un segundo plano en la política europea y en el nuevo escenario que abarcaba también a las colonias en el Nuevo Mundo.8

Y su inicio fue modesto, pues “fue solamente en 1655, por ejemplo, que Inglaterra adquirió Jamaica. En aquel momento, el Imperio británico no llegaba a mucho más que un puñado de islas caribeñas, cinco plantaciones norteamericanas y unos puertos indios”.9

La expansión británica no fue planeada en todos sus detalles; fue más bien un proceso histórico de mucha improvisación, guiado por ambiciones particulares y personales; en algunos casos, de piratas y otros aventureros:

[...] no hay que olvidar que el Imperio británico empezó así: en un Malstrom de violencia marítima y robos. No fue concebido por imperialistas conscientes que intentaran establecer un dominio británico sobre otros países, o colonos que esperaran crearse una nueva vida en el extranjero. Morgan y sus compañeros bucaneros eran ladrones que intentaron robar el botín de un imperio ajeno.10

Inglaterra entró tarde a la construcción de un mundo compuesto por imperios, y África llegó con retraso a ser objeto de la colonización británica: “África sería el tercero y último imperio europeo, después de América y las tierras de Asia y Australasia. Sería el último en colonizarse y el último en descolonizarse; hasta el día de hoy sufre las consecuencias del colonialismo”,11 y es solamente a partir de 1830, aproximadamente, que empiezan los europeos a penentrar el continente.

El Imperio británico creció en etapas, y se puede establecer “una clara distinción entre una primera fase, contingente y orientada hacia la costa, que duró hasta la Conferencia de Berlín en 1884-1885, y una segunda fase en la cual el interior sería penetrado de manera sistemática, con base en el Acta General de la Conferencia. La penetración estaba terminada al inicio del siglo XX”:12

[...] a partir de la Primera Guerra Mundial, el foco del interés colonial cambió de la adquisición de colonias al mantenimiento del control, y empezaron los primeros movimientos hacia el desarrollo como una política conscientemente inducida. Encarnados en The Dual Mandate in British Tropical Africa, de lord Luggard (1922), y el Mise en valeur des colonies françaises, del ministro francés de colonias Albert Sarraut (1923), estos cambios en la naturaleza del colonialismo fueron acompañados por el crecimiento de una antropología cuyos practicantes insistieron en su gran valor práctico.13

Hoy en día se habla mucho de la privatización, y un caso particularmente grave fue la colonización belga en el Congo. En su presentación del “Congo Free State” (Estado Libre de Congo, un nombre bastante curioso para una colonia), Ferguson señala que “ocupa una posición única entre los Estados modernos, en el sentido de que debe su existencia a la ambición y la fuerza de un solo individuo”;14 se trata de un caso extremo de privatización:

[...] para entender cómo llegó a existir, es necesaria una breve relación de la conexión de su soberano con el continente africano. En 1876, el rey Leopoldo convocó a una conferencia, en Bruselas, a los principales geógrafos expertos en Europa, que tuvo como resultado la creación de la Asociación Internacional para la Exploración y la Civilización de África.15

No es una coincidencia que el país que hoy se llama Zambia haya nacido, en su calidad de colonia británica, como Rodesia, con sus dos partes, Rodesia del Norte y Rodesia del Sur, nombrado así por Cecil Rhodes, quien fue agente de la transformación de África entre los años 1840 y 1880, cuando “diez mil reinos tribales fueron convertidos en tan sólo cuarenta Estados, de los cuales 36 estaban bajo control europeo”.16 En lo referente a Zambia:

[...] lo que actualmente es el Estado moderno de Zambia se convirtió primero en una sola entidad política bajo dominio colonial británico. Empezó con el reconocimiento (por los poderes relevantes europeos) del derecho de la British South Africa Company (BSAC) a ocupar un área al norte de Zambezi, aunque este reconocimiento formal tardó varios años en convertirse en un dominio efectivo. Al principio, había dos territorios separados de la BSAC, Rodesia del Noroeste y Rodesia del Noreste. Éstos se unieron, en 1911, para formar Rodesia del Norte y, en 1924, después de veinticinco años de gobierno de la compañía, la colonia fue trasladada a la British Colonial Office. Cuarenta años más tarde, en 1964, se obtuvo la independencia y Rodesia del Norte se convirtió en Zambia.17

Sir Cecil Rhodes, que era al mismo tiempo un mago financiero, un visionario político y un ladrón institucional, fundó la British South Africa Company, con la que estableció un régimen económico-político sobre la base de las minas de diamantes en África del Sur y las dos Rodesias, y de esta manera concentró el capital:

[...] cuando Rhodes llegó a los campos de diamantes, en Kimberley había más de trescientas pequeñas compañías que explotaban las cuatro principales “pipas”, que inundaban el mercado y competían entre ellas. En 1882, un agente de Rotschild visitó Kimberley y recomendó una amalgamación a gran escala, y que dio como resultado, después de cuatro años, que quedaran solamente tres compañías. Un año después, el banco financió la unión de la Compañía De Beers, de Rhodes, con la Compagnie Française, seguida por la fusión final con la más grande, Kimberley Central Company. Ahora quedaba solamente una compañía: De Beers.18

Destaca el apellido “Rothschild”, de quienes eran dueños del banco del mismo nombre, la concentración más grande de capital en Europa en aquellos años, que financiaba una buena parte del colonialismo británico, no solamente en África del Sur y Rodesia. Rothschild es evidentemente un apellido judío: “Nathaniel Rotschild recibió su título nobiliario en 1885 y fue el primer judío admitido en la cámara superior; parece que a estos niveles no hay antisemitismo. Pero lo importante es el papel fundamental que juega la riqueza privada en todo este proceso de colonización”.19

En estos asuntos de colonialismo e investigación antropológica en África es aún más interesante recordar la existencia y la relevancia que tendría más tarde la Fundación John D. Rockefeller,20 cuando, en 1923, contribuyó a la creación del Social Science Research Council, que intentaba coordinar y estimular la investigación en las ciencias sociales: “un memorándum, escrito en 1925, establece con claridad que la Memorial había decidido meterse en estudios africanos con el fin de mantener el control de África en manos europeas y buscaba una agencia apropiada que le ayudara a llevar a cabo estos objetivos”.21

Un personaje estratégico en esta historia fue Bronislaw Malinowski, pues “en 1926 había visitado por primera vez los Estados Unidos invitado por la Laura Spelman Rockefeller Memorial”,22 y quien luego “le asegurara a la Fundación que sus recursos serían invertidos constructivamente, en apoyo de la antropología, como ingeniería humana, en áreas en las cuales el capitalismo occidental ejerciera presión”.23

La cooperación de Malinowski y la Fundación Rockefeller resultó ventajosa para ambas partes. Malinowski encontró fondos para las becas de sus estudiantes, una salida para sus publicaciones y las de sus estudiantes en África, una nueva audiencia para la antropología en el mundo colonial y entre aquellos que se interesaban por sus hazañas e influencia sobre la administración colonial. Por su parte, la Fundación Rockefeller encontró un medio para desarrollar su propia política de una manera pacífica en el mundo colonial. La Fundación Rockefeller logró evitar los enredos políticos que temieron fueran a obstaculizar sus programas y logró promover las causas en las que creían. Muchos de aquellos antropólogos que más tarde criticarían tan vigorosamente la antropología aplicada, estaban perfectamente dispuestos a alabar a la Fundación Rockefeller, así como a los administradores coloniales y los misioneros por su ayuda en procurar trabajos que posteriormente contribuían a promover objetivos coloniales.24

África sería el laboratorio social e histórico del imperialismo británico, y es imposible discutir esos asuntos sin mencionar el International African Institute, que había nacido, en 1926, bajo el nombre de International Institute for African Language and Culture, poco tiempo antes de la fusión de las dos fundaciones. En 1927 empezó a publicar la revista Africa, y al mismo tiempo inició la publicación de una serie de monografías antropológicas, que hasta la actualidad constituyen la espina dorsal de una buena parte de la etnografía funcionalista en África:

Esta historia escondida del Instituto Internacional Africano deja muy poca duda de que durante el periodo anterior a la guerra, cuando la Fundación Rockefeller lo mantenía a flote, fuera un eslabón entre intereses privados y del gobierno, con su trabajo en el periodo inicial de su desarrollo claramente relacionado con los intereses coloniales y los de Rockefeller. Por inocente y aun necesaria que pueda parecer en su momento tal liaison, en retrospectiva hace sospechosos los motivos de la obra. Además, en aquel momento les parecía a muchos, incluido Herskovits, que la investigación apoyada por el Instituto Internacional Africano formaba parte de una agenda funcionalista que intentaba facilitar la obra del gobierno colonial y aumentar la riqueza del imperio Rockefeller.25

Para captar la lógica del colonialismo británico en África, y del Instituto Rhodes-Livingstone, cabe considerar la sugerencia de Talal Asad:

[...] la repuesta tiene que buscarse en el hecho de que desde la Segunda Guerra Mundial se han producido cambios fundamentales en el mundo que habita la antropología, cambios que han afectado el objeto, el soporte ideológico y las bases organizacionales de la antropología. Y notando estos cambios recordamos que la antropología no solamente aprehende el mundo en el cual se encuentra, sino que el mundo también determina de qué manera la antropología lo aprehenderá.26

El Instituto Rhodes-Livingstone pertenece al nuevo orden mundial que nació sobre las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, y sus actividades de investigación formaban parte de este nuevo orden; está claro que la creación del Instituto sucede como parte del colonialismo británico, que llega a un punto muy alto durante la Segunda Guerra Mundial, y nadie duda de la existencia de una relación entre la antropología y el colonialismo.27 Sin embargo, acerca del carácter de este colonialismo y, por inferencia, del carácter moral de la antropología social, las opiniones están divididas. Quizá no sea tan conveniente hacer un dibujo tan en blanco y negro de la situación del colonialismo como se hace con frecuencia -que este colonialismo sea directo, indirecto o interno (como es el caso de México)-, pues tanto los integrantes del colonialismo como los colonizados son individuos que existen dentro y participan en una colectividad de algún tipo. El caso de Godfrey Wilson, el fundador y primer director del Instituto Rhodes-Livingstone, es un ejemplo de la tensión que puede existir entre un antropólogo de la metrópoli que trabaja en la periferia, y los políticos de la metrópoli.28

El nacimiento del Instituto

Las condiciones alrededor del nacimiento del Instituto Rhodes-Livingstone eran cualquier cosa menos sencillas y tenían que ver con el descubrimiento de sustanciosos yacimientos de cobre alrededor de la década de 1920 en la región conocida como el Coopperbelt. Entre enero de 1927 y septiembre de 1930, el número de empleados en la industria minera aumentó de 8 500 a 32 000, cifra que se redujo a 6 700 a fines de 1932, con el inicio de la gran depresión; sin embargo, en esta situación no todos los trabajadores de las minas volvieron a sus aldeas. El trabajo en el Coopperbelt nunca fue del tipo clásico de bracero, que es común en África del Sur. Muchos trabajadores de Rodesia del Norte decidieron quedarse en los centros urbanos, tuvieran trabajo o no, durante largos periodos:

[...] el resultado fue una población concentrada de individuos dislocados que se dejaron fácilmente identificar como africanos u obreros mineros más que como miembros de tribus separadas, cuando fuera su interés hacerlo. El tradicional método británico de gobernar por medio de comisionados de distrito y jefes se prestaba mal a esta nueva situación, y algunos colocados en posiciones elevadas en la administración pensaban que los científicos sociales podrían ayudar a formular una política de la población nativa.29

Es cierto que el Instituto Internacional de África, ya en 1928, había anunciado un plan de investigación de cinco años; “sin embargo, se reveló que no era en absoluto un plan. Si juzgamos a partir de las monografías producidas como partes del plan, nos damos cuenta de que el trabajo de los diversos socios carecía por completo de coordinación”.30 En efecto, el conocimiento antropológico de la región era más que limitado, dominado por la investigación de Audrey Richards.

Aquí entran en el escenario tres personalidades de cierta importancia: el general Smuts, que había sido presidente de África del Sur; lord Hailey, que sería seleccionado para elaborar el análisis de la situación colonial en África, un análisis que sería publicado, en 1938, bajo el título de Africa Survey, y el gobernador de Rodesia del Norte, sir Hubert Winthrop Young.

Sir Hubert Winthrop Young tenía cierto interés y confianza en la antropología como una herramienta colonial, y en 1934 sugirió al secretario de Asuntos Coloniales la creación de una institución en memoria de Livingstone que incluyera un museo y un instituto de investigación arqueológica, geológica y, en particular, antropológica. Desafortunadamente, la idea no les pareció bien a las autoridades pues, en primer lugar, Rodesia del Norte había sido, hasta entonces, una colonia relativamente tranquila, a diferencia de Rodesia del Sur (la posterior Zimbabue) y, en segundo lugar, temían que los gastos fueran demasiado altos.

Más o menos en este periodo, el general Smuts empezó a insistir en su idea de un amplio análisis de la situación en África. Se inició una larga lucha contra la burocracia y los prejuicios de los oficiales en el ministerio en Londres y en las colonias, pero se le encargó a lord Hailey la elaboración del análisis, que no salió sino hasta en 1938, e incluía opiniones como, por ejemplo, que “las políticas que no tomen en cuenta la naturaleza de las sociedades nativas tienden a provocar reacciones imprevistas e indeseables”,31 algo nunca antes escuchado en el imperio. En el capítulo 24 de ese estudio se plantea la asignación de una suma para la investigación científica y la creación de una oficina para la producción y distribución de conocimientos científicos de África, asunto que tampoco se había escuchado antes. La lucha no fue fácil; el ministro de Asuntos Coloniales, Malcolm MacDonald, comentó en el momento de rendirse: “preveo que tendré que incluir a un antropólogo, pero temo que será difícil encontrar a uno que no tenga sus propios intereses, y me han contado, de todos modos, que los antropólogos, como clase, son difíciles de tratar”.32

Finalmente, en junio de 1937, se autorizó la creación del Instituto Rhodes-Livingstone con un presupuesto compartido entre el gobierno imperial en Londres, el gobierno local en Rodesia del Norte y contribuciones de las empresas mineras.

Su primer director fue Godfrey Wilson, nombrado, en mayo de 1938, por recomendación de lord Lugard, el viejo fundador del imperialismo indirecto, y lord Hailey, el joven arquitecto del colonialismo indirecto. Originalmente, se pensaba en dejar la dirección del Instituto en manos de Audrey Richards, pero:

[...] el gobernador sintió que tal nombramiento sería fatal para el éxito de un instituto naciente. No tenía nada contra las mujeres, dijo -una frase que se escuchaba frecuentemente en aquel tiempo-, pero sentía que sería demasiado arriesgado nombrar a alguien que no solamente fuera una mujer, sino además antropóloga, una palabra que causaba la máxima aprensión en la mente de oficiales del gobierno y colonos de aquel entonces.33

El Instituto Rhodes-Livingstone había sido fundado con apoyo moral y financiero de la compañía de minas, pero muy pronto Godfrey Wilson se confrontó con la compañía y, después de una huelga en la que hubo varios muertos, le bloquearon el acceso a las minas y a los empleados, tras lo cual renunció, en 1940: “el conflicto entre Wilson y la mesa directiva empezó casi inmediatamente después de su nombramiento en 1938”.34 Wilson se retiró del Instituto en 1942 para participar en la Segunda Guerra Mundial, como integrante del South African Medical Corps; sirvió en el norte de África y fue nombrado oficial de información en 1943; en 1944 se suicidó.

“Aunque Audrey Richards fue designada como sucesora de Wilson, nunca tomó posesión del puesto”; “en su lugar ocuparía el puesto de director del instituto, Max Gluckman, quien presentó pronto un plan de trabajo”. “Aunque en los detalles el plan se debía a Max Gluckman, tenía una gran deuda con las ideas generales que Wilson había formulado en 1940 para ser presentadas ante el Comité de Asesoría de Investigación Colonial”.35 Por razones obvias, el plan no entró en vigor sino hasta 1945, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial.

El Instituto Rhodes-Livingstone: problemas, temas y orientaciones

El Instituto inició actividades en 1938, y en 1940 fue aprobada la Colonial Development and Welfare Act (Ley de Desarrollo y Bienestar Coloniales), un triunfo de lord Hailey, que por primera vez en la historia asignó, relativamente, amplios medios económicos a la investigación, lo que “permitió planear un esquema de larga duración de investigación sociológica en Rodesia del Norte y procurar investigación en Nyasalandia”.36 Sin embargo, es evidente que hubo un hueco en el proceso histórico durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los ingleses, a diferencia de los estadounidenses, lucharon por su vida, y todos los buenos deseos expresados en la muy variada legislación no llegaron a concretarse sino hasta años más tarde, una vez que terminó la Segunda Guerra Mundial, en 1945.

Para captar los intereses, problemas, temas y planteamientos del Instituto tenemos a nuestra disposición el plan de trabajo que Max Gluckman presentó en 1945 y que, sin embargo, contiene, en germen, ideas centrales del pensamiento de Godfrey Wilson.

Tengo que insistir en que no percibo los procesos sociales que obran como totalmente desintegradores. Subrayo eso de manera explícita, porque uno de mis colegas pensaba que no lo había expresado con claridad. Toda mi formulación del problema depende de que se reconozca que existe una sociedad centroafricana de grupos culturales heterogéneos de europeos y africanos, con una estructura social y normas de conducta definidas, no obstante que tiene muchos conflictos e instancias de desajuste. Los problemas planteados para las áreas urbanas indican con claridad que estoy consciente de que están emergiendo nuevos agrupamientos y relaciones, tal vez desgarrados por conflictos.37

Un punto de vista que sería desarrollado más conspicuamente en sus estudios de los “rituales de rebelión”.38

En el mismo manuscrito se presentan los objetivos formales del Instituto:

[...] el plan tiene que cubrir tres necesidades principales:

  1. Tiene que cubrir los más importantes desarrollos sociales en la región,

  2. hasta donde sea compatible con a), tiene que presentar, de la manera más amplia posible, los problemas comparativos tanto en la organización indígena como en la del mundo moderno, y

  3. tiene que tratar los problemas sociales más importantes que el gobierno del territorio debe enfrentar.39

Los problemas que tratan las investigaciones del Instituto Rhodes-Livingstone provienen claramente de la tradición antropológica británica, una tradición fundada por RadcliffeBrown y Malinowski, pero desarrollada con mayor importancia por sus alumnos, aunque se percibe un cambio en la formulación de los problemas. Sobre todo hay una relación muy poco clara con la tradición antropológica de Oxford, de donde habían obtenido su grado de doctor Max Gluckman y un buen número de los antropólogos del Instituto Rhodes-Livingstone.

Ronald Frankenberg ofrece una radiografía de la antropología que hacía Max Gluckman durante su estancia en el Instituto: “la mejor manera de explorar algunas de las demás visiones de Gluckman y sus interrelaciones es a través de su Analysis of a Social Situation in Modern Zululand”.40 Frankenberg analiza una paradoja:

[...] una preocupación por el proceso social (a diferencia de la más común sociología de los atributos individuales); el desarrollo de las ideas de la contradicción y lo que Gluckman llama la separación (cleavage, comparable a la contradicción antagonística de algunos marxistas, y a la contradicción principal de Mao), y la interrelación de la cooperación y el conflicto. Todo eso es logrado de una manera parecida a El 18 Brumario de Marx y los Encuentros de Goffman, por una observación directa, detallada y teóricamente informada.41

Mientras que las dos obras fundacionales de la tradición británica, de 1922, las tesis de Malinowski y Radcliffe-Brown, fueron descripciones y análisis de sociedades isleñas, lo que probablemente haya inducido a los británicos a pensar en las comunidades como islas, separadas del mundo, el universo de Gluckman y el Instituto Rhodes-Livingstone trata de un sistema social que contiene comunidades negras y sociedad blanca:

Como resultado de las nuevas condiciones económicas, los zulúes han sido atraídos por las organizaciones industriales y urbanas en las cuales participan junto con otros bantúes. Al analizar el equilibrio que existe en la actualidad mostré de qué manera la dicotomía de la vida de los braceros les produce forzosamente un conflicto entre la lealtad hacia su jefe y hacia un sindicato. Describí las nuevas condiciones bajo las cuales el jefe tiene que representar los intereses de su pueblo. Es claro que los zulúes cada día más se asociarán con otros obreros bantúes, o aun con obreros de otros grupos étnicos [color groups], en movimientos de reivindicación industrial. Hasta qué grado los jefes pueden seguir resistiendo este movimiento, sin que su pueblo los abandone, es una cuestión problemática.42

Tal vez conviene resumir las características de los estudios del Instituto como una investigación de problemas sociales en una sociedad total, una sociedad plural. Quizá se nos revela este carácter en el título de una revista que nació precisamente para servir de órgano y canal de expresión de los resultados del Instituto: Human Problems in Central Africa.

En los planteamientos teóricos y metodológicos se percibe la dialéctica entre la continuidad en la tradición británica y la ruptura; en efecto, cabe distinguir un primer principio que es la posibilidad de un cambio radical, ya no cíclico, y una dialéctica entre la fisión y la fusión, un modelo que tiene realmente su origen en Los Nuer de Evans-Pritchard.43

Uno de los temas predilectos de las investigaciones en el Instituto Rhodes-Livingstone fue el conflicto:

Gluckman, siguiendo a Schapera, introduce en la antropología política africanista preocupaciones que no dejan de recordar a las que caracterizaron, en Francia, los trabajos de G. Balandier y P. Mercier. Títulos de obras como Custom and Conflict in Africa (1956) u Order and Rebellion in Tribal Africa (1963) expresan claramente lo que Gluckman cree percibir en el Africa tribal de posguerra: líneas de fractura internas, divergencias de intereses y de posturas, inversiones de jerarquías. Gluckman utiliza la noción de conflicto para explicar hechos que, lejos de amenazar la unidad del cuerpo social, ilustran más bien la capacidad integradora del sistema que lo organiza. Un conflicto y su forma de resolución pueden ser objeto de una puesta en escena ritual que, al mismo tiempo, libera la expresión de una rebelión contra el orden social y la reabsorbe, como muestra Gluckman en su Frazer Lecture de 1954 (retomada en 1963, Rituals of Rebellion in Southeast Africa, a partir especialmente de un ejemplo tomado de los swazi).44

El Instituto Rhodes-Livingstone en sus estudios políticos evita cometer los errores que caracterizaban a African Political Systems, no obstante la brillantez de esta publicación. Y el punto de partida de las investigaciones del Instituto fue exactamente lo que nunca llamó la atención de los funcionalistas clásicos: la situación colonial. Como escribió Adam Kuper acerca de la contribución de Max Gluckman a African Political Systems: “Ésta era la única pieza de análisis político realista que se ocupaba del contexto de la dominación racial, que podía encontrarse en todo African Political Systems”.45

Max Gluckman había estudiado junto con Meyer Fortes y de todos modos le fue imposible establecer un proyecto de investigación sin dedicarse por lo menos en parte al estudio del parentesco; sin embargo, el estilo del Instituto diferiría de lo típicamente británico, una vez más por buscar los conflictos y las tensiones. Invocando una de las herramientas de la antropología social británica -el estudio de los sistemas de roles- se introdujo una nueva figura, la del jefe indígena, nombrado en la situación colonial por el gobierno británico y que se encontraba en una situación sumamente delicada, entre el gobierno que le pagaba un sueldo y cuya autoridad tenía que respetar y acatar, y los súbditos negros del Imperio británico, una posición que era cualquier cosa menos cómoda.

Escribí hace algún tiempo acerca de Max Gluckman que “su contribución más importante a la antropología política es, sin embargo, haber introducido el conflicto como objeto de estudio de la antropología”.46 El punto de partida de Gluckman es que “el conflicto y la superación del conflicto (fisión y fusión) son dos aspectos del mismo proceso social que están presentes en todas las relaciones sociales. La fisión y la fusión no sólo están presentes en la historia de grupos singulares y sus relaciones, sino que además son inherentes a la naturaleza de cualquier estructura social”;47 es decir, el conflicto no es ni una anomia ni se debe a factores exógenos, es parte del proceso. Las primeras fisuras en el armazón funcionalista se dan ya en 1940, dentro de la publicación de African Political Systems, donde actúan al mismo tiempo los dos “francotiradores”,48 Max Gluckman y Evans-Pritchard. Mientras que Radcliffe-Brown, en el prólogo, presenta su bien conocido fundamento estructural-funcionalista fuertemente antihistórico, los dos francotiradores participan en la publicación con artículos que empiezan a hundir el mismo fundamento de Radcliffe-Brown. El artículo de Max Gluckman pone énfasis en el conflicto:

Una tribu se dividía en secciones sometidas a los hermanos del jefe y, como resultado de una pelea, una sección podía emigrar y establecerse como un clan y una tribu independiente. También había absorción de extranjeros en una tribu. El robo de ganado era frecuente pero no había guerras de conquista. Para 1775, los motivos de guerra cambiaron, posiblemente debido a la presión demográfica. Algunas tribus conquistaron a sus vecinas y surgieron pequeños reinos que entraron en conflicto.49

Pero tan poco preparados estaban los antropólogos británicos para tratar el conflicto, que Max Gluckman, en 1940, tuvo que transformar su artículo antropológico en una relación histórica. Saltan a la vista dos detalles: en primer lugar que en 1940, cuando Max Gluckman contribuyó con una de las ocho etnografías que conforman African Political Systems, se desempeñaba como director del Instituto Rhodes-Livingstone y, en segundo lugar, que al mismo tiempo, también en 1940, publicó lo que es en mi opinión su artículo más importante, Analysis of a Social Situation in Modern Zululand,50 que es realmente el marco antropológico del artículo histórico acerca de los zulúes. En resumen, una de las contribuciones de la Escuela de Manchester a la antropología social en general y a la antropología política en particular, tal vez la contribución más importante, es el estudio del conflicto, y con certeza este estudio antropológico nace en el Instituto Rhodes-Livingstone.

La economía es el campo menos tratado en el Instituto Rhodes-Livingstone, y su estudio coincidió y se combinó con el estudio del cambio social, donde Godfrey Wilson ya había desarrollado, junto con su esposa Monica, el concepto de “destribalización”, que caracterizaba el inicio de los trabajos del Instituto, pero que sería modificado bajo la dirección de Max Gluckman.

La magia y el ritual eran también temas que debían tratarse, de acuerdo con la tradición británica, y Max Marwick, sobre todo, se dedicaría al estudio de la brujería, mientras que Victor Turner se especializó en el estudio del ritual. Al principio quiso estudiar el ritual por su propio valor, pero se opuso Max Gluckman y lo obligó a buscar el aspecto político en el ritual; después se desquitaría Victor Turner: abandonaría el partido comunista y se afiliaría a la Iglesia católica.

Max Gluckman revolucionó el estudio antropológico del ritual al plantear en una publicación posterior que éste fuera considerado

[...] no simplemente como expresión de la cohesión y la forma de grabar el valor de la sociedad y de sus sentimientos sociales en el pueblo, como en las teorías de Durkheim y Radcliffe-Brown, sino además como una exageración de los conflictos reales de las normas sociales y la afirmación de la existencia de la unidad a pesar de estos conflictos.51

Y en otra publicación declararía:

[...] estoy dispuesto a plantear valientemente las siguientes proposiciones: a) entre más grande sea la diferenciación de los roles, menos ritual habrá, y entre más grande la diferenciación secular, menos mística será la ceremonia relacionada, y b) entre más grande sea la multiplicidad de roles no diferenciados y traslapados, más ritual habrá que sirva para separarlos.52

Lo anterior con base en “el truismo de que cualquier ritual -en efecto, cualquier acto de etiqueta- marca el hecho de que el hombre juega un determinado rol”, con lo que vuelve a otro aspecto de lo que él mismo señala, en su libro acerca de la costumbre y el conflicto en África, como su idea fundamental: que los hombres ocupan roles en diferentes contextos que marcan relaciones que se entrecruzan: “en su calidad de obrero puede quitarse el sombrero frente a su patrón: no se quita su sombrero frente a su hijo, pues como padre es superior y puede quedarse con el sombrero puesto”.53

Victor Turner dio un paso adelante en el estudio del ritual al combinarlo con el estudio del conflicto en lo que sería el tercer modelo metodológico de la Escuela de Manchester: el drama social. Creo que Max Gluckman y Victor Turner son, en gran medida, los responsables de que el estudio del ritual se haya extendido al mundo secular, sobre todo al mundo político; los rituales ya no los encontramos solamente en la esfera religiosa y sagrada.

Donde nació supuestamente la antropología política, en African Political Systems, la antropología simbólica brilla por su total ausencia, pero en el drama social de Victor Turner se integra la antropología simbólica a la antropología política.

Victor Turner planteó su concepto metodológico del drama social, originalmente en su tesis doctoral Schism and Continuity in an African Society,54 y luego lo desarrolló en otros textos; por ejemplo, en su artículo acerca de la actuación de Hidalgo por la independencia de México.55

Mientras que Max Gluckman coqueteaba con la dimensión histórica en la primera versión de su análisis situacional en 1940, donde dividió la relación en dos partes y dos textos, uno teórico acerca del análisis de una situación social en el país zulú moderno, y el otro netamente histórico en African Political Systems, en la primera versión del drama social de la sociedad ndembu, Turner expone netamente una construcción histórica:

[...] entre los ndembu intentamos recolectar datos históricos involucrando a personas matrilinealmente relacionadas que formaban el núcleo de la aldea Mukanda y otras relacionadas al matrilinaje de la aldea principal como sus esclavos. Logramos reunir estas historias en 1953 y 1954 (los eventos de aquellos años formaban el cuerpo del drama social vi en Schism and Continuity). No fue posible localizar datos de dramas sociales anteriores a treinta años.56

Vale la pena señalar que el comentario proviene de un artículo acerca de las sagas islandesas, y que Turner insistía en que el interés que lo llevaba a construir el drama social tenía su origen e inspiración en sus lecturas de textos históricos islandeses. Había llegado al extremo de estudiar la lengua islandesa para leer las sagas, al igual que James Joyce cuando aprendió noruego para leer los dramas de Henrik Ibsen.

A Victor Turner le interesaba el ritual, lo que no sorprende, pues como escribe su viuda: “recuerdo que Vic estaba leyendo The Andaman Islanders y de repente decidió: Quiero ser antropólogo”, pero “Max llevó a Turner a un lado y le propuso que su tesis tratara sobre la organización social de los ndembu (que apareció en el Schism and Continuity, de 1957): cuando hayas dominado eso, estarás en posición de analizar el ritual”,57 y salió una tesis del estudio del parentesco, según la cual:

[...] la gente vive junta porque están emparentados matrilinealmente, pero precisamente porque están emparentados matrilinealmente entran en conflicto sobre el cargo y la herencia de la propiedad. Puesto que el dogma del parentesco sostiene que los parientes matrilineales participan mutuamente en la existencia unos de otros, y puesto que las normas de parentesco establecen que los parientes en todo momento deben ayudarse entre sí, rara vez se produce entre ellos la violencia física abierta. Sus luchas se expresan en el idioma de la hechicería-brujería y las creencias animistas. El conflicto es endémico en la estructura social, pero existe un conjunto de mecanismos mediante los cuales el propio conflicto se pone al servicio de afirmar la unidad del grupo.58

“El caso extendido es similar a los dramas sociales que Turner utilizaba en sus análisis de la vida social de los ndembu, pero más amplio. Los dramas sociales son relatos de una serie de crisis en la vida cotidiana de la gente”;59 en palabras de Victor Turner: “el drama social es un área limitada de transparencia en la por demás opaca superficie de la vida social regular, carente de eventos. A través de él somos capaces de observar los principios cruciales de la estructura social en su operación y su dominancia relativa en momentos sucesivos”.60

Pero el drama social, que nunca careció por completo de una dimensión política (a diferencia de otros muchos estudios simbólicos), sería a mediados de los sesenta reformulado en términos completamente políticos, en un libro que fue

[...] el resultado de un experimento. Sus editores, inquietos por explorar las corrientes actuales y los estilos de análisis de la antropología política, decidieron solicitar a un número determinado de distinguidos investigadores en este campo que presentaran ponencias al Encuentro Anual de la American Anthropological Association de 1964. También se decidió que los conferencistas tuvieran un amplio margen para la selección y tratamiento de los temas, y así contribuyeran a nuestra intención de identificar si un viento de cambio estaba invadiendo la teoría política, como había invadido a la política real de la mayoría de las sociedades que habían sido estudiadas por antropólogos.

El libro tenía el mismo título que muchos otros: Political Anthropology.61

En este libro, el drama social sería desarrollado netamente en lo político: “la dimensión que nos interesa en este libro es la dimensión política, y dentro de ella consideraremos aquellas relaciones entre personalidades y grupos que integran un campo político. Tales conceptos dependen, claramente, de lo que quiere decirse por política”.62 Después, los tres autores (Swartz, Turner y Tuden) proceden a definir qué es la política: “el adjetivo político, ampliamente definido, se aplicará a cada cosa que sea al mismo tiempo pública, orientada según metas definidas y que involucre un poder diferenciado (en el sentido del control) entre los individuos del grupo en cuestión”.63

Varios detalles llaman inmediatamente la atención, de los cuales quiero mencionar dos: en primer lugar, respecto del modelo de Max Gluckman: “esta formulación depende más de la doctrina de la primacía de los intereses, y de que subestima la capacidad de las creencias místicas para evocar respuestas altruistas de los miembros de un grupo social”,64 y luego, “lo importante aquí es que en la medida en que la política es el estudio de cierto tipo de procesos, es esencial centrar nuestra atención en esos procesos más que en los grupos o campos dentro de los cuales ocurren”.65

Podemos intentar distinguir los elementos que conforman el drama social, pues es como un edificio sinfónico que contiene una dimensión histórica, una política y otra simbólica, más una buena dosis de teatro, todos en la misma licuadora. El lugar donde se manifiesta con mayor riqueza este coctel es posiblemente en el análisis del drama de Hidalgo en la lucha por la independencia de lo que sería México, en la agonizante Nueva España.

Adam Kuper opina acerca de Max Gluckman, en el contexto del Instituto:

[...] su investigación principal de este periodo, no obstante, fue tangencial a la obra que inspiró. Fue un estudio del derecho lozi. Tenía alguna preparación jurídica y su principal interés se centraba en los principios de jurisprudencia que utilizaban los barotse y su convergencia con los principios del derecho europeo. Este trabajo era erudito y tuvo influencia en el desarrollo de la teoría jurídica antropológica, pero excepto en algunos puntos de la obra de Epstein, no tuvo mucho efecto sobre los estudios de los miembros del Rhodes-Livingstone.66

Tal vez hay algo de cierto en eso, pero no estoy completamente seguro de lo tangencial de su investigación, que desembocaría en una magna obra, The Judicial Process among the Barotse in Northern Rhodesia,67 pues una de las líneas de investigación del Instituto fue el estudio del derecho indígena, de manera que Gluckman se manifiesta como un importante precursor de la antropología jurídica o antropología del derecho.

En el caso concreto del Instituto, el estudio del derecho de los grupos étnicos se queda dentro de la tradición británica, pero podemos buscar sus orígenes en otros lugares.

En primer lugar, una fuerte tradición británica en la cual el estudio antropológico del derecho tiene sus primeras raíces es la obra de sir Henry Sumner Maine, Ancient Law, una tradición que continuaría con el pequeño libro de Malinowski, Crime and Custom in Savage Society, de 1925. Una particularidad de este estudio del derecho dentro de la tradición antropológica británica es que se inserta en el estudio del poder, a tal grado que tenemos que considerar la antropología jurídica como ocupando el lugar de la antropología política hasta el nacimiento de esta disciplina, supuestamente en 1940, con la publicación de African Political Systems.

Aunque Isaac Schapera nunca estuvo en la nómina del Instituto Rhodes-Livingstone, cumple un papel muy importante como una de las principales fuentes de inspiración de la antropología jurídica del Instituto, en parte como profesor de Max Gluckman en África del Sur.

En segundo lugar, podemos considerar al holandés Hans Holleman como una de las fuentes directas. J. F. Holleman nació en Indonesia, en 1915, pero desde 1932 estudió en África del Sur, donde se tituló, en 1936, como maestro con una tesis acerca de las comunidades legales de los zulúes, donde había llevado a cabo breves periodos de trabajo de campo. Después de algunas decepciones se integró al Instituto Rhodes-Livingstone, donde se le ofreció un contrato como investigador por seis años, de 1945 a 1952. Hizo su investigación para la tesis doctoral bajo la dirección de Isaac Schapera y se tituló, en 1950, con Shona Costumary Law (La ley consuetudinaria de los shona, publicada en 1952 y, de nuevo, en 1969). La tesis de los shona es empípírica y poco académica, y viene a prefigurar un estilo que posteriormente adoptaría Max Gluckman en su estudio de la ley barotse. Dedicó tiempo y energía al estudio de los sistemas indígenas de tenencia de la tierra, y exploró la coexistencia de la ley constitucional y la ley indígena.

De parte del gobierno imperial, el Instituto había sido ideado como una institución de soluciones prácticas a problemas prácticos, y es evidente que Wilson intentó dirigir los esfuerzos hacia lo práctico, sin descuidar lo teórico y lo científico, por lo que inicialmente se acercó a los administradores de las minas.

La Escuela de Manchester nació en el Instituto RhodesLivingstone y durante largos años éste fue una especie de terreno de prácticas de campo y de investigación de la Escuela. Conviene echar un vistazo a los productos de esta cooperación entre una institución de educación superior, la Escuela de Manchester, y un instituto de investigación, el Rhodes-Livingstone.

No obstante que el Instituto nació en 1937, su producción realmente levantó el vuelo con la creación de la Escuela de Manchester, en 1948, pues durante los años de Max Gluckman como director del Instituto, de 1941 a 1947, se estableció su fundamento, el cual posteriormente mostraría su efectividad en conjunto con el Departamento de Antropología y Sociología en la Universidad de Manchester.

Tal vez cabe caracterizar y evaluar el proyecto Rhodes-Livingstone, tanto cuantitativa como cualitativamente, por los investigadores que surgieron de él:

[...] de los doce antropólogos que, aparte del propio Wilson, tuvieron un nombramiento pleno en el periodo que va hasta 1956, ahora nada menos que once tienen su grado académico. La única excepción es un antropólogo del gobierno en Rodesia, el único que no ha adquirido su grado de doctor con base en la investigación llevada a cabo en el Instituto (con excepción de Gluckman y Colson, quienes ya tenían el grado antes de obtener su nombramiento).68

Es posible esbozar una especie de nómina del proyecto de la siguiente forma, si se observa que la producción de los antropólogos empieza con la dirección de Max Gluckman, para continuar durante los periodos de dirección de Elizabeth Colson y Clyde Mitchell, y seguir durante los años de Max Gluckman en Oxford; es decir, el breve periodo de 1948 a 1949: J. A. Barnes (1954), A. L. Epstein (1958) y T. S. Epstein, J. Clyde Mitchell (1956), Victor W. Turner (1957), W. Watson (1958), T. Scudder (1962), G. R. Garbett (1963), Jaap van Velsen (1964), Max Marwick (1965), Richard P. Werbner (1967), S. O. Ranger (1967) y W. M. van Binsbergen (1976).

Para presentar, discutir y evaluar su producción, primero tenemos que tomar en cuenta qué tipo de instituto es y de qué tipo son sus productos: los conocimientos prácticos, los recursos humanos y, finalmente, la producción científica. Sin embargo, en el muy complicado parto del Instituto se inmiscuyeron un gran número de opiniones, que más bien parecen prejuicios personales e idiosincrasias; opiniones que inevitablemente llegaron a influir tanto en la forma como en el funcionamiento. Tenemos que tomar en cuenta que el Instituto cambió de carácter a partir de las confrontaciones de Godfrey Wilson con varias autoridades, tanto civiles de la administración colonial como de la iniciativa privada.

Muy pronto se obligó a Godfrey Wilson a renunciar, y “aunque los Wilson fueron expulsados de Rodesia del Norte, tuvieron influencia duradera sobre el Instituto Rhodes-Livingstone y la historia de Zambia. Después de la salida de Godfrey Wilson, su sucesor, Max Gluckman, diseñó el “Seven Year Research Plan of the Rhodes-Livingstone Institute”, para acentuar la investigación de los efectos sociales de la industrialización y la migración laboral; Gluckman, además, tenía un fuerte compromiso con los Wilson, e insistía en que sus investigadores visitaran a Monica Wilson antes de iniciar su trabajo de campo en Rodesia del Norte.69

Según Max Gluckman:

[...] esta historia empieza con mi entrada en la enseñanza en posgrado, cuando fui director del Instituto Rhodes-Livingstone de Estudios Sociales en África Central Británica. En 1945, con becas del Colonial Development and Welfare Fund, Beit Trust y otros donadores, pude nombrar un equipo de investigadores para trabajar de acuerdo con un plan coordinado que había formulado.70

Max Gluckman habla de la historia de la Escuela de Manchester, y el equipo que menciona incluía a Elizabeth Colson, J. A. Barnes, J. H. Holleman, J. C. Mitchel y Max Marwick.

El Instituto Rhodes-Livingstone no fue obra de una sola persona, pues una de sus características era precisamente el trabajo en equipo, con un plan y una división del trabajo formulados antes de iniciar el trabajo de campo. Max Gluckman fue, con mucho, la persona más importante en todas las etapas de su historia: ingresó muy temprano como investigador en el proyecto, muy pronto sería su director, con mucha influencia sobre la planeación y la ejecución, y marcó la línea durante el periodo de mayor dinamismo y productividad. Pero hay una cosa más que es relevante: aunque se retiró del proyecto en 1947, para asumir un puesto en la Universidad de Oxford, con Radcliffe-Brown y Evans-Pritchard, realmente lo siguió controlando hasta el fin del trabajo de campo de sus alumnos en la Universidad de Manchester, donde fundó el Departamento de Antropología y Sociología, en 1949.

Elizabeth Colson sería la directora del Instituto RhodesLivingstone después de la renuncia de Max Gluckman, de 1948 a 1952; con ella nos encontramos fuera de los círculos aristocráticos que durante muchos años monopolizaron la antropología como disciplina en Inglaterra, tanto entre los hombres como entre las mujeres:

En sus tempranos estudios de antropología tuvo experiencias positivas y negativas. Su licenciatura la obtuvo en la Universidad de Minnesota, en 1938, y durante sus estudios la ayudaron Wilson Wallis y su esposa Ruth Sawtell Wallis, empleándola en un proyecto donde tuvo que llevar a cabo medición de niños para estandarizar las tallas de ropa para niños. Los Wallis le prestaron dinero para que iniciara sus estudios en el Ratcliffe College de la Universidad de Harvard, donde obtuvo su maestría en antropología, en 1941, y su doctorado, en 1945, y no le exigieron que devolviera los préstamos, sino que le hicieron prometer ayudar a otros estudiantes de la misma manera en el futuro. En el Ratcliffe College tropezó con la discriminación sexual, pues “por lo menos un profesor exigía a las estudiantes femeninas que se sentaran fuera del salón de clase y les prohibía formular preguntas”.71

Clyde Mitchell, quien también había nacido en África del Sur, sería el director del Instituto Rhodes-Livingstone de 1952 a 1955. Si se considera que la Escuela de Manchester no fue una escuela de antropología social sino una escuela de sociología y antropología social, puede ser relevante el hecho de que Clyde Mitchell se haya formado originalmente como sociólogo en su universidad sudafricana, y solamente más tarde se haya titulado como antropólogo social en Oxford. Más que su tesis doctoral, titulada The Yao Village: A Study in the Social Structure of a Southern Nyasaland Tribe, su trabajo más conocido es el breve texto The Kalela Dance, donde aplica algunos de los planteamientos centrales de Max Gluckman a un movimiento específico en Nyasalandia.72 La orientación original de Max Gluckman en el Instituto se había enfocado en la problemática de los braceros africanos, para lo cual dividió la atención entre el campo y la ciudad o, más bien, dirigió la atención hacia la dialéctica del campo y la ciudad. Con Clyde Mitchell la atención se mueve hacia la ciudad, como se manifiesta en “Theoretical Orientations in African Urban Studies”73 y African Images of the Town: A Quantitative Exploration,74 mientras que un texto posterior, Social Networks in Urban Situations: Analyses of Personal Relationships in Central African Towns,75 mantiene el interés en lo urbano, y agrega una nueva perspectiva: el texto es realmente una exploración de las posibilidades del temprano planteamiento de Radcliffe-Brown donde define la “estructura social” como “una red compleja de relaciones sociales”, “relaciones realmente existentes”,76 pero introduce el concepto de “network” (red), que sigue siendo hoy una de las herramientas más importantes, en un intento por bajar el concepto muy abstracto de “estructura social” a un nivel que permita estudiar y describir lo que podemos llamar muy ampliamente la “etnografía” del mundo tradicional.77

Lo importante en este asunto es, por un lado, que Max Gluckman entra muy temprano en la historia del Instituto Rhodes-Livingstone, como colaborador de Godfrey Wilson, para luego heredar la dirección y después seguir controlándolo hasta la salida de Clyde Mitchell, en 1966, lo que nos acerca así al año emblemático de 1968, después del cual todo alcanza un cierto nivel de cambio caótico.78 Por otro lado, eso significa que el Instituto Rhodes-Livingstone es en estos años el brazo práctico y etnográfico de la Escuela de Manchester, en el sentido de que un muy alto porcentaje del trabajo de campo de los alumnos de Max Gluckman y los demás en la Escuela de Manchester se lleva a cabo en África, en el marco del Instituto Rhodes-Livingstone.

El fin del Instituto Rhodes-Livingstone

El Instituto Rhodes-Livingstone funcionó hasta que el proceso histórico determina su final:

[...] un golpe final a la Escuela de Manchester fue el debilitamiento de la relación institucional con el Instituto Rhodes-Livingstone. Hasta 1963, ésta había sido controlada en gran medida a través del entonces colegio universitario en Harare (Salisbury). Clyde Mitchell, quien era profesor de estudios africanos (uno de los primeros estudiantes de campo de Max Gluckman, supervisor del trabajo de campo de Victor Turner entre los ndembu, así como también del de Jaap van Velsen entre los tonga en Malaui) y el más ardiente abogado de la perspectiva metodológica de Gluckman del análisis situacional, seguía supervisando gran parte del trabajo en el Instituto Rhodes-Livingstone (como director y como director adjunto) y lo mantenía como un centro de trabajo de campo para investigadores afiliados al Manchester. Esto menguó con el nombramiento de un psicólogo, Alistair Heron, como director, y tal vez más significativamente con la Declaración Unilateral de Independencia de Rodesia del Sur.79 La rebelión de Smith rompió la relación entre Salisbury y Lusaka, y le hizo imposible a Mitchell quedarse en Rodesia, así que en 1966 aceptó la oferta de Gluckman de un nombramiento en Manchester. El cambio de Mitchell virtualmente terminó la vibrante y hasta entonces muy productiva relación de trabajo de campo entre el departamento en Manchester y la investigación en el sur de África. Gluckman intentó repetir su éxito africano con un programa de investigación en Israel, pero no logró recrear el mismo entusiasmo o efecto antropológico de la Escuela de Manchester en su periodo africano.80

Lo que vemos en el proceso de desmantelamiento del Instituto Rhodes-Livingstone, con Clyde Mitchell como capitán de a bordo que abandona el último el barco que se hunde, es la conversión a la realidad del planteamiento de la misma Escuela de Manchester: que la antropología no es el estudio de las pequeñas e “idílicas” aldeas nativas en África, o bien en Melanesia, sino la movediza dialéctica entre lo que yo llamo el mundo “tradicional” y el mundo “moderno”, pues de repente se reventó el cuidadosamente planeado proceso de descolonización y se revelaron como fuerzas muy independientes e incompatibles la comunidad local de colonos blancos con su propia burguesía, el gobierno británico con sus órganos coloniales y, finalmente, la población negra al mismo tiempo dividida en un gran número de “tribus” y comunidades, y convertidos en una masa de obreros citadinos.

Como en todo el mundo, la burguesía blanca, con los colonos disfrutando sus privilegios y la protección que les proporcionaba el racismo, estaba en desacuerdo con la línea zigzagueante del gobierno británico, y en su momento llegó a confrontarse con sus jefes en Londres, y el Instituto Rhodes-Livingstone quedó en una situación sumamente vulnerable. Comenzó una lucha brutal entre el gobierno en Londres y la burguesía y los colonos dirigidos por Ian Smith; primero se creó un gobierno blanco y profundamente racista, y luego empezó la creación de la nueva Zambia, con lo cual se inició la agonía del Instituto y sus cambios consecutivos de nombre y filiación.

Este cambio marca el fin del Instituto Rhodes-Livingstone como un centro de prácticas de campo de la Universidad de Manchester; es decir, el cambio de adscripción de una universidad de la metrópoli a una institución en una nueva república, y, ya que toda la estructura de esta nueva república lleva el sello del pensamiento soviético, pone de relieve el fundamento ideológico del Instituto y de la Escuela de Manchester, y el marxismo de Max Gluckman en el contexto del colonialismo y del proceso de descolonización.

Conclusiones: la relevancia del Instituto en México

He descrito el nacimiento y el desarrollo del Instituto Rhodes-Livingstone y, con cierta tristeza, también su fin: cómo nació como parte del proceso de colonización, y pereció con el proceso de descolonización. Nació al inicio de la Segunda Guerra Mundial, en un ataque de creatividad, y tal vez también de responsabilidad, del gobierno colonial británico, con una política de izquierda como una especie de contrabando, que prefigura varios aspectos del proceso de descolonización que formarían parte del nuevo orden mundial al terminar aquella guerra.

Pero primero un comentario acerca de esta tarea. Es triste ver que siempre se habla de la Escuela de Manchester en tiempo pasado, como si estuviera muerta y enterrada. Escribe Marian Kempny: “de muchas maneras, la Escuela de Manchester pertenece ahora a la historia de la antropología”.81 Las creaciones no son tan rápidas, y tampoco el olvido. En el modelo teórico de la Escuela de Manchester:

[...] muchas de estas ideas, un enfoque principal y el germen de los métodos distintivos de la Escuela ya los había alcanzado Gluckman antes de que su equipo se juntara con él en el Instituto. El primer planteamiento, y el más importante, se encuentra en sus tres ensayos de principios de los cuarenta, posteriormente republicados como Analysis of a Social Situation in Modern Zululand.82

El modelo y el método de la Escuela de Manchester nacieron antes de la creación del Instituto Rhodes-Livingstone, y me parece que tienen vigencia.

También he relacionado sistemáticamente al Instituto Rhodes-Livingstone con la Escuela de Manchester en el norte de Inglaterra, y postulado la importancia del Instituto para la Escuela, y de las dos para la antropología. Ver el Instituto Rhodes-Livingstone en conjunto con la Universidad de Manchester y su escuela de antropología y sociología permite apreciar la importancia de la dialéctica que relaciona la labor (y la enseñanza) teórica con el trabajo de campo en la formación de una escuela, que es tal en los diversos significados de este concepto.

A raíz de lo presentado cabe plantear las siguientes preguntas: ¿hasta qué grado es un proyecto la obra de un solo antropólogo, o cualquier otro tipo de investigador? ¿Hasta qué grado es un proyecto el producto de un equipo o un grupo de antropólogos? ¿Hasta qué grado la cooperación es un asunto horizontal y hasta qué grado, un proceso jerarquizado?

Una cosa más que me parece interesante y relevante en la discusión del lugar del Instituto Rhodes-Livingstone en el marco del colonialismo británico es el juego entre lo privado, lo público y lo estatal, un aspecto del colonialismo que ha sido muy poco tocado, y que me parece de primera importancia. Casi siempre se piensa que la fiebre de la privatización es un fenómeno nuevo y reciente, íntimamente relacionado con el neoliberalismo, pero me parece que no es así.

La historia del Instituto Rhodes-Livingstone plantea también la muy vieja pregunta acerca de la relación entre la ciencia, y en particular la investigación científica, y la posición política de los científicos involucrados. ¿Cuáles son las diferencias y las similitudes entre el izquierdismo del Instituto Rhodes-Livingstone y el de la Escuela de Manchester, por un lado, y, por otro lado, el conservadurismo de las universidades de Oxford y de Cambridge y sus actividades de investigación? Aunque la Universidad de Cambridge en un momento de los años treinta se convirtió en un semillero de marxistas y espías soviéticos y colocó a la London School of Economics, fundada por fabianos de la izquierda, como algo a medio camino entre un socialismo revolucionario como el soviético y uno laborista como el británico. Sobre todo, los problemas y el destino trágico de Godfrey Wilson nos muestran que la vida política y ética de un investigador no es tan sencilla y falta de contradicciones como con frecuencia se imagina cuando discutimos el colonialismo, las colonias, los colonizadores y los colonizados.

Quisiera terminar estas conclusiones con dos observaciones de carácter más operacional y menos histórico.

En primer lugar me parece que las enseñanzas del Instituto Rhodes-Livingstone son de cierta relevancia en la actualidad si se toma en cuenta que el colonialismo es más complicado en el tiempo y en el espacio de lo que se piensa. Pues en el espacio hay que recordar que existe una diferencia muy grande entre el estilo británico, el colonialismo indirecto, y el colonialismo francés que es directo, por no mencionar el colonialismo belga, que es difícil de caracterizar con el vocabulario que permite una publicación académica, y que los tipos de colonialismo implican una dinámica muy diferente en un proceso de descolonización y posible proceso de democratización. Y en el tiempo no hay que olvidar que el colonialismo no pertenece exclusivamente al pasado; ya Pablo González Casanova ha enriquecido el campo con el concepto de “colonialismo interno”, pensando en la situación actual.

En segundo lugar, hay una curiosa coincidencia en los tiempos y en algunas posiciones entre el proceso histórico en el centro-sur de África y en México. Un año medular en el indigenismo mexicano es 1940, cuando fue creado el Instituto Indigenista Interamericano en el Congreso de Pátzcuaro, y es evidente que ese año tiene un valor casi cabalístico en la creación del Instituto Rhodes-Livingstone. Aparte de esta coincidencia, es muy difícil resistir la tentación de llevar a cabo una comparación entre algunos aspectos de los planteamientos y del método del Instituto Rhodes-Livingstone y las tareas de la antropología en México; sin embargo, es una tarea que excede el espacio disponible en un artículo como el presente, así que será en alguna otra ocasión.

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1El texto que aquí se presenta tiene su origen en los apuntes de los cursos de antropología social británica que he impartido en la Facultad de Antropología de la Universidad Autónoma del Estado de México, en Toluca, y en la licenciatura y el posgrado de antropología social en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. El texto será el capítulo de un libro acerca de la Escuela de Manchester, la continuación de mi traducción conjunta con Sao Kin Leong Fu del libro de Max Gluckman, Costumbre y conflicto en África (Lima, Asociación Civil Universidad de Ciencias y Humanidades, 2009) y una colección de los artículos más importantes de Max Gluckman que se encuentra en prensa. Agradezco los comentarios de la doctora Marina Alonso Bolaños, que han contribuido a mejorar la presentación de mi argumento y, sobre todo, los comentarios y correcciones de la maestra Marcela Barrios Luna, que han tenido el mismo efecto, más aquel de hacer mi español comprensible; asimismo agradezco la contribución de los dos lectores anónimos que dictaminaron mi trabajo, y al equipo editorial de la revista Estudios de Asia y África, que ayudó a mejorar este manuscrito. Cualquier imprecisión es, sin embargo, responsabilidad mía.

2Niall Ferguson, Empire. How Britain Made the Modern World, Harmondsworth, Penguin Books, 2003, p. XI.

3Opinión de Luc de Heusch; un estadounidense observa, menos amablemente, que la sociedad científica británica en lo antropológico es una “sociedad de mutua admiración y limitada inteligencia”; ambos citados por Adam Kuper, Antropología y antropólogos. La Escuela Británica, 1922-1972, Barcelona, Anagrama, 1977, p. 12.

4Luis A. Berruecos, “H. Max Gluckman, las teorías antropológicas sobre el conflicto y la Escuela de Manchester”, El Cotidiano, vol. 24, núm. 153, p. 97.

5Moshe Shokeid, “Max Gluckman and the Making of Israeli Anthropology”, Ethnos, vol. 69, núm. 3, 2004, p. 387.

6Richard Brown, “Anthropology and Colonial Rule: The Case of Godfrey Wilson and the Rhodes-Livingstone Institute, Northern Rhodesia”, en Talal Asad (ed.), Anthropology & the Colonial Encounter, Nueva York, Humanities Press, 1973, p. 175.

7Lynn Schumaker, Africanizing Anthropology. Fieldwork, Network, and the Making of Cultural Knowledge in Central Africa, Durham-Londres, Duke University Press, 2001, p. 17.

8Leif Korsbaek, “Edward B. Tylor en México en 1856”, en E. B. Tylor: Anáhuac, o México y los mexicanos, antiguos y modernos, trad. e introd. Leif Korsbaek, México, Juan Pablos-Universidad Autónoma Metropolitana, 2009, pp. 23-24.

9Ferguson, Empire, op. cit., p. 2.

10Ibid., pp. 1-2.

11Wolfgang Reinhard (A Short History of Colonialism, Manchester, Manchester University Press, 2011, p. 187) agrega: “Asia y América le ofrecían más a los europeos, mientras que África principalmente ofrecía esclavos, que se podían comprar de intermediarios indígenas, así que no había mucha motivación para internarse en este continente, que era cualquier cosa menos acogedor. Las costas de África son, por naturaleza, poco acogedoras y poseen solamente escasos puertos naturales; sus ríos son difícilmente navegables y sus estuarios son frecuentemente interrumpidos por cataratas. Grandes partes de África son relativamente secas y la frondosidad de sus selvas tropicales es una ilusión que se debe al rápido metabolismo de los suelos y no a su fertilidad. Finalmente, África es el hogar de una variedad de enfermedades contagiosas que a menudo han resultado fatales para los europeos”.

12Ibid., pp. 198-199.

13Brown, “Anthropology and Colonial Rule”, op. cit., p. 175.

14Ferguson, Empire, op. cit., p. 162.

15Se establecieron asociaciones en las principales capitales de Europa, pero la comisión belga se destacó, lo que resultó, entre otras cosas, en la creación de un Comité del Alto Congo en Bruselas, “con un capital nominal de 40 000 libras; pero desde el primer momento sus fondos provinieron en gran medida del bolsillo del rey Leopoldo, y a través de un proceso gradual, la obra, por lo menos nominalmente internacional, se volvió una empresa puramente belga”. Encyclopædia Britannica, 10a ed., Edimburgo-Londres, Adam & Charles Black-The Times, 1902, pp. 99-100.

16Ferguson, Empire, op. cit., p. 222.

17Kate Crehan, The Fractured Community. Landscapes of Power and Gender in Rural Zambia, Los Ángeles, University of California Press, 1997, p. 1.

18Ferguson, Empire, op. cit., p. 223.

19Ibid., p. 226.

20La Fundación Rockefeller había nacido en 1913 con el objetivo de “promover el bienestar de la humanidad en todo el mundo”, y casi desde el inicio había operado en cinco áreas de administración: ciencias agrícolas y naturales, artes, humanidades, ciencias sociales y relaciones internacionales. La Fundación Rockefeller se fusionó con la Fundación Laura Spelman (Laura Spelman Memorial Foundation) en 1929 (en el mejor momento de la crisis mundial), y agregó así 58 millones de dólares a sus fondos, con lo cual realmente llegó a financiar una buena parte de las actividades antropológicas británicas en África. La Memorial (como se llamaba y sigue llamando la Laura Spelman Memorial Fundation) había sido fundada para apoyar las ciencias sociales, la obra de misión eclesiástica y el bienestar de mujeres y niños, pero ya en 1922 había decidido sistematizar sus actividades de asistencia, y empleó a Beardsley Ruml como director. Ruml dirigió la atención de la Memorial hacia las ciencias sociales —la economía, la sociología, la ciencia política, la psicología, la antropología y la historia— en tres programas principales: ciencia social y ciencia tecnológica, estudios de niños y educación de los padres, y relaciones interraciales. Desarrolló un programa de becas dirigidas hacia el apoyo de la investigación y la difusión de conocimientos científicos.

21Frank Salomone, quien hace referencia a Laura Spelman Rockefeller, caja 55, serie 3, fólder 587, International Institute for African Language and Culture (Laura Spelman Rockefeller Memorial Foundation Archives). Véase Frank Salomone, “In the Name of Science: The Cold War and the Direction of Scientific Pursuits”, en Dustin M. Wax (ed.), Anthropology at the Dawn of the Cold War, Londres-Ann Arbor, Pluto Press, 2008, p. 96.

22Raymond Firth,“Introducción: Malinowski como científico y como hombre”, en R. Firth (ed.), Hombre y cultura. La obra de Bronislaw Malinowski, México, Siglo XXI, 1974, p. 5.

23Frank Salomone (“In the Name of Science”, op. cit., p. 95) citando a Henrika Kuklick.

24Ibid., p. 99.

25Ibid., p. 101. Se menciona a Melville Herskovits —quien, por cierto, dirigió la tesis doctoral de Gonzalo Aguirre Beltrán y tuvo así una influencia muy palpable sobre el indigenismo mexicano (véase al respecto Leif Korsbaek, “El desarrollo del sistema de cargos de San Juan Chamula: el modelo teórico de Gonzalo Aguirre Beltrán y los datos empíricos”, Anales de Antropología, vol. 24, núm. 1, 1987, pp. 215-242; Leif Korsbaek y Miguel Ángel Sámano Rentería, “El indigenismo en México: antecedentes y actualidad”, Ra Ximhai, vol. 3, núm. 1, 2007, pp. 195-224)—, porque había criticado el involucramiento de la antropología en la política colonial (Melville J. Herskovits, “Acculturation and the American Negro”, The Southwestern Political and Social Science Quarterly, vol. 8, núm. 3, diciembre de 1927, p. 221) y, por otro lado, había publicado el manifiesto de la aculturación (Robert Redfield, Ralph Linton y Melville Herskovits, “Memorandum for the Study of Acculturation”, American Anthropologist, vol. 38, núm. 1, 1936, pp. 149-152).

26Talal Asad (ed.), Anthropology & the Colonial Encounter, Nueva York, Humanities Press, 1973, p. 12.

27Al pensar la dinámica del colonialismo es relevante tener en mente la distinción entre el “colonialismo indirecto” que es la especialidad británica, el “colonialismo directo” que es la marca registrada de los franceses (entre otros), y el “colonialismo interno” que es el colonialismo que encontramos en México (Pablo González Casanova, La democracia en México, México, Era, 1966) y otras partes de América Latina.

28Véase Brown, “Anthropology and Colonial Rule”, op. cit., p. 12.

29Robert Penner, “Distant Lords and Hostile Natives: A Brief History of the Rhodes-Livingstone Institute, 1937-1947”, manuscrito, s. a., p. 9.

30Max Gluckman, “Seven-Year Research Plan of the Rhodes-Livingstone Institute of Social Studies in British Central Africa”, manuscrito, 1945, p. 2.

31Lord Hailey, An African Survey. A Study of the Problems arising in Africa South of Sahara, Londres, Oxford University Press, 1938, p. 40.

32Comentario a lord Hailey, 18 de abril de 1940, citado en Brown, “Anthropology and Colonial Rule”, op. cit., p. 176.

33Audrey I. Richards, “The Rhodes-Livingstone Institute: An Experiment in Research, 1933-1938”, African Social Research, núm. 24, 1977, p. 277. Godfrey Wilson fue un antropólogo británico, como Audrey Richards, de la élite social y académica, pues su padre había sido un famoso especialista en Shakespeare (en lo que no hay nada de malo), con simpatías hacia la izquierda. Había estudiado en la London School of Economics, bajo Malinowski, en un programa del International African Institute; había participado en su famoso seminario y, en 1934, inició un estudio del pueblo nyakyusa-ngonde en Tanganica (ahora Tanzania). En este contexto se casó, en 1935, con Monica Hunter, quien había trabajado entre los ponde, y después trabajaron juntos en la región alrededor de Livingstone, ahora Lusaka. A Wilson le interesaba el cambio social; más precisamente el efecto de la industrialización sobre comunidades, pueblos y tribus más tradicionales, y para este análisis forjó el concepto de “detribalización”, que desarrolló junto con su esposa Monica.

34Penner, “Distant Lords and Hostile Natives”, op. cit., p. 11.

35Brown, “Anthropology and Colonial Rule”, op. cit., p. 196.

36Gluckman, “Seven-Year Research Plan...”, op. cit., p. 1.

37Ibid., p. 9.

38Max Gluckman, “Rituals of Rebellion in Southeast Africa”, en Max Gluckman, Order and Rebellion in Tribal Africa (el texto fue originalmente presentado como la Conferencia Frazer de 1952, pronunciada en la Universidad de Glasgow el 28 de abril de 1953), Nueva York, The Free Press, 1963, pp. 110-136.

39Gluckman, “Seven-Year Research Plan...”, op. cit., p. 1.

40Ronald Frankenberg, “The Bridge Revisited”, en Joan Vincent (ed.), The Anthropology of Politics. A Reader in Ethnography, Theory, and Critique, Oxford, Blackwell, 2002, p. 59.

41Idem.

42Max Gluckman, Analysis of a Social Situation in Modern Zululand, Manchester, Manchester University Press a beneficio del Rhodes-Livingstone Institute, 1958, p. 44.

43Edward Evans-Pritchard, The Nuer, Oxford, Clarendon Press, 1940.

44Pierre Bonte y M. Izard (eds.), Diccionario Akal de etnología y antropología, Barcelona, Akal, 1996, p. 184.

45Kuper, Antropología y antropólogos, op. cit., p. 177.

46Korsbaek, “Edward B. Tylor en México en 1856”, op. cit., p. 6.

47Gluckman, Analysis of a Social Situation in Modern Zululand, op. cit., p.47, n.26.

48La expresión “francotiradores” se debe a Adam Kuper (Antropología y antropólogos, op. cit., p. 173), quien se refiere a Edmund Leach y Max Gluckman; sin embargo, el estructural-funcionalismo llevaba ya su propia muerte en una de sus primeras obras maduras, African Political Systems (Meyer Fortes y Edward Evans-Pritchard [eds.], Londres, Oxford University Press, 1940), y hasta algunos de los más ortodoxos seguidores de Radcliffe-Brown, el gurú del estructural-funcionalismo, eran en cierto sentido “francotiradores”: Max Gluckman, Evans-Pritchard, S. F. Nadel y también Meyer Fortes, el más ortodoxo de todos, entre otros.

49Max Gluckman, “El reino Zulú de Sudáfrica”, en Meyer Fortes y Edward Evans-Pritchard (eds.), Sistemas políticos africanos, trad. Leif Korsbaek et al., introd. Leif Korsbaek, México, CIESAS-UAM-Universidad Iberoamericana, 2010, pp. 91-130.

50Richard P. Werbner, “The Manchester School in South-Central Africa”, Annual Review of Anthropology, vol. 13, 1984, p. 162.

51Max Gluckman, Order and Rebellion in Tribal Africa, Nueva York, The Free Press, 1963, p. 18.

52Max Gluckman (ed.), The Allocation of Responsibility, Manchester, Manchester University Press, 1972, p. 34.

53Max Gluckman, “History of the Manchester’School’ of Social Anthropology and Sociology”, manuscrito, 1962, p. 35.

54Victor W. Turner, Schism and Continuity in an African Society. A Study of a Ndembu Village Life, Manchester, Manchester University Press a beneficio de la University of Zambia, 1957, pp. 178-182.

55Victor W. Turner, “Hidalgo: History as Social Drama”, en Victor W. Turner, Dramas, Fields, and Metaphors. Symbolic Action in Human Society, Ithaca-Londres, Cornell University Press, 1974, pp. 98-155.

56Victor W. Turner, “The Icelandic Family Saga as a Genre of Meaning-Assignment”, en Edith L. B. Turner (ed.), On the Edge of the Bush. Anthropology as Experience, Tucson, The University of Arizona Press, 1985, p. 113.

57Ibid., pp. 2 y 4.

58Turner, Schism and Continuity in an African Society, op. cit., p. 129.

59James Clyde Mitchell, “Case and Situational Analysis”, en T. M. S. Evens y Don Handleman (eds.), The Manchester School. Practice and Ethnographic Praxis in Anthropology, Nueva York, Berghahn Books, 2006, p. 29.

60James Clyde Mitchell, “Case and Situation Analysis”, Sociological Review, vol. 31, núm. 2, 1983, p. 28, citando a Turner, Schism and Continuity in an African Society, op. cit., p. 57.

61Marc J. Swartz, Victor W. Turner y Arthur Tuden, “Antropología política: una introducción”, Alteridades, vol. 4, núm. 8, 1994, pp. 101-126.

62Ibid., p. 101.

63Ibid., p. 104.

64Ibid., p. 102.

65Ibid., p. 105.

66Kuper, Antropología y antropólogos, op. cit., p. 182.

67Max Gluckman, The Judicial Process among the Barotse of Northern Rhodesia, Manchester, Manchester University Press, 1955, que no está listada entre las obras de Max Gluckman (Kuper, Antropología y antropólogos, op. cit., p. 256).

68Brown, “Anthropology and Colonial Rule”, op. cit., p. 197.

69Jan-Bart Gewald, Research and Writing in the Twiligh to fan Imagined Conquest: Anthropology in Northern Rhodesia, 1930-1960, African Studies Centre Working Paper núm. 75, Leiden, Universidad de Leiden, 2007, p. 17.

70Gluckman, “History of the Manchester ‘School’...”, op. cit., p. 2.

71Leif Korsbaek, “Las mujeres en la antropología social británica”, Dimensión Antropológica, año 17, vol. 48, 2010, p. 100.

72James Clyde Mitchell, The Yao Village: A Study in the Social Structure of a Nyasaland Tribe, Manchester, Manchester University Press, 1956, y The Kalela Dance, Rhodes-Livingstone Institute Paper núm. 27, Manchester, Manchester University Press, 1956.

73James Clyde Mitchell, “Theoretical Orientations in African Urban Studies”, en Michael Banton (ed.), The Social Anthropology of Complex Societies, Londres, Tavistock, 1966, pp. 37-68.

74James Clyde Mitchell, African Images of the Town: A Quantitative Exploration, Manchester, Manchester University Press, 1969.

75James Clyde Mitchell (ed.), Social Networks in Urban Situations: Analyses of Personal Relationships in Central African Towns, Ana Manchester, Manchester University Press, 1969.

76Arthur Reginald Radcliffe-Brown, “On Social Structure”, en A. R. Radcliffe Brown, Structure and Function in Primitive Society, Londres, Cohen & West, 1952, pp. 188-204.

77El concepto de red, por ejemplo, ha sido utilizado en la antropología mexicana por Larissa Adler de Lomnitz en ¿Cómo sobreviven los marginados?, México, Siglo XXI, 1989.

78“Los tres sucesores de Wilson como directores —Max Gluckman, Elizabeth Colson y Clyde Mitchell— no solamente fueron influidos por él y por su obra mientras estaba en el Instituto, sino que, como él, adquirieron una reputación mundial como investigadores” (Brown, “Anthropology and Colonial Rule”, op. cit., p. 175).

79La Declaración Unilateral de Independencia de Rodesia del Sur, con fecha 11 de noviembre de 1965, bajo el gobierno de Ian Smith, fue la primera declaración de independencia de una colonia británica y tuvo como resultado las primeras sanciones económicas en la historia de la Organización de las Naciones Unidas.

80Bruce Kapferer, “Erindring om forgangne tider: Gluckman og Manchesterskolen i social-antropologiens historie”, Jordens Folk, vol. 38, núm. 3, 2003, p. 13.

81Marian Kempny, “History of the Manchester School and the Extended Case Method”, en T. M. S. Evens y Don Handleman (eds.), The Manchester School. Practice and Ethnographic Praxis in Anthropology, Nueva York, Berghahn Books, 2006, p. 180.

82Werbner, “The Manchester School in South-Central Africa”, op. cit., p. 162.

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