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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.73 no.4 Ciudad de México abr./jun. 2024  Epub 22-Abr-2024

https://doi.org/10.24201/hm.v73i4.4533 

Reseñas

Sobre Manolo E. Vela Castañeda (ed.), Guatemala, la infinita historia de las resistencias

Karen Ponciano1 

1Universidad Rafael Landívar

Vela Castañeda, Manolo E.. (ed.), Guatemala, la infinita historia de las resistencias. ,, Ciudad de México: Universidad Iberoamericana, 2020. 657p. ISBN: 978-607-417-680-3.


Guatemala, la infinita historia de las resistencias, es un libro fundamental porque se olvida con demasiada frecuencia de dónde venimos. Venimos, por decirlo con tan solo una distancia de 40 años, de la devastación, de la tierra arrasada. A ras del suelo. De ahí venimos, pero no vemos que son múltiples las rebeliones, que son miles las vidas que se han alzado, que han sido -como escribe Cindy Forster- “miles los machetes en alto”, que han sido miles las personas que han dejado la piel en incontables espacios, que las uñas negras de tierra están negras porque siguen sembrando.

Esta reseña la he organizado en torno a tres artículos porque creo que seleccionándolos puedo profundizar en aspectos que atraviesan el conjunto de la obra. Escogí a tres autoras mujeres de distintas generaciones porque resaltan puntos que me parecieron relevantes. Considero que estos tres artículos tienen un punto en común: una narrativa distinta de las resistencias, que permiten ver la historia desde el punto de vista de la organización comunitaria. Los tres artículos son: “Organización y lucha rural, campesina e indígena. Huehuetenango, 1981”, de Margarita Hurtado; “Las guerrillas y los mayas: una aproximación a las formas de interacción sociopolítica entre las insurgencias y los kaqchikeles de San Martín Jilotepeque (1976-1985)”, de Glenda García; y, “Por el aparecimiento con vida: fundación del Grupo de Apoyo Mutuo”, de Denise Phé-Funchal. Los temas que abordaré en esta reseña son tres. 1) ¿Cómo analizar las resistencias?; 2) las sujetas y los sujetos visibilizados; y, por último, 3) la acción colectiva.

1) ¿Cómo analizar las resistencias?

El artículo de Margarita Hurtado es fundamental para reflexionar sobre cómo entendemos las resistencias. La autora hace un compendio de cinco errores que se hacen comúnmente en los análisis. No los voy a citar todos. Me voy a detener en dos.

El primer error consiste en la generalización de las resistencias. Los análisis deben tener en cuenta las diferencias geográficas, la historia diversa de los territorios y regiones. Aún y cuando se esté hablando de una misma organización, se debe tener en cuenta el contexto espacial y temporal: no es lo mismo analizar a una organización guerrillera en una temporalidad específica ni en territorios distintos.

El otro elemento que ella resalta es la necesidad de “bajar la historia a la vida social de las personas, familias y comunidades que protagonizaron la lucha”.1 Las rebeliones no son casualidades de la historia sino procesos. Y ese punto es importante porque, como insiste Hurtado, es necesario desmontar la idea simplista de que la guerrilla llegó a organizar a la población campesina sin tomar en cuenta los levantamientos y procesos de emancipación de la población indígena.

En el análisis que Glenda García hace de San Martín Jilotepeque sitúa la problemática de la tierra y las lógicas de organización campesina desde una perspectiva histórica de resistencia y organización social. Lo que la autora demuestra es que existían distintas lógicas de organización campesina en las comunidades. Glenda García argumenta que hay una conexión entre la costa sur y San Martín Jilotepeque y que, en esta conexión, tienen un papel determinante los cambios en la tenencia de la tierra, el régimen laboral y el control poblacional.

Denise Phé-Funchal añade otro elemento metodológico para el análisis de las resistencias: ¿a qué organizaciones privilegiamos? ¿cuáles son las versiones que registramos, preservamos y que ocupan el espacio académico? La autora, al tomar como objeto de estudio la formación del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), interpela directamente las maneras en que estamos produciendo investigación sobre las resistencias. El trabajo de Phé-Funchal es un trabajo minucioso de recuperación de fuentes secundarias y primarias y yuxtaposición de narrativas que se encuentran y, a veces, se contradicen.

2) Sujetas y sujetos visibilizados

Margarita Hurtado plantea que ha sido un error reducir el análisis de la guerra al enfrentamiento entre dos bandos: el ejército y la guerrilla. Antes bien, afirma Hurtado, la insurgencia fue impulsada y vivida por muchos actores sociales. El análisis detallado sobre cómo, en San Miguel Acatán, la población se incorpora de manera comunitaria a las resistencias revolucionarias, es una contribución que desmitifica las percepciones unívocas de la relación entre comunidad y guerrilla.

Tanto García como Hurtado describen -en contextos con una historia local muy diferente- la activa participación de la población. Ello desarma, por un lado, el argumento de que la población quedó atrapada entre dos fuegos; y, por otro lado, plantea el reto de cómo asumimos una diversidad que rompa con la imposición de una visión hegemónica de la historia de la guerra. El reto, sostiene García, es salir del discurso de la victimización que desdibuja la historicidad de las luchas sociales.

“La guerrilla”, esta forma de llamar a uno de los actores principales en esta contienda, limita -nos dice García- el estudio de la historia local y nacional, porque puede llevar a hacer generalizar situaciones par ticu la res que sucedieron con alguna de las guerrillas, en un territorio, a lo sucedido en otros territorios, con otras organizaciones armadas.

Otro de los aspectos que resalto en el trabajo de García es la dinámica de movilización comunitaria, resistencia y sobrevivencia en las montañas de San Martín Jilotepeque. Conocemos trabajos sobre estas dinámicas en el Ixcán, pero son menos conocidas estas experiencias de comunidades que se organizaron en resistencia en las montañas del altiplano central y de ese proceso llamado “rendimiento” en este territorio específico.

Por su parte, al abordar el caso del GAM, Denise Phé-Funchal hace patente la participación de las mujeres en los movimientos sociales. La feminización de la movilización social es poco incluida en los textos sobre la organización social en Guatemala. Como escribe Denise, “es posible que se haya subestimado el poder de organización y protesta del GAM, por estar predominantemente compuesto por mujeres”,2 quienes, enfrentándose directamente a los aparatos represivos del Estado, lograron visibilizar el problema de la desaparición forzada. Lo que destaco del trabajo de Denise son las claves analíticas para entender la gestión de la identidad de un grupo y cómo identificar los detonantes organizativos: ¿Cómo se da el paso de la búsqueda individual a la búsqueda colectiva de los seres queridos secuestrados y desaparecidos?

3) Acción colectiva

Las tres autoras analizadas enfatizan el poder que, para la acción colectiva, tiene el encuentro: entre Ixcán y Huehuetenango, los encuentros entre familiares de detenidos desaparecidos en morgues, hospitales, juzgados. El encuentro va marcando un proceso de identificación y posicionamiento en relación a la realidad vivida. Una de las estrategias básicas fue la consolidación de redes intra y extrarregionales. Los mapas de García ayudan a entender los ejes de movilización por un corredor geográfico. En el trabajo de García, más que las acciones de las organizaciones revolucionarias, llama la atención la estructura organizativa en las montañas, los correlleros, que llevaban mensajes de comunidad en comunidad, la formación de una estructura de gobierno en resistencia, comisiones para la preparar la huida, la formación política, la logística, el alimento.

En el caso de Huehuetenango, Hurtado aporta luces para entender las diferencias entre los discursos guerrilleros, el peso real de las redes intra campesinas, sobre todo con el Quiché, y cuáles fueron los espacios y mecanismos del trabajo organizativo de las insurgencias en los municipios analizados.

Aunque no se trata de una organización clandestina, el repertorio de acciones confluye con aquellas puestas en marcha por el GAM: marchas, campos pagados, movilizaciones, tomas de edificios que dan cuenta de una gama amplia de acción política.

En este caso, me parece importante realzar cómo se pasa, del uso de las fotografías de cédula en afiches, al uso de las fotografías en tamaño de carteles que son colgados al cuello durante las manifestaciones de las personas desaparecidas. Al delimitar un espacio de individualidad como un espacio de pertenencia colectiva, este fue un instrumento con una efectividad política contundente. Las imágenes comienzan a ser un instrumento icónico para recordar a los seres queridos; imágenes que, si bien no reemplazan ni el duelo, ni el cuerpo, ni la tumba, les devuelve un sentido de persona que el Estado les ha negado: un nombre y un rostro.

Tanto las redes que se formaron intrarregionalmente como estos instrumentos utilizados (el de la fotografía, por ejemplo), constituyen territorios de memoria que han sido poco explorados en sus especificidades para entender los paisajes de las resistencias.

Lo que rescato de los textos de las autoras mencionadas es la referencia a las memorias, en plural, memorias que no coinciden. Aquí también encontramos matices y formas de crítica. Me sobra muchas veces en los trabajos académicos, su redondez y su pulcritud; tal vez porque hay asuntos que aún no nos atrevemos a plantear sobre los movimientos guerrilleros y porque los grises no se nombran. Así que agradezco que, en este libro se incluyan matices; y, ruego porque exista una tercera edición con más visiones de académicos mayas.

1Hurtado, “Huehuetenango”.

2Phé-Funchal, “Grupo de Apoyo Mutuo”.

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