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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.73 no.4 Ciudad de México abr./jun. 2024  Epub 22-Abr-2024

https://doi.org/10.24201/hm.v73i4.4518 

Reseñas

Sobre 1821. Independencia: el reino que fue imperio y devino en república

Óscar S. Zárate Miramontes1 

1El Colegio de México

1821. Independencia: el reino que fue imperio y devino en república. México: Universidad Nacional Autónoma de México, El Equilibrista, 2021. 248p. ISBN: 978-607-30-5266-5. ISBN: 978-607-7874-54-6.


Última entrega de una trilogía de libros conmemorativos de gran formato que inició con Tenochtitlan 1519 (2019) y siguió con 1521. La conquista de México en el arte (2020), el volumen 1821. Independencia: el reino que fue imperio y devino en república evoca esta fecha emblemática del pasado mexicano que, junto con las dos anteriores, ha protagonizado en años recientes tanto celebraciones y reflexiones públicas como debates académicos. Se trata de una obra ilustrada con numerosas imágenes de estupenda calidad y que reúne 14 ensayos firmados por otros tantos reconocidos investigadores, además de un prólogo, un epílogo y un par de textos preliminares de autoridades de la UNAM.1

Una primera aclaración necesaria es que los ensayos que dan cuerpo a este volumen no centran del todo su atención en el año de 1821, antes bien, abarcan aspectos varios del proceso de independencia en general, de sus antecedentes y de sus secuelas. Tampoco están organizados en secciones. Los textos se suceden de manera continua numerados del I al XIV, pero es posible categorizarlos por sus enfoques en común. El epílogo que firma Tomás Pérez Vejo avanza en ese sentido al organizar en cuatro apartados las principales aportaciones del libro: “¿Guerra de independencia, revolución o guerra civil?”, “Mito y realidad de una rebelión criolla, indígena y clerical”, “El contexto internacional de la independencia” y “El largo camino de la postindependencia”. Puesto que esta reflexión final hace un fuerte eco de los tópicos que el mismo autor desarrolla en uno de los catorce ensayos, la obra seguramente se habría beneficiado de la participación de alguna otra pluma docta -quizá una mujer, pues hay sólo tres entre los colaboradores- que se ocupara del epílogo. Por mi parte, creo que pueden reconocerse al menos cinco ejes temáticos entre los ensayos.

Afanes desmitificadores. Dos textos se proponen desmontar los “relatos tradicionales”, la “narrativa oficial” o la “historia de bronce”. Alejandro Salafranca Vázquez, coordinador editorial del volumen, justifica en el prólogo la reunión de estos ensayos -elaborados, dice, desde la “ciencia histórica”- para que ayuden a “desterrar” algunas certezas del imaginario broncíneo mexicano; su empeño personal, en ese texto introductorio, lo dirige contra “el anacronismo de la denominación colonial para el reino de la Nueva España”. Por su parte, el ensayo aludido de Pérez Vejo ataca los pilares de las interpretaciones nacionalistas sobre las llamadas “guerras de independencia” hispanoamericanas. El autor nos recuerda que esos conflictos no fueron luchas de liberación nacional sino “guerras civiles” entre súbditos de un mismo monarca y que fundamentalmente enfrentaron a americanos contra americanos.

Antecedentes. Más allá de los asomos que unos cuantos ensayos ofrecen al mundo novohispano anterior a la crisis imperial, un gran acierto del libro es la inclusión de un texto de Alejandro Cañeque sobre las pautas simbólicas e institucionales del ejercicio del poder real en la sociedad virreinal. El resultado es un buen cuadro del orden político que construyeron los reyes Austrias, comenzaron a replantear los borbones y que se desplomó a partir de 1808.

Temas selectos del proceso revolucionario. Algunos ensayos tocan aspectos muy puntuales del conflicto novohispano entre 1808 y 1821. Encontramos, por ejemplo, una erudita y muy sólida explicación de Martha Terán acerca del orden tributario en vísperas de la crisis imperial y de su progresiva descomposición como consecuencia de los desajustes políticos, las innovaciones constitucionales y las urgencias de pacificación a partir de 1810. Ana Carolina Ibarra dibuja un perfil de la Iglesia novohispana, de su importancia capital en el orden social y del papel que sectores diversos dentro de ella desempeñaron en el conflicto independentista. José María Portillo examina el contexto político e intelectual en el que nació el primer constitucionalismo hispano y señala algunas de sus características más descollantes mediante un ejercicio comparativo entre los experimentos de Cádiz (1812) y de Apatzingán (1814). Finalmente, Pablo Mora se aproxima a la prensa realista a través de una de sus figuras más activas y emblemáticas, el canónigo mexicano José Mariano Beristain y Souza.

Más allá de las fronteras novohispanas. De especial valor resultan los textos que insertan la revolución de Nueva España en contextos más vastos y que escapan así al anacrónico nacionalismo historiográfico. Además de la reflexión de Portillo sobre el primer constitucionalismo hispano, hallamos una útil contextualización del proyecto de independencia iturbidista en el mundo occidental marcado por la inercia napoleónica de construcción de naciones, obra de Rafael Rojas. La problematización que presenta este autor acerca de la entidad territorial que se estaba independizando en 1821, la “América septentrional”, ayuda además a romper con la interpretación de continuidad lineal -sugerida en el título del libro, por ejemplo- entre el espacio político novohispano y el mexicano independiente. Rojas contribuye con un segundo texto en el que toma como eje la figura de Simón Bolívar y su frustrado proyecto de confederación de repúblicas independientes para ilustrar las tensiones entre utopía y desencanto en el primer republicanismo hispanoamericano. Por su parte, Pedro Rújula -en sintonía con la propuesta de Pérez Vejo- llama a mirar en el proceso novohispano la manifestación de un fenómeno de disensiones políticas y guerra civil de escala hispana que detonó en 1808 y se prolongó aun después de la desintegración imperial. Mientras que João Paulo Pimenta analiza las conexiones e interacciones entre los procesos independentistas de Nueva España/México y Brasil dentro del mismo contexto revolucionario atlántico y continental.

El desafiante escenario de la independencia. Cuatro ensayos se ocupan de las décadas posteriores a 1821, dos de ellos desde una enriquecedora mirada transnacional. Rodrigo Escribano Roca rastrea la huella de la independencia mexicana en la opinión pública española desde que la Península ibérica tuvo noticia de la desconcertante rebelión de Iturbide en 1821 y hasta los proyectos de intervención monarquista de mediados del ochocientos. En una línea similar, Alicia Mayer y Horst Pietschmann exploran el influjo que tuvo la obra de Alexander von Humboldt en la curiosidad y las ambiciones sobre México de hombres de Estado, empresarios y anticuarios germanos y anglosajones durante el siglo XIX. Por su parte, con interés centrado nuevamente en los acontecimientos estrictamente novohispano-mexicanos, Salvador Rueda Smithers ofrece un recuento narrativo de los sucesos políticos más importantes que corren desde enero de 1821, cuando se estaba gestando el Plan de Iguala, hasta la ejecución de Vicente Guerrero en 1831. Menos convencional y más refrescante resulta el ensayo de Luis de Pablo, en el que esos mismos acontecimientos de la primera década independiente se entrelazan a manera de contexto con el desarrollo del teatro, la ópera y otros espectáculos públicos en la ciudad de México. Descubrimos así que en las artes escénicas se reflejaron también la turbulencia política y las tensiones sociales por las que atravesaba la novel nación; sus espacios fueron medio de legitimación y arena en la que se dirimieron los conflictos de la identidad nacional.

Es imposible que una obra como ésta abarque todos los temas relacionados con el proceso de emancipación de la Nueva España. Sin embargo, se echa de menos mayor claridad acerca de los criterios de selección de las materias que finalmente fueron incluidas. Parece legítimo preguntarse por qué encontramos textos sobre la Iglesia, los tributos, el constitucionalismo o la prensa realista y no sobre el ejército, los procesos electorales, las disidencias políticas o, respecto a las décadas independientes, sobre las fiestas cívicas, los pronunciamientos y las artes plásticas.

En cualquier caso, el resultado es un mosaico atractivo de ventanas selectas que permiten asomarse al proceso de la independencia novohispana y obtener una impresión convincente de su notable complejidad. Puede ser que se cumplan así, en cierta medida, las expectativas del coordinador editorial del volumen para que los eventuales lectores problematicen y destierren algunas de las certezas simplificadoras de los relatos patrios -bien que cabe dudar del alcance social de ese espíritu desmitificador encarnado en una obra que, por formato y precio (que rondará los mil pesos mexicanos, como los otros dos volúmenes de la trilogía), es en principio de acceso limitado.

La principal ventaja que encuentro en 1821. Independencia: el reino que fue imperio y devino en república es que prácticamente todos sus ensayos derivan de obras sólidas por las que sus respectivos autores son justamente reconocidos. En varios casos se trata en realidad de exposiciones muy comprimidas de tesis que con mayor amplitud y profundidad desarrollan en libros suyos más o menos recientes y que se encuentran debidamente referidos a pie de página o en las relaciones de bibliografía selecta de cada texto. En tal sentido, el volumen que aquí he comentado puede ser verdaderamente provechoso para estudiantes, investigadores y lectores interesados en la historiografía académica, quienes tendrán un primer acercamiento a las propuestas interpretativas de los autores mencionados.

1Presentación del rector Enrique Graue Wiechers y prefacio del secretario general Leonardo Lomelí Vanegas.

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