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Historia mexicana

versão On-line ISSN 2448-6531versão impressa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.73 no.3 Ciudad de México Jan./Mar. 2024  Epub 22-Jan-2024

https://doi.org/10.24201/hm.v73i3.4473 

Reseñas

Sobre Diana Fuentes y Massimo Modonesi (coords.), Gramsci en México

Yael David Vertty Velasco1 

1El Colegio de México

Fuentes, Diana; Modonesi, Massimo. Gramsci en México. Ciudad de México: Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad Nacional Autónoma de México, Itaca: 2020. 281p. ISBN: 978-607-282-008-1.


Aunque en la historia intelectual del marxismo suele reconocerse el “momento Gramsci”, se ha hecho poco énfasis en las rearticulaciones que necesariamente supuso la difusión y apropiación de la obra del sardo en otros países. En el caso mexicano, la superación del economicismo y la búsqueda de un marxismo menos dogmático, por mencionar dos factores del impulso a la teoría gramsciana en Europa, se superpuso con importantes debates internos: la caracterización crítica del Estado posrevolucionario, las modalidades del autoritarismo en su fase echeverrista, entre otros. Coordinado por Diana Fuentes y Massimo Modonesi, este libro es una contribución pionera en el estudio de la compleja y fructífera traducción de Gramsci en nuestro país.

Integrado por textos de 12 autoras y autores, entre quienes encontramos representantes de la International Gramsci Society y de sus filiales en México y Argentina, el estudio contiene enfoques metodológicos diversos. Es interesante que no sólo lidia con cuestiones de recepción e historia de las ideas, sino que como trasfondo siempre están las prácticas de la izquierda mexicana, la construcción de sus militancias y sus intervenciones en una etapa de intensa vida política como los años setenta y ochenta. Hay tres momentos que estructuran el relato. Primero, se traza la genealogía de los escritos de Gramsci en el país y su desenvolvimiento en ambientes específicos: el Partido Comunista Mexicano (PCM), la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) o las redes de latinoamericanos exiliados. Un segundo momento lo conforman los capítulos dedicados a la lectura y crítica de este autor por intelectuales como Carlos Pereyra, Rosa Kanoussi, Adolfo Sánchez Vázquez y Pablo González Casanova. Finalmente, hay una sección en la que se analizan los usos de su aparato conceptual en tendencias académicas como los estudios culturales.

Durante la primera parte, la reconstrucción de las ediciones y traducciones de Gramsci funciona como clave de coyunturas. El primer capítulo marca la pauta: así como en Italia, en México sus lecturas y su vida editorial están vinculadas a un contexto particular, desde su presentación como un teórico de la cultura en 1967 hasta su auge en los años setenta en las Ediciones de Cultura Popular o en Era, indicio de renovaciones políticas como el giro eurocomunista y controversias teóricas como aquella contra el althusserianismo. Algunos entornos sirven para sistematizar estas distintas aproximaciones. En el PCM, su figura pasa de ser un referente más militante que teórico, en el temprano antifascismo del partido, a un pensador clave en el quiebre de los años cincuenta hacia las “vías nacionales”, la desestalinización y la crítica a la política de colaboración de clases. En la FCPyS suscita polémicas similares entre quienes defienden una apropiación continuista o rupturista en relación con Lenin, mientras que en los exiliados argentinos ligados a Pasado y Presente será la base de una teoría política marxista y un socialismo democrático, no siempre reconciliables.

La segunda sección lleva estos debates a autores concretos. Como en Europa, en el caso de Carlos Pereyra ciertas categorías gramscianas le permiten subsanar el déficit político de la teoría marxista, a la vez que le resultan fundamentales para pensar al Estado posrevolucionario. A los capítulos sobre Adolfo Sánchez Vázquez y González Casanova los recorre esa misma doble perspectiva: pese a la obvia cercanía entre Gramsci y la filosofía de la praxis del andaluz, éste conoció tarde sus escritos y mantuvo cierta distancia respecto a la centralidad del partido como príncipe moderno; el sociólogo mexicano, que enriqueció este arsenal teórico con premisas de la teoría de la dependencia, invertiría el esquema leninista de toma del poder-organización de masas gracias al concepto de hegemonía. Por último, una revisión exhaustiva del trabajo de la filósofa Dora Kanoussi nos muestra la vitalidad de Gramsci en espacios como la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

El libro cierra con algunos apartados sobre los usos de este autor en la academia. Aquí llama la atención el contraste entre su despliegue en los cultural studies y el desarrollo de un enfoque en México más influido por la demología italiana, vía Alberto Mario Cirese y sus seminarios en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social bajo la dirección de Guillermo Bonfil Batalla. Destacan también sus aportes a la etnografía educativa, impulsada por Elsie Rockwell y Justa Ezpeleta como alternativa a los enfoques liberales y funcionalistas, o bien a las lecturas críticas del régimen mexicano de la segunda mitad del siglo pasado, a partir de las cuales nacieron discusiones clásicas: el carácter de revolución pasiva o no de la revolución mexicana, o si las relaciones sociales en el Estado posrevolucionario favorecían a las clases subalternas o eran parte del sistema hegemónico que las subordinaba. Massimo Modonesi concluye las últimas páginas con un inevitable recordatorio de la vigencia de Gramsci.

Sería imposible enlistar todas las contribuciones de un libro que, al cubrir un vacío temático, ofrece perspectivas novedosas en cada artículo. Me quedaría, para resumir, con tres cuestiones generales. De entrada, ya resalté la manera en que se problematiza la recepción de Gramsci más allá de la mera cronología. Un buen ejemplo es el contraste entre su discusión académica y la más política: mientras en la FCPyS se enseñaba a Lenin y a Gramsci juntos, teóricos como Ernesto Laclau los separaban para abandonar el reduccionismo de clase. No es una operación abstracta, sino que está influida por experiencias militantes: en el caso mexicano, las propias mutaciones del autoritarismo revelarían la importancia de la lucha por la hegemonía y una política más organizadora y pedagógica. Ahora bien, las nociones del italiano no se extendieron tan pronto: como recuerda Diana Fuentes, su llegada convivió con Althusser, por lo que habría que cuestionar esa narrativa que los hace sucederse de manera lineal. Sugeriría que, a nivel local, hegemonía y aparatos ideológicos de Estado eran herramientas igual de pertinentes para examinar al régimen.

Por otra parte, el análisis sobre cómo leyeron a Gramsci los intelectuales y militantes de la izquierda mexicana revela aspectos poco atendidos en sus polémicas, como la conjunción de democracia y socialismo, opacada por perspectivas más liberales. Queda claro en el repaso sobre Pereyra o González Casanova que este binomio no era la simple retención de una utopía o la negación de las formalidades democráticas: en un contexto autoritario, el lente del gramscianismo acompañó luchas concretas, como aquellas contra la dominación corporativa y a favor de la autonomía de los sectores populares organizados. El distanciamiento de la izquierda partidista de estas demandas aún resuena en confrontaciones actuales, en un clivaje que podría entenderse desde dos modos de evaluación de la transición. Como se advierte en pasajes de esta sección, reconocer el entramado institucional que nació de la expansión del pluralismo puede conciliarse con el reclamo por el abandono del mundo del trabajo, la lucha salarial y la democracia sindical.

Esto me lleva a la última cuestión: la actualidad de Gramsci. Insiste en este aspecto Massimo Modonesi en las conclusiones: desde su expansión en México, hubo contradicciones entre el atrincheramiento de esta teoría en las universidades y el carácter militante de sus premisas, que se refleja hoy en las diferencias entre su uso despolitizado, más anglosajón, y sus variantes latinoamericanas e italianas. Frente a este impasse, la misma realidad parece ofrecer un camino: es innegable que la evaluación del periodo neoliberal y los análisis críticos sobre los alcances rupturistas de la llamada cuarta transformación esperan su “momento Gramsci”. Conceptos como revolución pasiva podrían aportar miradas novedosas a los estudios sobre la modernización de los ochenta como una reforma impuesta desde arriba, pero el mismo enfoque podría aplicarse a los procesos de exclusión y pasivización de las clases populares que siguen operando por parte de un gobierno que se legitimó en oposición a los cambios de ese periodo.

Ni qué decir del príncipe moderno, los intelectuales, la sociedad civil: temas presentes de manera directa o indirecta en una con ver sación pública que necesita enriquecerse. El valor de Gramsci en México, por supuesto, radica en méritos académicos, como poner de relieve las limitaciones de una historia intelectual que no atienda la productiva interacción de sus autores o temas canónicos con contextos locales, o esclarecer episodios de una historia política mexicana donde las izquierdas recientemente han comenzado a figurar. No obstante, sus preocupaciones por el debate público contemporáneo también son dignas de reconocerse y un buen retrato del intelectual que convocó a quienes colaboran en este libro.

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