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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.73 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2024  Epub 22-Ene-2024

https://doi.org/10.24201/hm.v73i3.4471 

Reseñas

Sobre Diana J. Montaño, Electrifying Mexico: Technology and the Transformation of a Modern City

Diego Pulido Esteva1 

1El Colegio de México

Montaño, Diana J.. Electrifying Mexico: Technology and the Transformation of a Modern City. Austin: University of Texas Press, 2021. 390p. ISBN: 978-147-732-345-8.


Este libro analiza la electrificación de la ciudad de México desde múltiples enfoques. Combina dimensiones tecnológicas, sociales y culturales de un fenómeno cuyos significados ha costado mucho trabajo restituir debido al enorme potencial transformador de la electricidad. El lector encontrará que las dificultades son resueltas de manera amena y con un soporte en evidencia documental, por un libro que tuvo su origen en una investigación doctoral que repasó diversos acervos, dialogó con varios enfoques y atendió una miríada de actividades. Entre otros aspectos, el espectro cubre desde la iluminación y la nocturnidad, la publicidad y las exhibiciones, hasta los reclamos de los consumidores, las reivindicaciones de los trabajadores y el desarrollismo nacionalista de la mayor parte de los regímenes posrevolucionarios.

Los temas y problemas tratados en este libro se estructuran en tres partes que van de la introducción del alumbrado eléctrico durante la década de 1880 a la nacionalización de una industria que, hasta 1960, tenía una participación de 60% en manos de empresas extranjeras. A partir de entonces, la Compañía Federal de Electricidad invirtió los papeles, pasando de 5 a 40% su participación. Además, los cortes cronológicos corresponden a un periodo en que la ciudad de México y su población experimentaron otra revolución, de carácter energético, al ampliar su consumo de electricidad. Sin dejar de atender la importancia de empresas como Mexlight, se busca darle un rostro humano a la tecnología. En ese sentido, el análisis está puesto en lo que la autora denomina “agentes electrificantes” y “paisaje eléctrico”. Dentro de la primera categoría resulta fundamental la experiencia de la gente común y corriente en su capacidad de apropiarse de la electricidad, que al comienzo percibieron con una mezcla de curiosidad y miedo.

Desde el punto de vista social, son de especial interés los accidentes de tranvías y atropellamientos. Sin embargo, las páginas dedicadas al robo de electricidad concentran los conflictos en torno al acceso a un servicio que, hacia la década de 1920, se reclamaría casi como un derecho. Dejando de lado la cifra negra para computar delitos de esta índole, los ladrones de luz contrastaban con los llamados rateros. Lejos de encontrar a los victimarios entre los sectores menos favorecidos de la sociedad, los inspectores de la compañía Mexlight sorprendieron defraudando a dueños de negocios -desde hoteles hasta lugares de entretenimiento, como teatros-. Lo fueron también medianos y pequeños empresarios en fábricas y, los más modestos, dueños de comercios y talleres. Es fundamental señalar que los ladrones de luz conformaban, entonces, una minoría de propietarios.

Es igualmente sugerente el examen de las formas en que la población se apropió de un servicio que inició de manera limitada y que, al cabo de un par de décadas, formaba parte de la cotidianidad de las clases medias urbanas. Para ello, en la tercera parte de este libro se explica un proceso de asimilación generalizado en las sociedades con patrones de consumo moderno. Por un lado, la autora examina el ámbito privado con base en la publicidad y un género prescriptivo que, igualmente cargado de componentes publicitarios, definió el ethos del hogar. Fue vocal Josefina Velázquez de León, que pregonaba consejos domésticos para las amas de casa. Resulta de especial interés la oposición clasista y racial entre la mujer de clase media y las empleadas domésticas producida en esos registros promoviendo el uso de aparatos para cocinar, refrigerar, lavar y planchar, contrastando las técnicas a la vieja usanza frente a la pretendida asepsia de los electrodomésticos.

Por el otro, dedica un capítulo al discurso sindical y laboral. Éstos mostraron también formas racializadas y de clase de apropiación de la electricidad. Es evidente el contraste entre las representaciones del consumo doméstico feminizado y las imágenes de trabajadores muscu lo sos acordes con un modelo de “masculinidad energética”, reelaborando símbolos recurrentes en la prensa obrera. La publicación Lux, por ejemplo, empleó esta simbología y varió los significados según el contexto: desde trabajadores viriles con el torso desnudo hasta niños frente al abuso de los capitalistas. Igual que otras industrias, la eléctrica entroncó con el proyecto cardenista de soberanía nacional y se favoreció del giro estatista tan generalizado durante la segunda posguerra. Esto sería lo menos novedoso del libro, pero ofrece un contexto necesario para entender los problemas que desbroza: muestra expresiones de descontento frente a las tarifas y una liga de consumidores que se originó en San Luis y llevó a cabo un boicot al consumo. En esas manifestaciones fue adquiriendo un carácter vocal el Sindicato Mexicano de Electricistas. Tal vez una observación es que estas formas de descontento pareciesen apuntar hacia la nacionalización ulterior, cuando inicialmente no se pronunciaron en esa dirección. Las diferentes voces pierden fuerza en un relato que deja de mostrar otras opciones más allá de la oposición binaria entre burguesía-proletariado e imperialistas-coloniales, como la huelga de consumidores de 1936 o los comentarios en torno a la crisis eléctrica originada por la sequía en 1947, lo mismo que las presiones para ensanchar el sistema de producción propuesto por el exembajador estadounidense.

Un optimismo chauvinista se exacerbó justo cuando el rezago en la capacidad de generar electricidad requería invertir 55 millones de dólares. Mexlight no iba a asumir riesgos sin antes incorporar órganos reguladores, como la Cámara Nacional de Electricidad, frente a demandas de expropiación por parte del Sindicato Mexicano de Electricistas. A una distancia de casi dos décadas desde las protestas de ligas de consumidores, el año de 1958 fue apoteósico, como muestra este libro, con una multitud congregada en la Arena México, inyectada por un fervor antiimperialista. En este contexto, la revista Lux también se entregó a posiciones polarizadas durante la Guerra Fría, expresando empatía por la revolución cubana, pero también la oposición subsistente entre el giro conservador del alemanismo frente al desarrollismo revolucionario del cardenismo. Así, la nacionalización se interpreta como una decisión política para galvanizar grupos y tensiones en un momento de confrontación. De esa forma, el gobierno de López Mateos despresurizó el fuego cruzado del conflicto de Estados Unidos y Cuba, por un lado, y de la izquierda mexicana priista frente al régimen de Castro, por el otro.

Fuera de posibles matices en las maneras de interpretar las imágenes, es indiscutible que dentro de las virtudes de este libro están reacciones muy personales a la iluminación industrial moderna, celebraciones públicas, ansiedades colectivas y vericuetos legales frente a los accidentes de tranvía, el robo de energía eléctrica, los discursos racializados alrededor de la venta y consumo de electrodomésticos y, finalmente, la nacionalización de la industria eléctrica.

Así como no puede hablarse de un “México monolítico”, es imposible reducir estas reacciones a una sola dirección ni obviar experiencias a ras de suelo. Diana Montaño las restituye y les asigna un lugar definitorio como electrifying agents que “vendieron, compraron o, incluso, robaron electricidad para conseguir sus propios fines” (p. 11). En las relaciones, a menudo conflictivas, figura un crisol social amplio compuesto por funcionarios públicos, gente de negocios, inventores, médicos, trabajadores, consejeras domésticas, amas de casa y ciudadanos de a pie. Para entender dichas relaciones y experiencias, la autora interpela al concepto de domesticación de la tecnología, que “conduce a una apropiación e incorporación de una nueva tecnología”, ofreciendo un estudio original de la electricidad.

En suma, tal vez el rasgo más destacado de este libro es el cuidado para comprender que se trató de una experiencia multidimensional. Visto desde arriba, en la lógica de la legalidad pública y de la ganancia de las compañías, la electrificación de la principal urbe del país tuvo varios cortos circuitos. Tal vez sea también la versión de los consumidores insatisfechos. Es imposible dejar de advertir que se trató de un proceso tecnológico con áreas hasta entonces menos exploradas fuera de los aspectos industriales, económicos y ambientales.

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