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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.73 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2023  Epub 26-Jun-2023

https://doi.org/10.24201/hm.v73i1.4392 

Reseñas

Sobre Horacio Tarcus, Las revistas culturales latinoamericanas: giro material, tramas intelectuales y redes revisteriles

Carlos Marichal1 

1El Colegio de México

Tarcus, Horacio. Las revistas culturales latinoamericanas: giro material, tramas intelectuales y redes revisteriles. Temperley: Tren en Movimiento, 2020. 160p. ISBN: 978-987-378-974-8.


En el libro que reseñamos, el autor, Horacio Tarcus, emprende una tarea fundamental para la recuperación del patrimonio cultural e intelectual de América Latina. El texto se centra en la compleja y larga historia de las revistas culturales de los distintos países latinoamericanos, desde el siglo XIX hasta el XXI, con especial atención a la multiplicidad de sus facetas. Además de analizar este género de escritura colectiva, tan importante en la historia intelectual de la región, incluye una amplísima bibliografía de unas seiscientas revistas publicadas en diferentes épocas, acompañada por un gran número de referencias a los lugares donde hoy se encuentran colecciones significativas de ellas (en papel y digitales), así como un sumario de los principales estudios sobre las mismas.

La obra en cuestión, que el autor ha escrito con una combinación de erudición y pasión por este gran tema, resulta de interés tanto para los interesados en la historia literaria como por la historia política e intelectual. Hoy en día, es materia de cada vez mayor número de estudios puntuales, como lo pueden testimoniar, por ejemplo, los trabajos recientes sobre las revistas culturales editados por una generación de investigadores contemporáneos residentes en México, entre ellos Regina Crespo, Lydia Elizalde, James Valender, Anthony Stanton, Alexandra Pita y Aimer Granados, que han publicado importantes estudios sobre esta temática con base en proyectos colectivos que nos van permitiendo conocer mejor la historia y la diversidad de importantes revistas culturales de la región y también de España.

El nuevo libro de Horacio Tarcus se vincula estrechamente con la labor original y transcendente que realiza el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI), en Buenos Aires, que creó y fundó el propio Tarcus hace más de dos décadas. Este centro académico y su gran biblioteca es punto de apoyo fundamental para la conservación y consulta de una parte muy importante del legado no sólo de las izquierdas latinoamericanas sino también del legado de las revistas culturales latinoamericanas, cuya vida, como lo ha señalado Beatriz Sarlo, por lo general ha sido bastante efímera. Por fortuna, en tiempos recientes los procesos de digitalización permiten recuperar un gran número de estas publicaciones colectivas, que son fuentes indispensables para el estudio y disfrute de una parte significativa de la historia cultural e intelectual de diferentes colectivos de escritores en muchas ciudades y países latinoamericanos en distintos momentos del último siglo y medio.

El tema es especialmente atrayente pues, como nos dice Tarcus en la primera frase del capítulo primero, “América Latina es un continente de revistas”, retomando una expresión de Claude Fell, que fue pionero en el esfuerzo por impulsar la recuperación de las revistas latinoamericanas del pasado. Un primer tema clave que analiza Tarcus son los ciclos de las revistas a lo largo del tiempo. Este abordaje resulta una interesante forma de pensar el tema y muy propio del historiador, que lo lleva a considerar en primera instancia la importancia de la prensa periódica, tan rica en todas las naciones latinoamericanas, desde la independencia en adelante. En efecto, los periódicos diversos, algunos de larga y otros de corta vida, acogían a grandes colectivos de escritores, políticos y profesionales de muy diversos campos, cuya atención tendía a concentrarse en los temas más acuciantes de la política cotidiana, la información comercial, las notas literarias y ciertas noticias internacionales. Dice Tarcus que desde mediados del siglo XIX: “Las revistas son hijas de esa prensa diaria, pero no se confunden con ella. Nacen y se afirman una vez concluidas las urgencias que exige la batalla cotidiana bajo las guerras de independencia y las guerras civiles”. Por otra parte, agrega, “a menudo son difíciles de distinguir las revistas específicamente literarias de estos órganos de la vanguardia política”.

Se plantea entonces una primera e ineludible pregunta: ¿qué es una revista cultural? Y, ¿cómo se distingue de una revista política, por ejemplo? En algunos momentos del libro se habla de la importancia de las revistas literarias como ejes de las revistas culturales, pero, al mismo tiempo, se sostiene que son algo más, ya que pueden contener una fuerte impronta filosófica o política. En este sentido, vale la pena subrayar y discutir algunos de los principales cambios en las posibles caracterizaciones o definiciones de las revistas culturales a lo largo del siglo XX. Dice Tarcus que el ciclo de las revistas tiene un primer gran auge en la década de 1890, en virtualmente todo el subcontinente, y agrega que éste “coincide con el ciclo que va de los letrados del siglo XIX a los intelectuales del siglo XX. Las revistas culturales son impensables sin ellos, esto es, sin escritores, críticos, ensayistas, filósofos o artistas plásticos que quieren comprometer su profesión con la esfera pública”.

En América Latina, la cuestión es de gran interés en tanto se refiere al nacimiento y transformación de las generaciones de intelectuales modernos que buscaban ocupar un lugar en los espacios públicos. Durante la mayor parte del siglo XIX, los escritores se caracterizaron por ser polifacéticos: con frecuencia eran políticos que pronunciaban innumerables discursos parlamentarios, al tiempo que también podían ser periodistas, abogados, legisladores, historiadores, literatos, funcionarios o incluso médicos, todos interesados en ocupar espacios de la esfera pública. En cambio, hacia fines del siglo, las revistas culturales acogieron a los nuevos intelectuales. Como señalan numerosos estudios publicados en Francia, fue a partir de l´Affaire Dreyfus, en 1898, cuando emergen la idea y la figura del “intelectual comprometido”, que estuvieron acompañada y por la proliferación de revistas culturales y políticas.

La lectura del libro que reseñamos sugiere la importancia de determinar en qué medida hubo vínculos entre estos intelectuales y las nuevas generaciones de académicos y profesores universitarios que se multiplicaron en la región a principios del siglo XX, con funciones profesionales más delimitadas, como docentes o funcionarios de las universidades. Este proceso de expansión del mundo académico me parece que podría confirmarse a partir de la revisión de los documentos y publicaciones de los primeros congresos científicos latinoamericanos que se realizaron en esta época y que ofrecen una importante fuente de investigación futura que posiblemente sea tan rica como el tema que aborda Tarcus de las revistas culturales, en tanto podría dar pie al estudio de los orígenes y trayectorias de las revistas propiamente académicas en la región. Los primeros de estos congresos se celebraron en Buenos Aires (1898), Río (1906) y Santiago de Chile (1909). En este último congreso se presentaron setecientas ponencias de muchas disciplinas científicas y de humanidades y se publicaron muchas de ellas en nueve gruesos volúmenes. A partir de entonces, consta el verdadero despegue de las universidades latinoamericanas, y muchas de ellas comenzaron a impulsar la publicación de revistas científicas de muy diversa clase.

El libro de Tarcus revela que los intelectuales que redactan las revistas culturales ocupan un espacio diferente con respecto a los científicos y profesores propiamente dichos, y eso llama la atención. Esto mismo se observa claramente en trabajos como el de Alexandra Pita, titulado La Unión Latino Americana y el boletín Renovación. Redes intelectuales y revistas culturales en la década de 1920, publicado por El Colegio de México y la Universidad de Colima, que explica cómo se pueden entender los actores y espacios que caracterizan a las revistas culturales, y la interlocución entre intelectuales y militantes políticos, comprometidos en tareas comunes de debate y difusión. Otros enfoques similares que complementan el trabajo de Tarcus se encuentran en la obra editada por Aimer Granados, Las revistas en la historia intelectual de América Latina: Redes, política, sociedad y cultura, que reúne 14 estudios (Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa, 2012).

Pero volvamos al tema fundamental que evoca Tarcus al afirmar que “América Latina es un continente de revistas”. Esta idea sugiere la amplitud de la historia cultural e intelectual en todos los países de la región y apunta a la posibilidad de trascender enfoques que en ocasiones resultan limitados por un nacionalismo parroquial o tradicional. En efecto, desde hace algo más de un siglo, en muchos países de la región y muchas veces al mismo tiempo, han proliferado las revistas culturales, como lo pueden ilustrar algunos ejemplos. Citemos solamente la coyuntura de 1900-1910, cuando diversas revistas culturales surgen simultáneamente en distintos países: éste fue el caso, por ejemplo, de la fundación en 1897 de la revista La España Moderna en Madrid, o en México de la Revista Moderna, en 1898, y su revista sucesora, que desde 1903 llevaba el título algo curioso de Revista Moderna de México. Magazine Mensual Político, Científico, Literario y de Actualidades, en la que escribieron tanto Alfonso Reyes y Henríquez Ureña, como Rodó, Unamuno y tantos otros intelectuales destacados de la época. Al respecto, Horacio Tarcus afirma, siguiendo las propuestas de Raymond Williams y Beatriz Sarlo, que una revista no puede ser cabalmente entendida en su singularidad a menos de que se tome en cuenta el campo de fuerzas en el que lucha por su reconocimiento estableciendo relaciones sincrónicas de alianza y competencia con otras revistas contemporáneas. Abordar esta cuestión lleva a preguntar si las fronteras entre las revistas eran permeables o si, al contrario, los escritores se limitaban a escribir para círculos autorreferenciales y locales. Evidentemente, las experiencias son variadas, dado que las revistas culturales fueron muy diversas, de modo que el tema merece muchos más estudios.

La segunda parte de este sintético pero gran libro de Horacio Tarcus nos proporciona una amplia bibliografía, que incluye una relación de estudios sobre las revistas y una guía a más de seiscientas revistas culturales, que ha identificado muchas veces a partir de una verdadera labor de detective a escala local, nacional e internacional. Se aprende mucho de este trabajo de identificación en las prolíficas notas a pie que proporciona Tarcus sobre las colecciones de las revistas culturales la ti no ame ri ca nas en bibliotecas en cada país de la región, pero también en los repositorios y bibliotecas de Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania. Cita el caso, por ejemplo, del gran proyecto digital titulado Revistas culturales 2.0, de la Universidad de Tubinga, que constituye un excelente complemento al gran trabajo bibliográfico presentado en el libro reseñado.

Por último, cabe destacar que este magnífico libro incluye apartados autobiográficos que son reveladores y emotivos. Así podemos conocer mejor el affaire apasionado y duradero del autor con tantas revistas. Tarcus nos dice:

He sido un lector de revistas de historietas desde mi niñez, director de revistas estudiantiles en mi adolescencia y miembro de comités editores desde mi juventud hasta el presente. He sido librero, importador y distribuidor de revistas. He sido coleccionista y he convertido mi colección privada en el punto de partida de la hemeroteca latinoamericana del CeDInCI. Desde allí promoví, a partir de 1999, las ediciones facsimilares en formato digital, acaso las primeras en América Latina.

Y, además, nos remite a su larga experiencia de trabajo con las imprentas, donde trabó relación y amistad con “los hombres que ejercían oficios hoy desaparecidos, como tipógrafos, linotipistas, armadores de planchas y operadores de antiguas minervas”.

En efecto, Horacio Tarcus explora en su texto un fascinante mundo cultural y material que ya está pasando a la historia -el “mundo de ayer”, como decía Stefan Zweig, o “el mundo que hemos perdido”,

como dice Peter Laslett. Afortunadamente, pese a lo que hemos perdido, hoy la digitalización comienza a conservar y permite la difusión de una buena parte de este legado de la historia cultural latinoamericana en sus expresiones escritas. En resumidas cuentas, el texto de Tarcus ofrece una gran guía que nos ayuda a recorrer las obras y diálogos colectivos de múltiples intelectuales -unos más militantes y polí ticos que otros- que se encuentran en las revistas culturales latinoamericanas, al mismo tiempo que ofrece una orientación muy útil para acercarnos a las bibliotecas tradicionales y a las nuevas colecciones digitales que nos abren las puertas a ese mundo cultural latinoamericano tan extraordinariamente rico.

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