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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.73 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2023  Epub 26-Jun-2023

https://doi.org/10.24201/hm.v73i1.4380 

Reseñas

Sobre Jaddiel Díaz Frene, La guitarra, la imprenta y la nación: una historia de Cuba desde la memoria popular (1892-1902)

Enrique Camacho Navarro1 

1Universidad Nacional Autónoma de México

Díaz Frene, Jaddiel. La guitarra, la imprenta y la nación: una historia de Cuba desde la memoria popular (1892-1902). Ciudad de México: El Colegio de México, 2020. 507p. ISBN: 978-607-564-165-2.


Ésta es una obra cautivadora. Tenerla entre las manos es una fortuna, pues de manera particular genera cierta sensación de sorpresa ante la amplitud temática, así como produce una conciencia de todo el cúmulo de información que queda pendiente para incorporar en nuevas interpretaciones históricas en torno al periodo que corresponde al fin de la etapa colonial en América Latina. Jaddiel Díaz Frene, su autor, nos ofrece la oportunidad de corroborar que siempre existen más posibilidades de acrecentar las miradas, que no son pocas, hacia el proceso forjado con la intención de lograr la independencia en la isla de Cuba, a finales del siglo XIX, y principios del XX.

Ya desde su portada se presenta un ejemplo de la riqueza de todo su excepcional contenido. La imagen allí integrada es un elemento paratextual único. Además de que nos ofrece una excelente bienvenida visual a los lectores, marcando la conexión entre lo iconográfico y el tema a tratar, que es proponer una interpretación de la historia de Cuba en la etapa independentista mediante la memoria popular, lanza todo un marco histórico contenido en la bella captura fotográfica. Como puede apreciarse en la información iconotextual que la acompaña, la fotografía de la portada corresponde a una toma realizada por alguien que la firma como “Gómez Carrera”, quien -aunque la obra no señale el antecedente- no es otro sino José Gómez de la Carrera, fotógrafo ligado a la producción de imágenes fotográficas que se relacionan con el periodo de la lucha por la independencia de Cuba ante el poder imperial español. Datada el 1o de enero de 1896, como se aprecia si observamos cuidadosamente la figura, nos sitúa justo en los primeros meses de la gesta independentista encabezada por José Martí y Máximo Gómez con el conocido Grito de Baire (25 de febrero de 1895). Así, con esa que considero una entrada triunfal de la edición, en donde está manifiesto su interés por mostrar la presencia del instrumento musical que ocupa un primer plano en la investigación, también se puede entrever la presencia de otros elementos que son tratados de manera minuciosa a lo largo de las páginas de la publicación. Así, cabe señalar que las décimas, como presencia poético-musical de las manifestaciones culturales y políticas de la Cuba de ese entonces, rondan desde la propia carátula del libro gracias al intermedio de la guitarra. De igual manera, la población negra es presencia natural a abordar en la investigación, en tanto representante de las clases subalternas. El conjunto visual nos indica que se trata de la presencia de una manifestación sobre la época independentista cubana que no proviene de las clases acomodadas, de las fuentes oficiales, sino que se presenta la memoria histórica a partir de la cultura popular, memoria de los sujetos desplazados, quienes, representados por el joven que porta la guitarra, al final de la guerra hispano-cubano-norteamericana fueron desestimados, sin que se les permitiera dejar patente el conjunto de necesidades que debían cumplirse al haberse logrado la gran derrota de España en el espacio circuncaribeño.

En respuesta a sus inquietudes académicas, muy ligadas a un sentir nacional, dado su origen cubano, el autor encuentra los senderos que lo llevarían a conocer las fuentes mediante las cuales la población cubana emitiría su voz y sus manifestaciones sobre el periodo álgido de la lucha por la independencia. Encontraría esos alaridos populares, claro, en medios alternativos, distantes de las historiografías oficialistas, lejos de las interpretaciones emanadas de los círculos del poder político, ya bien español, o cubano, y hasta estadounidense. Los “sin historia” son redimidos y hechos presentes, son rescatados gracias a la pasión de búsqueda, por el trabajo realizado con empeño, pasito a pasito, a veces con instrumentos que en esta era de “la modernidad global” parecieran ficcionales, como escribir la información recabada en pequeñas papeletas de cualquier origen ante la carencia de hojas, y usando anticuadas máquinas mecanográficas, como el propio autor nos comenta al referir sus años y andares de trabajo. Pero, pese a las tribulaciones, la presencia de un investigador de mucho peso lograría esa meta, rescatar los debates populares sobre la lucha y la presencia norteamericana en una “Cuba liberada”.

La tarea lograda fue resultado de un arduo y prolongado esfuerzo. Al preguntarse cómo podría lograr obtener los testimonios de los sectores populares que vivieron aquellos años convulsos, el propio autor reconoce que se encontraría con el cúmulo conformado por la narrativa proveniente de los sectores oficialistas y de élites intelectuales, raudal que opacaría a los vestigios generados por la opinión pública, los cuales ocupaban espacios marginales dentro del espectro político y social de fines del siglo XIX. Allí es donde los lectores podemos encontrar lo valioso del libro. Los obstáculos son vencidos al encontrar una veta que permitiría mostrar los rastros de la oralidad de aquellos sectores subalternos que no contaron con los medios para manifestarse en espacios públicos desde donde -de manera ágil- se propagaran sus miradas, sus perspectivas.

Una de las herramientas que contribuyeron a cumplir el objetivo de la investigación serían precisamente las décimas, fragmentos rítmicos que, mediante la música, manifestaron el sentir popular hacia los acontecimientos políticos. “Por aquellos días -nos dice Jaddiel Díaz- los versos inundaban los más insospechados espacios de la sociedad finisecular. Al mismo tiempo que eran cantados por campesinos en veladas de santos y serenatas para seducir a sus pretendidas, los entonaban altos oficiales y soldados analfabetos en campamentos rebeldes, al compás de guitarras, güiros y laúdes” (p. 25).

Los impresos de la época también juegan un papel de suma importancia en la conformación del trabajo, ya que en ellos se difundirían los temas y las propias expresiones musicales. Pero de manera particular, como órganos de impacto y medio de propagación, funcionaron los cancioneros, compilaciones compuestas por un par de cientos de páginas. Este género de impresiones ocupa un lugar central en la obra de Díaz. Por él sabemos de su importancia, nos enteramos de que, además de publicarse en ellos las melodías de antaño, el contenido igualmente incluía retratos de los dirigentes independentistas, quienes en sus descripciones eran considerados bandoleros; o bien adjuntaban representaciones visuales de generales españoles, a los que obviamente alababan; en sí, son fuente principalísima de notas informativas iconográficas que satisfacían el interés de un público que, como correspondía a la época, en su gran mayoría era iletrado. El trabajo realizado por parte de la imprenta La Moderna Poesía aparece como una contribución a la creación de los vestigios que sirvieron de fuente en la obra. La histórica editorial, cuya herencia todavía puede apreciarse en la librería que, con el mismo nombre, se ubica en la habanera calle Obispo, es una de las muchas referencias culturales que sobresalen. Allí se imprimirían esos profusos conjuntos de décimas, boleros y guarachas, en volúmenes que llegaban a sumar hasta 200 páginas, o más.

Sumergido en esos documentos, el estudioso analiza las décimas, para mostrar el funcionamiento de ellas como fuente, su valor como vestigio del contexto, pero al mismo tiempo como parte participante, involucrada en la confrontación de la lucha anticolonial que se llevó a cabo por el futuro de La Perla del Caribe. Las expresiones populares contenidas en las estrofas octosílabas son atendidas -y entendidas- como respuestas a la visión hispánica de aquellas consideraciones con las que se definía a los habitantes cubanos como “hijos malagradecidos” ante la “madre patria”, tendencia que se presentó de manera común en la historiografía española de finales del siglo XIX para dar cuenta de los rebeldes isleños. Pero las manifestaciones populares contenidas en sus fuentes también son analizadas por Jaddiel Díaz como herramientas útiles para detectar la posición que se tuvo hacia la nueva potencia estadounidense, cuya presencia ante la caída del Imperio español la dejó en el espacio latinoamericano como nación dominante. En sí, se nos revela la presencia de las décimas como reflejo de las manifestaciones nacionalistas de variopintas “capas nacionales” (concepto clave en el estudio) que buscaban afianzarse dentro del espectro de la nueva época política que se generó en muy pocos años, especialmente entre 1898 y 1902, es decir, desde la ampliación del conflicto cubano-español a una conflagración trilateral con participación estadounidense, hasta llegar a la fase en que se manifestara el precario funcionamiento de la llamada seudorrepública.

La impresión y circulación de las décimas en territorios fuera de Cuba es abordada por Díaz como el análisis de “un pedacito de Cuba” en otras tierras; como una visita a los testimonios vivos en “noches de exilio”, en las cuales se hace posible enterarse -e interpretar- las ideas en pro de la independencia para adentrarse en los espacios de sociabilidad, en los cuales las gestas patrióticas incitaban a la reunión comunitaria, a la formación de identidad. México, Costa Rica, y hasta Chile, pero particularmente los Estados Unidos, son los territorios atiende que la investigación. El predominio del espacio nor te ame rica no responde a razones obvias: al impacto de sus intereses políticos y económicos en la isla y, en sí, en toda la región; responde a su participación directa en el conflicto lanzado contra España, amén de haber sido un territorio donde se fraguaron numerosos episodios que fueron parte de los planes de la “guerra necesaria”, en la cual José Martí funcionó como motivación épica.

De esa manera la pluma de Jaddiel Díaz cautiva a los lectores, al llevarnos a los espacios donde se editaron los impresos, aquella vasta hemerografía que el autor atiende de manera concienzuda y en donde aparecen, como personajes fundamentales, desde el ciudadano común, sea un tabaquero o una mujer vinculada a las labores de los clubes revolucionarios, pero entre quienes también brilla hasta el mismísimo José Martí, así como destacadas obras y autores de toda jerarquía, todos interesados en el tema de las décimas.

Al hablar precisamente del héroe cubano, nos informa el autor de la importancia del tipo de fuente que él atiende. La referencia a las tertulias realizadas en el viaje que hace Martí a Jamaica, llama la atención por el hecho de mostrar la difusión que tuvieron las décimas en la lucha política en los preparativos, y como aliciente, de la acción que se quería seguir ya desde 1892. De allí se desprende una temática que debe señalarse. Al mencionar una reunión del 7 de octubre de aquel año, en Jamaica, se incluye una imagen fotográfica, precisamente la de Martí en Temple Hall, situado en territorio jamaiquino, que es uno más de los ejemplos -como el otro señalado, de la portada- que podemos pensar como destacada contribución de la obra que se reseña, a saber, la incorporación de fuentes iconográficas que también acompañan, y atestiguan, el desarrollo de la trayectoria seguida por las décimas, las imprentas y los sujetos sociales relacionados con la lucha nacionalista en la Cuba de finales del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, aunque cabe resaltar que la pasión que puede generar la iconografía se ve satisfecha por la presencia de un buen número de vestigios, lo cual es un mérito de insospechado valor, debe señalarse que el trabajo invita a una tarea posterior, no atendida (porque no es objetivo particular de la obra), y que es la concerniente a una posible interpretación iconológica vinculada al proceso de empeño y fragor del nacionalismo. Repito, quehacer que no es el compromiso del autor en este libro.

Precisamente, un aspecto que sobresale en La guitarra, la imprenta y la nación: una historia de Cuba desde la memoria popular (1892-1902), es su incitación a buscar más información sobre los interesantes temas que se cruzan en su camino. Como un ejemplo, está el estímulo que lleva a consultar una referencia que Jaddiel Díaz menciona, a saber: Los poetas de la guerra. Colección de versos escritos en la guerra de independencia de Cuba (Nueva York, Patria, S. Figueroa Editor, 1893, prólogo de José Martí), en el cual, en su prólogo, José Martí hace una magnífica y certera invocación a revisar las letras, pero también las acciones de los hombres que con la pluma y con la acción hicieran literatura. Destacaría -el intelectual cubano- la escritura brillante de algunos patriotas, pero, al mismo tiempo, y con la misma fuerza, alabaría a aquellos otros que, pese a escribir sin calidad, se entregaban a la patria con elegancia. Puntualmente, el ícono cubano afirmaría: “Su literatura no estaba en lo que escribían, sino en lo que hacían. Rimaban mal a veces, pero sólo pedantes y bribones se lo echarán en cara: porque morían bien” (p. ix). Apegado a esa posible lectura de lo escrito por Martí, en el sentido de que lo importante es la participación, y sin que lo escrito deba poseer una calidad literaria extrema, o provenir de ámbitos de la más promisoria calidad, el autor expone su idea de que la décima se presenta como manera de construir una enseñanza política desde los espacios familiares, sin tener que adquirir esa manifestación cultural mediante una socialización fuera del entorno de la familia, tal como sucede con la formación escolar, o con la participación en otros tipos de convivencia de la sociedad cubana.

Habrá que resaltar la práctica que el autor lleva a cabo de entrevistas, temporalmente muy recientes, para ejemplificar la permanencia de las tradiciones decimeras. Esta herramienta de trabajo es clave en la elaboración del libro reseñado. Por ello, es preciso lanzar una pregunta sobre la que los lectores podrán reflexionar a lo largo de su posible camino sobre las páginas del texto. ¿Cómo un testimonio escrito, como lo es cualquier décima del periodo independentista cubano, podría ofrecer un respaldo para historiar a la Cuba de 1892-1902, cuando es mediante entrevistas posteriores, y en ejercicios realizados con personas lejanas al lapso que anuncia la obra, que se estructura la interpretación sobre la memoria popular? Queda esta cuestión como una invitación lanzada hacia quienes examinen este libro, con el fin de estimular su lectura.

No está por demás destacar en estas líneas la consulta realizada por el autor a una historiografía precedente, misma que queda asentada como un estado del arte que permite contar con materiales especializados para acrecentar el conocimiento del tema, así como enterarse de la diversidad metodológica para abordarlo. Destacan en este sentido las menciones a textos como los de Antonio Álvarez Pitaluga, de María Iglesias Utset, o bien las referencias a María del Carmen Barcia Zequeira, María Poumier y Pablo Riaño, especialistas en la vida cotidiana cubana de fines del periodo decimonónico.

Son varios los aportes logrados por Jaddiel Díaz. La búsqueda acuciosa permitió el hallazgo de ejemplos decimeros que, centrados en personajes fundamentales del periodo a estudiar, como el bandolero Manuel García y el general Antonio Maceo, posibilitó un diálogo entre interpretaciones, las cuales, si bien podían nutrirse de posturas de adhesión, o bien de denostación, resultan importantes para entender el panorama en el que se desenvolvió la memoria política popular. Las décimas, por tal motivo, y como logra comprobarlo el autor, ocupan un papel de suma importancia; contando, además, con una peculiaridad, ser un medio de información bastante ágil y, de manera especial, que permitió emitir la voz de sectores populares ensombrecidos por el control informativo de quienes detentan los poderíos económico, político y cultural de ese periodo de entre siglos.

En fin, y pese a enfrentar obstáculos que el propio Jaddiel Díaz menciona sobre los avatares de su investigación, él logra complacernos con una obra en la que se puede conocer todo el aparato creativo que se desarrolló alrededor de las décimas. Quiénes las escribieron, cuáles fueron de autores desconocidos, cuándo se descubrieron las autorías anónimas, o cuántas quedaron siempre en la clandestinidad, por qué adoptaban determinadas posturas hacia unos hechos históricos, en qué imprentas se editaron, y cómo fueron éstas perseguidas, vetadas, o hasta clausuradas. Muchas preguntas como éstas, por demás con interesantes respuestas, aparecen a lo largo de las páginas editadas por El Colegio de México de este trabajo académico que está conformado de manera sustancial por la tesis doctoral que para obtener el grado de doctor en historia realizó previamente el autor, y misma por la que se le confirió el reconocimiento Premio Francisco Javier Clavijero 2017, convocado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia a la mejor tesis doctoral en el área de historia y etnohistoria.

Sean estas palabras una invitación modesta para acercase a una obra que, para terminar, debo decir que ilumina la importancia de las tareas humanísticas, en donde aflora lo personal, donde se pueden encontrar rincones en los cuales se anidan los sentimientos familiares, las nostalgias de las patrias, la fraternidad que acompaña espacios de soledad en tierras lejanas. La de Jaddiel Díaz es una hazaña que va impregnada de avatares en donde lo humano se vive a flor de piel, y ese factor muchas veces no se encuentra en una obra académica. Allí, en sus hojas, por fortuna, sí se despliega esa riqueza.

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