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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.73 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2023  Epub 26-Jun-2023

https://doi.org/10.24201/hm.v73i1.4668 

Dossier

Vidas globales. Enfoque biográfico e historia global. Presentación

Bernd Hausberger1 

David Adán Vázquez Valenzuela2 

1El Colegio de México

2Universidad Autónoma de Coahuila


Las biografías no gozaron de estimación, por mucho tiempo, entre los historiadores académicos. No encajaban en el pensamiento de la historia estructural o de ninguna forma de historia que tuviera como fin la búsqueda de las grandes leyes o fuerzas que rigen la evolución de las sociedades humanas. Como apunta Daniela Spenser, “la escritura biográfica fue minimizada cuando se adoptaron visiones totalizadoras que subsumieron al individuo a un todo teológico, político y social”.1 Y en realidad hay una tensión entre la idea de las leyes históricas, por un lado, y las de la libertad del individuo, por el otro. Los actores históricos sólo pudieron ser vistos como producto de las circunstancias. La única forma de escribir biografías era ponerlas en su contexto y aprovecharlas para explicar o ilustrar la sociedad o la época en que estaban insertas. En otras palabras, se empleaba a las biografías como una estrategia narrativa para tratar temas de otra forma más secos o abstractos. En las ciencias sociales, a partir de los años setenta, investigaciones sobre “ciclos” y “trayectorias de vida” cobraron importancia.2 Utilizando, sobre todo, metodologías cuantitativas, se buscaban parámetros medibles que estructuran las vidas de los hombres en momentos, lugares y posiciones sociales específicos. En la disciplina de la historia esto tuvo su correspondencia con el auge de la prosopografía. Partiendo de la premisa de que no hay “lo social y la sociedad fuera de los hombres y de que no existen hombres fuera de la sociedad y de lo social”, Ludger Pries ha argumentado que es posible “explicar y entender la estructuración de la sociedad por las trayectorias y las historias de vida individuales y colectivas y, en sentido opuesto, estudiar la estructuración de las trayectorias y las historias de vida individuales y colectivas a través de instituciones y procesos”.3 Pero el esfuerzo no se encamina a buscar lo específico de las vidas individuales.4 Los análisis que se basan en especificidades siempre tienen que enfrentar la crítica pues llevan consigo el riesgo de quedarse en lo anecdótico, en lo atípico y excepcional.5

El interés en las biografías individuales, como una de las tantas miradas microhistóricas, renació del creciente escepticismo hacia el estructuralismo y la historia serial.6 Todavía Bourdieu llamó a su resurgimiento la illusion biographique y puso en duda la posibilidad de contar la vida como historia, como una secuencia continua de eventos, pues, citando una sentencia de Macbeth, la vida no es más que “a tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing”.7 Al darle una coherencia narrativa, no se hace otra cosa más que construir un discurso que proporciona a las discontinuidades que encontramos en las fuentes una coherencia teleológica.8 Así surge el reto de combinar la exploración de las trayectorias de vida con el análisis tanto de “las construcciones subjetivas que desarrollan los hombres […] de su propia vida dentro del contexto social en el que están inmersos”,9 como de las narraciones que elaboran los historiadores sobre los personajes que estudian.10

Queremos explorar aquí si un enfoque biográfico puede ser de utilidad en el campo de la historia global. En realidad, tal propósito, junto con el término “vidas globales” (globale Lebensläufe), lo articuló el africanista suizo Albert Wirz en el grupo de trabajo en el que desde principios de los años noventa del siglo pasado, en Viena, discutimos y publicamos sobre temas de historia global.11 El libro colectivo que surgió, publicado en 2006, tres años después de la prematura muerte de Wirz, contiene 11 biografías de personajes de los últimos 500 años.12 Existían en aquel entonces recopilaciones de biografías parecidas, en especial el volumen coordinado, en 1981, por David G. Sweet y Gary B. Nash, sobre la América colonial, aunque no recurrieron a la historia global o al concepto de la globalización.13 Nuestro libro pasó prácticamente inadvertido, y la única reseña que recibió, al parecer, no entendió de qué se trataba y nos recomendó trabajar mejor sobre redes.14 La mencionada obra de Sweet y Nash, generalmente bien recibida y traducida al español, había padecido críticas similares.15 No obstante, a nivel internacional, el interés en la biografía se estaba renovando, a tal grado que la American Historical Review, en 2008, publicó las participaciones de una mesa redonda sobre “Historians and Biography”.16 Poco a poco esta inquietud ha llegado también a la historia global.17 Por lo tanto, nos vemos animados a replantear, desde una perspectiva latinoamericana, la pregunta por la relevancia de lo biográfico como una forma de microhistoria en la historia global a lo largo de los siglos. Para parafrasear a David Lambert y Alan Lester, este dossier quiere llamar la atención sobre las formas de cómo los individuos construyeron lo global y cómo lo global los construyó a ellos.18

¿Qué es la historia global?

Para empezar, es necesario establecer que entendemos la historia global como la historia de relaciones, interacciones y transferencias de largo alcance que trascienden las fronteras políticas y culturales existentes en un momento dado, y que tendencialmente -o en su conjunto- abarcan el globo.19 La historia global está pues emparentada con las corrientes que se definen con el prefijo “trans-” (como los estudios transculturales o transnacionales),20 lo que implica que parten de un mundo de diferencias y fronteras que se trasbordan, conectan o fusionan. La historia global se conecta también con la pretensión de la “historia total” de tipo braudeliano. En tal sentido, debe guardar una equidistancia con la historia económica, la historia política o la historia cultural, porque las relaciones y flujos se dan en todos los campos, y sólo en su conjunto producen lo que llamamos hoy en día globalización.21 En las conexiones que se analizan se mueven bienes, capitales, saberes, creencias, o incluso espacios sociales, como barcos,22 y, por supuesto, personas. Al hacerlo dejan un impacto (a veces insignificante, otras veces notable) en todos los puntos de su trayecto. Además, pueden experimentar una transformación. Es decir, el producto material o simbólico, durante su desplazamiento o a su llegada, puede cambiar físicamente y adquirir una función o una significación diferente de la que había tenido originalmente.23 Todos estos fenómenos a lo largo de los siglos muchas veces han sido conflictivos y violentos y es importante no ignorar las consecuencias negativas del “aprovechamiento colonial, de los intercambios desiguales, de la agresiva aniquilación de culturas y tradiciones” que los han acompañado.24

La historia global no es tanto una nueva disciplina, sino más bien una perspectiva particular sobre la historia y sobre fenómenos históricos específicos.25 Tal es quizá la mayor discrepancia con respecto a las historias universales tradicionales, que ‒incluso las de índole marxista‒ buscaban un principio, una lógica o leyes regidoras del desarrollo del globo (y que, de esta manera, tendían a caer en un más o menos declarado teleologismo y eurocentrismo; mas hay que reconocer que prestigiados acercamientos a la historia global tampoco están libres de esta tendencia).26 Sin duda, la historia global pretende ofrecer una nueva narrativa historiográfica para los tiempos de globalización y un contraproyecto a la historia nacional, dominante desde los inicios de la historiografía moderna, que trata centralmente de la evolución de una unidad (la nación) en un territorio delimitado (el del Estado-nación).27 La historia global quiere superar el nacionalismo metodológico que asume al espacio del Estado nacional como contenedor y marco natural de los fenómenos históricos y, por ende, de la investigación. Con esto, lo nacional no queda anulado, sino insertado en conexiones y redes relacionales de mayor envergadura. Éstas no cubren un espacio fijo, como (tendencialmente) el Estado-nación, sino que el espacio se vuelve dinámico y fluctuante, y sus fronteras se constituyen en una dialéctica específica entre separación e interacción.28 La historia global, en las palabras de Giovanni Levi, muestra que “la his toria no está hecha de unidades aisladas que se transforman autó no ma men te”, al poner “en evidencia un mundo desde siempre conectado y cada vez más rico en relaciones”.29

Llegado a este punto, vale la pena recordar que ya hace 25 años Arif Dirlik (entre otros) insistió en que hay que buscar lo global en lo local, entre otras razones, porque es en lo local o micro donde se manifiestan los impactos y las transformaciones provocados por las conexiones globales, pero también para remediar la tendencia inherente al enfoque global de paliar las ramificaciones, la heterogeneidad y lo inconcluso de los procesos históricos a favor de una nueva metanarrativa.30 A lo largo de la historia, los procesos globalizadores, aunque parecieran producir una paulatina homogeneización del globo, han sido apropiados de múltiples maneras. No sólo han igualado diferencias sino también han producido nuevas hibridizaciones y diferenciaciones. Es pertinente analizar las prácticas en que se traducen los vínculos observados por la historia global, objetivo que muestra el nexo con el programa de la microhistoria:

Si queremos entender la Microhistoria, podemos decir que parte de una imagen de la historia como la ciencia de las preguntas generales pero de las respuestas ‘locales’; es decir, no apunta a generalizar respuestas, sino que, a través de un hecho, un lugar, un documento, un acontecimiento -leídos gracias a una ampliación de escala en un microscopio-, quiere identificar preguntas que tienen un valor general, pero que dan lugar a un amplio espectro de respuestas diferentes.31

Lo que Dirlik reclamó a favor de lo local es igualmente válido para cualquier otra forma de microanálisis, en este caso, el de los actores históricos en movimiento.32

¿Qué es una vida global?

La “vida global” está caracterizada por el movimiento en el espacio que trasciende fronteras políticas, culturales y religiosas. Los portadores de una “vida global” emplean esfuerzos de (auto)reflexión, comunicación y adaptación a lo largo de los caminos recorridos y de las fronteras encontradas y cruzadas.33 En el transcurso de sus movimientos también se transforman, lo que no sólo depende del impacto del viaje y de la recepción que se les da en un nuevo contexto, sino también de cómo estos actores perciben, interpretan y representan su experiencia y de cómo adaptan a ella sus actividades, actitudes, ideas, su autoconcepción y su construcción identitaria. La pregunta versa sobre todo en torno a las estrategias, las prácticas y la actuación del individuo en el contexto de los sistemas políticos, económicos, sociales, culturales, normativos e identidarios. Es obvio que, en el nivel de las percepciones, discursos y representaciones, como en el de las prácticas, se dan importantes diferencias entre las épocas y culturas. Habría que ver la influencia de los cambiantes contextos en las biografías, así como la de los actores en los contextos.34

Ésta no es una definición acabada, sino más bien una descripción pragmática. En todo caso, la historia no es una ciencia exacta. Presumimos que con este enfoque descriptivo podemos captar la enorme complejidad de los desarrollos que se observan. Uno de los elementos de la descripción definitoria que manejamos con flexibilidad es el de las distancias. Para un campesino del siglo XVII, irse de un pueblo a una ciudad cercana (por ejemplo, de la Sierra Mixteca a la ciudad de México) pudo implicar cambios más radicales que para un funcionario metropolitano desplazarse entre dos ciudades distantes dentro de un imperio (por ejemplo, de Madrid a Lima). Los trayectos recorridos son un indicio, pero no un factor seguro para medir o captar en todo su alcance las experiencias de extrañamiento y los problemas de comunicación y adaptación, es decir, la globalidad de una vida. Un ejemplo sería el caraqueño Francisco de Miranda, héroe de la independencia hispanoamericana, quien viajó durante más de tres décadas por el Occidente y, como representante de una cultura cosmopolita e ilustrada, se entendió tanto con la zarina rusa como con los revolucionarios franceses. No obstante, Miranda no supo manejar la comunicación intercultural con las clases bajas mestizas y mulatas que vivían a la vuelta de la esquina de su casa en Venezuela.35 Por el contrario, muchos intermediarios (brokers) en los procesos transculturales apenas se mueven, pues viven justamente en la frontera entre dos mundos (o en ambos a la vez).36 La superación de fronteras sociales, que siempre marcan diferencias de cultura, habitus y poder, puede ser más difícil que la de largas distancias.37

Es importante destacar que el énfasis en el paso de fronteras, en las experiencias de extrañamiento y en los problemas y los esfuerzos de comunicación y adaptación implica que las vidas globales se desarrollen sobre todo en el contexto de los procesos globalizadores, y no tanto en el mundo ya globalizado, producido por estos procesos. Los protagonistas más distinguidos de la globalización actual, los representantes de las empresas y organizaciones transnacionales o de los Estados dominantes, pero también los turistas acomodados, ya no deben realizar esfuerzos mayores para superar fronteras culturales. Mientras que la movilidad ha crecido dramáticamente en términos cuantitativos, el rigor de las condiciones y los constreñimientos de la interacción intercultural para mucha gente ha disminuido. La cultura hotelera internacional facilita a los viajeros modernos vivir globalmente en habitaciones equipadas de forma idéntica, ver los mismos programas de televisión, disponer de conexión de internet, comer los mismos platos, tomar las mismas bebidas y quejarse sobre las desviaciones de lo acostumbrado en inglés. Los alimentos potencialmente exóticos ya se han podido probar en diversos restaurantes en sus respectivos países de origen. No se requiere comunicación intercultural. Muchos viajeros modernos son representantes de “vidas globalizadas”, pero no de “vidas globales”. Para ellos, el mundo se ha convertido en un global village, y quien sólo se mueve dentro de su aldea, quien no debe enfrentar las diferencias entre los espacios, no lleva una vida global, sin importar qué tan grandes sean las distancias que recorre, qué tan pesado se le haga el cambio de horario y qué tan aventurero se sienta. La globalización de hoy en día no vincula territorios desvinculados, sino obra dentro de un mundo densamente interconectado.

Sin embargo, esta globalización no ocurre para todos de la misma manera. La aldea global (¿aún?) no es un espacio coherente sino más bien una red, un archipiélago. Entre las islas que lo componen hay espacios y vínculos, en que las vidas globales siguen transcurriendo. Sus actores penetran constantemente el espacio globalizado e interactúan con él, pero de forma no asimilada, como extraños (o extranjeros). Para migrantes pobres, el traslado a los países ricos técnicamente se ha facilitado, pero en el camino deben enfrentar mundos ajenos y fronteras políticas, sociales y culturales profundas y muchas veces hostiles. Existen vidas globales tal vez más que nunca: migrantes laborales, refugiados, colaboradores de diversas ONG, empleados del crimen organizado, trabajadores sexuales y esclavos modernos traspasan fronteras al lado de las vías organizadas de los turistas de masa, los viajeros de negocios y los diplomáticos.

Distinguimos entonces entre los actores en movimiento que enfrentan el avance globalizador, por un lado, y los que se manejan dentro de los espacios globalizados por el otro, Esta diferenciación, si bien siempre fluida, la podemos observar a través de los tiempos. En el siglo XVII, un misionero jesuita, al dirigirse, por ejemplo, desde Europa central a la Amazonia, se sabía respaldado por una cultura hegemónica y podía contar con el apoyo institucional de la Compañía de Jesús, la que le organizaba y pagaba el viaje y le tenía preparadas casas donde descansar en los puntos claves del trayecto, lo que no quita que el viaje fuera extremamente pesado según los estándares de hoy. El padre Franz Xaver Zephyris, por ejemplo, en 1723-1724, tardó un año y 87 días para llegar de Graz, en Austria, a Quito, sin que se hubieran presentado retrasos extraordinarios.38 Sólo al final de su viaje, ahora sí, como misionero tenía que enfrentar lo ajeno por encargo y por oficio. Por otro lado, a un joven que buscaba suerte en ultramar o a un esclavo que intentaba sobrevivir, se les exigió mucho más iniciativa propia, aunque recurriera a redes familiares o étnicas, o realizara trozos de su trayectoria contratado por algún personaje acomodado o por una organización o empresa, o bien como prisionero.

Biografías con las características enunciadas las ha habido en todos los continentes y su número no dejó de crecer desde la Baja Edad Media europea y la formación del “primer sistema mundo” alrededor del océano Índico y las rutas de la seda. Desde entonces, una gran variedad de vidas globales documenta la movilidad (voluntaria o forzada) en el espacio y la agencia de los actores sociales que se movían por el globo: “between the different spaces, jurisdictions, milieus, identities and even temporalities (e.g. ‘traditional’ and ‘modern’, ‘precolonial’ and ‘colonial’, ‘past’ and ‘future’)”.39 Ciertamente, en los inicios y en las fases formativas de la globalización, antes de que sus prácticas se volvieran rutinarias e institucionalizadas, eran muy pocos los actores que se desplazaban entre continentes, civilizaciones, culturas, sociedades, espacios legales e institucionales o diferentes regiones de un imperio. Hasta hoy las biografías globales siguen siendo la excepción, si bien cada vez menos.40 Por lo tanto, son ineludibles las preguntas que traten con el estudio de tales fenómenos. Se puede, sin embargo, hacer de la necesidad una virtud. Barbara Potthast ha anotado que quizá sea justamente la excepcionalidad de las vidas globales la que puede abrir una ventana a las posibilidades y márgenes de acción que se ofrecen a la agencia del individuo.41 Y Dietmar Rothermund ha calificado las biografías de los actores en movimiento como “sondas históricas”,42 para detectar y escudriñar fenómenos no, o sólo vagamente, registrados y, de esta suerte, pueden ser indicios del incipiente cambio histórico, de lo nuevo que se está abriendo paso. Así, el propósito coincide con el postulado de la microhistoria italiana, expresado por Giovanni Levi, quien ha caracterizado el enfoque microhistórico como “método que se proponía poner en evidencia eso que no aparecía sin un lente de aumento”.43 Carlo Ginzburg, por su parte, ha insistido en que lo excepcional en el fondo no existe. “Cada documento, incluso el más anómalo, puede insertarse en una serie; es más, puede servir, si se analiza adecuadamente, para sacar a la luz una serie documental más amplia”; y agrega que es tan posible acercarse a la historia “a través de la anomalía como a través de la analogía”.44 Está aquí el postulado de Edoardo Grendi de la “excepción normal”,45 excepción de la norma establecida por alguna élite, o por algún discurso académico, pero normal para ciertos individuos o grupos sociales subalternos.

Estrategias identitarias

Si bien una vida global se desarrolla a lo largo de las relaciones globales, de extensión y duración fluídas, no hay que caer en la ilusión de que ésta queda desvinculada de cualquier espacio socialmente o culturalmente construido. Para el caso de las trayectorias de vida, Ludger Pries llama la atención sobre diferentes tipos (o capas) de espacios, que se traslapan. El primero sería el espacio societal (societal space), el de la vida cotidiana, donde los actores socializan e interactúan entre sí. Tiene varias dimensiones que se disponen como círculos concéntricos: por ejemplo, la familia, la comunidad, el grupo étnico, la sociedad nacional.46 “A given societal space”, dice Pries, “must be regarded as a dense and durable configuration of social practices, systems of symbols and artefacts. It can either extend over one contiguous geographic space or span plurilocally different geographic spaces.”47 Para el actor en movimiento el espacio societal puede convertirse, sin embargo, en una mera memoria con la que mantiene lazos imaginarios.

Los actores en movimiento fueron -y muchas veces son- clasificados de acuerdo con las categorías hegemónicas con las que ellos (o los historiadores que siguen sus huellas) interpretan el mundo.48 Sobre todo el Estado nacional y el nacionalismo se hicieron tan dominantes que exigieron la subordinación de las viejas identificaciones regionales, étnicas, corporativas, cosmopolitas o híbridas, también en los discursos históricos. Probablemente se volvió casi imposible comprender a una persona fuera de su identificación nacional. Estrechar de esta forma la complejidad de una vida parece cuestionable, y se convierte en un anacronismo si tal enfoque se aplica a personajes de épocas prenacionales. Si los actores usaban autodenominaciones como “español” o “alemán”, éstas no correspondían a lo que significarían en la época de la construcción nacional. Un “alemán” de 1580 se vio a sí mismo y fue visto muy diferente de un alemán de 1880.49

Lo dicho nos lleva a examinar cómo los actores se inscriben a sí mismos en los procesos en los que participan en el contexto de la experiencia global, pregunta que abarca tanto la construcción identidaria como su representación, actuación e instrumentalización. Sin duda, a partir del abandono del espacio societal original y de las experiencias de extrañamiento y de diferencia, los actores globales enfrentan un desafío identitario. Ahora, la identidad es un término polifacético y ambivalente, a tal grado que no pocos prefieren evitarlo del todo.50 Corresponde a necesidades psicológicas y sociales.51 Disponemos de múltiples identidades (individual, familiar, profesional, social, cultural, étnica, regional, nacional, religiosa o ideológica) que se complementan y traslapan y que sirven como un conjunto de opciones a las que se recurre en diferentes momentos, no siempre sin conflictos y contradicciones.52 Huelga decir que en un contexto globalizador los actores pueden ampliar su autoconciencia y adscribirse a una identidad macrorregional (vinculada, por ejemplo, a un imperio o a una civilización) y hasta global o cosmopolita, para tender un puente entre diferencias de otro modo innegables.53 Por la misma razón, al actor en movimiento le pueden ser útiles opciones identidarias que carecen de un vínculo territorial-cultural, al anclarse en organizaciones, grupos sociales, religiones o ideologías, como la Iglesia católica, la nobleza o la clase obrera, o el partido comunista. Como resultado, las identidades siempre aparecen fluidas e inconstantes, particularmente en los procesos globales. Los actores deben reaccionar al permanente encuentro con el otro. Aplican una amplia gama de estrategias individuales o colectivas, tanto discursivas como performativas, que oscilan entre el reforzamiento de su identidad ancestral, por un lado, y su abandono y la asimilación al nuevo entorno, por el otro, pasando por formas de hibridización.54 La identidad es un instrumento estratégico y negociable, y hay que contar con prácticas de simulación, las que ha destacado Sanjay Subrahmanyam.55 En casos extremos, los actores pueden cumplir identidades falsas, artificiales o ficticias56 para evitar hostigamientos, establecer o reclamar solidaridad, y para marcar o encubrir diferencias.

Ahora, una persona no sólo se identifica a sí misma, sino también es identificada, tanto dentro del grupo al que pertenece, como desde afuera como otredad. Hay identidades del todo impuestas, por ejemplo, las clasificaciones raciales, que se conceptualizaron en el transcurso del avance del colonialismo occidental, cuando se inventó al “indio” y al “negro”, figuras que no existían antes de la llegada de los europeos a América y África.57 Su significado concreto siempre ha sido contingente; por ende, en países como Brasil y Estados Unidos se ha llegado a definir al “negro” de forma bastante diferente.58 Entre autoadscripciones y adscripciones externas, ciertamente, existe una dialéctica. Los “negros” y los “indios”, o los “indígenas”, pueden asumir la identificación adscrita, si bien nunca sin transformarla y reinterpretarla (y de esta forma producir una etnización del término).

La agencia en tiempos globalizadores

El manejo de las opciones identitarias nos lleva a un concepto central para concebir al actor histórico no sólo como espejo, lente o sonda para explorar otras temáticas de la historia, sino como objeto de análisis por propio derecho: la agencia, la capacidad del individuo para interpretar y aprovechar su -relativa- libertad frente a las fuerzas estructurales de las instituciones, normas y tradiciones.59 Aunque la realidad esté “estructurada y ordenada por símbolos y significados, por instituciones y organizaciones, por relaciones de poder y de emoción, por normas de comunicación y de comportamiento”, al actor social siempre le quedan márgenes y espacios de acción que puede y debe llenar de forma creativa.60 Pocos hoy en día negarían tal diagnóstico, pero hay debates sobre su alcance. Como ya en 1921 William I. Thomas y Florian Znaniecki constataron, la personalidad humana es a la vez un resultado continuamente producido y un factor continuamente productor de la evolución social.61 Para ello, y realizando permanentes adaptaciones de sus comportamientos, el individuo puede recurrir a valores y prácticas probadas y rutinarias; puede variarlas, pero también puede optar en contra de lo establecido.62 De esta manera, los actores construyen nuevas prácticas, reglas y realidades,63 y promueven el cambio, en un proceso amplio en que diferentes actores interactúan, en cooperación, en contradicción y en competencia entre sí.64

La agencia se puede estudiar en el plano de las prácticas, así como en el de las percepciones y discursos con que el actor interpreta y expresa sus experiencias y posibilidades de acción. Una de las inquietudes que los dos enfoques ayudan a esclarecer es la racionalidad con la que los individuos interactúan con sus entornos y responden a los desafíos que se presentan. Precisamente aquí Giovanni Levi ha detectado una laguna de investigación. Constata que

[…] los historiadores han trabajado poco en una teoría de la racionalidad de los comportamientos […]. y era este uno de los temas de la microhistoria que implicaban un análisis de las decisiones, de las interacciones, de las influencias, de las negociaciones, de las estrategias, entre otros. me parece que este retraso queda muy en evidencia en la historia global […].65

Siguiendo la propuesta de Levi, ya no perseguimos como objetivo primordial la reconstrucción de trayectorias de vida coherentes y completas, y tampoco buscamos un tipo-ideal de los miembros de algún colectivo históricamente definido. Se trata de observar cómo un actor concreto interactúa con su contexto. De esta forma quedaría obsoleta la tendencia de identificar la agencia sobre todo en comportamientos divergentes o subversivos a las normas operantes entre las clases subalternas y grupos marginados y desprivilegiados en términos sociales, étnicos o de género. Pues, acciones oportunistas o sumisas pueden ser resultado de una consciente deliberación, un acto racional e incluso una estrategia de resistencia (y no el cumplimiento automatizado de las exigencias estructurales), de la misma manera que un acto de rebeldía. Y se pueden explorar los márgenes y la racionalidad de acción de un rey o de un conquistador, de igual manera que de una esclava o de una mujer campesina.66 Dada la asimetría de las relaciones sociales, la agencia del individuo no consiste tanto en la abierta oposición a las estructuras hegemónicas, sino en la capacidad de manejarlas a su favor. Como consecuencia, la agencia la mayoría de las veces no es explícita sino encubierta.67 De acuerdo con David G. Sweet, Gary B. Nash y James C. Scott (los que hacen referencia a Gramsci), las clases subalternas, por lo general, no atacan el orden vigente de modo abierto, sino que instrumentalizan los discursos hegemónicos para formular sus reclamos sociales y políticos.68 Kathryn E. Frazier, siguiendo a Judith Butler, ha llegado a una conclusión similar:

[…] In this sense, individuals exert agency (still fully contingent upon their social constitution) through their performance of the terms of dominant discourses, whether they reproduce the dominant power structures or subvert them. Butler’s perspective is thus a lens through which to understand a completely socially constituted individual’s decisions and actions as agentive, even if (somewhat paradoxically) they are limited by and may even reproduce the terms of dominant discourses.69

La agencia depende de cómo el actor percibe e interpreta tanto el contexto como sus propias posibilidades, en lo que precisamente radica su racionalidad. Sería engañoso suponer que los actores sociales toman sus decisiones siempre en términos de una ponderación de costos y beneficios económicos (como sugiere la rational choice theory). Max Weber ha sostenido que una acción sólo puede definirse como social si los actores le atribuyen algún sentido, el que puede fundarse en la expectativa de algún beneficio material, pero igualmente en valores tradicionales, emocionales e irracionales, como la fe, el honor o el afecto. La racionalidad del actor, por ende, es contingente y subjetiva.70 Como consecuencia, también la agencia (o su falta) no sólo es una realidad materializada en la práctica, sino que es representada y legitimada en los discursos. Son los actores (y más tarde los historiadores) quienes conciben y describen una acción como producto de la voluntad e iniciativa personal o como impuesta por fuerzas superiores. A menudo, esta construcción de sentido se condensa en narraciones autobiográficas,71 las que, como todo discurso e imaginario, pueden instituir realidades. Las percepciones y discursos subjetivos no se escapan de la fuerza del contexto en el que encuentran su significado y deben conquistar su validez.72 No obstante, en la capacidad de atribuir sentido a una acción (incluso la inactividad) o una situación o a un contexto dado reside parte de la agencia.73

En momentos o periodos de crisis, de cambio y de debilidad de instituciones, normas y tradiciones, la agencia no sólo encuentra márgenes de maniobra más amplios, sino que los actores sociales tienden a aprovecharlos, dado que las rutinas y los discursos aprendidos que les proporcionan sentido a sus acciones ya no responden a las circunstancias.74 También la globalización, sobre todo en sus fases formativas o de aceleración, constituye momentos de crisis, pues sus procesos rebasan los marcos espaciales en que las estructuras, normas y discursos tienen validez, y de esta suerte los pone en entredicho. En el mundo hispánico de la globalización temprana, los intensos debates jurídicos para reglamentar la expansión y el dominio sobre nuevos territorios y poblaciones constituyeron una expresión de la preocupación de la época sobre la deficiencia de las normas y los discursos legitimadores existentes. Por lo general, el aumento de las reglamentaciones no muestra tanto que la gente estuviera más normada que antes, sino es indicio de que las autoridades perciben entre los actores un crecido libertinaje.75 Al marcharse de una sociedad o cultura a otra, el actor en movimiento deja atrás las relaciones y estructuras que cubrían su espacio societal y lo cobijaban, pero también le imponían límites. En el espacio al que llega es un fuereño, lo que lo compromete y a la vez le abre márgenes de libertad. La globalización de la vida constituye un reto a nivel económico, social, cultural, psicológico o emocional, e incluso físico, que tiene tanto costos como beneficios.76 Con frecuencia, va relacionada con la movilidad social, hacia arriba o hacia abajo. Ulrich Beck ha caracterizado la sociedad de la globalización de finales del siglo XX como “sociedad del riesgo”.77 En el mismo sentido, Anthony Giddens ha anotado que la globalización actual crea “un orden postradicional”, el que les exige a los actores un nivel superior de “capacidad social de reflexión […]. Un mundo con mayor capacidad de reflexión es un mundo de gente lista [clever people]”, es decir, de la gente que desarrolla formas creativas de comunicación y adaptación.78 Y lo mismo vale para épocas anteriores.

Límites

Si ejemplos de biografías globales no nos faltan, su estudio histórico tiene sus limitaciones. Para empezar, está el restringido alcance temporal. Como el tiempo biográfico equivale al ciclo de vida, la biografía no se presta, en un principio, para investigar evoluciones de larga duración.79 Mediante un enfoque comparativo esto se puede remediar, sobre todo, siguiendo secuencias generacionales y reconstruyendo, en las palabras de Imízcoz, la “genealogía social” de los procesos diacrónicos.80 De la misma manera la historia global, como historia de las conexiones, entrecruzamientos transculturales, etc., muchas veces tiende a una perspectiva sincrónica, lo que queda reflejado en la mayoría de sus visualizaciones gráficas, las que representan la dimensión espacial de las relaciones y redes, pero no la temporal. En el caso de las vidas globales, se observa el cambio de los contextos estructurales y su relación con el individuo sobre todo como consecuencia de su movilidad en el espacio.

Otra dificultad emana de las fuentes. La investigación centrada en el individuo, como toda microhistoria, aspira al detalle, a una forma de descripción densa a la Clifford Geertz. Para esta tarea, sin embargo, suelen faltar las fuentes suficientes, sobre todo si bajamos del nivel de los regentes y celebridades y si retrocedemos en el tiempo.81 A veces los estudiosos llenan los vacíos informativos con testimonios sobre otras personas del mismo grupo social, es decir, se percibe y presenta una vida “dentro del armazón del tipicismo”.82 También se ha intentado colectivizar las biografías y reconstruir tipos ideales de trayectorias de vida, por ejemplo, de grupos generacionales o de figuras como “el esclavo” o “el misionero”.83 Pero esto significa subsumir lo individual a una narrativa generalizante, en vez de indagar las múltiples opciones a que los actores históricos recurren para llenar (o escapar de) sus papeles sociales. Una salida del dilema es la renuncia a la reconstrucción de biografías completas y limitarse a etapas de vida o snapshots.84 Al estudiar vidas globales, el déficit se agrava por la dispersión de los archivos y su plurilingüismo, aunque la digitalización de archivos y hemerotecas o los sistemas de traducción en línea prometen algún remedio. En la investigación histórica, por lo general, tampoco se pueden reconstruir life histories mediante entrevistas.85 Para vidas más recientes podemos recurrir a amplias bases de datos de historia oral. En México, por ejemplo, en los tempranos años setenta se empezó a formar el Archivo de la Palabra, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, que reúne cientos de entrevistas con personajes de diferentes ámbitos sociales.86 Son de una riqueza enorme, si bien su información debería ser corroborada con otras fuentes, lo que no siempre es posible, pues la capacidad (consciente e inconsciente) de los hombres para transformar, olvidar, disimular, manipular, inventar y mentir es ilimitada.87 Lo mismo vale para otros egodo cu men tos. Combinan esfuerzos de autorrepresentación y ‒a veces‒ de autorreflexión con los de autojustificación. Además, muchos testimonios de vidas globales reproducen discursos culturalistas, llenos de prejuicios y estereotipos, inconscientemente o para atrapar el interés del lector con la descripción de “lo ajeno” o “lo exótico” de la naturaleza extraña y la otredad de la gente que encuentran. Lo podemos observar desde los escritos de los cronistas y los misioneros coloniales hasta los de migrantes laborales del siglo XX.88 Habría que ver si en los casos de vidas globales el afán autobiográfico también (o particularmente) sirve para la construcción del sentido de una vida marcada por la adaptación a experiencias de diferencia y otredad, o, en palabras de David Parker, para subsanar “la autofragmentación mediante la memoria”.89 Lo mismo vale, ya en un metanivel, para las historias de vidas descritas por terceros autores. En suma, la investigación biográfica siempre debe ser también análisis de los discursos biográficos, o autobiográficos,90 tomando por los cuernos al toro de la crítica bourdieuliana al analizar justamente la subjetividad (o la ilusión) biográfica.

Aportes

Con el presente dossier esperamos poder ilustrar las posibilidades para aprovechar el enfoque biográfico en la historia global escrita desde América Latina. En cuanto a las fuentes, desde la época colonial la situación es bastante favorable. Los trámites realizados en el sistema administrativo imperial echan luz sobre partes de la vida de actores en movimiento, como por ejemplo los registros de la Casa de Contratación de los pasajeros a las Indias, las relaciones de mérito, los testamentos y otros documentos que se guardan en los archivos notariales. Delphine Tempère, en su ensayo, explota los inventarios de bienes que, durante el siglo XVII, dejaron los marineros españoles muertos abintestato en alta mar, elaborados por el Juzgado General de Bienes de Difuntos. No presenta ninguna biografía particular, mas reúne elementos que echan luz a muchos aspectos de las vidas de gente de mar, agentes esenciales para el avance de la globalización temprana. De extraordinaria y conocida riqueza son las historias de vida que registraba el Tribunal de la Inquisición, que abarcan todas las capas de la población. Nikolaus Böttcher analiza como textos autobiográficos o egodocumentos las declaraciones de mujeres acusadas de judaizantes de mediados del siglo XVII. Como todas las fuentes de tipo judicial o criminal, las actas de la Inquisición rinden testimonio de las desviaciones de las normas vigentes, es decir, representan las excep cio nes “normales” de las que ya hemos hablado, a la vez que son determinadas por el extremo cuidado de las declarantes de rendir una versión de sus vidas que no ponga en peligro su existencia. A veces, y de manera cada vez más frecuente, al acercarse a las épocas actuales, tenemos la suerte de encontrar archivos o correspondencia privada,91 documentación a la cual pudo recurrir Markéta Křížová para su trabajo sobre el trabajador calificado checo Rudolf Sudek. Pero por lo general, para poder decir algo sobre la vida de un personaje que no pertenece a las clases altas, hay que armar un puzzle, tarea emprendida por Antonio Ibarra en el caso de Juan Latre, en los últimos años del imperio español, y por David Vázquez sobre etapas de la vida que llevó el trabajador migrante Salvador Medrano entre México y Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX.

Los textos reunidos nos dan una idea de cómo los actores presentados, en sus respectivas épocas y circunstancias, interactuaban con sus contextos y manejaban sus vidas. Además ofrecen una mirada alternativa, desde el ángulo del individuo, a diferentes etapas de la historia.92 Delphine Tempère nos da elementos de una versión desde abajo de la navegación transoceánica, descrita por lo general mediante las idas y venidas de barcos y los flujos de mercancías y su significado geopolítico. Antonio Ibarra reconstruye los esfuerzos que realizó un capitán de navío, entre Asia, América y Europa, no sólo para sobrevivir sino para adelantar su carrera en una época de transición, la de las guerras napoleónicas y de la independencia hispanoamericana. Finalmente tenemos dos visiones de cómo se vivía la revolución mexicana. El ensayo de David Vázquez ofrece una mirada a los años tardíos del porfirismo, la revolución mexicana y la transformación que experimentó el espacio transnacional entre México y Estados Unidos, a través de los movimientos de un trabajador migrante radicalizado. La misma época, aunque prolongada hasta los tiempos de la segunda guerra mundial y la Guerra Fría, la conocemos desde otro ángulo, en el artículo de Markéta Křížová. Su trabajo muestra el mundo de la industrialización porfiriana y la irrupción de la revolución, pero también de la crisis económica, la segunda guerra mundial y la Guerra Fría en la vida de un obrero calificado checo que trabajaba en la industria textil de Puebla. Mientras que el mexicano Salvador Medrano terminó sus días en Estados Unidos, Rudolf Sudek nunca regresó definitivamente a su tierra natal.

Conclusión

El enfoque en las vidas globales de los actores en movimiento contrarresta una corriente dominante que conecta el auge de la historia global con un renacimiento de los tratados macrohistóricos o universales, a veces en forma de grandes comparaciones. Los ejemplos de tales intentos pueden ser brillantes e inspiradores, mas padecen muchos de los problemas de todas las grandes narrativas del pasado. Tienden a simplificaciones y generalizaciones (lo que otros llamarían la concentración en lo esencial); al perder de vista la multiplicidad y la apertura de los procesos históricos en pos de una gran pregunta que los parece encarrilar, muchas veces adoptan cierta mirada teleológica y terminan por manifestar un abierto o implícito eurocentrismo, en contra de todas sus nobles intenciones iniciales. Giovanni Levi, en cambio, ha constatado que toda microhistoria “quiere identificar preguntas que tienen un valor general, pero que dan lugar a un amplio espectro de respuestas diferentes”.93 Las biografías pueden aportar, de esta suerte, a la comprensión de la práctica de procesos globalizadores, desde otro ángulo. Pueden servir para corregir y deconstruir el determinismo de las fuerzas globales y las generalizaciones y abstracciones exageradas. Pueden poner de manifiesto las contradicciones internas y la fragmentación de los desarrollos observados y la pluralidad de opciones disponibles para los actores históricos en el contexto global.94 Mediante su estudio se plantea que un grupo social, una institución, una estructura o un proceso no funcionan y menos ganan dinámica porque todos se someten a sus reglas, sino a raíz de la interacción de una amplia gama de actuaciones que emplean los actores históricos. Poner en práctica tal enfoque en la investigación constituye un enorme desafío, tanto analítico como narrativo, pero se puede empezar aportando piezas al mosaico de nuestra comprensión de la historia global.

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1 Spenser, “Biografía, ¿para qué?”, p. 10.

2 Pries, “¿Institucionalización o desinstitucionalización?”, p. 398; Rojas Wiesner, “Lo biográfico”, pp. 167-169.

3 Pries, “¿Institucionalización o desinstitucionalización?”, pp. 397, 402.

4 Sackmann, Lebenslaufanalyse, p. 12. Más general, Levy, “Analysis”.

5 Davis, “Decadencia final de una necesidad cultural”, p. 35.

6 Hering Torres, “Microhistoria”, pp. 78-81. Este revisionismo a la vez empieza a ser sometido a revisión. Jesús Bohorquez, por ejemplo, propone que la “microhistoria global” hoy en día no sirve tanto para poner en duda el estructuralismo, sino para hacer “una valoración programática contra los usos y abusos de los postestructuralismos”; Bohorquez, “Microglobal history”, p. 95.

7 Bourdieu, “L’illusion biographique”, pp. 69-70.

8Véanse los comentarios de Ginzburg, “Microhistoria”, pp. 29-35.

9 Pries, “¿Institucionalización o desinstitucionalización?”, pp. 396-398.

10Véase también Lambert y Lester, “Introduction”, pp. 19-20. Compárese Reséndiz García, “Biografía”, p. 129. Otro campo sería la literatura, que trata de biografías desde sus inicios; véanse Levi, “Les usages”, p. 1325; Bruno, “Biografía”, p. 269; Cossart, “«Global Lives»”, pp. 1-2; en cuanto a la literatura ibérica, véase Moro-Romero, “Viajes”. Levi ha señalado que la microhistoria, al preguntarse por el funcionamiento de la racionalidad humana que gobierna los comportamientos, “colinda también con la literatura”; Levi, “Microhistoria”, p. 22.

11Véase Zimmermann, “Tansparent Global History?”.

12 Hausberger, Globale Lebensläufe.

13 Sweet y Nash, Struggle. Véase también Herren, “Inszenierung”.

14Martina Kaller-Dietrich, en Atención! Jahrbuch des Österreichischen Lateinamerika-Instituts, 11 (2007), pp. 228-230.

15“Nothing links or binds these [21] individuals together other than their common humanity. […] In sum, this book is a mixed bag, full of interest, but without any definable meaning”; David A. Brading, en Journal of Latin American Studies, 16: 1 (1984), pp. 198-199 (lo que recuerda el juicio de Macbeth que Bourdieu citaría algo más tarde).

16“AHR Roundtable: Historians and Biography”, en American Historical Review 114: 3 (2009), pp. 573-661.

17Un ejemplo temprano sería Ginzburg, “Latitude”. Fortin y Meuwese, Atlantic Biographies. Esta evolución la analizan, entre otros, Trivellato, “Is There a Future for Italian Microhistory”; Cossart, “«Global Lives»”; Pons, “De los detalles al todo”; Bohorquez, “Microglobal History”.

18“This book is about some of the ways that individual people made the British Empire, and some of the ways that the empire made them”; Lambert y Lester, “Introduction”, p. 1.

19 Schwentker, “Globalisierung”, pp. 58-59; Hausberger y Pani, “Historia global”, pp. 177-185; “Writing global history does not necessarily entail taking the whole globe as the framework of analysis”, en Clarence-Smith, Pomeranz y Vries, “Editorial”, p. 2.

20Sobre estos términos, véase Pries, “Configurations”, p. 175.

21Véase Flynn y Giráldez, “Los orígenes”, pp. 37-39 y passim; Levi, “Microhistoria”, p. 28.

22 Wenzlhuemer, “The Ship”. El jesuita Baltasar Gracián, en 1651, denominó a un barco que navegaba por el Atlántico la “portátil Europa”; Gracián, El Criticón, p. 65.

23 Appadurai, The Social Life of Things; Marichal, Topik y Frank, De la plata a la cocaína; Gerritsen Riello, The Global Lives of Things.

24 Levi, “Microhistoria”, p. 24.

25 Conrad, What Is Global History?, pp. 11-13.

26Existen también las historias mundiales que de manera enciclopédica yuxtaponen las historias de las diferentes partes del mundo, pero también en ellas subyacen, por lo general, juicios y jerarquizaciones eurocéntricos.

27De la misma manera, los area studies, o muchos estudios microhistóricos, especialmente en la propuesta de Luis González, suelen situarse en un definido espacio-contenedor; González y González, Pueblo en vilo. La dificultad de separarse efectivamente de la historia nacional, sobre todo en los casos de las naciones que se definen por su presencia global, la ilustra Miles Ogborn, quien empieza el epílogo de sus Global Lives diciendo: “Through the telling of more than forty lives this book has sought to bring to life the history of Britain’s place in the world […]”; Ogborn, Global Lives, p. 329.

28Compárese Schwentker, “Globalisierung“, pp. 58-59; Torre, “Micro/macro”, pp. 50-51; Oppen y Strickrodt, “Introduction”, p. 718. También Pries, “Configurations”, p. 169, y Imízcoz, “Actores”, p. 23.

29 Levi, “Microhistoria”, p. 24.

30 Dirlik, The Postcolonial Aura, pp. 84-105; Conrad, What is Global History?, pp. 129-140.

31 Levi, “Microhistoria”, p. 22. También Pons, “De los detalles al todo”, p. 169, y Brooks, DeCorse y Walton, Small Worlds, p. 5.

32 Pons, “De los detalles al todo”, pp. 159-163.

33Compárese Herren, “Inszenierung”, p. 2. Sólo menciono que se puede escribir historia global desde la perspectiva de los individuos que no se mueven mucho, pero deben enfrentar desarrollos y fenómenos globales; un ejemplo lo ofrece Andrade, “A Chinese Farmer”.

34Véase Manning, “Interactions”, pp. 179-185.

35 Zeuske, “Francisco de Miranda”.

36 Oppen y Strickrodt, “Introduction”, p. 719. Véase también Schaffer et al., The Brokered World.

37Véase Stoler, “Tense and Tender Ties”, p. 862.

38Según su correspondencia en Stöcklein et al., Der Neue Welt-Bott, vol. 2.

39 Oppen y Strickrodt, “Introduction”, p. 718.

40 Pries, “Configurations”, p. 167, en 2005, habló del 10% de la humanidad que ha globalizado su vida.

41 Potthast, “Elisa Alicia Lynch”, pp. 169-170. Compárese Davis, TricksterTravels, p. 11, e Imízcoz, “Actores”, pp. 20-25.

42 Rothermund, “Unsichere Transaktionen”, pp. 286-287. Lara Putnam, para el campo de la historia atlántica, ha sostenido que un enfoque microhistórico puede proporcionarnos “telling examples”, “that prove the existence of connections heretofore denied. […] It has the most impact in cases in which prior assumptions of separation were so strong and so fundamental that the mere demonstration of such connections forces readers to reconsider basic claims about the societies within which the connections were found”; Putnam, “To Study the Fragments/Whole”, p. 616. Compárese también Levi, “Les usages”, pp. 1329-1330; Lepore, “Historians”, p. 133.

43 Levi, “Microhistoria”, p. 23. Compárese Levi, “Les usages”, pp. 1331-1332.

44 Ginzburg, “Microhistoria”, pp. 27, 41; Hering Torres, “Microhistoria”, pp. 81-82.

45 Grendi, “Micro-analisi”; Dosse, El arte, pp. 250-255. También Reséndiz García, “Biografía”, p. 152.

46“Over the centuries societal spaces in which people coexist and engage in processes of socialization became increasingly tied, in reciprocal exclusiveness, to more or less clearly defined geographic spheres”; Pries, “Configurations”, p. 171.

47 Pries, “Configurations”, p. 186.

48 Schweiger, “Global Subjects”, especialmente pp. 251-252.

49Para un ejemplo de esta nacionalización, véase Hausberger, “El P. Eusebio Francisco Kino”.

50Compárese Navarrete-Cazales, “¿Otra vez la identidad?”.

51Para un intento de aplicar métodos psicoanalíticos a la investigación biográfica, véase Valero Pie, “Biografía”.

52 Wallman, “Identity Options”; Pries ha propuesto un esquema de siete tipos de identidades colectivas que corresponden a tipos de espacios globales: cuatro de ellos a un concepto de espacio sustancial y fijo, y tres a un concepto de espacio relacional; Pries, “Ambiguities”, especialmente el cuadro en la p. 30.

53 Schweiger, “Global Subjects”. Sobre el cosmopolitanismo ilustrado, véase Kleingeld, “Six Varieties”. Los cosmopolitas ilustrados nunca se liberaron de su eurocentrismo, y la supuesta igualdad humana implicaba nuevas fragmentaciones y jerarquías, legitimadas con idearios como la modernidad o la raza.

54Sobre los exiliados, véase Nitschack, “El sujeto”, pp. 232-233. Para un estudio concreto: Sanhueza, “Isidoro Errázuriz”.

55 Subrahmanyam, Three Ways.

56Sobre el uso de tales prácticas en el show business, véanse Kummels, “Leben”, o Hausberger, “A la sombra”.

57Se ha descartado correctamente la “raza” como categoría biológica, por ejemplo Viqueira, “Reflexiones”. Pero como concepto discursivo-social ha tenido una realidad que no se puede ignorar (o sustituirla por “étnico”).

58 Costa, “Formas”.

59 Levi, “On Microhistory”, p. 94.

60 Pries, “¿Institucionalización o desinstitucionalización?”, pp. 402-403. También Helfferich, “Einleitung”, pp. 20-21. ShermanTan, en cuanto al debate sobre la relación entre agencia y estructura, ha sostenido que en vez de buscar la respuesta teórica definitiva conviene ver para qué propósitos las diferentes posiciones sirven en la investigación empírica; Tan, “Understanding”, p. 38.

61Thomas, W. I. y F. Znaniecki, The Polish Peasant in Europe and America, Nueva York, Dover, 1921, p. 1831, citado en Pries, “¿Institucionalización o desinstitucionalización?”, p. 397.

62“Observable social practices -defined by Giddens (1996) as both routines and innovation- are structured by and restructure these artefacts and systems of symbols”, Pries, “Configurations”, p. 186. Tan, “Understanding”, p. 39.

63En esto ha insistido mucho la sociología de Alain Touraine; véase Bobes León, “Buscando al actor”, pp. 211-214.

64Véase Imízcoz, “Actores”, pp. 27-28, quien se basa en los trabajos de E. P. Thompson. También Ginzburg, “Microhistoria”, p. 41.

65 Levi, “Microhistoria”, p. 32; también p. 22: “La Microhistoria en realidad pone en el centro preguntas sobre el funcionamiento de la racionalidad humana que gobierna los comportamientos […] y tiene la pretensión de contribuir a la creación y a la crítica de las ciencias humanas en general, en lugar de utilizarlas pasivamente.”

66 Sweet y Nash, Struggle, pp. 8-11; otro ejemplo sería Anderson, Subaltern Lives, o Fernández, “«La mujer debe ser sin hechos, y sin biografía»”. Véase la crítica de Bohorquez, “Microglobal history”, p. 95.

67 Subrahmanyam, Three Ways.

68 Sweet y Nash, Struggle, pp. 6-8; Scott, Weapons.

69 Frazier, “Agency”, p. 356 (según Butler, The Psychic de Power, Stanford, Stanford University Press, 1997).

70 Tarrés, “Lo cualitativo”, pp. 47-55; compárese Weber, Wirtschaft, p. 12.

71Compárese Eakin, Fictions.

72 Frazier, “Agency”, pp. 364-365; Helfferich, “Einleitung”, pp. 10-18, 26-27; Tan, “Understanding”, pp. 41-43; Tarrés, “Lo cualitativo”, pp. 52.

73Obviamente, esto ocurre tanto a nivel colectivo como individual; De Jaegher y Froese, “On the Role of Social Interaction”, p. 447.

74 Silbereisen, Best y Haase, “Editorial”, p. 76.

75Sigo en esto a la crítica de Hans-Peter Duerr a la teoría de la civilización de Norbert Elias; Duerr, Intimität, pp. 20-24.

76 Rothermund, “Unsichere Transaktionen”, p. 283; Vaughn, “Pensar”, p. 98.

77 Beck, Risikogesellschaft.

78 Giddens, Beyond Left and Right, p. 7. Al respecto, véase el expresivo título (y obviamente también el contenido) del libro de Natalie Zemon Davis, Trickster Travels.

79 Reséndiz García, “Biografía”, p. 150. Es interesante observar que, mientras que para historiadores, el tiempo de una vida es un periodo de investigación más bien corto, para sociólogos, ver trayectorias de vidas significa abandonar el enfoque estático y observar la dinámica social en el tiempo; Sackmann, Lebenslaufanalyse, pp. 10-11. Pries, “¿Institucionalización o desinstitucionalización?”, p. 396.

80 Imízcoz, “Actores”, pp. 36-38.

81 Hering Torres, “Microhistoria”, p. 99.

82 Davis, “Decadencia”, p. 35.

83Véase por ejemplo Villari, El hombre barroco, que reúne biografías de grupos considerados relevantes para la época del barroco.

84 Ghobrial, “The Secret Life”, p. 55.

85Véase Giele y Elder Gr., Methods.

86Sobre los fondos recopilados, véase https://www.bibliotecas.tv/zapata/bibliografia/indices/catalogo_del_archivo_de_la_palabra.html [consultado el 13 de junio de 2018].

87Véase Garay, Cuéntame tu vida.

88Véase Hausberger, “El padre Joseph Stöcklein”, o Křížová, “Memorias”.

89“[…] overcomes self-fragmentations through memory”; Parker, “Inhabiting Multiple Worlds”, p. viii. También Eakin, Living Autobiographically.

90 Davis, “Decadencia”, p. 36; Acton, “La biografía”, pp. 181-182; Leskelä-Kärki, “Cercanos y distantes”, pp. 75-80; Trakulhun, “Negotiating Biography”.

91Por ejemplo Hausberger, “Una historia cotidiana”.

92 Dosse, El arte, p. 254.

93 Levi, “Microhistoria”, p. 22.

94 Levi, “On Microhistory”, p. 107; compárese Bentley, “Regional Histories”, pp. 3-4.

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