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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.72 no.4 Ciudad de México abr./jun. 2023  Epub 08-Mayo-2023

https://doi.org/10.24201/hm.v72i4.4625 

Artículos

En búsqueda de la utopía nacional. Representaciones de Estados Unidos en los libros de viajes de Domingo Faustino Sarmiento y Justo Sierra O’Reilly1

In Search of the National Utopia: Representations of the United States in the Travel Books of Domingo Faustino Sarmiento and Justo Sierra O’Reilly

Romina Abigail España Paredes1 

1Universidad Nacional Autónoma de México


Resumen

Este artículo tiene como objetivo analizar las representaciones de los Estados Unidos realizadas en dos libros de viajes latinoamericanos de mediados del siglo XIX, Viajes por Europa, África y América, 1845-1847 del argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), e Impresiones de un viaje a los Estados Unidos de América y al Canadá del mexicano Justo Sierra O’Reilly (1814-1861). Atendiendo el conflictivo contexto de la consolidación de las nuevas naciones independientes que enmarca a estas obras y sus viajes, en este trabajo se profundiza en los modelos políticos de nación que ambos intelectuales proyectaron en sus libros. Para ello observaré la configuración de sus utopías políticas, ambivalentes y contradictoras, que en estas obras se identifican con la nación estadounidense.

Palabras clave: literatura de viajes; nación; siglo XIX; utopía; Estados Unidos

Abstract

The objective of this article is to analyze the representations of the United States in two Latin American travel books from the nineteenth century, Viajes por Europa, África y América, 1845-1847 by the Argentinian Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) and Impresiones de un viaje a los Estados Unidos de América y al Canadá by the Mexican Justo Sierra O’Reilly (1814-1861). Addressing the context of conflict due to the consolidation of newly-independent nations that frames these books and the journeys they were based on, this article explores the political models of the nation that both intellectuals put forward in their works. It will observe the configuration of their ambivalent, contradictory political utopias, which these works identified with the U.S. nation.

Keywords: Travel Literature; Nation; Nineteenth Century; Utopia; United States

Introducción

En el siglo XIX, el auge de la literatura de viajes alcanzó a las élites criollas de América Latina, quienes desde sus particulares miradas se apropiaron del género para hablar del “otro” hegemónico y el “nosotros” americano, en búsqueda de un ideal político de nación. En el caso de los libros Viajes por Europa, África y América, 1845-1848, del escritor, pensador y político argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888); e Impresiones de un viaje a los Estados Unidos de América y al Canadá, del escritor, historiador y jurista mexicano Justo Sierra O’Reilly (1814-1861),2 veremos que el desencanto por el referente europeo llevó a estos destacados intelectuales latinoamericanos a idealizar a la nación estadounidense, proyectando en ella sus propios anhelos políticos de consolidar una nación en sus países. No obstante, como veremos más adelante, estas proyecciones de nación fueron ambivalentes y contradictorias en cada caso.

Al respecto, cabe señalar que el concepto de “nación” ha sido uno de los más cuestionados por los estudios culturales y poscoloniales, los cuales han enfatizado la necesidad de deconstruir, redefinir e, incluso, superar, esta categoría que ha marcado las identidades políticas y culturales en las sociedades modernas. Entre estos críticos, Homi K. Bhabha ha destacado “la particular ambivalencia que aqueja a la idea de nación, al lenguaje de aquellos que escriben acerca de ella y a las vidas de quienes viven en ella”.3 Para Bhabha, la nación es una forma narrativa dotada de estrategias textuales, desplazamientos metafóricos, subtextos y estratagemas figurativas, definidos por la parcialidad del proceso histórico, es decir, de la temporalidad de la cultura y de la conciencia social.

Bhabha desarrolla esta discusión retomando Comunidades imaginadas de Benedict Anderson. En esta obra, el autor plantea la importancia de entender la nación como “una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana”.4 “Imaginada” porque si bien los miembros de una nación nunca se podrán conocer en su totalidad, en la mente de cada uno de ellos existe una imagen de comunión. Para Anderson no es importante distinguir si se trata de comunidades falsas o legítimas, lo que interesa es reconocerlas por el estilo con el que son imaginadas. De igual modo, la nación se imagina “limitada”, ya que implica la creación de fronteras finitas, que definen su lugar en relación con otras naciones; y se imagina “soberana” porque el concepto de nación surgió con la Ilustración y la revolución francesa, que pretendían derrumbar el reino dinástico jerárquico. En este sentido, la idea de nación surgió con el deseo de reconocer el pluralismo y la libertad que podría garantizar el Estado soberano.

En el contexto latinoamericano, Friedhelm Schmidt-Welle argumenta que la nación es una ficción ya que conforma “representaciones simbólicas de una realidad cuya construcción se realiza precisamente a partir de ficciones. Es decir, el énfasis en el análisis de la comunidad imaginada se da en la influencia de lo imaginado sobre las prácticas sociales y, en este sentido, sobre la misma realidad histórica”.5 Por su parte, Javier Lasarte señala cómo las representaciones negativas del territorio y cultura continentales estaban generalmente vinculadas con la ideología liberal que formaba parte de las ideas de algunos grupos de las élites criollas y que, al mismo tiempo que “estaban guiadas por el deseo de liquidar todo vestigio del sistema colonial, fueron las que sustentaron la idea de transformar las naciones en replicantes de los considerados como indiscutibles modelos de desarrollo y civilización: Francia, Inglaterra o Estados Unidos, según los casos”.6 Así, la búsqueda de referentes políticos formaba parte de la necesidad de fundar naciones que miraban más allá de lo propio, ya sea colonial o americano. De igual modo, es este interés por superar el pasado colonial el que llevará a Sarmiento y a Sierra O’Reilly a dirigir sus miradas hacia Estados Unidos, en búsqueda de un nuevo modelo ideal de nación.

Sin embargo, Sarmiento y Sierra O’Reilly miraron al “otro” europeo y estadounidense, e imaginaron sus ideales de nación desde las particulares condiciones políticas y sociales en las que realizaron sus viajes. Además de compartir la temporalidad de sus visitas a Estados Unidos, ambos efectuaron sus viajes atendiendo objetivos políticos, entre los cuales se encontraba la búsqueda de una consolidación nacional para Argentina y México en el convulso contexto de mediados del siglo XIX. Al respecto, observaremos los acontecimientos que definieron el lugar de las escrituras de sus libros Viajes e Impresiones. De este modo, en el caso de Sarmiento hablaré de la consolidación del gobierno federalista de Rosas y mencionaré el periodo de su exilio en el Chile conservador, de donde parte con destino a Europa en una suerte de doble destierro. Mientras que, en el caso de Sierra O’Reilly, señalaré la relación de Yucatán y México entre 1838 y 1848, periodo que estuvo caracterizado por el movimiento separatista yucateco frente al centralismo mexicano. Me detendré, especialmente, en los temas que fueron de interés para ambos viajeros y que constituyeron un punto de encuentro en las representaciones del referente utópico que identificaron con Estados Unidos -como es el caso del tema de la libertad, el desarrollo industrial y la educación pública-. Asimismo, estos temas formaron parte de las utopías nacionales que Sarmiento y Sierra O’Reilly buscaron proyectar en sus respectivos países.

Cabe señalar que, al hablar de Estados Unidos como referente utópico en los libros de viajes de Sarmiento y Sierra O’Reilly, entiendo estas representaciones como una forma de pensamiento que parte de argumentos discursivos críticos, justificativos y descriptivos para desarrollar proyectos políticos ideales. Por lo tanto, no pretendo argumentar que estas obras pertenecen al género de las utopías, sino que en ellas se desarrollan proyecciones imaginadas de un deber ser nacional, que respondían a los intereses y anhelos políticos de los viajeros. Sin embargo, me interesará analizar, en cada caso, que dichos discursos críticos, justificativos y descriptivos forman parte del discurso de la utopía. Tal como lo señala Pierre-François Moreau en su estudio sobre la Utopía de Tomás Moro, este discurso se divide en tres tipos: un “discurso crítico” en el que se plantea la situación política y social de Inglaterra y otros estados europeos; un “discurso descriptivo” “que opone a los desórdenes que ha verificado el discurso anterior, la vida social de la isla de Utopía”; y un “discurso justificativo” que “enuncia en qué condiciones tal vida social es posible”.7 Para Moreau, las relaciones de estos tres discursos fueron las que instituyeron los límites del género de la utopía por cerca de tres siglos, si bien la relevancia o frecuencia de cada discurso en las diferentes utopías literarias varía de una a otra.

Ahora bien, las representaciones del ideal político, basado en el ejemplo del referente utópico estadounidense, plantean en Viajes e Impresiones la posibilidad de un futuro alterno al presente. Es en esta proyección hacia el futuro donde se encuentra el ideal político que Sarmiento y Sierra O’Reilly anhelaban para sus propias naciones. Por lo tanto, me interesará observar cuáles son las representaciones utópicas nacionales del “nosotros sudamericano” y del “nosotros yucateco”, a partir de las cuales estos escritores fundaron sus ficciones de un ideal político que, en cada caso, imaginaban para sus países.

Teniendo en cuenta que una de las características de los discursos nacionales de la élite criolla latinoamericana durante la primera mitad del XIX fue el rechazo al referente metropolitano, la necesidad de definir un modelo a seguir, como sería el caso de Estados Unidos, se volvió una tarea recurrente. Al respecto, la “mentalidad utópica” o “utopismo” conforma un tipo de conocimiento fundado en los principios de una reflexión crítica que conlleva un ideal que sólo puede ser construido y comprendido a través de la relación referencial o comparativa entre dos realidades diferentes. Así, para R. Ruyer, este modo utópico es “un ejercicio mental sobre las posibilidades laterales”,8 es decir, resulta una actitud de pensamiento que tiene la capacidad de analizar la realidad que la envuelve y crear una alternativa. Esto hace que el utopismo parta siempre de un referente ideal en su búsqueda de una utopía.

En el siglo XIX, en el continente americano Estados Unidos fue el referente utópico predilecto para varios latinoamericanos por distintas razones históricas, entre ellas: el pasado colonial compartido con el país del norte que facilitaba la identificación de la realidad poscolonial de América Latina, así como la crisis política de Europa de mediados del siglo XIX (como el caso de la revolución francesa de 1848), que cada vez más la alejaba de la hegemonía económica, política, cultural, e incluso ideológica. En este horizonte, el viaje como fórmula de comparación entre varios espacios y temporalidades permitió a los escritores realizar valoraciones profundas, proyectar ideales, criticar la realidad propia, distanciarse de la herencia colonial y “lo americano” y, especialmente, bajo esta mentalidad utópica, analizar el presente e imaginar un futuro mejor para sus convulsas naciones.

Por lo tanto, en este trabajo se analizarán las representaciones utópicas de sus autores, con el fin de observar cómo la misma idealización de Estados Unidos es una homogeneización que se traslada al proyecto ambivalente de nación en cada una de las obras, y la proyección de dicho ideal en sus países es un proceso fundacional de la nación.

En búsqueda de una nueva utopía: el viaje de sarmiento

Cuando Sarmiento partió rumbo a Europa en el buque de vela Enriqueta el 28 de octubre de 1845, era uno de los numerosos desterrados argentinos en Chile. Sarmiento se encontraba en su segundo exilio de Argentina, donde el régimen conservador de Juan Manuel de Rosas, instaurado en 1829, se prolongó hasta febrero de 1852. Este periodo se caracterizó por guerras civiles, conflictos con otros países latinoamericanos y enfrentamientos entre una comunidad política dividida en unitarios y federales, que ponían en evidencia la inexistencia de un poder representativo en el panorama de diversas soberanías.

En este contexto, el viaje de Sarmiento a Europa fue promovido por su amigo Manuel Montt, entonces ministro de Justicia, culto e Instrucción Pública en el gobierno de Bulnes. Su propuesta fue realizar un viaje por cuenta del gobierno chileno con el objeto de estudiar el estado de la educación elemental y los métodos de colonización en Argel. Si bien ésta fue la razón que el propio Sarmiento hace explícita en su libro de viajes, otro motivo fue el interés por parte del gobierno chileno de aminorar los conflictos que el escritor había generado entre las autoridades de este país,9 los cuales se habían agravado por la presión de Rosas, quien exigía su destierro o que cesara la campaña política en su contra. En este sentido, su viaje a Europa puede ser entendido como una suerte de doble exilio de Argentina y Chile.

Durante su paso por Brasil y Uruguay, donde se encontró con otros argentinos desterrados por la dictadura de Rosas, Sarmiento comenzó a desarrollar sus ideas sobre un “nosotros sudamericano” y a formular en su experiencia de viaje la posibilidad de establecer contrastes entre los países de América Latina y aquellos que visitaría en Europa. Esta referencialidad con el “nosotros sudamericano” será el punto de partida de las comparaciones críticas que establecerá frente a los países europeos que, como se ha señalado, forman parte de un discurso utópico y del relato de viaje.

Algunas de estas comparaciones, como señala Beatriz Colombi (2006) en el caso de la visita a España, llevarán a representaciones ambiguas y contradictorias en el relato de viajes de Sarmiento, quien, desde una doble visión (el orientalismo y la españolada), al mismo tiempo que rechazaba al referente español por su relación colonial con América Latina, sentía admiración por algunas de sus características. Para Colombi, esta visión forma parte de un imaginario europeo oscilante del cual Sarmiento se vale para armar su propia narración en los límites de otras convenciones de representación.

En Europa, durante más de un año, Sarmiento visitó Francia, España, Italia, Suiza, Alemania, Inglaterra, incluso, África. Estando en Europa, intentó difundir la lectura, traducción y difusión de su obra Facundo, sin mucho éxito, aunque La Revue des Deux Mondes publicó un elogioso análisis de esta obra por Charles de Mazade en 1846. De igual forma en varias ocasiones pretendió promover la crítica al gobierno de Rosas, tarea en que fracasó. Éste es el caso de su intento por convencer al ministro francés Guizot y sus hombres del repudio al gobierno rosista, sobre el cual me detendré más adelante.10

Por su parte, la decisión de viajar a Estados Unidos fue tomada por el escritor argentino a última hora durante su visita a Inglaterra, donde leyó sobre los logros de la educación pública en el país americano por Horace Mann, a quien conocería después en Boston bajo el cargo de presidente del Board of Education del estado de Massachusetts.11 A diferencia de su viaje a Europa, que fue antecedido por numerosas lecturas sobre sus países, sobre Estados Unidos carecía de información previa, aunque estaba familiarizado con la lectura de Alexis de Tocqueville y de James Fenimore Cooper sobre este país.

El 17 de agosto de 1847, Sarmiento partió rumbo a Nueva York en el vapor Moctezuma, llegando a esta ciudad el 14 de septiembre de 1847. Estuvo dos meses y medio en Estados Unidos, donde visitó la región de Nueva Inglaterra y las ciudades de Búfalo, Albany, Troy, incluyendo las ciudades canadienses de Montreal y Quebec. Posteriormente, visitó Boston, Baltimore, Filadelfia, Washington, Harrisburg, Cincinnati, Pittsburgh y Nueva Orleans. El 14 de noviembre de 1847, Sarmiento dejó este país por el puerto de Nueva Orleans y viajó hacia Cuba. Llegó a La Habana el 15 de noviembre de 1847. Finalmente desembarcó en Valparaíso el 24 de febrero de 1848.12

A lo largo de sus viajes, Sarmiento mantuvo comunicación con sus amistades en Chile. Las cartas que se derivan de este intercambio, que tuvo una duración de dos años y medio, fueron publicadas en periódicos locales de Chile. En 1849, dos años después de su regreso, publicó la primera entrega de todas sus cartas con el título Viaje por Europa, África i América, que completó en 1851. Esta publicación, en dos volúmenes, fue realizada por la imprenta chilena Julio Belin; posteriormente, aparecieron las reproducciones de esta publicación en periódicos de Chile y Montevideo, y se reimprimió como obra en Buenos Aires en 1856. Siguiendo la tradición de este género, es probable que el viajero argentino contemplara desde un inicio la publicación de sus impresiones de viaje.13 La carta correspondiente a Estados Unidos está dirigida a su amigo argentino Valentín Alsina;14 se trata de la última que conforma el libro y que probablemente Sarmiento despachó desde Panamá o cerca de Santiago. Esta última carta está dividida en dos secciones: la primera se titula “Estados-Unidos” y adopta una forma epistolar y ensayística; la segunda, titulada “Incidentes de viaje”, retoma la organización cronológica del viaje y enfatiza cada uno de los lugares visitados por el viajero.

Sin duda, el hecho de que el viaje de Sarmiento iniciara en Europa y concluyera en Estados Unidos influyó en la reflexión crítica del viajero. De este modo, Europa se volvió un referente comparativo que, posteriormente, lo llevó a reconocer la utopía en la nueva nación estadounidense y, con ello, dejó de identificar a Francia como la nación civilizada a la cual se debía aspirar. Al respecto, cabe señalar que cuando Sarmiento partió de Chile en 1845 rumbo a Europa, tenía la idea de que encontraría en Francia la cuna de la nación moderna y el modelo político que debiera imitarse por toda América Latina. Este imaginario se fundaba en el eurocentrismo de la época, cuyas ideas sobre la historia habían llegado a Chile bajo la concepción del progreso humano que, como señala William H. Katra, prevaleció durante la Ilustración bajo la noción de que “la historia se veía como un proceso en el cual las diferentes sociedades pasaban por etapas específicas de organización en su desarrollo hacia la civilización”.15 Como veremos más adelante, esta idea sobre la historia también estará presente en la visión de Sierra O’Reilly.

Particularmente para Sarmiento, la obra del francés François Guizot fue significativa sobre estas ideas. Guizot definía a Francia como la nación más avanzada, ya que “allí prevaleció en todos los aspectos de la vida individual y social, el imperio de las ideas, de la razón de los principios generales, de lo que se llama la teoría”.16 Sin embargo, este imaginario eurocéntrico, compartido por Sarmiento, que colocaba a Francia en el centro de la civilización de las naciones modernas, cambió cuando el escritor argentino llegó a Francia en 1846, poco tiempo antes de que estallara la revolución francesa de 1848. El panorama del que fue testigo contrastaba con el imaginario que había conformado previamente a partir de sus lecturas literarias y políticas sobre este país. Desde el viaje que emprendió en el buque Rose rumbo a Ruan, Sarmiento advirtió a don Carlos Tejedor, a quien dirigió su carta fechada el 9 de mayo de 1846, su posición y expectativa acerca de Francia:

Sintiéndome, sin embargo, que no soi el huésped, ni el estranjero, sino el miembro de la familia, que nacido en otros climas se acerca al hogar de sus antepasados, palpitándole el corazon con la anticipacion de las sensaciones que le aguardan, dando una fisionomía a los que solo de nombre conoce, i tomando prestado a la imajinacion, objetos, formas y conjunto, que la realidad destruirá bien pronto, pero que son indispensables al alma, que como la naturaleza, tiene horror al vacío.17

Este pasaje permite observar la primera identificación de Sarmiento con Francia como su patria intelectual, y deja ver la forma discursiva autobiográfica propia del relato de viaje, la cual construye su narración en torno al “yo” de la identidad del viajero.18 Como ha señalado Sylvia Molloy, este carácter autobiográfico de la obra de Sarmiento es asumido por el propio escritor, en diferentes obras suyas, como una forma de apropiación de la historia de la nación argentina desde la “figuración personal”, y esta “escritura autobiográfica de Sarmiento, como para llamar la atención sobre sí mismo, incorpora -cita- nombres de quienes ya se han escrito, autobiógrafos que Sarmiento ha leído con provecho y de quienes ha tomado, aquí y allá, algo (una postura, una táctica) para su propio texto”.19

Asimismo, la igualación de la voz del viajero con el referente cultural europeo responde al trasfondo ideológico propio del “nacionalismo paradójico” de los criollos latinoamericanos. No obstante, en el mismo fragmento se advierte que estas primeras impresiones se transformaron al arribar a las costas de Francia, donde Sarmiento describe una escena de “barbarie”:

La Rose entra en los docks o bassins (no conozco la palabra castellana que supla estos nombres), atraca al borde de madera de los canales, i una innoble turba de criados elegantemente vestidos nos asalta, nos grita, escala el buque por las maromas, nos rodea como moscas, nos apesta con su aliento, se insinúan en nuestras manos i en nuestros bolsillos para depositar una tarjeta con el nombre del hotel que los envia. Es en vano hablarlos, injuriarlos, espantarlos con las manos, fugarse, esconderse. ¡Eh! ¡La Europa! Triste mezcla de grandeza y de abyeccion, de saber i de embrutecimiento a la vez, sublime espectáculo de todo lo que al hombre eleva o lo tiene degradado, reyes i lacayos, monumentos i lazaretos, opulencia i vida salvaje.20

Con un tono de superioridad moral, Sarmiento identifica en Francia los mismos males que aquejaban a Argentina y a América Latina: una barbarie que enfrenta a la civilización. Este discurso crítico acompañó al viajero hasta París donde, finalmente, se distanció del referente europeo como ideal de nación. De hecho, una de las principales decepciones que tuvo fue su encuentro con el ministro Guizot, a quien había considerado una de las mentes más brillantes de Francia. Este desencanto derivó del diálogo que mantuvo con él, en el que Sarmiento intentó persuadirlo acerca del funcionamiento político de Argentina y la crisis del gobierno de Rosas. Para su sorpresa, Guizot era un simpatizante de Rosas y, desde su posición conservadora, los unitarios defendían una causa liberal sumamente cuestionable. Para el escritor argentino, esta visión respondía al desconocimiento por parte del ministro de la realidad del Río de Plata.21

Queda claro que, para Sarmiento, el ministro Guizot tenía una lectura sobre las condiciones del Río de la Plata mediada por las propias condiciones políticas y tensiones internas de la monarquía constitucional de Luis Felipe I, que gobernaba Francia en ese momento. Para el escritor, esta visión se sintetizaba de la siguiente manera: “En resumen: Rosas= Luis Felipe; La Mazorca = El partido moderado; Los gauchos = La petite propriété; Los unitarios = La oposicion del National; Paz, Varela, etc. = Thiers, Rollin, Barrot”.22

El cuestionamiento de Sarmiento al modelo monárquico burgués que prevalecía en Europa, en el cual identificaba elementos en común con Argentina, planteó el origen de una crisis moral e ideológica en el escritor argentino. El viaje por el continente europeo significó la caída del referente utópico que Sarmiento había construido a partir de su visión idealizada de la Francia ilustrada. Por lo tanto, su viaje a Francia se convirtió en un parteaguas en la redefinición de un nuevo referente utópico, con el cual buscaría establecer los principios del modelo político para Argentina.

Como señala Dardo Pérez Guilhou, “esta crítica a la monarquía burguesa lo llevará [a Sarmiento] como consecuencia a invalidar todo el proceso histórico intelectual que culmina en ella… Desde 1793 en adelante nada tiene autoridad como modelo”.23 Parte del rechazo del viajero a la monarquía se derivaba de sus ideas igualitarias, a partir de las cuales analizó la desigualdad en Francia. Pérez Guilhou aclara que si bien este ideal “no lo hacía demócrata práctico sí lo perfilaba como republicano en cuanto repudiaba los fundamentos sobre los cuales se afirmaba la monarquía francesa, tanto la del régimen anterior a 1789 como las que se sucedieron con la restauración de Luis XVIII”.24 Al mismo tiempo, dicha crítica era una forma de oponerse a la defensa y legitimación que el gobierno francés promovía del gobierno de Rosas, postura contraria a los propios intereses políticos del viajero.

El viaje en búsqueda de un referente de nación moderna pudo haber fracasado en Europa, pero la necesidad de un modelo utópico que permitiera criticar y superar al gobierno rosista era imperante para Sarmiento. En respuesta a la decepción que sufrió de las naciones europeas, en especial la francesa, Sarmiento viró su mirada hacia Estados Unidos, con el anhelo de encontrar un modelo que pudiera satisfacer las necesidades políticas de su viaje, entre ellas la defensa del proyecto liberal criollo que lo mantenía exiliado en Chile y doblemente exiliado en Europa.

Como he señalado, al tener Sarmiento un menor conocimiento sobre Estados Unidos del que poseía sobre Europa, este país apareció como una alternativa, posible de ser idealizada. Desde un discurso descriptivo, la nación estadounidense es representada como un referente utópico, el cual funcionaba como punto de comparación crítica frente a América Latina y Europa. Esta exaltación de las cualidades de la república estadounidense es el resultado del conocimiento parcial que Sarmiento tenía de este país, y que complementó con sus propias creencias e ideas que reafirmaban la autoridad de su ideal político.

En Viajes, Sarmiento exaltó la grandeza de la nación estadounidense basado en sus ideas sobre la igualdad, la civilización de sus instituciones y la organización social, así como en su concepción del pueblo norteamericano como altamente educado, que adoptó con éxito un método de inmigración. A contra imagen de Europa y América Latina, señala:

Dios ha querido al fin que se hallen reunidos en un solo hecho, en una sola nacion, la tierra vírjen que permite a la sociedad dilatarse hasta el infinito, sin temor de la miseria; el hierro que completa las fuerzas humanas, el carbón de piedra que agita las máquinas, los bosques que proveen de materiales a la arquitectura naval; la educacion popular, que desenvuelve por la instruccion general la fuerza de produccion en todos los individuos de una nacion; la libertad relijiosa que atrae a los pueblos en masa a incorporarse en la poblacion; la libertad política que mira con horror el despotismo i las familias privilejiadas; la República, en fin, fuerte, ascendente como un astro nuevo en el cielo; i todos estos hechos se eslabonan entre sí, la libertad i la tierra abundante; el hierro i el jenio industrial; la democracia y la superioridad de los buques.25

Siguiendo una estrategia comparativa en su discurso, propia de la escritura utópica, la exaltación de la Republica estadounidense como modelo político ideal es seguida por la crítica al sistema monárquico y a las ideas que lo legitimaban: “[…] el hecho será siempre el mismo, que en las monarquías europeas se han reunido la decrepitud, las revoluciones, la pobreza, la ignorancia, la barbarie i la degradación del mayor número”.26 De la misma manera, subyace en esta denuncia la crítica al gobierno conservador de Rosas que, como he señalado, se encontraba en concordancia política con el francés.

Sarmiento cambia el modelo europeo por el estadounidense para legitimar un ideal de progreso fundado en la burguesía ilustrada a la que él pertenecía, defensora de la República, la libertad y la igualdad. A partir de un discurso comparativo que coloca a Estados Unidos como el referente moral para todas las naciones, el viajero cuestiona el orden monárquico y sus costumbres de ostentación: “[…] vosotros tendréis un dia que esconder vuestros cetros, coronas i zarandajas doradas para presentaros ante la República, por temor de que no os ponga a la puerta, como a cómicos o truanes de carnestolendas”.27 Esta inversión de los valores recuerda un argumento común de las utopías, en donde aquellos aspectos que son símbolos de poder y riqueza se vuelven, en las sociedades ideales, motivos de burla y crítica. Con este ejercicio el escritor pretende generar un rechazo de aquello símbolos de la monarquía asociados al pasado colonial y a Europa, y legitimar ante sus lectores el referente político estadounidense.

En la representación de Estados Unidos como referente utópico, Sarmiento también ubica a esta nación en un momento de desarrollo más avanzado en relación con otras. De este modo, el viajero coloca a este país en una especie de temporalidad futura, procedimiento similar al propuesto por Tocqueville, quien concibe su viaje a Estados Unidos como un desplazamiento en el tiempo. Para Sarmiento era claro que la supremacía de Estados Unidos frente a las demás naciones del mundo era sólo cuestión de tiempo, es decir, parte de su progreso natural como pueblo. Esta idea también fue compartida en Impresiones por Sierra O’Reilly, quien al ser testigo del inminente progreso y la rápida expansión política de Estados Unidos, consideró que México se encontraba bajo la amenaza de este coloso si no aceleraba su propio camino de desarrollo como nación.

Asimismo, las menciones a destacados personajes históricos estadounidenses en Viajes le permiten a Sarmiento representar elementos morales ideales de esta nación, entre los cuales jugaban un papel importante los principios de libertad e igualdad, así como la confianza en el porvenir fundado en el trabajo y la noción de propiedad. Pero además de las descripciones de los valores y principios políticos de los estadounidenses, Sarmiento se detiene en las prácticas inmigratorias que este país impulsó en su territorio. Para el escritor, la inmigración europea estaba asociada al grado de civilización de la nación, por tal motivo abordó esta temática en numerosas páginas de Viajes. Admirado por el rápido poblamiento de Estados Unidos, que permitió, en corto tiempo, la regeneración de sus habitantes, el viajero justifica en varios momentos de su obra la importancia y necesidad de implementar esta práctica en el Río de la Plata. Sarmiento realiza esta proyección utópica en una temporalidad de futuro posible, en el que finalmente la barbarie desaparecería de la campiña argentina: “Medio siglo bastaria para que la barbarie incurable de nuestras campañas arjentinas se mostrase en las estremidades de la Union”.28

Cabe aclarar que, para Sarmiento, los inmigrantes europeos no eran civilizados al momento de llegar a Estados Unidos; era más bien en este país donde se civilizaron a través de la práctica política y la educación que recibían de los pobladores más antiguos. De hecho, consideraba que el habitante del norte, encargado de educar a los bárbaros inmigrantes, “es el descendiente de los viejos Peregrinos, el heredero de sus tradiciones de resignación i de endurecimiento al trabajo manual, el elaborador de las grandes ideas sociales i morales que constituyen la nacionalidad norte-americana”; eran ellos “los mentores i los directores de las nuevas jeneraciones”, “ellos han impreso a la fisonomía del yankie aquella plácida bondad que se nota en la clase mas educada”.29

Sin embargo, es importante reconocer en estas representaciones de la nación estadounidense la visión parcial de Sarmiento sobre la sociedad estadounidense, de la cual excluye descripciones de las fábricas industriales o de los barrios obreros. Con ello, es posible reconocer en Viajes la contraposición implícita entre el desarrollo económico y material de Estados Unidos, y los conflictos sociales que formaban parte de la compleja realidad en este país, basada en la desigualdad y la explotación. Esta mirada selectiva del viajero argentino, sin duda, respondía a los intereses del escritor por enfocarse en los aspectos positivos que satisfacían su ilusión política, pero también era resultado de su desconocimiento de aspectos fundamentales del funcionamiento político de Estados Unidos. Es un hecho que Sarmiento no tenía dominio del idioma inglés, y al ser un viaje realizado con dificultades financieras y sin los contactos suficientes, careció de la posibilidad de ingresar a las instituciones o de interactuar con figuras representativas. Incluso, es importante observar que en Viajes apenas se menciona, en escasas líneas, el caso de la intervención estadounidense a México, y sin dar cuenta de la política expansionista que caracterizaba a esta nación al momento de su visita.

El Estados Unidos que Sarmiento representa en su libro de viajes y que comparte a sus lectores, al “nosotros sudamericano” con el que se identifica y al que pertenecen los destinatarios de sus cartas, es la ficcionalización de un referente utópico, cuya función era la justificación y proyección de su ideal político. El papel de la representación de la nación estadounidense es un ejemplo crítico en relación con Europa y el gobierno rosista.

Sin embargo, la apropiación de modelos externos presenta contradicciones en el discurso del viajero. En este sentido, reprodujo una idea limitada de democracia en la que tiene lugar la “naturalización de la diferencia”, así como la heterogeneidad social y las jerarquías culturales de las sociedades latinoamericanas. Sarmiento distingue una ciudad letrada capaz de ejercer el voto, pero también identifica una población que no estaba en condiciones de hacerlo. Para él, el voto universal sólo podía ejercerse en “sociedades cultas”, lo que sin duda eliminaba a la misma Francia y a las jóvenes naciones latinoamericanas. Como señala Miguel Rojas, si bien admiraba el trabajo de Tocqueville sobre la democracia en Estados Unidos, a diferencia de él, Sarmiento consideraba que era un peligro identificar la soberanía y la voluntad general con la mayoría de la población.

Esta ambivalencia en sus ideas está presente en la noción de igualdad que Sarmiento desarrolla en Viajes, donde exalta esta cualidad de la sociedad estadounidense, mientras que en el caso de América Latina parte de una jerarquización sociocultural. La división dicotómica de la civilización y de la barbarie americana plantea una distinción entre el “nosotros sudamericano”, referente de autoadscripción del escritor, y los “otros internos”, conformados tanto por el grupo de antagonistas políticos (rosistas, conservadores argentinos) como por el de los gauchos o mestizos. Su utopía nacional, fundada en los principios ilustrados de la república democrática, es una ficción en la que las contradicciones de la adaptación de modelos externos, en un contexto poscolonial, crea jerarquías y divisiones entre los heterogéneos grupos socioculturales de la realidad argentina. Al mismo tiempo, como todo discurso de nación, retomando a Anderson, la utopía nacional de Sarmiento se imagina como una comunidad limitada y soberana, pero este intento de homogenización era en realidad la reiteración del dominio criollo liberal sobre otros grupos.

Las ideas de Sarmiento sobre la democracia, tema de discusión recurrente en Viajes, revelan su proyecto político para Argentina. Para él, la república democrática era el último nivel del camino de progreso al que todas las naciones modernas debían aspirar mediante la cultura.30 De ahí surge la importancia de la educación del pueblo, la cual, siguiendo las ideas ilustradas, significaba para Sarmiento tomar la tutela de los grupos considerados inferiores y que percibía como incapaces de ejercer soberanía. Con ello, su modelo de educación, lejos de afirmar los principios de igualdad, reiteraba la supremacía del grupo de criollos con el que se identificaba el “nosotros sudamericano”. Este tema también será un punto de encuentro con Sierra O’Reilly, quien vio en la educación el camino de las sociedades modernas para alcanzar su desarrollo como nación.

En Viajes, especialmente en la onceava carta sobre Estados Unidos, Sarmiento configura los principios del modelo político que lo conduciría a lo largo de su vida como escritor, intelectual y, posteriormente, presidente de Argentina. Un modelo producto de una idealización del referente estadounidense y de la proyección imaginada de una nación criolla y liberal para Argentina, profundamente contradictoria. Este proyecto de nación es ambivalente ya que era una ficción fundada en la imaginación de una comunidad, la del “nosotros sudamericano”, con la que Sarmiento identificaba a sus simpatizantes y desde la cual pretendió la homogenización de una realidad social y cultural jerárquica y heterogénea.

Generalmente, la crítica literaria e histórica suele reducir la vida de Sarmiento y su obra a un caso paradigmático del intelectual criollo latinoamericano del siglo XIX, alineándolo con los pensadores de la generación del 37 en Argentina y en Chile, entre ellos: Alberdi, Echeverría, Lastarria y Bilbao. Como señala Lasarte, “se hace de éstos representantes de un latinoamericanismo o, si se quiere, de un nacionalismo paradójico, mayormente ‘europeísta’”.31 Sin embargo, parece necesario observar que los matices en el pensamiento de Sarmiento, así como su evolución en los ideales en torno a la nación y la barbarie, se transformaron con el tiempo. Viajes es una obra en la que es posible identificar las contradicciones del escritor, desde la exaltación en un primer momento de Europa, hasta su igualación con la barbarie americana y la posterior elevación de Estados Unidos. Al mismo tiempo, la ambivalencia en las nociones de igualdad y democracia nos recuerda cómo estos conceptos con pretensiones holísticas, que acompañan a la idea de nación, son en realidad representaciones simbólicas de una serie de tensiones, negociaciones e, incluso, ocultamientos de una realidad heterogénea.

Viajes es una obra que presenta la transformación del pensamiento político de Sarmiento. De este modo, Europa dejó de ser vista por el viajero como el referente político ideal (postura defendida en Facundo), y su lugar es ocupado por Estados Unidos. Este cambio en su pensamiento será un parteaguas para el proyecto de nación argentina que, más adelante, Sarmiento propondrá en obras posteriores a Viajes, ente ellas, Recuerdos de Provincia, Campaña en el Ejército Grande, “Constitución de 1853” y “Comentarios de la Constitución de la Confederación Argentinas”, así como en su propio proyecto político. Sarmiento pasaría de una condición de destierro político a ser gobernador de su provincia de San Juan de 1862 a 1864, y más tarde a ocupar la presidencia de la nación argentina de 1868 a 1874.

La utopía de un regionalismo: el viaje de Sierra O’reilly

Yucatán es un caso paradigmático entre los regionalismos que surgieron en el México independiente. Si bien se había anexado a México en 1821,32 tras el fracaso iturbidista de decretar una constitución representativa, Yucatán se unió a la Diputación Provincial de Guadalajara en su autodenominación como “estados soberanos”, declarando un poder legislativo propio.33 A este acto se unieron las demás provincias del país, generando la crisis del Congreso y la emergencia del sistema político federal en la Constitución de 1824. A partir de este momento, Yucatán se pronunciaría por un federalismo que lo llevaría a enfrentarse con el centralismo instaurado en 1834.34

La primera ruptura de Yucatán con el gobierno centralista fue la rebelión de Santiago Imán en 1839, que condujo a la caída de este régimen en Yucatán y marcó el inicio de una etapa independentista a lo largo de 1840 y 1847. En este periodo se “abrieron la posibilidad de establecer un gobierno independiente que podía ser momentáneo o perpetuo, y las opciones de restaurar la unión nacional o el anexionismo pro estadounidense”.35 La división entre centralistas y federalistas presentaba, a su vez, rupturas que hacían más complejo el panorama político yucateco. Éste es el caso de la división de los federalistas entre los partidarios de Santiago Méndez Ibarra y Miguel Barbachano. Méndez, nombrado jefe de gobierno, fue tornando sus intereses hacia quienes defendían una separación táctica. Mientras tanto, los seguidores de Barbachano en Mérida se radicalizaban y demandaban al Congreso una independencia inmediata.

Justo Sierra O’Reilly, quien era simpatizante y yerno de Méndez, se desempeñó como una figura clave en el campo político de Yucatán, e incluso fue uno de los principales promotores de las ideas regionalistas y separatistas, las cuales impulsó desde la abundante producción de sus obras literarias, periodísticas e históricas. Varias de estas obras fueron publicadas en importantes periódicos de los que fue editor; entre ellas destacan El Museo Yucateco (1841-1842), el primer periódico literario peninsular, así como el Registro Yucateco (1845-1846), El Fénix (1848-1859) y La Revista de Mérida (1874).

De tal modo que, cuando el 12 de septiembre de 1847 Sierra O’Reilly zarpó de la ciudad de Campeche en la goleta americana Essex rumbo a Nueva Orleans, llevaba consigo una ideología regionalista que defendía la soberanía de Yucatán frente al centralismo mexicano y que miraba con admiración al federalismo estadounidense, incluso con una inclinación anexionista. Después de haber arribado a Nueva Orleans el 4 de octubre, se trasladó a la ciudad de Washington el 16 de noviembre del mismo año. También visitó otras ciudades de Estados Unidos, entre ellas, Portland, (Louisville), Pittsburgh, Brownsville, Baltimore, Filadelfia, Nueva York, y recorrió la zona fronteriza entre dicho país y Canadá.36

Su viaje a Estados Unidos tuvo lugar en un complejo momento de la vida política de la región. Desde 1847, había iniciado la invasión de Estados Unidos a México bajo el mando del presidente James Polk, quien defendía la doctrina expansionista bautizada como “destino manifiesto” por John L. Sullivan en 1845.37 Si bien Yucatán se había declarado neutral en la guerra con Estados Unidos, esta postura duraría poco tras la ocupación estadounidense de la Isla y la Ciudad del Carmen (hoy estado de Campeche). Asimismo, un año después, estallaría la conocida Guerra de Castas, 38 levantamiento armado de los indígenas mayas en la región que amenazó la existencia de la élite regional y fue una de las principales preocupaciones expresadas por Sierra O’Reilly en Impresiones.

Acreditado por Santiago Méndez, la misión de Sierra O’Reilly a Estados Unidos tenía tres finalidades: solicitar la desocupación de la Ciudad del Carmen; conseguir para Yucatán un trato especial que garantizara la seguridad del estado de cualquier medida represiva tomada por el gobierno mexicano contra él; y pedir auxilio para el gobierno yucateco frente a los indios rebeldes. Sin embargo, a pasar de sus esfuerzos, su misión fracasó. Fue hasta el 14 de junio de 1848 cuando el gobierno de México otorgó la ayuda que Yucatán buscaba para reprimir la sublevación indígena. El 16 de junio de 1848, la misión de Sierra O’Reilly se dio por terminada y, poco tiempo después, el 17 de agosto del mismo año se declaró concluida la guerra con Estados Unidos. A su vez, el gobernador Miguel Barbachano decretó la anexión de Yucatán a la nación mexicana.39 Finalmente, Yucatán se reincorporó a México de manera definitiva.

Como resultado de su viaje, en 1850 se imprimieron los primeros dos tomos de Impresiones y, un año después, se publicaron los otros dos tomos, ambos en Campeche, por Gregorio Buenfil. Los cuatro tomos del libro Impresiones fueron el resultado de la reescritura y adaptación que Sierra O’Reilly hizo, en 1848, de las notas que mantuvo a lo largo de su viaje a manera de diario personal y de cartas dirigida a su esposa Concepción Méndez. Cabe señalar que el diario de Sierra O’Reilly estaba dividido en tres libros: el primero abarcó el periodo comprendido entre el 12 de septiembre y el 31 de diciembre de 1847; el segundo contiene los apuntes del 1o de enero al 29 de febrero de 1848, y el tercero comprende los escritos entre el 1o de marzo y el 31 de mayo del mismo año. Si bien este diario, que va de lo personal a lo público, fue publicado parcialmente de manera póstuma, fragmentos de él fueron retomados en la elaboración de Impresiones.40 Entre las diferencias de estos dos documentos se encuentran la inclusión de un extenso discurso histórico en Impresiones, que interrumpe la narración del viaje y el discurso ensayístico de algunos pasajes, así como el hecho de que este libro fue escrito para ser leído por integrantes de la élite criolla yucateca, grupo político e intelectual que había sufrido diferentes conflictos internos entre la facción representada por Barbachano y la encabezada por Méndez. A este contexto se suma la reincorporación de Yucatán a la nación mexicana en agosto de 1848, a poco tiempo de finalizada la misión política de Sierra en Estados Unidos y de su regreso a Yucatán. Así, en el diario, cuando el viajero habla de “mi patria”, se refiere explícitamente a Yucatán.

Asimismo, tal como ocurrió en el caso de Viajes de Sarmiento, en Impresiones la escritura del viaje a Estados Unidos respondió a una búsqueda por dar a conocer a sus lectores un modelo de nación que permitiera superar las condiciones políticas y sociales de Yucatán y México. Sierra O’Reilly compartía con Sarmiento el entusiasmo por la obra de Tocqueville La democracia en América, e incluso, su interés por este país estaba presente en la edición que realizó del libro de viaje de Lorenzo de Zavala sobre Estados Unidos. De ahí algunos puntos de encuentro en temas como la libertad y la educación pública.

Asimismo, tal como en el caso de Sarmiento, la representación de Estados Unidos como referente utópico se da a través de un discurso descriptivo y crítico; en Impresiones, este discurso de la utopía de Sierra O’Reilly se presenta mediante el discurso crítico de la voz del viajero-ensayista; la descripción de Estados Unidos en su funcionamiento político y social, en la voz del viajero-narrador; y, como un recurso diferente a Sarmiento, en la voz del viajero-historiador, en la que prevalece una intención justificativa que le atribuye a Estados Unidos un desarrollo político ejemplar. Estos discursos descriptivos, críticos y justificativos operan en Impresiones con la finalidad didáctica de representar a Estados Unidos como ejemplo utópico de nación moderna. Bajo la forma narrativa de la voz del viajero, Sierra O’Reilly realiza representaciones descriptivas y narrativas que van desde cuadros sobre la naturaleza sublime de Estados Unidos, hasta la arquitectura perfectamente organizada según los principios de orden y planeación.

Desde el momento de su partida del apacible puerto de Campeche en la goleta Essex, Sierra O’Reilly narra su recorrido por la costa veracruzana y describe cuadros de la naturaleza mexicana. Entre los recursos literarios que emplea se encuentra uno de los tópicos por excelencia del Romanticismo: lo sublime. Retomando las propias representaciones que Chateaubriand hizo en sus textos, el escritor yucateco logró conciliar estas ideas de la naturaleza con el paisaje civilizado del espacio estadounidense. Evidentemente, si bien la visión de la naturaleza del espacio mexicano que presenta es exótica, exuberante y dominante frente al hombre, en Estados Unidos ésta se encuentra enmarcada y ordenada por la sociedad. Los contrastes entre ambos espacios surgieron de la admiración que el desarrollo industrial del país extranjero generó en el viajero, especialmente en cuanto al tema del transporte y la comunicación.

La preferencia por describir las características del vapor sobre las imágenes de la naturaleza o las escenas de la vida pintoresca de sus habitantes revela el interés político de la obra de Sierra, quien buscaba representar el referente estadounidense como una nación avanzada en términos de industria, en contraste con el atrasado desarrollo de México. En Impresiones, la naturaleza estadounidense ha sido domesticada por el hombre y ha dejado de ser la fuerza negativa que obstaculizaba el viaje o que colocaba a los sujetos en un estado de perplejidad frente a ella. Por lo tanto, el viajero yucateco conjunta una visión romántica de la naturaleza con la transformación que de ella hace el hombre en aras de la civilización.

La proyección del ideal político en Estados Unidos responde a la necesidad del viajero de representar una sociedad alterna, la cual sería el punto de partida de su propio programa nacional. Por tal razón, detalla aquellos aspectos que observó y que consideró relevantes, apelando siempre a la verdad y la legitimidad de sus representaciones, especialmente fundadas en la autoridad de la experiencia del viaje. Entre las descripciones de las ciudades que visitó fueron numerosas las menciones de instituciones y servicios públicos con las que pretendía evidenciar la valiosa asistencia del Estado y el gran nivel de civilización de su sociedad. Abundan las descripciones sobre su buen funcionamiento: los hospitales ofrecían servicio a todo ciudadano; las escuelas públicas se regían por las ideas ilustradas; las prisiones operaban como símbolo del orden y el mandato de la ley; los gabinetes de lectura revelaban las costumbres de una sociedad civilizada; los trenes y el telégrafo hicieron de la velocidad de la comunicación un elemento de la modernidad y, en otro nivel, existía en el país del norte una gran diversidad de iglesias y la libertad de profesar cualquier religión.

Así, Sierra O’Reilly se detuvo en la descripción del estado de Ohio para destacar los importantes avances dentro de la nación estadounidense y dar a conocer a sus lectores cuál era el funcionamiento de este país según los principios ilustrados de libertad e igualdad. En sus palabras: “El estado de Ohio es uno de los más eminentes en libertad e ilustración: los beneficios de la civilización aparecen en todas partes; las discusiones de los partidos son apasionadas, pero severas y circunspectas; el amor al orden, al trabajo y a la paz es característico”.41 Al igual que en la descripción de otros lugares que el viajero visitó, en esta ocasión se interesó en reproducir fragmentos de la constitución de Ohio con el objetivo de evidenciar el tipo de regulación jurídica en los temas de las elecciones, la esclavitud, así como el funcionamiento de las cámaras de diputados y senadores. Tal es el caso de un tópico que era de su especial interés: el planteamiento que dicho estado mantuvo con relación a la polémica cuestión de la esclavitud.

La esclavitud está allí prohibida para siempre, aunque la constitución indica la manera con que debe introducirse y verificarse las reformas en ella misma, ordena que se deseche toda enmienda que tenga por objeto modificar la prohibición de la esclavitud. El rigor de principios en este punto, ha sido llevado en Ohio a un extremo verdaderamente fanático.42

Durante su paso por Nueva Orleans, se admiró del lugar destacado que ocupaba la educación, tema de especial interés para el viajero, e inmediatamente le atribuyó a esta institución los principios de la Ilustración en la nación estadounidense:

Me parece que no se necesita decir que en un país, que es y ha de ser gobernado por la inteligencia ilustrada de los ciudadanos, la educación pública de la juventud es allí un negocio de la primera y más alta importancia. Como en el saber está fundado el hermoso templo de la libertad, las puertas de la ciencia están de par en par abiertas a todo el mundo; al menos las de aquellas ciencias que pueden ser consideradas como las más propias y acomodadas a la índole y carácter y tendencia de un pueblo semejante.43

Como hemos visto en el apartado anterior, en estos temas encontramos coincidencias con el libro Viajes de Sarmiento, en el que la industria, la diversidad de iglesias y la libertad, así como la educación pública son aspectos centrales de su representación utópica de Estados Unidos. En el caso de la educación pública, que será un asunto importante tratado por Sarmiento y Sierra O’Reilly posteriormente a sus viajes, es visto por ambos como un punto partida para la construcción de una nación moderna. Asimismo, a diferencia de la lectura liberal que Tocqueville tenía de este tema, estos viajeros mantuvieron una interpretación conservadora en sus contextos locales. Consideraban que la educación, finalmente, cumplía una función importante en la construcción de la nación argentina y yucateca y, por lo tanto, debía responder al orden social jerarquizado que privilegiaba a la élite letrada, conformada por sujetos masculinos y blancos.

Junto con sus instituciones, para Sierra O’Reilly las costumbres sociales de los estadounidenses los distinguían de otros pueblos. Eran particularmente motivo de admiración para el escritor las prácticas cotidianas de igualdad. No obstante, este ideal político era una de las constantes razones de crítica y disgusto para algunos viajeros que se extrañaban de las costumbres estadounidenses.

Pues bien: el pueblo de este país, no es igual enteramente al pueblo de otros países. Allí, el que tiene comodidades, y que las tiene la mayoría, está en el derecho de presentarse y ser admitido en donde quiera que paga su dinero, sin que le importe un bledo que las personas, en cuya compañía ha querido la casualidad colocarle, sean de mejor educación, más elevadas en rango social en otra parte […]. Cada obrero, cada labrador, cada vendedor de bueyes y marranos es igual, como ciudadano, al que se considere más encumbrado en la Unión Americana: viste poco más o menos como los demás y vale tanto como los otros.44

Observamos que, en Impresiones, una vez representado el referente utópico, el discurso crítico de la utopía interrumpe la narración del viaje a manera de digresiones y realiza comparaciones entre ambas naciones. Las críticas elaboradas por Sierra fueron constantes y atravesaron diferentes problemáticas; entre ellas se encontraban: la falta de reconocimiento de la soberanía de Yucatán por parte del gobierno mexicano, los atropellos a los jesuitas en México, la incapacidad de atender el desarrollo del país teniendo en cuenta la potencia del vecino estadounidense, la falta de igualdad entre los ciudadanos y, especialmente, el mal funcionamiento del modelo republicano en el país. A partir de semejantes observaciones, el viajero yucateco introduce en su obra el proyecto de nación mexicana que consideraba ideal. Al mismo tiempo, esta estrategia discursiva era de utilidad para fundamentar su oposición a las medidas económicas y políticas tomadas por el gobierno centralista de Santa Anna, el cual había puesto en riesgo los intereses del grupo criollo que el escritor identificaba con el “nosotros yucateco”.

Ahora bien, este esfuerzo por elogiar la igualdad como un rasgo distintivo de Estados Unidos fue, al mismo tiempo, un intento por rechazar las prácticas de desigualdad que reconocía en México. Empleando el recurso comparativo, Sierra contrastó la austeridad de la vivienda y la vestimenta del presidente estadounidense con las riquezas y exuberancia del mexicano. La crítica que subyace en estas comparaciones descriptivas tiene como finalidad exaltar el referente estadounidense como un ideal al cual debía aspirar México. Al mismo tiempo que elevaba las cualidades políticas del país del norte, Sierra O’Reilly afirmaba los que considera los fundamentos de su proyecto político, en este caso, la igualdad y la austeridad de los gobernantes. De este modo, revela las contradicciones de su propia sociedad, entre ellas las limitaciones heredadas de la época colonial, que impedían la consolidación de una verdadera república.

Como un caso de este procedimiento reflexivo, cito uno de los acontecimientos que impactó a Sierra O’Reilly durante su recorrido por Washington. Me refiero a la visita que realizó al presidente estadounidense Mr. James Knox Polk en la Casa Blanca, el día 22 de noviembre de 1847, en la que se admiró de la sencillez con la que fue conducido y recibido por este importante personaje:

[…] después [de] haber visto al presidente de Estados Unidos de Norte América en su modesta residencia, sólo acompañado apenas de un individuo de su familia, sin distintivo de ninguna clase […]; la verdad, no podrá menos de hacer muy tristes comparaciones en perjuicio de nuestras costumbres y hábitos republicanos […]. En México, todos los honores tributados a los antiguos virreyes, y acaso más todavía, se han transmitido al primer funcionario de la república. Es un contrasentido, una antilogía; pero estamos habituados a ello y el contraste no puede menos de chocarnos. Sin embargo, somos un pueblo republicano; y cuenta con que nos envanecemos de ello, hasta tocar en el ridículo.45

Empleando una vez más la comparación, el viajero critica la ostentación y la herencia colonial de México e idealiza los principios republicanos de igualdad, soberanía y democracia. Asimismo, exalta el ejemplo moral encarnado en la figura del presidente estadounidense, quien debía ser elegido por sus méritos. Esto significaba que los cargos que ocupaban los representantes políticos, o los títulos que llevaban, eran definidos no por cuestiones aristocráticas sino por las obras y los trabajos realizados. Esto último suele ser una cualidad moral presente en las utopías clásicas y, sin duda, forma parte de las proyecciones de las ideas ilustradas sobre la nación, similar a las descripciones realizadas por Sarmiento, en donde invierte lo que es molarmente correcto y, con ello, plantea una crítica a las prácticas de ostentación de la monarquía europea.

Junto con las descripciones y comparaciones críticas, la reconstrucción de eventos o pasajes de la historia de Estado Unidos, así como la vida de sus principales personajes fundadores, fue una estrategia empleada por Sierra O’Reilly para proyectar el desarrollo de una nación que debía ser imitada. En Impresiones, el discurso histórico es justificativo del proyecto nacional mexicano y es clave para comprender su visión de lo que debería ser el funcionamiento y el progreso de una nación. Uno de los ejemplos más contundentes al respecto son las abundantes menciones de la política de exterminio de los indios que Estados Unidos siguió desde la fundación de sus ciudades y el proceso de poblamiento de su territorio con grupos inmigrantes originarios de Europa. Este tema era de gran interés para Sierra O’Reilly, ya que en Yucatán la élite criolla se encontraba enfrentada con los mayas rebeldes y la supremacía del “nosotros yucateco” dependía del sometimiento de los “indios”. También, como se ha señalado, es un tema en común entre Sarmiento y Sierra O’Reilly.

Al respecto, el viajero yucateco incluyó en Impresiones la ejemplar historia del estado de Ohio en su enfrentamiento contra los indios. Para retomar este aspecto, el escritor narra las hazañas del general William Henry Harrison, décimo presidente de Estados Unidos, y la “prolongada lucha que sostuvo contra las tribus bárbaras de aquel inmenso territorio, y en la guerra última con la Gran Bretaña”.46 Además de admirarse de los valores de nobleza y valentía del general, Sierra O’Reilly exalta su causa en contra de los “indios” para legitimar la que él defendía en Yucatán. De hecho, es en estos términos que compara las injustas circunstancias en las que los emisarios ingleses salidos del Canadá dotaban de armas a los indios para enfrentar a los estadounidenses, con el envío de armas de los colonos de Belice a los indios de Yucatán. De este modo, subyace en estas exaltaciones de la historia estadounidense el anhelo del viajero por el modelo de exterminio e inmigratorio empleado en aquel país. Como parte del pensamiento criollo del “nosotros yucateco”, para Sierra la nación debía estar fundada en la supremacía “blanca” y el sometimiento de los grupos indígenas. Paradójicamente, junto con los principios de igualdad y soberanía, estas medidas racialistas fueron uno de los ideales políticos de su proyecto nacional. Similar al caso de Sarmiento, la interpretación que el viajero yucateco realiza de la igualdad respondía a la búsqueda de consolidación de la supremacía criolla sobre los grupos mayas en la región.

En su discurso crítico, Sierra juzga las condiciones en las que se encontraba México durante la intervención norteamericana que, si bien coincide con el periodo de viaje, también es narrado como un acontecimiento de la historia nacional. En este caso, el escritor explica la victoria del país extranjero frente al mexicano realizando observaciones de los vicios sociales, la inmoralidad y el desorden en que se encontraba México. El tono calificador de estas líneas fue seguido por un ensalzamiento de la precisión estratégica de Polk, por haber iniciado esta guerra en circunstancias políticas que eran ventajosas para su país.47 Este pasaje amargo de la intervención advierte a sus lectores sobre la diferencia que existía entre sus procesos históricos.

En Impresiones es posible observar un esfuerzo del viajero por hacer ver a sus contemporáneos y lectores yucatecos el “deber ser”, hacia el futuro, de una nación moderna en contraparte a como “es” en el presente yucateco y mexicano de 1850 y 1851. Cabe señalar que esta proyección de una utopía nacional en el futuro próximo es todavía más evidente en su diario de viaje, donde el escritor deja ver constantemente su preocupación por el presente de Yucatán, que en 1847 y 1848 se encontraba en luchas internas con los indígenas mayas y en conflicto externo con México. Así, mientras que en el diario la premura de plantear una alternativa al complejo contexto regional define un primer proyecto político, que por momentos parece responder al deseo de anexar Yucatán a Estados Unidos, en Impresiones, Sierra O’Reilly dejar ver una esperanza por la marcha del tiempo, fundada en su visión de la temporalidad de la historia: “la historia constante e invariable de todos los siglos […] nos muestra el origen, desarrollo, progreso, engrandecimiento y caída de los pueblos más poderosos de la tierra. Un pueblo que nace, crece, se robustece y llega a la cúspide del poder, de caer tiene por fuerza, porque ésta es la ley invariable de los acontecimientos humanos”.48 En sintonía con Sarmiento, Sierra O’Reilly creía en el progreso temporal de los pueblos, tal como lo observó en la reconstrucción que realizó en Impresiones de diferentes pasajes de la historia de Estados Unidos, así como lo imagina para el futuro de su propia nación.

Desde el punto de vista del escritor yucateco se trataba de seguir el ejemplo de la historia de la nación estadounidense, así como de comunicar a sus contemporáneos esa realidad alterna en la que podía tomar forma una verdadera república guiada por el progreso y la civilización, con la esperanza de algún día alcanzar esta utopía nacional. Dicha visión de la historia de las naciones está presente en las reflexiones y advertencias que Sierra O’Reilly dirige a sus lectores acerca de la relación política entre Estados Unidos y México, la cual ha llevado a estos países a diferentes encuentros conflictivos en sus historias. Preocupado por la asimetría entre estas dos naciones, el viajero pretende destacar la importancia del desarrollo de su país a la altura del estadounidense. De hecho, en el último libro que conforma Impresiones, el viajero hace un llamado a los mexicanos y a su gobierno sobre este tema.

En este sentido, la ficción nacional de Sierra O’Reilly era crítica en relación con el presente de México y estaba sujeta a la esperanza futura de una transformación del modelo político, más acorde al desarrollo de Estados Unidos. Por tal motivo, su utopía nacional difería del proyecto de la República mexicana que buscaba integrar la heterogeneidad del país bajo la también fundación imaginaria de una comunidad homogénea: la nación mexicana. El caso de Yucatán en la primera mitad del siglo XIX, representado por Sierra en Impresiones, pone en entredicho el “Nacionalismo” con mayúsculas, retomando a Anderson, y nos permite pensar en los numerosos y diversos nacionalismos que conformaron el pensamiento político de México en dicha época. No cabe duda de que el propio nacionalismo regionalista del escritor yucateco también fue un intento por homogeneizar la heterogeneidad sociocultural de Yucatán, a través de la exclusión de aquellos otros que no compartían su estatuto, ya sea el “otro” indígena que era rechazado y considerado un peligro para la supremacía de los sujetos criollos, o el “otro” político de perspectiva centralista, que amenazaba los intereses de la élite federalista.

Reflexiones finales

A lo largo de este artículo, hemos observado que los viajes de Sarmiento y Sierra O’Reilly fueron realizados en momentos críticos de la consolidación de las naciones argentina y mexicana. Estas crisis fueron el resultado de la pérdida de la unidad colonial y las pugnas de los diferentes grupos políticos que caracterizó los primeros años de independencia de sus países durante la primera mitad del siglo XIX. Tanto en México como en Argentina, los múltiples enfrentamientos entre élites regionales y provincias dificultaron la resolución constitucional de definir un territorio y un proyecto político autorizado. En este contexto, la escritura de sus libros, Viajes e Impresiones, revela la posición que tenían dentro de los horizontes políticos y sociales, desde el exilio en Chile y el separatismo yucateco, así como sus anhelos políticos proyectados en Estados Unidos.

En Viajes, Sarmiento deja ver a sus lectores la búsqueda de un referente utópico para proyectar un modelo nacional, el cual posteriormente, en mayor o menor medida, intentará materializar en Argentina. Este proyecto de nación, basado en la idealización de Estados Unidos, es profundamente ambivalente y revela las tensiones de la escritura de su obra en el contexto adverso de su doble exilio. Asimismo, en Impresiones, Sierra O’Reilly proyectó en Estados Unidos el referente utópico de nación en un contexto marcado por el enfrentamiento entre facciones el separatismo yucateco y la intervención norteamericana. Con la intención de dar a conocer en su libro “una especie de guía” didáctica para sus compatriotas, a partir de los discursos críticos, descriptivo y comparativo, promovió las ideas propias del regionalismo yucateco, en especial aquellas que tenían que ver con la soberanía de Yucatán frente al centralismo mexicano.

Hemos podido observar que la escritura de Viajes e Impresiones respondía tanto a una necesidad política como a un particular horizonte de lecturas que Sarmiento y Sierra O’Reilly compartieron. Así, ambos escritores retomaron los principios de libertad e igualdad, y adoptaron la lectura social e histórica que caracterizó sus obras. Sin duda, estos modos de escribir el viaje a Estados Unidos responden a dos visiones diferentes de entender la historia y la escritura, así como a las condiciones contextuales en las que se encontraban el viajero argentino y el mexicano. No obstante, en ambos casos, tanto la apropiación ensayística de Sarmiento como la historiográfica de Sierra O’Reilly revelan el papel político de sus obras, que pretendían educar, persuadir, criticar e, incluso, imaginar un orden social diferente al que los autores vivieron en ese momento.

Asimismo, el “nosotros sudamericano” en Viajes de Sarmiento partió de varios referentes latinoamericanos para su representación frente al “otro” hegemónico. Esta forma de narrar el recorrido y el desplazamiento, y que amplía los espacios de referencialidad entre el aquí y el allá, deja ver el complejo lugar de enunciación del sujeto exiliado, condición de Sarmiento a lo largo de sus viajes y en el momento de producción y difusión de su obra en Chile. Sin duda, éste es el aspecto que introduce el problema de la referencialidad de la identidad nacional dentro su obra. Mientras que, en el caso de Impresiones de Sierra O’Reilly, el “nosotros yucateco” que conformaba su identidad política y cultural también se construyó con relación a sus “otros” internos y hegemónicos. En los primeros se ubicaban aquellos antagonistas políticos que representaban los intereses del gobierno mexicano y el grupo de los indígenas mayas que eran vistos como una amenaza para la raza blanca criolla. En el caso de los segundos, el escritor menciona el “otro” europeo y, especialmente, el “otro” estadounidense que es el referente central de su viaje. Desde estas representaciones, Sierra O’Reilly buscó posicionar los intereses regionales de la élite yucateca con la que se identificaba, partiendo de las condiciones políticas de la reciente anexión de Yucatán a México.

Por último, en Viajes e Impresiones, Sarmiento y Sierra O’Reilly se identificaron con el “otro” estadounidense a partir del principio de la autoridad del criollo euroamericano, que los autorizó a invertir la representación del “otro” hegemónico. Sus ideales utópicos hacen que la civilización se ubique en Estados Unidos, para el escritor argentino; y el futuro en la nación del norte, para el mexicano. Este nuevo orden que intentaron legitimar en sus obras es, en realidad, la búsqueda de invertir también el estado político de sus propios países. Con ello, podríamos concluir que la exaltación de la nación moderna en el “otro” estadounidense fue la legitimación de sus propios proyectos políticos, ambivalentes y contradictorios.

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1El presente artículo se deriva de los resultados de investigación de mi tesis doctoral “Representaciones de los otros y nosotros en la literatura de viaje de Domingo Faustino Sarmiento y Justo Sierra O’Reilly”.

2En adelante me referiré a estas obras como Viajes e Impresiones.

9Éste es el caso del enfrentamiento de Sarmiento con Domingo Santiago Godoy, liberal que estaba a cargo del periódico opositor El Siglo.

11William H. Katra (1993) señala que el viaje a Estados Unidos fue programado a última hora, y la decisión de Sarmiento al respecto fue el resultado de conocer en Inglaterra la obra de Horace Mann acerca de la educación pública en Estados Unidos. Evidentemente, esto hizo que su viaje estuviera marcado por las dificultades económicas.

12Para más información, consúltese Campobassi, Sarmiento y su época, p. 240.

14El argentino Valentín Alsina (1802-1869) era “hombre público, abogado, de destacada actuación contra el gobierno de Rosas. Exiliado en Montevideo, colaboró con el Comercio de Plata, de Florencio Varela y asumió su dirección a la muerte -por asesinato- de Varela. Escribió unas Notas al libro Civilización y barbarie. Rojas, “Glosario. Índices onomásticos y toponímicos de Viajes”, p. 599. Asimismo, fue gobernador de la provincia de Buenos Aires en dos ocasiones: 1852 y 1858-1859.

18Sobre las diferentes formas discursivas que integran Viajes, véase el artículo “La heterogeneidad discursiva en los libros de viaje de Domingo Faustino Sarmiento y Justo Sierra O’Reilly”. España, “La heterogeneidad discursiva”, donde he desarrollado el análisis del sujeto de enunciación autobiográfico del discurso de viaje y el discurso ensayístico. Ambas formas pertenecen al discurso del “yo”.

21De este modo, en la carta de París dirigida a don Antonino Aberastain, fechada el 4 de septiembre de 1846, Sarmiento reprodujo un diálogo con Guizot y el jefe del departamento político, Dessage, quien a su parecer era el responsable de la desinformación del ministro sobre los asuntos del Río de la Plata.

22Sarmiento, Viajes, p. 106.

23Pérez, “Ideas y sistemas políticos en los Viajes de Sarmiento”, p. 1040.

24Pérez, “Ideas y sistemas políticos en los Viajes de Sarmiento”, p. 1040.

30Posterior a la escritura de su libro de viaje, esta visión siguió formando parte de su pensamiento. Al respecto, Pérez argumenta que la trayectoria política de Sarmiento fue ejemplo de ello, ya que, cuando Argentina era todavía un país analfabeto, el viajero “fue decidido partidario del voto calificado. Luego, en 1880, cuando cree que la Argentina ha elevado el nivel cultural del electorado, sostiene la necesidad de la vigencia del voto universal”. Pérez, “Ideas y sistemas políticos en los Viajes de Sarmiento”, p. 1043.

32De este modo, una vez proclamada la independencia de Yucatán de la Corona española en 1821, un sector amplio de la élite yucateca declaró: “Yucatán decidió separarse del gobierno de España [y] adherirse al que establezca el imperio siempre que sea representativo”. Campos, “La influencia de la tradición jurídica española en el separatismo yucateco”, p. 47.

33Melchor Campos García señala que, al desconocerse el Plan de Iguala, los federalistas promovieron la creación de órganos autónomos de gobierno: “La diputación provincial, en su proclama de 27 de abril de 1824, declaró que ante la carencia de un congreso nacional y de una constitución que estableciera el pacto social e integrara a todas las provincias en una nueva nación, Yucatán se encontraba “‘en el estado de libertad natural y política para deliberar sobrenaturalmente’”. Campos, “La influencia de la tradición jurídica española en el separatismo yucateco”, p. 48.

34Al respecto, Arturo Taracena enfatiza que el federalismo en México fue empapándose de una visión asimétrica; de este modo, “Yucatán consideraba por razones históricas que su territorio debía contar con más atribuciones que las de los otros de la Federación, pero sin necesariamente cubrir las obligaciones adquiridas frente al gobierno nacional”. Taracena, De la nostalgia por la memoria a la memoria nostálgica, p. 48.

36Cabe señalar que en Impresiones no se encuentran descripciones de la visita de Sierra O’Reilly a Canadá, aunque por un texto publicado en El Fénix el 1ª de enero de 1849, conocemos algunas de sus descripciones de su visita al Niágara, fechada el 16 de junio, y una mención de su paso por Montreal y Quebec. En la edición de esta obra realizada por Manuel Sol, éste señala que el recorrido del viajero por este país debió haber sido durante la segunda quincena de junio y la primera de julio de 1848, “pues el 16 de junio había dado por terminada su misión en Estados Unidos, y el 5 de agosto ya se encontraba de vuelta en la península de Yucatán”. Sol, “Estudio preliminar”, p. 12. Asimismo, es importante destacar que Sarmiento también visitó algunas de estas ciudades, aunque en una temporalidad diferente; entre ellas, Baltimore, Filadelfia, Washington, Pittsburgh y Nueva Orleans, incluso la zona fronteriza de Canadá y las ciudades de Montreal y Quebec.

37Para más información, consúltese Serrano y Vázquez, “El nuevo orden”, pp. 397-442.

38La conocida como Guerra de Castas fue el violento enfrentamiento entre población indígena del sur y oriente de Yucatán y los “blancos” o élite criolla de la región, que inició en julio de 1846 y se prolongó hasta 1901. Para una revisión histórica y crítica de este conflicto véase Quezada, Breve historia de Yucatán, y Rugeley, Rebellion Now and Forever.

40Sobre las ediciones póstumas del diario y las diferencias de la escritura de viaje entre este documento y el libro Impresiones, véase mi tesis de maestría: España, “La Utopía nacional en la literatura de viaje de Justo Sierra O’Reilly”.

47Sin embargo, cabe señalar que posteriormente, en el libro segundo de Impresiones, Sierra O’Reilly criticó al presidente estadounidense, quien justificó públicamente la invasión a México destacando que fue en defensa ante los supuestos ataques de la nación mexicana.

Recibido: 26 de Enero de 2021; Aprobado: 03 de Junio de 2021

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