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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.72 n.2 Ciudad de México Oct./Dec. 2022  Epub Sep 14, 2022

https://doi.org/10.24201/hm.v72i2.4158 

Reseñas

Sobre Ariel Rodríguez Kuri, Museo del universo: los Juegos Olímpicos y el movimiento estudiantil de 1968

José Carlos Reyes Pérez1 

1Instituto Nacional de Antropología e Historia

Rodríguez Kuri, Ariel. Museo del universo: los Juegos Olímpicos y el movimiento estudiantil de 1968. Ciudad de México: El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2019. 457p. ISBN: 978-607-628-936-5.


Los gabinetes de curiosidades fueron precursores de los museos como hoy en día los conocemos. Cada gabinete generalmente era creado por un europeo y contenía objetos raros o artilugios asombros. En estos gabinetes incluso se encontraban disecados los especímenes más valorados por el curador.

Según el sociólogo e historiador Ariel Rodríguez Kuri, la ciudad de México se convirtió en el “museo del universo” en el año 1968 en el sentido de que fue el “lugar en donde se exponen objetos de valor artístico o de interés histórico o científico para que se les contemple, estudie o aprecie”. Como se demostrará a continuación, esta percepción es correcta siempre y cuando no se confunda con la noción eurocéntrica de los gabinetes de curiosidades.

A lo largo de 8 capítulos, Rodríguez Kuri se vale de un lenguaje elegante para entablar un diálogo con la más actualizada historiografía internacional sobre los “largos sesenta”. Los 500 ejemplares impresos en septiembre de 2019 explican de manera detallada las circunstancias geopolíticas y nacionales que confluyeron para que se realizaran tanto los Juegos Olímpicos como el movimiento estudiantil de 1968. El libro refuerza la idea, presentada por Octavio Paz en su ensayo Posdata: los Juegos Olímpicos y el movimiento estudiantil fueron dos procesos complementarios y no excluyentes. Sin embargo, a diferencia del Premio Nobel, el historiador determina al final de su libro que en la historia de México nada estaba predestinado.

La misma estructura del libro reafirma la idea del rechazo a las explicaciones teleológicas. El libro se divide en dos grandes subconjuntos: los capítulos 1, 2 y 4 se centran en analizar lo “planeado” de las actividades olímpicas; en contraste, los capítulos 5, 6, 7 y 8 se abocan en lo inesperado, es decir, el movimiento social. El capítulo tercero tiene el propósito narrativo de mostrar la otra parte de la sociedad mexicana: la reacción conservadora. Es preciso señalar que existen versiones previas de 6 de los 8 capítulos que componen el libro, aunque reescritos y complementados con mayor información para formar una narrativa general.

La experiencia historiográfica que tiene el autor se plasma en este libro. Sobre todo, sus trabajos acerca de la historia de la ciudad de México y la historia política contemporánea; conviene recordar que también es autor de Historia política de la ciudad de México, publicado por El Colegio de México en 2012. Desde la introducción aparecen cuadros, porcentajes y comparaciones muy bien explicadas sobre el proceso demográfico-urbanístico del área metropolitana. El libro cuenta con un buen número de tablas, planos e ilustraciones en blanco y negro. La rigurosidad del historiador queda patente al explicar el importante papel que tuvo México en la geopolítica de la Guerra Fría, además de mostrar las habilidades de los gestores mexicanos ante el intento por varios países de boicotear el evento deportivo.

Museo del universo es un libro que puede leerse desde diferentes perspectivas: las relaciones internacionales, el mundo del deporte, las rebeliones de los “largos sesenta”, la historia de la ciudad de México o la historia cultural. El autor logra descomponer en sus partes el problema del 68 mexicano: la población del área metropolitana, el punto de vista de los conservadores, el gobierno, los jóvenes, las gestiones internacionales de la organización del evento deportivo.

El capítulo 1 muestra que la historia del olimpismo moderno es un tema privilegiado para el estudio de las relaciones internacionales sobre todo en la Guerra Fría. Este capítulo se concentra en analizar las razones por las que México ganó la sede. Explica de manera excelente que 1963, año en que México fue aceptado para ser sede olímpica, fue un momento clave en los movimientos de descolonización del Tercer Mundo. Hecho que marca la excepcionalidad y génesis de las disputas de 1968 en México.

El capítulo 2 se enfoca en la ciudad, pues “el mismo espíritu olímpico se centra más en las ciudades sede que en los países”. Sobresale el proceso en el que se describe cómo el presidente de México acabó por apropiarse del comité organizador olímpico en 1966 como un rasgo más del autoritarismo mexicano y del afán de controlar todo desde la presidencia.

El capítulo tercero se centra en el incendio que ocurrió en la catedral de la ciudad de México dejando como resultado la pérdida del Altar del Perdón y del Coro, los cuales fueron restaurados después de una larga polémica respecto a si había que construir un espacio moderno. Este capítulo muestra lo reaccionario de algunas partes de la sociedad mexicana, pues “lo mexicano se fundió en la Catedral con el éthos católico conservador y cercano en espíritu a las formas de autoritarismo político, ese que mostraría su rostro en 1968”.

El capítulo cuarto señala buena parte de los problemas internacionales que se dieron alrededor de las Olimpiadas de 1968, como la amenaza de boicot por parte de distintos países, llegando a considerarse que se ponía en peligro lo que convertía en único al evento deportivo en el país: primer evento en un país del Tercer Mundo y mediador entre los dos polos políticos en pugna.

A partir del capítulo cinco se analiza mes por mes el movimiento estudiantil iniciando en julio. El sexto capítulo se centra en el mes de agosto, destacando la maduración del movimiento y algunos de sus participantes; en este capítulo se analiza la colección de Empresas Editoriales, Nuevos Editores Mexicanos del Siglo XX presentados por sí mismos, Autobiografía Precoz, en la que participaron 12 autores de los más importantes de México en cuanto a literatura. Por su parte, el capítulo séptimo se centra en septiembre, además de presentar un interesante análisis sobre los textos de Carlos Fuentes y Raymond Aron, que trataron de explicar el mayo parisino; sin embargo, el único que fue ampliamente divulgado en México fue el de Carlos Fuentes, editado por Ediciones Era. El capítulo ocho narra lo sucedido en octubre, con toda la violencia y el fervor por las inauguraciones olímpicas. Las conclusiones del libro dejan en claro que para el autor “el 2 de octubre no fue el momento inaugural de una supuesta transición política”.

Una de las explicaciones más novedosas que el autor utiliza son las categorías: “políticas de la ansiedad” y “pragmática conservadora”. Las primeras son los mecanismos subjetivos con que las personas comunes y normales racionalizan, dan sentido y responden a ciertas novedades, en este caso, de índole demográfica y cultural. En cambio, las segundas conforman las opiniones, sugerencias y actitudes inmediatas de todo tipo de personajes frente al movimiento estudiantil. Como se puede observar, su teoría básicamente consiste en mostrar la resistencia de la sociedad mexicana a los cambios estructurales, así como al apoyo de la fuerza para mantener el orden.

Como puntos débiles del libro se puede señalar que cierra de forma abrupta y poco esperanzadora para las personas de pensamiento afín a la izquierda, pues señala que las clases medias urbanas y los migrantes pobres en la ciudad prefirieron salvaguardar sus valores.

Cabe señalar que sorprende que el autor haya dejado pasar la oportunidad de ahondar en la función que El Colegio de México tuvo en el movimiento de 1968, no sólo con la participación de sus estudiantes sino también de algunos profesores, como, por ejemplo, el caso del sociólogo brasileño Ruy Mauro Marini, quien participó activamente tanto como profesor de dicho Colegio como de la UNAM. En 1968, sobresale la creación de un seminario de lectura de El capital “con la participación de estudiantes y profesores jóvenes de El Colegio y de la UNAM”.1 Hubiera sido interesante ahondar más en este caso, en el cual un extranjero fue visto como peligro para los jóvenes mexicanos y se le solicitó salir del país.

Como se señaló en un inicio, algunos espectadores poco atentos al museo que se creó en la ciudad de México en 1968 podrían leer mal la exposición y considerarla un simple gabinete de curiosidades, pues podrían señalar que fue una copia de los movimientos europeos dados en Italia, Francia y Estados Unidos de América sin tomar en cuenta que, en el caso mexicano, el movimiento “tuvo una agenda volcada al ejercicio de libertades políticas civiles básicas”. Asimismo, algunos espectadores han considerado que el “curador” fue una mente maestra que preparó todo para que se diera la exposición de forma consecutiva con los personajes indicados. Por otro lado, si la sociedad mexicana ha mantenido y desea conservar los valores, hábitos y mentalidades de la generación conservadora y reaccionaria del 68, las clases medias verán muy difícil salir de ese “museo” autoritario, patriarcal, nacional, católico y socialmente excluyente que aún se vive en México, convirtiéndose en un espécimen valorado para mantenerse inmóvil en el escaparate del universo.

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