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Historia mexicana

versão On-line ISSN 2448-6531versão impressa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.72 no.2 Ciudad de México Out./Dez. 2022  Epub 14-Set-2022

https://doi.org/10.24201/hm.v72i2.4151 

Reseñas

Sobre Tim Fanning, Paisanos. Los irlandeses olvidados que cambiaron la faz de Latinoamérica

Marcela Terrazas y Basante1 

1Universidad Nacional Autónoma de México

Fanning, Tim. Paisanos. Los irlandeses olvidados que cambiaron la faz de Latinoamérica. ,, Bogotá: Fondo de Cultura Económica, Luna Libros, 2018. ISBN: 978-958-8249-31-5.


De la pluma de Tim Fanning (Dublín, 1976), historiador de formación, periodista y editor de diarios en Irlanda y España, es el volumen del que nos ocuparemos. Su propósito es dar a conocer el papel jugado en el movimiento independentista de Hispanoamérica por soldados, marineros, políticos, diplomáticos, comerciantes, misioneros y sacerdotes irlandeses y por descendientes directos de sus coterráneos. También se ocupa de los irlandeses que, al servicio de España, colaboraron en generar las condiciones para la independencia. El estudio se centra en las primeras décadas del siglo XIX y se extiende hasta los años sesenta y setenta de esta centuria.

El libro nace de la preocupación de llenar un vacío: el de la historia de los irlandeses que ayudaron a lograr la liberación de las repúblicas hispanoamericanas. Vacío que contrasta con la vasta historiografía sobre el aporte de los hijos de Irlanda al proceso análogo de Angloamérica. Escrita originalmente en inglés (Paisanos: The Forgotten Irish Who Changed the Face of Latin America, 2016), la historia de esos “irlandeses olvidados” se encuentra ahora al alcance del lector hispanohablante.

El texto está bien investigado y sólidamente documentado. No busca ser un estudio analítico de índole académica, pero en cambio ofrece una espléndida narrativa que cuida de establecer el contexto regional e internacional donde se desenvuelven los hechos y de trazar breves bosquejos biográficos de cada uno de los personajes que pueblan esta historia. Así se entiende cómo éstos arribaron al momento en que se vuelven actores principales de los sucesos. Es, en cierta forma, una ventana a la España de los Borbones, a la de la ocupación napoleónica, a la de la restauración, y un mirador de los dominios americanos en el momento de las luchas libertarias, durante su desarrollo y en el periodo postindependiente. Delinea y, con frecuencia, exalta las altas cualidades de los irlandeses, la admiración que causaron y los celos que generaron; también retrata el apoyo recíproco entre compatriotas. Por la naturaleza de la temática, gran parte de la obra se inscribe en la historia social militar, pues el autor retrata los orígenes sociales de los actores, los motivos que los trajeron a América, las razones que los movieron a luchar: la falta de dinero, el deseo de aventura y aun los paralelismos que encontraron entre la experiencia colonial de Hispanoamérica y la de Irlanda. Refiere la vida en los campamentos, el carácter de muchos de los personajes y algunas historias breves de los amoríos de los protagonistas. La reseña de las batallas es vívida y atractiva, al igual que la descripción de los paisajes y los terrenos que recorrieron las legiones irlandesas o donde se escenificó la acción. El autor delinea la geografía donde se desarrolla el relato y ubica al lector en la división política a la que hoy corresponde esa geografía -recurso digno de agradecer-. Da cuenta de las penalidades pasadas por un sinnúmero de irlandeses por falta de alimentos, agua, paga y por decisiones erróneas de los mandos, que en algún momento -como en Riohacha- provocaron motines.

La primera parte del libro versa sobre “la historia de los irlandeses en el mundo atlántico hispánico del siglo XVIII” y, en la segunda parte del volumen, ofrece el contexto del periodo revolucionario. En este momento, los voluntarios nacidos en Irlanda llegaron a Hispanoamérica, desde puertos ingleses e irlandeses, para pelear en las fuerzas de Simón Bolívar, tema en el cual hace énfasis. La parte final trata la carrera de algunos de los voluntarios irlandeses más notables que, luego de servir en la guerra, se establecieron en las nuevas naciones, donde sufrieron las guerras civiles e intrigas que las sucedieron. El volumen viene precedido por un conjunto de mapas, útiles al lector.

Fanning señala cómo muchos de los irlandeses que llegaron a la América hispana emigraron a España primero, y de ahí, cruzaron el Atlántico. En el nuevo continente desempeñaron papeles modestos o destacados, como voluntarios o como oficiales de alto rango, y así se les recuerda en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú, Uruguay, Venezuela y México. Entre los más conocidos están Bernardo O’Higgins y Juan O’Donojú, relevantes figuras en las independencias chilena y mexicana. Otros irlandeses que se batieron en las independencias hispanoamericanas fueron olvidados por haber ingresado como ingleses, pues Irlanda era entonces parte del Reino Unido de la Gran Bretaña. El autor reconstruye con precisión sus historias y puntualiza que estos hombres lucharon en ambos bandos -de los independentistas y de los realistas- durante las luchas libertarias, y los hubo que cambiaron de partido.

Fanning narra la forma en que los inmigrantes irlandeses salieron de su tierra natal a fines del siglo XVII, al termino de la guerra entre el rey William III, protestante acérrimo, y el monarca católico James II, cuando el Parlamento inglés, dominado por reformados, emitió leyes anticatólicas. Esos irlandeses, advirtiendo su adverso futuro, encontraron refugio en España, donde formaron una próspera comunidad de comerciantes, gracias al intercambio comercial con América y el norte de Europa en el siglo XVIII. En realidad, desde dos siglos antes, cuando la monarquía española emprendió la Contrarreforma, los católicos perseguidos hallaron amparo y tuvieron a su alcance las facilidades para comerciar con los dominios hispanoamericanos, con ventaja sobre competidores británicos, franceses y holandeses. También se les allanó la entrada al ejército, la marina y la administración real españolas. Tal fue el caso de Richard Wall, quien llegó a primer ministro del gobierno español durante los gobiernos de Fernando VI y de Carlos III, posición desde donde apoyó a sus compatriotas. Pero, expone el autor, los irlandeses no sólo fueron comerciantes o militares; también hubo científicos: naturalistas, geógrafos, economistas y estudiosos de la ciencia política que colaboraron para que Carlos III se formase una idea cierta de los dominios españoles en América y de España misma. Destaca el caso de Pedro Alonso O’Crouley, autor de Idea compendiosa del reyno de Nueva España, con vasta información sobre “la geografía, la historia natural, la organización religiosa y el desarrollo urbano de México” (p. 51). Distingue el trabajo de Antonio O’Brien, Explicación de los metales de Huantajaya, informe sobre las minas de plata en el norte de Chile, que sienta las bases de la mineralogía y la metalurgia modernas chilenas. Hace énfasis en la obra de los frailes Thomas Connelly y Thomas Higgins, quienes, por instrucciones de Carlos IV, elaboraron el primer diccionario castellano-inglés publicado en España. En el campo de la economía, subraya cómo Bernard Ward recomendó la fundación de Sociedades Económicas de Amigos del País, como la establecida en el País Vasco y replicada en España y sus posesiones americanas. Destaca las obras de ingenieros y soldados irlandeses en el diseño de planes defensivos y proyectos para reforzar fortificaciones, tras la derrota de España en la Guerra de Siete Años (1756-1763). Pondera el plan de Alexander O’Reilly, modelo para la reorganización del ejército y las milicias de Carlos III en sus dominios americanos, así como su idea de reconstruir los fuertes para defenderlos de los piratas holandeses y británicos y rescatar la autoridad hispana en la Luisiana.

La obra narra la participación de irlandeses en las milicias para expulsar a los ingleses de Buenos Aires en 1806; en 1807, cuando los británicos invadieron Montevideo, y ese mismo año, en que los ingleses trataron de recapturar Buenos Aires. Dibuja la figura de William Brown, quien encabezó la marina insurgente de aquel lugar (compuesta por irlandeses, ingleses y estadounidenses) en contra de la armada realista, a la que le infligió una derrota en mayo de 1814. Más tarde, en 1825, Brown reapareció para hacer frente a la fuerza naval brasileña que bloqueaba navalmente Buenos Aires. En 1841, encabezó la armada argentina en su guerra contra Uruguay. También esboza el papel de Peter Campbell, considerado héroe y fundador de la marina uruguaya.

Una historia particularmente atractiva es la de Bernardo O’Higgins, hijo de Ambrose O’Higgins, virrey del Perú. Relata su participación en la lucha independentista de Chile, al lado de San Martín. O’Higgins, junto con William Brown, protagonizó la “contribución irlandesa al esfuerzo de guerra patriótico…”, pero no fueron los únicos. Miles de irlandeses (se calculan 3 650) tomaron parte en ese esfuerzo, en particular en el norte de América del Sur, movidos por necesidades financieras o por el deseo de aventura y atraídos por la llamada de Simón Bolívar, necesitado de voluntarios. El capítulo relativo al tema describe sus penurias, privaciones y la fiebre amarilla, que a muchos llevó a la tumba. Se dibuja la composición de origen inglés e irlandés de la Legión británica que apoyó las acciones del libertador Bolívar. El retrato de los componentes de los regimientos irlandeses es minucioso; describe edad, condados de origen y la ocupación que ejercían antes de viajar a América. Relata las penurias de hombres, mujeres y niños que zarparon con la Legión Irlandesa y que fueron víctimas de enfermedades, falta de pago y miseria. Refiere la colaboración de los irlandeses en la última etapa de la lucha independentista encabezada por San Martín, Sucre y Bolívar.

Una debilidad del texto se encuentra en los temas relativos a México. A saber: el contexto histórico en que se inscribe a Juan O’Donojú presenta inexactitudes. Asimismo, acude a versiones simplistas de fenómenos como la separación de Texas de la federación mexicana y su anexión a Estados Unidos. Entendemos que es difícil que una historia que abarca una gran variedad de procesos en un espectro amplio de tiempo profundice, pero no puede dejar de señalarse estos límites de la obra.

La última parte del libro plantea las vivencias de los irlandeses que permanecieron en Latinoamérica después de las guerras independentistas. Algunos -nos dice- se incorporaron a las fuerzas armadas de las jóvenes repúblicas; otros al mundo de la política -como O’Higgins- o de la diplomacia -como O’Leary-. Todos experimentaron el periodo de reorganización política de las jóvenes repúblicas.

El volumen finaliza con un rastreo de la labor historiográfica de los irlandeses sobre la independencia de los países hispanoamericanos. Asimismo, da cuenta de cómo los políticos del siglo XX se percataron del valor simbólico de los héroes irlandeses y se apropiaron de ellos, trasladándolos a cementerios dedicados a los próceres de la patria y levantándoles estatuas ecuestres. Todo esto, con el fin de legitimarse frente a ciertos sectores sociales.

En suma, el volumen va más allá de historiar la participación irlandesa en las luchas independentistas hispanoamericanas; nos muestra la contribución de políticos y comerciantes, científicos, traductores, ingenieros, estrategas, minerólogos, metalurgistas, militares, marinos, misioneros y voluntarios irlandeses a la construcción de las jóvenes repúblicas americanas.

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