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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.72 no.2 Ciudad de México oct./dic. 2022  Epub 14-Sep-2022

https://doi.org/10.24201/hm.v72i2.4143 

Reseñas

Sobre Roberto Domínguez Cáceres y Víctor Gayol (coords.), El imperio de lo visual. Imágenes, palabras y representación

Marina Garone Gravier1 

1Universidad Nacional Autónoma de México

Domínguez Cáceres, Roberto; Gayol, Víctor. (coords.), El imperio de lo visual. Imágenes, palabras y representación. ,, Morelia: El Colegio de Michoacán, 2018. 541p. ISBN: 978-607-544-032-3.


En la presentación de este libro, que es fruto de las reuniones de seminario del Grupo de Estudios sobre Religión y Cultura (GERyC), los coordinadores del volumen, Roberto Domínguez y Víctor Gayol, indican que la imagen en su dimensión de fuente histórica es el fundamento sobre el que se articulan los trabajos reunidos, los cuales también indagan sobre problemas, preguntas e ideas acerca de las relaciones entre imagen y texto. Asimismo, comentan que una de las riquezas de la obra es la diversidad de enfoques teóricos y métodos de investigación empleados por los colaboradores y retoman concretamente la idea de Genette de transtextualidad en su diálogo con la imagen, haciendo énfasis en la interrelación, interdependencia y desplazamientos entre textos e imágenes. Ese planteamiento, y algunas reflexiones que surgen de la lectura, permiten pensar que los estudios de iconotextualidad pueden ser una posible clave para la interpretación de este libro. Al ubicar la centralidad de la imagen para comprender los fenómenos culturales, autores como Mitchell proponían el desdibujamiento de fronteras de los fenómenos que competen al “texto” y la “imagen” y planteaban que sus ámbitos de acción son zonas interdependientes. Sobre esa línea, y más tarde, Peter Wagner propuso el término “iconotexto” para bautizar todo un campo de estudio interdisciplinario. Ese marco de referencia ampliado es el que puede servir para leer los 14 textos de este libro organizado en tres secciones de variada extensión y alcances.

La primera de ellas, “Imágenes, devociones y poder”, cuenta con siete capítulos que forman una unidad coherente y consistente. Víctor Medina rastrea el origen, la consolidación, los avatares y el traslado de la devoción de la Virgen de la Leche desde Florida hasta Yucatán. El historiador plantea que la imagen de la Virgen de la Leche, además de cumplir una función religiosa, en tanto dadora de “alimento espiritual”, también jugó un papel coercitivo entre militares apostados en dos regiones de los territorios hispánicos de ultramar. Un indicio que queda por explorarse es el inicio mismo de la devoción de La Leche en suelo americano atribuido a una cofradía de indios (p. 43), en la medida que ahí se plantea un estadio de devoción previo al castrense, inscribiendo esta imagen en el circuito de evangelización de los naturales de la Florida.

La contribución de Yolanda Guzmán se enfoca en un fenómeno atípico de los procesos de canonización: la ausencia de imágenes de los mercedarios Pedro Nolasco y Ramón Nonato durante el primer cuarto del siglo XVII en Michoacán. La autora demuestra cómo la discusión católica en torno a la veneración de santos por medio de imágenes tuvo un impacto en la creación de elementos artísticos y visuales para el culto. Entre las fuentes empleadas, hay varias de las que no se indica si se trata de libros manuscritos o impresos (p. 65, en nota); omitir la naturaleza material de los documentos puede inducir a considerar como “raros” ciertos fenómenos que son propios de la cultura impresa, por ejemplo la reiteración de ciertos pasajes textuales.

El capítulo de Magdalena Vences trata de la creación de dos grabados ad hoc del dominico San Luis Bertrán, en la década de 1660. Este trabajo plantea el papel que las imágenes tuvieron en el proceso de canonización, para después conjugarlas con otras fuentes históricas complementarias, tanto documentales como pictóricas. Los grabados y textos estudiados por Vences dan origen a la visualidad de un modelo de vida ejemplar, que fue un paradigma de la Contrarreforma.

Hugo Félix se interesa en la construcción del retablo para la advocación del Señor de Pantoja en la iglesia de nuestra Señora de Cosamaloapan, Michoacán, por parte del maestro ensamblador Sebastián Cerda durante el siglo XVIII. Félix hace gala de sus habilidades en la descripción iconográfica clásica de los estudios de arte y analiza las pinturas que acompañan al retablo, un ciclo pasional que, junto con las previsiones testamentarias de la familia Cerda, le permiten interpretar que el espacio y el ajuar de su retablo fueron usados además para rituales funerarios. Sobresale la investigación histórica acerca de los maestros artesanos indígenas y su lucha por defender sus privilegios estamentales, además de las informaciones acerca de los orígenes del santuario en que se entabló el mueble y de los vínculos entre la imagen de la Señora de Cosamaloapan y Juan de Palafox.

Nelly Sigaut muestra nítidamente la perspectiva conceptual que emplea, la historia-problema, la que elude el mero racconto factual para proponer una urdimbre de documentos, hechos y objetos amalgamada con hipótesis y conjeturas. La historiadora del arte aborda la relación emocional y devocional, así como la dimensión política, que adquirió para Palafox la imagen de Nuestra Señora de Trapana en diversos soportes, al grado de integrarse con él en una suerte de simbiosis que formó parte de los “argumentos materiales” de su proceso de canonización. En la lectura de los signos de agencia extendida de lo divino y político que ejercen ciertas imágenes, se observa la finura y atino del método empleado por Sigaut, que le permitió localizar en fotos de la restauración de Tepotzotlán el espacio que protagónicamente ocupó la virgen en ese recinto.

Carolina Abadía se ocupa de la lectura política de La Religión socorrida por España, de Tiziano, y su vínculo con Felipe II. La estructura de su trabajo consiste en la biografía artística del pintor, las relaciones que sostuvo con Carlos V y su sucesor, los elementos documentales relativos a la batalla de Lepanto y un análisis iconográfico de la pintura donde demuestra la encarnación del pensamiento político que lo envuelve. De este ensayo es relevante la demostración de la intensa producción de grabados para difundir obras pictóricas y su impacto en la estabilización y reproducción de modelos de representación, aunque dichas piezas no necesariamente garantizaron la estabilidad en los modos de lectura y significados de las imágenes.

La primera parte del libro concluye con el trabajo de Julián Velasco sobre los objetos de arte efímero producidos para la proclamación de Fernando VII. La ceremonia realizada en una villa del Nuevo Reino de Granada a inicios del siglo XIX, además del valor festivo, implicó la necesidad de legitimación de la monarquía española en América. El caso destaca porque la documentación conservada vincula textos descriptivos con dibujos a color, que el investigador contrasta continuamente. Velasco advierte que, si bien la documentación ya ha sido publicada, no ha sido usada de manera dialógica, es decir, que ha sido mirada desde una perspectiva histórica literal, que toma la fuente como sinónimo de contenido, sin considerar ni el género discursivo ni la forma gráfica que la reviste. El investigador considera que el manuscrito “tiene el formato de un impreso” (p. 245). En este sentido se echa de menos un análisis codicológico que permita distinguir si se está ante el traslado de un manuscrito con intención de belleza o si se produjo un original de imprenta.

La segunda sección de libro, “Imaginarios políticos y festivos”, comprende dos capítulos. En ambos se demuestra que el investigador debe recurrir a un registro amplio de evidencias “textuales”, ensanchando el clásico espectro de documentos en los que durante tanto tiempo se asentó la construcción del discurso sobre el pasado. Los vestigios a los que se recurre en dichos ensayos son imágenes en varios formatos, así como descripciones de bailes y trajes.

En el primer caso, Claudia Espejel hace el recorrido de un quinquenio de la visita provincial del comisario franciscano Alonso de Ponce por un centenar y medio de conventos en las regiones de su regla en la Nueva España, registrado por su secretario en un diario. Es notable el detalle de la descripción cuasi antropológica que ofrece el documento de las danzas indígenas interpretadas para la recepción del prelado en diversas poblaciones. Los bailes fueron actuaciones de los conflictos interétnicos en el suelo americano, que visibilizaron las diferencias entre indios cristianizados e “infieles” chichimecas. El carácter multisensorial de los documentos (como la descripción de la música, vociferaciones y canciones, bailes, vestimentas, olores) dificulta su interpretación y exige del investigador una gran capacidad de abstracción y una lectura sinestésica de la fuente.

Por su parte, Martha Sandoval expone cómo, a finales del siglo XVII y principios del XVIII, las modas de las ropas de los funcionarios españoles se adaptaron en su tránsito atlántico, adquiriendo rasgos locales. La autora señala que el vestuario tuvo un punto de inflexión doble para España y sus posesiones de ultramar a finales del siglo XVIII debido, por un lado, al auge de la industria textil (bajo la modalidad estética francesa) y, por otro, al cambio de la casa gobernante de aquel reino. Sin embargo, las transformaciones de la ropa “a la francesa” propuestas por los monarcas matritenses promovieron también la permanencia, dentro de un grupo estamental, de la moda tradicional española que funcionó como consigna de reafirmación nacionalista. Las representaciones del monarca español se difundieron en los territorios ultramarinos mediante grabados en los que las claves del vestir fueron cruciales. Sobresale del trabajo de Sandoval la meticulosidad en la descripción de los ajuares, que aterriza en un pormenorizado glosario.

La tercera y última sección, “Las palabras y las imágenes en los libros”, está integrada por cinco ensayos que se concentran en evidencias poco habituales para la escritura de la historia y cubren un amplio periodo que va del siglo XIII al XXI. En ellos se nota la intención de aportar elementos de novedad y originalidad a los estudios de cultura visual, material, ciencia y edición. En esta sección es donde más se hace evidente que el libro invita a una lectura fragmentaria.

El texto de Emilie Ordinaire tiene como objeto de estudio la primera enciclopedia en lengua occitana, la cual aborda a partir de un rastreo de archivo con el que subsana pérdidas de información y repasa las nociones de ciencia, poesía y conocimientos comprendidas en dicha obra. Según la autora, el vocabulario occitano popularizaba saberes exclusivos del clero; en esa medida las estrategias retóricas y discursivas, a la vez que editoriales, cobraron particular trascendencia para establecer puentes comunicativos pensados para públicos no cultos.

César Manrique expone la crisis y reconfiguración que implicó para el negocio del libro flamenco la salida de los impresores protestantes y la permanencia de los católicos en una de las ciudades que vio florecer el arte tipográfico más excelso del periodo de la imprenta manual. Por medio de una intensa campaña visual, con la profusión de imágenes grabadas en los frontispicios de los libros, se forjó un “espacio gráfico” que difundió un discurso claro en consonancia con los postulados religiosos de Felipe II. Las estrategias de análisis empleadas por el investigador fueron la iconográfica y la iconológica, nutridas con un sólido conocimiento de la bibliografía flamenca del periodo, derivados del estudio directo de las fuentes impresas.

El ensayo de Víctor Gayol se centra en el análisis de los tratados de esgrima de la monarquía española de los siglos XVI y XVII, en los que localiza y describe la continuidad de los cánones y modelos de representación renacentista del arte de la espada. Los grabados usados en su trabajo están insertos en un contexto bibliográfico; de ahí se desprenden algunas claves de análisis del significado de las imágenes: las ilustraciones “sujetan” modos de lectura que participan en los debates entre saberes técnicos y científicamente válidos, es decir los de corte académico, que entonces se contraponían con los saberes basados exclusivamente en la práctica.

El capítulo de Roberto Domínguez estudia un libro del franciscano Manuel Antonio de Rivas, aparecido en la década de 1770, apreciado por otros estudiosos como uno de los primeros relatos fantásticos o de ciencia ficción de América. Su propuesta, sin embargo, es reorientar la interpretación puramente literaria de la fuente para ubicar esa obra en el contexto más amplio de las condiciones de producción escrita original. Para ello, entre varias herramientas metodológicas y conceptuales, Domínguez se basa en la biografía del autor, en la interpretación de las imágenes y figuras retóricas del texto, y analiza el grado de crítica social que subyace entre las líneas del texto de Rivas que fue escrito en el contexto de observaciones astronómicas y recuentos de viajeros.

Inés Sáenz cierra el libro con un texto que plantea las dificultades del estudio de las producciones artísticas de Mario Bellatin, en la medida que sus obras se transforman con la reescritura del autor y se materializan en diversas ediciones y reediciones aparecidas en países de América Latina y Europa. La investigadora recurre al concepto foucaultiano de “arqueología”, útil para identificar y desentrañar las reglas internas de organización de los escritos. Sáenz acerca sus herramientas de análisis a las de la bibliografía material, a la par que se detiene en cómo el escritor articula textos e imágenes y los vincula con otras manifestaciones culturales.

Para cerrar estas líneas y de regreso a la presentación del libro, retomamos algunas expresiones de los coordinadores cuando mencionan que “En ciertos momentos el libro no aparenta tener la uniformidad propia de las publicaciones académicas tradicionales” y más adelante señalan que hay un perceptible “desequilibrio entre las propias páginas del libro” (p. 18). Como advertimos más arriba, la primera sección del libro cuenta con autonomía suficiente que le hubiera permitido escindirse del volumen; sin embargo es posible aventurar que los capítulos se leerán de forma miscelánea. Es innegable que uno de los retos habituales de los libros colectivos es la correcta articulación y balance entre los ensayos, de ahí que el equilibrio de los contenidos y secciones será una de las meta que podrán alcanzar los futuros volúmenes que surgirán en el seno del GERyC. Sin embargo, los aportes de este libro son tangibles ya que justamente en su diversidad cronológica, temática y disciplinar reside su riqueza.

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