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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.72 no.2 Ciudad de México oct./dic. 2022  Epub 14-Sep-2022

https://doi.org/10.24201/hm.v72i2.4142 

Reseñas

Sobre Víctor M. González Esparza, Resignificar el mestizaje tierra adentro. Aguascalientes, Nueva Galicia, siglos XVII y XVIII

Gabriela Itzagueri Mendoza Sánchez1 

1Universidad Autónoma de Aguascalientes

González Esparza, Víctor M.. Resignificar el mestizaje tierra adentro. Aguascalientes, Nueva Galicia, siglos XVII y XVIII. México: ,, Universidad Autónoma de Aguascalientes, El Colegio de San Luis, 2018. 236p. ISBN: 978-607-8523-66-5. ISBN: 978-607-8500-63-5.


Desde el título, el libro resulta ser una provocación para reflexionar sobre nuestra historia, para repensar acerca de la conformación social y cultural. De ahí la importancia del planteamiento de Víctor M. González Esparza sobre el concepto de mestizaje que vemos en este trabajo; la forma en la que comúnmente lo comprendíamos carecía de contenidos históricos.

El autor conjunta sus conocimientos sobre demografía, sociología, historia social y del arte. Únicamente una investigación cuidadosa permite proponer la resignificación de un concepto como es el de mestizaje. Gracias a la apertura para ver los acontecimientos desde una perspectiva distinta a la manera como se han visto comúnmente, y al interés por emprender una investigación relevante por la profundidad de sus planteamientos, se puede dar forma a un libro como éste.

Vale la pena subrayar desde el inicio que el trabajo detrás de este libro, que incluye un cuidadoso proceso de investigación demográfica, no tiene en la laboriosidad su único valor; es la ambición intelectual, producto de una revisión crítica también a una extensa bibliografía, lo que le hace posible, pero, como dijera Manuel Castells, “éste no es un libro sobre libros”.

Pronto, en el libro se da la oportunidad de replantear la idea que tenemos de nuestro territorio, podemos ver que la región donde actualmente se encuentra Aguascalientes fue una región de frontera. Si bien, con un trabajo anterior, González Esparza ya nos compartía información para comprender cómo fue la administración del espacio, aquí, se dibuja con mayor claridad la idea de frontera, gracias también a que el autor lleva a comprender las interacciones sociales y la configuración de signos culturales que se dan en un espacio que testifica movimientos comerciales, políticos, en fin, sociales, de forma constante. En esta primera parte del libro, se analiza la conformación de los grandes latifundios. Además, el autor, atento a las inquietudes que pudieran surgir en los lectores, hace una síntesis muy clara en el cierre del capítulo e invita a lo que viene, anunciando que la secuencia del libro “reserva algunas sorpresas” (p. 43).

A lo largo de sus apartados existe una observación crítica de la historia, ejercicio que se da sólo si se tiene conocimiento profundo y pasión por lo que se hace, que es enunciado, por ejemplo, cuando refiere a John H. Eliot: “no tenían miedo de plantear grandes preguntas y pintar con enérgicos trazos sobre un lienzo de amplias dimensiones” (p. 45).

Su contenido reconstruye las características de la población, el contexto jurídico, detalles acerca del trabajo, la vivienda, que el investigador reúne para explicarnos las interacciones sociales, en las que se destaca la participación de las castas, y que con acierto lleva a observar las diversas estrategias, entre ellas las transgresiones cuando había “confusión y ambigüedad ante la dificultad de reconocer a los otros” (p. 112), para dar lugar a una sociedad heterogénea.

Así, con vigorosos trazos que recorren prácticamente 200 años, el autor nos involucra además con las pinturas de castas. Las reproducciones de cuadros realizados por Miguel Cabrera, así como el titulado Guadalupe y las castas de Luis de Mena, despiertan la imaginación en la portada y en el inicio de cada capítulo.

Como he comentado, el libro trabaja un extenso periodo de tiempo y observa las relaciones a nivel global desde Nueva Galicia. Se sigue una preocupación por realizar una historia comparada. Además, su profundidad se concreta cuando a estos análisis les suma casos particulares y lleva al lector, como un observador ante una pintura barroca, a asomarse a la vida de una esclava llamada María Guadalupe y conocer lo que sería su lucha por la libertad; también se plantean las condiciones de la sociedad de la época. El autor logra dar forma al prisma que ilustra su idea de la historia, al integrar distintos niveles de la realidad. Estamos ante una historia comprensiva que resulta importante para la historiografía, lo que se observa desde la estructura del libro.

Me atrevo a decir que la resignificación del concepto de mestizaje da cuenta del movimiento que se vivió en esta región, donde “negros y mulatos no sólo eran esclavos, sino en su mayoría libres, lo cual habla de una sociedad más plural de lo que tradicionalmente se ha referido en los orígenes propiamente de Aguascalientes” (p. 73).

Ante, por ejemplo, la noción de familias pluriétnicas, que se puede interpretar como más cercana a un estatismo racial. Me parece pues importante tener en cuenta que el concepto de mestizaje incluye una dinámica y la posibilidad de aceptar que las identidades se construyen y se modifican por los cambios sociales y las interacciones culturales; de esta manera podremos comprender con González Esparza que el concepto puede resignificarse antes de dejarlo de lado. Al respecto, escribe: “[… ] mi propuesta se sintetiza en ‘resignificar’ el mestizaje en el sentido de ofrecer nuevas respuestas y contenidos a preguntas y conceptos viejos, particularmente en estos momentos de confusiones identitarias y resurgimientos de prejuicios discriminatorios” (p. 186).

Subraya: “El concepto de mestizaje no sólo es el tema central de la historia social y cultural sino que también puede ser resignificado y ser un antídoto frente a las persistencias racistas o esencialistas, tanto a nivel global como local” (p. 13).

Dentro de este estudio toma singular valor la investigación acerca de la ilegitimidad, logrando involucrarnos y poner en cuestión esta idea en relación con la conformación de las poblaciones en el mundo novohispano, lo cual abre un espacio necesario para modificar la percepción que se tiene sobre México y que coadyuva incluso en cuestiones de género.

También se explica la validez de los registros parroquiales que, gracias a trabajar largos periodos, han identificado las tendencias de las instituciones y de la población para su uso. Esto finalmente hace factible reconstruir historias como las que configuran este libro y que aportan para pensarnos en el presente, al vernos ante la imagen de una “sociedad compleja, contradictoria, flexible”.1

Nos lleva al conocimiento de que

En conjunto, por ejemplo, los matrimonios mixtos en la época colonial predominaron sobre la endogamia, lo cual entró en contradicción con las políticas del honor y limpieza de sangre de las élites, de tal forma que se pueden distinguir claramente los discursos excluyentes sobre todo a final del periodo colonial, frente a unas prácticas sociales que en este sentido eran transgresoras y que se atrevían a decir su nombre (p. 13).

Aumentando la necesidad de reflexionar en aspectos complejos, que se acostumbran a ver en alto contraste, en estas páginas se muestran matices, incluso translucidos en líneas como éstas: “El amor, como lo veremos, es un elemento existente en la relación de parejas en la villa de Aguascalientes a fines del periodo colonial, aunque no necesariamente existiera correspondencia entre amor y matrimonio, entre el honor y la honra, o entre amor y capitalismo” (p. 130).

Así también, se identifica que es pensando en la vida como el autor profundiza en el estudio de las crisis. Los estudios demográficos son la fuente principal para el conocimiento de las enfermedades, las defunciones y los elementos estructurales que se relacionan con ellas. El historiador analiza de manera clara las variables que afectan y que generan las crisis ocurridas en los siglos XVII y XVIII explicando las problemáticas sociales desde diferentes perspectivas.

Finalmente, el capítulo dedicado a las pinturas de castas permite adentrarnos en lo que fuera la producción de las diferentes series, conocer desde los primeros encargos, hasta las formas en que se les ha analizado y valorado. De tal manera, el historiador logra distanciarse de las interpretaciones comunes y aporta en dirección de comprender su devenir histórico y el sentido estético que, gracias a trabajos como éste, se puede identificar como el gesto más original de la pintura novohispana, es decir, como el punto de origen de la pintura del pueblo mestizo. Importante es entonces observar, con el autor, la idea acerca del reconocimiento del pueblo en estas pinturas, y sobre todo su capacidad de observar la complejidad del pensamiento y las creaciones barrocas en América.

El historiador, atento a los debates acerca del pensamiento barroco en América Latina, reconstruye la atmósfera creada por la literatura, la pintura y la arquitectura, para llevarnos a la reflexión crítica que hiciera posible el barroco, el lugar para la “imperfección universal” (p. 197). Así, se comprende la importancia de la imaginación creadora, que permite al pintor apropiarse del barroco, identificando el gesto de libertad presente en las pinturas de castas, su posibilidad como expresión de la transgresión.

En suma, el libro, al contener una propuesta analítica de los siglos XVII y XVIII, lleva a comprender la conformación de la población en la villa de Aguascalientes, Nueva Galicia, dando muestra de procesos que, podríamos decir, han sido más pacíficos, donde diversos aspectos, incluso amorosos, se hacen visibles. Es también, una invitación a repensarnos y a expresarnos en formas más flexibles, más humanas, propuesta vital en el tiempo que estamos viviendo.

1González Esparza, Resignificar el mestizaje. Se puede ver el capítulo VIII, “Las pinturas de castas o del oscuro objeto del deseo”, pp. 185-209.

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