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Historia mexicana

On-line version ISSN 2448-6531Print version ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.72 n.2 Ciudad de México Oct./Dec. 2022  Epub Sep 14, 2022

https://doi.org/10.24201/hm.v72i2.4513 

Dossier

Españoles contra mexicanos. Identidades en conflicto en el futbol de la ciudad de México (1912-1950) 1

Spaniards Versus Mexicans: Identities in Conflict in Mexico City Soccer (1912-1950)

Daniel Efraín Navarro Granados1 

1El Colegio de México


Resumen:

Entre 1912 y 1950, los clubes conformados por españoles tuvieron una presencia destacada en el balompié de la ciudad de México. En este contexto, otros equipos de futbol construyeron su identidad como clubes “mexicanos” en contraposición a las asociaciones de peninsulares, dando pie a una enconada rivalidad deportiva que en ocasiones devino en conflictos políticos y episodios de violencia. El presente artículo estudia las características de este antagonismo deportivo a través de sus principales episodios, así como las implicaciones sociales que tuvo. En las siguientes páginas argumento que la escenificación cotidiana del conflicto entre españoles y mexicanos en el balompié debe entenderse tanto en el marco de la centralidad de España y lo español en los discursos sobre la nación mexicana, como también en su relación con cada coyuntura específica, donde la rivalidad se vio afectada por los intereses comerciales del mundo deportivo, los cambiantes intereses de España y la colonia española en México y por las tensiones sociales entre la población mexicana y este grupo de inmigrantes.

Palabras clave: futbol; españoles en México; historia del deporte; identidades deportivas; hispanofobia

Abstract:

Between 1912 and 1950, teams created by Spanish immigrants had a prominent presence in Mexico City soccer scene. In this context, other soccer teams build their identity as “Mexican” clubs as opposed to Spanish sport associations, giving rise to a bitter sports rivalry that sometimes turned into political conflicts and episodes of violence. This article studies the main characteristics of this sport rivalry through its more relevant episodes, as well as the social implications it had. In the following pages I argue that the daily staging of the conflict between Spaniards and Mexicans in soccer must be understood both within the centrality of Spain and the Spanish in the discourses about the Mexican nation, as well as at each specific juncture, where the rivalry was affected by the commercial interests of the sports world, the changing interests of Spain and the Spanish colony in Mexico, and by the social tensions between the Mexican population and this immigrant group.

Keywords: Soccer; Football; Spaniards in Mexico; History of Sports Sport Identities; Hispanophobia

En 1902 se celebró por primera vez un torneo de futbol en la ciudad de México, en el cual participaron clubes atléticos y deportivos de los británicos residentes en Pachuca, Orizaba y la capital. Al comenzar el siglo, el balompié era un deporte practicado en México principalmente por la colonia británica y los españoles residentes en la ciudad se mantenían ajenos a esta actividad. Ese mismo año, un artículo publicado en El Correo Español lamentaba la inclusión de un torneo de futbol en las fiestas celebradas en España en honor a Alfonso XIII. El autor, que firmaba como Chavarri, describía con desprecio el futbol como un “‘sport’ anglosajón, que tiene muy poco de pintoresco y muchísimo de salvaje” y lo tildaba de ser un “juego más de pies que de manos y juego eminentemente de villanos”.2

Yo espero que si en los primeros momentos la novedad del caso y sobre todo el “encanto” (?) del nombre extranjero hacen que adopten el juego algunos de mis jóvenes compatriotas, no arraigará en nuestras costumbres, que sólo toleran los “sports” de peligro cuando van acompañados de arte y gracia. Y yo, en Dios y en mi ánima juro que no he visto ninguna de esas dos cosas en el “football”. …] Por medio del “football” no hemos de llegar a la decantada “regeneración” por la cual abogan tantos apreciables sujetos.3

Diez años después de la publicación de este artículo, el futbol había comenzado a ganar adeptos en la colonia española. En 1912, algunos españoles que participaban en el Club México, un equipo también de reciente creación, se separaron de éste para formar el Club España.4 La creación de este club estuvo seguida por la fundación de numerosos equipos españoles en los años siguientes, como el Centro Deportivo Español (1914), el Catalunya (1917), el Club Asturias (1918) y el Aurrerá (1918).5 Estos equipos adquirieron nombres que mostraban claramente la voluntad de los españoles de utilizar el futbol como espacio identitario.6 Otras comunidades de extranjeros residentes en la capital también fundaron sus propios clubes deportivos, como la Amicale Française (1911) y el Germania (1915).7 Sin embargo, los equipos españoles fueron los más longevos e influyentes en la escena futbolística de la capital durante las décadas siguientes.

Mientras que en la mayor parte de América Latina lo común fue que clubes locales tomasen el control del balompié después de una primera época de equipos ligados a los inmigrantes británicos, en la ciudad de México se pasó de una época inglesa a una etapa de preeminencia de los equipos de inmigrantes españoles, entre 1914 y 1924.8 Los clubes españoles ganaron ocho de los nueve torneos celebrados en la capital entre 1914 y 1924, siete fueron ganados por el Club España -incluyendo el torneo conmemorativo del centenario de consumación de la Independencia, celebrado en 1921- y uno por el Asturias. En este mismo periodo se realizaron diez torneos de copa, alzándose campeón el España en cuatro ocasiones y el Asturias en dos.9 Más allá del dominio deportivo que los clubes españoles ejercieron durante este primer periodo, la presencia de los equipos hispanos marcó de diferentes formas el futbol de la ciudad de México hasta su abandono del futbol profesional en 1950. Después de 1924 su dominio fue disputado por clubes como América, Necaxa, Atlante y otros, pero precisamente esta disputa dio pie a que la principal rivalidad deportiva hasta la década de 1940 fuera entre España y Asturias y los clubes identificados como mexicanos. Por otro lado, esta misma rivalidad deportiva permeó diferentes disputas institucionales en el balompié, además de las que se dieron por el control de los recursos que comenzó a generar este deporte como espectáculo de paga.

Si bien en muchos casos este antagonismo deportivo dio pie a hechos violentos y agresiones verbales, en las siguientes páginas no intento calificar los hechos que abordo como hispanófobos. El término hispanofobia es utilizado en distintos estudios para referirse a por lo menos tres fenómenos distintos: 1) sentimientos de animadversión por personas de nacionalidad española o de origen español y los discursos que expresan este tipo de sentimientos, 2) actos de violencia contra los españoles y sus propiedades, y 3) las corrientes intelectuales que mostraban animosidad o rechazo por España y la cultura española.10 En todo caso, el sentido de este concepto al que me adscribo es el usado por Tomás Pérez Vejo, quien propone que el tema de España y lo español en México, y en particular los conflictos políticos, sociales e intelectuales a su alrededor, deben entenderse en el marco del proceso de construcción de la nación mexicana y de los conflictos identitarios y políticos que de él se derivaron. Pérez Vejo considera que la hispanofilia y la hispanofobia son dos caras de la misma moneda, dos fenómenos que solamente pueden entenderse como un binomio. Bajo esta definición la hispanofobia/hispanofilia es considerada más un fenómeno histórico que atravesaría a la sociedad mexicana por más de un siglo, y menos un adjetivo para calificar acciones, sentimientos o movimientos.11 De tal manera, más que calificar como hispanófobos los hechos de violencia en el futbol, el trabajo busca reconstruir la dinámica de la rivalidad entre los equipos españoles y otros clubes y dar cuenta de que durante la primera mitad del siglo XX la representación del conflicto entre lo español y lo mexicano en la arena deportiva fue relevante para la sociedad capitalina.

El inicio de la rivalidad

A lo largo del siglo XIX, hubo una migración constante de españoles a México, aunque pequeña en comparación con otros países de América Latina, la cual ha sido caracterizada como una “inmigración privilegiada” por su vinculación con el “mundo del capital, del poder, de la política, de la vida profesional, del empleo, al menos decoroso o más frecuentemente bien remunerado”.12 Esta migración desempeñó a lo largo del siglo un papel central en el plano económico y diplomático, y España y los españoles fueron una coordenada fundamental de los debates ideológicos entre conservadores y liberales, así como en la construcción de la identidad nacional mexicana.13 Las primeras décadas del siglo XX fueron un momento de particular auge social, cultural y económico para la colonia española, como lo muestran las numerosas organizaciones comunitarias fundadas en estos años.14 Aun a pesar de que durante la revolución las organizaciones de la colonia española de la ciudad experimentaron cierto retraimiento, fue en este periodo cuando se fundaron los primeros clubes de futbol de españoles.15 Cuando el Club España comenzó a participar en el torneo capitalino en 1913, los españoles rápidamente empezaron a asistir a ver al equipo, transformando un deporte que hasta comienzos de esa década seguía siendo mayoritariamente británico.16 El retiro de equipos ingleses como el Reforma Athletic Club en estos mismos años convirtió al futbol en un espacio de sociabilidad con una fuerte presencia española.17

Uno de los primeros hechos que indican el surgimiento de una animadversión en contra de los equipos españoles ocurrió en 1919, en un juego entre el Atlas, campeón del torneo de futbol de Guadalajara, y el España, campeón del torneo de la capital.18 El encuentro atrajo a un público numeroso al campo del España. El Universal estimó la asistencia en alrededor de 3 500 personas, 2 500 en la tribuna de sombra, donde se acomodó “lo más granado de la sociedad mexicana y de la colonia española”, y 1 000 personas en la tribuna de sol.19 Durante el partido, un jugador del España, Luis Fernández “El Chale”, salió del campo y se tropezó con un grupo de espectadores en las tribunas de sol, enfrascándose en una disputa con ellos y en particular con el joven papelero Jesús Ramírez. El choque resultó en un enfrentamiento entre algunos concurrentes que defendían al papelero y un grupo de españoles que habían tomado el bando del jugador. La discusión escaló a una trifulca generalizada en la cancha, en la que se esgrimieron navajas y se realizaron varios disparos. Al calmarse los ánimos había un saldo de varios lesionados y un muerto por herida de bala; el papelero fue retirado por la Cruz Roja y había tres detenidos.20 La víctima de los disparos era un español dependiente de la casa comercial La Nueva España, mientras que el tirador era Manuel Díaz de la Concha, otro español que había disparado contra los partidarios del Atlas y al errar el tiro había matado a un compatriota.21

Uno de los principales focos de tensión entre los españoles y la sociedad mexicana fue la presencia de los primeros en el ámbito comercial. En momentos en que el abasto de productos se vio comprometido o hubo un alza generalizada de precios, la sociedad se volcó en contra de los españoles.22 Según Norbert Elias y Eric Dunning, las actividades deportivas se configuraron como uno de los espacios a los que se desplazaron distintas manifestaciones de violencia social, un ámbito donde la emoción provocada por un enfrentamiento podía experimentarse socialmente de manera simulada y donde las tensiones propias de la sociedad podían manifestarse catárticamente en un ambiente controlado.23 En este sentido, el futbol se convirtió en un espacio donde se podían escenificar tanto las tensiones cotidianas entre españoles y mexicanos, como la identidad nacional construida desde un siglo atrás en contraposición con lo español.

En las décadas siguientes, la percepción de que el futbol capitalino estaba dividido entre los equipos españoles y mexicanos permeó las crónicas deportivas y las aficiones del público mexicano. En el origen de este fenómeno estaba el papel que cumplía el futbol como espacio identitario para los españoles residentes de la capital. Los nombres de Club España y Club Asturias hacían clara referencia al país español y una de sus regiones, el escudo del Club España era un león rampante -símbolo asociado a la corona española-, y además ostentaba el título de Real, otorgado por el rey Alfonso XIII al equipo en 1919. Este despliegue de símbolos y discursos sobre España y los españoles en el futbol tuvo el efecto de que otros equipos que participaban en el futbol capitalino, como el América, el Necaxa y el Atlante, forjaran en oposición una identidad como escuadras mexicanas. El nombre del América, un equipo creado el 12 de octubre de 1916 por jóvenes de una escuela privada de la capital, contrastaba claramente con los de los equipos españoles. Entre 1924 y 1928 esta escuadra lograría ganar cuatro campeonatos sucesivos, arrebatándoles el triunfo a los equipos españoles. El Necaxa, una escuadra originada en la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz, también desafió el dominio español al ganar las tres copas celebradas entre 1923 y 1926. Finalmente, en 1927 se incorporaría a la Liga Mayor un tercer equipo identificado como mexicano, el Atlante. Esta escuadra había ganado popularidad dentro de la Liga Nacional, un torneo donde participaban principalmente equipos de origen barrial y de trabajadores.24

La rivalidad entre los equipos españoles y estos equipos se forjó a partir de los continuos enfrentamientos en la cancha, pero también de desacuerdos en la organización y reglamentación de los torneos. Un ejemplo fue el desenlace del campeonato 1925-1926. En diciembre de 1925, un partido entre el América y el Asturias fue anulado porque el árbitro terminó el encuentro antes de que se agotara el tiempo reglamentario, lo cual provocó que se repitiera. América ganó el primer juego, mientras que el segundo resultó en un empate. A pesar de la repetición persistieron las protestas, con lo cual no se pudo definir un ganador.25 Se resolvió que se jugaría una serie de tres encuentros para determinar al campeón, solución que además tenía la ventaja de obtener ingresos por la venta de entradas a tres partidos. El primero fue ganado por el Asturias, el segundo por el América y el tercero por el equipo español.26 Sin embargo, el último partido se anuló bajo el argumento de que el segundo tiempo había sido jugado bajo lluvia, realizándose un cuarto partido ganado por el América, a quién finalmente se declaró campeón.27

El Asturias presentó una airada protesta a la Federación donde reclamaba que no había sido convocado a la sesión donde el América había sido declarado ganador, denunció una serie de irregularidades de los partidos y pedía la anulación total del campeonato 1925-1926.28 La Federación resolvió nombrar un Tribunal de Honor para resolver la protesta del Asturias; sin embargo, en junio esta instancia se declaró incapaz de generar ninguna resolución, lo cual dejó al América en calidad de campeón.29 Este tipo de desacuerdos promovieron una rivalidad institucional entre los equipos españoles y mexicanos; sin embargo, el combustible principal que alimentó la enemistad fue la violencia en las canchas.

El primer retiro del España

En 1931, durante una serie de partidos jugados por el equipo español Racing de Madrid en México, ocurrió un hecho violento que derivó en una crisis de la presencia española en el balompié de la capital. Un partido entre la escuadra madrileña y el Atlante estuvo plagado de decisiones arbitrales dudosas y el Racing terminó dos tantos abajo y con siete jugadores debido a lesiones ocurridas durante el encuentro. Ante este escenario el equipo visitante dejó de jugar y comenzó a sacar la pelota fuera del campo. El público lanzó objetos al campo en protesta y el árbitro terminó el partido, lo cual provocó la furia total del público, que apedreó a los jugadores españoles y los persiguió fuera del campo.30

Los hechos devinieron en un incidente diplomático cuando se amenazó con detener al equipo español por incumplimiento de contrato al dejar de jugar. Al día siguiente, el Departamento del Distrito Federal decidió imponer una multa a los jugadores españoles y se les encarceló hasta que se liquidara. El embajador de España en México, Julio Álvarez del Vayo, intervino para lograr la liberación de los jugadores y reducir el monto de la multa impuesta.31

Pocos días después del incidente el Club España, que no había participado en el incidente, anunció su retiro del futbol capitalino. Entre las razones a la cuales la prensa atribuyó esta decisión estaba la noción de que los enfrentamientos deportivos donde participaban los equipos de la colonia española avivaban los problemas que existían entre ella y la sociedad mexicana.

…] el motivo de tan violenta medida por parte del España, obedece al deseo de evitar fricciones entre españoles y mexicanos, que siempre se han promovido en los partidos de este deporte y que, a últimas fechas, habían adquirido caracteres de cierta gravedad, al extremo de que el público invadía los terrenos, a favor de uno y otro bando, promoviéndose escándalos y dando lugar a la intervención de la policía.32

La airada respuesta del España puede atribuirse al hecho de que Gaspar Rubio, un exjugador del club, estuvo involucrado en los acontecimientos.33 Sin embargo, era más importante aún la relación tirante que el España tenía con el resto de los equipos de la Liga. Entre algunos puntos de inconformidad del España pueden mencionarse la inclusión del Atlante entre los equipos que conformaban la liga; la reciente construcción del Parque del Necaxa, lo cual venía a convertir al Parque del España en el segundo estadio en importancia por su tamaño; y la pretensión de la Liga Mayor y la Federación Mexicana del Centro de administrar los campos de juego.

Las acciones del público estaban originadas en la actitud antideportiva demostrada al final del partido por el equipo madrileño. Sin embargo, es imposible no ver estos hechos de violencia en el marco de la animadversión por el España y el Asturias que algunos sectores del público demostraban en cada partido, hecho que comenzaba a despertar preocupación entre la colonia. Muestra de que estos sucesos estaban conectados fue la inmediata respuesta del España a lo acontecido en un partido en el que esta escuadra no había participado. Según El Universal, la medida tomada por el España había sido promovida por el embajador español en México, y otros equipos identificados con la colonia española, como el Asturias y el Aurrerá, también contemplaban la misma posibilidad. Los acontecimientos del partido Atlante-Racing no eran vistos como un asunto de carácter exclusivamente deportivo sino como un episodio más de la tensión social que existía entre españoles y mexicanos.

Una perspectiva de estos acontecimientos desde la misma colonia española puede verse en una misiva que un español residente en México, Pedro Laverde, envió al embajador Álvarez del Vayo.34 En la carta Laverde expuso su lectura del partido Atlante-Racing y del retiro del Club España del futbol.

Quién como yo, tuvo la desgracia de presenciar aquellas escenas tan poco edificantes en el partido Altante-Racing] y que de ser analizadas detalladamente merecerían muy acres censuras para quienes pretenden ahora pasar por victimarios, no ha podido por menos de ver con grande alegría y beneplácito la luminosa idea lanzada por la presidencia del Club España, anunciando la total disolución de sus equipos de foot-ball. A mi humilde juicio, esto es cosa que debería haberse llevado a cabo hace ya bastante tiempo, pues con ello habrianse evitado muchos disgustos y resquemores, así como el desarrollo de cierta fobia muy explicable para los que, por muchos años que llevamos de residir en este país, nos damos perfecta cuenta de sus orígenes y absurdo fundamento, sin desconocer que en gran parte es una mayoría de españoles la causante de que aún subsistan esas lacras, ya sea por su conducta personal poco discreta, o bien dedicándose a actividades recreativas propicias a excitar las pasiones que engendran o resucitan odios ancestros.35

Laverde consideraba que el futbol era un espacio propicio para promover una animadversión hacia los españoles y celebraba la decisión del Club España de desaparecer sus equipos -el equipo mayor y sus equipos juveniles- como una solución. Por otro lado, aseguraba que los únicos que podían oponerse a esta medida eran los afectados económicamente, es decir, el Club España y el Club Asturias. En la misiva se reivindicaba que éste era el curso de acción correcto para la mejoría de las relaciones entre españoles y mexicanos.

…] ningún buen español puede resignarse a oír con indiferencia que por capricho de unos cuantos jóvenes sostenedores de ese juego todo violencia y pasión, se denigre a nuestra Patria en explosiones de una mal entendida superioridad. ¿Por qué no se encarrilan las actividades deportistas de la juventud española por otros juegos más apacibles y hermosos? ¿No tenemos el juego del frontón, el tenis, la natación, el remo, la gimnasia, etc.? Para finalizar yo propondría que Usted patrocinase esta resolución: Por el buen nombre de España y como medida que tiende a evitar rozamientos y ofensas desagradables entre elementos mexicanos y españoles y únicamente con el buen deliberado propósito de fomentar entre dichos elementos la más sincera y leal compenetración y afecto, se sugiere a todos los Centros Españoles de esta Capital y demás poblaciones de la República, inmediata disolución de sus equipos de foot-ball y dejándoles en absoluta libertad para que sus actividades las conduzcan por otros derroteros del deporte, principalmente de aquellos que no sean propicios al desarrollo de malas pasiones.36

Laverde no pedía que los españoles como individuos dejaran de practicar futbol, pero sostenía que una vez disueltos los equipos en “ningún caso les será permitido presentarse a jugar ostentando la representación de algo que denote el símbolo de España”. El español reconocía la existencia de sentimientos de animadversión contra los españoles entre la sociedad mexicana y consideraba que la conducta y actividades de algunos de sus connacionales eran lo que los provocaba. Incluso afirmaba que “es bastante frecuente entre españoles su poco tacto al expresarse mal en todos los sentidos del país en que ellos viven y trabajan y hasta llegan a formar un hogar” y apuntaba que la participación de la colonia española en el futbol daba pie a “explosiones de una mal entendida superioridad”, lo cual derivaba en las reacciones del público.37

Los equipos españoles no eran los únicos que portaban símbolos de identidad nacional ni tampoco los únicos instigadores de que los partidos se convirtieran en justas entre españoles y mexicanos. Equipos como América y Atlante también asumían emblemas nacionales. En varios retratos de futbolistas de estos equipos en momentos previos al inicio de los partidos aparecen acompañados de niños vestidos de charros y chinas (imagen 1). No hay que perder de vista que las décadas de 1920 y 1930 -cuando se gestó la rivalidad entre los equipos españoles y mexicanos y tuvo sus momentos más álgidos- fueron el momento de auge del nacionalismo cultural.38 En 1931 -el mismo año del partido Atlante-Racing- el gobierno mexicano lanzó la Campaña Nacionalista, mientras proliferaban los movimientos xenófobos en el país.39 No es extraño que en este entorno cobrara una importancia central la identificación de ciertos equipos como mexicanos enfrentados a clubes que representaban lo extranjero.

Por otro lado, la rivalidad no se reducía al choque de dos identidades, también tenía su conveniencia económica ya que era un ingrediente para avivar el interés por el futbol en la ciudad. Muestra de esto es que, ante el retiro del España del futbol, los equipos que formaban la Liga Mayor dirigieron una carta al embajador Álvarez del Vayo, pidiendo que interviniera para evitar que el Club España se retirara del futbol.

Imagen 1 Dos niños en partido de futbol en el Parque del Club España, ca. 1935-1940, Archivo Casasola, Fototeca Nacional del INAH (MID: 77_20140827-134500:103075). 

El retiro del Club España] constituiría un golpe de muerte para el Foot-Ball mexicano, ya que el “España” es uno de los equipos más antiguos y de mayor prestigio. Al “España” se debe en gran parte el adelanto deportivo de nuestro país y, repetimos, su desaparición sería sencillamente desastrosa para nuestro popular deporte. Ante este peligro, Excelentísimo Señor, nos tomamos el atrevimiento de acudir ante usted suplicándole de la manera más atenta y respetuosa se digne a ejercer su valiosa influencia en el ánimo de los directores del Club “España” para que, lejos de abandonar la lucha deportiva, se apresten a ella con mayores bríos y no nos priven del alto honor de contender durante el próximo campeonato con los caballerosos equiperos que tanta gloria conquistaron siempre para los colores del “España”.40

La Liga Mayor buscaba que el España se mantuviera en la liga por su capacidad de convocar tanto a los españoles residentes en la ciudad como a los que querían ver triunfar a los equipos mexicanos, sin olvidar que el España tenía su propio parque, uno de los dos más grandes de la ciudad. Ante la petición de la Liga, el embajador español sólo se limitó a responder que “Una norma de conducta, adoptada desde el primer momento, me impide, sin embargo, influir en ningún sentido cerca de los distintos centros españoles en cosas que afecten a su desenvolvimiento social …].”41 Álvarez del Vayo era el primer embajador en México de la Segunda República Española y su gestión se caracterizó por tratar de distender las relaciones entre españoles y mexicanos, buscando mantener una buena relación con el gobierno, la sociedad mexicana y la misma colonia española.42 El embajador español se opuso a la participación de los equipos de la colonia española en el futbol mexicano, ya que esto sólo agravaba las tensiones entre mexicanos y españoles.43 Sin embargo, los oficios de Álvarez del Vayo no lograron evitar que el España volviera a la liga capitalina el año siguiente.

El público y los jugadores

Una importante coordenada en la rivalidad era la división de las lealtades del público. Un elemento reiterado en las crónicas futbolísticas es la simpatía mayoritaria de la tribuna de sol, un espacio asociado con los sectores populares, por equipos como América, Necaxa y Atlante, así como una animadversión de este mismo público por los clubes españoles. Cuando el Club España regresó al futbol en 1932, esta animadversión continuó estando presente.

Al solo anuncio de que el reaparecido España se enfrentaría con su tradicional adversario, el América, fue suficiente para que el campo Alianza se viera lleno hasta en sus lugares menos adecuados para presenciar el juego de football. No cabe duda: el cartel España vs. América sigue siendo lo que fue siempre; algo atractivo que de antemano asegura a los fanáticos que por millares cuentan ambos onces, que presenciarán un juego depurado, fino, alegre y sensacional. …] Las “porras” están perfectamente colocadas. Izquierdas y derechas para el América y España, respectivamente. La localidad de sol es francamente americanista.44

El equipo español era una atracción por ser uno de los equipos con mejor nivel de juego, pero a la hora de escoger lealtades el público del sol apoyaba mayoritariamente a los equipos mexicanos.

Según Fernando Marcos -jugador del Club España que después se convertiría en entrenador, árbitro y locutor- el regreso de esta escuadra a las canchas fue obra de Baltazar Junco, un empresario español que tendría un papel central en la organización del futbol de esos años.

Junco decidió que el club España debería volver al futbol. Y contra viento y marea, contra la opinión de venerables carcamales conservadores de la colonia española, lo consiguió. Y con el apoyo de don Antonio Castillo logró la financiación del nuevo parque, más cómodo y grande que el anterior; reconstruyó el plantel, disciplinó a los ariscos delegados de otros clubes, a los cuales hizo ganar buenos pesos que les permitieron solventar los cada día más fuertes gastos que exigían los equipos, ahora ya no tan aficionados como antes, sino en la antesala del profesionalismo organizó brillantes series, manejó la publicidad, era intuitivo de la mercadotecnia, y siendo del España, servía a todos los clubes con irrestricta generosidad. Con él subió el futbol a niveles que nunca antes había alcanzado.45

A lo largo de la década de 1930, el futbol acabaría por consolidarse como negocio de mano de personajes como Junco. Los ingresos obtenidos por boletaje, publicidad en los estadios y venta de productos dentro de ellos comenzaron a ser tan importantes que la visión empresarial de Junco se impuso a otro tipo de desavenencias para llevar al público y su dinero a las canchas. Entre estas últimas destacarían las voces dentro de la colonia española que consideraban poco prudente la participación de los centros españoles en el futbol. La rivalidad atraía a nuevos aficionados y los ingresos que generaba este creciente público garantizaba la permanencia de los equipos españoles en el torneo.

Las tribunas eran el espacio privilegiado para el desborde de las pasiones en el futbol, pero los hechos de violencia ocurrían en respuesta a lo que acontecía en el campo de juego. En los encuentros, los jugadores participaban activamente de la rivalidad. El cuerpo de los futbolistas entraba en juego y sobre sus físicos eran proyectados imaginarios sobre “lo español” y “lo mexicano”. En la imagen 2 vemos un momento de una pelea entre jugadores del Atlante y el España. Un elemento que destaca de la fotografía es que todos los jugadores del Atlante -con el uniforme oscuro- son de piel más morena, haciendo honra a su mote de “prietitos”; mientras los dos jugadores del Club España que aparecen -de playera blanca y pantaloncillos negros- tienen un tono de piel más claro. Sin duda a lo largo de los años participarían en los dos equipos jugadores con diversas fisonomías, pero lo que quiero resaltar es que los futbolistas eran parte de la representación que ocurría en los encuentros desde su misma corporalidad y la diferencia entre los colores de piel promovía la idea de que los partidos eran una pantomima de un enfrentamiento entre mexicanos y extranjeros.

El color de piel no era el único elemento que considerar y la simpatía o animadversión del público por un equipo o un jugador dependía de muchos factores, incluyendo dónde y contra quién se jugaba. Los partidos eran un momento lleno de contradicciones donde los equipos y los jugadores eran susceptibles de pasar de ser aclamados a abucheados. Rafael Navarro Corona, un portero de origen tapatío que se mudó a la capital a principios de la década de 1930, recordaba su sorpresa ante la animadversión contra los equipos españoles.

Imagen 2 Riña entre jugadores del España y Atlante, ca. 1935, Archivo Casasola, Fototeca Nacional del INAH (MID: 77_20140827-134500:102285). 

Desde los primeros partidos que presencié, me llamó mucho la atención la reacción del público en contra de España y Asturias, llegando muchas veces a hacer demostraciones que a mí me parecían casi insultativas sic] o de agresión, cosa muy diferente a lo que estaba acostumbrado en Guadalajara, que, aunque pasional el público, nunca había visto esas demostraciones tan marcadas en contra de los equipos de allá. Aún recuerdo la frase que se les gritaba a los jugadores al enfrentarse esos equipos contra los mexicanos: ‘¡Gachupines, hijos de Ramón Corona!’.

Era cuando más se oían los gritos de guerra; si eran los partidarios del América se desgañitaban gritando el ‘Sikitibum a la bim bom bam’, y los partidarios del España o del Asturias contestaban con su “Alabibo alababo a la bim bom bam’ y eso durante todo el tiempo que duraba el encuentro.46

Navarro Corona había presenciado la admiración del público por el Club España en su natal Jalisco, estado donde no surgieron equipos españoles de importancia, y donde tal vez no era tan importante para el público la representación de un enfrentamiento entre mexicanos y extranjeros. Los equipos españoles eran admirados por su habilidad, pero en sus enfrentamientos contra los equipos mexicanos eran el enemigo a vencer.

El mismo Navarro experimentaría en carne propia la animadversión contra los equipos españoles al pasar a las filas del España en 1936. El futbolista, que había sido ídolo de la tribuna de sol mientras jugaba para el América, se convirtió rápidamente en villano al jugar para un equipo español.

El calendario de juegos nos ponía en la fecha de presentaciones nada menos que contra el Atlante. ¡Un clásico! ¡España vs Atlante! ¡Que ajeno estaba yo a que tendría que sufrir una experiencia nunca soñada! ¡Nunca me imaginé que todo un público reaccionaría tan unánimemente en contra mía por el solo hecho de pertenecer al Club España! Al salir a la cancha para la iniciación del juego, escuché la rechifla más grande que hubiera podido imaginar. ¡Qué impresión tan terrible fue para mí! Nunca había recibido tal demostración de desagrado del que consideraba yo “mi público”. Se conjugaban dos cosas, el que alineara con el España y el que lo hiciera precisamente contra el consentido de ese público, el Atlante. Después comprendí o creí comprender esa reacción; siempre me consideraron como uno de los suyos, pues tuve la suerte de, al iniciar mi carrera de futbolista, enfrentarme contra el España y casi siempre haber salido vencedor de ellos, cosa que halagaba grandemente al público mexicano. Su reacción era más que natural, ahora, al verme formando parte, precisamente de mis antiguos contrarios.47

Navarro se sorprendía al pasar de ser ovacionado como portero del América a sufrir un recibimiento hostil después de asumir la misma posición en el España. El jugador inclusive explicó este recibimiento como consecuencia del cambio de equipo, pero él mismo consigna que este tipo de reacción era común para el equipo hispano. Al portar el uniforme del contrario el examericanista se convertía en uno más del odiado rival, representando a los españoles y España.

No era eso todo, sino que, a través del partido, estuvo el público gritando horrores. No me perdonaba que perteneciera al España. La cosa era tan clara, que cuando actuaba con el seleccionado, me trataba con estimación y cariño, pero cuando lo hacía con el España, eran sólo gritos de desaliento, de burla y de choteo, si me hacían un gol; en fin, llegó a haber rechiflas hasta cuando lograba hacer una buena atrapada. De ninguna manera parecía que les lograba dar gusto.48

Los jugadores intuían que pasaban a representar colectividades al formar parte de escuadras de futbol. Sin embargo, es frecuente que en las memorias de los jugadores éstos consignen el hecho de que fuera de la cancha eran buenas las relaciones entre los jugadores de equipos rivales. Navarro afirmaba que “al terminar el juego -en muchas ocasiones lo vi y después lo viví- nos íbamos los jugadores de unos y otros equipos españoles y mexicanos] a comer juntos a algún lado, en una franca y amigable camaradería y lo mismo ocurría, con los dirigentes de las diferentes ‘porras’”.49 El partido de futbol era el momento privilegiado donde los equipos se convertían de una suma de individuos a un emblema que representaba a la colectividad española o a la mexicana. En este sentido, los partidos servían como un escenario donde se montaba una representación de “lo español” enfrentándose a “lo mexicano”, y donde por lo tanto no sólo estaba en juego un resultado deportivo sino el triunfo simbólico de una colectividad sobre otra.

Horacio Casarín, jugador del Necaxa y después del Atlante, reflexionaba a propósito del título obtenido por el Necaxa frente al Asturias en la temporada 1937-1938, que “el ‘pique’, la pasión que se despertó se dio más en las tribunas que en la cancha, pues ahí abajo ambos equipos nos dedicábamos a jugar y, de hecho, algunos jugadores del Asturias llegaron a ser mis amigos”.50 Sin embargo, aunque Casarín afirma que la pasión estaba sólo en las tribunas y los jugadores eran ajenos a ella, al recibir tiempo después una oferta para jugar en el Asturias, el jugador se negó invocando la dificultad que tenía para él vestir una camiseta con un valor opuesto al que había representado hasta ese momento.

Así que le dije abiertamente a San Martín mis pensamientos. “Siempre fui necaxista, y mi lesión fue causada por jugadores del Asturias. La rivalidad entre estos dos equipos es por todos conocida. ¿Qué dirá el público, que es el que me ha hecho un ídolo, cuando me vea vestir el uniforme del Asturias? ¿Cómo va a reaccionar esa gente que siempre me apoyó, que inclusive quemó un parque en protesta por el día que me lesionaron? No, Chucho, no considero correcto vestir la camiseta del Asturias.” …] Chucho San Martín insistió. “Te chiflarán los primeros dos o tres juegos, Horacio, pero después se les olvidará.” Pero después de pensarlo, decidí que lo mejor era darle las gracias muy sinceras y decirle que no.51

La evaluación de Casarín sobre la animosidad entre equipos mexicanos y españoles a partir de sus relaciones con otros jugadores le hacía creer que los miembros de los equipos de futbol eran totalmente ajenos a esta representación, pero lo cierto es que el valor emocional que tenían un equipo y una camiseta los arrastraba tanto a ellos como al público, por lo cual no es de extrañar que los jugadores de ambos equipos se vieran envueltos en peleas dentro de la cancha. El peso que tenía la camiseta de un equipo era tal que en ocasiones los jugadores mexicanos de los equipos españoles se veían involucrados en los altercados detonados por la animadversión del público contra estas escuadras.

Recordaré solamente el juego contra el Nacional, por aquel entonces el más popular de Guadalajara. Como no podían neutralizar nuestro juego, empezaron a golpear, pero allí les fue peor, porque daban una y recibían cinco. Se caldearon los ánimos. Y al salir rumbo a vestidores, teníamos que pasar por detrás de la tribuna de sol. Nos insultaron con el clásico “mueran los gachupines”, y el Tití, que nada tenía de gachupín, como la mayoría de nosotros tampoco, se dirigió al público y los retó: “¡No griten tanto, bájense uno!” Lo malo fue que todos se dieron por aludidos y tuvimos que recorrer casi cincuenta metros dando y recibiendo puñetazos. Los recibíamos todos, pero no fallábamos ninguno, porque hacia donde lanzáramos el puño ahí había una nariz, una quijada o una barriga …] Quedamos totalmente molidos, porque los que dimos nosotros nos llenaron de orgullo, pero los que nos dieron nos pusieron cuajaditos de moretones.52

La representación del conflicto entre “lo español” y “lo mexicano” en las canchas de juego desdibujaba las identidades individuales, y por lo tanto alinear con uno u otro equipo implicaba tomar partido en este enfrentamiento.

¿Qué determinaba que en algunas ocasiones los jugadores y el público decidieran transgredir los límites de la competencia deportiva? Uno de los elementos determinantes para que las tensiones escalaran en francas peleas campales fue la tensión social entre españoles y mexicanos fuera de los campos de juego. Así, por ejemplo, en 1931 el ambiente nacionalista fue fundamental en el retiro temporal del España de los campos de juego. En este mismo sentido, en 1939 la coyuntura de tensión en torno a las repercusiones de la guerra civil española es lo que permite entender los acontecimientos que llevaron al incendio del Parque del Asturias, resultado de fogatas encendidas por aficionados del Necaxa en protesta por las decisiones del árbitro, en lo que fue el evento más catastrófico de esta rivalidad en todo el periodo.53 Sin embargo, más allá de las manifestaciones específicas, lo más relevante es la persistencia de la rivalidad durante más de treinta años.

La “mexicanización” del futbol profesional

La década de 1940 fue una época de cambios en el futbol mexicano. En 1943, la Liga Mayor se transformó en una liga profesional, dejando atrás el semiprofesionalismo que se vivía desde la década de 1920, y se estableció de manera definitiva un torneo de carácter nacional con participación de equipos de diferentes estados. En 1944 la rivalidad entre los equipos españoles y mexicanos llegó a la pantalla grande a través de la película Los hijos de Don Venancio.54 En 1945 se inauguró el estadio de Ciudad de los Deportes, el primer gran estadio de cemento de la capital. Ese mismo año, Manuel Ávila Camacho emitió un decreto presidencial que creaba la Comisión de Fomento Deportivo del Distrito Federal y regulaba el número de jugadores extranjeros que podían participar en los equipos de futbol.

La Comisión de Fomento Deportivo del Distrito Federal era un cuerpo colegiado que tenía como objetivo impulsar y fomentar las actividades deportivas, construir centros y campos deportivos, dotar a los deportistas de equipo para realizar sus actividades y fomentar la creación de agrupaciones deportivas. El decreto daba un marco amplio -e incluso podría considerarse vago- para la acción en materia deportiva, pero tenía dos disposiciones centrales. La primera era el restablecimiento del impuesto a los espectáculos deportivos y la segunda era la limitación de jugadores extranjeros en el futbol profesional. El decreto establecía la disminución progresiva de los jugadores no nacidos en México en el futbol profesional capitalino, tanto extranjeros como naturalizados mexicanos. En la temporada 1945-1946 sólo seis de los integrantes de un equipo podrían ser extranjeros o naturalizados y a partir de la temporada 1946-1947 este número se reduciría a cinco.55 La limitación sólo se establecía para los juegos celebrados en el Distrito Federal y no para el resto de las plazas del futbol profesional. Aunque el decreto establecía una posterior reglamentación para otros deportes, esto nunca se llevó acabo, dejando claro que el principal blanco de la medida era el futbol organizado por la Liga Mayor.

Algunos clubes de futbol derrocharon halagos y agradecimientos para el presidente Manuel Ávila Camacho, mientras que aquellos que se oponían a la medida hicieron lo posible por revertirla. Los primeros mezclaban argumentos sobre los beneficios que la medida traería al deporte, así como las ventajas que daba a los jugadores mexicanos. Los clubes Atlante, América y Marte enviaron sendos agradecimientos al Presidente, recalcando que la consecuencia de la limitación de jugadores extranjeros sería “la mexicanización de un deporte ligado íntimamente a la vida de la juventud del país y que estaba en peligro de perder su carácter nacional”.56 Los jugadores del América señalaban que con la medida “se protegen los intereses de la juventud de México” y aseguraban que “con el límite fijado en ese decreto estaremos en posibilidad de aprovechar las sabias enseñanzas de los jugadores extranjeros que actualmente están entre nosotros y merecen toda nuestra amistad”.57 A nombre del Atlante, su capitán, Horacio Casarín, destacaba que el decreto “reglamenta el futbol soccer en beneficio de jugadores de] nuestro país”.58

Los debates en México sobre la presencia de jugadores de origen extranjero pueden rastrearse por lo menos al caso de Gaspar Rubio a finales de la década de 1920 y a los jugadores que habían llegado a México como consecuencia de la Guerra Civil española.59 A partir de la década de 1930 también comenzaron a llegar jugadores sudamericanos, especialmente de nacionalidad argentina y peruana. La profesionalización en 1943 vino acompañada de reglamentaciones internas por parte de la Liga Mayor para limitar el número de extranjeros que podían ser alineados. Sin embargo, la naturalización de jugadores se convirtió en una práctica común para burlar esta medida. La abundancia de jugadores extranjeros y su naturalización provocaron que el tema se convirtiera en un frecuente objeto de debate periodístico.

Veremundo Carrillo Reveles ha reconstruido estos debates, encontrando que las opiniones a favor y en contra de limitar la presencia de extranjeros en el futbol mexicano se polarizaron alrededor de dos diferentes concepciones de nación, una que enarbolaba una xenofobia defensiva y otra que reivindicaba un cosmopolitismo solidario e integrador. Este autor encuentra que, en el marco de los partidos de futbol, la representación simbólica de la nación se ponía en riesgo ante la visibilidad que habían adquirido los jugadores extranjeros y atribuye la emisión del decreto principalmente a la presión de una corriente de opinión encabezada por el espectro más nacionalista de la prensa deportiva.60 Como apunta Carrillo Reveles, el debate periodístico respecto a la presencia de jugadores extranjeros se centró en las diferentes concepciones de la nacionalidad. Sin embargo, la intervención del ejecutivo no respondía a la presión mediática, sino a que fue promovida por los dirigentes de algunos clubes.

En una asamblea extraordinaria de la Liga Mayor, descrita por la prensa como “escabrosa”, se lograron tres acuerdos. Por unanimidad se aceptó la reinstauración del impuesto a los espectáculos, argumentándose que era una medida benéfica para el deporte local. Por ocho votos contra cinco se aprobó entrevistarse con el Regente y con el Presidente para informarles de las condiciones del futbol y pedir que se eliminasen las restricciones que se establecían en el decreto. También se acordó buscar una representación dentro de la Comisión de Fomento Deportivo e investigar quiénes habían sido los que habían gestionado la limitación de jugadores extranjeros y sancionarlos si eran parte de la asociación.61

Inmediatamente, en una misiva dirigida al Presidente de la Liga Mayor, los representantes de los clubes Atlante, América y Marte reivindicaron su responsabilidad de que esta reglamentación fuese introducida en el decreto.

Desde ahora liberamos a la comisión designada, de su labor detectivesca, al declarar que fuimos nosotros, en nuestra calidad de ciudadanos mexicanos, quienes rogamos respetuosamente tanto al señor Presidente de la República como al Jefe del Departamento del D.F., intervinieran en favor de los futbolistas mexicanos, intervención que consideraron conveniente para nulificar la gestión extra-Liga realizada por algunos clubes al nacionalizar jugadores extranjeros y burlar la limitación impuesta por este organismo. …] estamos orgullosos de haber contribuido a la expedición de un Decreto por medio del cual, el señor Presidente de la República concede amplia protección al football de nuestra patria.62

Los representantes de Atlante, América y Marte eran, respectivamente, José Manuel Núñez, Cesar Martino y Fernando Fuentes Ramírez. Dos de estos tres personajes tenían cercanía con Ávila Camacho. Núñez había sido jefe del Estado Mayor de Lázaro Cárdenas y después jefe de la policía del Distrito Federal, mientras que Martino había sido diputado federal y en este momento ocupaba el cargo de director general del Banco Nacional de Crédito Agrícola.63

Aunque en un principio se había amenazado con sancionar a los responsables, finalmente no se tomó ninguna represalia contra los promotores de la limitación. La Liga había decidido por mayoría tomar medidas para echar atrás el decreto; sin embargo, no todos habían apoyado esta acción y algunos equipos incluso habían votado en contra de ella en la asamblea de la Liga Mayor. Por un lado, estaban los promotores del decreto -América, Atlante, Marte- y dos equipos tapatíos -Atlas y Guadalajara- que defendían la pertinencia de las medidas que establecía el ejecutivo federal. En el lado contrario estaban los dos equipos de la colonia española -España y Asturias-, pero también un nutrido grupo de los equipos del interior del país: Asociación Deportiva Orizabeña (Veracruz), Moctezuma (Veracruz), Veracruz (Veracruz), Puebla (Puebla), Oro (Jalisco) y León (Guanajuato). Los equipos de la colonia española habían estado en el centro del debate sobre la proliferación de extranjeros en el futbol, pero no eran los únicos que se oponían al decreto.

Más allá de los argumentos sobre la protección del deporte nacional, uno de los planteamientos centrales entre aquellos que apoyaban la medida era que los clubes con más recursos podían traer con mayor facilidad jugadores extranjeros, lo cual alteraba la equidad de los certámenes de futbol. En el fondo de esta reglamentación estaban las dificultades financieras de algunos equipos -América, Atlante y Marte- para importar jugadores extranjeros, desigualdad que compensaban con su capacidad de recurrir a sus conexiones políticas para obligar a otros equipos a conformarse con jugadores locales. En este sentido, había un uso instrumental de argumentos nacionalistas para lograr menoscabar el éxito de los equipos españoles y de provincia.

Aún hay mucho que desconocemos sobre la estructura de propiedad de los equipos de futbol de este periodo y cómo se fueron transformando de asociaciones deportivas a patrimonio de grupos empresariales. Sin embargo, algunos datos permiten apuntar que uno de los elementos que diferenciaba a las dos facciones en que se dividían los clubes de futbol era su capacidad de disponer de recursos financieros, necesarios para contratar jugadores extranjeros. Atlas y Guadalajara fungían como aliados de estos equipos capitalinos porque eran asociaciones que aún conservaban la estructura de clubes deportivos, sin contar con el respaldo de empresas, mecenas o padrinos políticos, lo que les imposibilitaba contar con los recursos suficientes para financiar la contratación de jugadores en el exterior.64 A la cabeza del bando opositor a la medida estaban los equipos de la colonia española, que -si bien habían conservado la estructura de asociaciones deportivas- contaban con el apoyo económico de numerosos empresarios de la colonia española. Por otro lado, los equipos del interior del país que se oponían a la medida contaban con el apoyo de empresarios o comerciantes locales, en especial escuadras como el León, Oro y Moctezuma, lo cual les daba la posibilidad de tener una mayor solvencia económica.65

En uno de los telegramas en los que se solicitaba una audiencia se resume la perspectiva de la Liga Mayor, que argumentaba que el futbol era el único deporte objeto de esta reglamentación.

Respetuosamente rogámosle concedernos audiencia objeto poner de relieve notoria desigualdad guarda deporte futbol frente demás actividades otros deportes respecto de pago de impuestos, limitación de jugadores extranjeros, etc., pues solo a futbol cárganse contribuciones exageradas y sólo a el limítanse jugadores extranjeros, legislándose privadamente en su contra, mientras demás pagan menores cantidades e incluyen cuanto extranjero desean, sin fomentar enseñanza y educación física y deportiva como hace Liga Mayor de futbol, sosteniendo más de seiscientos equipos de aficionados y manejando con pérdidas sus finanzas, mientras otros deportes son verdaderas industrias especulativas. Sólo pediremos a usted aquello a que tenemos derecho y que usted con espíritu justiciero y deportista no nos ha de negar. Igualdad.66

Ningún otro espectáculo deportivo fue objeto de una limitación similar a la del futbol, lo cual muestra que detrás de los argumentos nacionalistas que esgrimían los promotores de la medida había otro tipo de intereses. Desde la década de 1930, en los equipos de la Liga Mexicana de Béisbol (LMB) participaban jugadores provenientes del Caribe y de Estados Unidos, en especial deportistas negros que tenían vedada la participación en las Ligas Mayores. El béisbol profesional tenía reglamentaciones internas que fijaban el máximo de extranjeros en siete por equipo; sin embargo, el gobierno federal no emitió disposiciones similares a las aplicadas al futbol.67

En 1946 la presencia de extranjeros en el béisbol mexicano aumentó sustancialmente. El presidente de la LMB, el empresario veracruzano Jorge Pasquel, emprendió una campaña para atraer a jugadores de las Ligas Mayores al béisbol mexicano, ofreciéndoles sueldos mayores a los que recibían en Estados Unidos. El magnate, quien era además dueño de varios de los equipos de béisbol que integraban la Liga, presentó sus acciones a la prensa nacional y estadounidense como una gesta patriótica en represalia por los peloteros mexicanos que las Ligas Mayores se habían llevado durante la segunda guerra mundial. Si en el futbol se esgrimían argumentos nacionalistas para limitar el número de extranjeros, en el béisbol el nacionalismo era usado para justificar una campaña para traer deportistas extranjeros al país.68

La proporción de extranjeros en el béisbol durante 1946 fue ligeramente mayor que la del futbol un año antes. De un total de 180 beisbolistas de la LMB, 74 eran extranjeros (41%); mientras que, antes del decreto de 1945, de 130 futbolistas que integraban los equipos de la Liga Mayor 50 eran extranjeros (38%).69 La llegada de jugadores extranjeros al béisbol no pasó desapercibida para la Liga Mayor. Los dirigentes del balompié exigieron libertad para legislar internamente sobre el número de jugadores extranjeros en los equipos, tal como el béisbol lo hacía. El presidente de la Liga Mayor, José Guadalupe Zuno, afirmó “que se debe mexicanizar el deporte, pero no en determinadas ramas porque se convierte en privilegio, sino para todos en general”.70 Por su parte, Octavio Muñoz, delegado del Veracruz frente a la Liga Mayor, afirmó que “cualquiera podía parar 11 negritos y llamarla Liga Mexicana para obtener prerrogativas del Estado, de las que no goza el football”.71

Un elemento que permite explicar que el béisbol no fuera objeto de la reglamentación aplicada al futbol es la estrecha relación que había entre el presidente de la LMB y el candidato presidencial triunfante de las elecciones celebradas el mismo 1946, Miguel Alemán.72 Ambos veracruzanos eran amigos desde la infancia, y Pasquel se benefició de esta relación durante el sexenio alemanista al recibir contratos estatales de distribución de crudo. Stephen R. Niblo incluso señala al empresario como un prestanombres del presidente.73 Cuando Alemán era secretario de Gobernación, Pasquel solicitó en varias ocasiones su ayuda, entre ellas cuando se encontró en la lista negra por sus relaciones empresariales con alemanes y cuando las restricciones de la Guerra prohibieron que varios jugadores estadounidenses dejaran Estados Unidos. Si las conexiones políticas de los administradores de los clubes América, Atlante y Marte hicieron que el presidente decretara medidas que los favorecían, la cercanía de Pasquel con Miguel Alemán prevenía una injerencia de este tipo en el béisbol.

A la par que los partidarios del decreto celebraban la medida, la Liga Mayor buscó infructuosamente hablar con el presidente. Por lo menos en cinco ocasiones distintas entre marzo y julio se pidió audiencia al magistrado para exponer una postura diferente a la de los representantes de Atlante, América y Marte, pero en el mismo número de ocasiones ésta fue amablemente negada aduciendo las múltiples ocupaciones del funcionario.74 Ante la negativa a recibirlos, los dirigentes del futbol tuvieron que acatar la medida. El León se amparó contra la reglamentación en 1947 y también lo hizo el España en 1949, pero el límite fijado para los jugadores extranjeros se mantuvo vigente.75 Entre 1945 y 1947 la limitación de jugadores extranjeros fue aplicable sólo en el Distrito Federal. El decreto estaba limitado a este ámbito geográfico porque era donde el gobierno federal podía aplicar una reglamentación de este tipo. No fue sino hasta 1947, después de la final Atlante-León, que la Liga Mayor comenzó a extender la limitación de jugadores extranjeros a otras plazas del futbol profesional. Sin embargo, esta ampliación de la limitación no era una regulación gubernamental sino una normativa interna de la Liga.76

Paradójicamente, a la par que algunos equipos utilizaban un discurso nacionalista para defender el decreto presidencial, también buscaron contratar a jugadores extranjeros. Lo contradictorio de estas dos actitudes hace patente el uso instrumental que se había hecho del discurso nacionalista por parte de los promotores de la medida. El caso más notorio fue el América, que en varias ocasiones recurrió a sus conexiones políticas para pedir recursos para contratar jugadores extranjeros y facilitar sus trámites migratorios.77

La retirada de los equipos españoles

Durante más de tres décadas, la rivalidad de los equipos españoles y mexicanos había dominado el futbol capitalino, pero en 1950 se vivieron los últimos episodios del conflicto, que terminó con la retirada del España y el Asturias del futbol profesional. Los acontecimientos que llevaron a esta renuncia comenzaron con la visita a México de un seleccionado español como parte de los partidos de preparación para la Copa del Mundo.78 Un año antes, un seleccionado mexicano había viajado a España en una gira duramente criticada en la prensa por los malos resultados obtenidos y por servir a la agenda política de un gobierno español no reconocido por México desde 1939.79

En su visita a la ciudad de México los españoles jugaron dos partidos contra el seleccionado mexicano. El primero fue ganado por los españoles y, al acercarse el fin del segundo encuentro, ambas escuadras se encontraban empatadas sin anotaciones. Cuando el árbitro dio el silbatazo final, un jugador español tiró a la portería mexicana. La jugada se convirtió inmediatamente en motivo de polémica. Aunque el balón había acabado dentro del marco, la anotación no se consideró valida por haber sucedido mientras el árbitro anunciaba el final. Mientras los jugadores españoles reclamaban la validez de la anotación, el equipo mexicano se retiró de la cancha bajo insultos de un público insatisfecho con su actuación. Antonio Flores Mazari, periodista de El Universal, reportó agresiones desde las tribunas contra el equipo mexicano, denunciando también que los jugadores españoles habían arremetido contra el seleccionado nacional.

…] claro que hubo sus exaltados, los inciviles que nunca pueden faltar, menos entre esas 50,000 almas que ayer presenciaron este segundo choque entre los futbolistas de México y España. Cuando los jugadores mexicanos abandonaron el campo para descender a los vestidores, esa gentuza agredió a cojinazos a Casarín primero y a Zetter después, en contraste al comportamiento del público mexicano que, afligido y triste por no haber visto triunfante nuestra causa, tuvo sin embargo el deportivismo de despedir a los jóvenes futbolistas españoles con aplausos y abrazos. …] Pero esos elementos españoles que no son capaces de frenar sus instintos salvajes, fueron los que dieron la nota amarga en una final espléndida, agrediendo a los jugadores mexicanos en su propia patria y ante su propio público que, de haberlo querido, pudo haber desecho a esos contados exaltados.80

Los jugadores mexicanos habían salido abucheados por el público, mientras que los españoles eran los que se habían visto envueltos en una serie de reclamos con el árbitro del partido. Sin embargo, la prensa no había podido evitar un tono condenatorio sobre la actuación del seleccionado español.

Ante el incidente, un columnista de El Universal habló con nostalgia de la rivalidad entre los equipos mexicanos y españoles, señalando lo fundamental de ésta en el desarrollo del futbol nacional y lo provechosa que podría ser la revitalización de los equipos de la colonia.

España ha vuelto a presentarse ante nosotros, resucitando viejos tiempos idos. Ha despertado recuerdos de cuando la pasión hizo germinar la semilla del deporte inglés en las tierras aztecas. Aquellos tiempos en que los tres equipos: España, Asturias y Aurrerá tenían en sus filas solamente españoles o hijos de ídem, que ponían en su corazón todo el coraje para hacer de los juegos verdaderos torneos, que si no tenían mucha calidad, en cambio los sobraba coraje. Ahora en estos tiempos el internacionalismo ha invadido junto con el profesionalismo los clubes de la Liga Mayor, con resultados de todos conocidos: los juegos languidecen por falta de público y más de tres agrupaciones se encuentra en completa bancarrota. Es natural que en un momento dado, un jugador peruano o argentino no sienta, salvo raras excepciones, el mismo fuego para defender sus colores que un mexicano frente a un extranjero; hay además muchos otros motivos que por sabidos se callan y se pasan por alto. Sin embargo, creemos, y con nosotros hay muchos de la misma opinión, que sería muchísimo mejor volver a aquellos tiempos en que los equipos hispanos, ahora reducidos a dos, tuvieran esencialmente sus players como antaño; esto sería una inyección de las necesarias para el resurgimiento de la pugna y del interés que ha decaído en los matches de campeonato.81

Este columnista deportivo hablaba de la rivalidad que había permeado las décadas anteriores como un elemento central del futbol, necesario para la calidad de los partidos, considerando insustituible la pasión que ofrecía que cada partido se convirtiera en una defensa de la nacionalidad frente a los extranjeros. La composición de la Liga Mayor había cambiado a partir de 1943, cuando aumentó el número de equipos de provincia en el torneo. El futbol profesional ya no era dominado por la rivalidad entre equipos españoles y mexicanos, apareciendo nuevas rivalidades deportivas y nuevos conflictos en el nivel de la organización institucional, en particular entre equipos de los estados y los capitalinos.

El incidente entre las selecciones fue un catalizador para que los equipos españoles expresaran un descontento latente. El 7 de junio se publicaron las primeras noticias sobre el retiro del Club España del futbol profesional, anunciándose que se discutiría en una asamblea próxima su apartamiento por su incosteabilidad.82 Inmediatamente miembros del Asturias aseguraron categóricamente que, sin importar la decisión del España, ellos seguirían jugando; sin embargo, pronto se supo que había un sector del Club Asturiano proclive a abandonar la Liga Mayor también por los fuertes costos que le generaba a la asociación.83 El 19 de julio de 1950 el Club España anunció formalmente su retiro del futbol profesional, tomando esa determinación por unanimidad de su asamblea de miembros, dedicándose solamente al fomento del futbol amateur. El club acabaría sus compromisos dentro de la Copa México y luego dejaría libres a sus jugadores. De nuevo el Club Asturias aseguró que ellos se mantendrían dentro el futbol de más alto nivel; sin embargo, también terminarían por anunciar su retiro en las semanas siguientes.84

La razón principal que expusieron el Club España y el Asturias para su retiro fue de carácter económico. Sin embargo, existieron otras versiones que atribuyeron esta decisión a presiones diplomáticas, la salvaguarda de los intereses de la colonia española e incluso al accionar político de los asilados españoles. Con el anuncio del retiro del Asturias se habló de un “sentimiento de penosa desilusión por el curso que ha tomado alguna crítica sobre las actividades del club”, críticas atribuidas a las misiones diplomáticas franquistas que buscaban limar asperezas en pos de conseguir el reconocimiento del Estado mexicano.85

Fernando Marcos afirma en sus memorias que el retiro de los equipos españoles había respondido a dos factores. En primer lugar, reconocía que ambos clubes estaban sometidos a fuertes presiones financieras por el sostenimiento económico de los equipos, en especial por el mantenimiento del Parque Asturias, el cual era cada vez menos utilizado por la construcción del estadio de la Ciudad de los Deportes. El segundo factor, que según Marcos fue el determinante, eran las presiones de la colonia y diplomacia españolas.

Pero acaso más importante para la desaparición de los dos equipos españoles haya sido lo enconado de la situación política reinante entre México y España. Según los funcionarios españoles, la presencia de estos dos equipos en un medio tan explosivo como el futbol agravaba la situación, lejos de corregirla.86

Para Marcos, tanto la visita a España de un seleccionado mexicano como la subsecuente visita de un equipo español a México eran parte de una “maniobra diplomático-deportiva” y el resultado se utilizó “como argumento final para demostrar que el futbol hacía daño a las relaciones entre México y España”.87 Esta interpretación no escapó a otros periodistas, como Manuel Seyde, quien aseguró que detrás del retiro del equipo albinegro estaba la búsqueda de tranquilidad de parte de los intereses económicos de la colonia española.

…] todos comprendemos que el viejo residente español con raíz aquí, negocios y hogar, no va a sacrificar su tranquilidad por el futbol. Y hace bien, además. Por otra parte, existen dos aspectos definidos del españismo en México: un grupo apasionado y violento que considera el futbol como un punto importantísimo y a él le aplica toda su estrecha mentalidad, y otro grupo, muy reducido por cierto, que mira el futbol como un mero pasatiempo. Claro está que ese apasionamiento febril le dio a la tribuna derecha una tradición y calentó toda una etapa de nuestro futbol en aquellos episodios heroicos en que los partidos América-España eran la guerra en calzoncillos. Pero la vida camina y los tiempos varían y las ideas se transforman y quien no evoluciona de acuerdo con el tiempo se rezaga. El España no podía ser ya, de ninguna manera uno más en el concierto del futbol nacional. Así se veía, así se decía, así se gritaba, pero la reacción de la masa de apasionados era otra y como todo eso perturbaba la tranquila marcha de la vida del negociante de altura, éste tenía que impugnar el futbol. Comenzó a combatirlo seriamente y con razones de mucho peso, en el Casino Español de Isabel la Católica y acabó por echar de ahí el futbol. Después, vinieron los últimos acontecimientos y el España, por fin, murió.88

Según Seyde, el elemento que había definido la salida del España fue una creciente corriente de opinión dentro de la colonia española, que veía en los problemas entre los equipos españoles la posibilidad de disrupción de sus negocios. Basta recordar en este sentido los hechos de 1939, cuando las tensiones en la colonia se habían sumado a las del futbol con un explosivo resultado. Estos acontecimientos no habían quedado totalmente atrás, pues la cuestión de los asilados españoles seguía estando presente y, así como había sucedido en el incendio del Parque Asturias, circuló la versión de que los responsables de los acontecimientos en el partido entre España y México habían sido los refugiados españoles. Sin embargo, tampoco en este caso había evidencias.89

Más allá de las distintas versiones sobre el retiro de los equipos españoles, la decisión estaba inscrita en una serie de transformaciones del futbol como consecuencia de la profesionalización. Este cambio en la naturaleza del futbol en México formalizó una serie de obligaciones económicas de los equipos hacia los jugadores, lo cual explica que el factor económico fuera una de las causas detrás de la decisión. En 1950 el Centro Asturiano adeudaba más de 100 000 pesos a jugadores, exclusivamente en concepto de sueldos.90 Muchos de estos equipos, en efecto, enfrentaban dificultades económicas para sostener los gastos que implicaba el futbol profesional, como el pago de sueldos y los gastos para trasladar a los equipos por el país.91

En el caso del Asturias el retiro también se atribuyó a las dificultades económicas, las cuales eran resultado del poco uso que se había dado a su estadio después de la inauguración de la Ciudad de los Deportes.

Por un lado, las presiones tremendas para llevar al futbol a la Ciudad de los Deportes habían terminado por dar resultado. Por otro lado, el Asturias no podía vender su parque en virtud de una ley que prohibía enajenar centros deportivos en funcionamiento. Eso ponía al Asturias en una posición sumamente incómoda, porque ahora lo que había sido bonanza se volvía carga. Ciertamente, el Parque Asturias, bien administrado, había permitido al Club comprar la “Casona” de la esquina de las calles de Puebla y Orizaba para un centro social estupendo …] Pero el capital congelado en el parque de futbol era muy considerado y, además, constantemente se cernía sobre él la amenaza de una expropiación.92

Uno de los principales promotores de la Ciudad de los Deportes era el Atlante y por lo tanto este tema se sumaba a otros con el equipo del General Núñez.

Manuel Seyde opinaba en este contexto que el Asturias debía abandonar el futbol profesional siguiendo el ejemplo del España, y consideraba que la rivalidad entre los equipos mexicanos y españoles debía dejarse en el pasado.

Si el España se fue, el Asturias ya nada tiene que hacer. Aclaremos, de paso, que según la evolución natural del futbol, había pasado ya hace tiempo el momento histórico del España y del Asturias. Cumplieron una misión en la etapa inicial del futbol, cuando un América-España era algo así como la reposición de las guerras de independencia, y cuando un América-Asturias era un episodio de la Alhóndiga de Granaditas, y un España-Asturias era el aserradero del futbol español en México.93

Mientras el Asturias decidía su destino, hubo un intento por reagrupar a los jugadores del extinto España bajo el nombre Club Deportivo Nacional, el cual solicitó su ingreso a la liga a principios de agosto. El equipo planteaba jugar en el campo del Asturias y, en una inversión del carácter extranjero que siempre se le había atribuido, planeaba llamarse “Nacional”.94 Sin embargo, la posibilidad de aceptar su solicitud, así como el futuro de otros clubes de provincia en riesgo de ser marginados, se mantuvo en vilo mientras el Asturias tomaba una determinación. La situación se volvió aún más tensa cuando el Necaxa, equipo que se había disuelto en 1943, al comenzar la etapa profesional, solicitó también su ingreso a la Liga Mayor. Finalmente, el 28 de agosto de 1950 se anunció el retiro del Asturias del futbol profesional. Así, como en el caso del España, la decisión fue tomada por unanimidad, no asistiendo a la asamblea el sector opositor.95

El España y el Asturias jugaron su último partido el 23 de julio de 1950 en el marco de la Copa México. Mientras que el España ya había anunciado su retiro, la moneda aún estaba en el aire para el Asturias. En la ciudad de México el Asturias cayó dos goles a cuatro contra uno de sus rivales históricos, el Atlante, partido que no estuvo exento de un conato de bronca entre los jugadores de ambos equipos.96 Mientras tanto, en Guadalajara, el España perdía con un marcador 3-4 contra el Atlas, en un partido que enfrentaba a las mismas escuadras de un lejano encuentro de 1919 que había terminado con heridos y un muerto. Cuando el partido terminó, el España recibió “el más cariñoso aplauso de despedida” del público tapatío.97 Así, el último partido del Asturias fue contra un equipo mexicano, contra el cual se había enfrentado innumerables veces dentro y fuera de las canchas, y el último partido del España fue contra un equipo de provincia, uno los equipos emergentes en el futbol nacional. Durante los siguientes años los equipos más exitosos del futbol serían los de provincia, en especial el León y el Guadalajara, y pasarían varios años antes de que los equipos de la capital pudieran recuperar su importancia en el futbol nacional.

La escenificación en las canchas de los conflictos entre mexicanos y españoles había dejado de ser fundamental para la sociedad mexicana, como sí lo había sido durante las décadas previas. Nuevas rivalidades futbolísticas pasarían a reemplazar estos conflictos en el futbol profesional, en especial entre los equipos capitalinos y los de provincia, tal vez un enfrentamiento más significativo para una sociedad que comenzaba a estar más marcada por la migración del campo a la ciudad que por la inmigración de españoles al país.

Conclusión

Durante más de tres décadas, los clubes de futbol españoles ocuparon un lugar central en el desarrollo del futbol en la ciudad de México. Para la colonia española el futbol era un importante espacio identitario y la supervivencia de sus clubes no puede entenderse sin tomar en cuenta el papel que jugó su misma red asociativa. En este sentido, hay mucho que todavía no conocemos sobre la organización del futbol vista desde el interior de las asociaciones de la colonia española y probablemente a partir de su estudio se logre una mejor comprensión de la evolución del futbol en la capital y el resto del país. En este periodo la rivalidad entre los equipos de la colonia española, y agrupaciones como América, Atlante y Necaxa fue un elemento que caracterizó al futbol capitalino. Estos clubes emergentes desafiaron el predominio deportivo hispano, convirtiéndose en representantes simbólicos de México en las canchas. Aunque en muchos escenarios, tanto nacionales como internacionales, existieron equipos ligados a colonias extranjeras en este mismo periodo, en pocos la rivalidad tuvo la duración e importancia que adquirió en la capital.

La representación cotidiana del conflicto entre españoles y mexicanos como un espectáculo atractivo para el público sólo se explica si lo consideramos en el marco de la centralidad de España y “lo español” en la construcción nacional mexicana. Un segundo elemento a partir del cual entender este fenómeno fueron las tensiones cotidianas entre los habitantes de la ciudad y los españoles, derivadas de la posición de los segundos en el mundo comercial y empresarial. En ese sentido, no es casualidad que algunos de los episodios de violencia contra los españoles en el futbol ocurrieran en coyunturas donde el nacionalismo y la efervescencia social estaban a la orden del día. Tampoco hay que dejar de lado el hecho de que la rivalidad se fomentó por la prensa y otros clubes de futbol, como lo muestra la reticencia que estos últimos tuvieron durante décadas a que los españoles abandonaran el balompié. La rivalidad era un elemento fundamental para mantener el interés del público en los partidos y obtener ganancias de la venta de entradas. Inclusive puede considerarse que la posibilidad de incidentes violentos en un partido entre representantes de “lo español” y “lo mexicano” era un aliciente para que el público asistiera a los estadios. La forma en la que se impuso la limitación del número de jugadores extranjeros que podían alinear en los partidos de futbol muestra la creciente importancia de los intereses económicos en la organización de este espectáculo. Por otro lado, el mundo de la política se entrelazó con el futbol. Los mecenas de los equipos Atlante, América y Marte se valieron de sus conexiones políticas para lograr condiciones que beneficiaban a sus escuadras e iban en detrimento de otros clubes, instrumentalizando con este propósito un discurso nacionalista que se ajustaba a la animosidad deportiva contra los españoles.

El retiro del Club España y del Asturias del futbol profesional sólo puede entenderse a partir de las transformaciones que experimentó este deporte durante la década de 1940. Un primer hecho determinante fue la misma declaración del profesionalismo en 1943. Si bien durante las dos décadas previas ya había un semi profesionalismo velado, convertir oficialmente al futbol de la Liga Mayor en un espectáculo profesional implicó que los clubes operaran bajo nuevas reglas, como la reinstauración de los impuestos a los partidos de futbol en 1945 y la formalización de las relaciones contractuales que había entre los clubes y los jugadores. Estos cambios pusieron en aprietos económicos a muchas organizaciones, acostumbradas a las condiciones que habían imperado en décadas previas. El surgimiento de un torneo nacional también jugó un papel en el que la animosidad entre los equipos españoles y los mexicanos fuese reemplazada por una nueva rivalidad deportiva entre los equipos de la capital y los de otros estados del país. En ese sentido, cabe la pena preguntarse si el incremento de la migración del campo a la ciudad fue el causante de la mayor importancia que adquirió el enfrentamiento de los estados contra los representantes de la capital, en oposición al conflicto entre mexicanos y españoles. En 1950, acosados por problemas económicos y después de un nuevo incidente, resultado de la visita del seleccionado nacional español, los clubes españoles se retiraron sin que los que habían sido sus principales rivales se opusieran. Los enfrentamientos dominicales entre mexicanos y españoles en los estadios de futbol habían pasado a la historia.

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1Este artículo es una revisión de las ideas planteadas en Navarro Granados, “Españoles contra mexicanos”.

2El Correo Español (3 jun. 1902), p. 1.

3El Correo Español (3 jun. 1902), p. 1.

4 Cid y Mulet, El libro de oro, vol. 1, pp. 92-102.

5Los españoles también fundaron clubes de futbol en otras ciudades del país, como el Veracruz Sporting Club (1914) y el Iberia (1915), también en la ciudad de Veracruz; otro Iberia (1915) en Córdoba; el Cervantes (1915) en Orizaba y el España (1915) de Puebla. Cid y Mulet, El libro de oro, vol. 1, pp. 138-150 y 165-217.

6A finales de la década de 1910, el Club España intentó organizar una Confederación de Clubes Españoles de México, que tendría como objetivo “fomentar y estrechar los lazos de unión y fraternidad entre los naturales de España y sus descendientes; contribuir al mayor realce del nombre español en América; sostener relaciones de amistad y afectuoso compañerismo con las distintas sociedades españolas constituidas en la República mexicana y fuera de ella, ya sean de esta u otra índole; prestar su cooperación a las fiestas españolas de carácter benéfico que se celebren en cualquiera de las localidades en donde esté radicado cada uno de dichos Clubes y proporcionar a sus asociados y a los hijos de éstos protección al trabajo y lícito recreo”. La propuesta contemplaba que el ministro de España en México fuera su presidente honorario; sin embargo, la iniciativa no fructificó. Cid y Mulet, El libro de oro, vol. 1, p. 103.

7 Cid y Mulet, El libro de oro, vol. 1, pp. 88-91 y 115-122.

8 Alabarces, Historia mínima del futbol; Galindo Zárate, Hernández E. y Camargo Jr., Historia general del futbol; Bañuelos Rentería, Balón a tierra, pp. 20-21; Calderón Cardoso, Por amor a la camiseta; y Cid y Mulet, El libro de oro.

9 Galindo Zárate, Hernández E. y Camargo Jr., Historia general del futbol.

10El concepto está ampliamente difundido en la historiografía. Algunos ejemplos de estos usos son MacGregor Gárate, México y España y Revolución y diplomacia; Pérez Montfort, Hispanismo y falange; Falcón, Las rasgaduras; Yankelevich, ¿Deseables o inconvenientes?; Gil Lázaro, “Crisis, xenofobia y repatriación” e Imigración y retorno. Españoles en la Ciudad de México.

11 Pérez Vejo, España en el debate público.

12 Lida, “Prólogo”, p. 18 e Inmigración y exilio, pp. 49-58.

13 Falcón, Las rasgaduras y Pérez Vejo, España en el debate público.

14Entre 1901 y 1928 se fundaron alrededor de 13 asociaciones y centros de la comunidad española en México. Ordóñez Gómez, “Crisol de fantasías”.

15 Gil Lázaro, Imigración y retorno. Españoles en la Ciudad de México, pp. 138-144.

16The Mexican Herald (8 dic. 1913), p. 3 y (22 dic. 1913), p. 3. En 1910 había alrededor de 12 000 españoles residiendo en la capital. Lida, Inmigración y exilio, pp. 53-55.

17“El Reforma Athletic Club dejó de participar en la liga a partir de la temporada 1914”, The Mexican Herald (26 sep. 1914), p. 3.

18El Atlas fue creado en 1916 en Guadalajara por jóvenes que habían estudiado en Inglaterra. Cid y Mulet, El libro de oro, vol. 1, pp. 153-164. Benoît Perrot afirma que en esta primera gira del Atlas a la Ciudad de México se comenzó a tejer una rivalidad entre los equipos de Jalisco y la capital, que reflejaba las tensiones entre el centro y las regiones del país. Perrot, “Football, Région et Nation”, pp. 70-79 y ss.

19El Universal (3 nov. 1919), p. 11.

20El Universal (3 nov. 1919), pp. 1 y 11 y (4 nov. 1919), p. 6; y Excelsior (3 nov. 1919), pp. 1, 8 y 100 y (4 nov. 1919), p. 10.

21El Universal (4 nov. 1919), p. 6 y Excelsior (4 nov. 1919), p. 10.

22 Gil Lázaro, “Crisis, xenofobia y repatriación” e Imigración y retorno. Españoles en la Ciudad de México, pp. 250-256. Una de las formas en las que se expresó esta tensión fueron las numerosas solicitudes de expulsión de españoles. Yankelevich, ¿Deseables o inconvenientes?, pp. 127-159.

23 Elias y Dunning, Deporte y ocio.

24 Cid y Mulet, El libro de oro, vol. 1, pp. 126-131 y 143-144; vol. 2, pp. 251-270.

25El Universal (5 abr. 1926), 2ª sección, pp. 2 y 3.

26El Universal (12 abr. 1926), 2ª sección, pp. 1 y 3; El Universal (19 abr. 1926), 2ª sección, pp. 1 y 6; y El Universal (26 abr. 1926), 2ª sección, pp. 1 y 6.

27El Universal (10 mayo 1926), 2ª sección, pp. 3 y 4.

28Las irregularidades denunciadas eran una serie de faltas en los partidos que no habían sido sancionadas por el árbitro, el registro ilegal de un jugador y que se había terminado un partido con anticipación. El Universal (17 mayo 1926), 2ª sección, p. 2.

29El Universal (24 mayo 1926), 2ª sección, p. 2 y El Universal (14 jun. 1926), 2ª sección, p. 2.

30El Universal (5 oct. 1931), 2ª sección, pp. 1 y 8.

31El Universal (7 oct. 1931), 2ª sección, pp. 1 y 7.

32El Universal (16 oct. 1931), 2ª sección, pp. 1 y 8.

33Gaspar Rubio era un reconocido jugador español, incluso había sido seleccionado nacional en España, que jugaba en México desde 1930. A pesar de tener un contrato con el Real Madrid, Rubio jugó temporalmente en México, ignorando las resoluciones de la FIFA en el sentido de que no podía ser fichado por tener pendiente un contrato en España. Cid y Mulet, El libro de oro, vol. 2, pp. 325-326.

34Pedro Laverde aparece como empleado de la Cervecería Modelo en Villar Guerra (ed.), Directorio de la colonia española.

35Carta de Pedro Laverde a Julio Álvarez del Vayo, 8 de octubre de 1931. AHEEM, rollo 109 (6) c. (119).

36Carta de Pedro Laverde a Julio Álvarez del Vayo, 8 de octubre de 1931. AHEEM, rollo 109 (6) c. (119).

37Carta de Pedro Laverde a Julio Álvarez del Vayo, 8 de octubre de 1931. AHEEM, rollo 109 (6) c. (119).

38Sobre el nacionalismo en este periodo y sus símbolos véanse Pérez Montfort, Expresiones populares y Estampas de nacionalismo; Díaz Arciniega, Querella por la cultura y Sheridan, México en 1932.

39 López Victoria, La campaña nacionalista; Gómez Izquierdo, El movimiento antichino y Yankelevich, “Judeofobia y revolución”.

40Carta de la Liga Mayor de la Federación Mexicana del Centro de Foot-Ball Asociación a Julio Álvarez del Vayo, 9 de octubre, 1931. AHEEM, rollo 109 (6) c. (119). La carta está firmada por representantes de los equipos México, Germania, América, Asturias, Necaxa, Atlante, Marte, Atlas, Aurrerá, Toluca, Sporting, Atlas, San Pedro y Nacionales.

41Carta de Julio Álvarez del Vayo al Presidente de la Federación Mexicana del Centro F. A., 12 de octubre, 1931. AHEEM, rollo 109 (6) c. (119).

42Las relaciones entre mexicanos y españoles eran ríspidas como resultado de las reclamaciones por daños a propiedades españolas causadas durante la Revolución y los años subsecuentes, el discurso histórico oficial contrario a España, las afectaciones a los intereses españoles por diferentes políticas de los gobiernos revolucionarios, entre otras causas. Pérez Montfort, Hispanismo y falange, pp. 109-112 y MacGregor Gárate, México y España y Revolución y diplomacia.

43El Universal (16 oct. 1931), 2ª sección, pp. 1 y 8.

44El Universal (17 oct. 1932), 2ª sección, pp. 1 y 6.

45 Marcos, Mi amante el futbol, p. 42. Las memorias de jugadores activos durante las décadas de 1930 y 1940 fueron escritas décadas más tarde, y aunque es probable que muchas de las impresiones expresadas en ellos fueran construidas con posterioridad, representan una fuente invaluable para intentar reconstruir esta rivalidad desde la visión de los jugadores.

46 Navarro Corona, Recuerdos de un futbolista, pp. 39-40. El grito sobre Ramón Corona se derivaba de la historia de que este general tapatío había sido amante de la Reina María Cristina y era el padre de Alfonso XIII. Se afirmaba que los españoles eran hijos de México, es decir, inferiores. Sin embargo, puede ser que en la narración de Navarro Corona la referencia a esta historia sea un eufemismo para no utilizar lenguaje más soez.

47 Navarro Corona, Recuerdos de un futbolista, p. 204.

48 Navarro Corona, Recuerdos de un futbolista, p. 250.

49 Navarro Corona, Recuerdos de un futbolista, p. 40.

50Aunque este jugador se reusó a jugar en el Asturias sí portó la camiseta del España en 1950. Casarín y Ramírez, Horacio Casarín, pp. 30 y 78-83.

51 Casarín y Ramírez, Horacio Casarín, p. 46.

52 Marcos, Mi amante el futbol, p. 53.

53Sobre el incendio del Parque Asturias véase Navarro Granados, “Españoles contra mexicanos” y “Escaramuzas españolas”.

54 Navarro Granados, “Españoles contra mexicanos”, pp. 121-137.

55Diario Oficial de la Federación (24 ene. 1945), pp. 12 y 13. El decreto eximía de esta obligación a los partidos internacionales o contra conjuntos extranjeros visitantes.

56Telegrama de César Martino, José Manuel Núñez y Fernando Fuentes Ramírez a Manuel Ávila Camacho, 25 de enero 1945, AGN-MAC 512.2-117.

57Telegrama de jugadores del América a Manuel Ávila Camacho, 24 de enero 1945, AGN-MAC 532.2-53.

58Telegrama de Horacio Casarín a Manuel Ávila Camacho, 24 de enero 1945, AGN-MAC 512.2-117.

59 Navarro Granados, “Escaramuzas españolas”.

60 Carrillo Reveles, “Futbol, nacionalismo y xenofobia”.

61El Universal (25 ene. 1945), 2ª sección, p. 6.

62El Universal (27 ene. 1945), 2ª sección, p. 13.

63 Camp, Mexican Political Biographies, p. 611.

64Un ejemplo de esto es que el Club Deportivo Guadalajara se había visto en dificultades para lograr reunir los recursos para poder entrar en la Liga Mayor en 1943, y diferentes equipos locales tuvieron que reunir recursos para pagar su inscripción a la competición. El Informador (22 mayo 1943), p. 5.

65Algunos indicios sobre el tipo de organización que prevalecía en los diferentes clubes puede verse en Cid y Mulet, El libro de oro, vol. 3, pp. 369-438.

66Telegrama de José Guadalupe Zuno a Manuel Ávila Camacho, 27 de marzo 1945, AGN-MAC 133.2-68.

67 Virtue, South of the Color Barrier, pp. 60-93 y Aguilar Reyes, “Jorge Pasquel”.

68 Virtue, South of the Color Barrier, y Klein, “Baseball Wars”.

69 Virtue, South of the Color Barrier, p. 163 y Carrillo Reveles, “Futbol, nacionalismo y xenofobia”, p. 55.

70El Universal (27 mar. 1946), 2ª sección, pp. 14 y 16.

71El Universal (27 mar. 1946), 2ª sección, pp. 14 y 16.

72 Agundis, El verdadero Jorge Pasquel, p. 63 y ss.

73 Niblo, México en los cuarenta, pp. 184-187 y 211-225.

74AGN-MAC 133.2-68.

75AGN-MAV 444.2-668, AGN-MAV 444.2-3836, AGN-MAV 444.2-4029.

76El Nacional (30 jul. 1947), 2ª sección, p. 2.

77Carta de Rafael Garza Gutiérrez a Miguel Alemán Valdés, 24 de marzo 1948, AGN-MAV 568.3-136. Carta de Rogelio de la Selva al subsecretario de Gobernación Ernesto P. Uruchurtu, 30 de marzo 1948, AGN-MAV 546.6-262 y546.6-610.

78El Universal (20 mayo 1950), 1ª sección, p. 14.

79El gobierno franquista recurrió activamente a las relaciones culturales y deportivas para avanzar en su búsqueda de reconocimiento internacional. Lida (comp.), México y España.

80El Universal (29 mayo 1950), sección deportiva, pp. 1, 6 y 8.

81Billy, “Reminiscencias”, El Universal (30 mayo 1950), 1ª sección, p. 14.

82El Universal (7 jun. 1950), 1ª sección, p. 14.

83El Universal (28 jun. 1950), 1ª sección, p. 26.

84El Universal (20 jul. 1950), 1ª sección, p. 18.

85El Universal (20 jul. 1950), 1ª sección, p. 19.

86 Marcos, Mi amante el futbol, pp. 145-146.

87 Marcos, Mi amante el futbol, p. 147.

88Manuel Seyde, “Temas del día”, Excelsior (21 jul. 1950), 1ª sección, p. 25.

89Horacio Casarín, que había formado parte del equipo mexicano que enfrentó al combinado español, rechaza en sus memorias cualquier posible involucramiento de los exiliados. Casarín y Ramírez, Horacio Casarín, p. 92.

90 González Pérez, El Centro Asturiano, p. 108.

91El Moctezuma aprovechó el anuncio del España para informar de su propio retiro. Sin embargo, en los días subsecuentes el equipo revocaría su decisión gracias a que sus jugadores propusieron reducir sus sueldos para que la agrupación se mantuviera en el profesionalismo. El Universal (21 jul. 1950), 1ª sección, p. 18 y (24 jul. 1950), 1ª sección, pp. 1 y 7.

92Marcos, Mi amante el futbol, p. 145.

93Manuel Seyde, “Temas del día”, Excelsior (18 ago. 1950), 1ª sección, p. 26.

94El Universal (8 ago. 1950), 1ª sección, pp. 15 y 23.

95Excelsior (29 ago. 1950), 1ª sección, p. 23.

96Manuel M. César, “El futbol desde los vestidores”, El Universal (24 jul. 1950), sección deportiva, p. 4.

97El Universal (24 jul. 1950), sección deportiva, p. 8.

98Traducción de Joshua Neuhouser

Siglas

AHCM

Archivo Histórico de la Ciudad de México, México

AHEEM

Archivo Histórico de la Embajada de España en México

AGN, MAC

Archivo General de la Nación, fondo Manuel Ávila Camacho, Ciudad de México, México

AGN, MAV

Archivo General de la Nación, fondo Miguel Alemán Valdés, Ciudad de México, México

Recibido: 26 de Noviembre de 2019; Aprobado: 01 de Septiembre de 2021

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