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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.72 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2022  Epub 20-Jun-2022

https://doi.org/10.24201/hm.v72i1.4110 

Reseñas

Sobre Ishita Banerjee-Dube, Una historia de India moderna: I. India colonial, II. India nacional

Carlos Marichal1 

1El Colegio de México

Banerjee-Dube, Ishita. Una historia de India moderna: I. India colonial, II. India nacional. Ciudad de México: El Colegio de Mé xico, 2019. ISBN: 978-607-628-268-7.


La obra que reseñamos es una verdadera novedad en el mundo editorial de lengua española que, desde ya, debiera ser un texto de referencia esencial para todo historiador o lector interesado en la historia global, o la historia mundial, como solía decirse. Esta historia de India moderna, que cubre el periodo 1750 a 2000, es un ejemplo notable de cómo enfrentar el tremendo desafío de hacer la historia política, social, económica y cultural de una gran y compleja sociedad que experimentó una enorme cantidad de retos y obstáculos que marcaron su entrada a la modernidad a lo largo de casi tres siglos. El texto comienza por explicarnos las características sobresalientes del auge y declive del gran Imperio mogol (Mughal), a principios del siglo XVIII, para luego relatar e interpretar las facetas fundamentales de la experiencia del colonialismo que convirtió a la India en la posesión más valiosa de Gran Bretaña durante más de siglo y medio, para penetrar finalmente en la historia de la India moderna como estado nacional. El primer volumen constituye sin duda una magnífica síntesis de la historia de la India entre los siglos XVIII y XIX, mientras que el segundo tiene como meta hacer comprensible el difícil proceso de construcción de la enorme nación que es la India contemporánea, con todos los hilos de una trama extraordinariamente compleja, la cual no deja nunca de estar coloreada por gran cantidad de notas sobre las personas, los movimientos políticos y la diversidad cultural que la han conformado.

El libro que reseñamos tiene la virtud de insertar preguntas abiertas a lo largo de todo el texto y plantea, como concepto central, la “pluralidad del pasado”. En palabras de la autora, lo que desea es presentar la diversidad de posibles interpretaciones de una nación, una historia que no se atiene simplemente a una interpretación canónica, sino que resulta, en realidad, mucho más rica, diversa, contradictoria y profunda. Al mismo tiempo, debemos resaltar que el texto combina una ágil y amena narración que atrapa al lector.

Una faceta sobresaliente que conviene subrayar es que el texto está destinado a ejercer un gran impacto entre miles de lectores y estudiantes interesados en la historia de la India porque es la traducción de un gran y reciente volumen en inglés que ya circula por todas las universidades de la India. De acuerdo con David Lorenzen -gran experto en la historia de la India- no se había publicado una obra general (o síntesis) de la historia moderna de la India desde 1983. Puede presumirse que cuando Cambridge University Press le pidió a Ishita Banerjee-Dube que realizara una interpretación total y novedosa, los directivos de la editorial sabían que esta historiadora no iba a seguir simplemente los caminos más transitados de la historiografía, sino que indefectiblemente habría de innovar.

La obra que comentamos refleja un conocimiento profundo y también crítico de la historia política de la India desde el siglo XVIII en adelante, así como de la abundante historiografía del imperio británico en la India y de aquella que analiza el nacimiento de la lucha anticolonial y del nacionalismo. Pero, además, Ishita Banerjee hace mucho más, pues conecta estos temas y los reinterpreta a partir de una fina discriminación de la geografía histórica regional, así como de aportes de la historia social, económica y cultural, incluyendo un conjunto de interpretaciones originales sobre el papel de la identidad étnica y del papel de las mujeres en la historia moderna de la India.

El primer volumen está compuesto por cuatro capítulos que cubren los siglos XVIII y XIX. Comienza por ofrecer un panorama de la complejidad de la organización política y social del Imperio mogol que entró en crisis en el siglo XVIII y fue reemplazado gradualmente por nuevas formaciones políticas y sociales, y nuevos gobernantes. La autora ofrece una penetrante reinterpretación de la época, y aquí sigue a una nueva generación de historiadores indios que han cuestionado el estereotipo de una India tradicional, cuando en realidad se trataba de una sociedad dinámica y diversa, no sólo en términos sociales y culturales sino también económicos. Varios autores recientes han estudiado la expansión de la producción de manufacturas de algodón y textiles en esa época y califican a la India como “la fábrica del mundo” durante el siglo XVII y principios del siglo XVIII, razón por la cual los comerciantes ingleses se interesaron por afianzar sus intereses en la zona. De hecho, recordemos que el modelo de producción de telas de algodón estampadas, propio de la India, con colores muy variados, fue fundamental para el despuntar de la revolución industrial en Inglaterra en el siglo XVIII; los británicos primero buscaron controlar ese comercio, pero luego se dedicaron a copiar el modelo de manufacturas de algodones. En pocas palabras, la India fue pieza clave en la temprana globalización económica, y por ello la autora insiste en la necesidad de identificar esta época como la “temprana modernidad”. Estoy seguro de que esta propuesta, que es avalada por otros autores recientes del período, hará escuela en los cursos universitarios y en las interpretaciones históricas de la India en el futuro.

En el segundo capítulo, la autora centra la atención en la expansión de la británica Compañía de Indias Orientales durante la segunda mitad del siglo XVIII, que tuvo protagonismo en controlar el comercio en varias regiones de la India, aunque de manera especialmente pronunciada en Bengala y en ciudades portuarias como Calcuta. Ello se vinculaba no sólo con el atractivo mercantil de estas tierras, sino también con los posibles beneficios de un control fiscal de la zona. Como dice la autora, “En contraste con el sur [de la India ], que carecía de un Estado sucesor estable, Bengala tenía un Estado fuerte con una administración centralizada y una burocracia calificada, así como un sistema establecido de tributación y recaudación fiscal y amplias redes de banca, de crédito y de comercio”. Esto hacía que la región de Bengala fuese especialmente atractiva para los directivos británicos de la compañía monopolista, que fueron adueñándose del control mercantil y de la explotación de la población local, lo cual permitió aumentar sus ingresos para pagar sus gastos administrativos y militares. Al mismo tiempo, ello los llevó a una expansión territorial ya que, como señala la autora, la famosa Compañía pronto se convirtió no sólo en una empresa comercial sino también en “propietaria colonial”, como ha argumentado Philip Stern en su libro The Company State.

Pero al apropiarse de impuestos, comenzaron a multiplicarse los conflictos. Por otra parte, la extracción de riqueza local por la Compañía colonial tuvo efectos devastadores, especialmente en Bengala, al provocar una tremenda hambruna en los años de 1769 y 1770, que causó cientos de miles de muertes de campesinos y artesanos. Este desastre permitió al parlamento británico afirmar una mayor autoridad sobre la Compañía y sobre sus políticas comerciales, militares y fiscales. De hecho, almirantes y generales británicos comenzaron a ejercer un alto grado de protagonismo en la nueva fase, que implicó la adopción de estrategias aún más agresivas. Al final del siglo, el general Wellesley, la máxima autoridad británica, promovió el avance militar y territorial por doquier, en lo que la autora califica como una fase del “despotismo militar” y de imperialismo. Para someter a los gobernantes locales de diversos principados y estados locales de la India, este general aumentó de manera dramática el tamaño del ejército de Bengala, que creció de 115 000 a 155 000 efectivos, compuesto en su mayoría de campesinos indios a los que se entrenó y armó. Paralelamente, se establecieron alianzas con banqueros y comerciantes locales, que colaboraron con la expansión de la administración territorial británica.

La complejidad de las relaciones entre los agentes de la Compañía británica y las élites locales es descrita en el capítulo cuarto, a partir de una recuperación de la historia social y cultural de la época en la primera mitad del siglo XIX. Posteriormente, la autora dedica un sólido apartado a la Gran Revuelta de 1857, cuando estallaron conflictos por doquier. La autora sostiene que la historiografía reciente ha demostrado que estos acontecimientos fueron mucho más complejos de lo que se ha supuesto, en tanto no eran simplemente las semillas de un movimiento de protonacionalismo. Cita la formulación elegante del historiador Ray, quien afirmó que la Gran Revuelta fue “una guerra entre las razas que no fue una guerra racial”. En todo caso, a partir de este magno conflicto, el gobierno de la reina Victoria de Inglaterra resolvió asumir el control completo de la India, que pronto se convirtió en un virreinato del imperio británico. A su vez, se clausuraron las actividades de la Compañía monopolista inglesa, que estaba ya en franca bancarrota, sobre todo por sus deudas militares.

El segundo volumen, sobre la India del siglo XX, puede leerse como un texto autónomo. En él la autora aborda el surgir del nacionalismo, las luchas contra el régimen colonial británico y la creciente complejidad de los movimientos sociales y culturales, que finalmente habrían de desembocar en el establecimiento de la nación independiente en 1947. Sin entrar en detalles, me limito aquí a evocar la temática de los siete capítulos que componen el volumen. El primer capítulo -que se titula “Imaginando India”- realiza un análisis del discurso elitista cultural del nacionalismo y discute las formas en que las nuevas generaciones de intelectuales construyeron una nueva visión de su país como nación, para lo cual fue esencial un largo proceso de elaboración de discursos y escritos, así como la conformación de movimientos educativos y políticos de carácter anticolonial. En particular, y de manera muy original, la autora insiste en que se debe resaltar la importancia de los debates y propuestas sociales y políticas que se realizaron desde una perspectiva de género. Hace ver cómo los dirigentes y voceros nacionalistas adoptaron un discurso de género sumamente original y, a través de ello, se esforzaron “a fin de convertir a ‘la mujer india’ verdaderamente educada en el elemento clave de la ‘diferencia cultural’ de la nación india y la indianeidad, por lo que se le asignó un papel vital en el hogar familiar como la base de la nación”.

Sigue un capítulo, enlazado con el anterior, que hace ver que la reivindicación de la identidad cultural y del papel protagónico de la mujer se vinculaba, a su vez, con los “discretos intentos” de dar sentido a la noción del colectivo o la comunidad, por parte de los líderes del movimiento político conocido como el Congreso Nacional Indio, el cual criticó enérgicamente al régimen británico. En todo caso, las ideas pronto dieron paso a la acción social y política, que se resumía, en parte significativa, en la ideología y el movimiento swadeshi. Entre las medidas adoptadas se describen los movimientos masivos de boicot a los productos ingleses, el impulso a la producción artesanal india, así como el esfuerzo por buscar alternativas en la educación para fomentar un florecimiento cultural y una conciencia de orgullo en todo el país. Ello también dio pie a la formación de gran número de escuelas, cada vez más imbuidas de un espíritu nacionalista y reformador, que habrían de contribuir decisivamente a la formación de las nuevas élites de la India.

El tercer capítulo está dedicado al Mahatma Gandhi, “el alma grande de India y más allá”. En estas páginas se subraya su enigma, en tanto era, por un lado, líder político y, al mismo tiempo, un “santo” para las clases populares y campesinas, por su ejemplo de vida y su discurso que llegaba al fondo de los corazones y las mentes. No hay forma de separar la vida cotidiana de Gandhi del gigantesco movimiento social, espiritual y político que habría de generar, y el texto permite un acercamiento al corazón y cerebro del apóstol de la India moderna.

Los capítulos cuarto y quinto describen la trayectoria de las luchas nacionalistas y el gran debate sobre “comunidades” y “casta” como elementos en el lenguaje político de la época. Se presta una especial atención al papel de diversos dirigentes políticos, entre los cuales destacan Ali Jinnah, dirigente de los musulmanes, y Nehru, el emergente líder del movimiento del Congreso. Con igual detalle se describen los movimientos de los trabajadores, la presencia de la izquierda y los comunistas indios, así como las actitudes de los industriales y capitalistas en el mundo muy complicado y devastador de la Gran Depresión y todo el periodo de entreguerras. El sexto capítulo nos adentra en lo que la autora llama “la tumultuosa década de 1940”, que llega a su fin con el suceso conflictivo de la independencia que acabó con el “yugo colonial” pero que también desembocó en la partición de dos Estados-naciones, la India y Pakistán. La autora no ve este desenlace como algo inevitable, sino como “resultado de procesos, visiones, políticas y aspiraciones confusos y contrarios”.

El libro concluye con un apartado que recorre el duelo y la tragedia de las matanzas que acompañaron la partición del país entre la India y Pakistán después de 1947, para luego ofrecer una interpretación de la trayectoria de la India independiente como un Estado-nación moderno. Llama la atención sobre la importancia de la Constitución de la India, ratificada en 1950, un documento de gran importancia que, como dice la autora, combina a la vez la igualdad liberal y la equidad sustantiva, pero “poniendo en práctica una discriminación positiva en favor de los grupos desfavorecidos en un intento de garantizar la igualdad social”. Estas metas suenan familiares en el México de hoy, donde se está intentando poner en marcha un nuevo enfoque de la política social.

Por último, debe decirse que el libro transmite el entusiasmo de la autora por la historia de su país de origen y por la tarea de difundir entre sus lectores y, especialmente, los estudiantes de las nuevas generaciones, una visión generosa del pasado, pero, al mismo tiempo, llena de interrogantes sobre problemas cruciales que se seguirán debatiendo durante décadas.

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