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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.72 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2022  Epub 20-Jun-2022

https://doi.org/10.24201/hm.v72i1.4115 

Reseñas

Sobre Ottmar Ette, Alexander von Humboldt y la globalización. El saber en movimiento

Miguel Ángel Puig-Samper1 

1Consejo Superior de Investigación Científica

Ette, Ottmar. Alexander von Humboldt y la globalización. El saber en movimiento. Ciudad de México: El Colegio de México, 2019. 407p. ISBN: 978-607-628-479-7.


Aunque como el propio autor nos advierte en una de las primeras páginas de su libro, siempre muy imaginativo y sorprendente, que este texto puede leerse con itinerarios alternativos que él mismo propone, para esta reseña hemos decidido seguir el itinerario clásico para no complicar la comprensión del lector ante un libro complejo y fascinante. El Eje 1 gira en torno al saber en movimiento, uno de los temas queridos por el autor, como ya demostró en su libro sobre literatura en movimiento. Comienza con la idea humboldtiana de la desprovincianización y la conciencia universal, que llevó a Humboldt a convertirse en un teórico de la globalización y la modernidad hasta llegar a su obra culminante del Cosmos, con un gran impacto universal, y a dar una nueva idea del mundo americano tras las famosas discusiones iniciadas por el conde de Buffon, Cornelius de Pauw, William Robertson, Thomas Raynal, etc., en torno a la inferioridad del Nuevo Mundo, que estudió en su día Antonello Gerbi. Ette describe magistralmente la idea de Humboldt y su pensamiento pluridisciplinar en torno a las fuerzas interactivas en la naturaleza, su pensamiento sobre la creación y circulación del conocimiento, tan de moda en la actualidad desde la presentación de los trabajos de Kapil Raj, así como su vocación cosmopolita, muy apreciable hoy en día y a veces incomprendida desde las visiones nacionalistas más cerradas. En este sentido, hay que compartir la afirmación de Ottmar Ette de que Alexander von Humboldt y su ciencia (llamada humboldtiana) son en cierta medida precursores de los estudios en red, que nos parecen tan contemporáneos.

Su vida personal y científica se muestra por medio de una corres pon den cia inmensa y en una telaraña gigantesca, expandida por medio de sus propios viajes y su continua movilidad, como un nuevo Cristóbal Colón, que lo pone en contacto con todo tipo de personas y también de saberes disciplinarios, lo que lo hace transgredir los modos de acercarse a la creación de conocimiento, como por ejemplo en sus estudios transdisciplinares en la investigación de la naturaleza americana y no tanto interdisciplinares, tal como nos relata Ette. El catedrático de Potsdam destaca también la interculturalidad del Humboldt más joven en sus trabajos, al partir de unas coordenadas culturales europeas al enfrentarse al análisis de otras culturas, siempre con una mirada respetuosa y autocrítica, como puede verse en sus obras, especialmente en Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América, como señala acertadamente el profesor Ette.

Asimismo destaca las formas de presentación y representación del conocimiento, en especial por la unión indisoluble de escritura e imagen, algo que fascinaba a los lectores por su capacidad de transmitir sensaciones y emociones, como sucedía con su Cuadros de la naturaleza. Otra característica importante que nos presenta Ette en la obra de Humboldt es cómo aparece en cada una de las partes la totalidad o, por decirlo en sus propias palabras, cómo la geometría fractal de la naturaleza corresponde a la de la escritura y la creación de modelos científicos. Respecto a la posibilidad de un cierto “fracaso” de su obra, Ette es muy crítico y señala cómo Humboldt fue un científico de las dos culturas responsable con la mirada global en el futuro y sensibilidad hacia las otras culturas, siempre con un entusiasmo desbordante, lo que lo hace hoy en día más “moderno” que la mayoría de sus contemporáneos y permite vislumbrar un nuevo modelo de convivencia en la última fase de la globalización. Por cierto, Ottmar Ette nos describe también en su libro la arqueología de la globalidad hasta llegar al nuevo concepto de globalización que domina la esfera pública, la política y la economía. Afirma que podría desarrollarse una comprensión de la globalización como un fenómeno que se constituye en una sucesión de diferentes fases de aceleración, hasta cuatro, en un proceso de larga duración que encontramos en los fundamentos de la Edad Media, la Modernidad y la Posmodernidad.

Entre los personajes abordados en el libro, además de Cornelius de Pauw como cabeza del debate berlinés sobre el Nuevo Mundo y las respuestas de intelectuales americanos como Clavijero, hay que destacar las reflexiones en torno a un personaje central en la formación de Humboldt como lo fue su mentor y amigo Georg Forster, autor de Viaje alrededor del mundo, que ya vislumbró una nueva era de globalización que afectaba sin duda a las ideas pero también al comercio internacional tras los viajes de exploración científica de las potencias europeas. Humboldt marcaba además una tradición histórica en estos viajes ilustrados desde Cristóbal Colón, con quien se funde en ocasiones en su Examen Critique de la Géographie du Nouveau Monde, en el que analiza estos viajes con la perspectiva de la historia del conocimiento tras un estudio que le llevó treinta años y en el que conecta dos fases de esa globalización.

En la figura 2 del libro Ottmar Ette destaca la importancia de París, sobre todo el París revolucionario, en la vida y la obra de Humboldt, aludiendo también a su estancia en España y su presentación autobiográfica a la corte madrileña, aunque quizá concediéndole poco impacto en su trayectoria y en la preparación del viaje americano. Este asunto aparece citado en los trabajos de Sandra Rebok y míos en las notas del libro, pero no es comentado como un asunto importante en el texto, aunque se destacan los documentos aportados. En esa ciencia humboldtiana, caracterizada por el movimiento y los viajes, las experiencias con Forster en su viaje europeo, las americanas con Bonpland y las de su viaje a Rusia y Siberia, con Rose y Ehrenberg, constituyen elementos fundamentales, en tanto que la experiencia ibérica parece pasar desapercibida. Se resalta sin embargo la experiencia cubana y casi más habanera de Humboldt desde su llegada cinematográfica al puerto de La Habana, pintoresco y cosmopolita, símbolo del mundo tropical de las Indias Occidentales que sustituye en América al soñado mundo oriental de la India. Cuba aparece como el mundo tropical dulce, saturado por el azúcar en todos los niveles, a costa de la esclavitud de los africanos, quienes potencialmente amenazan a la sociedad cubana, como recuerda Humboldt al pensar en la revolución de los esclavos de Saint-Domingue y en la posibilidad de una futura confederación afroamericana en el Caribe.

La figura 3 estudia el “ser alemán” entre Prusia y América del ciudadano cosmopolita Alexander von Humboldt, tras una interesante reflexión que relaciona lo prusiano y la tradición aparente de Prusia con la reunificación alemana. Ette pone como ejemplo una carta del hermano de Alexander, Wilhelm von Humboldt, para expresar lo poco alemán y quizá menos prusiano del carácter de Alexander, siempre cosmopolita y en todo caso más parisino que berlinés. Se le percibía como un trotamundos berlinés que había sido capaz de renunciar a su puesto como funcionario de alto nivel en las minas de Prusia por hacer un viaje a otro mundo fuera de Europa y que más tarde se resistía a volver a Berlín desde su querida ciudad de París, el centro de la ciencia y de la vida moderna. Finalmente tuvo que ceder para ocupar un curioso puesto de chambelán del rey de Prusia, con ideas y aspecto de revolucionario parisino, algo que desagradó en gran medida a muchos de los aristócratas de la corte de Potsdam. Siguió siendo el científico cosmopolita y comparatista que relacionaba todos los fenómenos naturales y las culturas para poner en marcha una conciencia universal, algo que según Ottmar Ette lo convirtió en un sujeto potencialmente peligroso para algunas potencias europeas como Inglaterra, Portugal y Rusia. Humboldt, tan prusiano como su propio hermano, había renunciado voluntariamente a ser “únicamente alemán”.

La figura 4 del texto de Ette gira en torno al mundo tropical americano, con el que se topó al llegar de Europa y casi enloqueció junto con Bonpland al ver asombrado todas las maravillas naturales que encerraba. Asimismo destacaba las diferencias, incluida la del cielo austral, en la que vieron el nuevo cielo con otras constelaciones. Ette destaca este asombro ante lo nuevo y la distancia con el viejo mundo europeo, su patria, con el trópico americano y el Mundus Novus, en el que por otra parte se encuentra mejor que nunca de salud y estado anímico. Como señala Ottmar Ette, Humboldt llega a ver el continente americano, con su naturaleza y su cultura, como una unidad hemisférica, el Nouveau Continent, que había insinuado mucho antes Américo Vespucio frente a la creencia de Colón de haber encontrado una parte de Asia. En la siguiente figura, presentada como la “falta de orden”, se analiza de forma muy fina la eclosión de una obra fundamental en la historiografía humboldtiana, las Vistas de las cordilleras que, junto con los Cuadros de la Naturaleza, son las obras más interesantes en este modelo que combina el texto fragmentario con las imágenes del Nuevo Mundo, creando un museo imaginario con varias rutas de lectura posibles. Se presenta al mundo europeo una nueva visión de América que rompe los estereotipos desarrollados por De Pauw y otros autores ya mencionados, con equivalencias en el mundo natural y cultural. Surge la importancia del mundo americano dentro de la globalidad, con interacciones dinámicas entre los factores naturales y antropogénicos, que permiten además la comparación con otras regiones del mundo, tal como señala Ette. Las Vistas aparecen aparentemente desordenadas en una concepción inter y transmedial, que según el autor seguía en cierta medida otra obra, el Ensayo sobre la geografía de las plantas. Ette insiste en que este nuevo orden, aparentemente caótico y en varias dimensiones, desconcertó a muchos de sus contemporáneos y fue malinterpretado en el mundo germánico durante mucho tiempo.

Se plantea el profesor Ette, en la sexta figura de su libro, quién lee todavía a Humboldt, sobre todo al recordar cómo desde los años sesenta del siglo pasado había un cierto lamento en la propia Alemania por el desconocimiento de su obra, que se extendía a otros países como Francia o México, donde era más admirado que leído, según Jaime Labastida. Todo esto sin contar otros factores, como la dificultad de obtener algunas de sus obras, su alto coste, las falsificaciones, las ediciones censuradas, los extractos y las dudosas traducciones a otros idiomas. Ette enfatiza cómo esta situación ha ido cambiando por la aparición de nuevas ediciones, traducciones y exposiciones en diferentes partes del mundo, encabezadas en gran medida por el propio Ottmar Ette para las ediciones alemanas y por Frank Holl para las grandes exposiciones humboldtianas. Habría que añadir en el mundo francés las ediciones de Charles Minguet y sus colaboradores, y en el español las de Sandra Rebok y yo mismo, tanto para el mundo editorial como para las exposiciones del Instituto Cervantes y el Museo Nacional de Ciencias Naturales, esta última con Frank Holl, Josefina Gómez Mendoza y Joaquín Fernández. Muy crítico se muestra Ette con lo que él denomina el “mundo de Kehlmann”, refiriéndose a la novela de Daniel Kehlmann La medición del mundo y a otros relatos, de gran éxito literario pero que distorsionan la figura y la obra de Alexander von Humboldt, entre los que espero que no caiga mi libro Paseo por la meseta y los volcanes. Diario secreto de Humboldt en España, recién publicado, que intenta novelar en un relato de viajero lo que pudo ser su tránsito por España antes de su periplo americano.

El viaje a Rusia y Siberia de 1829 es analizado en este singular libro de Ottmar Ette en su figura 7. Un viaje soñado, que ahora se hacía con las limitaciones impuestas por el zar, para no hablar de la situación social, que le haría recorrer 18 mil kilómetros a caballo y en muy poco tiempo, luego reflejado en su obra Asie Centrale, en la que ya citaba a un joven Charles Darwin. En cualquier caso, este viaje le permitió hacer importantes comparaciones entre el Viejo y el Nuevo Mundo, que luego reflejaría Humboldt en su Cosmos, su obra final y en la que aparecen de forma más clara sus conceptos universalistas, como indica Ette en su última figura del primer eje temático de su texto, donde también se habla del modelo futurista de Humboldt.

El Eje 2 del libro de Ottmar Ette es mucho más reducido y comienza por lo que él llama el arte de fracasar para indicar la capacidad de Humboldt de analizar los errores y las equivocaciones humanas. Entendía, según Ette, que éstos logran generar conocimiento nuevo dentro de las estructuras de redes de las interacciones, siendo esencial la incorporación de este conocimiento en la conciencia universal. El caso paradigmático fue para Humboldt el de Cristóbal Colón, un personaje que siempre le fascinó por su capacidad de acelerar la historia, a pesar de sus errores y confusiones. Muy interesante esta reflexión final de Ottmar Ette en este espléndido libro sobre el arte de fracasar, de subir y no llegar a la cima -como le ocurrió al propio Humboldt-, o del arte y la suerte de nunca llegar. Éste es sin duda un gran libro sobre el pensamiento de Alexander von Humboldt que va mucho más allá de lo que habitualmente vemos en la historiografía humboldtiana, tanto por sus hondas reflexiones desde el punto de vista histórico y filosófico como por las lecciones que puede ofrecer a la nueva modernidad en el siglo XXI.

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