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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.71 no.4 Ciudad de México abr./jun. 2022  Epub 04-Abr-2022

https://doi.org/10.24201/hm.v71i4.4092 

Reseñas

Sobre Dale Tomich, Espacios de esclavitud: tiempo/tiempos del capital

Jorge E. Delgadillo Núñez* 

*Vanderbilt University

Tomich, Dale. Espacios de esclavitud: tiempo/tiempos del capital. Piqueras Valencia, José Antonio. Centro Francisco Tomás y Valiente, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2019. 300p. ISBN: 978-849-288-532-9.


Dale Tomich es un especialista en sociología histórica cuya obra ha girado en torno a las influencias mutuas entre el capitalismo y la esclavitud. En sus investigaciones retoma y hace una revaloración de las ideas de Fernand Braudel e Immanuel Wallerstein, por lo que puede decirse que su trabajo se ha centrado en explicar procesos sociales a gran escala. Los artículos recopilados en el libro que se reseña en estas líneas son una muy merecida traducción al español de ocho artículos de Tomich, que aparecieron en inglés durante las tres décadas anteriores, y que fueron compilados anteriormente en el volumen titulado Through the Prism of Slavery.1 Aunque cada capítulo tiene sus propios objetivos y argumentos, ya que fueron escritos como artículos independientes, en conjunto comparten el interés común de ubicar los nexos entre la esclavitud y el capitalismo del siglo XIX en un contexto global comparativo. A decir del autor, sólo al enfocarse en contextos históricos, culturales y económicos específicos, pero interrelacionados gracias a la economía-mundo, se pueden descubrir los verdaderos vínculos entre el capitalismo y la esclavitud.

Espacios de esclavitud está organizado en tres partes. La primera sección se compone de dos artículos y en ella Tomich desarrolla los supuestos teóricos que sustentan el resto de su obra. El autor comienza examinando el carácter histórico del capitalismo y sus interrelaciones con la esclavitud, y critica a los académicos o escuelas de pensamiento que toman sólo una característica del capitalismo para definirlo. Según Tomich, el capitalismo no puede verse solamente como la producción dirigida a un mercado internacional, ni como el predominio del trabajo asalariado sobre otras formas de producción. Para el autor, estas definiciones sólo sirven para deslindar la esclavitud del capitalismo y no lidiar directamente con sus historias entrelazadas. En ese sentido, el capitalismo sólo puede ser definido empíricamente analizando las mutuas influencias entre las relaciones sociales de producción, el mercado y el capital, que a su vez son conceptos históricos, no fijos, ni inmutables.

La segunda parte del libro trata sobre las unidades de análisis y observación adecuadas para el estudio del desarrollo histórico de la esclavitud y el capitalismo. Para Tomich, estos procesos pueden ser mejor examinados utilizando los marcos de la economía-mundo capitalista y del mundo atlántico como unidades de análisis. El autor comienza con una crítica a los estudios sobre el mundo atlántico (al menos a aquellos que fueron publicados cuando este artículo salió a la luz por primera vez), por considerarlos como un agregado de historias imperiales desconectadas y por ver al Atlántico como un espacio preexistente y no históricamente constituido. El mundo Atlántico es, a decir de Tomich, una creación de la economía-mundo europea del siglo XVI. Este siglo fue crucial para el desarrollo del capitalismo. La expansión europea hacia América trajo consigo una transformación de la división mundial del trabajo, el inicio de la trata de esclavos transatlántica y la expansión de un mercado internacional. El océano Atlántico actuó como un espacio que interconectaba y articulaba la división del trabajo entre distintas zonas.

Por otra parte, Tomich utiliza a la plantación como su unidad de observación que se inserta dentro de la unidad de análisis. El autor ve a la plantación como “un nexo institucional clave a través del cual operan el mercado y las relaciones de clase, las prácticas sociales y las construcciones culturales y en el que las identidades adoptan forma concreta. El mercado mundial, la división de trabajo y las relaciones sociales de producción se integran entre sí a través de la matriz institucional de la plantación” (p. 132). De la misma forma, ve a la plantación como una institución de la economía-mundo capitalista que extiende y agudiza la división del trabajo, integra geográficamente diferentes regiones, da lugar a la producción de nuevas mercancías y moviliza mano de obra a escala creciente. Por último, las plantaciones determinan el tipo de sociedades que se forman a su alrededor.

La tercera parte del libro se divide en cuatro capítulos y comprende más de la mitad de la obra. En ella, de nueva cuenta el autor aborda algunos de sus supuestos teóricos, en este caso el método comparativo en la historia. Más importante aún, en esta sección desarrolla las que sin duda alguna son las dos contribuciones más relevantes del libro. En primer lugar, el autor analiza y se une a uno de los debates más antiguos en la historiografía sobre el tema: el papel de la esclavitud en el surgimiento del capitalismo y la influencia de éste en la abolición de la esclavitud. La discusión se remonta a la tesis de 1944 de Eric Williams, quien argumentó que el trabajo esclavo produjo el capital necesario para financiar la revolución industrial en Inglaterra y que el subsecuente desarrollo de una economía basada en el trabajo asalariado y en el libre comercio hicieron de la esclavitud una práctica poco rentable, lo cual llevó a su abolición.2 En la década de 1970, Seymour Drescher realizó un análisis cuantitativo sobre la rentabilidad de la esclavitud en el imperio británico antes de la abolición y llegó a la conclusión de que dicha práctica seguía siendo rentable. Esto lo llevó a argumentar que la abolición debía ser explicada por procesos culturales relacionados con la moral y el altruismo, no con la economía.3

Como es evidente, la controversia se encuentra en la segunda parte del argumento de Williams, no en la primera. En este sentido, Tomich concuerda con Williams en que, efectivamente, la esclavitud favoreció el desarrollo del capitalismo y a su vez éste acabó con la esclavitud, pero no por las razones que Williams ofrece. También, concuerda con Drescher en que la esclavitud seguía siendo económicamente rentable antes de su abolición, de hecho, en términos globales estaba en expansión. A decir de Tomich, al ser el primer país industrializado, el papel de Inglaterra en la economía-mundo se transformó de ser productor de materias primas a proveedor de capital y bienes manufacturados. Esto lo llevó a buscar controlar el flujo de mercancías y no tanto su producción. Dichos procesos llevaron a la expansión de la esclavitud en otros lugares y a su abolición en el imperio británico.

Es precisamente a esta transformación en el papel de la esclavitud en la economía-mundo a la que Tomich llama segunda esclavitud. La segunda esclavitud se caracterizó por la expansión de esta práctica a zonas que antes eran periféricas y por conjuntar las innovaciones tecnológicas de la revolución industrial con el trabajo forzado para maximizar la producción a niveles sin precedentes. Este concepto ha probado ser bastante influyente, no sólo en la historiografía estadounidense, sino en la brasileña y en la española, como la publicación de este libro en español y portugués lo evidencia.4

Para terminar, uno debería ser cuidadoso al criticar un libro tan relevante como éste. Sin embargo, sí hay algunos aspectos que valdría la pena señalar a los lectores interesados. En primer lugar, aunque sin duda esto se debe a que los artículos fueron publicados en las décadas pasadas, la bibliografía está desactualizada y muchas de las críticas del autor a la historia atlántica ya no se sostienen. En segundo lugar, y por tratarse de una compilación de artículos independientes, la lectura se siente un tanto repetitiva, pues el autor repasa los mismo supuestos teóricos en varios de los capítulos. Y en tercer lugar, el excesivo uso de lenguaje técnico y abstracciones de la historia económica podrían desanimar a aquellos lectores no especialistas en el tema. Estas objeciones, por supuesto, no demeritan en nada la obra del autor ni su consolidada influencia en la academia, y tal y como se dijo al inicio, este libro es una bienvenida traducción al español de la obra de Dale Tomich.

1Dale Tomich, Through the Prism of Slavery: Labor, Capital, and World Economy, Lanham, Rowman & Littlefield Publishers, 2004.

2Eric Williams, Capitalism and Slavery, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1944.

3Para la reiteración más reciente de la tesis de este autor véase: Seymour Drescher, Abolition: A History of Slavery and Antislavery, Cambridge, Cambridge University Press, 2009; una síntesis muy útil del debate se puede encontrar en Seymour Drescher, “Antislavery Debates: Tides of Historiography in Slavery and Antislavery”, en European Review, 19: 1 (2011), pp. 131-148; otros trabajos relevantes para esta discusión son: David Brion Davis, Inhuman Bondage: The Rise and Fall of Slavery in the New World, Nueva York, Oxford University Press, 2006; y Robin Blackburn, The American Crucible: Slavery, Emancipation, and Human Rights, Nueva York, Verso Books, 2011.

4Muestra de esta influencia, además, son los libros: Rafael Marquese y Ricardo Salles (eds.), Escravidão e capitalismo histórico no século XIX: Brasil, Cuba e Estados Unidos, Río de Janeiro, Civilização Brasileira, 2016; y José Antonio Piqueras (ed.), Esclavitud y capitalismo histórico en el siglo XIX: Brasil, Cuba y Estados Unidos, Santiago de Cuba, Editorial del Caribe, 2016.

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