SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.71 número3Sobre Elisa Speckman Guerra, “El derecho a vivir como una mujer amante y amada”. Nydia Camargo, su crimen y su juicio (México, década de 1920)Sobre John Lear, Imaginar el proletariado. Artistas y trabajadores en el México revolucionario, 1908-1940 índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.71 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2022  Epub 13-Dic-2021

https://doi.org/10.24201/hm.v71i3.4011 

Reseñas

Sobre Rebeca Monroy Nasr, María Teresa de Landa: una Miss que no vio el Universo

Nathaly Rodríguez Sánchez1 

1Universidad Iberoamericana - Puebla

Monroy Nasr, Rebeca. María Teresa de Landa: una Miss que no vio el Universo. Ciudad de México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2018. 475p. ISBN: 978-607-484-805-2.


Una historia de vida para guiarnos en el laberinto de las historias de la posrevolución mexicana, en especial para recorrer sin extravíos la historia de su cultura de género, esa que siempre se nos corporiza entre el plano resbalizado de lo etéreo y el de los impactos que son fácilmente aprehensibles en la socialización cotidiana. Una historia mínima y minuciosa que, entendemos poco a poco, sólo tiene sentido si se observa la historia social, cultural y política en la que se inscribió. Verónica Monroy Nasr nos presenta en este libro la historia de una afamada autoviuda mexicana de finales de la década de los años veinte, María Teresa de Landa y de los Ríos, develándola a plenitud como sujeto de la estructura de género de su época. En efecto, la detallada reconstrucción que se nos ofrece nos permite entender que esa mujer es únicamente comprensible en su subjetividad si nos damos a la tarea de situarla en un robusto contexto sociocultural que explique, sin recurrir al azar, las circunstancias que la envolvieron y las decisiones que frente a ellas estaba habilitada para tomar. Siguiendo ese camino reconocemos al individuo modelado por la colectividad, al sujeto que como todos aparece atravesado -y a veces rebasado- por las decisiones y construcciones comunitarias naturalizadas y, en paralelo, logramos sopesar las rupturas que planteó y nos figuramos los rasgos de la sociedad a la que perteneció. Los pasos de ese individuo nos guían pues hacia la salida del abigarrado laberinto de historias, al tiempo que, bien sabemos, nuestro sujeto-brújula lleva la profunda impresión de ese dédalo en su esencia. De fondo, la obra resalta una lección analítica fundamental: para avizorar la forma en que se modela y funciona el género como referente de organización social es necesario observar los hilos que éste teje con otras estructuras ordenadoras del presente para sostenerse; en definitiva, se requiere comprenderlo en constante retroalimentación con otros dictaminadores de jerarquía y desenvolviéndose en particulares coyunturas sociales.

A partir de esa demandante apuesta de trabajo en la historia del género, una que exige una mirada amplia y con la capacidad de dilucidar las interrelaciones que se dibujan entre cuantiosos datos, la autora encuadra en tres situaciones sociales mayores aquella dramática anécdota de la Señorita México que a finales de 1929 asesinó a su esposo, un general bígamo. En primer lugar, la investigación nos presenta el panorama sociocultural de ese México posrevolucionario en el que se sobreponía el deseo por la modernidad a asentados mandatos de organización social propios de una sociedad tradicional. Tal revisión nos permite comprender que visitamos un momento de cambio en el que aún resuenan las bisagras, es decir, uno en el que existían ciertos asuntos en negociación entre generaciones y sus distintos imaginarios de lo deseable para la colectividad. Nos queda claro entonces las tensiones culturales fraguadas en esa sociedad híbrida y, con ello, los conflictos que enfrentaron los contemporáneos de María Teresa de Landa que enarbolaban nuevas formas de vida e identidad. En segundo lugar, y teniendo en cuenta tal reacomodo social general, la investigación delimita en específico las variaciones sufridas por la cultura de género del país en el periodo en estudio, demostrando que en ese desplazamiento no dejaban de filtrarse y traslaparse algunas construcciones disciplinarias de los cuerpos y los deseos cinceladas y adoptadas en el tiempo medio de la historia de esa sociedad. Observamos así ostensibles modificaciones en las formas de arreglar los cuerpos, vivir los deseos y proyectar papeles y funciones sociales, en especial en aquella generación que vivió sus años juveniles en esa coyuntura en la que se buscaba reformular el país -entre otras cosas para ponerlo a punto con la marcha de los tiempos y mostrar un nuevo rostro asimilado con un verdadero cambio-. Tras el recuento no cabe duda de que los jóvenes mexicanos de la época estaban flexibilizando la antigua estructura de género, esto es, llenando de nuevos contenidos y posibilidades a los cuerpos según su sexo. El conflicto, se nos avisa de nuevo, se anunciaba en el orden del día.

Por último, el estudio ahonda en las experiencias vitales de las mujeres en medio de tal momento de recomposición, vislumbrándolas como sujetos y actores del movimiento. Destaca en este último nivel de reconstrucción la habilidad de la investigadora para proponer un análisis en clave interseccional de las mujeres de ese espacio y periodo en estudio. Por esa vía logra especificar el grado de excepcionalidad o no que presentaba aquella joven urbana, culta y de clase media-alta que figuró ampliamente en la prensa como una autoviuda confesa. En su conjunto, la exigente labor de investigación así planteada despoja al hecho fatídico, y al tratamiento social y judicial que recibió, de las características de lo fortuito y nos permite explorar las dinámicas más generales de la sociedad que lo albergó.

Ahora bien, siguiéndole la pista a la estructura de la investigación y del texto, sin duda, la obra está construida en torno a un riguroso seguimiento de las exigencias que como método demanda la historia de vida individual. En principio, entendemos que la autora eligió el caso al considerar, además de la fama que concentró y la huella que dejó en la memoria del país, la situación extrema que encerró y en la que aún se puede verificar el peso de las normas de género vigentes en ese entonces. A ello se suma, nos comenta Monroy Nasr en la parte final del escrito, la admiración personal que le suscitó la fortaleza de María Teresa de Landa para reinventarse después del impasse que marcó su vida. Excepción en medio del cumplimiento de las reglas y quebrantamiento de lo predecible justifican pues la investigación del caso.

Con base en esa selección motivada, a lo largo del libro se desarrolla una tarea de continuo acercamiento al hecho, eso que antes hemos llamado encuadramiento. En términos específicos, para aprehender los tres niveles de análisis que más arriba diagramábamos y entender así las acciones del sujeto guía, la inmersión inicia dando una mirada a la situación sociopolítica de México a principios del siglo XX y al corte realizado por el proceso revolucionario con el mundo decimonónico marcado por el porfiriato. Identidades colectivas, papeles sociales y costumbres en transformación salen a cuadro. Posteriormente se nos acerca puntualmente a las denominadas “mujeres modernas” y al significado que el Concurso Belleza y Pulcritud cobraba en medio de las ansias por la modernidad en las que se debatía la nación. Este último asunto supone una novedad en la historia del género de país, que a la fecha no había reflexionado sobre las motivaciones sociales que fundamentan este tipo de certámenes y en torno a los asuntos del orden de género que allí se reflejan.

Después, cada vez más cerca de esa historia de las mujeres que entiende la inexistencia de una eterna esencia femenina y que se preocupa entonces por situar las condiciones puntuales que presentan los sujetos en estudio, la obra recorre la exitosa vida de María Teresa de Landa como una estudiante de odontología de recursos holgados, aficionada a la literatura de corte modernista y caracterizada por una profunda autoconfianza, que en 1928 llegó a ser la segunda Señorita México ganando con ello gran reconocimiento social. Esa descripción nos permite valorar la situación de poder de esta mujer, atendiendo a sus propios términos y posibilidades, y con ello desafiar aquel estereotipo que nos haría suponer la existencia de una homogénea situación de subordinación para todas las de su género. La investigación delimita entonces al personaje público que ella configuró en el contexto ya recuperado, una figura marcada por los laureles y la alta estima social que le concedían un nuevo y privilegiado lugar, para pasar después a una profundización en el plano doméstico e íntimo de su vida.

En ese nuevo punto, la historiadora hábilmente logra descubrir la trayectoria oculta de la pareja de la afamada reina, el recién nombrado general brigadier Moisés Vidal, develándolo como hombre contrarrevolucionario, de estatus social recién adquirido y, por demás, mentiroso extendido que ocultó información relevante sobre su vida y estado civil a su flamante segunda esposa. El contraste de esas vivencias nos permite observar las paradojas en las que vivió esa mujer, en cuanto tal, en medio de ese panorama en el que se sobreponían antiguos dictámenes y tratamientos para lo femenino y aún muy frescas formulaciones de libertad para las de su sexo. Así, entrando ya en la escena del crimen del 25 de agosto de 1929, la autora escudriña entre las emociones de María Teresa de Landa: disecciona el perfil psicológico de la mujer con alta valía pública que fue vilipendiada por la traición de su esposo, aquel que pudo sostener una posición de poder en la relación echando mano de los preceptos tradicionales de género, en apariencia, sobreseídos. En las páginas que siguen y que se ocupan de los cuatro meses que transcurrieron entre el homicidio y el veredicto absolutorio, la autora despliega un análisis sobre la fuerza de esos estereotipos de género aún sobrevivientes y acerca de las tensiones sociales diagramadas por la formulación de nuevas posibilidades para las mujeres, mostrándolos como verdaderos insumos activos del juicio establecido contra De Landa. El trabajo con los discursos expresados por los abogados y por la prensa que cubrió el suceso nos confirma la condición naturalizada en la que permanecen los referentes de género y desde la que toman fuerza para ordenar a un colectivo.

Además de permitir una aproximación a la vida cotidiana de la Ciudad de México de la posrevolución y de los asuntos metodológicos ya anotados, la obra aporta al campo de la historia de género en dos frentes. En primer lugar nos hace tener en cuenta la lentitud con la que operan los cambios en una cultura de género. Al destacar el nítido papel organizador que ésta tiene en una sociedad y su carácter naturalizado, comprendemos los obstáculos que existen para modificarla y los riesgos a los que se encuentran expuestos aquellos que la transgreden. En segundo lugar, la autora propone una hipótesis sobre la nueva relación que establecerían las mujeres con el honor en una sociedad moderna o con aspiraciones a serlo. En los estudios sobre las sociedades estamentales y tradicionales se ha señalado que éste era un rasgo otorgado a los varones, en tanto a las mujeres les correspondería el de la honra, entendido como un comportamiento íntimo y anterior al mundo público. Este libro muestra que valdría la pena ahondar en los significados que este desplazamiento supone como señal de cambio en los papeles de género. La investigación de Monroy hace pues un sugerente aporte en la historia de las mujeres, entregando una reconstrucción robusta en datos e interpretación.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons