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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.71 no.3 Ciudad de México ene./mar. 2022  Epub 13-Dic-2021

https://doi.org/10.24201/hm.v71i3.3999 

Reseñas

Sobre Manuel Peña Díaz, Historias cotidianas. Resistencias y tolerancias en Andalucía (siglos XVI-XVIII)

Pilar Gonzalbo Aizpuru1 

1El Colegio de México

Peña Díaz, Manuel. Historias cotidianas. Resistencias y tolerancias en Andalucía (siglos XVI-XVIII). Granada: Comares, 2019. ISBN: 978-84-9045-803-7.


De acuerdo con lo que anuncia el título, el libro no es ni pretende ser una historia sino una recopilación de historias relacionadas con la vida cotidiana y analizadas desde la perspectiva de la historia cultural. El conjunto es como un fresco en el que se alternan descripciones del paisaje real y simbólico de la Andalucía de los inicios de la modernidad con interpretaciones de rutinas cotidianas, análisis de códigos y normas de conducta y situaciones en las que se dio cabida a la resistencia o a la negociación. Destacan, en particular, los contrastes entre la rigidez y la tolerancia en materia religiosa, la transición de la tradición a la modernidad y la disparidad de actitudes y costumbres en pueblos cercanos y entre los habitantes de una misma ciudad. En algunos terrenos la población llevaba la delantera a la autoridad en la asimilación de los cambios, mientras en otros los decretos innovadores eran motivo de rechazo y de actitudes oscilantes entre el desdén y la negación.

A lo largo de la impresionante y sugerente exposición de anécdotas, referencias literarias y datos procedentes de estudios recientes y fuentes primarias, se puede aceptar la conclusión de que orden y desorden se combinaron en la sociedad andaluza de la temprana modernidad, prolongada hasta las últimas décadas del siglo XVIII. Si predominó la resistencia o fue exitosa la negociación, es algo que queda como propuesta de análisis del lector, ya que el autor lo propone o lo sugiere en forma implícita, sin imponer su opinión. Podría lamentarse la escasa, muy escasa, presencia femenina (sin olvidar las pinceladas de las mujeres pescadoras, en la pintura de Mariano Sánchez), así como de las familias, que fueron protagonistas, hoy lo sabemos, de la cotidianidad rural y urbana.1 Abundan, en cambio, las descripciones de catástrofes y de fiestas, de jolgorios y de procesos eclesiásticos y civiles. También se hace ostensible la retórica ilustrada en documentos oficiales y la ineludible presencia del clero en la regulación de lo cotidiano y en la actuación propia de festejos o de situaciones de desastre, pero es indudable que eso es lo que transmiten las fuentes. Por supuesto, corresponde a lo que se esperaba de las mujeres: que pasasen inadvertidas, como sombras tras sus padres y maridos, y lo que se aceptaba de la Iglesia, como ordenadora de las costumbres y legitimadora de las autoridades civiles.

¿Cómo se sintieron los cambios a lo largo de tres siglos? Es algo que apenas se percibe en algunos de los apartados, pero está ausente en otros. La importancia y expresividad de los numerosos textos citados impone la hegemonía del Siglo de Oro (con referencias al XVI y mayor presencia del XVII) mediante repetidas citas de novelas picarescas: desde el Lazarillo hasta Mateo Alemán, pasando por Rinconete y Cortadillo, apoyados en documentos inquisitoriales y de archivos locales, más las reflexiones de quienes convivieron y criticaron a sus paisanos, como Antonio de Liñán y Alonso de Salas Barbadillo, autores de descripciones costumbristas aunque no pretendieron incursionar en el género de la novela. El amplio margen de 300 años, fijado en el título, autoriza la cita de algunos autores ilustrados, como el monje benedictino Benito Jerónimo Feijoo y el ministro de Carlos III, Pedro Rodríguez de Campomanes (en la primera y segunda mitad del siglo XVIII, respectivamente). En realidad, el tiempo sólo es importante en la medida en que hace visible el orden cotidiano, regido por relojes y campanas y la sucesión de oraciones a lo largo del día.

La oportuna presentación de textos del Siglo de Oro e incluso de los del XVIII, y la descripción de cuadros de Velázquez y otros pintores contemporáneos, destaca algo que en otro tipo de testimonios sería menos ostensible: el hecho de que nuestra capacidad de análisis se limita a la interpretación de lo que otros, en su tiempo, interpretaron. Finalmente nos quedamos con las representaciones del pasado, cuya representación renovamos con nuestras propias categorías.

Los temas seleccionados y el orden en que se presentan corresponden al criterio del autor que los ha distribuido de manera que alternen descripciones de paisajes y fenómenos naturales con testimonios de represión, creencias y prácticas cotidianas. Para el lector estudioso, como para quienes poco conocemos de la historia de la vida cotidiana en la que fuera metrópoli de nuestro virreinato, precisamente en los siglos de los que trata el libro, el orden de los relatos es atractivo. Se disfruta la selección de temas, que bien podrían generalizarse a otras regiones de España, pero que se concentran en Andalucía, en tiempos de gran dinamismo, como región recientemente anexada a la corona de Castilla, puerta de embarque para el nuevo continente y cuna de destacados artistas y escritores del barroco. En contraste con la atención dedicada al medio ambiente y a los que fueron acontecimientos locales, las circunstancias, económicas, políticas y sociales, sólo se describen, someramente, en las ocasiones en que se requiere una justificación para las permanencias, las resistencias, las negociaciones o los cambios.

Cada capítulo se ha planteado como un tema independiente, cuidadosamente analizado y redactado con amenidad, de modo que no existe más conexión que la aportada por el espacio geográfico y las referencias temporales en cada caso. Lejos de plantear una tesis o defender un método, el autor sugiere el desorden (dentro del precario orden temático) como norma para realizar un estudio de algo que parcialmente conocíamos y que nos ofrece a partir de lo descrito por viajeros, cronistas, moralistas, novelistas y predicadores. El autor reconoce su deuda con historiadores que han estudiado el tema en tiempos recientes y los incorpora a sus propias investigaciones, que le permiten adoptar perspectivas tan variadas como el mar, el tiempo, el clima, el río (el Guadalquivir, por supuesto), el alimento, las ferias, las bebidas, las devociones, las supersticiones, los delitos y sus castigos.

Es un texto que instruye y deleita, al que no se le puede pedir que proponga una tesis o aporte un nuevo enfoque, porque no fue esa la intención del autor, pero quizá podría resultar más ilustrativo o incluso más útil para el estudioso o el aficionado si las numerosas referencias a autores especializados en cuestiones teóricas de la nueva historia cultural se ordenasen metódicamente con alguna intención en particular. Esto se aprecia en el primer capítulo, en realidad introductorio, en el que se acumulan referencias a autores y temas relacionados con la historia de la vida cotidiana, como un ejercicio de recopilación de teorías sin que formen una propuesta homogénea, ni se justifiquen por su utilidad en los siguientes capítulos, de modo que dan la impresión de que se han insertado como alarde de erudición más que por la utilidad de sus conclusiones o propuestas. Esta relativa debilidad podría aliviarse si se hubiera incluido una ordenada bibliografía de fuentes primarias y secundarias, tan ricas en el libro y tan difíciles de localizar, sumergidas en notas de pie de página y repetidas o renovadas en cada capítulo. Una bibliografía adecuadamente clasificada añadiría al libro el valor de obra de consulta para la historia de la vida cotidiana, no sólo en Andalucía, sino en gran parte de España y de sus provincias de Ultramar. También se aprecian, y es de lamentar, ciertos pequeños “descuidos” en la ortografía, que dan la impresión de apresuramiento en el proceso de edición y que no merecía un libro en el que la investigación y la redacción fueron muy cuidadas.2

Pese a esos pequeños inconvenientes, el libro resulta útil, atractivo y en gran parte novedoso. Sin duda recomendable.

1Sin duda el autor pretende respetar el tema bien estudiado por otros colegas y lo ignora ostensiblemente.

2Parecen ser fallas en la tipografía con frecuentes errores en la puntuación y letras sobrantes o faltantes. Por mencionar algunos de estos detalles, me refiero a la página 8, donde sobra una letra r, la 17, en la que al interrogativo cómo le falta un acento, la 18 en que el pronombre la, que concuerda con el sustantivo femenino singular, ha sido sustituido por los, en la 24 aparece una coma entre sujeto y predicado, en la 29 nueva ruptura de concordancia entre sujeto, singular, y verbo, plural…

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