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Historia mexicana

versão On-line ISSN 2448-6531versão impressa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.71 no.1 Ciudad de México Jul./Set. 2021  Epub 02-Jul-2021

https://doi.org/10.24201/hm.v71i1.3904 

Reseñas

Sobre Haydeé López Hernández, En busca del alma nacional. La arqueología y la construcción del origen de la historia nacional en México (1867-1942)

Luis Vázquez León1 

1Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Occidente

López Hernández, Haydeé. En busca del alma nacional. La arqueología y la construcción del origen de la historia nacional en México (1867-1942). México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2018. 389p. ISBN: 978-958-42-7345-1.


Cuando hace años comenté el libro de Margarita Díaz-Andreu sobre la historia universal de la arqueología en el siglo XIX,1 advertía del vertiginoso crecimiento de este campo, lo que he matizado luego diciendo que la reflexión historiográfica crece con cierta lentitud.2 Este fenómeno intelectual es bastante común en la metaciencia, aunque hoy los historiadores le prestan mayor atención. Esto viene a mientes por la excelente contribución de Haydée López Hernández, quien nos brinda el escenario adecuado para esta índole de discusiones interdisciplinarias. En esta oportunidad los arqueólogos han venido a reunirse con los historiadores. La autora misma compagina ambos intereses de conocimiento de manera muy creativa. López Hernández nos proporciona una novedosa historia de la arqueología mexicana, tal como fue instrumentada entre 1867 y 1942. Novedosa porque se aleja de las historias hagiográficas y hasta apologéticas comunes en la historia de la ciencia hechas por sus propios interesados, donde lo más usual, metodológicamente hablando, no es tanto el mal llamado presentismo como la visión de tunel que provocan, a modo de exaltación del “antropólogo como héroe”.3

El libro de Haydeé López Hernández no es de fácil lectura. Como buena historiadora nos provee de abundancia de referencias puntuales sobre fuentes primarias, sin mencionar las secundarias. Casi no hay páginas sin este aparato de referencias. Pero el lector interesado sabe que no puede prescindir de tales citas, so pena de perderse de autores e ideas del contexto en que discurre la historia; asimismo del contexto en que discurre ella misma. Como relato, su argumento central es impecable: el cambio generacional subyace en las mudables preocupaciones propias de la autodeterminación cultural de un nacionalismo confuso, que no puede admitir sus raíces negras y que se proyecta difuso hasta la peculiar distribución de los monolitos olmecas, que habiendo sido desestimados del altar del alma nacional (entiéndase Museo Nacional de Antropología) han sido casi todos relegados al estado de Tabasco, donde lo olmeca colma su alma poética, amén de trasponer aquello de “por mi espíritu hablará mi raza”, para devenir en el Juchimán pétreo. Y de por medio, ya metidos en la materia proteica del nacionalismo, una “cultura madre” que no consigue ser una idea fuerza porque es claro que los mexicanos no tenemos madre simbólica, aunque Cuauhtémoc bien podría pasar por padre, algo así como el King Alfred de Anglia. Aquí subyacen regionalismos que no admiten la narración única del origen materno.

El momento en que López Hernández escribe (su propio presente) es el que sigue a las dudas que nos polarizan. Desde el campo de la historia del arte, lo olmeca se percibió como mito. Estaba en marcha un proceso de diversificación interpretativa (cada académico, un mundo aparte) que sobrevaloramos, pero que es propio de una sociedad que se complejiza hasta la partícula individual. Siguiendo el relato de la autora, en un primer momento fue cautivador suponer unas migraciones africanas con Votan como héroe civilizador, una especie de Quetzalcóatl temprano que los frailes milenaristas del siglo XVI atribuyeron a Jesús mismo, o sea, a otra migración tribal. Ya que se buscaba algo propio, la “negritud” no fue digna de orgullo. Igual ocurrió con las migraciones del poblamiento asiático, que siguen siendo desdeñadas por nuestro nacionalismo declinante, y no se diga por la oración fúnebre en la desaparición del Departamento de Prehistoria del INAH, a pesar del “hombre de Tepexpan”, sin mencionar a Naia (“la primera americana”) en Yucatán. Los cambios en los imaginarios culturales, como bien muestra Haydeé López Hernández en un epílogo próximo a la sociología del conocimiento (“A la sombra del siglo XIX” lo titula), han impactado de profundis a la arqueología profesional, no a la inversa. Puede ser, para efectos del relato histórico, que la genealogía de la “negritud” se reduzca de José María Melgar a Ramón Mena, excepto que los pensadores difusionistas de hoy no se resignan a morir, y otro “olmeca negro” ha revivido con el afrocentrismo, y más recientemente con el reconocimiento de la población afromexicana por un multiculturalismo de impacto limitado, regional también.4 Cabe por último la pregunta de si la genómica en boga concitará la imaginación cultural.5 Quizá no, porque el mestizaje (entendido como intercambio de genes entre poblaciones) es tan amplio que salpica hasta los que se ostentan como “pueblos originarios”, sin serlo genéticamente.

Buena parte de la obra de López Hernández se dedica entonces a mostrar la historia del auge y caída de la llamada cultura madre, de filiación propiamente arqueológica y con atributos personales. Hablamos de Alfonso Caso, su creador. Gracias a su detallado análisis, la autora reconstruye segmentos del personaje que lo hacen más asequible a pesar de sus reiterados desplantes autoritarios, temo que ligados a lo que se llamó la “escuela mexicana de arqueología”, también considerada como la edad de oro de la arqueología nacionalista. En todo caso, no podemos hablar del INAH y sus prácticas sin mencionar su impronta. Pero es muy interesante saber que el consenso exhibido al inicio por los miembros de la Sociedad Mexicana de Antropología mostrara cuarteaduras como voces disidentes y por lo mismo marginadas. Hace tiempo que Haydeé López Hernández insiste en apreciar las ideas desviantes de Enrique Juan Palacios, pero hay otras más.6 Caso no solo insistió en ignorar a los “pueblos primitivos” (“sin historia” en la antropología social de Eric Wolf) para concentrarnos en la eclosión civilizatoria mesoamericanista, sino que se esforzó en dotar de centralidad discursiva a esa cultura madre arcaica. En términos heurísticos, sí consiguió impulsar la exploración arqueológica en Veracruz y Tabasco. Mas sus elecciones positivas conllevaron otras negativas. La “arqueología de lo primitivo” del México no monumental quedó en el completo olvido.7 Se entiende por qué el descuido de la prehistoria o de las aproximaciones materialistas en torno a la revolución urbana o la domesticación del maíz.

Termino con un caso extendido sobre “la sombra del siglo XIX” que pesa aún sobre nuestra mentalidad, como dijera Marx. Excepto que la presencia del pasado nos enceguece.8 Cualquiera puede hacer este ejercicio mental. De por sí es raro que lo olmeca no tenga la preeminencia que supondría en el discurso exhibido en el Museo Nacional de Antropología. Por eso digo que Haydeé López Hernández incursiona en la sociología del conocimiento. Si seguimos el argumento ad absurdum resultaría en la paradoja de que Eulalia Guzmán triunfó al final sobre Alfonso Caso. Nuestro padre es un príncipe azteca, si a la “guerra de imágenes” vamos. Pero mi ejercicio también es práctico. Ocurre que el biólogo evolucionista Neil Losin hizo un documental que subió a un canal científico de Youtube.9 En él habla de una “colaboración inesperada” entre genetistas y arqueólogos. No aparecen arqueólogos mexicanos porque antes la prehistoria fue disuelta, pero tampoco se rastrea lo olmeca a fondo como frentes de difusión; lo que tenemos en abundancia son emulaciones espectaculares del fabuloso saqueo del cenote sagrado de Chichén Itzá, donde Naia no aparece ni por error.10

La colaboración científica a que Losin hace referencia es la domesticación del maíz, motivo de una revolución profunda en América, incluso civilizatoria. Aconsejados por los genetistas, esos arqueólogos llegaron a una cueva cercana al río Balsas, en Guerrero. No fue Tabasco, no fue Tehuacán ni fue Tamaulipas. La carencia monumental del pasado es solo modestia de la propia realidad, pero así pudo ser el origen de la ansiada alma nacional, modesta.

1Margarita Díaz-Andreu, “La historiografía arqueológica toma la delantera”, en Desacatos. Revista de Ciencias Sociales, 37 (2011), pp. 199-202.

2Luis Vázquez León, “La historiografía de la antropología como historia: entre la pluralidad y la ortodoxia extremas”, en Iztapalapa. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, 81 (2016), pp. 9-39.

3Clifford D. Conner, A People’s History of Science. Miners, Midwives and “Low Mechanicks”, Nueva York, Nation Books, 2005; Susan Sontag, El antropólogo como héroe, Barcelona, Seix Barral, 1984.

4El afrocentrismo cobró fuerza con la “Atenea Negra” de Martin Bernal, que ya de por sí molestó a los creadores de la Atenea occidentalizada. Pero la “cuestión negra”, en palabras de John Stuart Mill, volvió hacia los monolitos olmecas; Martin Bernal, “All Not Quiet on the Wellesley Front: A Review of Not Out of Africa”, en Black Athena Writes Back, Durham, Duke University Press, 2001, pp. 371-395; Luis Vázquez “El dulce encanto del difusionismo arqueológico. El caso pendiente de México y Perú en la antigüedad”, en Efraín Cárdenas García (ed.), Migraciones e interacciones en el septentrión mesoamericano, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2017, pp. 41-49.

5Otra historiadora, antes antropóloga social, se encargó de disminuir el mito chihuahense del colono norteño para mostrar el mestizaje efectivo ocurrido en los minerales; Rómulo Pardo Urías (comp.), Margarita Urías Hermosillo. Obra histórica, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2017.

6Haydeé López Hernández, Los estudios histórico-arqueológicos de Enrique Juan Palacios, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2016.

7Margarita Díaz-Andreu, A World History of Nineteenth-Century Archaeology. Nationalism, Colonialism, and the Past, Oxford, Oxford University Press, 2007, pp. 285-293.

8Enrique Krauze, La presencia del pasado, México, Tusquets Editores, 2005.

9HHMI BioInteractive Video, “Estalló el secreto: el misterioso origen del maíz”, Youtube.com

10Pedro Castro, El fabuloso saqueo del cenote sagrado de Chichén Itzá, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2016.

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