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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.70 no.4 Ciudad de México abr./jun. 2021  Epub 04-Mayo-2021

https://doi.org/10.24201/hm.v70i4.3876 

Reseñas

Carmen Parga, Antes que sea tarde

José María Espinasa1 

1Museo de la Ciudad de México

Parga, Carmen. Antes que sea tarde. México: Ateneo Español de México, Colección Recordar el Olvido, 2018. 277p. ISBN: 978607-978-522-2.


Uno de los datos que caracterizó a la temperatura cultural de la Segunda República Española fue que se dio un incipiente protagonismo participativo de las mujeres en la construcción de una nueva sociedad. No se debe entender esto como un feminismo previo al que ya enarbola las banderas de la liberación femenina en la segunda mitad del siglo, sino el funcionamiento familiar combinado de las personalidades patriarcal y matriarcal. No son pocos los ejemplos de parejas republicanas con esa interacción, pintores, escritores, políticos en los que la mirada cruzada de los cónyuges completa el paisaje, enormemente rico, y que la dualidad permite abarcar en una mayor plenitud.

Así, por ejemplo, unas memorias políticas como Testimonio de dos guerras, del general Manuel Tagueña, devenidas ya clásicas, y un libro de referencia para quien se quiera ocupar del conflicto bélico tanto español como mundial, se enriquecen enormemente gracias a las memorias de su mujer, Antes que sea tarde, que de alguna manera muestran el reverso íntimo de las primeras, con una intensidad fascinante y una admirable claridad. Y es inevitable decir que el escrito de Carmen Parga revela una humanidad que sólo puede ser narrada por una mujer. Los sinsabores vistos desde el lado cotidiano de la sobrevivencia día a día, las penurias vividas, el exilio, el cuidado de los hijos, la vida en Rusia, Yugoslavia, Checoslovaquia, antes de recalar en México.

Lo primero que sorprende es la exactitud y precisión descriptiva del libro. A pesar de que la autora, y lo manifiesta en el título mismo, quiere que su libro sea una lección y una herencia para las nuevas generaciones, no se deja llevar por la tentación de los símbolos; su narración tiene una condición estrictamente realista, consecuencia de eso que los que han estudiado la literatura de la memoria llaman el pacto de sinceridad. Lo narrado no puede ser puesto en duda por el lector porque no ha sido puesto en duda por la autora. No hay ni sombra de manipulación ni de histrionismo en el libro. Es pues un libro claro en sus intenciones: se asume lo vivido y se cuenta para que el futuro sea mejor. Es, en muchos sentidos, un libro muy esperanzador, a pesar del dolor que refleja. Pero no quiere elucubrar ni teorizar: quiere decir lo que siente y piensa, porque la separación entre el sentir y el pensar que hacemos los críticos es claramente artificial. Es sorprendente la pericia para evitar todo desliz melodramático y evitar cualquier sombra de chantaje emotivo o ideológico. La pregunta sería más bien sobre el porqué Carmen Parga se tomó su tiempo -los años transcurridos entre la muerte de su marido (1971) y la primera edición de Antes que sea tarde- para escribir este libro. Y anoto que se tomó su tiempo, no que se tardó, porque la idea misma de tardanza no cabe en ese gesto.

Uno siempre recuerda cuando recuerda: esto, que parece una verdad de Pero Grullo, tiene su chiste. Quiere decir que el tiempo de la memoria es siempre el del presente. Por eso la memoria no envejece. Consigue que el tiempo evasivo que huye hacia el pasado para encontrase con el futuro conserve su condición necesaria en la actualidad de cada día, de cada acto. Cuando antes hablamos de la sinceridad es porque ese concepto, tan elusivo, está en el centro de todo libro de memorias. Sería, por ejemplo, absurdo pedirle a una novela sinceridad. Si yo digo que Cien años de soledad es un libro sincero no estoy diciendo nada en realidad. Mientras que de un libro de memorias, y especialmente de Antes que sea tarde, ni siquiera se me ocurre decirlo porque está implícito en su propia escritura. No quiere decir esto, peligro de toda generalización, que todo libro de memorias sea sincero; podríamos aquí citar muchos que no lo son, sino que éste lo es inevitablemente.

Insistir en la violencia e injusticia que hay en toda guerra, en el dolor que hay en todo exilio no es la intención de la autora, sino que en su narración -porque la memoria también es una narración-, insisto, hay una mirada esperanzadora sobre la construcción de una sociedad más justa. Pero si el lector de estas memorias es, desde el punto de vista teórico, ese hombre anónimo al que se le lanza una botella al mar, es evidente que también hay una inmediatez de lo escrito en que el lector tiene nombre y apellido, es decir, los hijos y nietos, los amigos, los españoles y mexicanos, no tanto los que vivieron el conflicto y el exilio posterior, sino los que lo pueden volver a vivir.

El testimonio de las mujeres que vivieron la República y la Guerra Civil suele tener un origen distinto de los de los hombres. No quieren intervenir en política o terciar en reflexiones de carácter filosófico, son -en sentido más pleno- testimonios. Es un dar fe de lo ocurrido. Y suele apostar porque eso no se olvide y sirva para que no vuelva a ocurrir. Muchos testimonios alcanzan el estatuto de clásicos y sirven para fundar una opción ética. En ese camino está este libro. Les pongo un ejemplo: en un determinado momento y en medio de las privaciones, la familia Tagüeña Parga tiene azúcar para ponerle al te, y en el fondo de la taza quedan restos de ella. De pronto la narración hace ver que ese azúcar desperdiciada es un lujo que otros no pueden darse. Lo que aquí yo narró con fría neutralidad en Antes que sea tarde tiene una atmósfera de gran novela, a lo Tolstoi, en unas páginas que emocionan.

Seguiremos recordando, no para complacernos en el dolor y plañir en busca de dádivas caritativas, sino para revertir en la medida de lo posible ese proceso de deshumanización que llevó al escritor Primo Levi a preguntarse: ¿es esto un hombre? Ante el escándalo de los campos de concentración, las cámaras de gas y los desastres posteriores, leer este libro es sumergirse en la mirada interior de “una familia en el exilio”. Y hay que reconocer esa labor fundamental que tuvieron en el exilio y en el proceso de sobrevivencia y arraigo en nuestro país las mujeres españolas. Los sociólogos han señalado la importancia que tiene el núcleo familiar en los exilios de carácter ideológico, mucho mayor que en las migraciones económicas. Más allá de las cifras y datos duros yo lo achaco a que el exilio político es un viaje sin regreso, porque incluso cuando se regresa, así sea de un periodo de apenas algunos años, se lo hace a un país distinto. Basta leer La gallina ciega de Max Aub para entenderlo. Es decir, el exilio, contra lo que pensaban en 1939 los refugiados españoles, no era para unos meses, mientras caía Franco, según el famoso cuento del mismo escritor, sino para toda la vida. Y de allí se puede inferir que todo exilio lo es para toda la vida.

Para los especialistas, Testimonio de dos guerras es un libro imprescindible y de referencia obligada. También lo es éste, pero de manera distinta, pues aquél no cobra cabal sentido sino en la imagen reflejada que el segundo representa. Pongo un ejemplo de carácter más literario: ¿cómo entender la temperatura humana de la generación del 27 sin los testimonios autobiográficos de María Teresa León, Rosa Chacel y Concha Méndez? Porque en cierta manera la reflexión política sobre el exilio termina por agotarse mientras que la humana no. Carmen Parga no corrige ni desmiente la mirada de su marido, pero sí la transforma y de alguna manera se le opone. En cierta forma habría que leerlos de modo simultáneo y paralelo para comprender plenamente su riqueza.

Cuando se señala que recordar no debe ser sólo un ejercicio de melancolía sino una afirmación del presente se propone una manera de leer este tipo de libros, cuya condición testimonial, documental incluso, no impide ver su calidad literaria. Antes que sea tarde es un libro que demuestra la buena pluma, no la de una escritora, sino la de una mujer de la República, que vivió y se formó y actuó con lo que esa apuesta social le enseñó. Ella no fue en sentido estricto una mujer con actividad política, aunque su pertenencia es evidente, sino alguien que vivió esa época y la asumió plenamente. No podemos dejar de señalar la voluntad de enseñanza que, desde el título mismo, tiene el libro, ¿Para qué se hace tarde? ¿Para escribirlo? Sí, en un sentido, aunque -como casi todo libro de memorias- es un texto de madurez. ¿Para remediar el mal o cicatrizar las heridas? Si, también, pues lo ocurrido en España y luego en México es algo que importa a todos. Pero, sobre todo, nunca será tarde para leerlo.

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